Libro «La clave oculta del nuevo testamento»
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Descripción
La clave oculta del nuevo testamento
Ya tenemos ojos para ver. |
Autor:
Xavier Penelas Guerrero |
Editorial: Círculo Rojo
Un sacerdote, un biólogo y un esoterista se conocen casualmente en un café de Barcelona y comienzan a hablar sobre Jesucristo. Paulatinamente van desentrañando los misterios más profundos de la vida del Maestro Jesús y de Cristo, llegando a proponer, gracias a las habilidades del esoterista, que los acontecimientos acaecidos hace ya más de dos mil años, deben interpretarse de una forma diferente a cómo se ha hecho hasta la fecha. Se analizan las distintas crisis de todo lo acontecido en la vida Jesús y del Maestro de Maestros y Ángeles (Jesucristo). Ciertos conocimientos quedan envueltos y revelados a través del hilo conductor que está constituido por las reuniones de los tres amigos, y que les lleva hacia un destino, que aunque parezca novela, no dista demasiado de lo que algún día pueda llegar a ser una realidad. |
LA CLAVE OCULTA DEL NUEVO TESTAMENTO
“Ya tenemos ojos para ver”
Escrito por
Xavier Penelas Guerrero
Dedico esta novela a mis hijos Daniel y Cristina, quienes con su inocencia infantil me ayudaron en las incursiones por los mundos adimensionales. Su clarividencia, clariaudiencia y telepatía causal fueron herramientas imprescindibles para un estudio “pre-científico” de los mismos.
Prólogo
Tal vez es excesivo mi atrevimiento al escribir un nuevo libro sobre la vida de Jesús y el Cristo. Seguro que no somos capaces de imaginar los ríos de tinta, como se decía hace unos años, que se han vertido sobre el tema.
Mi deseo es dar un significado más amplio a los conceptos estrechos que existen en algunas mentes, y que son el reflejo de una época pasada, la de Piscis.
Los inventos se suceden a una velocidad tan vertiginosa que hacen muy difícil la completa adaptación de cada uno de los hombres y mujeres que poblamos la Tierra. Significa que, mientras nos dedicamos a modelar nuestros pensamientos, ya han acaecido otras innovaciones que hacen que algunas de nuestras ideas queden anticuadas y obsoletas.
Existe un hecho que puede ser un ejemplo de cómo los nuevos hallazgos no modifican nuestro modelo de universo, y por ende, nos mantienen anclados en una opinión que es difícil de sostener. El descubrimiento de miles de billones de estrellas con sus respectivos planetas debería desmitificar la importancia que el ser humano se asigna tanto a sí mismo como a sus procesos históricos. Debería comprenderse que el más sabio y el más santo de los seres de la Tierra es solamente un diminuto punto de energía dentro de una galaxia de los miles de millones que existen, y que las conciencias que puedan representar esos mundos tan alejados no pueden expresarse en todo su esplendor en un minúsculo punto físico. Imaginemos que durante una décima de segundo toda la energía que rodea nuestro planeta decidiese nacer en un diminuto grano de arena de un desierto. Enseguida caeríamos en la cuenta de que es un imposible; pues, aunque esa energía lo desease, y ello en sí mismo ya nos parecería incompresible e irrazonable, no cabría.
Es decir, que si para contener toda la energía que circunda la Tierra se necesita realmente todo un planeta, está claro que esa energía no se puede encerrar en un único punto.
Quizás podría argumentarse que si la densidad de ese grano de arena fuese como la de un agujero negro, tal vez sí pudiese contenerla… bueno… siempre se puede argüir algo que está ya fuera de toda lógica.
Un conocimiento como es el de la grandeza del universo, en mi opinión, no se ha incorporado “de verdad” a nuestras formas de pensar. Nos seguimos considerando el centro del cosmos, y no hay manera de quitarnos semejante venda de los ojos.
Ser relativamente ciegos es totalmente natural y así debe ser, pues es la única manera de sobrevivir ante el tremendo impacto que supondría contemplar tan inmensa vastedad.
Einstein ya lo veía y dijo “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
Mi propósito es añadir más y, también, desconocidos datos, para muchos, sobre la paradoja que representa la humilde existencia de un “punto microscópico”, como es nuestro sistema solar, y la inabarcable grandeza que significa “ése mismo punto” para los humanos, imperceptibles e insignificantes seres dentro del mismo.
Afirmar que nuestro Sol es “nada” en comparación del universo, no es óbice para declarar que la energía de esa “nada” es infinita para un simple ser humano.
Deseo recordar encarecidamente las enigmáticas palabras de Pablo de Tarso “en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” con las que se indica la existencia de una excelsa conciencia unificada en la que habitamos.
Creo que la aparición de Cristo no es algo que se pueda atribuir a una sola religión, ni cultura, ni siquiera civilización. El Corazón de un Ser, que tiene como residencia y cuerpo el planeta Tierra, se ha expresado a lo largo de millones de años a través de sus “Hijos”. Es un pensamiento lógico, si nos basamos en la teoría del hilozoísmo del universo, por la que nos atrevemos a sugerir que “El espacio es una entidad” y que ese espacio aparentemente vacío es una conciencia sobre otra conciencia y sobre otra conciencia, como pueda ser esta última la humana.
Animo a no olvidar, a lo largo de esta novela-ensayo la relación, para nosotros eterna, entre el Sol, las estrellas cercanas, la Tierra, y su reflejo en nuestras civilizaciones con la aparición cíclica de excelsas conciencias. Una de ellas es Cristo, Maestro de Maestros y de Ángeles.
Su energía y vida ha estado presente con diversos nombres desde hace miles de años, no únicamente en los dos mil últimos, y menos, encerrado en los dogmatismos de una sola religión.
El corazón de la Tierra es mucho más grande que cualquier limitación impuesta al mismo por algunas mentes de otros tiempos. No se va a dañar ninguna parte esencial del Cristianismo, sino al contrario, se intenta mostrar que la figura de Jesús el Cristo no ha sido todavía estudiada completamente. Por ello, pienso que es posible elevar más el rango de Su personalidad, Su mensaje y Su sacrificio.
Quiero dedicar este libro a todos aquellos que tienen fuego en sus corazones, para aviven la llama de su fe. También, a los fríos de corazón, que no se creen nada de lo que les han tratado de enseñar, y a los tibios de corazón, deseando que encuentren en estas páginas algún argumento que les conceda una nueva oportunidad de contactar con su alma inmortal. Este es mi humilde y sincero deseo.
No hay que olvidar que este libro es una novela de tipo documental, en la que se mezclan ficción y realidad psíquica o intuitiva lógica, y que trata de alumbrar la realidad de la vida de Jesucristo. El lector juzgará por sí mismo que partes merecen su aprobación y aquellas que no vibran con sus íntimas convicciones.
Para continuar, sería bueno rasgarse las vestiduras (deshacerse de todos los prejuicios adquiridos), pues voy a aportar algún detalle nuevo, susceptible de ser considerado como transgresor de las creencias o dogmas imperantes en este principio del siglo XXI.
Pienso que esta novela-ensayo va dirigida a un amplio abanico de público, cada vez más numeroso, que espera hallar en el interior del mismo un valor añadido, algo más que una historia. Puede servir tanto, de agradable lectura, como de tema de meditación durante muchas semanas para intentar comprender que “esas cosas mayores que somos capaces de hacer”, están al alcance de todos nosotros. Ya que, según nos dijo Jesucristo, “En verdad os digo que vosotros sois el templo de Dios”.
San Francisco de Asís nos dejó estos versos.
Dios sonríe en las flores,
murmura en la brisa,
pregunta en el viento,
responde en la tempestad,
canta en los ríos.
Todas las criaturas hablan de Dios cuando el corazón está lleno de Dios
(También podría decirse, con humildad, que Él escribió en estas páginas)
PRIMERA PARTE
Capítulo 1
Un hombre hacia su destino
Un hombre alto, fuerte, de porte señorial y cabello oscuro, teñido por leves tonalidades blanquecinas cerca de las sienes, caminaba por la Gran Vía de Barcelona. Una calle muy ancha y que orientada de oeste a este divide la ciudad por la mitad. El estridente sonido del denso tráfico apenas era percibido por sus oídos. Llegó al Paseo de Gracia, giró hacia la Plaza de Cataluña, y desembocó en Las Ramblas. Pasó al lado del antiguo Café de Canaletas, hoy Burger King; continúo bordeando el sempiterno Restaurante Nuria, enfrente del cual está la Fuente de Canaletas, que según dice la tradición, quien bebe de sus caños, volverá nuevamente a la ciudad. Prosiguió caminando junto al edificio de los Almacenes Sfera, antigua sede del Banco Central de Barcelona, que al igual que la Sastrería Modelo sufrieron los embates de la especulación inmobiliaria y sus propietarios optaron por vender los edificios a otras empresas. Lo mismo le ocurrió al emblemático SEPU, almacenes populares con precios muy competitivos, que hoy alberga diversos negocios de ropa juvenil y en la terraza, un bar restaurante de precio-calidad muy aceptable.
Xavier paseaba de forma tan automática que si alguien le hubiese preguntado por las personas raras que se habían cruzado en su camino, o los edificios, cubiertos de andamios, que estaban siendo reformados bajo el paraguas financiero del Ayuntamiento de Barcelona con su campaña “Barcelona posat guapa”, quedaría sorprendido, casi perplejo, por la extraña muestra de curiosidad del interlocutor y probablemente contestaría que era impensable tamaña pérdida de tiempo, y que debía dedicar toda su energía en desentrañar los inextricables misterios de la vida.
Por fin llegó al Café Moka, enfrente del cual se puede contemplar la vieja sede de la Academia de las Ciencias y de las Artes, que finaliza en una pequeña cúpula en su tejado. Sobre él había un bello observatorio astronómico y algo que Xavier siempre miraba: el reloj que indicaba la hora oficial en España. Este palacete es hoy el Teatro Poliorama.
Capítulo 2
En la cafetería Moka
-¿Lo de siempre don Xavier? –le preguntó el amable camarero de la cafetería.
-Sí, gracias-respondió automáticamente.
Abrió uno de los libros de Alice Ann Bailey titulado “De Belén al Calvario” como si le fuese en ello la vida. Era la enésima vez que lo leía. No prestó atención cuando el joven dejó la taza sobre la mesita. El café se había ido enfriando a la par que los débiles rayos de un tímido sol de invierno se habían difuminado y casi desaparecido de Las Ramblas. Tampoco se había percatado de que en la mesa contigua permanecía estoicamente sentado, un cliente sosteniendo en sus manos un grueso volumen, con los cantos de las páginas tintados de color dorado, que le observaba con enorme interés.
Sin lugar a dudas, el título del delgado libro de tapas azules de Xavier le había llamado la atención. Francisco deseaba entablar conversación. Anhelaba preguntar y contestar, pero respetó aquel momento sagrado en el que un ser humano ejerce una de las más maravillosas virtudes que posee, su capacidad de pensar, de visualizar, de atisbar los mundos que están en su interior, y a los que únicamente se puede acceder a través de esa misteriosa máquina que es el cerebro; pero, y esto tal vez se demostrará un día, ayudado con la fuerza del corazón, pues la contraparte etérica (eléctrica) del mismo tiene una valiosa virtud, la de atraer magnéticamente lo que le es similar, y también dirigir, hacia los lugares que tienen una vibración semejante, los anhelos y pensamientos que se forjan en la mente. Seguro que en un futuro no muy lejano se podrán comprender completamente estas cuatro palabras: expansión de la conciencia. Cuando nos expresamos con esta frase no comprendemos el verdadero alcance de la misma. Podríamos matizarlo añadiendo: expansión de la conciencia a través de otra Conciencia. Los seres humanos podemos ser capaces de aprovechar los depósitos de memoria de otras almas cuya posición en el camino de la vida es un poco más avanzada. Hacen referencia a la comunicación, en la mayoría de los casos inconsciente, de las almas y su contenido mental.
Después de esta disertación, podríamos afirmar que el pensador, Xavier, permanecía sumergido en el mundo mental, sin estar limitado a su propia mente, sino que era capaz de extraer cierta cantidad de información-vida depositada en algún otro lugar. Diríamos que su ordenador era capaz de establecer contacto con otros ordenadores en el espacio y en el tiempo sin cables ni relaciones aparentes; de una forma similar al sistema de comunicación “bluetooth”. Expresándonos en términos informáticos, su capacidad de pensar y visualizar se extendía a través de una red inalámbrica de mentes.
Desde hace unos años, lo que parecía milagroso, comienza a ser un hecho normal. Véase: decir unas palabras, dar varias palmadas o apretar un botón y que se abra por arte de magia una puerta. ¿No nos recuerda nada? Claro, seguro que hemos recordado instantáneamente las palabras “ábrete sésamo” que se pronunciaban en el famoso cuento de “Alí Babá y los cuarenta ladrones”.
Hemos entrado en un nuevo mundo caracterizado por los poderes de la mente y del corazón, los que estaba utilizando nuestro protagonista Xavier cuando intentaba forjar una visión más humilde, sencilla y veraz acerca de uno de los grandes misterios y enigmas que ocurrieron hace unos dos mil años: la vida de Jesús el Cristo.
Capítulo 3
El Eterno Presente
Para poder conceder alguna posibilidad de veracidad a las facultades de nuestro protagonista, Xavier, se hace necesario delinear sucintamente su cosmovisión.
El Universo con sus billones de galaxias y trillones de estrellas es una incomprensible conciencia compuesta por una cantidad inconcebible de conciencias cósmicas, que a su vez se subdividen en trillones de sistemas solares, siendo cada uno una entidad formada por infinitos puntos de luz, amor y voluntad, más conocidos como almas o espíritus que dan vida a los cuerpos a través de los cuales se manifiestan. (Hablando en términos matemáticos, infinito es cualquier magnitud superior a un trillón de unidades, un 1 y 18 ceros)
Nuestra mente se extravía con el simple hecho de contar las estrellas de nuestra galaxia. Los astrónomos realizan una extraordinaria labor que amplía cada día la magnitud del cosmos, y expande, a su vez, nuestra propia comprensión. Es absolutamente imposible abarcar con nuestra mente todos los procesos, todas las facultades, todas las virtudes, toda la diversidad de seres vivos conscientes, auto-conscientes o supra- conscientes (podríamos atribuir esta palabra a todo lo que es denominado conciencia grupal, conciencia planetaria, conciencia solar, etc.) que componen la totalidad de lo que los sabios astrónomos han conseguido confirmar, y que se da por supuesto que no es el Todo.
No debemos olvidar que únicamente estamos hablando del primer nivel, dimensión o plano para nuestros sentidos físicos y que conocemos como tercera dimensión (alto, ancho, largo, a lo que ya todos añaden el tiempo o como unidad el espacio-tiempo). A este plano físico habría que agregar diversos niveles o dimensiones. Incluso los astrofísicos y matemáticos aceptan, al menos de forma teórica, en muchos casos hasta diez o incluso doce dimensiones. Indicándonos que pueden estar compenetrándose simultáneamente diversos mundos paralelos de materia y de antimateria.
Los científicos están en su total derecho, y además tienen la divina obligación, de salvaguardar a los componentes de la raza humana de caer en supersticiones y creencias que tanto daño pueden hacer, aunque ellos mismos tienen que adaptar sus paradigmas a realidades constantemente ampliadas y renovadas.
Hay que evitar hacer del ser humano un pelele que cree que el hecho de vestirse con una camiseta de cierto color le va a traer la suerte durante todo el año siguiente, y al final se convierte en esclavo de cualquier moda estrafalaria que a cualquier insensato se le pueda ocurrir. Por lo tanto, es preferible ser un científico-agnóstico que camina paso a paso, lentamente sobre suelo firme y seguro, que un humano supersticioso, sin suficiente confianza en sí mismo, que hace todo lo que le dicen sin pensar si tiene cierta lógica o no.
Por el momento hay ciertos aspectos de la realidad que la ciencia no ha estudiado y es aquello que una mente puede percibir como procedente de los sutiles mundos internos o paralelos al nuestro.
Estudiar toda gama de imágenes, sonidos, vibraciones indescifrables que se transmutan al llegar al receptor humano en pensamientos y sentimientos nos llevaría gran parte de nuestra vida.
Una vez matizados los inmensos beneficios que nos proporciona la ciencia, así como ciertas limitaciones, regresemos a las galaxias y las estrellas, si bien para nuestro propósito descenderemos a nuestro sistema solar. Desde nuestro punto de vista, el vehículo físico de un ser de tan inconcebible excelsitud que todo lo que podemos ver y percibir es sólo el reflejo de su alma.
Esa alma o conciencia, o lo que pueda ser, está compuesta de innumerables almas o puntos de luz con autoconsciencia que son esencias ígneas inmortales. Y al igual que nosotros, los humanos, residimos durante muchos años en un cuerpo que está compuesto por miles de millones de células, esas esencias perduran durante toda la prolongada vida del sistema solar físico que conocemos. Las almas, luces de amor y poder, ceden parte de su esencia al ser humano para que adquiera autoconciencia, que no es solamente un conglomerado de procesos mentales, mientras dura la existencia en este marco tridimensional del cuerpo físico.
Es decir, que la esencia de luz, amor y poder siempre permanece rodeando, impregnando y colmando toda la existencia física. Desde la profundidad de los núcleos de fuego de los planetas, pasando por la tierra, el agua, el aire y los aparentemente espacios vacíos interplanetarios (llamados, a falta de mejor término, materia oscura) hasta llegar al depósito de vida que es nuestro sol, corazón del sistema solar.
Afortunadamente, los hombres somos mundos cerrados con un pequeño ámbito de actuación y un limitado poder de captación de tamaña cantidad de vibraciones.
En todas las épocas los místicos han rasgado el velo y han sido testigos de la luz, aunque parece que no han tenido mucho éxito al tratar de transmitir esas visiones, por adolecer de terminología comprensible a la mentalidad de la época.
Al igual que hay acontecimientos que mantenemos en nuestra mente durante los años de existencia terrenal, y sin embargo los átomos que los sustentan ya no son los mismos, de igual forma se puede deducir que acontecimientos muy cercanos, apenas dos mil años, se mantienen plasmados en algún lugar o conciencia de los puntos de luz, amor y poder que pueblan la vastedad del sistema solar, independientemente de que algunos materiales ya no sean los mismos.
Con estas premisas, sólo nos queda tener la suficiente capacidad para atravesar todas las formas de materia emocional que han forjado los miles de millones de creyentes, las estructuras de pensamiento que han delineado miles de millones de pensadores, y después de no perdernos en tan inextricable selva, acceder al lugar donde verdaderamente están custodiados algunos de los acontecimientos de nuestro planeta y del sistema solar. Dicho lugar es conocido como “registro akáshico”, en términos psicológicos es conocido como “anima mundi” o “inconsciente colectivo”.
Creemos que esta explicación es necesaria y que puede tomarse como una hipótesis inicial de trabajo. Los peligros son grandes, pues si somos compartimentos estancos, probablemente es para nuestro bien. Si una semilla debe permanecer bajo tierra durante un tiempo, es porque no resistiría la fuerza de los elementos. Si un pensador necesita aislarse del mundo en ciertos momentos, es para poder organizar, desarrollar y finalmente comprender las ideas o los pensamientos. De igual forma, mientras crecemos, los seres humanos debemos permanecer en la cueva de nuestro cuerpo-mente y no percibir la inmensa luz de la vida con la que estamos conectados, seamos conscientes de ello o no. Está claro que si, sin previo aviso, fuésemos sometidos al impacto de todas las comunicaciones que atraviesan la Tierra en un momento dado, nos volveríamos locos.
Millones de voces e imágenes invadirían nuestra mente y la sofocarían como a un dorado grano de trigo expuesto a los rayos del sol, a la fuerza de los elementos, al hambre de los pájaros o la voracidad de los insectos.
Capítulo 4
Buscando una parte de la verdad
Xavier llevaba muchos años tratando de penetrar en el cuadro real de la vida de Jesús, más concretamente en su nacimiento, tan manipulado por los diferentes papas y sínodos. No había manera de despejar todas las dudas que surgían en su mente
¿Era virgen la madre de Jesús? Efectivamente, parecía virgen, pero en aquella época no se sabía nada acerca de la manipulación genética o de la inseminación in vitro. Quizás, como mucho, cabía aceptar que un ángel la hubiese dejado embarazada, sin romper el sello virginal, de parecida forma a como “un rayo de sol pasa a través de un vidrio sin romperlo ni mancharlo.”
Había dedicado innumerables días y esfuerzos tratando de separar toda la tradición de la realidad, pero se encontraba con millones de formas mentales en torno al magno acontecimiento… y los evangelios, fuesen del tipo que fuesen, no aportaban pistas fiables de lo acaecido “in illo tempore”.
Gracias a su facultad de indagar en los planos o dimensiones paralelas, pudo captar que el sitio en el que se ubicaba el mencionado suceso estaba a las afueras de Nazaret, a un escaso kilómetro del centro de la población. Era una cueva en la que los pastores solían guardar heno y resguardarse durante los días lluviosos. No ofrecía muchas comodidades, pero José, carpintero de profesión, pensó que podría arreglarla con poco esfuerzo.
Tampoco ocurrió el día 21 (solsticio de invierno) o el 25 de Diciembre, tal y como las autoridades eclesiásticas habían asignado, y de esta manera hacer coincidir los acontecimientos acaecidos con las fechas de las antiguas tradiciones paganas.
Si, tal y como él creía, había conseguido penetrar en las brumas de los siglos, el nacimiento había sucedido al final del invierno. La primavera ya empezaba a atemperar el ambiente y calculó, por la posición de los planetas, que debería de haber sido a finales de febrero. Luna llena… la hora debía rondar las 6 de la tarde, pues el sol se estaba poniendo.
Piscis asumía la regencia de los cielos y la posición de “Virgo en el ascendente” era el punto principal a tener en cuenta. Quizás era una de las causas por las que se decía simbólicamente que la madre era virgen. Y se podría añadir, por deducción, que el niño estaba constituido de materia virgen, libre del pecado original o karma de los cuerpos heredados. (Astrológicamente estaba situado en el eje Piscis-Virgo, o los peces y el pan. -Representado por la estrella más brillante de Virgo, “la Spica”-)
No le cabía la menor duda de que Jesús era un iniciado que aceptaba encarnarse en un cuerpo especial. Incluso su madre, María, fue cuidadosamente escogida para que pudiera albergar un cuerpo de una pureza tan especial. De igual modo, los abuelos maternos de Jesús: Joaquín y Ana, fueron manipulados genéticamente para asegurarse de que la descendencia de María estuviese libre de taras genéticas. No es de extrañar que Jesús tuviera un cuerpo atlético y de una estatura muy superior a la media de su época.
El investigador de mundos mentales o paralelos había descubierto en sus indagaciones la existencia de una intensa luminosidad, tanto durante el día como en la noche. También había sido testigo de que en la escena del magno acontecimiento había implicadas varias entidades de apariencia brillante. Al principio había pensado en ángeles; si hubiese vivido en otra época habría solucionado el enigma con el mencionado concepto. Sin embargo, tenía la suerte de vivir en un mundo en el que existía la posibilidad de viajar por el espacio, aunque fuese muy cercano, y llegó a la conclusión de que se trataba de científicos “extraterrestres” (o de miembros de la Gran Fraternidad Cósmica en nuestro planeta) tal y como indicaba el atuendo y la forma en que manipulaban aquel cuerpecito. Probablemente, era necesaria esa intervención para que el vehículo físico fuera perfecto en este mundo tridimensional, y se acoplara a las duras condiciones ambientales de aquella lejana época.
Capítulo 5
El seminarista
Las finas gafas doradas de forma circular destacaban sobre su cara redondeada y de aspecto bonachón. El alzacuello blanco, que se adivinaba detrás de un abrigo oscuro y una bufanda de tonos grises, mostraba su seña de identidad. Las comisuras de sus ojos proporcionaban una agradable sensación de paz, alegría y felicidad. Muy lejos quedaban los días en que había iniciado su carrera de sacerdote, y más todavía cuando, ataviado con un pantalón corto y un jersey gris, había acudido por primera vez a la iglesia de su pueblo y, acompañado de su amada madre, había solicitado ser monaguillo.
Al principio, en el Seminario Menor, había sido todo un enreda. Allí donde había una travesura, estaba Francisco. En algunas ocasiones era tan excesivamente alegre y gracioso que los profesores se veían obligados a expulsarle de clase. En otros momentos se encerraba en sí mismo, y no aparecía en la escena diaria hasta que se recuperaba del último aviso del “padre espiritual” para volver a las andadas. En algunas ocasiones se le veía en la oscuridad de la capilla de la Inmaculada Concepción rezando fervorosamente, y al minuto siguiente propinando una buena patada al compañero que le había quitado el balón de manera poco ortodoxa en el campo de fútbol. Para algunos profesores era un vago, y para otros un excelente alumno. Sin embargo, todos intuían que tenía algo en su interior que le hacía destacar. Parecía que su norma de vida era dar una de cal y otra de arena, como le decía su madre. Tal vez se debía a que en ningún momento deseaba que le asignasen un determinado status, un molde que le sujetase o le comprometiese excesivamente. Esta tendencia o peculiaridad era totalmente instintiva a su edad, si bien era un claro indicio de su deseo de libertad interior.
Así transcurrieron sus primeros siete años en el Seminario Menor. A los diecisiete años, justo cuando debía pasar al Seminario Mayor para empezar Teología, tuvo una de las crisis más graves hasta ese momento. Se enamoró de Cristina, una de las chicas más guapas de su pueblo. Estaba dispuesto a dejarlo todo. Trabajaría de oficinista en una entidad financiera, para la que le habían ofrecido el puesto de botones, y luego se casaría con ella – se decía a sí mismo. Pero su ilusión duró hasta el día en que vio a su “amada” cogida del brazo de un joven mayor que él y que hacía la mili. Ni siquiera se había atrevido a declarar a la chica el intenso amor platónico que sentía por ella.
Una vez enfriadas sus ilusiones, comprendió que, en verdad, por quien sentía verdadera devoción era por su señora, la Inmaculada Concepción. Así pues, decidió continuar su carrera de sacerdote y pasó al Seminario Mayor, a las afueras de la ciudad conocida en la antigüedad por Cesaraugusta, la actual Zaragoza.
Capítulo 6
El antakarana o arco iris
A nadie le cabe la menor duda de la grandeza de los místicos de todos los tiempos y en todos los lugares de la Tierra. Nadie cuestiona el hecho de que encontraron un camino hacia el mundo espiritual, que algunos denominarían con el nombre más aséptico de “otra dimensión” o “estado alterado de conciencia”.
Aprendieron, gracias a sus extraordinarias virtudes y capacidades, a llegar hasta otro nivel. Ellos diseñaron sus propios sistemas. Más o menos se podría afirmar que se basaron en una vida ascética, de meditación y de contemplación, y arribaron sin necesidad de tener una teoría sobre el acceso a otros mundos.
Se arrodillaban ante un crucifijo, ante la imagen de un santo, de la Virgen, incluso de un árbol, y utilizando oraciones, penitencias, silencios y fe traspasaban el umbral de sus propias limitaciones. No hay duda de que muchos lo conseguían con moderado éxito, y otros finalizaban en el éxtasis de la contemplación de Cristo y en la divina unión con Él.
Percibían perfectamente cómo la luz llenaba su alma, incluso su cuerpo físico, y llegaban a tener perfecta visión. Su conciencia se unía a la de las sagradas conciencias del cielo y accedían a la visión de acontecimientos pasados, presentes y lejanos en el espacio-tiempo. Ellos fueron grandes. Debían tener fe en muchas cosas, y dieron pasos de gigante. A fuerza de visualizar y rezar establecieron una unión con el alma y con el espíritu o “padre en los cielos”, y también sintieron la sensación de pérdida y dolor cuando el éxtasis desaparecía.
Durante unos instantes habían llegado a ser vasos llenos de luz y después de varias horas de estancia en el otro mundo regresaban a las penalidades de las pobres condiciones de vida de la gente corriente.
Realmente, habían construido un arco iris hacia más arriba de sus cabezas. Habían tejido con su voluntad, fe y enorme esfuerzo el puente de luz que puede unir el corazón y la mente de un ser humano con la materia más sutil que, justamente encima de nuestras cabezas, constituye el vehículo del alma y de la mónada (alma superior o “padre en los cielos”) también conocido como loto de doce pétalos y la joya engarzada en su centro más recóndito. Éste último es el punto atómico donde está anclada la voluntad del supremo Señor de la Tierra.
Podríamos argüir que los místicos de antaño conectaron con el Señor del Mundo, (Dios regente de este Planeta o Logos Planetario, uno de cuyos nombres es Sanat Kumara) a través de un arco iris o puente en materia sutil y luminosa que se crea gracias al pensamiento, unido a la devoción y la voluntad, llamado “antakarana” en sánscrito.
Probablemente fue de una manera inconsciente, en el sentido en que podemos afirmar que un conductor puede conducir un vehículo sin saber exactamente si el motor es de cuatro o más cilindros.
Posteriormente, gracias a las comunicaciones, Oriente y Occidente intercambiaron sus conocimientos, y los antiguos místicos accedieron a nuevas y desconocidas técnicas para ellos, cómo teorías sobre la constitución del hombre o del Universo. Ello facilitó y mejoró las posibilidades de conexión con “otros mundos” o estados de conciencia más sutiles y su comprensión intelectual.
Podría decirse que los místicos y videntes también vieron la realidad, pero había detalles que no pudieron interpretar, pues no existía el suficiente abanico de conceptos en sus mentes con los que poder identificar ciertos aspectos de su contemplación.
Capítulo 7
Simbolismo del portal de Belén
Xavier tomó la taza de café y bebió un sorbo. Ni siquiera se enteró de que estaba frío, y continuó con los ojos mirando mucho más allá de lo que contenía el libro.
Según la tradición Jesús nació en una cueva, su padre habilitó un pesebre con maderos y paja, y a su lado había un asno y un buey; pero el investigador no lo vio exactamente así, comprendiendo que los términos debían de ser puramente simbólicos. Eran una hermosa síntesis de los arquetipos y cualidades que sintetizaba en sí mismo aquel bendito cuerpecito.
La cueva simbolizaba el reino mineral. El pesebre representaba al reino vegetal. Los animales aludían al reino animal. Los pastores y los padres personificaban el reino humano. Y para terminar, los ángeles, que cantaban y glorificaban a Dios en las alturas celestiales, representaban el reino espiritual. Los símbolos estaban catalizados por aquel bebé tan especial y divino. Indicaban que cada reino había aportado lo mejor de su esencia en la construcción del vehículo físico de Jesús. La tradición nos habla de que de oriente vinieron tres reyes magos, la tierra por donde sale el sol o la luz de la visión intuitiva. Los tres reyes magos, escoltados por un ejército de 144.000 soldados, llevaron presentes y bendiciones para el niño Jesús… y una “estrella” guió sus pasos hasta la misma casa. Esto último parecía una clara alegoría o llamada a la intuición, pues debido a la distancia con cualquier estrella, no sería posible localizar con referencia a la transición del objeto celeste, ni siquiera una nación entera, incluso aunque se intentase hacer la medición con el desplazamiento de la Luna.
La analogía daba pistas de la síntesis que adornaba al bendito niño.
El rey negro simbolizaba la raza lemur y el cuerpo físico. El rey amarillo personificaba la raza atlante y el cuerpo emocional. El rey blanco representaba la raza aria y el cuerpo mental.
Los regalos que portaban los reyes magos también arrojaban más datos sobre la divinidad de Jesús.
Traían oro, lo mejor del reino mineral; incienso, lo más oloroso del reino vegetal; almizcle, la mejor fragancia del reino animal.
De joven, Xavier había estudiado árabe y había podido comprobar que esa analogía, para que fuera perfecta, debería de ser buena en todos sus términos. Parecía ser que el primer traductor del arameo desconocía esa palabra, almizcle (al mirs) y en sustitución utilizó (al mirr) o mirra. (La diferencia la constituía una pequeña prolongación del rabito de la “r” que se convertía en “s”).
Ese ejército de 144.000 soldados también es una cifra simbólica, pues representaría que los cuerpos de este extraordinario niño, eran perfectos, pues tenían la totalidad de sus energías despiertas y organizadas adecuadamente, era un niño “liberado de la atracción mundanal”… había renunciado a su sitial en la “casa del padre”.
El vidente se sentía feliz por ser capaz de separar el trigo de la paja. Facultad conocida como discriminación.
Había algo más que no había dicho a nadie. Cada nueva visión le acercaba más a un extraño estado de comunión. Tal vez, debería recordar que el vidente y la visión son la misma cosa. Quizás se estaba dando cuenta de que cada imagen que acumulaba en su memoria era una especie de arpón que se anclaba en otra conciencia. Estaba tejiendo una red de finos hilos que comenzaban a estar en sintonía con lo que percibía. La proyección o recepción de la energía desde su tercer ojo (centro de la visión etérica situado en el entrecejo) tendría consecuencias todavía desconocidas. Y comprendía que cada avenida de luz, que recibía su mente, era una conexión con una conciencia mucho mayor que la suya.
Capítulo 8
El padre Francisco.
Francisco era uno de esos pocos hombres que no tenía necesidad de expresar su creatividad o sexualidad en términos puramente físicos. Al principio pensó que tal vez tenía alguna deficiencia, pero gracias al consejo espiritual del “Padrecito”, supo que, aunque no es lo más normal, hay un uno por cien de hombres que se olvidan de la expresión física de esta energía inherente al reino animal y humano.
Este detalle, pensamos, es muy importante, pues el celibato no le costó ningún esfuerzo. Su mente daba la impresión de haber trascendido la atracción sexual más primitiva y poderosa que reside en la mayoría de los seres humanos. No tuvo ningún problema, duda, sufrimiento añadido u obsesión soterrada en los oscuros rincones de su mente, como ocurría en muchos de sus compañeros.
Fue uno de los más destacados jugadores de fútbol; pero en balón-mano quizás sí que fue el mejor que se recuerda en la historia del Seminario de Zaragoza. Cuando lanzaba la pelota con su poderoso brazo izquierdo, casi era más emocionante ver temblar toda la portería, cuando el balón golpeaba en la escuadra, que contemplar cómo el portero se apartaba para dejar paso a un obús que se estrellaba en las redes.
“Sauras” “Sauras” –gritaban entusiasmados sus compañeros, especialmente los pequeños.
El cabello corto. El flequillo sobre su frente parecía el de un emperador romano. Y los músculos de las piernas y los brazos eran dignos de un campeón de lucha greco-romana. Los alumnos de cursos inferiores le respetaban, admiraban y soñaban ser algún día como él.
Durante los tres últimos cursos de Teología dejó el deporte para centrarse en terminar la carrera, en otras palabras, ser sacerdote de la Iglesia Católica.
Capítulo 9
Apuntes sobre Jesús
Xavier extrajo de uno de sus bolsillos, como si fuera el tesoro más preciado del mundo, una pequeña agenda, y releyó por enésima vez algunas partes de todo lo que había visto y apuntado metódicamente.
En realidad los tres reyes magos podrían haber sido médicos venidos del futuro o de una dimensión paralela, aunque parece que hay testimonios suficientes para afirmar que se trataban de tres reyes, que habían recibido aviso de sus ángeles para que emprendiesen viaje hacia Palestina, siendo guiados por ellos hasta el lugar en que el Rey de reyes iría a nacer.
Esos médicos habían manipulado los genes de la línea materna de María para que Jesús tuviera un cuerpo fuerte, ágil, inteligente y sano.
Habían desmaterializado aquel feto del vientre de su madre y lo materializaron encima del camastro de paja.
Después de terminar ese alumbramiento, dieron a José los tres regalos consabidos y otros más: diez bolsas con suficiente dinero (parecían monedas de oro) para que Jesús tuviera todas las atenciones posibles, y José pudiese comprar un taller de carpintería, así como todo aquello que considerara necesario, para sostener a su familia.
También le entregaron varias cajas con unos botellines conteniendo complejos vitamínicos. Unas pastillas blancas y otras azules, con lo cual José recuperó su jovialidad y hasta le “floreció la vara”.
José se convirtió en un personaje famoso. Todos los vecinos habían visto la deslumbrante luz y querían tener explicaciones de ese fenómeno.
José habló de ángeles; pero tanto él como María se abstuvieron de mencionar nada del parto extraordinario del que habían sido testigos.
José pudo establecerse en el barrio comercial del pueblo y muy pronto comenzó a tener pedidos para arreglar puertas, ventanas y también para fabricar muebles por parte de todos, especialmente de los sacerdotes del templo, quienes intuían que algo paranormal había ocurrido allí y sabían que algún día se enterarían de todo.
Jesús iba creciendo como un chico extraordinario, pues era mucho más alto que los demás. Todos le miraban y trataban con respeto y admiración.
José tenía que reprenderle repetidamente, pues Jesús hacía bastantes travesuras acompañadas de milagros que despertaban la ira y también la admiración de los demás. José sabía que Jesús era un ser especial que estaba constreñido en un cuerpo pequeñito; pero sus poderes deberían permanecer controlados para cuando fuera mayor. El poder de su palabra era muy grande a pesar de su corta edad. Parece ser que lo primero que dijo fue “Yo soy el Yo que Yo soy”… y José y María quedaron estupefactos.
Los sacerdotes del templo le rogaron que les llevara el niño para enseñarles las letras y todo lo que fuera posible; pero incluso en el aula del templo se enfrentó a todos los que le hacían preguntas como si fuera un niño ignorante… era un chico muy difícil; pero también tenía un corazón enorme y un gran poder mágico en sus palabras.
José acordó con los sinagogos del templo que le educaran de la mejor de las maneras. En pago les haría un nuevo mobiliario para el templo y pagaría el diezmo de sus beneficios.
Jesús pasaba largas horas escuchando los textos de la Torá y de otras escrituras que servirían de base a la Cábala. Su educación también incluía matemáticas, administración, historia, geografía, idiomas, rituales de todo tipo e incluso nociones de higiene, herboristería y de medicina.
Pasaba mucho tiempo con José, aprendiendo el oficio de carpintero, así cómo obediencia a la familia y a las tradiciones que algún día le instarían a transmitir.
Cuando tenía 12 años (puede ser un número simbólico, pues tiene que ver con las energías del Zodíaco así como con los pétalos de energía etérica que vitaliza el corazón) ya quería independizarse y estuvo largas horas discutiendo con los rabinos.
Según la opinión de Jesús, las escrituras no estaban interpretadas correctamente y tendrían que ponerse al día, acorde a la mentalidad de ese momento.
Él ofrecía nuevas perspectivas e interpretaciones más acordes con la nueva era de Piscis que acababa de entrar. Aries debía de ser trascendido y en su lugar el servidor de Piscis debería lavar los pies de los cansados peregrinos que se encaminasen hacia la casa del Padre.
Sus padres estaban intranquilos, pues veían como Jesús se les escapaba de las manos; sabían que esa hora debía de llegar tarde o temprano, y no opusieron resistencia alguna cuando él solicitó su bendición para emprender un largo viaje por el mundo y seguir aprendiendo cosas nuevas.
Jesús estaba bien preparado para ese periplo. Había recibido una educación esmerada y dominaba el oficio de carpintero, que le ayudaría a sostenerse por sí mismo.
Con varias monedas de oro para los imprevistos, un joven inteligente, fuerte y alto, con un porte que causaba respeto, partió hacia el horizonte. Le envolvía un aura especial. Su escudero era un brillante arcángel con aura de color azul celeste, símbolo de la energía del amor.
-¿Desea algo más? –preguntó el camarero a la vez que le presentaba la cuenta bajo el platito del café.
La figura de Jesús se difuminaba más allá del horizonte que dibujaban las dunas del cercano desierto…
Xavier, saliendo de su ensimismamiento, pagó la cuenta.
Capítulo 10
Charles Duward
-Charles, ven -rogó una bella mujer.
-Sí, mamá -contestó instantáneamente el muchacho.
-¿Has cogido la bolsa con el bocadillo y la ropa para tu padre?
-Sí.
-Entonces vamos.
Madre e hijo tomaron el ferry que comunicaba la Estación Marítima, próxima al muelle 39 del puerto de San Francisco, con aquella pequeña y maldita isla de Alcatraz, donde estaba la tristemente famosa prisión del mismo nombre, primero militar y luego civil.
Un aura negra era visible a varios kilómetros, pues estaba repleta de sufrimiento, causado por la dura disciplina y los malos tratos que recibían los presos allí ingresados. Los reclusos estaban catalogados como criminales peligrosos y que pensaban diariamente cómo escaparse de aquella ratonera. No podían hacerlo a nado, pues las aguas de la bahía estaban casi siempre a 4 grados, lo que hacía que la hipotermia fuese omnipresente en sus conjeturas.
La prisión tenía fama de que nadie se había podido escapar vivo de allí, aunque había ciertas leyendas de algunos presidiarios, que venciendo el miedo y arriesgando sus vidas, habían conseguido arribar a la costa y esfumarse entre la multitud.
Hacía un calor húmedo y sofocante. Debían secarse las gotas de sudor de sus rostros cada cierto tiempo.
-Mamá…
-¿Sí?
-Explícame otra vez por qué causa fue papá a prisión.
-Tu padre fue una buena persona, pero se equivocó un día.
-¿Qué sucedió?
-Ocurrió un poco antes de nacer tú.
-¿En 1935?
-Así es, mi niño -la madre miró al pequeño hombrecito de diez años.
-Sigue mamá.
-Éramos una familia feliz. Tu padre me amaba profundamente. Todos los días me acariciaba la tripita y decía ¿cómo está mi niño?, luego cogía su bolsa de papel con el almuerzo, me daba un beso y se iba a trabajar.
El pequeño Charles apretó fuertemente la mano de su madre.
-Un día se enteró de que la compañía de seguros en la que trabajaba iba a quebrar. Lo sabían muy pocos, y, desafortunadamente, tu padre era uno de ellos.
-¿Por qué, mamá?
-Si no lo hubiese sabido, quizás no habría ido la prisión.
-…Mamá… y si papá no hubiese ido a la cárcel… ¿habría nacido yo?
Mary permaneció durante unos segundos pensativa. Aunque su hijo hacía una pregunta automática, no por ello era menos difícil de responder.
-Tienes razón. Las cosas son ahora de una forma, y de nada sirve preguntarse si hubiesen ocurrido o dejado de ocurrir de otra distinta. Bueno, como te decía, tu padre y unos amigos sabían lo que iba a suceder, y como consecuencia de la quiebra de la compañía despedirían a los empleados. El miedo al paro y la consiguiente miseria pudo más con ellos que la calma, y no se les ocurrió otra idea mejor, que falsificar varios cheques de 10.000 dólares
-¡Uao! -exclamó Charles, como niño que era.
-No sé qué te sorprende tanto.
-¡Cuántos dólares!
Mary acarició la cabeza del muchacho, sonrió durante una décima de segundo, y continuó
-Justo después de que quebrase la compañía, detectaron la estafa y entonces pasaron a disposición judicial.
-¿Cómo les descubrieron?
Mary continuó sonriendo por las preguntas de su pequeño. Ella misma apenas entendía los tejemanejes financieros, pero repitió algo que le parecía recordar.
-Durante un tiempo creyeron que no les desenmascararían, pero en la auditoría que se hizo a la compañía tras la presentación de quiebra, se descubrió la estafa.
-¿Qué es una auditoría?
-Es una inspección de unos señores que saben mucho de cuentas.
-¡Qué extraño, que papá siendo una buena persona hiciese eso!
-No, hijo. Los seres humanos podemos ser rectos durante toda una vida, y un buen día, por miedo en este caso, por una instantánea obnubilación, estamos sujetos a cometer un error.
-Creo que te entiendo, mamá –respondió el pequeño.
Cuando estaban llegando al embarcadero de la cárcel, Charles no imaginaba que lo primero que escucharía sería la noticia de que John Duward había muerto en su celda debido a un infarto. Tampoco podía adivinar que la mitad de la fe en Dios, que le habían inculcado de niño, se esfumaría con el fallecimiento de su padre.
Gracias al inmenso esfuerzo de su madre y varias becas, pudo estudiar en la Universidad de California –UCLA- y doctorarse en Ciencias Físicas.
A causa del fallecimiento de su amada madre, perdió la otra mitad de la fe en la existencia de un Dios que le habían dicho que era Omnipotente, Omnisciente y la absoluta Bondad y Justicia.
Capítulo 11
Casualidad, causalidad, sincronicidad.
Podríamos afirmar que existe la casualidad, la causalidad y cuando la causalidad afecta desde una autoconciencia a varias autoconciencias o, simplemente, conciencias, al mismo tiempo, quizás necesitaríamos utilizar el concepto de sincronicidad.
Para la casualidad, probablemente, exista una relación de causa y efecto, pero es tan imposible que podamos comprobarla que utilizamos este término.
Podríamos imaginar que alguien pierde una moneda, viajando en el metro en una hora punta, y otra persona se la encuentra. Intentar bucear en el “porqué”, sería hasta cierto punto una locura. Nos veríamos obligados a utilizar el término casualidad.
Respecto a la causalidad, poco se puede decir que no sepamos en líneas generales, así pues intentaremos exponer lo que nosotros pensamos que es la sincronicidad. Probablemente, una extensión de la ley de causa y efecto, donde la causa tiene que ser buscada fuera de lo que se denomina marco tridimensional físico.
Imaginemos la existencia de una mente prodigiosa que es capaz de influir en varias mentes a la vez. Las personas que ejecutasen los pensamientos sugeridos por la mente directora, pero para ellas totalmente propios, podríamos afirmar que esos individuos están sujetos a la ley de sincronicidad, pues en estos instantes no habría posibilidad alguna de encontrar la causa.
Podríamos seguir unos pasos más allá hasta incluir la posible influencia de los pensamientos y sentimientos de los seres humanos en los reinos animal y vegetal, pero este tipo de conocimiento está fuera de nuestro alcance.
Nos conformamos con afirmar que hay ocasiones en las que la creación mental de un ser humano puede reflejarse en la mente de otro individuo. Hasta tal punto que, si el emisor escribe una escena imaginaria en un papel, el receptor puede soñarla mientras permanece dormido.
A la ciencia le gustaría comprobar esto, pero mientras no tenga en cuenta los centros de energía del ser humano y los diversos niveles de materia más sutiles del plano físico, además de la existencia de las almas, es probable que no encuentre la respuesta, y añadiríamos… afortunadamente. Pues, ¿podríamos imaginar si algunos irresponsables consiguiesen tan apreciado poder? Esperemos que para cuando los seres humanos lleguen a poseer tan sagrada virtud, sus corazones estén despiertos al Amor.
Nos faltaría añadir que la ley de sincronicidad no solamente funciona dentro de la misma dimensión, sino que, cumpliendo ciertos requisitos, puede ejercer su influencia desde distintos niveles de conciencia o dimensiones.
Hay además una sugerencia que ya se ha hecho en otro apartado, pero que hay que recordar. Los puntos de conciencia, de luz y de amor, también denominados almas, perduran durante la existencia del Sistema Solar, de tal manera que el recuerdo de hechos pasados es conservado en aquellos individuos (almas) que tuvieron la suerte de vivirlo, aunque su cerebro (si están en encarnación física) no sea consciente de tan inestimable tesoro.
Es por todo ello que cuando alguien llega a comprender la ley de causa y efecto, así como su extensión: la ley de sincronicidad, es considerado con toda justicia un iniciado, pues es capaz de seguir el hilo de Ariadna a través de los diversos planos o dimensiones.
Esperemos, estimado lector, que no te hayas desanimado por esta disertación un poco abstracta; pero necesaria, si deseamos no perder el hilo que puede tener, para un lector casual, algunos de los acontecimientos aparentemente dispares.
Capítulo 12
El encuentro de “tres extraños”
Cuando Xavier bajó finalmente de su nube, dejó con cariño “De Belén al Calvario” junto a la taza de café y se percató del libro que tenía su vecino de mesa.
-¿Cree usted que María, la madre de Jesús, era virgen? -preguntó Xavier, sin pensarlo dos veces.
-Señor -respondió amablemente el sacerdote que estaba sentado en la mesa contigua-. Yo no hago conjeturas. Creo lo que hay escrito en los libros aceptados por la Santa Iglesia. Y en todos se dice que la madre era virgen, aunque para mí, no sería de mucha importancia, pues lo que se nos ha trasmitido de más valor, es el mensaje de amor de Jesucristo.
– Permítame que me presente. Me llamo Xavier y soy de Barcelona. Llevo estudiando religiones comparadas y diversas filosofías desde hace más de treinta años, y la verdad es que no he encontrado ninguna que dé todas las respuestas oportunas a las personas inteligentes que hoy pueblan nuestro pequeño planeta. También he estado estudiando durante más de tres lustros en la Escuela Arcana de Ginebra, practicando asiduamente la meditación, llevando predominantemente un régimen alimenticio que podríamos denominar ovo-lacto-vegetariano.
-Es, pues, un místico –dijo el cura.
-Sí, así es. Si bien podría decirse que me acerco más al esoterismo, en el sentido de que además de una profunda devoción y admiración por el sacrificio que hizo Jesús el Cristo, intento compaginarlo con la razón y la discriminación.
-Entendido.
-He tenido –continuó Xavier- una gran cantidad de experiencias psíquicas. Comprenderlas y aceptar las consecuencias derivadas de las mismas me ha costado bastante esfuerzo. He obtenido gran cantidad pruebas de todo tipo, muchas de las cuales he podido constatar de forma fehaciente, por lo menos para mí, pero difíciles de demostrar de forma pública, aunque pretendo hacerlo parcialmente algún día.
Ambos se levantaron casi al mismo tiempo.
–Soy el padre Francisco -y extendió su mano izquierda.
-Encantado… ¿Es usted zurdo?
-Sí. Lo cierto es que siempre intento dar la mano derecha, pero en ocasiones, la izquierda se anticipa a mis pensamientos y no puedo evitarlo -dijo sonriendo.
Todavía estaban disfrutando de la espontánea alegría que había salido de sus corazones, cuando se acercó a ellos un tercer hombre. Había permanecido expectante en una mesita cercana. Parecía tener unos sesenta y cinco, quizás setenta años.
-Disculpen.
-¿Sí? –contestó Xavier.
-Me encantaría participar en su conversación.
Ambos le miraron sorprendidos
-¿Saben? Tuve el honor y la inmensa suerte de ser uno de los miembros del equipo de investigadores, al que el propio Vaticano autorizó para examinar la Sábana Santa. Eso sí, siempre y cuando no se sacara ni un solo hilo del lienzo. El proyecto se llamó “La sábana de Jesús”
Los rostros de Xavier y de Francisco se iluminaron.
-Me llamo Charles Duward -se presentó mientras les daba la mano.
-¿Nos sentamos? –sugirió Xavier.
-Estupendo -añadió el padre Francisco.
-Creo que es una buena idea. Mis piernas ya no son las de hace veinte años. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -dijo Charles sonriendo y feliz como un niño.
-Tiene acento, diría yo, que americano -continuó Xavier.
-¿Todavía se me nota?
-Un poco. También se expresa con un ligero acento catalán -añadió Xavier.
-Soy de San Francisco, California, pero hace ya casi quince años, desde que estoy jubilado, que resido en Castelldefels, a veinte minutos de Barcelona.
-Sin duda fue afortunado- afirmó el padre Francisco.
-Sí. Así es. Aunque, cuando acudí al Vaticano en representación del Instituto Tecnológico de Massachusetts, lo hice con el propósito oculto de descalificar lo que para mí no era nada más que un montaje publicitario, un lavado de imagen propiciado por la misma Iglesia.
-¿Y? –preguntó el padre Francisco con temor a una respuesta que pudiese menoscabar su fe en Cristo.
-A pesar, como les comento, de que era totalmente agnóstico, la investigación arrojó ciertas evidencias que me convencieron de que la sábana de Jesús parecía confirmar una realidad, digamos sobrenatural innegable y si me lo permiten, algún día les expondré algunas pruebas.
El padre Francisco abrió los ojos como si fuese un niño que contempla el juguete más maravilloso del mundo. Xavier vislumbró instantáneamente que la “casualidad aparente” era sin lugar a dudas “la causalidad más evidente”.
-Hoy se nos ha hecho un poco tarde-comentó Xavier-. Tal vez podríamos quedar un día a la semana o al mes, aquí o donde deseen. ¿Qué les parece cada sábado o el primer sábado del mes?
-Estupendo dijo Charles -pero por favor vamos a tutearnos.
-Yo sería el hombre más feliz de la Tierra -añadió Francisco-. Lo que ocurre es que algunos sábados no podré venir desde Zaragoza.
-Por mi parte no hay problema si algún día quedamos allí. Y tú Charles ¿qué opinas?
-Iría encantado.
-Entonces no se hable más -confirmó Xavier. El sábado que no puedas venir, iremos nosotros a verte.
-Estupendo, así os enseñaré el Seminario. Es un bello edificio.
-Bien -continuó Xavier-. Si no ocurre algún imprevisto, nos vemos la próxima semana para que no se enfríe esto. Aquí mismo, en la cafetería, a las cinco de la tarde.
-¡Qué maravilla! -se expresó con enorme júbilo el sacerdote.
-Ya lo creo-terminó la conversación Charles.
Una noche oscura y fría había cubierto las calles de Barcelona, pero, paradójicamente para nuestros tres amigos, ellos sólo percibían el calor que daba nacimiento a una profunda amistad y una aventura que les elevaría hacia la luz más incluyente. No podían ni imaginar lo que la causalidad les estaba deparando. Alguien, en un lugar de sus mentes les había orientado. Una Conciencia, por la que los tres “extraños” sentían profunda reverencia en lo más profundo de sus almas, ayudaba con su ojo omnipresente en la ejecución de un propósito oculto. Ninguno de los tres se sentía obligado. Eran sus propias esencias inmortales las que respondían “al llamado” de Quien permanecía detrás de la escena.
Observado el asunto desde el punto de vista humano era casualidad.
Mirado desde el punto de vista de la Psicología, un profesional de la misma se atrevería a denominarlo como sincronicidad.
Desde el punto de vista del espíritu era causalidad.
Capítulo 13
El sacerdote del corazón de oro
Francisco fue ordenado sacerdote el día ocho de diciembre. Justamente el día en el que se celebra la Inmaculada Concepción, señora de su devoción. Debería salir del Seminario para incorporarse a una parroquia, pero tuvo dispensa especial, de seis meses, del Arzobispo de Zaragoza. No en vano había sido tan famoso. Su anhelo era traer a su madre, para vivir con él, desde la bella ciudad turolense de Albarracín, y conseguir plaza como profesor de Teología.
Tenía todo a su favor: inteligencia, amigos influyentes en toda España, incluso en Italia, donde estaba su compañero de curso José Pérez, representante del Vaticano y que venía muy a menudo a verle. Juntos aprovechaban largos días de verano para recorrer el Pirineo. Conocían casi todos los pueblecitos perdidos entre las inmensas montañas.
–Son maravillosos estos paisajes –solía decir su amigo Pérez.
-Ya lo creo –respondía Sauras.
Muchos días viajaban a Ansó, y acampaban en el hermoso valle de Zuriza. Allí fue donde escucharon por primera vez a algunos pastores, que desde hacía muchos años se veían luces extrañas descendiendo por el otro lado del Pirineo, en la parte francesa. Pero no les prestaron mucha atención. La incultura –se decían los dos teólogos- era la fiel compañera de todos aquellos rincones, separados de la civilización por las enormes laderas de la Sierra de Alanos. Ni siquiera habían pasado de la enseñanza primaria.
Uno de esos atardeceres en los que la luz del sol se oculta reflejándose en la atmósfera saturada de perfumes, y tiñendo de blancos resplandecientes la parte alta de los grandes cúmulos, y azules grisáceos la zona baja de tan enormes nubes, Francisco se expresó por primera vez con una bella poesía.
Divino Padre,
Tú que con tu poder
colmas de aroma el atardecer,
que las nubes haces resplandecer,
concédenos el profundo Saber.
Y al igual que en el cielo refulges,
enciende en nuestros corazones,
del amor, las eternas luces.
Bendito Señor,
Creador de todos los seres,
muéstranos el sendero
para serte siempre fieles.
Virgen Inmaculada,
ruega por nosotros,
otórganos la gracia
de permanecer para siempre
en un rincón de tu Alma.
Y si algún día, amada madre,
de ti, nos olvidamos,
acaricia nuestro corazón
con tus dulces manos.
El corazón de Francisco se expandía en ondulaciones a través de los bosques de hayas, deslizándose por el zigzagueante río, y colmando de amor cada uno de los corazones que se encontraban a su paso.
El joven sacerdote era extremadamente sencillo y bondadoso. Similar a todos los grandes místicos que le habían precedido a lo largo de tantos siglos.
En ese preciso instante no sabía que su corazón dorado y algunas “adversas” circunstancias serían las semillas que le apartarían de su brillante porvenir como teólogo oficial.
Su alma necesitaba expandirse sin ser absorbida por el brillo deslumbrante de una fama efímera, aunque éste renombre fuese conseguido bajo la protección de su amada Iglesia Católica. Siempre había sido acogido en su seno, y, en muchas ocasiones, mimado entre algodones por quienes adivinaban el gran potencial que se encerraba tras la dulzura de su rostro.
El mes de Junio posterior a su ordenación, fue la última vez que ambos amigos hicieron el viaje juntos. Regresaron hasta Ayerbe andando. Caminaron de Ansó a Hecho, dejando a un lado el barranco Teride. Durante los tres días siguientes bajaron hacia Puente de la Reina, ascendieron el puerto de Santa Bárbara, y llegaron a los Mallos de Riglos, escuela de grandes montañeros, y refugio de antiguos guerreros medievales.
La vida sonreía. Eran jóvenes, fuertes e inteligentes y el futuro estaba a sus pies.
Capítulo 14
Resplandor en el rostro
Charles llegó el primero de los tres. Descubrió al final del café una mesa vacía, y se sentó a esperar a sus nuevos amigos. Estaba encantado de entablar una conversación tan trascendental. No había muchas personas con las que pudiese hacerlo. Era cierto que en ocasiones no paraba de hablar de su experiencia sobre la sábana de Jesús, pero sabía perfectamente que era más bien un desahogo a su soledad, que una verdadera comunicación entre dos personas de similar capacidad intelectual.
-Buenas tardes señor americano -le dijo Xavier, como si se conociesen de toda la vida.
Charles se levantó y estrechó la mano del extraño hombre, que en una sociedad cada vez más laica, gustaba de hablar sobre Jesucristo.
-Buenas tardes- contestó con gran afabilidad el californiano.
-Con el fresco que hace, creo que sería buena idea tomarnos un chocolate con churros -sugirió Xavier.
-¡Qué “gicos”! -contestó graciosamente.
-Sí, muy ricos -continuó sonriendo el barcelonés.
-Yo también quiero uno, pero además que lleve nata- casi gritó el padre Francisco a la vez que les saludó efusivamente.
-¡Juan!
-¿Sí? –preguntó el camarero.
-Pónganos, por favor, tres chocolates con churros…-miró a sus dos contertulios confirmando su aprobación -y les añada también nata- pidió Xavier.
-¿Por dónde empezamos?
-A mí me interesó -dijo el sacerdote- la referencia que hiciste sobre la Escuela Arcana. Siempre he seguido las escrituras recomendadas por la Santa Madre Iglesia, y me sorprendió escuchar algo nuevo y desconocido para mí.
-Hace más de ciento cincuenta años -respondió Xavier-alguien considerado sabio, no por su personalidad sino porque abrió para mucha gente una nueva forma de entender la espiritualidad, fusionó algunos aspectos del conocimiento de Oriente y Occidente. Ese sabio es conocido como el Maestro Tibetano (Djwal Khul).
A mediados del siglo XIX contactó telepáticamente con una señora rusa muy sensible a esos impactos mentales y le dictó la Doctrina Secreta con sus 6 tomos. Toda una obra que rompió muchos muros de dogmas y supersticiones del pasado, y sirvió de base para fundar la Sociedad Teosófica.
Un siglo después, ese mismo Maestro, no condicionado por el paso del tiempo, continuó su obra a través de Alice A. Bailey y le dictó telepáticamente, aunque se podría decir que plasmó en su mente los dieciocho libros que sirvieron de base para las enseñanzas de la Escuela Arcana.
-¡Qué interesante! -exclamó Francisco.
-Sí. Y pienso que, de verdad, fue un gran beneficio, especialmente, para muchos occidentales. Sus enseñanzas se distribuyen por todo el mundo, ya que están traducidas a unos cien idiomas.
-¿Por qué, crees que es un beneficio tan enorme? –preguntó el sacerdote.
– Lo primero que deseo expresar es que este es mi punto de vista personal, y no tiene por qué ser más importante que otras opiniones. Se podría decir que es complementaria a las enseñanzas recibidas en cualquier escuela filosófica; pero sus principios nada sectarios, colmados de espiritualidad, contrastan las inquietudes de cierto tipo de personas que buscan las cimas más altas.
-Ya.
-Recalco que lo que expongo es mi opinión, compartida o no por otros. En general, las enseñanzas religiosas que hemos recibido a lo largo de nuestra vida parecen detenerse en algún punto del corazón. Es decir, la cúspide a la que puede llegar un ser humano es, digámoslo en palabras sencillas, a ser una expresión del Amor universal.
-Sí, creo que se puede aproximar a lo que consideramos como la última meta de los seres humanos -añadió Francisco.
-En líneas generales, podríamos afirmar que para el reino humano, al igual que para todos los seres de los diversos reinos de la naturaleza, existe un camino interminable hacia la perfección.
-Esto es algo que también considera el Cristianismo.
-Pero lo bueno de toda esta filosofía es que está compendiada en los libros de una escritora, cristiana- protestante, nos abren más posibilidades y concretan diversos estados y peldaños hacia la infinitud de la vida y de la más amplia conciencia.
-Bueno -respondió Francisco-, nosotros también tenemos la escalera de Jacob que llega hasta el Cielo.
-Ya te comento -continuó Xavier- que cada ser humano tiene sus propias preferencias y la elección del camino espiritual.
-Sé que tal vez no soy extremadamente ortodoxo en lo que se refiere al seguimiento estricto de las indicaciones de nuestra Santa Madre Iglesia, pero creo que ella nos lleva hacia el cielo.
-Hay veces que un hombre o una mujer necesitan aprender algo más. Llegan a tener un corazón de oro, son capaces de sacrificarse hasta la muerte por sus hermanos, pero les queda algo profundamente escondido en un rincón de su mente que hace que no sientan la plenitud total del Ser. Igual que presuntamente le ocurrió a Cristo durante las tres tentaciones en el desierto, la duda de todo ser humano inteligente puede asomar en cualquier ámbito de su existencia.
En ese momento el padre Francisco se quedó mirando a Xavier a los ojos. No dijo ni una palabra, pero su expresión interna fue: “Dios mío. Es mi caso. Yo sé que soy capaz de utilizar el amor hasta límites insospechados, pero anhelo saber, ansío la luz, la comprensión del universo… Esa verdad que nos hará libres, como dijo el propio Jesucristo”.
Xavier creyó comprender lo que expresaban los ojos sorprendidos de Francisco. Respetó su silencio y continuó:
-Creo que te encantaría leer “De Belén al Calvario” y también hacer un período de dieta estrictamente vegetariana, si todavía no la haces, acompañada de meditaciones diarias sobre aspectos de tu vida que consideres cruciales. Imagínate, por ejemplo, que te hallas ante la presencia de Jesucristo. ¿Qué crees que Él puede pensar de tu vida? ¿Crees que Su camino y el tuyo se parecen en algunos aspectos? ¿Crees que con tu vida sirves al propósito para el que Él vino?
-Para mí sería inmensamente hermoso si un día pudiese, de verdad, ver la figura de Jesucristo. Creo que sentiría la necesidad de abrazarle, de tocar con mi alma la luz resplandeciente de su amor.
-En tu meditación diaria –continuó Xavier-, expón las preguntas a las que necesites encontrar una respuesta. Luego, guarda silencio y trata de elevar tus pensamientos hacia el alma… o hacia Cristo. Intenta mantener tus pensamientos controlados, o mejor dicho, procura que tus pensamientos no te controlen. Haz un diálogo con tu alma, habla y escucha “como si” tu alma te hablara; pero usa el discernimiento, no todo lo que escuches proviene de ella. Puede ocurrir que tu personalidad trate de proseguir rigiendo tu vida… hay que tener mucho desapego con los resultados de esta técnica y también mucha honestidad.
El sacerdote le observaba con gran admiración. A su vez presintió que aquel hombre poseía un secreto. En sus palabras no había arrogancia, sino más bien vida. Era extraño que un seglar tuviese como objetivo el descubrimiento de Cristo. Había conocido a muchos feligreses que eran grandes devotos, que tenían una fe inquebrantable. También los había que dedicaban sus horas libres al servicio de los demás… pero… había un algo oculto tras las palabras escuchadas y que parecían ser resultado de una íntima y sagrada experiencia con todo lo relacionado con Jesucristo.
Hubo un silencio. Xavier sacó el libro mencionado del bolsillo de su abrigo. Lo abrió y lo mostró al padre Francisco.
-Lee aquí – señaló con el dedo.
PENSAMIENTO CLAVE
El Antiguo Deseo
Dijo Arjuna:
“Tus compasivas y amorosas palabras de sabiduría, referentes al supremo misterio de la Superalma, han disipado mi ilusión.
“De Ti he aprendido toda la verdad acerca del nacimiento y la desaparición de los seres, y de Ti, cuyos ojos son como pétalos de loto, también he aprendido sobre el Gran Espíritu que no muere.
“Pero quisiera ver ese yo del que has hablado, oh Señor Todopoderoso, esa divina forma Tuya ¡Oh, Tú, el mejor de los hombres!
“Si crees que puedo verlo ¡oh Señor de Unión, revélame ese Yo imperecedero!
Bhagavad Gita XI, 1-4
Francisco cerró el libro y con lágrimas en su rostro exclamó.
-¡Dios mío! ¡Expresa mi anhelo más profundo desde hace casi diez años!
En aquel instante algo debió ocurrir, pues Xavier dejó los ojos entrecerrados. Dirigía su vista hacia un horizonte lejano. Sin duda estaba mirando a través del punto de energía de su frente. Su rostro resplandeció. Charles y Francisco se miraron, admirados, preguntándose qué estaba ocurriendo. Y pasados unos minutos Xavier volvió en sí.
-Disculpadme. Me he ido a otro lugar y a otro tiempo.
-Cuéntanos, por favor -dijo Charles.
-Por un instante, mientras el padre Francisco estaba leyendo, he pensado acerca de la gran cantidad de dogmas establecidos por los diferentes papados y los millones de formas mentales, generadas por los devotos y acumuladas por los siglos, de la figura y del mensaje de amor de aquel Gran Maestro que fue Jesús de Nazaret y luego Jesucristo. Y en un segundo me he quedado perplejo ante lo que estaba viendo. Mi mente racional no acaba de entender la visión:
Una virgen daba luz a un niño precioso. Pesaba aproximadamente unos cuatro o cinco kilos y tenía una longitud de algo más de cincuenta centímetros. Tenía bastante pelo negro y su piel era rosada. El parto era instantáneo, salía del vientre materno sin dolor alguno… aquello era más bien un milagro. Ningún asistente a este acontecimiento histórico decía nada; pero en sus rostros se veía la admiración y la sorpresa por lo que estaban viendo con sus propios ojos.
Dos ángeles, (¿extraterrestres o hermanos de la Gran Fraternidad Cósmica Planetaria?) que asistían en el parto, no dejaban que la partera, llamada por José, hiciera algo llegando incluso a paralizarla los brazos. De las manos de aquellos ángeles parecían emanar unos rayos de luz verde, y esta peculiaridad es la que permitió que el bebé saliera a través de la piel del vientre materno.
-¡Qué fuerte!-exclamó Charles.
-Y ahora-continuó Xavier- me surgen varias preguntas ¿Había sido todo una manipulación másica? ¿Qué tenia de especial ese niño para venir a este mundo de manera tan atípica? ¿Había sido algo así como una desmaterialización seguida de una materialización?
El vidente se detuvo unos segundos, recordando lo recién visualizado y continuó…
-Sin embargo, estoy casi seguro de que el niño ha salido del vientre de su madre virgen… ¿Cómo podemos entender esto?
-¡Quizás tus visiones son borrosas o confusas! -sugirió el padre Francisco.
-No-contestó Xavier-. Os puedo asegurar que lo que he visto ha sido totalmente nítido y diáfano.
-Todavía no hace mucho tiempo que nos conocemos-continuó el sacerdote-, pero te creo. La Iglesia siempre ha tenido grandes videntes. Y me pregunto ¿Por qué no vas a ser tú uno de ellos aunque no seas un creyente practicante?
-Por mi parte, aunque soy agnóstico-respondió Charles, no descarto la existencia de los videntes. En nuestro país, dicen que tuvimos uno muy grande llamado Edgar Cayce, así es que también te daré un voto de confianza, Xavi.
-Toma-le ofreció Xavier el librito “De Belén al Calvario” a Francisco.
-No puedo aceptarlo. Me parece que es tu libro de cabecera -respondió el sacerdote.
-¡Por favor! ¡Cógelo!
-De acuerdo. Me lo llevaré, y el sábado que viene te lo devolveré sin falta.
-No sé qué libro puedo traerte a ti, Charles.
-No te preocupes. Ya buscaré un ejemplar que tengo por ahí perdido de “El Nuevo Testamento” –respondió el científico sonriendo -. Me da la impresión de que al final me lo tendré que aprender…
Charles se quedó pensativo y continuó…
-Claro que… ahora que lo pienso. Tal vez deba esperar a que se vuelva a reescribir de acuerdo con las nuevas aportaciones de “Xavier el vidente”…
Los tres sonrieron y se despidieron. Había terminado una grata y vibrante charla. Se marchaban deseando que transcurriese la semana a toda velocidad para reencontrarse de nuevo.
Capítulo 15
La vida trunca un brillante porvenir
Cuando los dos amigos volvieron de las montañas, el padre Francisco tenía sobre la mesa de su habitación una carta. Debía presentarse lo más rápidamente posible en el Palacio Arzobispal. Al día siguiente, el joven sacerdote se vistió elegantemente. Es decir, se puso el traje más nuevo que tenía, pues todos eran iguales. Se repeinó y mirándose al espejo sonrió. Muy pronto ejercería de profesor. Probablemente, el primer año le asignarían algún curso de religión en el Seminario Menor, y al siguiente ejercería como profesor de Teología. Todavía continuaba con la sonrisa en los labios. Nunca había dejado de ser un gran soñador. Dentro de muy pocos años estaría en el Vaticano entre los más ilustres y afamados teólogos. Terminó de enfundarse la chaqueta y salió al largo pasillo. Todos sus antiguos compañeros estaban de vacaciones. Él había pensado tomarse un día para descansar y seguidamente ir a ver a su madre a Albarracín.
Caminó felizmente. Pasó cerca de la Romareda. El Zaragoza vivía una de sus intermitentes rachas de esplendor. Estaba en pleno apogeo la época de los “cinco magníficos”. Los trolebuses y tranvías, recorrían las calles sin gente a esa hora de la mañana de verano, y él era el sacerdote más feliz del mundo. Escribiría libros famosos. Enseñaría de una forma nueva a sus alumnos. Les hablaría sobre la belleza de las montañas. Les mostraría el espíritu del Pirineo. Harían más de una excursión y disertarían sobre Dios en unos interesantísimos ejercicios espirituales. Con los estudiantes más brillantes viajaría a Roma. Todo sería para mayor gloria de Dios.
Sin apenas darse cuenta, había caminado tres kilómetros y ya estaba al lado de la Basílica del Pilar. Atravesó la plaza en dirección a la catedral de La Seo, donde se encontraba ubicado el Palacio Arzobispal.
– ¡Hombre, Sauras, cuánto tiempo sin vernos! -le saludó efusivamente Jesús Cortés, componente también del equipo de fútbol.
–Me ha llamado Monseñor.
–Espera un segundo. Le comunico que estás aquí.
Su antiguo condiscípulo golpeó la puerta con los nudillos de los dedos. Era gigantesca, de madera de cedro, Profusamente labrada con diversas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. En el centro de la misma, había dibujado un triángulo desde el que surgían múltiples rayos.
Cortés abrió la puerta e invitó a pasar a Sauras.
-Siéntate, por favor –le dijo Monseñor a la vez que le daba la mano y preguntaba cariñosamente-. ¿Qué tal estas Fran?
-Muy bien. He pasado unos estupendos días en el Pirineo.
-Me alegro mucho.
-¿Qué desea Monseñor?
-Sabes Francisco que siempre he estado a tu lado.
-Sí-contestó con el corazón impaciente.
-Desde que fui padre espiritual tuyo en segundo curso de Bachiller, te tengo en gran estima, y siempre te he considerado como un alma fuera de lo corriente.
-Gracias Monseñor.
-Tenía reservada para ti la plaza que ha quedado vacante para el próximo curso como profesor de Teología, pero al final no voy a poder asignártela.
Sauras se quedó helado. Parecía que la vida era maravillosa, su futuro inmensamente prometedor, y en dos segundos todo se había esfumado.
-Me han dado instrucciones, nada menos que desde Roma, para que ocupe ese cargo un hermano nuestro de Ávila. De verdad que lo siento.
El recién ordenado sacerdote apenas escuchó la última frase. Y automáticamente respondió.
-No se preocupe Monseñor. Como a veces decimos, el hombre propone y Dios dispone.
-En mis manos sólo está que puedas elegir el pueblo que desees.
-Mil gracias Monseñor.
-Medítalo y me comunicas tu decisión.
-Tal vez me gustaría estar en un pueblo del Pirineo. No sé, Broto, Sallent, Hecho… Ansó.
-De acuerdo Francisco. Nada más que tenga algo te lo comunico. Mi corazón está contigo.
-Esta última frase hizo que unas lágrimas rodaran por el rostro de Sauras.
Monseñor Flordelis se levantó y dirigiéndose a Francisco le abrazó con el cariño de un hermano mayor.
-No se preocupe, los caminos del Señor son inescrutables.
El padre Francisco cerró la puerta, y después de dar la mano a Cortés, salió a la plaza. En sus ojos no cabían más lágrimas. Se vertieron y rodaron por las mejillas. A lo lejos sonaron las campanas del Pilar. Era la hora del Ángelus. Se dirigió como un autómata hacia su sonido, pero de improviso torció a mano izquierda y prefirió irse a la iglesia de Santa Engracia, donde permaneció casi una hora rezando. El dolor de su alma se transformó en alegría y gozo. Quizás era mucho mejor estar cerca de la gente y de la Naturaleza -pensó. Además -terminó de convencerse-, podría llevar a su madre a un pueblecito de la montaña y vivir relativamente tranquilos.
Capítulo 16
Nuevas exposiciones
-No sé Xavier, -comenzó la conversación Charles el tercer día de sus encuentros- creo que hablas muy convencido de todo lo que ves. Incluso me quedé sorprendido por la expresión de tu rostro que, me atrevería a afirmar, fue luminosa. Pero tal vez, todo es producto de las reacciones químicas del cerebro y aunque esas visiones sean un beneficio para el hombre que las tiene, siempre dudo de que estén relacionadas con algo externo al cuerpo físico que es, digámoslo crudamente, la cárcel del cerebro, por muy portentoso que éste pueda ser.
-Parece, amigo Charles, que no te acabas de creer las posibilidades telepáticas, de clarividencia o de clariaudiencia, pero te voy a contar una serie de experimentos que hice con mis hijos cuando eran unos niños. Mi hijo tenía entonces once años, mi hija había cumplido los siete. Ambos eran magníficos clarividentes, aunque su forma de mirar y lo visto era diferente y quizás complementaria. Mi hijo veía las dimensiones sutiles con los ojos abiertos y mi hija con los ojos cerrados; pero su acierto era siempre del orden del cien por cien. Siempre veían lo mismo en el mismo lugar. En el volumen VI página 251 de la monumental obra La Doctrina Secreta, de Madame Blavatsky -continuó Xavier-, ella afirmaba que unas frecuencias de sonido determinadas correspondían a ciertas notas musicales y que esas mismas frecuencias se correspondían a colores. (Y también a los olores)
49 ciclos= nota Sol =color azul
98 ciclos= nota La = color añil
147 ciclos= nota Si = color violado
196 ciclos= nota Do= color rojo
245 ciclos =nota Re= color anaranjado
294 ciclos= nota MI= color amarillo
343 ciclos= nota FA =color verde
Etc.
Tenía un amigo ingeniero al que expliqué las cualidades de mis hijos, pues le interesaba mucho el tema, y como además poseía un oscilador digital que generaba frecuencias desde 20 Hz hasta 200.000 Hz, hicimos varias tandas de pruebas ayudados con una calculadora en la mano. El resultado fue que mi hija siempre acertaba y nos decía el color que concordaba con la frecuencia recién emitida.(Nosotros podemos oír frecuencias entre 50 y 12.000 Hz. Más allá de eso, podríamos decir que somos sordos a los infra y ultrasonidos.) Llegamos a conclusiones un tanto variopintas, pues creímos que de forma inconsciente o telepática le estábamos comunicando los resultados, incluso antes de usar los seis potenciómetros del oscilador o la calculadora. Quisimos descartar esta vía de comunicación y colocamos el oscilador bajo unas mantas para que ni ella ni nosotros pudiésemos ver cómo manipulábamos esos potenciómetros. Así pues, ella nos decía el color, y luego comprobábamos la frecuencia que habíamos puesto “a ciegas”. Ella seguía viendo exactamente el color de las frecuencias sónicas emitidas. Tuvimos que admitir que la clarividencia y la clariaudiencia eran exactas, captando la información por el órgano adecuado para ello. El ojo informaba al cerebro del color y el oído del sonido. Podríamos haber llamado a la televisión y a algunos científicos para que quedara constancia del experimento, pero mi esposa estimó más prudente no hacer de nuestros hijos unos payasos de feria o cobayas de laboratorio. –Habría sido emocionante-dijo Charles. -Te diré algo. Parece extraño, pero no sentí ninguna satisfacción o emoción por el descubrimiento. Fue más bien una fría constatación de nuestra hipótesis de trabajo. -Creo que entiendo de eso, Xavier-contestó Charles. A veces cuando trabajaba en el acelerador de partículas de la universidad, me sentía así. Se efectuaba el experimento y una vez terminado el tiempo asignado al mismo, acudíamos a comprobar el log, lo revisábamos, y eso era todo. Más me habría gustado encontrar un ser etéreo y angelical que me tomase del brazo y me dijese: amado Charles, tus padres están bien, míralos. Y yo… habría sido más feliz que con el éxito de un experimento complejo, largamente elaborado y calculado. -También entre ellos -continuó Xavier- funcionaba la telepatía al cien por cien en los casos en que el niño era el emisor y la niña la receptora. Sin embargo, cuando el experimento era al contrario, es decir la niña era quien emitía y su hermano quien recibía, los aciertos parecían puro azar. Los éxitos de los experimentos descendían bruscamente a un veinticinco por ciento. -Es decir, que tu hija era una excelente receptora telepática mientras que tu hijo era el emisor ideal- puntualizó Charles. -Así es. Elena Petrovna Blavatsky (autora de La Doctrina Secreta y de Isis sin velo) afirmaba que para comprender ese mecanismo, habría que aceptar la diferente polaridad de los cuerpos según los sexos. Afirmaba que el hombre, en el nivel físico, es positivo, masculino o emisor y la mujer negativa, femenina o receptora. Sin embargo, en el plano emocional o de los sentimientos, la mujer es positiva, masculina o emisora y el hombre negativo, femenino o receptor. -¡Qué curioso! ¡Nunca lo habría imaginado! –exclamó Charles. -Pues así lo parece. Y para terminar, en el plano de la mente, los hombres son positivos o emisores y las mujeres negativas o receptoras. -Es como si afirmases algo evidente, pero que no habíamos definido tan claramente-dijo Francisco. -Así es-continuó Xavier-. Creo que los servicios secretos de los diferentes países que están buscando espías telepáticos, ignoran estas propiedades y por ello no los encuentran. Charles y Francisco permanecieron pensativos y en silencio durante unos minutos. -La telepatía siempre ha existido -continuó Xavier-. Especialmente entre madres e hijos. Todos hemos oído hablar de esos casos típicos en los que el hijo está en la guerra y a veces su madre recibe una determinada sensación o visión de la terrible situación del soldado. -Es verdad –apenas susurró el sacerdote. -En algunas personas que no tienen especialmente desarrollada la visión de imágenes provenientes del exterior, notan una molestia en el estómago, mejor dicho en el plexo solar, que es la parte más sensible a las ondas de información de cierto tipo emocional. Hay otros individuos que ya tienen desarrollada la visión y que incluso pueden perfeccionar ese sistema gracias a la meditación y al estudio. Xavier se quedó pensativo y volvió a hablar. Tengo una experiencia curiosa a este respecto, si bien no es la primera, es la que me extrañó más, pues apenas tenía relación con los personajes en cuestión. En cierto momento capté nítidamente el encuentro entre dos amigos lejanos. Ellos se reunían y se conocían por primera vez en persona y seguramente pensaron en mí, que también les conocía de forma virtual –tema de contacto y chat a través de Internet-. Ellos hablaron de nuestra frecuente relación virtual. Fue un pensamiento tan claro que estuve a punto de llamarles a casa para verificar ese encuentro del que no me habían informado. La confirmación me llegó al cabo de dos días, con fotografías del encuentro incluidas. No sé a través de qué cuerpo o si fue del alma de la que recibí ese impacto telepático, pero la imagen percibida en la mente era nítida y contundente. -Tal vez tengas razón Xavier –dijo por fin Charles. Como científico, a veces soy demasiado cerrado a todas estas cosas. ¡Hay tanto charlatán! Pero, algo tiene que haber de cierto cuando tantas personas afirman esa parte de la realidad. Sé que no es totalmente científico expresarme así, pero tengo que admitir que el estudio de la sábana de Jesús hizo tambalearse algunos de mis prejuicios hacía estos temas tan proclives a la manipulación. -Os voy a contar algo extraño que me ocurrió –añadió Francisco- cuando era el párroco de un pueblecito del Pirineo. Ahora que recuerdo… en algún libro tengo guardados unos apuntes de aquella época. Si los encuentro, os los traeré. Además conocí a una catequista… bueno…de eso ya hablaremos otro día. Charles y Xavier le miraron con curiosidad y sorpresa. Poco a poco los tres dialogaban fluidamente y comenzaban a romper las barreras defensivas de cada una de sus personalidades, producto de su vida y educación. -De vez en cuando, un chico francés que se llamaba Jacques venía de vacaciones al pueblo. Le recuerdo perfectamente porque apenas llegaba a medir un metro y medio. Supongo que sería un poco más, pero claro, no iba a ir con el metro y medirle. Los tres sonrieron la broma del cura. -Espero que me perdonéis esta pequeña broma. Por entonces, yo era muy joven, pues apenas hacía un año que había cantado misa y tenía unas inmensas ganas de hacer cosas en beneficio del pueblo. Y una de ellas fue acondicionar una vieja casa para que los niños y jóvenes de la aldea tuviesen un lugar de reunión. Compramos un par futbolines, dos mesas de ping-pong, un billar… Hasta teníamos nuestro equipo de fútbol que competía con varios equipos de otros pueblos. -Vamos, padre -dijo Charles-. A este paso nos va a contar toda su vida. -Muy gracioso Charles -sonrió el cura-. Jugaríamos la final del pequeño campeonato, y yo ya me veía levantando la copa que me habían dedicado los chavales del pueblo. El día anterior vino Jacques por el club, y mientras jugábamos al ajedrez dijo con una seguridad aplastante: “Lo siento padre, pero esta vez no ganarán”. -Me quedé mirándole durante unos segundos. No le di mayor importancia, pero, efectivamente, no ganamos. Y recordé esa frase. En treinta años no se me han olvidado ni las palabras, ni la forma de decirlas. -Creo, Francisco –contestó Xavier-, que te encontraste de frente con algo extraño. Algo que, sin saber exactamente la causa, fue una verdadera premonición. El sacerdote del corazón de oro habría contado más hechos relacionados con el tema, pero prefirió ser prudente, y continuó. -Sí. Eso es cierto. Estoy convencido de que aquel joven supo con antelación lo que iba a ocurrir. Pienso que de alguna forma extraña evaluó la situación de cada equipo y en una décima de segundo expuso un resultado de acuerdo a lo que había en el ambiente. Él no conocía a los otros futbolistas. Como veis, intento ser racional. Porque si no fuese así, tendría que admitir que había viajado al futuro, y había visto que nuestro equipo perdía. -Tal vez le das demasiada importancia a esa frase- dijo Charles. -Ya. También lo he pensado yo. Pero había algo extraño en la expresión de su rostro. Diría que algo parecido a lo que Xavier nos transmitió el otro día, con la luminosidad de su cara. Es algo que se escapa a las palabras, pero que aquel que ha sido testigo sabe sin lugar a dudas que ha ocurrido. -¡Por Dios! –exclamó Charles. -¿Qué te pasa? –preguntó con preocupación Francisco. -He recordado algo. -¿Qué? -Me ha venido a la memoria, como un flash. -¿Si? -El día que murió mi madre. Yo estaba en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. De pronto la boca del estómago me parecía un tambor. Era como si estirasen y encogiesen el mismo. Era como una palpitación del corazón. Algo rítmico. Estuvo así, casi media hora. No me preocupé excesivamente porque no me dolía. Era más bien una extraña molestia. -¿Y? –preguntó el padre Francisco. -Poco después me comunicaron el fallecimiento de mi madre. Una vecina había llamado a la ambulancia, pues mi madre se encontraba mal. Y antes de una hora había fallecido de un infarto al corazón. Y ahora me pregunto si tal vez cuando mi madre estaba partiendo hacia el otro mundo, noté aquella extraña vibración. Las lágrimas rodaron por el rostro de Charles. -Lo cierto es que -habló Xavier- para nosotros la muerte es un tema sobre el que pasamos de puntillas, pero algún día tendremos que enfrentar de forma seria el cómo ayudar a la gente a comprender que la muerte en este plano físico, es el renacimiento en el plano del espíritu. Y al contrario, la muerte en el plano espiritual, lo que solamente es una expresión coloquial, es el renacimiento en esta vida física. De igual manera a cómo ayudamos a nacer a los bebés, también tendríamos que ayudar a morir a los enfermos… a todos. El miedo a la muerte debería desaparecer de nuestra conciencia ya que es algo inherente a la materia y visto desde el punto de vista esotérico, es algo que no existe. Es simplemente un cambio de conciencia. -Para ello se harán necesario varios requisitos-contestó Francisco- Uno sería, saber diferenciar entre los pensamientos producidos por nuestras mentes y los originados por otras mentes. Tal vez de esa forma sabríamos si alguno corresponde a algún plano sutil del más allá. -Parece muy razonable. El sacerdote miró al reloj. No había más tiempo si deseaba tomar el último autobús. -Lo siento. Tenemos que dejarlo por hoy… -Ya seguiremos, Francisco, no te preocupes-le contestó cariñosamente Charles. El científico comenzaba a intuir que parte de la certeza de sus amigos, llegaría a ser también suya. Puso la mano en el hombro de Francisco y simplemente dijo. -Gracias, Francisco. -¿Sabes, Charles? No necesitamos grandes milagros para llegar a convencernos de que la vida en el más allá es una realidad. Basta con pequeños acontecimientos… un sueño nítido, una brisa… algo muy sutil…pero que nos certifica que después de la muerte del cerebro ha ocurrido algo transcendental. -Sabias palabras Francisco-expresó Xavier. -Es más. Me atrevería a decir –se dirigió el sacerdote al científico- que en tu vida ha ocurrido algo, parecido al dolor de estómago previo a la muerte de tu madre, que se te ha pasado por alto. Y que te habría confirmado que la vida existe después de la muerte física… Quizás ella, en cuerpo espiritual, quiso acariciarte y despedirse de ti. Charles apretó con más fuerza su mano sobre el hombro de Francisco, y dejó deslizarse una lágrima, no de dolor, sino de gratitud por el contacto de sus corazones. Y si hubiese sido una persona mística, habría dicho que tal contacto se había producido en el mundo sutil. Ése que existe y del que a pesar de que cada día, en cada país, en cada región, en cada pueblo se expresa continuamente, no es reconocido. Ése que no es el producto de las células, solamente, sino un estado de felicidad y beatitud que cubre los corazones de los seres humanos. Sin ellos reconocerlo, cuando dejan de lado su pequeño mundo, cuando abandonan la más toscas, rudas e innecesarias identificaciones con cierto tipo de dolor, un destello de luz desciende desde sus almas y les indica que la calidez del amor es algo más que palabras. Xavier, Charles y Francisco caminaron como si flotaran en el espacio. Sus almas se habían elevado y entre ellas se formó un triángulo de luz que fue el receptáculo necesario para albergar un descenso de energía caracterizada por la sabiduría, el amor y la voluntad que provenía de lugares lejanos y remotos. Desde las profundidades del Corazón de la Tierra, Alguien les observaba y les amaba, pues en realidad eran parte suya. ¿Por qué causa era tan difícil para los seres humanos experimentar la unidad del Espíritu que todo lo compenetra? ¡Cómo no habían sido capaces los científicos, todavía, de identificar las energías misteriosas que se extienden por toda la Tierra penetrando en lo más profundo de los corazones y de los cerebros, y haciéndoles reverberar como si de un sonido o luminosidad se tratase! Capítulo 17Dudas y preguntas. -Debo confesaros algo –comenzó la reunión el padre Francisco. -Cuéntanos- respondió Charles. -Monseñor Flordelis era el arzobispo de Zaragoza cuando me ordené sacerdote. Él mismo me había reservado una plaza en el Seminario como profesor de Teología. Y lo hubiese sido, pero alguien de más rango en el escalafón de la Iglesia ocupó mi puesto. -¡Qué pena! –exclamó Xavier. -Al principio quedé desilusionado, pero, con el tiempo fui dándome cuenta de que tal vez no habría sido feliz enseñando un día tras otro todo lo que unos santos y sabios Padres habían meditado y luego propuesto, casi como verdades inalterables. -Charles y Xavier se quedaron intrigados y sorprendidos por lo que intuían que iba a continuar diciendo. -Comprendí, en un momento de lucidez, que lo que había que buscar era lo que tenía vida y amor. Muchas de las especulaciones de los teólogos se alejaban tanto de mi corazón que ya no les volvía a leer. Por otro lado, cada vez que había un cambio drástico en la sociedad, la Iglesia se apresuraba a mutar de acuerdo a los tiempos. Es decir, que las verdades expuestas así como la moral cristiana, podríamos afirmar que estaban yuxtapuestas a la sociedad laica. Dicho también de otra forma, la ciencia y la filosofía se habían anticipado a la evolución de los pensadores cristianos. Al principio se creía en la Biblia a pies juntillas. Luego se pasó a decir que había gran cantidad de símbolos. Respecto al Nuevo Testamento, por ejemplo, albergo algunas dudas. Para mí, como me imagino que para muchas personas, es importante contar con la fidelidad de las primeras fuentes que inspiraron a los papas para recopilar los escritos que pululaban por todas las antiguas iglesias y capillas de la cristiandad original; pero, según se ha sabido con posterioridad, solamente aceptaron cuatro de los evangelistas y negaron autoridad a los demás. Opinaron que los seleccionados explicaban fehacientemente y también suficientemente los aspectos más destacados de la vida y mensaje de Jesucristo. Recientemente han aparecido unos viejos pergaminos en Qumrám y también se ha descubierto un evangelio atribuido a Judas. Y parece más creíble y lógico lo que está escrito acerca de la profunda amistad entre Jesús y él. Judas fue un amigo tan honesto y humilde que Jesús le confió la administración del escaso dinero del grupo. Entonces, me pregunto en el fondo de mi corazón: ¿qué se decía en aquellos textos originales acerca de la vida de Jesús para que no fuesen aceptados por la Santa Madre Iglesia?
Charles no salía de su asombro escuchando las intimidades del corazón de un sacerdote.
-También me pregunto a veces- continuó Francisco, si Jesucristo estaría de acuerdo con la evolución de las ideas en la Iglesia. Una de las incógnitas más difíciles de despejar es el concilio de Nicea y también el de Constantinopla. Al estudiarlos, da la impresión de que cierto tipo de Teología fue, por llamarlo de alguna forma suave, conveniente al poder establecido.
-Es muy interesante lo que estás diciendo-susurró Charles.
-Creo que has dado en el clavo -continuó Xavier-. Yo también cuestiono las razones que hoy en día tiene el Vaticano para no reconocer los textos de los pergaminos que hay dispersos por el mundo y especialmente en el Museo de Berlín. Pergaminos atribuidos a María, a Pedro e incluso al propio Jesucristo en los que se habla sobre el plan de Dios para la humanidad de nuestros tiempos. Pues suponía que ya tendríamos “ojos para ver” y capacidad intelectual para comprender la enorme potencia de la energía del Amor…
Hubo un silencio.
-Disculpad -terminó el sacerdote del corazón de oro-, creo que necesitaba exponer las dudas que tenía enterradas en mi corazón y que no había expresado en voz alta, hasta hoy.
-Lo que has expuesto-respondió Xavier-, no es ni más ni menos lo que muchos cristianos, profundamente practicantes de la doctrina del Amor de nuestro Señor Jesucristo, nos preguntamos muy a menudo. Y únicamente tomamos la determinación de continuar en nuestra callada labor de amar y de servir a los demás como Él nos amó. A mí, todavía se me ocurren más preguntas como por ejemplo:
¿Qué razones ocultas hubo en aquellos días lejanos para interferir en el destino de una parte de la humanidad y manipular a una bella mujer con el fin de diera a luz un niño tan especial? ¿Habría que admitir que hay una dimensión paralela a la nuestra, una dimensión espacio-temporal en la que es posible interactuar con la actual e incluso llegar a interferir en el decurso «normal» de los acontecimientos?
-Cada día estoy más perplejo -intervino Charles- con lo que vais diciendo. Creo que voy a comprarme un par de libros para investigar de forma seria y profunda sobre esa personalidad tan importante, ese Maestro que llamáis Jesucristo y que sería el presunto cadáver que envolvió aquella Sábana Santa. No sería ético participar de vuestras disquisiciones si no pudiera aportar algo más que mi curiosidad. El estudio científico de la Sábana Santa, el sudario de Jesús, ha influido mucho en mi forma de pensar, bastante reacio a las especulaciones teológicas o filosóficas, y debo añadir que ha constituido un obstáculo en mi forma de pensar tan cartesiana y pragmática. He tenido la suerte de investigarla de cerca y en verdad os digo que me impresionó. Creo firmemente que es una prueba irrefutable de su vida y sufrimiento, pero me reservo mis conclusiones para otro momento.
Capítulo 18
Un niño muy especial
Para Charles, aquellos días de invierno fueron especialmente bellos. Hacía ya mucho tiempo que se había “acostumbrado” a la dura soledad. Su esposa había fallecido hacía varios años y una vez que ella había desaparecido de este mundo, decidió marcharse de Boston. Atrás quedaban largos años de duro trabajo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, interrumpido durante un tiempo por su estancia en el SLAC, el acelerador lineal de Stanford. No deseó ubicarse tampoco en San Francisco, y su decisión de vivir en Castelldefels, rompiendo con toda su vida anterior, vino favorecida por la invitación de un conocido suyo, el catedrático Vicente Serrat de la Escuela Politécnica Superior.
Esperaba con ansiedad el momento de la semana en el que tomaba el tren de cercanías para encontrarse con sus nuevos amigos.
Desde su punto de vista, Xavier buscaba comunicar sus hallazgos en el estudio de Jesucristo. Sinceramente, creía que guardaba un secreto, que a lo mejor un día les revelaría a ellos. El padre Francisco necesitaba imperiosamente nuevas avenidas de luz y comprensión. Estaba claro que su semblante reflejaba amor. Su corazón debía de ser muy grande, pero daba la impresión de que le faltaba algo así como la comprensión del universo y de la creación. En eso, se parecían. Es por ello que cuando Xavier leyó aquella referencia al antiguo libro del Bhagavad Ghita, sus ojos miraron a lo lejos y expresaron su infinito anhelo de sabiduría, de conocer la verdad que le haría libre…
Respecto a él mismo, tenía la sensación de que había perdido muchos años en el estudio de las partículas elementales. Estaba cansado de átomos, electrones, núcleos, protones, neutrones, neutrinos, gluones, quarks, bosones, leptones, mesones, teoría de las supercuerdas, big bang, big crunch, etc.
También recordaba un extraño experimento en el que creyeron demostrar que las partículas podían viajar más rápidas que la luz. Un buen día estaban esperando la señal de partida de unas partículas en el acelerador, y nunca llegaron a su destino. Comprobaron el log de los eventos, y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que las partículas habían llegado en el mismo instante de salir.
Pero, a pesar de haber estudiado y experimentado, su alma se encontraba vacía. Su situación era similar a la de un estudiante que imprime los datos en su memoria sin asimilar y si bien es capaz de pasar el examen, sin embargo, nota que le falta algo: la sensación de plenitud que solamente es otorgada por la adquisición de sabiduría.
En última instancia sabiduría se podría definir como la dualidad conocimiento-amor, dicho de otra forma, comprensión. Y estas últimas palabras se podrían trasladar también a Francisco. En realidad, el sacerdote lo que necesitaba –pensaba él- era extender su alma sobre la creación, y sentirla como si fuese él mismo. Inconscientemente comprendía que el amor tampoco había sido suficiente para llenar su vida. Su sed era el profundo anhelo de sabiduría y comprensión que hacían que un ser humano se sintiese realizado y colmado en lo más íntimo de su ser. La fe no le bastaba. Lo que de verdad necesitaban el científico y el sacerdote del corazón de oro era aprehender la realidad. Tomarla en sus manos y comprobar cómo los ríos de amor y de luz unían cada acontecimiento de la vida, aparentemente sin sentido, de los humanos. En definitiva, ansiaban sentir la íntima y mística unión entre el creador y su creación.
¿De qué le servía a un físico, como alma, estudiar las partículas si no las sentía? El placer del conocimiento era inmenso, pero a la larga faltaba el contacto de corazón a corazón que transmite la esencia de la vida.
¿De qué le servía a un sacerdote amar de corazón a corazón, si no conocía la existencia del corazón universal, si no había podido contactar con el corazón del sol, si estaba limitado a las tradiciones que alguien similar a él había tejido?
Ambos se necesitaban. El calor del amor necesitaba el campo del conocimiento para expandirse en él.
Cuando Xavier comenzó a hablar de cosas sencillas y familiares, Charles experimentó una profunda paz. La paz del que escucha y observa sin juzgar las vidas de los demás. Se sintió por unos segundos como el espectador que disfruta de una obra de teatro a la vez que se identifica con los actores. Y de esta forma percibió que su corazón reverberaba con las palabras de sus amigos. No exigió nada más, sino que bebió de cada frase, cada palabra y cada expresión del rostro de sus contertulios.
-Nací en el seno de una familia de clase media -comenzó Xavier-. Ya de pequeño daba muestras de originalidad en muchos aspectos. A los cuatro años sabía leer y escribir. También las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir) y ayudaba a mi madre cuidando de los párvulos del colegio en el que ella ejercía de maestra. Mis ansias de investigación me habían llevado a situaciones con las cuales mi padre no estaba de acuerdo.
A Charles se le escapó la pregunta de sus labios: ¿A los cuatro años ya sabías las cuatro reglas y también leer y escribir?
Si, es cierto, contestó Xavier. Recuerdo incluso que hicimos un concurso mi hermano, 18 meses mayor que yo. El premio era ir al cine. Vi “Bambi” y “Las cuatro plumas”… Sé que disfruté de Bambi; pero de las cuatro plumas, no tengo ningún recuerdo.
Recuerdo que teníamos una gallina que ponía huevos de dos yemas. Un día, viendo que estaba a punto de poner un huevo, ayudé al animal y estiré del huevo, ocasionando su reventón… por lo que mi padre me castigó severamente. Él era, entre otras cosas, guardia urbano y juez. En la post-guerra “civil” española era muy común tener varios trabajos, y más cuando se tenían cuatro hijos. Su extrema seriedad conseguía que en mi casa hubiera paz y silencio. Nadie se atrevía a hablar durante las comidas.
Una noche, por San Juan, tomé una sábana y me embadurné con fósforo del que se usaba para rascar en las paredes. Me escondí en la habitación, llamé a mi hermano y cuando pulsó el interruptor de la luz, le tomé la mano y con un alarido me hice visible. Seguramente que yo le parecí un fantasma. Él profirió un grito que llamó la atención de mi padre. Inmediatamente me propinó un nuevo castigo corporal con su cinturón. Yo era incorregible.
Mi inventiva me llevaba a edificar fábricas de todo tipo con las escasas piezas de construcción que tenía. Hacía poleas de transmisión con interminables derivaciones e incluso inventé algunas cosas, útiles para solucionar problemas que veía en mi casa o en el colegio.
Me gustaba investigar en los sótanos de la Sagrada Familia. Vivíamos a unos cien metros de la obra. Allí se veían luces de todo tipo y eso despertaba mi curiosidad hasta que el párroco me dijo que no volviera más por allí, que había una entrada al infierno.
-¡Que cara más dura la del sacerdote! -exclamó Francisco.
-Ya lo creo –añadió Charles-. Utilizó la idea del infierno para alejarte del lugar.
-¿Por qué os cuento eso?-siguió Xavier- Es una forma de expresaros que yo veía las auras. Algunas noches venían personas a mi casa, debido al trabajo de mi padre, que tenían un aura muy oscura y yo tenía miedo hasta el punto de llorar secretamente debajo de las sábanas y de la almohada.
-¡Pobre Xavier! –exclamó Francisco.
-Esa capacidad se disipó con los años, pero volvió a los treinta y seis, cuando estuve estudiando unos cursos de esoterismo en la Escuela Arcana de Ginebra. (Hay delegaciones en Londres, New York y Buenos Aires) Se impartían cursos de meditación, medicina alternativa, cosmología, angelología… Nos instruían acerca de la existencia de las almas que ya trascendieron la etapa humana y ahora son maestros que guían a los aspirantes más sensibles y así pueden ayudar a la humanidad a trascender las creencias, las supersticiones, etc.
-¿Estás sugiriendo –preguntó Francisco- que existen Maestros que guían nuestros pasos?
-Sí, así es. Si bien estos Maestros están por encima del plano mental, es decir que están en el plano donde normalmente trabaja nuestra mente superior o abstracta teniendo al alma como vehículo intermediario entre la mente y el cerebro. Otro día podemos hablar sobre este tema, si os apetece; pero diré como ejemplo que Buda y Cristo o Jesús ya pasaron la etapa humana y ahora nos ayudan o inspiran desde sus elevados lugares o estados de conciencia.
-Veo que mencionas a Jesús y a Cristo como seres diferentes…
-Sí -dijo Xavier-, pero iremos tratando este tema pausadamente, ya que es algo abstruso.
-A mí, me encanta escucharos -añadió sonriendo Charles.
-Perdona la interrupción -se disculpó el sacerdote.
-No tiene importancia.
-Desearía saber –añadió Charles- si todo eso que nos explicas tiene que ver con el tema central de la conversación, es decir sobre el nacimiento y de la vida de Jesucristo.
-Efectivamente, tiene mucho que ver, pues fue durante esa etapa de disciplina en la que tuve una serie de experiencias y de entrenamientos que me sirvieron para penetrar más allá de las barreras del tiempo y del espacio. Durante tres años seguidos, cada noche a las cuatro de la madrugada me despertaba cerebralmente y empezaba a deambular de forma consciente por los planos del subconsciente y supraconsciente.
-¿Quieres decir que hay distintos planos o dimensiones de nuestra conciencia que pueden ser divididos y reconocidos?-preguntó Francisco.
-Efectivamente. Por el contenido, luminosidad y calidad de los contactos puedes inferir el lugar o plano de conciencia en el que te hallas. Durante esos tres años, asistí a clases especiales en las que se entrenaba a discípulos a prestar atención a muchos aspectos de la vida tales como sanación a distancia, telepatía, criptografía, descifrado de los sueños y de los símbolos, de los ritmos en las oraciones y acontecimientos, discriminación del sonido y de las notas de cosas, personas o incluso de los Maestros.
-Todo esto parece muy interesante -dijo Charles con enorme cariño-. ¿Has podido aplicar alguno de estos conocimientos a la vida real, a algún tema en concreto?
-Sí, así es.
-Tengo que tomar el tren -interrumpió la conversación, con pena, el padre Francisco.
-¡Cómo se ha pasado el tiempo! –exclamó Charles.
-Entonces, el próximo día continuamos.
-Sí, por favor -rogó el sacerdote.
-Ya estoy impaciente -dijo sonriente Charles.
Xavier y Charles acompañaron al padre Francisco hasta la estación de Sants…
(Desde su inauguración, esa estación del metro subterráneo se llamó Sans, de sanos, pues había muchas fuentes de agua buena; pero con el politiqueo y el poder eclesiástico, hace unos años, y sin que nadie se diera cuenta, cambiaron los indicadores y pasó a llamarse Sants, de santos. ¿Quién puede decir si en Sans hubo algún santo?)
-Si un día puedes, te quedas en Barcelona y daremos un paseo. Seguro que te encantará -se despidió Xavier.
-Hecho -respondió el sacerdote.
-¿Francisco? –preguntó Charles.
-¿Sí?
-Entonces… ¿Qué función ejerces en el Seminario? Pensaba que dabas clases de Teología.
-¡No! -respondió con una gran sonrisa- Ahora soy el “Padre espiritual” del último curso de bachiller, justo antes de pasar al Seminario Mayor.
Xavier le despidió con la mano.
Charles sintió un poco de tristeza. ¡Eran unas conversaciones tan bellas y profundas!
Capítulo 19
Síndrome de la parálisis del sueño
-Bueno, Xavier, el último día nos quedamos intrigados.
– Claro, es que si no, no tiene gracia.
-La verdad es -añadió con sorna el padre Francisco – que no acierto a pensar en qué terminarán estas “arengas” de Xavier. Yo creo que se piensa que es el único filósofo sobre la Tierra o que tal vez es Julio Cesar cuando hablaba a sus tropas para conquistar las Galias ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
-¿Por qué creéis que os pago el chocolate con churros de esa forma tan generosa?
-No sé –preguntó el californiano con curiosidad fingida.
-Pues resulta que cuando comienzo a hablar en casa, primero, mis hijos desaparecen de la mesa, luego se escabulle sigilosamente mi mujer, y por último, el perro abre la boca de aburrimiento y se queda dormido.
-¡Ahora sí que ya lo sabemos! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! –rieron los tres.
Durante unas décimas de segundo Francisco regresó a aquellos felices años en los que se reunían varios de sus amigos en la habitación asignada en el seminario y se hacían un café. Estaban contentos simplemente por el hecho de hacerlo. No había más truco. Luego acudían al cine del Seminario Menor, donde los alumnos de los cursos inferiores gritaban estrepitosamente cuando llegaban los “buenos”. Con el tiempo se había ido dando cuenta de que aquellos momentos de felicidad no habían sido tantos.
– A lo que vamos -dijo seriamente Xavier.
-A la orden, jefe-añadió el padre Francisco, que irradiaba felicidad.
-Hace muchos años ya, estaba leyendo un artículo de la revista National Geographic que trababa sobre el sueño, sus ciclos y enfermedades. Me enfadé mucho. Se describía el síndrome de la parálisis del sueño, y para despertar a los que se habían quedado paralizados por ese síndrome, les inyectaban algún medicamento o bien les despertaban sin miramientos, sin considerar los daños colaterales de tal proceder, como podían ser el destrozo neuronal o muscular. No recuerdo que enunciasen los efectos secundarios de semejante “tratamiento de la enfermedad”. Lo que más me enfadó fue que se calculaba en más de 17.000 muertes al año, sólo en los Estados Unidos.
-No tenía ni idea-dijo Charles.
-Armado de paciencia-continuó Xavier-, escribí un artículo respondiendo a la redacción de la revista, pero me lo devolvieron alegando que no admitían respuestas a sus artículos y que en todo caso podía dirigirme a los doce neurólogos y psiquiatras que firmaban el mencionado artículo. Supongo que los doce debían estar entre los más prestigiosos del mundo en cada especialidad médica.
Con resignación busqué las direcciones de cada uno de ellos en la Librería Americana y los distintos consulados: alemán, francés, inglés y japonés. Les dirigí la misma carta que escribí a la National Geographic, acompañada de un dibujo realizado por Josep Cumí, profesor de Bellas Artes en la Escuela Massana de Barcelona y que ya hace años que dejó su cuerpo terrenal. En la ilustración se podía observar una persona durmiendo y cómo su espíritu abandonaba el cuerpo. A los pocos días recibí respuestas de agradecimiento de muchos de los profesionales incluso me dijeron que iniciarían experimentos con la finalidad de comprobar mi tesis. Recuerdo que el doctor japonés no recibió mi carta. La dirección era errónea.
Lo que más me sorprendió fue que, al cabo de unos dos meses, recibí una invitación de una doctora canadiense (a la que yo no había escrito) invitándome a un simposio sobre el sueño en la universidad de California; pero comprendí, por los términos en que se expresaba, que no había entendido mis sugerencias y por ello no acepté esa invitación.
Un par de meses más tarde volví a recibir otra invitación de la misma doctora. Me rogaba que asistiese a un nuevo simposio en la Universidad de Londres, más cerca de mi domicilio. Tampoco asistí. Consideré que era una especie de pantomima con soñadores lúcidos y que mi trabajo ya estaba hecho, pues tenía noticias de que algunos doctores trabajaban seriamente siguiendo mis sugerencias. Seguramente ya se habrán salvado algunos miles de vidas.
-Lástima que no te lo confirmasen -dijo Charles.
-Creo que no lo habría resistido mi vanidad -sonrió Xavier-.
-Seguro –contestó cariñosamente Francisco.
-El escollo principal -siguió Xavier- es que tienen que aceptar la existencia de un espíritu que habita en el cuerpo físico. Cuando nos dormimos, este espíritu abandona el cuerpo y junto al cerebro, repasa los acontecimientos del día en cada uno de los planos, físico, emocional y mental. Esto es, precisamente, lo que genera las diferentes fases REM por las que pasamos cada noche durante el sueño.
-¿Qué relación existe entre la velocidad rápida con que se mueven los ojos (REM) y los sueños?-preguntó Charles.
-Desde mi punto de vista, los ojos también forman parte del repaso de las lecciones diarias y «visualizan» los acontecimientos de las últimas horas. Van tan rápidos porque la conciencia se ha situado en un nivel en el que el tiempo apenas tiene significado alguno.
En cada una de las fases, se visualiza cada lección del día, según la percepción de los diferentes cuerpos que forman el pijama humano o lo que se llama la personalidad.
-Lo que no entiendo es –prorrumpió Francisco- la correlación entre el sueño, la fase REM y el síndrome de parálisis del sueño.
-Después de que se han repasado las lecciones del día, la actividad cerebral, que va cambiando de intensidades o frecuencias, se sumerge en un estado de descanso de sueño sin ensueños. Nuestros cuerpos también descansan y la actividad eléctrica neuronal, muscular, sanguínea, etc. están bajo mínimos diarios. Cuando es la hora de despertar, el espíritu regresa al cuerpo y para que no interfiera nuestro cerebro o nuestra conciencia cerebral en este proceso automático, el propio mecanismo de seguridad corporal «proyecta» una película muy interesante (sugestiva para la persona concreta) y la atención se centra en ese sueño, hasta que la entrada del espíritu ha finalizado completamente. En ese preciso momento los ritmos musculares retoman su actividad normal. La parálisis se produce cuando la entrada del espíritu no se ha efectuado del todo y el control del mecanismo corporal ha sido retomado por el cerebro. Los músculos se encuentran rígidos y no se pueden mover, cada miembro uno pesa una tonelada y si empezamos a pensar, nuestro cerebro recibe una pequeña descarga eléctrica.
Para evitar eso, yo recomendaba que se inyectara algún tranquilizante para dormir al paciente nuevamente y de esa forma permitir un reingreso del espíritu en el cuerpo. Recuerdo que también les aconsejé que se impartieran esos conocimientos en las escuelas y las universidades, pues debido a que la humanidad es mucho más sensible que hace unos años, y vive penosamente estresada, los casos de parálisis corporal irán incrementándose.
A mí mismo me ocurrió en numerosas ocasiones hasta que llegué a dominar el cuerpo de tal manera que podía controlarlo, aunque mi espíritu estuviera fuera de él. La verdad es que requiere mucha disciplina y una ausencia total de miedo. El terror empeoraría mucho más nuestro estado e incluso podría provocar la muerte.
-Disculpa -interrumpió Charles-, ¿la muerte súbita tiene que ver con eso?
-Creo que es lo mismo, pero prefiero guardar silencio en este tema. Recuerdo que en una de mis salidas conscientes, quedé atrapado en el plano astral. Quizás hubo algún ruido en la casa que me asustó y entré demasiado deprisa y con un enorme sobresalto. El sueño con el que mi mente quiso regular la entrada en el cuerpo fue terrible. Alguien quería matar a mis hijos. Yo traté de interponerme entre la pistola asesina y ellos. Entonces, el criminal me apuntó directamente y quiso matarme.
Había miedo interno. También, externo. Me encontraba inmerso en un estado de puro pánico hasta que conseguí, con enorme esfuerzo, influir sobre mis cuerpos y me tranquilicé inmediatamente. Fue entonces cuando mi espíritu retomó su entrada en el cuerpo físico. Tuve la sensación de que me había convertido como en una patata… que es arrojada al aceite hirviendo.
A raíz de esa experiencia le dije a mi Maestro que no quería seguir con aquellos experimentos, y de verdad que cesaron.
Durante la noche siguiente me desperté, como de costumbre, a las cuatro de la madrugada y puesto que estaba aburrido sin hacer nada, solicité seguir experimentando. Efectivamente, continué, pero esta vez las excursiones eran diferentes, más sutiles. Permitidme que, de momento, no explique nada de la nueva etapa.
Por cierto, recuerdo también un informe dedicado por completo al cerebro en la revista Scientific American. Estaba escrito por seis eminentes neurofisiólogos y curiosamente llegaban a la frontera de lo paranormal. Sin embargo, ninguno de ellos se atrevió a dar el salto y aceptar que había algún elemento exógeno que hacía que las neuronas se portaran de forma aleatoria, aunque siguiendo unos patrones incomprensibles para ellos. Creo que es imprescindible que la ciencia dé ese salto y acepte la existencia de un espíritu o alma residente en el cuerpo, que haga más aceptable las diferentes neuropatías, sus causas y sus posibles curaciones.
-Sin duda -dijo Charles, me has impresionado. Pero me gustaría más que nos contases algo de tus desplazamientos mentales en el tiempo.
-Para mí será estupendo poderte contar más experiencias.
-Gracias-añadió Charles. A lo mejor, puedo parecer demasiado incrédulo, pero es mi naturaleza.
-No te preocupes. Estás en tu derecho. Creo que comenzamos a ser amigos, y procuraré explicarte todo de acuerdo a como pienso que eso sucede. No cabe duda de que siempre estamos sujetos a espejismos, pero son parte de cualquier investigación.
El padre Francisco permaneció en silencio. Comprendía que las conversaciones con Xavier y Charles le estaban aproximando a pasos agigantados hacia el reino de la luz.
Hacía ya muchos años que había conocido a una mujer excepcional, su madre espiritual. Ella le había anunciado que aquellas conversaciones se producirían. Entonces no le había hecho mucho caso, pero ahora, no cabía la menor duda de que su visión estaba tomando forma. Importantes dudas seguían incrustadas en los recodos de su mente. No sabía cuáles podrían estar en los primeros lugares de una lista. A través de Xavier, se ponía a su alcance una constelación de conocimientos, y le habría gustado plasmar por escrito todas y cada una de sus vacilaciones. Tendría que meditar sobre ello y hacer una lista de tales dudas, que algún Maestro había definido como el mejor de los examinadores, pues nuestras mentes se veían espoleadas a buscar respuestas, fuesen cuales fuesen y estuvieren donde estuvieren. Comprendía que debía aprender más de lo que ya sabía, pues como decía un antiguo sabio “aquellos que creen que saben todo, ya están muy cerca de su tumba”. Consecuentemente no podía permanecer en una actitud estática y de espera, que no llevaba sino a la muerte intelectual y espiritual. De esa forma alimentaba a su alma. Unas cuantas dudas siempre eran el combustible del motor interior que obligaba a avanzar a seguir hurgando en los recodos de su pasado para dar pasos más seguros en el futuro.
Capítulo 20
El despertar del Corazón.
La excursión al Pirineo con su amigo José Pérez fue una señal de lo que iba a vivir durante cinco largos y también bellos años. La iglesia románica de Ansó fue el hogar del padre Francisco. Al lado estaba la casa donde su amadísima madre pasó los últimos años de su vida terrenal.
-¿Qué te ocurre mi pequeño? – le solía decir cuando llegaba cansado de su labor apostólica.
-Nada mamá.
El sacerdote se acercaba a su madre, mucho más baja, y la abrazaba muy fuertemente. Ella se tenía que poner de puntillas y por unos instantes tocaba el cielo. ¡Qué podía haber más grande para una madre que sentir el amor de su hijo! Luego, ella preparaba, como muchos días, una tortilla francesa para cada uno, y cenaban mirando esporádicamente a la televisión, ya que había pocas cosas que captaban su atención; pero las noticias y la previsión del tiempo, nunca se lo perdían.
En verano, las abuelitas, vecinas, se sentaban en sus sillas de anea y terminaban de bordar con lindos colores algunas telas para el altar.
Cuando su madre enfermó, el párroco solía subir a su habitación todo lo que le permitía la atención al culto y le leía largos fragmentos de la Biblia, de los Evangelios y de cualquier obra literaria que tuviese a mano.
Fue durante la enfermedad de su madre, cuando Francisco experimentó un gran cambio en su interior. Aunque no poseía ninguna teoría sobre la constitución del ser humano en lo que se refería a los siete centros de energía y cuerpo etérico, no fue impedimento para que pasase de sentir a través del plexo solar, como es tan normal y natural en la gente corriente, a percibir la belleza y el sentido de la vida a través del corazón.
Sin saberlo había conseguido ser un iniciado en la “doctrina del fuego del corazón”.
Puesto que es una etapa muy importante en la vida de todo ser humano que aspire a iniciarse en el mundo espiritual, en breves palabras diremos lo que le ocurrió.
Cuando su madre enfermó, Francisco comenzó a sentirse mal del estómago. Los nervios se le apoderaban del mismo y eran un verdadero quebradero de cabeza para él. En ocasiones se enfurecía al ver postrada en la cama a quien le había dado la vida. Mas, paulatinamente fue resignándose, a la vez que extremó todos sus cuidados para con ella. Sin embargo, no fueron las atenciones físicas las que le llevaron a un nuevo estado de conciencia, sino los cuidados mentales, los pensamientos positivos y de sanación que le enviaba.
Muchos días tenía que desplazarse a Hecho para sustituir al párroco del pueblo vecino. Después, debía pasar varias horas esperando a que los feligreses se animasen a utilizar el sacramento de la confesión abriendo de par en par sus atribuladas almas.
Y ocurrió durante las largas horas que permanecía en el confesionario esperando pacientemente, cuando su mente se desplazaba e iba a visitar a su madre.
Pensaba que estaba a su lado y que le prodigaba toda clase de cuidados. Y fueron unas enigmáticas palabras las que le hicieron comprender que había ocurrido un pequeño milagro.
-Gracias mi niño -le dijo un buen día que regresaba de Hecho.
-¿Por qué, mamá?
-Porque el amor de tu gran corazón ha llegado hasta mí, he sentido ese calorcito tan especial que me has enviado.
-No tiene importancia –contestó Francisco-.
Y tal vez debería haber sido un poco más curioso, y haber preguntado más, pero se conformó con saber que sus pensamientos habían llegado hasta su madre, y que al hacerlo, su plexo solar había traspasado y también transmutado su fuerza al punto que está justo detrás del corazón. Él no sabía que se denominaba centro cardíaco. Este proceso de elevar las energías desde el plexo solar al centro cardíaco, puede insumir varias vidas de arduo esfuerzo en personas normales. Se podría también definir este proceso como el salto desde la inestabilidad de las continuas reacciones sentimentales, operadas por el plexo solar, a la paz, que se afinca en el corazón al comprender que somos una parte minúscula del Todo. Este proceso implica tres puntos en el ser humano: El plexo solar, el centro cardíaco y el centro de visión denominado tercer ojo o chakra ajna, sito entre las cejas.
Si el padre Francisco necesitó menos tiempo, era porque reflejaba los éxitos, que como alma, había conquistado en vidas anteriores.
Desde entonces, únicamente tenía que preocuparse de visualizar a su madre, respirar profundamente y enviar un río de luz y vida que brotaba de su corazón.
Cuando se despidió de ella en el cementerio apenas vertió lágrimas. Tenía la absoluta certeza de que el alma de su madre fluiría como un manantial hacia el origen de todos los manantiales, el Sagrado Corazón de Jesús.
Capítulo 21
Viajes en el tiempo
El Sol, una vez más, comenzaba a hacerse el dueño del hemisferio norte. La inclinación de la Tierra cambiaba y la luz colmaba de nuevos bríos la Naturaleza dormida. Algunos almendros regalaban la belleza de su corazón cubriéndose de múltiples florecillas. El espíritu de los humanos, especialmente de los más mayores, se hacía más luminoso, pues se abría para ellos, de nuevo, la fundada esperanza de poder vivir otro año más. Olvidándose de las noticias de la televisión y de la radio, las almas de los transeúntes, revestidas de efímeros cuerpos paseaban por las Ramblas. Era un instante en la eterna duración del tiempo sin tiempo. Y la capacidad de captar ese punto en la historia del universo, esa infinitesimal pequeñez, es lo que les permitía observar, desde la lejanía de sus mundos internos, los acontecimientos más próximos, y concederles el escaso; pero importante valor que en verdad tenían.
Deshacerse de la prisión de los problemas cotidianos y comprenderse, aunque fuese de una forma difusa, un punto de luz y conciencia en el cosmos, era el sentimiento que confusamente percibían los paseantes.
No sabían explicar por qué la vida se les alegraba durante unos escasos segundos. Quizás ellos creían que los motivos eran otros. Un hijo que venía a visitarles. Una madre o un hermano que hacía un guiso exquisito. Una victoria de su equipo favorito. Una pareja que apresuraba sus pasos para gozar a escondidas del amor… ¡Había tantos motivos abiertos para cada cual!
Todos esos acontecimientos eran simples excusas para que el corazón pudiese expresar la radiante alegría que el divino sol injertaba en la flor de sus almas.
Entre tanta efervescencia vital, que inundaba aquellas calles y plazas, los tres amigos, en sus reuniones semanales, eran simple y llanamente…felices.
-Si bien es algo subjetivo –comenzó a hablar Xavier-, pues es muy difícil que otra persona pueda ver lo que percibimos con nuestra mente, aunque no imposible, creo poder afirmar que fui capaz de viajar muchas veces en el espacio-tiempo.
-Permíteme que dude sobre el tema-contestó Charles-. Desde el punto de vista de los experimentos con partículas, si como dije, se consiguió que éstas llegasen a su destino justo al partir de su origen, dando un insignificante salto en el tiempo de menos de un nanosegundo, se me hace muy difícil pensar que, sin los enormes recursos que se requieren para poner en funcionamiento un ciclotrón, se pueda viajar en el tiempo por otros métodos.
-En mi opinión, caben dos posibilidades, pero seguro que hay algunas más.
-¿Cuáles? –preguntó Charles.
-La primera, relativamente lógica. Si considerásemos que de todos los acontecimientos que ocurrieron, hubo testigos de los mismos, y puesto que el alma es inmortal y eterna, sería suficiente con acceder a la mente que alberga esos recuerdos.
-¡Eso sería maravilloso!-exclamó Francisco.
-Como comprenderás, de momento la ciencia no está en condiciones de comprobar tal información, por lo tanto la ponemos en entredicho, o en cuarentena.
-Bien. Pero el que la ciencia no lo haya comprobado, no significa que deje de ser una posibilidad.
-¿Y la segunda?
-Pues, igual que somos capaces de observar con un telescopio partículas de luz, tal y como existían hace miles o millones de años, de la misma forma, si nos situásemos en algún lugar a dos mil años luz de la Tierra, y dispusiésemos de un telescopio o radiosonda, tal vez podríamos contemplar algunos acontecimientos de nuestro pasado. Por ejemplo, nosotros vemos el Sol con ocho minutos de retraso.
-Me imagino -contestó Charles- que sería bastante difícil que pudiésemos descifrar el pasado de esa manera: primero, porque no somos capaces de viajar a mayor velocidad que la luz; y la segunda, porque aunque estuviésemos tan alejados es muy probable que la información llegase distorsionada, incompleta y diseminada. Sería casi imposible recoger todos los quantums de información, esparcidos probablemente por millones de kilómetros cuadrados. Puestos a especular con esa posibilidad, creo que la idea de que existiese una memoria que contuviese tan importantes acontecimientos parece más factible; pero me niego siquiera a especular con eso…
-Considerando que no lo sabemos todo -intervino Francisco-, os voy a contar algo que me ocurrió cuando murió mi madre, y que apenas he comentado.
-¿Sí? –preguntó con curiosidad Charles.
-Con mi madre tuve una relación muy especial. Unos meses antes de morir, por alguna causa que desconozco científicamente, pero que para mí asume el rango de hecho comprobado…
-¿Sí? –inquirió Xavier con impaciencia.
-Pues resulta que los días en los que yo no podía estar cerca de su cama, pensaba en ella y muchas veces me decía. “¡Hijo mío… siento tu corazón tan cerca de mí!”
-Eso es relativamente normal, padre -dijo Charles.
-Ya. Durante esos meses yo creí lo mismo. Pero, justo en el momento de morir, y durante tres días más, sentí su presencia cerca de mí. Es difícil explicar qué es lo que percibía. Estaba seguro de que su alma me estaba dando fuerzas y esperanzas mostrándome que la vida existía después de la muerte.
-He oído muchas anécdotas similares -respondió Charles-. Probablemente es porque no podemos acostumbrarnos a la pérdida de un ser querido.
-Bueno –añadió Xavier-. Yo sé una cosa y la doy por cierta: después de la muerte del cuerpo físico, el alma sobrevive.
-Bien –continuó Charles. Estás en tu derecho de creer lo que desees. Mi madre se murió y ya no supe nada más de ella.
-No es una creencia-respondió Xavier-. Es una experiencia vital que me sirve de columna central en mis pensamientos respecto a la existencia del alma y que sostiene mi vida. Incluso añadiría que si no captaste algún tipo de comunicación por parte de tu madre, no fue porque no te lo dijo de alguna forma, sino porque tú no tenías el equipo mental, sentimental y etérico adecuado, tu mente es demasiado poderosa y se interpone entre los dos mundos, el sutil y el denso.
-Siento no tener la misma seguridad que vosotros.
-Ya –dijo el sacerdote encogiéndose de hombros.
-Estoy de acuerdo con el padre Francisco -añadió Xavier. Pero hay que comprender que una experiencia así es un regalo. A unos se les concede, a otros no. Los que tienen gran sensibilidad la experimentan, pero los que poseen una mente tan cerrada o demasiado poderosa, no son sensibles a esos impactos. Los que han percibido, bien una sensación dentro del corazón, bien una visión, lo saben. Y eso es todo. Por el contrario, los que no han tenido tanta suerte pueden tomar una decisión: o tienen fe en lo que sus compañeros de camino les indican, o quizás esperar a que, el día menos pensado, tengan la inmensa fortuna de una revelación así, si es que internamente lo desean y se preparan adecuadamente para ella. El desearlo, por otra parte, puede ser el impedimento principal, pues su mente estaría siempre analizando los posibles impactos y con ello, estaría impidiendo ese sutil contacto.
Charles se quedó pensativo, y luego terminó.
-¡Cuánto anhelo el día en que se me conceda esa gran bendición! Mientras tanto debo ser fiel a mí mismo y basarme en lo que para mí son experiencias probadas.
-Así es Charles -le animó Francisco-. Ser auténtico consigo mismo es esencial.
-¡Por favor Xavier! -rogó el californiano-. Cuéntanos algo de lo que tú piensas que fue un viaje en el tiempo.
Francisco tocó el hombro de Charles. Sin duda se tenían ya un enorme afecto.
-Pienso que tengo varios ejemplos en los que me pude trasladar al tiempo de las primeras dinastías de Egipto (bien sea en la dimensión espacio-temporal, o en la memoria –denominada akasha- de nuestro Logos Planetario) y pude ver cómo en la meseta de Giza se había construido un planisferio celeste.
-¡Esto se pone interesante! – dijo Francisco frotándose las manos.
-La esfinge es una pirámide perfecta –continuó Xavier su relato-, pero esotérica y “oculta a los que no tienen ojos para ver”. La lástima es que los que la construyeron copiaron mal un original de la segunda dinastía y que se encuentra en el segundo piso del Museo de El Cairo.
Aquella esfinge mide aproximadamente un metro y medio de larga; es de alabastro blanco y tiene la representación de los cuatro animales del Apocalipsis o la cruz zodiacal por la que atraviesa la humanidad común.
Las patas traseras del toro (Tauro –elemento tierra-), las delanteras del león (Leo –fuego-), el vientre alado como de águila (Escorpio sublimado –agua-) y la cara del hombre (Acuario –aire-).
La esfinge gigantesca, que podemos ver actualmente frente a la pirámide de Kefrén, es una mala copia, pero conserva una de sus peculiaridades y es la de Leo, con cara de hombre que mira hacia el este. Hay algunas personas que afirman que media cara es masculina y la otra mitad femenina.
Leo está regido por el Sol y en verdad que representa al Sol en aquel conjunto de pirámides. Para comprobarlo, podríamos utilizar un compás y trazar sobre un plano, a escala, tres círculos, tomando como centro la cabeza de la esfinge y la circunferencia sobre la cúspide de cada una de las pirámides. Veríamos que es similar a tres planetas girando en sus órbitas alrededor del sol-esfinge.
Y eso no es todo. En astrofísica se considera que tenemos, geológicamente hablando, dos planetas hermanos, similares en composición, aunque de dimensiones más pequeñas y cuyas masas y órbitas estarían perfectamente representadas en las pirámides más pequeñas, las de Kefrén y Mikerinos. De la misma forma, la masa terrestre, la distancia al Sol, a la Luna, etc. Están “reproducidas” en la pirámide de Keops.
En Oriente, las tres estrellas que forman el cinturón de Orión son conocidas como los tres reyes magos, cuya analogía y situación es similar a la de las pirámides, aunque con el tiempo han variado el ángulo. Esas tres majestades de la constelación de Orión apuntan a la constelación del Can Menor, cuya estrella más brillante es Sirio, denominada también la casa del Padre.
El Maestro Tibetano (Djwal Khul) sostiene que el Sistema Solar y otros seis sistemas planetarios giran alrededor de Sirio, el Padre de todos los sistemas solares asociados directamente a él, por lo que deduzco que las tres pirámides y la esfinge son también una representación, a escala micro cósmica, del drama que por eones está escrito en las estrellas.
-No entiendo bien esto último- dijo Francisco.
-Te diré brevemente que para los esotéricos la constitución etérica del ser humano es semejante a la de los cielos. Imagina que el cuerpo del hombre tuviese una luz radiante en su frente, otra en su coronilla y otra en su corazón, y que tú fueses una célula por ejemplo de un puntito en la barbilla Desde tu minúsculo punto de vista verías un triángulo luminoso que destacaría sobremanera en tu cielo.
-¿Quieres decir que entonces podría construir tres edificios o pirámides, en ese microscópico punto de la barbilla, que reflejasen la situación de ese triángulo luminoso?
-Creo que lo has expresado muy bien. Sólo te restaría deducir que esos tres puntos luminosos tendrían una cierta influencia en tu pequeño mundo de célula del mismo cuerpo.
-Gracias, Xavier.
-¿Por?
-Porque en tus conversaciones alejas cada vez más el horizonte de mis propias limitaciones, y porque cuanto más hablas, más inmenso y grandioso veo que es el universo.
-Gracias a ti, Francisco, por escucharme.
-Entonces…-preguntó Charles, deseando comprender todo lo que decía Xavier-. ¿Qué tiene de especial Giza y que tú hayas podido constatar?
-Tiene mucho de especial. La primera sorpresa me la llevé en el Museo Británico de Londres, y luego en el Museo Alemán de Múnich.
Para poder investigar sobre el tema de forma más fehaciente, pedí prestado un plano, a escala, de la meseta de Giza. Mi sorpresa fue mayúscula cuando la señorita encargada del archivo me preguntó cuál de todos los expedientes quería, a la vez que me mostraba una lista interminable de planos de la mencionada meseta. Había unos mil expedientes y todos eran de los Ministerios de la guerra de todos o casi todos los países del mundo. Se ve que la mayoría de gobiernos querían averiguar lo que había de cierto en una vieja leyenda, según la cual los atlantes había depositado una gran cantidad de tesoros (armas, aparatos, archivos, etc.) en tres lugares diferentes de la Tierra: en la cordillera del Himalaya, en Egipto y en el Polo Norte. Este último ha sido constantemente visitado por multitud de misiones, especialmente de los Estados Unidos de América, quienes incluso diseñaron el submarino Polaris, propulsado por energía atómica, para estudiar la masa de hielo, su espesor y profundidad, las tierras circundantes u ocultas que pudiera haber, la flora y fauna. Se dice que algunos aviones llegaron a ver zonas con clima tropical y vegetación inimaginable; pero esos datos están ocultos para el mundo. Añadiré que esto último, de existir, tendría su explicación esotérica en la entrada de energía extra-planetaria a través del Polo Norte, lo que produciría una región de exuberante vegetación y riqueza. Pero continúo. Da la impresión de que Egipto es el punto geográfico más asequible y es por ello que muchos han supuesto que en él está escondida una de las cámaras del tesoro. Todos creen que se halla debajo de la esfinge, pero lo que yo he deducido es que tendría que estar equidistante a los tres planetas, es decir a las tres pirámides. Si bien el orden, con respecto al Sol, no se corresponde con la situación actual y deberíamos remontarnos a otra época, en la que según la Biblia de los mayas “Había otro cielo y otra tierra”
-¿Querían decir que hace miles de años – preguntó Charles- hubo algún tipo de cataclismo y que se hubieran cambiado nuestras órbitas?
-Me parece una idea algo descabellada –respondió Xavier-, pues un accidente tan enorme tendría que estar reflejado en la orientación de las fallas geológicas y eso habría dejado un rastro muy evidente para los geólogos.
-¿Y tú no has podido desvelar ese tema y averiguar algo por tu cuenta? -preguntó el padre Francisco.
-Sí que lo he intentado, pero los sacerdotes cuidadores de los lugares construyeron unas formas mágicas tan poderosas que, incluso hoy en día, impiden la penetración mental, por lo menos para mí. Si tuviera alguna iniciación más elevada y conociera alguna fórmula o ritual para romper esos sellos… Tal vez podría averiguar el secreto.
-A ver si me aclaro –expuso el científico- ¿Lo que nos estás intentado decir es que gracias a tu método de viajar al pasado, conseguiste ver, o captar, que en realidad la explanada de las pirámides es como el mapa de un tesoro?
-¡Hombre!… ¡Dicho así!
-Eso es lo que he entendido.
-No es que hayan construido todo para encerrar un tesoro, sino que hicieron esa construcción para reflejar y señalar hacia las estrellas, y que a su vez, guardaron un valioso tesoro en un punto de ese mapa; pero creo que lo que pretendieron en primer lugar, era dejar constancia de su conocimiento astrofísico para aquellos que tuvieran instrumentos de medición y fuesen capaces de extrapolar las medidas de la gran pirámide a las matemáticas, a la geometría o a la astronomía. Esos conocimientos están perfectamente resueltos en las proporciones de esa pirámide… para “los que tienen ojos para ver”
-Bueno. Entonces, solo tenemos que ir allí y sacarlo -dijo en broma Francisco.
Xavier, que ya iba conociendo el espíritu alegre y jovial del sacerdote, sonrió y añadió una coletilla.
-Por supuesto, amigo Watson.
Charles se quedó pensativo. Tal vez el mundo de las partículas elementales era tan raro, extraño, mágico y singular como lo que les contaba Xavier. Los científicos decían a grosso modo. No, ahora no es una partícula. Sí, ahora sí. No, ahora es una onda. Bueno… ahora la verdad es que no sabemos dónde se encuentra. Pero nuestros cálculos matemáticos nos indican que ahí tiene que estar…
Estaba claro que él, cómo científico, también debería de tener un poco de fe en las experiencias de los demás. Pues si verdaderamente analizaba cuál era el hermoso trasfondo de una bella mujer, que tal y como proponía la ciencia, casi toda ella era espacio vacío… Eso sí que era pedir a los no científicos que tuviesen fe…
-¿Qué piensas Charles? –le preguntó cariñosamente Francisco.
-¡En la magia de la vida!
Los tres amigos se levantaron pensativos, pero ilusionados.
-Gracias Charles -dijo Xavier.
-¿Por qué?
-Por darme una oportunidad.
Charles le miró, le tomó del brazo, y le dijo.
-Espero que todavía nos aclares un poco más lo de Giza.
-Por supuesto, Charles. Para el próximo día, si os apetece, os hablaré de Tutankamon.
El padre Francisco y Charles se miraron. Y debieron pensar lo mismo.
Este Xavier… no tiene remedio.
Capítulo 22
La tentación (I)
-Padre, deseo confesarme -fueron las tres palabras que utilizó Ángela, una de las jóvenes más bellas que, a su parecer, habían acudido a la iglesia de Hecho.
-Dime, hija.
-Estoy enamorada de Juan, el hijo de Andrés el carpintero.
-Estar enamorada no es un pecado, hija mía. Más bien un regalo de Dios.
-Lo sé padre. Y más cuando él me ama con todo su corazón.
-Entonces… ¿Cuál es el problema?
-Mi padre me ha prohibido que vea a Juan.
-¿Y?
-Nada más que puedo, le desobedezco y nos vemos a escondidas.
-Cuéntame qué sientes por él.
-Yo, padre, siento que el pecho se inflama de amor, y sólo sueño con abrazarle, con tenerle cerca de mi corazón.
-¿Él te ama?
-Sí, padre. Una mujer cree saber si un hombre la ama. Él me regala pequeñas y bellas figuras de madera. Cuando nos vemos, me da la mano, nos sentamos, y escondidos en un banco del parque, me habla de su más lindo proyecto: una casa que tendrá gruesas vigas de madera, al estilo antiguo, maravillosas puertas labradas con flores, frutos y animales… hasta me escribe poesías.
-Ya veo.
-Entonces… ¿Me da su perdón?
-Por su puesto, Ángela. Es más. Iré a ver a tu padre y pienso que podré convencerle para que deje fluir el bello amor que inunda vuestros corazones.
-Gracias padre.
-¿Sabes?
-¿Sí? –preguntó Ángela.
-El amor que brota de vuestro corazón es sagrado.
-¡Cuánto me reconfortan sus palabras!
-Nadie debe interferir en algo tan hermoso.
-Es que… él es pobre.
-Sí. Conozco a Juan.
-¿Y a mí?
-Claro, Ángela. Aunque soy el párroco de Ansó, todo el mundo sabe quién es el Marqués de Sotomonte.
Capítulo 23
Tutankamon, un gran iniciado (I)
-Creo –comenzó Xavier- que cada persona tiene sus propias certezas, y puede exponerlas a los demás, aunque sabe que, como son el fruto de procesos mentales propios, no deben ser creídas a pies juntillas, ni tampoco sería bueno que así lo hiciesen.
-Estoy de acuerdo -añadió el padre Francisco-. Yo sé que lo de mi madre fue una realidad para mí, pero no puedo obligar a los demás a que piensen lo mismo que yo, si no han tenido confirmaciones suficientes.
-Es por ello que la ciencia es el resultado de las comprobaciones. Primero nace la teoría, luego se verifica y si los resultados concuerdan con la hipótesis, entonces la ciencia la da por válida.
-Me ha venido a la memoria algo que estudié en los primeros cursos de bachiller, y que lo menciono ahora de una forma digamos nebulosa.
-¿Sí?
-Que Sócrates tenía una especie de daimon, o ángel protector. Y también creo recordar que Herman Hesse mencionaba en alguno de sus libros que de niño tenía otro ángel protector y si no le hacía caso, las cosas le salían mal.
-¡Vaya, Francisco! -exclamó Charles-. Ahora resulta que tú nos vas a salir más que crédulo.
-No, Charles. Lo que ocurre es que la vida no es todo lo que la sociedad o la ciencia decretan. Tampoco es únicamente lo que algunos charlatanes intentan decir a los demás para su propio beneficio. Pero por mi parte, y mi alma así me lo señala: la vida, tras el dolor que a veces nos causa amar a los seres humanos; después de un prolongado esfuerzo y trabajo sobre nosotros mismos, concede a quien lo persigue, un hermoso don.
-¿Qué don?
-La confirmación de saber que el alma en algunas personas no está encerrada en el cuerpo, y que en muchas ocasiones puede proyectarse más allá de la limitación física. Pero dejemos a Xavier que nos hable de Tutankamon.
-De acuerdo, Francisco -dijo Charles. El tema que has dejado abierto quizás requiera varias reuniones más.
-En eso es en lo que consiste ¿no? –sonrió el padre Francisco- en que Xavier nos pague el chocolate con churros…aunque pronto tendremos que pasar a los helados de chocolate… o a la horchata valenciana, ¡que buena!
Xavier tomó la palabra y dijo que antes de abordar el tema de Tutankamon, puesto que se había tocado el tema del daimon, le gustaría dar su testimonio sobre la existencia de los ángeles.
-Tengo muchas experiencias con ellos -comenzó el esotérico-, especialmente con los ángeles de la guarda, incluso conozco sus nombres, así como con los ángeles de curación y los ángeles custodios. Cada cual cumple con un papel asignado a las diferentes necesidades de los hombres. Recuerdo que Vicente Beltrán decía que había muchos más tipos de ángeles, como los ángeles de los hogares, del trabajo o ángeles que cuidaban de las montañas o de los planetas…
Charles sonrió con fina ironía pero con cariño, aunque no interrumpió el monólogo de su amigo.
-Así como en todos los aspectos de la vida hay un orden y una jerarquía, sucede lo mismo con los ángeles. Sirva como ejemplo: la formación de las borrascas o de las tormentas tropicales. En ellas están implicados ángeles de categoría superior, o de vibración más elevada que los pequeños devas (ángeles) que conforman las gotas de agua. Si os fijáis, las galaxias en espiral tienen el mismo principio, pero se trataría de devas de mayor rango en la jerarquía de ángeles, dirigiendo una enorme cantidad de devas del plano físico sólido y colaborando en la construcción de millones de sistemas solares, de acuerdo a las directrices de grandes Logos Creadores o Logos Supra Cósmicos.
-Uf -dijo Charles-, creo que hoy te has pasado varios pueblos, como dicen en Castelldefels. Le había resultado imposible contenerse.
-Y en Zaragoza, también lo dirían –añadió Francisco con una sonrisa.
-Vale, lo reconozco –continuó Xavier-. Comprendo que afirmar categóricamente la existencia de ángeles o arcángeles que otorgan su propia vida para vitalizar y modelar las infinitas formas, incluidas las galaxias es, especialmente para Charles, llevarle a un punto donde sólo parece quedar margen para la incredulidad. Solamente deseaba ratificar la insinuación que Francisco había iniciado con los ángeles.
-Es que, Xavier-dijo riendo el científico-, a ti te dan un la ocasión de hablar y eres capaz de convencer al más incrédulo de los mortales de que los átomos están divididos en miles de partículas.
-Pues ahora que lo dices, según el Tratado sobre el Fuego Cósmico…
Los dos amigos miraron sorprendidos y a punto de echarse a reír. Xavier comprendió que no terminarían nunca y que el científico se burlaría un poco más, si decía la cantidad de partículas que contenía un átomo físico, según el esoterismo y no siguió.
-Bueno…os hablaré de lo que prometí la semana pasada.
-¡Bien! –exclamó el padre Francisco, que ardía en deseos de que le contases historias de la lejana civilización de los faraones.
-Cuando observé, admirado, las habitaciones del impresionante tesoro arqueológico, en el primer piso del Museo de El Cairo, dedicadas por completo a lo encontrado por Howard Carter en la tumba de Tutankamon, no pude por menos que conectar todas mis antenas, y enseguida comprendí que estaba leyendo un libro abierto.
Parecía extraño que la clarividencia mostrase tantos detalles de aquella gloriosa civilización. Los sacerdotes, que habían dispuesto los restos del cuerpo de aquel joven faraón, eran verdaderos iniciados y sabían plasmar las virtudes, las cualidades, las energías que había logrado dominar. Sin lugar a dudas se trataba de alguien muy especial. Para mí, perfectamente, podría ser una antigua encarnación del propio Cristo o de una Entidad de similar categoría. Y así lo quisieron remarcar los sacerdotes y los embalsamadores. Ése divino Ser, que había sufrido un atentado y había muerto a consecuencia de las heridas sufridas, estaba adornado con una serie de símbolos que indicaban su elevado grado iniciático, equivalente a la sexta iniciación, la misma que Cristo demostró ante la cristiandad con Su Ascensión a los cielos.
Francisco y Charles se le quedaron mirando con los ojos como platos. Enseguida habrían preguntado “¿Como dices esa barbaridad?”, pero callaron y pensaron que más tarde Xavier daría alguna explicación sobre una afirmación que les había dejado mucho más que impresionados.
En una de sus manos había un látigo con la representación pictórica de los 7 cuerpos y las 12 energías del Zodiaco; en la otra un cetro de poder aludiendo claramente a la columna vertebral y la cabeza. El símbolo tenía las 33 vértebras, -representadas por cuentas de oro y lapislázuli- o grados que tanto rentabilizan los hermanos masones en sus logias, mandiles y símbolos.
Y, por si alguna de esas reliquias fuera extraviada, los sacerdotes reflejaron la misma idea en varios de los elementos de la momia y su ataúd: 3 antropomórficos y 4 en forma de habitáculo, con las paredes de oro macizo, totalmente grabados con alegorías al despertar y a la evolución de la serpiente kundalini.
-Se hace extraño que menciones el símbolo de la serpiente -exclamó sin querer interrumpir Francisco-. Siempre ha sido considerada por la Santa Madre Iglesia como la gran tentadora y cómo símbolo del maligno.
Pues -continuó Xavier- es la misma alegoría usada por Moisés cuando izó la serpiente en el desierto. También es utilizada casi siempre acompañando a las figuras de Adán y Eva, así como en los diferentes grados de evolución del reino humano. Esa figura la encontramos en todas las tradiciones del globo, tanto en Oriente como en Occidente. Quizás la más famosa sea la serpiente ondulante, que en la pirámide de Chichén Itzá en México, es dibujada por la luz del sol en los escalones, en los momentos de los solsticios.
Cuando los peldaños de piedra son iluminados por la luz del sol, producen un movimiento serpenteante sorprendente tanto por su belleza como por su dificultad de ejecución y que plasman el grado de avance científico y arquitectónico logrado por ellos, hace ya unos cuantos siglos.
-¿Qué es kundalini? –preguntó Charles.
-Desde el punto de vista esotérico, y deseo aclarar que esotérico no significa necesariamente que no se desee que se sepa, sino que yace oculto a la vista o a la comprensión de las personas que están sumergidos en la vida cotidiana, se dice que el alma desciende al cuerpo físico en dos puntos principales: el cerebro y el corazón; pero después, ese rayo de conciencia y vida se establece en siete centros principales, y uno de ellos es la base de la columna vertebral, el coxis, donde reside el aspecto voluntad. Podría decirse que es solamente un polo; el otro reside en lo alto de la cabeza o coronilla. Ambos polos, en algún momento de la evolución del iniciado, deben unirse con la energía eléctrica que se conoce como kundalini. Se dice que es similar a una serpiente enroscada y que cuando despierta se yergue en forma de espiral rodeando la columna. Cuando tal acontecimiento ocurre, inunda al iniciado, que está preparado, una tremenda avenida de energía vital. El símbolo más conocido en Occidente es el caduceo de Mercurio. En éste se observa cómo una serpiente asciende por la copa (la cabeza) de la vida cuyo eje es la columna vertebral.
-Pero-dijo Charles-, tal vez eso es lo que vulgarmente se denomina una “leyenda urbana”.
-No, Charles, no es un mito. El propio Jesucristo aludió a este tema al decir: “en verdad os digo que vosotros sois el templo de Dios” y en otro lugar afirma que “ese templo tiene siete puertas”. El que la ciencia lo considere como tal, es su problema, pero, amigo Charles, esto es algo básico y fundamental. Te diré más. Muchos yoguis y místicos han intentado despertar esa energía como si fuese la panacea o la piedra filosofal para sus vidas, pero no han comprendido verdaderamente que la esencia de kundalini es lo que se denomina “fuego de la materia”, según se afirma sabiamente en El Tratado sobre Fuego Cósmico (otro libro de la autora de Belén al Calvario, Alice A. Bailey).
-¿Y qué ocurre?-preguntó Francisco.
-Si con la fuerza de la voluntad y la mente se intentase despertar la energía de kundalini, mediante visualización y respiración o por un accidente, ésta ascendería con un ímpetu tan enorme que quemaría los tejidos cercanos a la columna vertebral y también los del cerebro. Abriría además un agujero en la red etérica del ser humano y generaría graves destrozos en los cuerpos y por ende la locura.
-¡Por Dios, Xavier! –nos asustas.
-No… No es peligroso cuando se ha desarrollado el aspecto corazón, pero de todas las formas se prohíbe a los estudiantes de esoterismo que traten de activarla, no sólo a esa energía, sino a cualquiera de las energías o chakras que éstos catalizan, ya que al no ser clarividentes, podríamos estar interfiriendo en el decurso normal y saludable para el cuerpo. Si intentáramos activarlas, quizás estaríamos inhibiendo otras corrientes o bien al contrario y estaríamos activando en demasía ese centro. Pienso que esa es la causa oculta de las cremaciones instantáneas. Por suerte es un fenómeno muy raro; pero hay algunas evidencias que relatan, que han sucedido recientemente en varias partes del mundo. Quizás el más sonado sea el de un hombre que estaba tumbado en la cama, en un hotel de los Estados Unidos de América. Resultó quemado y las sábanas de la cama sólo estaban ligeramente chamuscadas. Sus cenizas pesaban 250 gramos. Ha habido cremaciones en las que el cuerpo no se quemó por completo y quedaron un brazo o una pierna incólumes.
-Bueno…sigue con Tutankamon -rogó Charles-que en ocasiones pensaba que a su cerebro le pasaría lo mismo que al hombre del hotel. Sin duda el cerebro de Charles era privilegiado, pero sus razonamientos, a lo largo de su vida de científico, habían sido de otra naturaleza y escuchar la lógica de Xavier, le ocasionaba en ocasiones alguna fricción que otra.
-La máscara de oro macizo, que cubría su momia, tenía también esas representaciones además de otras, todavía más esotéricas, que tienen que ver con la iniciación que manifestó aquel divino Ser. Parece que los antiguos faraones tuvieron el mismo rango, a juzgar por los atributos simbólicos que nos muestran en sus vestiduras… a no ser que constituyera una utopía idealizada por aquellos sabios sacerdotes egipcios.
-En la frente de Tutankamon se hallan una cobra y un buitre. Alegoría que nos indica la situación de su kundalini corporal. Su parte delantera asciende hasta la frente y se convierte en un buitre que se alimenta del pequeño yo y la cobra es kundalini que asciende por las 33 vértebras de la columna vertebral, desde el coxis hasta la cima de la cabeza, cuyo lugar exacto, es la parte etérica de la glándula pineal. Lugar conocido como el Gólgota o monte de la calavera, en donde la tradición sitúa la ignominiosa crucifixión de Jesús a los 33 años. En la vértebra número 30 se recibe la tercera iniciación, generalmente cuando no estamos en encarnación física y el cerebro no es consciente de ello. Esta iniciación la ostentaban los sacerdotes egipcios, pues su bastón o cayado así lo indicaba. El mencionado báculo tenía un pequeño hueco en su base o coxis y terminaba imitando la forma de la glándula carótida.
-¿Esa tercera iniciación -preguntó el padre Francisco- es la misma que indicaba el párrafo que leímos del libro “De Belén al Calvario”?
-Así es -contestó Xavier- La tercera iniciación es considerada por la Jerarquía oculta del Planeta como la primera iniciación a los misterios de las estrellas, por así decirlo.
-¡Cuánto me gusta escuchar conocimientos tan extraños para mí! –exclamó Francisco.
-Los atlantes -continuó Xavier- poseían el don natural de la clarividencia, pero también tenían un inconveniente (al menos visto desde el punto de vista de nuestra situación actual): no sabían diferenciar la realidad física de la astral. Para ellos esos dos mundos eran uno solo. En Tutankamon, esa energía seguía hasta más arriba, aunque estuve dudando unos cuantos años al respecto, pues no había nada en su atuendo que denotara el paso de esa energía por el cuarto estado iniciático. Las posiciones de la cobra y del buitre, fusionados en el centro de su frente, tienen que ver con la quinta iniciación. Ya os explicaré las iniciaciones que demostró Cristo ante sus apóstoles y nos dejó el testimonio para cuando recorramos un camino similar al suyo… y “tengamos ojos para ver”.
La energía que vitaliza el cuerpo humano tiene un intrincado y complejo cableado etérico. Allá donde se juntan varios de esos cables, se forma un centro de energía mayor que tiene forma de rueda girando a enorme velocidad y se encarga de vitalizar una de las glándulas del sistema endocrino humano.
Algo que es iluminador en este complejo estudio sobre la vida y pasión de Jesucristo. Esa energía serpentina que llamamos kundalini, tiene dos polaridades, una positiva o buena y otra negativa o mala y ambas pueden llegar hasta la cabeza. Se fusiona allí y forma una balanza, con el punto neutro de tensión entre ambas fuerzas, simbolizadas como el ladrón bueno y el ladrón malo, estando Jesús en el centro. El caduceo de Mercurio tiene como base el conocimiento de ese símbolo.
En la figura de Tutankamon, se observa cómo la serpiente desciende por la cabeza hasta el entrecejo y el buitre asciende hasta allí, fusionándose ambas fuerzas y dando a esa entidad la fuerza de la clarividencia y de otros poderes superiores, al haber quedado vitalizado el centro conocido como tercer ojo, contraparte etérica de la glándula pituitaria.
-¡Esto parece que va en serio! -exclamó el padre Francisco.
-Desde luego, Xavier, no te andas con rodeos -dijo Charles-. Nunca antes había escuchado una conversación igual. Extraterrestres, atlantes, pirámides, faraones, Moisés y ya para rematar, la suposición de que Tutankamon era posiblemente una encarnación anterior de Cristo.
-Esto último es algo mío, pero si no era Él, pudo ser otro de la misma jerarquía o grado iniciático. Tal vez lo más importante del tema es que los seres humanos tienen por delante muchas vidas e iniciaciones hacia la vida espiritual que se van consiguiendo a lo largo de las reencarnaciones.
-¿Pero seriamente crees en la reencarnación? -preguntó Charles.
-Evidentemente que sí. Es una ley implícita en la naturaleza, en la evolución. Todo sigue una ley de ciclos con el propósito de evolucionar en conciencia, la evolución de las especies o la adaptación al medio ambiente, es una constante universal. De no ser así, el mundo ya se habría colapsado en el caos y la entropía absoluta.
Jesucristo también habla de la reencarnación según San Mateo cuando le preguntan “¿Por qué es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesucristo les dijo: A la verdad Elías viene primero y restaurará todas las cosas. Más os digo que Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.
Yo mismo podría dar testimonio de mis tres últimas encarnaciones, pero por ahora no lo considero necesario. Creo que ya ha quedado demostrado este tema, aunque puedo ampliarlo si lo consideráis oportuno en otra reunión.
El investigador Dr. Ian Stevenson ha reunido suficientes testimonios de reencarnaciones a lo largo de los últimos años. También Brian Weiss, psiquiatra, en su libro “Muchas vidas. Muchos maestros”, llega a esa conclusión de la realidad de la reencarnación.
Hay algunos casos que fueron muy aireados por la prensa hace ya unos cuantos años. Uno, que recuerdo en estos momentos, se refería a un niño de Toledo. Insistentemente rogaba a sus padres que le llevaran de viaje a Sevilla. Él recordaba que había vivido allí su vida pasada, que era hijo de unos panaderos y que se lo demostraría cuando le llevaran. Tanto insistió el muchacho que cuando cumplió los siete años hicieron un viaje a Sevilla. Al salir de la estación empezaron a callejear y el niño les condujo directamente a esa panadería y les indicó quiénes habían sido sus padres anteriores. Incluso cuando un cliente entró, comentó: “este señor se llama Pedro y me debe veinticinco pesetas” Los panaderos corroboraron todo lo que el niño mencionó. Los panaderos se quedaron pasmados, pues no conocían al niño, y narraron su particular tragedia. Habían perdido un niño de doce años en un a un accidente de tráfico. Sin duda se llevaron una enorme alegría al constatar que la vida sigue después de la vida.
Con un título similar, el Dr. Raymond Moody editó un libro en el que relataba sus experiencias en los diferentes hospitales en los que trabajó. Se dedicó durante muchos años al cuidado de enfermos terminales, llegando a recopilar más de mil casos sobre el tema. Los pacientes que volvían a la vida, después de haber estado clínicamente muertos, contaban experiencias de encuentros con seres luminosos que les ofrecían la oportunidad de regresar a este plano físico o bien proseguir hacia el plano espiritual, esas experiencias no estaban sujetas a las creencias religiosas de los pacientes. En resumen, no parece ninguna falacia la afirmación de que hay un algo, llámese alma o espíritu, que perdura después de la muerte del cuerpo físico.
-Parece que estamos obsesionados en negar las evidencias –añadió Francisco.
-Como os decía -continuó Xavier que no deseaba perder el hilo de su discurso-, evidentemente no hay dos caminos iguales, pero Cristo se encargó de decir que Él era el camino para llegar a la casa del Padre, a la fusión del YO (alma) con el YO superior o mónada o Padre en el cielo.
Y ahora voy a decir algo que le gustará especialmente a Francisco, pues al fin y al cabo, en mi opinión enlaza todo esto que estamos hablando con el verdadero significado de la vida de Jesucristo.
Las etapas del ser humano hacia el “Reino de los Cielos” por las que todos tenemos que pasar, están simbolizadas por siete principales acontecimientos o iniciaciones. Podría añadirse que en total son nueve, pero las dos últimas se encuentran tan lejos de nuestro actual estado de conciencia que no las tendremos en cuenta.
1.- El segundo nacimiento, el nacimiento en la cueva del corazón.
2.- El Bautismo o la purificación de las aguas emocionales.
3.- La transfiguración o la iluminación de la mente para emitir las palabras correctas, la discriminación, el mensaje de amor del Cristo.
4.- La renunciación al Ego, al YO o la crucifixión.
5.- El entierro en el sepulcro nuevo y blanqueado por fuera.
6.- La resurrección… (Si aceptamos que murió en la cruz.)
7.- La ascensión al cielo.
Hay además otras iniciaciones menores como el paso del árido desierto en la que se enfrenta ante las tentaciones o pruebas de la carne o del cuerpo físico, del cuerpo emocional y finalmente, quizás la más sutil, la del mesianismo o idealismo mental… en la que el tentador –morador en el umbral- ofrecía a cambio de su adoración todos los reinos del mundo. También la entrada en Jerusalén, la “ciudad de las dos reconciliaciones” –se puede entender como los dos hemisferios cerebrales, cada cual con su peculiar función, cómo la entrada de la energía divina en la cavidad de la cabeza, montando un burrito blanco (contraparte etérica de la glándula carótida, conocida en esoterismo por el alta mayor. Es el punto de la tonsura sacerdotal) aún no montado por ningún ser humano en aquellos tiempos.
Cristo era, ni más ni menos, el primer ser de la oleada humana en haberlo logrado – por ello Dios o el Logos Planetario se regocijaba en él. Fijaos que también se intentaba expresar lo mismo con la frase “la tumba blanqueada por fuera y que no había sido usada aún por nadie”.
-La verdad, Xavier, -dijo con los ojos resplandecientes Francisco- que no puedo saber si lo que dices es verdad. Pero hay algo que hace vibrar a mi corazón. Es como si intuyese que algunos misterios pueden tener una explicación. Por parte de los teólogos se intentan explicar las Sagradas Escrituras de una forma, pero claro, -se detuvo unos segundos -… quizás no tenemos todas las claves para resolver los misterios… Quizás, como dices, se hallan dispersas por varias partes del mundo, las que ni siquiera se conocían en la época en que se escribió el Nuevo Testamento o los Evangelios… Pues razonablemente me pregunto: ¿Sabían aquellos santos padres que escribieron con buena fe, así como los más insignes sabios que han interpretado los acontecimientos, algo sobre la Tierra, además de que era plana e “ignota”, o sobre los billones de estrellas? ¿Sabían verdaderamente algo acerca del Polo Norte, o la cordillera del Himalaya? Y aunque algunos lo supiesen… ¿lo podrían haber esparcido a los cuatro vientos sin miedo a ser quemados?
Charles y Xavier le miraron. Y debieron pensar lo mismo. El gran corazón de Francisco, el sacerdote y padre espiritual que en todo momento se había sacrificado por Cristo y su Iglesia, había rasgado una pequeña brecha en el velo que oculta la sabiduría y su mundo empezaba a recibir una luz diferente. Un resplandor dentro del cual Cristo crecía en tamaño. Pues había una cosa clara: Cristo no era únicamente el representante de una sola religión, sino que estaba relacionado con toda la humanidad. Sus logros eran los de la raza humana.
-Tutankamon -continuó exponiendo Xavier, poseído por una fuerza mayor que él, cómo si la sabiduría ancestral y los conocimientos más universales encarnasen en ese preciso momento en su mente y su lenguaje- también demostró tener la sexta iniciación, su barba tiene 33 nudos… más claro y contundente no pudieron hacerlo aquellos sacerdotes iniciados.
La figura de Tutankamon estaba adornada con varios collares, unos de color rojo simbolizando la energía del poder, otros collares de color azul, demostrando la energía del amor y otros de color verde simbolizando la inteligencia. Sin lugar a dudas dejaron constancia de que aquel ser tan especial encarnaba el dominio de aquellas energías tan poderosas en su persona.
Las radiografías hechas a su cuerpo momificado han demostrado que era un hombre joven, de unos veinte años y fuerte, pero murió a causa de un accidente o de un atentado.
-Me pregunto-dijo el padre Francisco- si tal vez se sacrificó, pues siendo un iniciado tan alto, parece un poco extraño que sufriese un atentado sin descubrirlo o que sus ángeles guardianes no le advirtieran del peligro y lo evitaran.
Xavier se quedó sorprendido por la idea… asintió con la cabeza y prosiguió…
Los investigadores egiptólogos han usado las técnicas más actuales para averiguar todo lo posible de su vida, si bien no han podido penetrar en los secretos de la descripción simbólica de su tumba. Para ello es necesario “tener ojos para ver” lo oculto, lo que velan las apariencias… los símbolos. ¿Qué más se puede decir de ese ser tan especial?
-¿Qué es lo que despejó tu duda al respecto de esa posible cuarta iniciación? –preguntó Charles.
Una noche me acordé del tema y quise penetrar mentalmente en su sepulcro y vi que tenía en la cabeza un sombrerete formado por perlas, en forma de cuatro serpientes enlazadas. Para mí fue un descubrimiento maravilloso, pues finalmente ratificaba mi tesis al descifrar la gran figura de esa divinidad, posiblemente mal comprendida y peor inscrita en la historia de la egiptología.
-Cuando hablaste de las pirámides -preguntó Charles- y de la esfinge, no acabaste de descifrar el lugar ese tan especial en el que podrían hallarse los archivos o huellas de nuestros antepasados atlantes. ¿Pudiste penetrar en ese misterio?
-Ya decía yo que se hizo para “cuando tuviéramos ojos para ver y comprender el simbolismo”. Creo que insinué demasiado al mezclar la esfinge como elemento inseparable del conjunto.
Tal y como os comenté, en la constelación de Orión encontramos al cinturón de tres estrellas, llamadas en oriente los tres reyes magos, señalando el camino hacia la casa del Padre, o la estrella de la constelación del Can Menor: Sirio.
La esfinge marca la orientación que hay que seguir para encontrarla, pero como dicen en el Zen, “el maestro indica una dirección con el dedo y el estúpido mira el dedo”… creo que habríamos de dejar de mirar al dedo y aceptar las indicaciones que nos dejaron.
La esfinge puede equipararse a las posiciones de las nebulosas difusas M42 y M43, indicando la dirección que hay que seguir, con relación a las tres pirámides y la esfinge como un todo, señalando la situación de Sirio.
Como sea que esa posición se ha desplazado, es cuestión de averiguar y calcular ese desplazamiento en fracciones de mil años y buscar en los lugares resultantes.
Hay otras indicaciones que habría que tener en cuenta. En la gran pirámide, atribuida a Keops, la más antigua y perfecta de las tres que se encuentran en Giza, la cámara del rey o el habitáculo en el que encontraron el sarcófago profanado y roto, se encuentra a un tercio de la altura y en esa misma proporción encontramos en la esfinge el corazón del hombre liberado, el hombre iniciado, el hombre-dios que mira la salida del astro rey… una relación harto misteriosa.
-¡Creo que por hoy basta! –terminó Xavier después de un breve silencio.
-Sí, creo que es más que suficiente -dijo Francisco.
Los tres amigos dejaron el café Moka y caminaron pausadamente Ramblas abajo. Xavier les mostró los quioscos de los pájaros y de las flores, así como las estatuas vivientes que daban vida y colorido a aquel paseo tan típico de Barcelona.
Según bajaban, a la derecha, estaba el Mercado de la Boquería. Los puestos de frutas fueron los primeros en impactar sus pupilas, abiertas por la sorpresa que les había deparado el hecho de contemplar una variedad tan grande de frutas, formas multicolores, expuestas tan atractivamente que invitaban a los paseantes a comprarlas, si bien los precios no eran los más baratos del mercado.
Tuvieron el placer de contemplar el Gran Teatro del Liceo, recuperado de las cenizas del último incendio que sufrió el 31 de enero de 1994, tras una historia larga en éxitos, atentados, demoliciones, etc.
Pasaron cerca del Hotel Oriente, antaño uno de los mejores hoteles de Barcelona. Enfrente estaba el Frontón Colón, lugar de reunión de algunos partidos políticos de izquierda y centro de apuestas. Llegaron al Museo de Cera prometiéndose visitarlo en otra ocasión, y prosiguieron inmersos con una reconfortante sensación de paz y beatitud hasta llegar al monumento dedicado a Cristóbal Colón, señalando con su brazo y su dedo índice a América; aunque se ha demostrado que la ruta señalada no era exacta, y, un poco más abajo arribaron al borde del mar; a una parte del puerto en la que estaban ancladas las barcazas conocidas como golondrinas.
-Para el verano, si os apetece, podríamos reunirnos en una de las barcas –sugirió, poniendo cara de niño, el padre Francisco.
Sus amigos sonrieron ante el tono de voz, tan inocente del sacerdote del corazón de oro.
Capítulo 24
La tentación (II)
El padre Francisco disfrutó de su paseo diario por la estrecha carretera que discurría desde Ansó hasta valle de Zuriza. La humedad que, vaporosa, ascendía desde el río Veral y las cantarinas aguas, que en ocasiones descendían formando pequeños riachuelos desde la montaña, hacían que su alma se estremeciese. Respiró profundamente y dejó que la vida colmase todo su ser.
Afortunadamente no había llegado la implacable y voraz avalancha de turistas al Pirineo. Ansó siempre quedaría como un lugar afortunado en medio de ninguna parte. Quedaba lejos de las estaciones de esquí y sus carreteras comarcales morían al pie de las altas y bellas cumbres.
Cuando los primeros rayos de luz habían superado las montañas y refulgían sobre la torre de la iglesia, entró en la sacristía para oficiar la misa de las ocho.
Dio la comunión a las escasas quince mujeres que solían asistir diariamente, y agradeció, desde el fondo de su corazón, haber tenido la oportunidad de ejercer como sacerdote tan cerca de las estrellas.
No tenía ni idea de lo que le tenía reservado el día.
-Hola Francisco.
-¡Monseñor! –Exclamó sorprendido- ¿Qué le trae por aquí?
-¿Qué tal te va? –Contestó Monseñor Rubio, el arzobispo de Jaca-
-Bien –respondió automáticamente el padre Francisco- observando al hombre que acompañaba al arzobispo.
-Creo que no os conocéis personalmente -es el señor Marqués de Sotomonte.
Ambos se dieron las manos.
-Encantado –dijo el señor Marqués.
-Es un honor -respondió el padre Francisco, que nunca había hablado con alguien de tanta influencia social.
-Si no tienes nada urgente, nos gustaría que nos acompañases a Jaca -sugirió Monseñor.
-Afortunadamente hoy no hay ningún enfermo que visitar.
-Entonces nos vamos.
Los tres subieron a un SEAT-1500 negro, en el que esperaba el chofer. Monseñor Rubio y el señor Marqués se sentaron juntos en la parte de atrás. Francisco se instaló al lado del conductor.
-Bello pueblo Ansó – abrió la conversación el señor Marqués.
-Ya lo creo.
-¿Sabía que en tiempos fue un pueblo importante?
-No.
-El rey Jaime I de Aragón, el Conquistador, le concedió varios privilegios para que sus habitantes pudiesen defender las fronteras con Francia. Después, ejercieron como mediadores de paz de las disputas entre el valle del Roncal (Navarra) y el valle francés de Baratos (Bearne)
-¡Ah! –Respondió Francisco- el famoso “Tratado de las tres vacas”
-Exactamente -continuó el señor Marqués-. Es considerado por algunos expertos como el tratado en vigor más antiguo de Europa. Los pastores del valle francés de Baretous entregan anualmente tres vacas a los del valle del Roncal.
-Alguna vez había oído sobre el “Tratado”, pero creía que era una bella tradición sin fundamento histórico.
-Pues se equivocaba padre. A veces las tradiciones o las leyendas de los campesinos tienen mucho más fundamento de lo que se cree.
-Lo tendré en cuenta. Siempre pensamos que los habitantes de las aldeas están sujetos a muchas supersticiones y que no son unos observadores objetivos.
-Sin duda hay veces que así ocurre. Pero las personas corrientes, en ocasiones, tienen más sentido común que muchos de nuestros dirigentes.
-Ya se ve Jaca -anunció Monseñor Rubio.
-Este sí que es un buen coche -añadió el padre Francisco, que deseaba tener un SEAT 600.
El señor Marqués sonrió ante la candidez del padre Francisco. ¡Qué habría dicho si supiese que poseía en Barcelona una pequeña colección de 17 automóviles!
Entre ellos había: un Jaguar XK8 Cabrío, su favorito para excursiones con su esposa; un
Rolls Royce Phantom, designado para acudir a las fiestas y actos oficiales; el inigualable Mercedes 560 SL, uno de sus más apreciados trofeos; el Porsche 550 Spider, que había sido el sueño de su juventud, e ideal para fardar en solitario. De menos valor económico, aunque sí sentimental, era su Citroën N11 Pato, un recuerdo imborrable de su padre. Y por último el BMW 850, una máquina perfecta…
-Antes de ir a la catedral, deseo enseñarte algo, Francisco –dijo Monseñor.
Los tres descendieron del 1500. Se encontraban en las afueras de la ciudad.
-El señor Marqués va a hacer una extraordinaria donación a la Iglesia.
-¡Es una excelente noticia! -exclamó el joven sacerdote.
-Ya lo creo -continuó Monseñor-. Estamos hablando de unas veinte hectáreas
-¡Eso es mucho! –exclamó el padre Francisco, mientras pensaba la cantidad de metros cuadrados que eran.
-Para hacernos una idea. Los terrenos del Seminario de Zaragoza, es decir, el edificio y los campos de fútbol que rodean al mismo son aproximadamente la mitad.
-¡Madre mía!
-Sí. Así es.
-Se podrían hacer grandes cosas -añadió entusiasmado el padre Francisco-. Un nuevo seminario para toda la provincia de Huesca. Un refugio para necesitados. Un albergue juvenil…y ya soñando…un Facultad de Teología a la que acudiesen famosos teólogos de Europa y América…
-Así es -continuó el Monseñor-. Veo que tienes grandes ideas, Francisco. Sin duda, tú serías un extraordinario Rector.
El padre Francisco soñaba despierto. Así era él. Aunque se sentía muy feliz en Ansó, la propuesta de Monseñor era maravillosa. Podrían enseñar a nuevos alumnos. Sería un colegio de gran resonancia en el ámbito estudiantil. Sería…
-Gracias, Monseñor.
-No tiene importancia, Francisco. Es en primer lugar a Dios, y después al señor Marqués a quien debemos dar las gracias.
Durante el regreso a Ansó se supone que algo hablaron, pero el padre Francisco ya no estaba. Soñaba con educar, con ayudar, con influir a toda una juventud. Con dar una oportunidad a los jóvenes que deseasen iniciar una vida religiosa… Y sin darse cuenta, estaba saliendo del automóvil que se había detenido justo en la puerta de la iglesia.
-Bueno, Francisco. Ya hablaremos sobre tantos proyectos -le dijo Monseñor que había salido del coche para despedirle.
-Sí, Monseñor. Le haré un informe detallado de todo lo que podría llevarse a cabo en esos terrenos.
-¡Ah! Se me olvidaba.
-¿Sí? preguntó el padre Francisco, que estaba pensando en acercarse a la ventanilla y rogarle al señor Marqués comprensión hacia el amor de su hija.
-A veces, la obediencia a un padre y la consecución del bien general suponen la renuncia a nuestros deseos personales. ¿Sabe a qué me refiero?
-Sí Monseñor –contestó Francisco, sin ser perfectamente consciente de lo que acababa de ocurrir.
-¡Nos veremos! –se despidió Monseñor mientras cerraba tras de sí la puerta del flamante SEAT 1500.
Francisco se despidió con la mano, correspondiendo al saludo del señor Marqués.
Capítulo 25
Más allá de los límites mentales
-Espero no haber sido hoy excesivamente denso-se disculpó Xavier antes de que Charles y Francisco descendieran las escaleras del metro.
-Nos has lanzado una cantidad abrumadora de información, pero ha sido muy estimulante -contestó Francisco.
-Por mi parte estoy muy impresionado -añadió Charles. Ha sido como si en mitad de la noche, cuando se está profundamente dormido, le lanzasen a alguien un enorme jarro de agua fría.
-¿Por? –preguntó Xavier.
-Pues si te parece normal decir que crees que Tutankamon pudo ser una reencarnación anterior de Cristo.
-¡Ah! Es eso… No afirmo categóricamente que haya sido Cristo el que se encarnó en esa entidad, lo que afirmo es que alguna entidad, con la misma categoría jerárquica que Cristo, vivificó el cuerpo de Tutankamon.
-Ahora bien -continuó Charles- por un lado, se hace extraño, y por otro, podríamos afirmar que la figura de Jesús deja de ser un eslabón perdido en la cadena de la vida. Intento decir… que no surgió de la nada, sino que su “valor” y “poder” era fruto de un continuo trabajo evolutivo. Algo que no brota de repente, sin previo aviso, sin ninguna lógica en la historia de la humanidad.
-Tampoco surge espontáneamente -prorrumpió el padre Francisco-. Es una continuidad del Antiguo Testamento. Es el nexo que une el Antiguo con el Nuevo Testamento.
-Tal vez lo que quiere decir Charles -interpretó Xavier- es que la aparición de un iniciado no es una flor de un día, sino que para que haya brotado esa flor, antes ha debido de haber un jardín y que ha sido trabajado durante mucho tiempo.
-Sí, algo así –dijo Charles-. Me viene a la memoria, sin ir más lejos, la figura de Buda en Oriente. Y al hablar de Egipto, recuerdo que Platón estudió allí durante cuarenta años, y por ende, los antiguos griegos bebieron de la sabiduría de los grandes iniciados egipcios.
No debemos olvidarnos de los humanos que vivieron antes que él y que tenían unas cualidades extraordinarias. Concretando, comienzo a ver como relativamente lógico, a lo largo del desarrollo evolutivo de la humanidad, la existencia de hombres excepcionales, o como dice Xavier, de iniciados. Hombres que parecen tener un contacto con el mundo espiritual y del que nos traen testimonio.
-En otras palabras- respondió Francisco -¿estás sugiriendo que esos grandes Seres no son propiedad de una religión, sino que son patrimonio de la humanidad?
-Sí- Pienso que no podemos afirmar, orgullosamente, que los humanos son los únicos detentadores de la consciencia del Cosmos. Si bien la ciencia no ha podido constatar, hasta ahora, la existencia de más seres inteligentes, sin embargo no podemos otorgarnos la prerrogativa de ser los únicos habitantes de cien mil billones –por decir un número- de posibles planetas con algún tipo de humanidad en evolución. En otras palabras, estas conversaciones me están abriendo los ojos hacia la grandeza, misterio y magia del universo; a la posibilidad de que las distintas dimensiones establezcan un contacto entre sí, a la intercomunicación entre mentes. Y que es tan enorme, repito, cien mil billones de planetas, que desde luego, para mí, y para cualquier persona razonable, comprender que si hay un creador de un universo tan inimaginable, está alejado de nuestro planeta. No porque estemos o no evolucionados, simplemente por una cuestión de lógica. Es como si dijéramos que el presidente de los Estados Unidos, o el Primer Ministro ruso, se encierran en una mota de polvo para salvarla de una corriente de viento. Cien mil billones de planetas y miles de billones de estrellas…son algo que excede nuestra conciencia.
Después de escuchar tal cantidad de posibles planetas, lo que podía indicar que existiesen trillones de seres humanos, o entes de similares características, los tres permanecieron en silencio.
Charles no pudo menos que preguntar: ¿entonces tú eres creacionista o evolucionista?
No hay por qué separar ambas ideas. Desde luego que en algún remoto momento en la historia del planeta, el Logos o Dios Creador aprovechando el ciclo de neguentropía, tras uno de entropía planetaria, introdujo la chispa de la mente en los animales antropoides más evolucionados. El Génesis es un reflejo de esa posibilidad; pero no deja por ello de contener una realidad de lo que pudo ser la creación de la corriente de la vida.
Había creado el marco apropiado para la evolución de las especies y a medida que el ambiente se hacía más límpido y respirable, los ojos, los pulmones, etc. se fueron adaptando a esas condiciones y la columna vertebral se puso perpendicular al suelo y el hombre se hizo bípedo.
A medida que el hombre y la mujer (no hubo creación de la mujer de una costilla de Adán) fueron adquiriendo discernimiento, tomaron conciencia de la separación de sexos… y lo que antes era el hermano árbol y el hermano león, dejó de ser una realidad y el hombre-mujer hermafrodita adquirió sexos separados. Todo este proceso fue un lento camino de algunos millones de años.
El hombre y la mujer separaron el cuerpo del espíritu y por el poder de la mente imaginaron el espíritu “arriba” y el cuerpo “abajo”. Aquí es donde entra esa necesidad de “re-ligare” el cuerpo y el espíritu para volver a hacer una unidad, con la diferencia de que ahora sería con la conciencia del mundo material o tridimensional y del espíritu o pluridimensional… Así obtendríamos una respuesta plausible a aquellas teorías que nos hablan del pluricosmos. Tres dimensiones describiendo el espacio y otra añadida para el tiempo, en las que le es posible evolucionar al ser humano y toda la creación y otras dimensiones más sutiles en las que tendrían morada los cuerpos espirituales, hasta la mónada o Padre en los cielos.
La pregunta típica de que si fue primero el huevo o la gallina, tampoco cabe en la tesis evolucionista, ya que el mecanismo creado implica todo el proceso completo, enmarcado en el todo creado y adaptado dentro del proceso evolucionista según el marco o ecosistema más adecuado.
A medida que cambian las condiciones ambientales, se produce un salto cuántico que produce mutaciones en todo el Globo… por eso se podría decir que la vida seguirá mientras las condiciones ambientales sean las adecuadas para que la creación pueda seguir evolucionando… si cambiaran estas condiciones, es de suponer que la vida se adaptaría a ese nuevo ambiente, aunque para ello necesite algunos siglos. (Si algo tiene Dios, es tiempo).
-Se me ocurre –prosiguió Xavier- que nuestra civilización actual, si la comparamos con la edad de nuestro pequeño, pero amado planeta, es algo tan nimio que equivaldría a unos escasos minutos. ¿Podríamos imaginar que un ente más grande que Júpiter y de una vida tan prolongada que abarcase cien o quinientos mil millones de años?
¿Podríais visualizar un ser luminoso, que solo resplandeciese en algún momento determinado, cuando los rayos de las distintas estrellas le llegasen, y que contuviese una mente tan inmensa que envolviese y compenetrase la Tierra?
-¡Creo que has dado con algo interesante Xavier! –exclamó Charles.
-No se me había ocurrido nunca tal imagen tan evocadora-añadió Francisco.
-Bien -continuó Xavier- entonces…si ese ente, supongamos que fuese extremadamente etéreo en comparación con la materia física… al asentarse sobre un planeta determinado del tamaño de la Tierra, podría causar acontecimientos profundamente extraños y extraordinarios.
-Ya lo creo.
-¿Nos podríamos imaginar por un segundo la memoria de ese Ser?
-¡Qué maravilla!-exclamó Francisco.
-¿Podríamos ser capaces de calcular la energía que desprenderían sus procesos cerebrales o mentales?
-Creo -siguió Charles- que no sería descabellado describir la electricidad entre sus neuronas casi invisibles, como continuos relámpagos y truenos de una intensidad inverosímil, afectando tanto a la superficie de ese planeta como a su interior.
Aquel momento fue muy extraño. Como si por un segundo las tres mentes hubiesen sido capaces de superarse a sí mismas, y salir de su propia humanidad, de su propia limitación.
Los tres se quedaron asombrados ante una posibilidad que era similar a decir que una medusa viajase por la inmensidad de los océanos sin encontrar nunca el final de los mismos y deteniéndose de vez en cuando en un minúsculo coral, modificando el color del mismo.
-¡Entonces!-continuó Xavier- ¿Tan extraño podría parecer un poquito de magia, de algo fantástico como la reencarnación de Cristo en Tutankamon, fuese cierto o no? ¿Tan raro sería creer en la existencia de cien millones, de mil millones o de un trillón de “neuronas” iluminadas en la historia del longevo Ente? Sabemos que el cerebro de un ser humano tiene unos cincuenta billones de neuronas, de las que nosotros-almas somos sus “Señores”.
-Creo-continuó Charles- que todo esto es aceptable, aunque día a día se intenta demostrar la evolución con nuevos hallazgos y así lo parece, lo cierto es que no hemos desentrañado la causa primera. Una Entidad “eterna” para nosotros, y sin embargo tan minúscula para el universo, pues al fin y al cabo estamos hablando de que una estrella es como si fuese un átomo de una Galaxia, al evolucionar como un organismo podría determinar la evolución de todo nuestro planeta. Y verdaderamente…no pasaría nada. De esta forma podríamos explicar lo que siempre nos dicen los místicos…que todos somos Uno.
-Estamos -continuó Xavier-, tal vez, concretando demasiado, un concepto abstracto, pues no hay que olvidar que estamos hablando de un plano más sutil que el de los átomos físicos…Pero…no deja de ser maravilloso.
-Es extraño -continuó el padre Francisco- Se me ocurre que ese Maravilloso Ser, sería como una nube de luz, nosotros los puntos brillantes de esa nube, y se cumpliría la famosa y enigmática frase de San Pablo:”en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”
–Y… ¿Os imagináis -continuó Xavier en un estado cercano al éxtasis místico- por un momento, cómo ese “Sagrado, Eterno y Omnisciente Ser de Luz”, cuyas células serían nuestras almas inmortales habitaría en un planeta y luego, finalizado el ciclo que él considerase oportuno, o que sencillamente estuviese determinado por la duración intrínseca de un sistema solar y sus planetas pertinentes, buscase otro lugar donde fuese posible la vida?
Los tres permanecían en un estado fuera de lo habitual. De repente, el velo de la grandeza del universo se había rasgado. De golpe, ante su imaginación, aparecía nuestro mundo como algo inmensamente fantástico y en el que cualquier milagro era posible, por grande que le pareciese al minúsculo ser humano.
-La reencarnación –continuó Charles, que parecía haberle tomado gusto a una idea tan curiosa- sería algo tan sencillo como la apropiación de materia más densa por parte del inmenso organismo de luz. Sería como introducir una red en las aguas del mar y dejar que los microorganismos tomasen la forma de la propia red. Los microorganismos cambiarían, pero la red perduraría muchos años…toda una eternidad para esos habitantes del agua. La interconexión entre los hombres sería algo habitual, pues estarían comunicados por esa red de energía o estructura del Ente Eterno y Luminoso…Todo parecería cómo un milagro y sería fácilmente comprensible.
Y el padre Francisco, por alguna asociación en su mente del término “milagroso”, recordó la Sábana Santa que había mencionado Charles, e intuyó que albergaba en sí misma un hermoso milagro.
-¿Podrías algún día traer pruebas de la Sábana Santa de Turín? Le preguntó Francisco a Charles.
-Eso está hecho. Supongo que ya está en camino. Hace ya días que se las pedí a un viejo colega.
-Y tú, Xavier, ya nos ilustrarás con alguna idea sobre la infancia de Jesús, según lo que has podido captar.
Xavier miró al padre Francisco y necesitó estrecharle la mano.
-Gracias por tener confianza en mí.
-No tiene importancia. Se me ocurría una frase que dijo Jesucristo.
-¿Cuál?- Preguntó Charles.
-“Cuando tres o más personas se reúnen en mi nombre, yo estoy con ellas” -dijo el padre Francisco con el rostro resplandeciente. No era para menos. Aunque sólo fuese un pequeño destello momentáneo en la infinidad del universo, sin embargo, se había sentido salir fuera del caparazón protector, y limitador, de la Santa Madre Iglesia. Pero, también le ocurrió lo mismo a Charles respecto a la ciencia y a Xavier respecto al esoterismo. Quizás habían extraído de la mente universal lo que algunos denominan “inteligencia pura”
-Quisiera aclarar una cosa –dijo Xavier, dirigiéndose concretamente al sacerdote –. He podido proyectar mi mente en muchísimos aspectos que me interesaban de alguna manera, pero no deseo perder el tiempo tratando de iluminar conceptos que ya han sido aceptados tras muchos siglos de dogmas e imposiciones. Mi único anhelo es completar aquello que me parece un resquicio en la fe de los cristianos y aportar un gramo de luz y coherencia con las herramientas de la lógica y de la intuición.
Sus amigos le miraron
-Xavier –le contestó Francisco-. Tú eres tan cristiano o más que yo. Eres una mente con buenas intenciones. Y estoy seguro de que estás al servicio de Cristo…si no es así, ¿por qué ibas a tener como motivo principal de tu vida su figura?… Y si me lo permites, te pregunto: ¿Cuándo empezó tu interés por la espiritualidad?
Xavier suspiró profundamente y comenzó a soltar el nudo que tenía desde hacía muchos años, abriendo el corazón todavía más, a sus dos amigos del alma.
-Cuando mi padre murió, me quedé velando su cuerpo en el tanatorio. Aquellas horas de tranquila soledad sirvieron para preguntarme por el propósito de la vida. Mi padre había trabajado duramente desde muy joven. Recientemente se había jubilado…
-Sí, ésa fue una época de mucho trabajo-corroboró el padre Francisco.
-Pensé-continuó Xavier- que podría haberle dedicado más horas de lo que hice y haber ido con él al cine o a pasear por los sitios que le gustaban. Podría haber compartido esos últimos momentos con él; pero mi ritmo de vida me había apartado un poco de ese honor y deber filial. Creo que perdí la oportunidad de gozar de su conversación y de averiguar las razones ocultas de su disciplinada conducta.
-Ya. Es algo normal que pensamos todos los hijos-respondió Francisco.
-Durante las largas horas del velatorio me hice cientos de preguntas que tres días más tarde empezaron a tener respuesta.
-¿Qué pasó?-preguntó Charles con curiosidad
-Encontré un libro que un amigo, José Antonio, me había dejado hacía algunos años. Era “El tercer ojo” de Lobsang Rampa. Aquel libro era mágico. Traía a mi mente viejos recuerdos enterrados en las capas más profundas de mi subconsciente. Seguí comprando y devorando toda aquella colección de libros tan bellamente escritos y que describían la vida de las comunidades budistas, así como su filosofía. Habían abierto una nueva dimensión en mi conciencia, y para seguir completando todo el cuadro, compré los libros que aún no habían sido editados en castellano. Más tarde y durante veintiún años asistí regularmente a las reuniones que se hacían en un monasterio budista de la orden Advaita. (Que estudia la unidad subyacente en todo a través de la dualidad)
He de confesar que el libro que menos me gustó en aquel entonces fue “Mi vida con el lama”, que trataba de las conversaciones que había tenido con su gato; pero ahora acepto qué podrían haber ocurrido esas conversaciones, pues los gatos son magníficos receptores telepáticos.
Creo que muchos miles de occidentales debemos a Lobsang Rampa el descubrimiento de la espiritualidad, de esa vida más abundante de la que nos habló Cristo.
Es una lástima que ciertas entidades, en vista del éxito de sus libros, emprendieran una loca carrera para desprestigiarlo; pero aquellos que “tenemos ojos para ver” no pudimos ser engañados.
En una de las festividades tibetanas, la celebración del año nuevo, respondiendo a preguntas del público, el propio Dalai Lama vino a decir que después de Buda, fue Lobsang Rampa el que más ha difundido el budismo, y aunque no le conocía personalmente, subscribía sus escritos.
Sin duda que un hermoso milagro estaba ocurriendo. La luz y el amor inundaban el corazón de los tres amigos. Y aunque, este hecho, en sí mismo, ya era un milagro, había algo más. El sagrado Corazón de Jesús les llevaba inexorablemente hacia su destino. Previamente, ellos, de una forma o de otra, habían pronunciado esta sagrada frase:
“Sea tu Voluntad, Señor, no la nuestra”
Capítulo 26
Charles abre su corazón.
-¡Que impresionante! –exclamó Charles cuando llegaron a la fachada principal del Seminario de Zaragoza.
-¡Ya lo creo! –exclamó Xavier.
-Todavía recuerdo el primer día que entré. Tenía diez años y me acompañaban mis padres. Me pareció inmenso por fuera y maravilloso por dentro. Sus pasillos estaban llenos de luz. Los suelos eran resplandecientes. Había unos preciosos jardines en los patios interiores. Estaban perfectamente cuidados. Los setos eran de formas geométricas, y en el interior de los mismos, regalaban la vista una gran cantidad de rosas.
-¡Hola Sauras!
-¡Hola Texeda! -contestó el padre Francisco- Te presento a mis amigos de Barcelona: Charles y Xavier.
-Encantado –saludó el padre Texeda a ambos invitados-. Espero que les guste el edificio. El padre Sauras me ha hablado mucho de ustedes. Está desconocido. Su energía actual me recuerda a la que tenía cuando jugábamos juntos al balonmano.
-Bueno-respondió sonriendo el padre Francisco-, creo que exagera un poco.
-Para que estéis cómodos –indicó el padre Texeda- os he reservado el despacho contiguo a la biblioteca.
-Gracias señor Rector -contestó el padre Francisco en tono simpático.
-Saben… Siempre ha sido igual de gracioso, pero su corazón es inmenso, y su sabiduría también. Somos amigos desde que teníamos diez años. Así es que imaginen.
-Me vas a sonrojar.
-Lástima que no haya algún video de cuando jugábamos a balonmano…o cuando hacíamos las funciones de teatro el día de los padres.
-¡Sí! ¡Ya lo creo! Me habría gustado verme con la chistera de don Crispín… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¿Lo recuerdas?
-Es que entonces no existían… ni cámaras fotográficas. Bueno, las había…pero solamente para los fotógrafos profesionales.
-Creo que todos hemos vivido esa época de la postguerra -añadió Xavier.
-Sí. No teníamos casi nada, pero éramos felices-añadió el señor Rector-. Bueno, les dejo. Si lo desean, pueden quedarse…necesitamos nuevos sacerdotes…
Los invitados sonrieron, y el padre Texeda, alto, de pelo ligeramente rubio con ojos azules, se alejó hacia los campos de fútbol. Se detuvo unos instantes, se palpó todos los bolsillos del traje negro hasta que encontró su silbato y miró hacia la ventana donde había alguien que le saludó y prosiguió. Los tres amigos se quedaron observándole unos instantes, y por fin pasaron al interior del Seminario, que efectivamente era más bello y acogedor por dentro que por fuera. Su fachada se podría adjetivar de clásica, elegante, sobria, fría y un tanto megalómana. Tenía un rosetón ciclópeo. El edificio habría resultado impresionante si hubiese estado situado sobre un monte, y detrás de él enormes y verdes montañas, pero ubicado allí a las afueras de la ciudad, entre campos de fútbol y huerta, mostraba al observador algo extraño que no podía identificar. Tal vez era que se encontraba, ya, fuera del tiempo, a pesar de estar construido hacía pocos años.
-Creo que todavía tengo un Florilegio latino que saqué de la biblioteca y no devolví- dijo Francisco cuando pasaron por la puerta-. Tiene más valor sentimental que de otra clase. Me recuerda la feliz época de estudiante.
-¡Qué raro se hace escuchar que alguien ha estudiado latín! -exclamó Charles.
-Ya lo creo. Además, os tengo que confesar algo, pero no se lo digáis al padre Rector.
-No te preocupes. Que no le diremos nada -siguió la broma Charles.
-Estábamos en clase de segundo curso. Y había que traducir una frase. Muchas palabras están cambiadas de orden, respecto al español. Así es que hay que analizarlas, y encontrar cuál es el complemento directo, cuál es el complemento indirecto…en resumen, que lo que se lee, no es evidente a primera vista.
-Vamos Francisco -que no tenemos toda la eternidad- dijo Xavier.
-Resumiendo. El profesor le preguntó al alumno, que si no recuerdo mal, se llamaba Claver. Mi compañero de clase, ni corto, ni perezoso, en lugar de traducir correctamente:
“Cesar mandó a su hijo, Bruto, al puerto de Ostia”
Lo tradujo así:
“Cesar mandó al bruto de su hijo al puerto de una hostia”
-Que me perdone el padre Rector por decir un taco, pero os aseguro que por un momento creíamos morir de risa.
Los tres no pudieron dejar de sonreír. Charles y Xavier dieron una palmadita en el hombro de Francisco, mientras se sentaban alrededor de una mesa ovalada.
-Ahora -dijo todavía sonriendo Francisco- prometo portarme bien y no contar más anécdotas graciosas.
-Parece mentira cómo cambian los tiempos -continuó Xavier.
-¿Por qué lo dices? –preguntó Charles.
– Este edificio creo que representa una época muy reciente de esplendor de la Iglesia. Apenas tiene cincuenta años, y hoy en día los templos están casi vacíos.
-¡Ah! –exclamó Charles.
-Es verdad que todo ha cambiado enormemente. Tal vez es que la enseñanza cristiana en general debería sobreponerse y establecer unos cultos que sean verdadera fuente de vida -dijo todo serio Francisco.
-Pienso-contestó Xavier- que no le falta razón a Francisco. Hay algo que no llena de verdad algunos corazones necesitados. Creo que algunas personas necesitan algo más retributivo. Las verdades hay que presentarlas de tal manera que convenzan sin atar a sus seguidores. Habría que presentar las enseñanzas de Jesucristo de tal forma que hasta los más incrédulos pudieran aceptarlas. Habría que expresarse de una manera más científica y racional a la gente.
-¿Qué quieres decir Xavier?
-Pues que durante toda la historia, los fieles han sido verdaderos devotos, han rezado lo que con sinceridad la Iglesia ha creído que era la vía, pero el resultado parece no haber sido satisfactorio del todo, aunque a nosotros no nos es dado juzgar los resultados.
-¿Tal vez no hemos sabido llenar sus corazones?
-Quizás los corazones sí -respondió Xavier-, pero no las cabezas, y, eso también forma parte del mecanismo humano, aunque sea de un místico. Vemos como muchos jóvenes e incluso adultos están buscando respuestas en otras sectas, aunque muchos saben que están consideradas como peligrosas. Y los discursos de los párrocos u obispos nos hablan como si estuviéramos en la Edad Media. Pienso que uno de los problemas ha sido olvidarse de la ley de causa y efecto.
-Yo creo que no se ha olvidado -respondió Francisco.
-Pienso que sí. Por ejemplo. A todos nos han enseñado que el cielo y el infierno existían. Pero eso era todo. Por otro lado se desechó la idea de la reencarnación. Y querámoslo o no, los corazones de muchos hombres no se han visto reflejados en las consideraciones de los religiosos.
-Algo de cierto –comentó Charles- debe de haber por las consecuencias que todos observamos en estos días.
-Tampoco estamos aquí para debatir, qué es lo que ha ocurrido. Los fieles se han acercado pero necesitan algo más que no se les ha dado.
-Creo, Xavier, que la verdadera religión, como su nombre indica, debe de re-ligar al hombre físico con su alma, y que el ser humano que está en este mundo sienta efectivamente la fuente de la vida. La vida Crística. Pero verdaderamente es tan difícil llegar a sentir cómo el Amor fluye y brota de nuestros corazones, que quien no ha sido capaz de realizar tal unión, ha dejado de creer en unas palabras que alguien le decía desde un púlpito y que no respondían a la fuente de la vida. Sin embargo, en mi opinión, la Iglesia ha hecho un gran bien a nuestra civilización.
-Francisco, yo creo, –continuó Xavier-, que nos estamos aproximando. Hay que comprender que no surge a todas horas un sacerdote santo. Un enviado del mundo espiritual que demuestre con su poder sanador y redentor la fuerza de la gracia.
-Es cierto-dijo Charles-. Yo añoro encontrar un hombre santo, que me dé nueva fe. Que explique de alguna forma razonable todo lo que la ciencia está descubriendo. Como científico, en muchas ocasiones me he sentido pleno y colmado de luz cuando un experimento ha salido bien, o cuando he desarrollado con éxito una teoría, pero en el fondo, necesitaría que me demostrasen que hay algo más allá de la vida, y que el universo no es tan frío ni vacío como aparenta. Me encantaría que se demostrase que una conciencia inmensa había desarrollado los gérmenes de la vida en la tierra…
Hubo una pausa y continuó
-No necesito creer en que el Hijo del Creador del 1.000.000.000.000.000.000 (trillón o infinito matemático) de estrellas, por decir una cantidad, ha descendido a este pequeña y minúscula partícula que es la Tierra; pero sí que anhelo que alguien demuestre que la vida no es en vano y que todo nuestro trabajo a favor de la verdad tiene unos resultados tangibles… Y que si se muere un hijo o un padre, no nos digan: “Dios lo ha querido”, sino que de una vez por todas se traspasen los velos entre el mundo material y el mundo espiritual, si es que los hay, y nos muestren cómo es parte de esa realidad…Y, continuando con estas elucubraciones, ¿creéis que existe el cielo o el infierno?
Francisco y Xavier miraron a Charles. Tal vez se habían enterado, justo en ese instante, del terrible sufrimiento por el que su vida había transcurrido. La causa más importante de incredulidad del ser humano: la desaparición de sus seres queridos.
– En realidad – tomó la palabra Xavier- no existe ni el cielo ni el infierno, pero lo que falla en este símbolo es su presentación al mundo de los creyentes. Cuando morimos, o mejor dicho aún, cuando el alma corta los lazos con sus cuerpos, se produce una revisión de la vida, de igual forma a cómo se produce una revisión del día cuando dormimos. El alma revisa todos los acontecimientos ocurridos desde los momentos anteriores a la muerte hasta el nacimiento. Los escruta con total imparcialidad, y sopesa el bien y el mal que ha cometido, los errores, los abusos, las omisiones y todas las cosas sutiles que le han ido ocurriendo, muchas de las cuales las había olvidado por completo.
Como sea que había puesto bastante énfasis en aquellos momentos tan especiales de su vida, el alma los había congelado en su memoria para revisarlos una y otra vez, hasta que la energía acumulada allí se disipara. Eso podría llamarse infierno. El símbolo es casi acertado, ya que el infierno era un lugar cercano al mar muerto. Era una falla volcánica por la que surgían gases tóxicos. A los reos de crímenes o de acusaciones de toda índole, les hacían pasar por el puente tendido a través de ese lugar, y si tenían la conciencia tranquila, su dios les protegería y cruzarían salvos el tramo, pero si eran culpables, el peso de su conciencia de culpabilidad les haría caer.
El fuego es el símbolo de la mente, esa herramienta que analiza lo acaecido en esta vida y el alma se cuida de guardar en su memoria todo aquello que necesita sublimarse para una próxima encarnación. A eso se dedican los psicólogos cuando tratan de detectar traumas de vidas pasadas. En unas tradiciones se lo denomina “pecado original” y en otras se lo llama “karma”… o “ley de causa y efecto”.
Vicente Beltrán Anglada nos cuenta algunos casos que él presenció cuando “estaba en el cielo” o en sueño lúcido, con continuidad de conciencia, ya que “allí arriba” también aprendemos lecciones.
El Maestro les estaba mostrando cómo era el estado de conciencia de algunas personas tras su deceso.
Narró el caso de un indígena que se había convertido en un excelente cazador. Cazaba y pescaba con gran éxito, y todos los componentes de la tribu salían de sus chozas cuando regresaba con el fin de festejar su éxito… Ese era su cielo, su devachán.
El Maestro luego les dijo: mirad cómo se esmera en su tarea diaria, dentro de esa sutil burbuja de materia emocional construida por su alma para aliviar sus frustraciones vitales. Y ahora mirad cual fue realmente su vida en la selva.
Observad cómo no acertaba ni una. Le costaba mucho esfuerzo tener éxito para pescar una carpa o cazar una gacela. Todos los de su tribu se mofaban de su torpeza, y él deseó tanto tener éxito, que su cielo consiste en cazar y pescar con todo tipo de armas y artilugios inventados. Él se ha convertido en el héroe de su cielo y todos le respetan. Esa etapa durará hasta que toda la energía, generada en su vida física, se disipe y pueda seguir con la revisión de otros aspectos de su vida. Finalmente reposará un par de siglos, por decir una cantidad de años terrenales, pues en “la no manifestación” no existe el tiempo, sino períodos de actividad y reposo. Es decir, que descansará hasta que se le presente una nueva oportunidad para reencarnar y proseguir su evolución en la tierra. Mientras, se preparará de tal forma que sus cuerpos sean los más adecuados para superar una lección similar, bajo ciertas energías que condicionarán su vida, con una herencia genética determinada, un tipo de educación y una sociedad en la que se va a ver inmerso…
Creo que he hablado mucho-se disculpó Xavier-. Sería buena idea que Francisco diese su opinión al respecto.
-En cierto modo-continuó el sacerdote- la Iglesia también considera la ley de causa y efecto; pero al no tener en cuenta la reencarnación, tanto el cielo como el infierno se prolongaban hasta el infinito, si bien se otorga la posibilidad de estar en el purgatorio, durante cierto tiempo.
-¿Hasta el infinito?-dijo Charles.
-Sí-respondió Francisco.
-¿Un infinito que empieza unos minutos después de la muerte?-Preguntó Xavier
-Tal vez no tiene lógica alguna -respondió Charles- El infinito no tiene ni principio ni fin, es infinito hacia adelante y también hacia atrás, aunque el infinito no tiene un punto medio en el que dividir el tiempo… ¿Es quizás el aquí y ahora ese punto mágico en el que el tiempo se detiene? ¿Es en el estado de la “serena expectación” en que se encuentra ese punto neutro y atemporal?
Bueno, ya vemos que esta teoría no tiene fundamento alguno. Esto me recuerda a otro científico amigo mío que decía, yo no quiero ir a un cielo en donde esté toda la eternidad escuchando música de arpa, eso debe de ser muy aburrido, creo que en el infierno me lo pasaría mucho mejor. Por otro lado, me acuerdo de mi querido padre. Tuvo un error, y murió en la cárcel… ¿Significa que ya no saldrá nunca del infierno? En este caso creo que estoy más de acuerdo con Xavier. El sistema de reencarnaciones me parece más justo.
-De verdad que siento mucho lo de tu padre-dijo Francisco-. Entre nosotros, creo que Dios no sería justo si condenase a un hombre por toda una eternidad. Tal vez nuestros sabios y santos Padres de la Iglesia no meditaron bien al respecto.
El sacerdote miró el reloj, y dijo.
-Se nos ha hecho la hora de almorzar. Los alumnos ya están en el comedor. Si os parece, seguimos esta tarde.
-De acuerdo- dijo Charles con lágrimas en los ojos.
-Ojala que te pudiese transmitir mi experiencia, Charles -manifestó Xavier. También te tengo que decir que yo he sufrido mucho más de lo que te puedes imaginar. Pero ahora, como dice Francisco, descansemos un rato. Seguiremos largo y tendido después.
Francisco tocó con afecto el hombro del científico.
-Lo siento -se disculpó el científico-. Me he dejado llevar por antiguas heridas. A veces se me olvida que tuve en mis manos la Sábana Santa.
Los tres salieron, podría decirse, iluminados. Pues en verdad que sus corazones partieron vibrantes de aquella biblioteca.
Capitulo 27
Mare Nostrum y Egipto
Almorzaron en una mesita del comedor del Seminario Menor. El padre Francisco deseaba que viviesen en primera persona la bella experiencia de escuchar el estruendo ensordecedor de los gritos de cerca de setecientos alumnos. Estaban a punto de finalizar el curso y el verano hacía hervir todavía más, si cabe, la vitalidad de aquellos niños y jóvenes. Xavier y Charles disfrutaban con el bullicio.
-¡Esto sí que es ambiente! -exclamó Xavier.
-Yo almorzaba en el instituto, pero apenas éramos unos cincuenta -siguió Charles.
-Cuando vivimos las experiencias cotidianas –continuó Francisco-, no somos totalmente conscientes de las mismas. Permanecemos inmersos en ellas y las damos por normales. Pero, cuando han desaparecido, y un tiempo más tarde las recordamos, es entonces cuando las embellecemos, porque tal vez eran así. A veces, cuando estuve de párroco en la montaña, recordaba estos momentos, las bromas que nos hacíamos, la risa sin descanso, el enfado de algunos porque no les gustaba la comida, las regañinas esporádicas y merecidas, generalmente, de los profesores a sus discípulos…
Y mientras el padre hablaba, algunos de sus alumnos acertaron a pasar cerca y le saludaron.
-Hola…padre Francisco.
Y luego marchaban a toda velocidad a continuar con sus travesuras.
Más cercanos a ellos estaban los mayores de dieciséis y diecisiete años, tranquilos y sosegados.
-Sin duda alguna, vivir en un internado debe de ser una bella experiencia. Es imposible que un niño que siempre ha dormido en su casa sea igual al que ha dormido con cincuenta compañeros. Nunca están solos. Y un mar de energía vital les rodea -expuso Charles.
-Sí –contestó Francisco-. Los muchachos aprenden a convivir. Se hacen más sociables, incluso más alegres.
-¡Helado de chocolate! –exclamó Xavier como un niño, cuando trajeron el postre.
En ese instante, un sacerdote dio la orden y los alumnos salieron disparados hacia los recreos. Todavía tenían una hora para hacer deporte.
-Vamos. Os enseñaré un poco las instalaciones.
El colegio tenía forma cuadrangular, salvo la parte de atrás, la de la enfermería, que terminaba en un triángulo. Los amplios, largos y refulgentes pasillos con inmensos ventanales era lo que más les llamaba la atención. La luz y los colores entraban desde los cuatro jardines que tenía el edificio en su interior. Las puertas de las aulas de la planta baja eran de madera labrada con finos cuadrados y de unos cuatro metros de altura por tres de anchura. Encima, había otros dos pisos, cuyas clases eran más modernas, y también, más corrientes. En la última planta se hallaban ubicados los enormes dormitorios, cada uno con cien camas aproximadamente.
Al llegar a un rellano de la escalera, Francisco sonrió.
-¿Sí? –le preguntó Charles.
-Estoy recordando una broma.
¡Cuenta, cuenta!
-Apagaron las luces del dormitorio. El tutor paseó por última vez, y creíamos que se había marchado a su habitación. Tres o cuatro alumnos esperamos un cuarto de hora y nos levantamos. Comprobamos que la víctima estaba dormida. Imagino que le pasaríamos la mano cerca de la cara o le diríamos algo. Como no hubo respuesta por su parte, calzamos cada pata de la cama con una zapatilla y la deslizamos desde el dormitorio, hasta este rellano. Cuando íbamos a despertar a nuestro compañero, y reírnos del susto que se iba a llevar, el tutor nos cogió con las manos en la masa. Nos hizo deslizar de nuevo la cama hasta el dormitorio, nuestro compañero ni se despertó, y dimos varias vueltas al campo de fútbol como castigo. Después de correr veinte minutos, permanecimos con los libros abiertos una hora más en el estudio.
-¡Qué bueno!
-Sí. Eso pienso ahora. Creo que nuestro tutor tendría algo gracioso que contar al día siguiente.
Los tres descendieron por las escaleras de mármol blanco. Pasaron cerca de las mesas de ping-pong, abarrotadas de estudiantes, y entraron al despacho.
-Creo que lo que has intentado aclarar esta mañana-dijo el sacerdote dirigiéndose a Charles- es que un representante de la iglesia no puede ser una persona cualquiera. Porque si habla de la comunión de las almas, de la transubstanciación o del misterio del corazón, debería demostrarlo con hechos.
Xavier y Charles se quedaron sorprendidos.
-Entonces, cuando un hombre santo explicase de una forma práctica el camino que lleva hacia lo que unos denominamos “Dios” o “nirvana” otros denominan “Alma Universal” o “Leyes del Universo” y los que le escuchasen pudiesen comprobar que, efectivamente, a través de un período de aprendizaje y práctica, el camino hacia el cielo está expedito, entonces, se ganaría el respeto por parte de los muchos. Pero está claro que no sólo por el hecho de pertenecer a una congregación determinada se llega a ser santo. Se puede ser una bella persona, un sacerdote prudente y capaz de ayudar a los demás en muchos terrenos, pero en el momento definitivo de hablar de lo trascendente y de lo inmanente, pierde toda autoridad que le han concedido sus jerarcas respectivos.
-Es un buen razonamiento -dijo Charles-.
-Creo que esto podría enlazar perfectamente con lo que hoy venía dispuesto a contar -expresó con satisfacción Xavier. El aprendizaje del Maestro Jesús en Egipto. Espero que os resulte interesante.
-Por supuesto, Xavier -aseveró Charles, que mostraba un interés progresivo, casi en forma geométrica, conforme transcurrían las reuniones.
Francisco miró y sus ojos brillaron, como resplandece el Sol al filo del horizonte, en un atardecer totalmente diáfano, sin nubes, ni grandes cantidades de contaminación atmosférica. Estaba impaciente por averiguar lo que Xavier había podido investigar acerca de la juventud de Jesús. Y, confiando en que escucharía algo nuevo para él, preguntó.
-Xavier, sé que no hay datos fiables de las andanzas de Jesús después de haberse ido de su casa. ¿Has podido rastrear los pasos dados por él?
-Creo haberlo conseguido, pero me veo obligado a reseñar que ocurre algo muy insólito durante esos años. Intentaría explicarlo diciendo que aparece y desaparece de las escenas, como si se materializara y desmaterializara en los éteres.
-¡No había escuchado una afirmación igual en toda mi vida! – Esgrimió Charles- Tal vez lo que nos intentas decir es que no has sido capaz de visualizar todos los acontecimientos.
-En parte te doy la razón -condescendió Xavier-, pero me inclino más confirmar lo que acabo de decir. Me explicaré. Sé que los Maestros pueden construir, por el poder de su pensamiento, cuerpos adecuados para los ambientes en los que quieren adentrarse y adoptar cualquier apariencia necesaria, e incluso hacerse invisibles a los ojos de los demás, y pienso firmemente que eso es algo parecido a lo que ocurrió. No obstante, he podido trazar un mapa de sus andanzas y con ello tratar de reflejar qué cosas atraían más su atención.
-Sigue por favor-dijo Francisco-, que ardo en deseos de conocer más datos.
-Estuvo –continuó Xavier- por muchos lugares y países diferentes tratando de aprender las viejas tradiciones, rituales y conquistas obtenidas en muy diferentes campos del saber humano.
Las tradiciones de los rituales de la purificación de la sangre provienen de los misterios de Mitra, cuando el Sol transitaba por Tauro en el gran reloj cósmico, que el Sistema Solar tarda unos 26.000 años en transitar.
Siguiendo la precesión de los equinoccios, el Sol entró en el signo de Aries, y la víctima propiciatoria era el “cordero” que era enviado al desierto.
Cristo nació en el siguiente signo, Piscis y por ello celebraban su nacimiento comiendo pescado.
Sus primeros pasos se dirigieron hacia Jerusalén. Allí proliferaban multitud de sinagogas y varias etnias impartían sus creencias a los concurrentes. La tradición hebraica había alcanzado su mayor apogeo. Los rabinos más ortodoxos se sentían orgullosos de su gran riqueza de ideas y tradiciones con más de dos mil años de historia. Allí, nuevamente, Jesús tuvo grandes debates con todos los asistentes. Los rabinos dejaban de lado la ortodoxia tradicional para escuchar y debatir con aquel joven, ya conocido por ellos, de una indudable cultura y formación. Su fama había llegado a sus oídos.
Dejó Jerusalén y viajó siempre al abrigo de las caravanas, aunque como me he atrevido a sugerir, en algunas ocasiones debió tele transportarse. Convivió con camelleros y comerciantes de todo tipo, tuvo ocasión de hacer buenos amigos y, de paso, enseñarles aspectos de la historia y tradiciones que deberían sustituir un día a la arcaica cultura basada en la pureza de la raza judía, la ley de la tora, del talión y de la ley que daría origen al Talmud y a la Kabalah, etc.
Su primer destino en el extranjero fue El Cairo y las pirámides en la meseta de Giza. La ciudad de los muertos era una ciudad dentro de la gran ciudad. Era como un avispero de gentes apresuradas por vender su artesanía u obtener su alimento en las calles y mercados de la capital.
Posteriormente se desplazó a Alejandría en donde le interesó, sobremanera, el estudio de las tradiciones de los antiguos faraones, cuya historia aún se conservaba en los archivos de la biblioteca.
Sin embargo, una visión del futuro le impulsó a tomar un velero hacia Creta. Quería ver la civilización minoica y cuanto había de cierto en el símbolo del Minotauro, ricamente pintado en las paredes de muchos templos y de casas particulares de cierto prestigio. Los dorios habían dejado bien patente su huella. Una civilización de guerreros y artesanos que había colonizado totalmente la isla, lugar estratégico para el tránsito de mercaderías por el Mare Nostrum. Pudo constatar que las gentes más cultas nombraban la isla de Samos como el mejor exponente del legado de Tales de Mileto. Cómo le resultara complicado navegar por ese mar Egeo, contrató a un seguidor de la escuela de Pitágoras, un pitagórico, para que le instruyese en el conocimiento de las enseñanzas de ese gran sabio griego, que no por nada se había ganado el título de Grande del conocimiento.
El velero, con nueva carga que transportar hacia Italia, prosiguió costeando y tocó los puertos del bello Peloponeso, salpicado de ricos valles, protegidos por montañas, y cubiertos de olivares y viñedos. Allí se enamoró de las uvas pasas. Dijo que eran lo más dulce que jamás había probado.
Jesús navegaba a bordo del velero con bastante comodidad. Había pagado un buen precio por el transporte y además se había ofrecido a reparar los desperfectos del barco y lo que necesitase el capitán, incluso mejorar el sistema de equilibrio y navegabilidad del barco. Por ello, era tratado con gran respeto por parte de la tripulación, aunque algunos deseaban poner a prueba sus dotes de marinero y de carpintero cuando arreciaran las tempestades, tan frecuentes en aquellas aguas.
Una tarde, los marineros estaban muy apurados achicando el agua y retirando el velamen. El mar y el viento rugían con gran pavor para todos, pero él permanecía tranquilo observando el festival de los ángeles del viento (silfos) y los de las aguas (ondinas). Viendo que Jesús no se inmutaba por nada, el capitán le pidió ayuda ante el peligro de naufragar y le rogó que hiciera algo para ayudar a la marinería.
Jesús dio una orden en voz alta a los ángeles, e inmediatamente se calmó la tempestad. Rogó a todos que no mencionaran nada de lo visto y oído, ya que sólo quería preparar el camino para alguien más poderoso aún que él mismo. Su viaje serviría para sembrar la semilla de un futuro más luminoso para la Humanidad.
El periplo prosiguió rumbo a Sicilia. Pasaron sin miedo alguno por el estrecho de Mesina y luego se dirigieron a la bella Napoli, para visitar después la pequeña ciudad de Pompeya. Quería ver sus hermosas calles y especialmente su biblioteca central. Sabía que allí había una organización social bastante evolucionada. Sus gentes gozaban de un alto nivel de vida y deseaba hablarles acerca de un Dios que gobernaba por encima de todos los dioses del Olimpo romano. Gozaban de un clima benigno y la bella presencia del volcán Vesubio realzaba el marco del ideal de una vida burguesa… No se imaginaban que casi la mitad de la montaña saldría lanzada por los aires y les enterraría completamente, después de haberles carbonizado con la lava, el humo y las cenizas, una madrugada cercana en el tiempo.
Dio una charla en el coliseo central ante numeroso público. Estaba prácticamente lleno. Sus palabras fueron contundentes. La gran cantidad de dioses de barro, de imágenes a las que rendían adoración no tenían nada que ver con el Dios único del que él era un hijo muy especial. Un Dios omnipotente, un Dios de amor que todo lo sabía.
Alguien de entre el público pidió en voz alta:
-“Si tu Dios es tan poderoso, pídele que nos de comida para todos, que nos harte de pescado fresco y de pan calentito y recién hecho”.
-¡Tú lo has querido! ¡Sea tu voluntad!
Al lado de cada asistente apareció pescado asado y pan horneado humeante. Nadie se atrevía a tocarlo; pero Jesús les dijo: “Hombres de poca fe, me pedís una prueba, os la doy, y ahora no sabéis si podéis tocarla; pero en verdad os digo que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que emana de la boca de todos aquellos que han visto al Padre y Éste les ha pedido que den testimonio de su visión”.
Paulatinamente empezaron a tocar aquella materialización y a comer el pan y los peces… Un gran vocerío salió del recinto. Todos le daban las gracias y pedían que les hablara más veces de ese Dios tan bueno y poderoso; pero Jesús tenía fijada su mente en llegar a Roma y partió nuevamente con el velero, que había repuesto víveres y agua para el viaje.
Arribaron a Roma y Jesús se despidió de toda la tripulación, con unas palabras similares a estas:
“Ahora sí que podéis dar testimonio de lo que habéis visto”… “Cosas más grandes podréis hacer vosotros mismos algún día”… “Aunque, el que viene detrás de mí, las hará mucho mayores”… “Permaneced atentos, pues él no se anunciará a los cuatro vientos, y sólo será reconocido por sus obras”
Visitó muchos lugares de aquella vieja ciudad. Conoció a varios monjes de una comunidad, que se hacía llamar esenia, con quienes trabó gran amistad. Su elocuencia no tenía límite, y fue conducido ante el hermano mayor, quien al ver a Jesús se postró a los pies y le pidió sus bendiciones.
Jesús le dijo que si bien él era digno de respeto, tendrían que preparar los caminos del Señor, ya que dentro de algún tiempo, él enviaría a sus discípulos a predicar un mensaje de amor del cual él no podía adelantar el contenido; pero que el núcleo central podría parecerse a la ley de Moisés y sus diez mandamientos.
Una mañana, paseando con otros tres monjes por la Vía Apia, salieron de detrás de los cipreses varios malhechores, que pertrechados con cuchillos y una espada, quisieron atracarles. Jesús les recriminó esa manera de vivir. Muy seguros de sí mismos, y convencidos de que se encontraban en una posición de ventaja, exigieron a las víctimas que depositaran todas sus pertenencias en el suelo. Jesús les volvió a reprender diciéndoles que robar era indigno de los humanos. Como no hicieron el más mínimo caso, al contrario, se rieron desvergonzadamente y prosiguieron en su intento de atraco, Jesús los paralizó y les convirtió en estatuas.
Permanecieron así hasta que llegó una pequeña patrulla de soldados pretorianos. Se había reunido mucha gente a su alrededor y los soldados, atraídos por el tumulto, pidieron orden y exigieron saber el origen de todo aquel alboroto.
Los monjes explicaron todo lo ocurrido y cómo aquel chico joven y alto les había convertido en estatuas. Los soldados querían llevar presos a los ladrones y pidieron a Jesús que les devolviera la vida.
Jesús les dijo: “En vuestras manos está el poder de la fuerza, entregad al poder de la justicia a estos ladrones para que reciban su castigo”
Los soldados, percibieron tanta autoridad en sus palabras, que le rogaron que emitiera sentencia, y ellos tratarían de ejecutarla.
El hermano mayor respondió que en su orden monástica no tenían por costumbre hacer justicia, y que tal poder lo ejercían los jueces. Nosotros nos ocupamos de socorrer a los necesitados, curar a los enfermos y hacer oraciones para el bien de la comunidad y de la Humanidad.
Los soldados insistieron en que dictaminara un castigo para esos delincuentes. Jesús propuso que según la ley deberían recibir quince latigazos cada uno, si bien era necesario cumplir la ley Romana y no la suya, pues era extranjero.
Los soldados le preguntaron
-¿A qué Dios sirves en tu país?
-Mi Dios, es también vuestro Dios -contestó-, pero vosotros le denomináis con muchos y diversos nombres. Para nosotros sólo hay un Dios. Un único Rector y Rey de toda esta tierra y de más allá de los mares.
-¿Cómo sabes tú todas esas cosas, si aún eres muy joven para ello? ¿O es que te crees enviado por Dios?
-En verdad os digo que ese Dios me ha enviado a mí y también a vosotros para que se cumpla la ley de la vida. También os digo que pronto vendrá otro, mayor que yo, y que hará milagros más grandes. Debéis estar atentos si lo queréis encontrar.
Los soldados, confundidos, optaron por retirarse con los presos que ya habían recobrado la movilidad y los curiosos se alejaron sorprendidos por lo que acababan de ver y oír.
Jesús se encontraba muy a gusto entre aquellos discretos monjes cuya misión era reclutar, con todo sigilo, nuevos seguidores. Estos deberían trabajar con la máxima prudencia y formar una comunidad testimonial que forzase al Parlamento Romano a reformar sus leyes y permitir mayor libertad de culto. No dependían de sus hermanos orientales, quienes tenían reglas que no siempre se podían aplicar en todos los países.
Su trabajo era harto difícil, pues el Panteón romano estaba lleno de dioses para todas y cada una de las ocasiones de la vida.
Jesús partió al cabo de un par de meses hacia Egipto. El barco estaba bien provisto y era más grande que el velero que había tomado a la ida. Parece que los marineros del velero ya habían esparcido a los cuatro vientos lo acaecido durante su viaje y por su estatura enseguida le reconocieron. Guardaron silencio, pero sabían que si surgía algún contratiempo, estarían a salvo del peligro.
El barco tocó Cerdeña, Túnez, y Libia. Allí quiso conocer las bellas ciudades que formaban –Trípolis- Sabrata, Oea y Leptis Magna. Jesús quedó muy impresionado por la belleza de la construcción de esta última. Aunque, Sabrata y Oea eran unas ciudades muy bellas, Leptis Magna era extraordinaria. Había valido la pena hacer ese viaje hasta esos puntos en el desierto líbico.
Desde el puerto de Leptis Magna prosiguió camino hacia Alejandría y desde allí se dirigió nuevamente a El Cairo.
Enseguida formó parte de la secta de los seguidores de Tutang Amón, conocido en Occidente como Tutankamon. Permaneció, aproximadamente, tres años aprendiendo meditación y disciplina, acompañadas de rituales de limpieza y oraciones a los antepasados egipcios.
Durante el primer año, sus compañeros fueron los aspirantes a los misterios terrenales. Iban vestidos con burdas túnicas de color marrón. Las enseñanzas que aprendían eran sencillas; pero las disciplinas muy estrictas.
Tuvo que pasar y dominar el hambre, así como todas las necesidades de su cuerpo físico. Aprendió a vivir con un pan, dátiles y una jarra de agua al día. Las disciplinas consistían en ejercicios muy parecidos a los que hoy practican los yoguis hindúes como hatha yoga o yoga de las posturas corporales. También fueron adiestrados durante gran cantidad de horas en el arte de la inmovilidad física, bastante parecido a lo que hoy se conoce como Chikung o Tai Chi.
Una vez al mes era enterrado en la arena. Los asistentes le envolvían en una túnica y tenía que permanecer inmóvil siete soles.
Para Jesús, no era problema alguno. Dejaba que su cuerpo se durmiera, y su espíritu ascendía a los elevados lugares, cosa que era su estado de conciencia cotidiano.
Allí se encontraba con Cristo, Quien descendía, a su vez, desde un nivel de conciencia más elevado, le instruía sobre el cumplimiento del Propósito divino, especificando los planes futuros, y para los que él debería prepararse.
-¿Es eso posible? –preguntó Charles.
-Sí que lo es. Debo aclarar que existen diversos niveles de conciencia muy por encima del humano. Yo puedo afirmarlo hasta donde llega mi capacidad.
-Yo también estoy de acuerdo-dijo Francisco.
Charles y Xavier le miraron sorprendidos.
-Hace muchos años ya -continuó el sacerdote- hubo en mi parroquia una catequista. Era una mujer muy bella, tanto física como espiritualmente, a pesar de tener más de sesenta años.
Francisco se detuvo, sus ojos comenzaban a humedecerse y a brillar.
-Sigue, por favor-le rogó Charles.
-Varias veces, durante nuestras meditaciones y rezos, a pesar de la lejanía, era capaz de desplazarse mentalmente hasta la capilla donde yo solía orar.
-¿Qué ocurría?
-En mi caso, una afluencia mayor de luz, una elevación espiritual.
-¿Y en el de ella?
-También elevación de su alma, pero a la vez capacidad de percepción de la realidad que estaba lejos de su cuerpo, como me lo demostró en varias ocasiones… bueno… sigue Xavier, por favor. Solamente quería dejar constancia de que también, por propia experiencia, aunque no sea gran cosa, pienso que existe la capacidad de ser consciente en otros planos más sutiles.
-Al final de ese año –continuó Xavier-, Jesús pasó la prueba iniciática representada en la pirámide de Mikerinos. Deambuló como perdido durante tres días sin ver la luz, ni oír ningún sonido, Y siguiendo su instinto y la visión interna fue capaz de salir al tercer día por la puerta oriental.
Comenzaba la segunda etapa para los aspirantes que habían triunfado en la primera.
La revelación de los secretos del mundo de los deseos, del control de las emociones y de las influencias astrales.
Todos estaban vestidos con la túnica de color rosado oscuro.
Las lecciones tenían contenidos muy diversos, si bien el arte tenía un lugar preponderante. Tenían que dibujar con todo detalle los cuerpos de los otros monjes de la túnica marrón y también aprender a convivir con las mujeres ayudantes sin tener pensamientos obscenos o si los hubiere, saberlos dominar. Las mujeres eran expertas exhibicionistas, entrenadas para ese menester, sabían insinuar sus bellezas para que aquellos jóvenes monjes perdieran su aplomo. Con meditación y un control alimenticio vegetariano adecuado, las pruebas se iban superando lentamente.
Invertían muchas horas de adiestramiento en ejercicios de backti yoga o yoga devocional hacia las divinidades, hacia los antepasados y hacia los planetas (especialmente al Sol).
Esta oportunidad era aprovechada por Jesús para hablar del único Dios regente de la Tierra. Todos le escuchaban con mucha atención, pues nunca nadie había hablado de esa manera, con tanta fuerza en las palabras y con esas ideas tan innovadoras.
Se ejercitaban en el arte de la respiración. Controlaban sus cuerpos a base de alternar de forma conveniente la respiración por una u otra fosa nasal, las pausas de retención también eran importantes. Todo tenía que ser armónico y reflejo del cosmos, de la misma forma que lo eran las cíclicas mareas, los latidos del corazón o las fases de la luna.
Los alumnos transcurrían largas noches encerrados en sus cuartos con las paredes repletas de imágenes obscenas, y con sus pensamientos tratando de desbordar su imaginación, que daba paso a “las ayudantes de las alcobas”, esos espíritus conocidos como súcubos, producidos por las necesidades fisiológicas suyas y retroalimentadas durante millones de años por toda la Humanidad.
Los días anteriores a su examen final, deberían de tener un control estricto de sus meditaciones, de la limpieza de sus vestiduras, de la higienización de sus frutas y verduras para poder expresar en el examen final sus impresiones y aspectos que hubieran podido aprender durante ese año.
Jesús fue muy escueto. Dijo en su escrito “creo haber aprendido todo lo que me habéis enseñado”·
Nuevamente tuvo que enfrentar los fantasmas de la oscuridad en la pirámide, esta vez, de Kefrén. Las piedras eran más pulidas, los pasillos más empinados, los laberintos más complejos de memorizar. Todo estaba en plena oscuridad. Pero, lo que para otros eran tinieblas, para él era Luz que le llevaría triunfante hacia la salida por la puerta oriental al cabo de los tres días establecidos, más allá de los fantasmas de su controlada imaginación.
Y allí se detuvo Xavier.
-Ha sido muy emocionante -dijo el padre Francisco.
-Gracias.
-Entonces…
-¿Sí?
-¿Lo que has narrado se podría decir que fueron las dos primeras iniciaciones de Jesús?
-Así es.
-Pero… han parecido fáciles.
Xavier sonrió.
-¿He dicho algo gracioso?-preguntó Francisco.
-En realidad, cuando se pasan esas iniciaciones, es porque ya ha habido otras vidas anteriores en las que se ha estado preparando para ello.
-¿Si pasó dos iniciaciones en dos años significaba que ya las había alcanzado en otra vida anterior?
-Así es. Estaba “recordando” o “recapitulando” lo conseguido anteriormente.
-Estoy viendo –dijo Charles- que todo lo que nos cuentas no está comprobado científicamente, pero tal vez es porque nadie se ha preocupado hasta ahora, en lo que atañe al mundo científico, de estudiarlo en serio. Sin embargo da la impresión de que tenían sus propios métodos empíricos.
-Así es –respondió Xavier. Una afirmación no puede ser gratuita, o mejor expresado aún, el aspirante a la iniciación puede albergar dudas de la ley de causa y efecto, pero el iniciado que le supervisa, sabe perfectamente que a cada iniciación corresponden unos determinados atributos, poderes, dominios, controles…
-Preparaos -dijo solemnemente Charles.
-¿Qué ocurre?-preguntó, alarmado, Xavier.
-Me he comprado la Biblia y un ejemplar con todos los evangelios apócrifos.
Francisco y Xavier le miraron sonriendo.
-¡Brrrrrr, qué miedo! –le hizo una cariñosa burla Xavier.
-Sí, tú ríete, que me voy a transformar en un experto y prepararé una lista de preguntas.
-Pero ese día pagarás tú la cuenta -bromeó el padre Francisco.
-Ya puedes pedirle permiso al Rector, necesitarás tres noches seguidas para contestarlas.
Las conversaciones con sus amigos llenaban el corazón anhelante del científico, mostrándose cada vez más alegre. Lejos quedaban la muerte de sus padres y esposa y su corazón, que estaba rejuveneciendo, saltaba de gozo sabiendo que tenía dos grandes amigos.
-Vamos a perder el autobús a Barcelona-cortó Xavier.
-¡Es verdad! –Saltó de la silla Francisco- ¡Vamos!
El tiempo había transcurrido rápidamente, demasiado, y Francisco llevó a sus amigos a la estación, les despidió con la mano, observó cómo desaparecían en la oscuridad y sonrió. Era, simplemente, feliz.
Capítulo 28
La tentación III
No había encontrado el momento oportuno para hablar al señor marqués sobre el amor de Ángela y Juan. Y menos mal que no lo había hecho, pues tal y como había sugerido su superior, era una relación que el padre de la enamorada deseaba impedir a toda costa.
Y ahí estaba él, sumergido en la duda.
¿Debería aconsejar, e incluso sugerir, a Ángela que desobedecer a su padre no era propio de un alma cristiana?
¿Debería insinuar a la joven que muy probablemente sería infeliz en un matrimonio que había empezado con tan mal pie?
¿Debería hacer que creyese algo en lo que él mismo no creía?
¿Se debía traicionar a sí mismo para que la Iglesia consiguiese una hacienda tan importante?
¿Debería mentir o escamotear la verdad para bien de todos los futuros seminaristas o congregaciones que pudiesen beneficiarse de tan importante donación?
¿Estaba el poder de la Iglesia por encima del amor de dos jóvenes?
Aquella noche fue demasiado larga para el padre Francisco. Cuando eran las cuatro de la mañana pudo conciliar el sueño y a las siete salió de nuevo al encuentro de la naturaleza. Lo vio todo claro. Él no era nada más que una pieza en el engranaje todopoderoso de la Iglesia. Debía obediencia a sus superiores. Y la sugerencia de monseñor era, simplemente, una orden. Por la tarde, rogaría a la joven Ángela que obedeciese a su padre. Eso es todo lo que podía hacer. Tampoco estaba en la Edad Media para amenazarla con el infierno y el fuego eterno.
Y con estas últimas frases se rió. No importaba en qué difícil circunstancia pudiera encontrarse, al final, en su cerebro, siempre aparecía algo gracioso. Y la verdad, las palabras “infierno” y “fuego eterno” le hicieron sonreír.
La misa transcurrió como siempre, y cuando se encontraba envolviendo la estola en la casulla escuchó una vocecita que le llamaba desde la puerta de la sacristía
-Padre…
-¡Ángela! -exclamó sorprendido el sacerdote.
-Hola -continuó la joven con voz tímida.
-¡Qué sorpresa!
-Me lo imagino, padre. Les presento a Juan y nuestros dos amigos José y Teresa.
El párroco dio la mano a los tres, y como una centella pasó por su mente el asunto al qué venían.
-¿Qué deseáis?
-Padre –dijo Ángela-. Deseamos casarnos.
El joven cura se sintió desarmado por la cara de Ángela. De nada valía todo lo que había meditado la noche anterior. Muy lejos quedaba la conclusión que había extraído en su meditación matutina.
-¿Eres mayor de edad? –le preguntó maquinalmente.
-Sí padre. Ambos los somos. Le hemos traído la partida de nacimiento y el certificado de bautismo.
-¿Sabes en qué lío nos estamos metiendo?
Ángela le miró, Juan le miró. El padre Francisco vio más allá de sus caras. Penetró en el fondo de sus ojos… y halló el diamante más hermoso que los humanos pueden encontrar en el fondo de su corazón. Percibió un amor como es cantado por los más grandes poetas y líricos. Supo que si hubiese estado Jesucristo en su lugar, lo habría aprobado. Visualizó cómo los fariseos se habrían ensañado con él.
Habían transcurrido treinta segundos de silencio, cuando Ángela le sacó de su profundo ensimismamiento.
¿Sí?
¿Padre?
¿Nos puede casar?
Capítulo 29
Aprendizaje de Jesús en Egipto
Tercera Iniciación.
Charles y Francisco habían pasado toda la semana con una gran curiosidad por ver cómo se desarrollaba la vida desconocida del Maestro Jesús en Egipto. Xavier no se hacía mucho de rogar para hablar sobre el tema que había ocupado gran parte de su vida. Así es que el esoterista inició sin más preámbulos la charla de aquella tarde de verano.
-Al tercer año, Jesús formó parte del escaso grupo de aspirantes que habían llegado a conseguir la túnica azul. Durante ese tiempo tendría que dominar su pensamiento, aunque la verdad es que la instrucción era: “procura que tus pensamientos no te dominen, ya que dominar los pensamientos es algo prácticamente imposible”. La analogía con los yogas actuales estaría comprendida en la denominada Raja Yoga o yoga real. El yoga que permite ver la realidad oculta en las formas mentales.
El reducido grupo de iniciados permanecía muchas horas en absoluto silencio. El instructor enunciaba algunas frases cortas que debían arrojar al vacío de sus mentes. Después, esperaban hasta que surgía alguna respuesta y la anotaban en las tablillas.
Las preguntas o “koanes” eran cada vez más sutiles. Habían comenzado meditando sobre una rosa, su forma, color, olor, textura, espinas, etc. y la respuesta tenía que encajar con un protocolo establecido y secreto. Si el iniciado acertaba, podía continuar con la instrucción, en caso contrario era expulsado del recinto y destinado a otras labores de ayudantía.
La disciplina era bastante estricta. Se levantaban una hora antes de que saliera el Sol para hacer sus abluciones, y cuando el “astro rey” asomaba por el horizonte, debían mirarlo fijamente durante unos diez minutos. Después, se retiraban a sus celdas a meditar sobre el pensamiento simiente de la semana. Al atardecer repetían nuevamente esos minutos de enfrentar al Sol y observar cómo declinaba lentamente en el horizonte. Por supuesto que estaban más horas expuestos al Sol, pero los dos momentos mencionados eran de especial significado para ellos.
Jesús iba superando bien todas las pruebas. Los períodos de silencio y de meditación le resultaban muy agradables. Tenía encuentros conscientes con Cristo y con sus padres, aunque éstos no recordasen nada al despertarse. Contemplaba cómo iban creciendo sus hermanos, cómo sus padres continuaban trabajando y cuánto pensaban en ese hijo que había desparecido de sus vidas, si bien internamente sabían que algún día volverían a verle.
Jesús estaba muy preparado para esta tercera etapa. La tercera iniciación en la pirámide de Keops. Sabía que tenía muchas oquedades, pasillos anchos y estrechos, habitaciones con enormes piedras pulidas y también una serie de estatuillas de los antiguos faraones. Sabía que si los contaba en su ascensión, llegaría a encontrar más fácilmente la puerta en su retorno a la base y podría salir por el pasillo que conduce a la salida entre las patas delanteras de la esfinge.
Su conciencia permanecía tranquila, él se sabía sobradamente preparado para superar esa dura prueba y aceptó cambiar su túnica azul por la blanca, color de luto para los viejos egipcios, después le introdujeron en el sarcófago de la cámara del rey. Deslizaron la pesada losa tras dejarle una cantimplora con agua y salieron de la cámara. Allí reinó el silencio más absoluto.
Estuvo solo con sus sueños, sus ilusiones, sus miedos, si es que alguna vez había tenido miedo por algo.
Tuvo un sueño en el que contempló el devenir de la Humanidad desde hacía muchos siglos, cuando él se había encarnado en otros cuerpos.
Recordó algunas de sus vidas, especialmente aquellas en las que había tenido un papel más activo y había trabajado en bien de sus semejantes, lo que le había conducido, hacía ya unos siglos, a la cuarta iniciación jerárquica; se había convertido en un maestro de la jerarquía y por ende, se había liberado de los lazos que le unían a la humanidad y de la oportunidad de seguir aprendiendo las lecciones que la vida ofrecía. Se había convertido en un alma liberada, en un Maestro Ascendido cuya energía dominante era la del amor.
En esta ocasión se prestó nuevamente a servir a Cristo, tal y como ya lo hizo cuando ocupó el cuerpo que dio vida a Krishna, una repetición casi idéntica de la actual, hace unos 4.000 años.
Rememoró también la época en la que fue compañero y discípulo del propio Buda, hace unos 2.600 años.
Al tercer día, los monjes asistentes deslizaron la pesada tapa del sarcófago y le ayudaron a salir.
Los Maestros esperaban ansiosamente su salida por la puerta de la esfinge, lugar destinado para aquellos que habían superado los tres años de duras pruebas y disciplinas y que se habían ganado el título de “Hijos del Sol”.
Hubo una gran fiesta de despedida, pues ya no podía quedarse en aquel paraje. Y, aun habiendo superado todas las pruebas, debería marcharse, pues no era egipcio y por tal causa no podía ser instructor de otros discípulos.
Obtuvo su diploma de pergamino que guardó como trofeo para enseñárselo algún día a sus padres. También le honraron entregándole un anillo de oro, con un escarabajo azul y la inscripción que rezaba “Hijo del Sol”.
-Xavier…-dijo el padre Francisco.
-¿Sí?
-Tu relato es fascinante.
-Gracias.
-Un día hablaste sobre las iniciaciones. Yo creía que cuando te referiste al bautismo, la segunda, supuse que había ocurrido en el Jordán. Lo mismo pensaba de la tercera iniciación o transfiguración, cuyo episodio, todos los cristianos conocemos…
-¿Si?
-Entonces…ahora me quedo un tanto perplejo cuando narras que esas iniciaciones, o su confirmación simbólica, ya habían ocurrido en Egipto.
-Hace unos días, comentamos que si Jesús había conseguido las dos primeras iniciaciones en tan solo dos años era porque la verdadera proeza de someter los cuerpos la había realizado en vidas anteriores.
-Es cierto.
-Lo mismo ocurre con la tercera, pero si te parece dejamos sin responder, completamente, tu pregunta hasta que lleguemos a la vida pública de Jesús.
El sacerdote de corazón de oro miró a Xavier y captó algo extraño en el brillo de sus ojos. Es como si le dijesen: “tranquilo, ya verás cómo vamos por buen camino y te llevas la sorpresa de tu vida”
-De acuerdo, Xavier. La verdad es que confío plenamente en ti. El temor a que nuestras conversaciones derivasen en un menoscabo de la figura de Jesucristo creo que estaban infundados. No me cabe la más mínima duda de que ambos, mejor dicho –miró a Charles-, los tres estamos ligados a un mismo y bello destino relacionado con Cristo.
-Gracias, por confiar en mí.
-Yo también confío en ti- dijo Charles, quien había permanecido en la conversación muy pensativo-. Es que nunca había visualizado la vida de Jesús en Egipto, un enigma según la tradición “oficial”… Tal vez…
-¿Sí?
-Bueno…es una curiosidad personal.
-Sí dime.
-¿Nosotros podemos llegar a ser iniciados, aunque, solamente sea de primer grado, aunque no hagamos regímenes alimenticios estrictos o meditaciones extraordinarias?
-Claro. No es esta la primera vez que venimos a la encarnación. Ha habido otras vidas, e incluso en esta, en las que hemos ido aprendiendo, si bien a un ritmo más lento, las técnicas requeridas. Por ejemplo, cuando visualizabas el choque de partículas y sus consecuencias en tu mente, estabas utilizando el tercer ojo. Es decir que estabas meditando. Cuando sentías el profundo dolor por la muerte de tu padre, de tu madre o de tu esposa, estabas haciendo más transparente y más reflectante tu cuerpo de sentimientos, sólo que no lo sabías. Cuando veías una mujer bella y evitabas no pensar en ella por respeto a tu esposa, estabas superando una tentación… una prueba.
-Pero… parece poca cosa.
-No, no lo es. Date cuenta de que, muy probablemente el hecho de superar una pequeña tentación, representaba toda una vida de lucha.
-No lo entiendo.
-Imagínate a ti mismo en una época en la que tenías a tu alcance muchas mujeres; que fueses, por ejemplo, un don Juan y que con un simple chasquear de dedos las féminas cumpliesen tus deseos, pero que te hubieses enamorado de alguien en concreto. ¿Te das cuenta del esfuerzo que supondría no hacer chasquear los dedos? ¿Comprendes hasta qué punto deberías controlar ese antiguo hábito?
-Creo que sí.
-Intento decir, amigo Charles, que lo que ahora nos parece normal, las virtudes que podamos tener, y que tal vez ni siquiera hemos descubierto, aunque las poseamos, son batallas ganadas antiguamente.
-Entonces… ¿qué es la iniciación?
-Hay mucho escrito sobre el tema, pero te diré algo que me parece importante. La iniciación tiene que ver con la conciencia. Si un hombre llega a ser capaz de sentir, de percibir, de influir, de ayudar, de hacer reverberar la esencia del corazón y la mente de un hermano suyo, si es capaz de utilizar la fuerza de su corazón para sostener el corazón de otro ser…entonces se puede decir que es consciente de su hermano, y que ha conseguido elevar sus energías al corazón.
-¿Sería un iniciado de primer grado?
-Mi opinión es que habría muchas probabilidades de que así fuese. El supuesto iniciado sentiría o percibiría la vibración de su propio corazón, y gracias a ella, superando los celos, los anhelos de posesión, etc., haría florecer el amor.
-Parece que me hablas del amor entre un esposo y una esposa.
-Así es –continuó Xavier-. En mi opinión, la vida de familia es, sin lugar a dudas, el campo de batalla, donde un ser humano puede aprender a dominarse, y al final de sus días, a hacer florecer el amor en su corazón, y por ende, poseer conciencia de lo que el otro es.
-Entonces… ¿todos aquellos seres humanos que aman de corazón…son iniciados de primer grado?
-Como expresa la palabra “iniciados”, han comenzado un camino. No hay que olvidar que no es lo mismo sentir la luz que dominarla. Igual ocurre con el amor. No solamente hay que sentir el amor, sino dominarlo. Así pues, un iniciado de primer grado sería aquella persona, que percibiendo la vibración del corazón es capaz de transformar esa vibración en una obra, bien sea musical, artística, social, religiosa, científica…
-Entonces… ¡Hay millones de humanos iniciados de primer grado! –exclamó Charles.
-Muchos millones. Si bien es cierto que algunos de ellos sólo lo son durante breves instantes. Todavía su fuego no está suficientemente activo… aun tienen que perfeccionar o sutilizar el puente de arcoíris o antakarana que conecta su mecanismo humano con el alma.
-¿Tal vez esa sería la diferencia entre un ser bondadoso y un iniciado?-preguntó Francisco- y añadió, iluminado, “el Fuego de Dios es un Fuego que consume, un Fuego devorador”.
-Creo- dijo Xavier-, que has dado en el clavo. Pero también deseo hacer una advertencia. Ese fuego debe atemperarse, de lo contrario sería un fuego destructor.
– Sé a qué te refieres Xavier. Son esos personajes que intentan imponer por la fuerza sus creencias.
-Un iniciado de primer grado- finalizó la conversación Xavier- no necesita muchas explicaciones. Le basta un segundo para saber a quién tiene enfrente. Ocultamente otorga una caricia al corazón del necesitado, y sigue su camino. Si éste es ayudar a los demás en el plano físico lo hará, pero si su camino va mucho más allá, continuará persiguiendo la sabiduría, pues debe atravesar el plano de los sentimientos hasta llegar al plano de la mente, e incluso ir más lejos… Me gustaría añadir, pero solamente a modo de semilla para vuestra meditación, que la materia utilizada por la conciencia se va transmutando. Sería, pues equivalente a decir que un iniciado tendrá un porcentaje de materia sutil, capaz de ser manipulada por la fuerza de su corazón.
Sintetizando, se podría decir que iniciado de primer grado es aquel que sabe a ciencia cierta sobre la unión de dos corazones y de la influencia efectiva que uno puede tener sobre el otro. Cuando sabe esto, sabe mucho, y se acrecienta su responsabilidad a la vez que su alegría.
Francisco miró a Xavier. Y supo que él mismo, en las dos relaciones tan especiales que mantuvo con su amadísima madre y con Juliette, se había comportado ya como un iniciado de primer grado, pues había tenido conciencia interna de sus corazones. De lo que no se había dado cuenta era de que, en ambos contactos, alguien muy especial, había estado detrás de la escena.
-Creo, Xavier, que te entiendo perfectamente-dijo todavía pensativo, tratando de encontrar un “nombre” a lo que hacía tiempo había sentido en su corazón. La alegría de la unión mística de dos almas.
Capítulo 30
La tentación (IV)
El joven sacerdote recordó el río de luz que unió durante un tiempo el corazón de su madre al suyo. Sintió en su rostro el resplandor de la nieve en las cumbres al atardecer. Percibió el agua fresca de un manantial en sus manos. Recordó el color dorado del sol. A su mente vino la imagen de su amada señora, la Inmaculada Concepción. Y por último llenó su alma con la imagen de Jesús salvando a una mujer de la lapidación. Y en ése preciso instante el resplandor de los ojos de su amado Maestro traspasó de una parte a otra su corazón.
-Padre… ¿me escucha? –volvió a decir la bella Ángela.
¿Sí? –contestó por fin.
-Si nos va a casar.
-Por supuesto.
– ¡Viva! -exclamaron los cuatro amigos, con júbilo.
-Bien. Vosotros sentaos en el primer banco. Mientras, enciendo las velas y me preparo para la ceremonia. Lo haremos sencillamente, sin luces eléctricas.
-¡Qué suerte! –se dijeron unos a otros los jóvenes.
El padre Francisco salió de la sacristía. Al pasar por el centro del altar mayor se arrodilló, inclinó la cabeza y llegó hasta el atril.
Los ojos de buey de la iglesia románica dejaban pasar tres impresionantes haces de luz que era atravesada por pequeños corpúsculos. Varias beatas que permanecían todavía rezando, escucharon lo qué iba a ocurrir y cantaron espontáneamente el Salve Regina. Ciertamente no era la música o canto que se debería escuchar, pero fueron sus voces las que atrajeron a los ángeles del amor, quienes crearon un ambiente mágico que envolvió a los asistentes.
El sacerdote del corazón de oro leyó solamente un párrafo de la carta de San Pablo a los Efesios:
“Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, sin mancha, ni arruga, ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Sobrellévense mutuamente y perdónense, cuando alguno tenga quejas del otro.
En una palabra, que cada uno de ustedes ame a su pareja como a sí mismo.”
-Acercaos, hermanos-rogó el padre Francisco a los jóvenes.
Los cuatro se aproximaron justo hasta donde comenzaba el altar, y el sacerdote, una vez terminada la ceremonia de los anillos, impuso sus manos a unos centímetros de las cabezas de Ángela y Juan.
-Yo os declaro: marido y mujer.
Las tres beatas entonaron “Santo… Santo… Santo es el Señor”…
En ese preciso momento entraron, mejor expresado, se abalanzaron por la puerta de la iglesia Monseñor y el señor Marqués justo a tiempo de escuchar la fatídica frase, para él , y que paradójicamente, era la más dulce “canción de amor” para su joven hija y el carpintero.
El señor Marqués de Sotomonte no pudo contener su rabia, y con el bastón, de empuñadura de oro, partió en dos la figura de un monaguillo de madera, situada muy cerca de la pila del agua bendita.
Entre los cánticos de las beatas se escuchó un grito estentóreo
-Monseñor, despídase de la donación- y gritó como poseído por el demonio-: tú, Ángela, desde hoy ya no eres mi hija. Te repudio. Desde ahora, los dos pertenecéis a la misma condición social.
Las beatas continuaron cantando, y el padre Francisco las acompañó con todas sus fuerzas. A los pocos segundos, se unió a ellos la joven esposa y lo mismo hicieron Juan, José y Teresa.
-Vayamos a firmar en el libro -propuso el padre Francisco.
Monseñor se acercó a la sacristía y desde la puerta le espetó.
– ¡Francisco! Mañana mismo puede irse a Zaragoza. En breve tendrá noticias de su Superior.
El párroco apenas vio dos segundos a Monseñor, que desapareció tal y como había aparecido.
-Lo siento padre- le consoló Ángela.
-No tiene importancia. He hecho lo que me ha dictado mi corazón, y mi corazón es de Cristo. Es el único ante quien tengo que rendir cuentas.
Los cuatro amigos le miraron sobrecogidos. Intuyeron que estaban ante un hombre santo.
-¿Qué os parece si nos vamos a celebrarlo al valle de Zuriza?
-Sería el mejor regalo de nuestra boda, padre -respondió Ángela con lágrimas en el rostro.
-¡Pues vayamos!
Capítulo 31
Otra herida en el corazón de Charles
-Disculpadme si no estoy hoy muy centrado en la conversación -dijo Charles nada más sentarse en el café Moka.
-¿Qué te ocurre?-preguntó Xavier.
-Hoy hace años que perdí a mi esposa.
-Lo siento-dijeron a la vez sus dos amigos.
Hubo un silencio, después el científico continuó.
-Los matrimonios deberían pensarlo dos veces antes de separarse. Sinceramente, me pregunto si realmente saben lo que quieren.
-En muchas ocasiones, no-contestó Xavier.
-Nosotros estuvimos casados treinta y cinco años, y ahora me doy cuenta lo feliz que fui al lado de Emily.
-Entonces, fuiste afortunado.
-Sí. Así es. La conocí poco después de terminar la carrera en la universidad.
-Cuéntanos-rogó Francisco.
-Me gustaba salir a tomar un almuerzo rápido en un parquecito que había muy cerca del campus. Me sentaba en un banco, y observaba a algunas parejas que, jugando en el césped, sonreían por cualquier cosa. Me decía “vaya una estupidez que es eso del amor.” Sin embargo, en el fondo, sentía envidia por la felicidad que desprendían sus ademanes, sus risas o sus gritos a los cuatro vientos para que todo el mundo supiese que eran felices.
-¡El amor! –exclamó Xavier.
-Y un buen día, la joven más hermosa que había visto en mi vida, y que llevaba un perro muy extraño para mí, me preguntó:
-¿Puedo sentarme?
-¡Por… favor! –le dije, levantándome como si hubiesen colocado un resorte bajo mis posaderas.
-¿Quieres? –me ofreció unas patatas fritas de una bolsa.
-¡Gracias!
-¿Sabes? Hace muchos días que te observo, aunque tú nunca me has mirado.
Me quedé sorprendido sin saber qué decir.
-Sé que estudias o trabajas en la universidad, pues te veo entrar cuando paseo con mi perro.
Miré con temor al can, chato, feo y de ojos saltones. Ella sonrió.
-No te preocupes. Es un bóxer, uno de los perros más fieles, y con el que los niños pueden jugar mejor.
-¡Quién lo diría!
-Trae la mano.
Con miedo, dejé a Emily tomarla. Tal vez era la última vez que la veía -pensé.
Xavier y el padre Francisco sonrieron.
Ella estrechó con sus dedos blancos y alargados los míos. Yo temblaba de emoción, pues nunca me había tocado una mujer. Me dejé llevar, y mi piel rozó al mismo tiempo la suya así como el suave y blanco pelaje de la parte inferior del cuello del bóxer. Me sentí tan bien, que en aquel momento se unieron en mí, la belleza, la bondad y por así decirlo el encanto del mundo animal.
Ella me miró y me besó en la mejilla. Ni en un sueño podría haber ocurrido de una forma tan hermosa. Sé que parece de película, pero fue la vida real.
-Estaba claro que ella llevaba mucho tiempo observándote -dijo Xavier.
-Así era.
-Cuando se acercó a ti, ya sabía que tenías un gran corazón-añadió Xavier.
-¿Cómo lo podía saber? –preguntó el padre Francisco
-Según me contó después: por mi forma de andar, por la manera en que, en ocasiones, salía del trabajo con los compañeros; por mi comportamiento en la cafetería… Desde aquel día quedé prendado de su amor. Al poco tiempo nos casamos, y tuvimos un niño y una niña, que a veces vienen a verme.
-¿Cómo murió? –preguntó Xavier
-Todos los días me preparaba el desayuno y una bolsita con un sándwich. Me extrañó que una mañana del mes de julio, tal como hoy, no se hubiese levantado como de costumbre. Me acerqué a la cama pensando que se habría dormido, pero la realidad era muy distinta.
-Lo siento-dijo Francisco.
-¿Sabéis? Algunas veces se iba con sus amigas, y al principio me asaltaban los celos, pero desde un día que tardó más de lo habitual, sólo deseé que no le hubiese ocurrido nada. En el fondo de mi alma pensé que aunque hubiese conocido a otro hombre, lo más importante es que viniese a casa sana y salva.
-Sin duda eso era amor de corazón -dijo Xavier
-Así es. Enseguida me di cuenta de que amaba profundamente a mi esposa. Y cuando murió, creí que moriría yo también.
-¿Qué te salvó?
-Tal vez os cause sorpresa, pero creo que fue el recuerdo de la Sábana Santa.
Los dos se miraron.
-Sí. Así es. Recordé la pasión de Jesucristo y la posibilidad de que quizás existía muy cerca de nosotros. Desde ese mismo instante permanecí tranquilo y sereno, y ciertamente muy solo.
-¡Da la impresión de que no es casualidad que estemos los tres juntos! –exclamó Francisco.
-Sin duda -dijo el esoterista-. Algo común nos está uniendo, y yo sinceramente pienso que es el propio Cristo.
Charles y Francisco le miraron, pero no supieron qué decir.
-Yo –añadió Xavier -sigo pensando que nuestras almas han programado esta serie de encuentros y el complemento necesario para exponer por algún medio, tal vez literario, estos aspectos nuevos sobre la vida de Jesús el Cristo. Creo que exponiendo nuestros diferentes puntos de vista podemos llegar a hacer un cuadro más completo de esa aventura divina, de esa vida que “ya está escrita” en cada molécula del ser humano y que en una encarnación o en otra se verá impelido a recorrer por la fuerza de su propio destino o de su evolución, marcada por el dominio del alma sobre los cuerpos.
-¿Quieres decir que al final todos llegaremos a tener una vida más abundante, como decía nuestro Señor?-preguntó el sacerdote.
-Así es. En algunos lugares se dice que Buda fue el último ser humano de otra Humanidad anterior a la nuestra y Cristo el primero en alcanzar un estado de conciencia divina en esta oleada de vida. Él muestra el camino que nos conducirá a la montaña de la calavera, el Gólgota, en el cual deberemos crucificarnos, para renunciar al cuerpo humano, a todo lo terrenal, al yo… y adquirir la divinidad consciente.
-Me da un poco de miedo-añadió Charles
-Te da temor –continuó Xavier que parecía un pozo de sabiduría- porque intentas comprender algo con tu actual estado de conciencia y vida, pero los acontecimientos externos van avanzando a la par que el desarrollo de nuestro Yo interno. Y no existe el sacrificio sin luz ni gozo. Nunca debemos olvidar que caminamos desde la oscuridad a la luz y de la muerte a la inmortalidad, tal como reza el Gayatri, una conocida plegaria hindú. Y esta frase no es un mero juego de palabras. En realidad nos están indicando que la materia más sutil, encerrada dentro de la oscuridad del cuerpo, llegará un día a ser tan radiactiva que necesariamente deberá expansionarse, y no podrá estar limitada a un cuerpo físico.
-Parecen promesas muy bonitas, pero tienes que comprender, Xavier, que como científico, veo un poco difíciles de que se cumplan.
-Es natural que pienses así, si no has podido experimentar, o mejor expresado, si no te has dado cuenta de la influencia con que la luz de un alma puede modificar nuestro propio cuerpo-dijo Francisco.
Charles y Xavier le miraron sorprendidos. Al final resultaría que Francisco era un verdadero místico al estilo antiguo, en el sentido de que había experimentado algún aspecto de la realidad divina y trascendente.
-El fuego de un alma es como una especie de ola que entra en nosotros encendiéndonos como si fuésemos la resistencia de una estufa eléctrica. Sé que el término no es excesivamente elegante, pero pienso que un lenguaje poético sería más ambiguo, menos apropiado y no definiría exactamente el impacto de energías externas. Podría decirse que la radioactividad de un alma evolucionada es capaz de modificar nuestra propia materia, induciéndola a la radiación de todas sus moléculas.
-Por Dios, padre. Me está dejando helado, aunque debería decir combusto -exclamó el científico.
Xavier miró al sacerdote de aspecto bonachón y gafas circulares. Sus palabras estaban expresando su actual situación. Quizás estaba ante un sacerdote a las puertas de la tercera iniciación. La transfiguración del cuerpo de materia oscura en un cuerpo mucho más luminoso y con una mayor cantidad de partículas radiactivas. Y así terminó la intensa charla de aquel día.
-Hay algo que es totalmente común a todas las grandes religiones-continuó Xavier.
-¿Sí?-preguntó Francisco con gran interés.
-Es la consecución del cuerpo de luz. Algo en lo que todas están de acuerdo: en el nacimiento y transformación del cuerpo físico en un vehículo esplendoroso y refulgente que a su vez le sirve, a quien lo consigue, para alcanzar nuevos y elevados estados de conciencia y sensibilidad.
-Está claro que, visto desde esta perspectiva, el sacrificio no es una palabra tan cargada negativamente, tal y como se ha utilizado comúnmente-dijo Charles.
-Así es-continuó Xavier-. Hay un momento en el que un ser humano sabe lo que le espera, que no es nada más ni nada menos que la vida del “Padre en los Cielos”. Y que paulatinamente debe primero santificar o hacer radiactivos sus cuerpos y luego descartarlos para poder acceder a conseguir, tal y como decía Cristo, una vida más abundante. Renuncia a un bien amado por otro bien más preciado y para el que ha trabajado durante muchas encarnaciones. Está “destinado” irremisiblemente a ser “Luz”. También es cierto que tiene la absoluta libertad de continuar en mundos de materia más densa.
-Creo que entiendo-dijo Charles-. ¡Ojalá que un día pueda experimentar y constatar, sin lugar a dudas, que las cosas son así!
-Seguro que un día sucederá algo que será, para ti, una prueba irrefutable de que el ser humano es algo más que un cuerpo físico. Probablemente, no lo podrás demostrar a los demás, pero será una confirmación tan rotunda para tu mente y tu corazón, que ya nada podrá detener tu avance hacia otro nivel de conciencia.
Capítulo 32
Jesús continúa en Egipto.
“La meditación concentrada en la relación existente entre el cuerpo y el akasha, otorga la ascensión fuera del mundo material y el poder de viajar en el espacio” La Luz del Alma (Alice A. Bailey)
Jesús -comenzó su explicación Xavier- pidió consejo y guía para seguir investigando y aprendiendo de los secretos de los faraones. Emprendió viaje por la orilla occidental del Nilo en dirección al Sur. Al cabo de algunas semanas de dura marcha llegó al valle de Asuán. Había muchos templos, algunos de ellos enormes, diseminados por el hermoso valle ubicado en las fértiles orillas del Nilo.
Le interesó, especialmente, el enorme templo de Abu Simbel. Tenía una orientación tan perfecta que, durante los solsticios, un rayo de sol penetraba por el pasillo central hasta el corazón del templo, donde se encontraban las estatuas de Amón Ra acompañado por otras tres deidades, con la peculiaridad que el sol sólo iluminaba al Dios Amón-Ra y no a los demás.
(Hasta tal punto dominaban los egipcios la ciencia de los astros, que cuando nuestros expertos reconstruyeron el templo, transportándolo tan sólo 180 metros y elevándolo 65 metros, no fueron capaces de orientarlo tan perfectamente como lo estaba en la antigüedad.
El 9 de Enero de 1960, con la colaboración de la UNESCO y para evitar que quedasen sumergidos bajo las aguas del Lago Nasser, al construir la presa de Asuán, aquellos templos ciclópeos tuvieron que ser cortados con potentes sierras, para poder transportar las piedras a otros lugares. España tuvo como recompensa por su colaboración en el proyecto, el precioso templo de Debod que Madrid ha sabido ubicar perfectamente en un parque muy digno, cercano a la Plaza España y con magnificas vistas de la ciudad y de la sierra, gozando de espectaculares puestas de sol. Se suelen celebrar danzas sobre y para la paz y actos similares. Tal vez se tendrían que tomar medidas para que la lluvia ácida y la contaminación no dañasen esas piedras milenarias.)
El Solsticio era el momento esperado por los sacerdotes para efectuar los ritos de consagración del templo a los dioses y escuchar los oráculos con el fin de encarar en forma correcta la preparación de la siembra y así obtener una buena cosecha anual.
Esas eran las tradiciones que le contaron los escasos seguidores de Ra que aún vivían en aquellos templos. Sin embargo, para esas fechas, todavía se congregaban gentes de los alrededores y escuchaban los pronósticos que habían captado de los dioses.
También observó la existencia de los nilómetros o escalones empotrados en los muros de los templos a las orillas del Nilo. Servían para medir el nivel del río y las consiguientes inundaciones, ayudando de esta manera a pronosticar la calidad y cantidad de las cosechas.
Jesús aprovechaba para instruirles en el monoteísmo, sugiriéndoles que únicamente había un solo Dios o Regente en este planeta, de igual forma a cómo sólo tenemos un alma para cada cuerpo humano. Les hacía comprender que estaba bien que dedicaran su agradecimiento a los dioses o devas (ángeles) de las aguas o del fuego, pero eso no les convertía en dioses.
Seguidamente emprendió viaje hacia el norte y visitó Dendera. Fue el templo que más le impresionó después de la pirámide de Keops.
Entrando en él, a mano derecha, vio cómo había sido representado el primer Logos terrestre, el dios de la inteligencia. Estaba pintado de color verde, y entregaba el báculo o maza de poder al segundo Logos, el dios del amor, caracterizado con el color azul.
Vio perfectamente cómo el “viejo dios” entregaba el “diamante flamígero” del poder a aquel nuevo dios que debería de llevar a cabo el nuevo experimento, basado en el amor, con esta humanidad. La inteligencia daba paso al amor (por eso se dice que Dios es Amor, que no hay energía más poderosa que la del Amor).
Jesús quedó muy impresionado por lo que acababa de ver. ¿Cómo era posible que tal conocimiento hubiera llegado a esos sacerdotes en aquellos tiempos tan remotos?
El monje guardián, que le servía de guía, le dijo que ese conocimiento les venía dado por los faraones, mitad hombres y mitad dioses. Decían que ya hacía mucho tiempo que habían venido de un planeta llamado Venus.
Manifestaban poseer el poder de ver en todas las direcciones a la vez. Afirmaban haber dominado sus cuerpos, incluso los más sutiles. Sostenían haber venido como faraones para guiar los pasos de la nueva civilización atlante.
Observaban en las constelaciones formas abstractas de personas y de animales. Conocían las influencias de las estrellas tanto sobre la salud de los seres vivos de la Tierra como sobre sus acciones. Para dejar constancia de ello, construyeron una glorieta en la terraza del templo, y en su techo esculpieron una lápida en piedra representando el zodiaco, con el fin de que los sacerdotes y los monjes iniciados en los misterios, pudieran determinar el paso y la actividad rectora de los diferentes planetas a través de las constelaciones.
Jesús pudo constatar que el signo de Capricornio estaba ocupado por el del Cocodrilo, llamado Makkara del Nilo. Era un animal sagrado y también el signo de la iniciación de las aguas o purificación del cuerpo de los deseos.
Habían inventado la “luz embotellada” y con ella les era posible pasearse por la noche en la profundidad del templo.
Jesús fue guiado por todos los pasillos y le fueron explicados los altorrelieves. En alguno de ellos se veían ánforas que parecían irradiar luz. ¿Sería “la luz embotellada” que mencionó su guía?
Pidió ser instruido en los misterios del aire que le conducirían a la cuarta iniciación y para ello mostró el anillo de oro y el pergamino que le acreditaba como “Hijo del sol” iniciado en los misterios y con todos los atributos.
Hacía muchos años que los sacerdotes no habían recibido discípulos que optaran a tan alto grado, y gustosamente le explicaron cómo eran esas disciplinas que le conducirían al dominio de su mente superior, mente abstracta capaz de penetrar en los secretos del cosmos, de prever los sucesos del futuro y sus causas ocultas, de captar el Plan de Dios para cada período o ciclo, así como indagar en la causa oculta de las apariencias.
-Siempre he escuchado -dijo Charles- las alabanzas de muchas personas hacia las construcciones egipcias, sin embargo tampoco les había prestado mucha atención. Así es que ahora, aquí, tranquilamente, parece como si me acercase un poco más a la grandeza de esa cultura.
-Muchas veces -contestó Xavier- la costumbre de ver algo, de tenerlo cerca de nosotros hace que no le demos la importancia y el significado que verdaderamente tiene. Como premisas en nuestros pensamientos siempre están las típicas frases de las que ni siquiera somos conscientes “eran antiguos” “eran poco inteligentes” “nosotros somos mucho más”. Estos prejuicios hacen que no creamos en muchas de las ideas que nos han llegado de la Antigüedad. Sin embargo, siempre hubo hombres muy inteligentes, excepcionales, dotados de una agudeza que para sí querrían tener muchos de nuestros más brillantes universitarios, y no digamos la enorme cantidad de jóvenes obnubilados por el alcohol y las drogas,
-Es parecido al prejuicio que tenía respecto a los habitantes de las montañas -añadió Francisco- que decían haber visto luces extrañas.
Xavier y Charles estaban embebidos en su tema y no prestaron atención a lo que dijo el sacerdote del corazón de oro.
-Jesús –continuó Xavier- se sometió gustosamente a las pruebas, cuya analogía se correspondería hoy en día con la ciencia del Agni yoga o yoga del fuego. El mencionado “fuego” tiene que quemar las estructuras mentales y sentimentales inadecuadas, o andamios que el hombre ha construido en el pasado, para que sus pies puedan caminar por la senda que trasciende la seguridad mental. Este camino es absolutamente nuevo, en el sentido de que aún no ha sido hollado por casi nadie actualmente, si bien ya hay muchos aspirantes en todo el mundo que están dando los primeros pasos.
-Creo -expresó Charles- que me queda mucho por aprender. Estaba demasiado seguro de que, como eminente científico perteneciente al ITM, era algo así como una de las máximas expresiones de la inteligencia de la humanidad, pero reconozco, que cuanto más te escucho, más comprendo la famosa frase de Sócrates “Solo sé que no sé nada”… o aquella otra que reza “Cuanto más sé, sé más lo poco que sé”
-Yo también me quedo perplejo -añadió Francisco- No tenía ni idea de que existiesen tales técnicas. Es más, me parecía una tontería cuando algunas mujeres hablaban de las posiciones del yoga…
-Bueno… la ciencia del Yoga que tú comentas es la primera y más básica, pues luego hay otras cuatro más. El yoga de las posturas es el Hatha Yoga. Se refiere únicamente al cuerpo físico.
Luego hay el Laya Yoga, el yoga que trataba, hace algunos milenios, de poner en armonía los chakras y demás componentes del cuerpo etérico. Yo aconsejo muy seriamente no manipular para nada ese cuerpo, ya que podríamos alterar el normal flujo de energías y producir desajustes orgánicos y peligrosas enfermedades.
El Backti Yoga o yoga devocional, trata de sublimar los impactos que le llegan al cuerpo emocional y no dejarse dominar por las energías que entran por el plexo solar.
El Raja Yoga o yoga real, es el que trata de controlar los pensamientos o el que trata de conseguir aquietar la mente y su constante movimiento.
Algún día os dejaré el libro “La Luz del Alma” de Alice A. Bailey, que aclara los antiguos aforismos del Yoga de Patanjali, escrito hace miles de años. Creo que os quedaréis de piedra, pues según el mismo, pocas cosas hay que puedan ser un obstáculo para el poder de una mente entrenada.
-¡Dios mío! –Exclamó Francisco- ¡Cuánto tengo que aprender todavía!
-Seguro que sabes más de lo que te imaginas.
Hubo una pausa, y luego continuó Xavier
Si os dais cuenta, las iniciaciones de Jesús se han quedado justo, por así decirlo, a la altura del Raja Yoga o el Yoga de la Mente.
-Es verdad…-dijo Charles- con su mente había sido capaz de elevarse hasta algún lugar espiritual y gracias a ello había podido consultar algunos pensamientos con Cristo.
-Así es –contestó Xavier, para continuar con su exposición-. Respecto al siguiente paso, estaba claro que el Maestro Jesús había trascendido los poderes de la mente y ahora iba a penetrar en el mundo más allá de lo concreto. Un lugar donde las mentes más privilegiadas han dudado y se han sentido aterradas, pues aparenta ser un lugar vacío, y sin embargo, está lleno de energía, vida y todo el potencial del presente y del futuro.
-Eso me suena…a Física -dijo Charles sonriendo.
-Krishnamurti y Vicente Beltrán Anglada han sido dos pioneros que han retomado en la actualidad, un método tan antiguo y tan moderno a la vez. Ellos nos han hablado extensamente sobre el Agni Yoga, si bien es cierto que el propio Buda hace unos 2.700 años también promulgó este Yoga tan avanzado. Él nos habló de atención a nuestros pasos, a nuestras necesidades, a nuestras palabras…
-Es curioso cómo está todo entrelazado entre sí -dijo Francisco.
-La Sabiduría es tan antigua como el Mundo, pues ¿cómo si no fuese así, se habrían estructurado todos los universos? Lo que ocurre es que todo lleva su proceso, y a cada paso de la evolución material, se hace necesario incorporar la Sabiduría Eterna, para que los humanos podamos expresar el espíritu que mora en nuestros cuerpos.
-Qué bello es esto-exclamó el sacerdote.
-Bueno… ¡vamos a continuar con el Maestro Jesús!
-Disculpa, no me había dado cuenta de que nos íbamos del tema. Pero… ¡Es tanta la elevación que siento hablando de la grandeza del universo! –se expresó con devoción Francisco.
-Las pruebas de Jesús –continuó Xavier- se llevaron a cabo en el desierto. Tenía que dominar sus necesidades, y aprender a distinguir los espejismos de las realidades. El entrenamiento también se llevaba a cabo en las diferentes estancias o capillas del templo, especialmente en el pasillo del sótano, que estaba ricamente decorado con alto relieves pulidos con toda delicadeza.
También pasaba muchas noches en la terraza, contemplando el discurrir de las estrellas, de las constelaciones, de los planetas conocidos y no conocidos aun, incluso de los planetas en descomposición o en formación. Había como un centenar de planetas en todos los estadios de formación. Eran unas horas de completo éxtasis, rodeado por el espacio infinito y la tranquilidad de la noche.
Algunos monjes se disfrazaban de fantasmas o de espíritus malignos y trataban de asustar a aquel Maestro, pero su mirada permanecía imperturbable escrutando el espacio. Su mente estaba iluminada por el espíritu de la Luz, su ojo veía más allá de las formas y captaba telepáticamente aquellos pensamientos tan inocentes.
Las meditaciones tenían también pensamientos simiente esotéricos y tenía que captar las impresiones que le llegaban desde el alma o aun mas allá de su Maestro o del propio Cristo.
Las lecciones proseguían durante las horas de sueño. Aprendió a permanecer con el aliento suspendido durante más de una hora sin sufrir lesión alguna. Su ritmo cardíaco era prácticamente nulo… su completa atención a los acontecimientos y lecciones diarias le daba la posibilidad de proseguir atento durante las horas de sueño, pues había conseguido lo que se denomina “continuidad de conciencia” cerebral y mental.
En vista de los resultados, los monjes le otorgaron muy pronto sus bendiciones y un nuevo pergamino en el que le reconocían como “Hijo Predilecto del Sol”.
A Jesús le habría gustado seguir algunas semanas más profundizando en aquellos tesoros del antiguo Egipto, pero era consciente de que todavía tenía muchos otros lugares que visitar y partió con una caravana que se dirigía a Israel
-¡Impresionante! –exclamó el padre Francisco.
-A mí también me ha encantado…Hay una expresión que me ha sorprendido-dijo Charles.
-¿Cuál?
-Planetas en descomposición o en formación.
-Desde el punto de vista del esoterismo, que repito, es una palabra que indica no el deseo de esconder, sino que estudia aquello que no es evidente a simple vista, se considera que todo el Universo está vivo.
-Bueno –contestó Charles-, me imagino que una vez que el Sol no genere suficiente energía, el Sistema Solar entrará en descomposición y digamos que los planetas se quedarán “secos” No parece excesivamente “esotérica” tal aseveración.
-Sí que existe una diferencia entre una y otra ciencia, teniendo cada una sus diversos métodos de estudio y comprobación.
-Te escucho.
-Desde el punto de vista de la ciencia, se podría decir que un sistema solar comienza con la oscuridad potencial. Es decir, antes de la compactación de un sol, hay una serie de fuerzas, que en un momento determinado, atraen a la materia circundante hasta que la energía de compresión genera fricciones entre los átomos y da lugar al origen de la luz, del calor y de la vida.
-Sí.
-Pero la ciencia no va más allá. Sin embargo, el esoterismo parte del principio de que la Conciencia y la Vida permanecen en un plano o dimensión más sutil que envuelve y permanece en las cavidades de la materia, es decir en los espacios vacíos existentes entre los átomos y también por encima de ellos… interpenetrándose todo el espacio.
-Creo que estás refiriéndote de algo parecido al alma de un hombre.
-Lo que ocurre es que estamos hablando de una escala mayor, pero básicamente en el Universo conocido existe análogamente el Alma.
-Todavía no veo qué tiene que ver con los planetas en descomposición.
-Intento decirte que un planeta en descomposición es un planeta en el que se ha retirado el principio vital o alma. Es decir, que sus componentes se están disgregando hacia los cuatro puntos cardinales del espacio y cuya analogía es la descomposición de los cuerpos muertos, ya sean vegetales, animales o humanos.
-Sigue, por favor-rogó Charles.
-Tanto los materiales más densos, como algunos materiales más livianos se disuelven en el espacio, y, aquí viene lo que es más interesante, se dirigen hacia otros planetas vivos.
-Quieres decir que hay algo más que no se ve y que llega a nuestra Tierra.
-Eso es. Y esos materiales, que podríamos calificarlos con el atributo de “psíquicos”, causan una influencia negativa en la vitalidad del planeta al que llegan, siendo causa de la contaminación psíquica que observamos en el nuestro.
-Comprenderás que, como científico, para mí esto no es nada más que un cuento. Si bien es cierto que te tengo un gran respeto y no doy tus palabras como algo fatuo -respondió Charles con afabilidad.
-Con todo esto quería aclarar que el término básico “planeta en descomposición” implicaba más de lo que un aparente lector puede entender sin ninguna explicación añadida.
-Ya.
-El Maestro Jesús, además, captaba el origen de ciertos residuos malignos. Elementos que, separados del principio que los rige, el alma, se vuelven destructivos para los organismos vivos. Pero creo que hemos abierto un tema excesivamente largo y complicado.
-¿Estás sugiriendo –dijo el sacerdote- que en esos materiales psíquicos radica parte del problema del mal?
-En parte, así es. Debemos comprender que no solamente hay planetas en descomposición, sino que hay sistemas solares enteros que están desencarnando y pueden influir en los sistemas solares más cercanos. También hay que considerar que hay sistemas solares completos que están en plena evolución y otros que se están condensando para empezar su ciclo evolutivo.
-¡Jo! –exclamó Charles. Ya no sé si estoy en la cafetería Moka de Barcelona o en un mundo de fantasía. Entre iniciaciones, visiones, ángeles, planos de conciencia, extraterrestres, sistemas solares en descomposición, reencarnaciones…
Lo dijo en un tono tan gracioso que Xavier y Francisco rieron sonoramente.
-No. Y encima os reís de mí.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -rieron los tres al mismo tiempo.
Pero en realidad, nuestro amigo Charles estaba expresando la enorme diferencia que podía existir entre un ser humano que únicamente fuese capaz de tener en su cerebro los conocimientos necesarios para su existencia y otro ser humano que en verdad expresaba los poderes del alma.
-¿Sabéis? La verdad es que me siento feliz -dijo nuestro amigo Charles, mientras se levantaban de la mesa.
Capítulo 33
Un nuevo destino para el sacerdote del corazón de oro
El joven párroco madrugó como todos los días, pero no fue a pasear. Ordenó con cariño y serenidad todas sus pertenencias. Unos ciento cincuenta libros eran su tesoro más valioso. Los empaquetó en varias cajas y las dejó preparadas para que las recogiera Santi el transportista. El jueves las llevaría a Zaragoza.
Celebró la misa de las ocho de la mañana y se despidió de sus queridas beatas. Luego visitó a dos enfermos, y se detuvo en medio de la calle más de cuarenta veces. Los fieles le dieron extraordinarias muestras de afecto, respeto y profundo agradecimiento por los años de dedicación.
Entre tantas paradas, hubo una que le impresionó más que las demás, pero como era natural en él, no prestó toda su atención a la información recibida en unos pocos minutos de conversación.
-Hola padre.
-¡Hola! ¡Otro año más de vacaciones!
-Sí, padre, pero éstas son más tristes.
-¿Que te ocurre?
-Mi marido ha tenido un accidente y ya no está con nosotros.
-¡Mi Dios!
-¡Ha sido terrible! Dentro de un mes habría cumplido veintisiete años.
-Lo siento mucho. Creo que era un muchacho excepcional.
-No se imagina usted cuánto.
-Todavía recuerdo el día que nos pronosticó que no ganaríamos y acertó de lleno.
-Sí, a veces veía el futuro. Un día fue a Pau para que le echaran las cartas. Le auguraron que moriría muy joven. Y él, por alguna causa que nunca llegué a comprender, no se lo tomó a broma. A veces decía. “Cada día que vivo es un desafío a la Vida”
Lo cierto es que el sacerdote sólo estaba prestando atención a medias. Bastantes problemas tenía en ese momento como para atender con todos sus sentidos a la conversación. Así es que solamente su subconsciente fue el que escuchó a la joven francesa de Olorón.
-Me decía en ocasiones “Hay muchos como yo”, pero aquí estamos, sin hacer nada” No se lo creerá pero me dijo que era un “e.t.” (Extra terrestre)
-De verdad que lo siento mucho. Ahora me tengo que ir, pues apenas queda una hora para que salga el autobús.
Y así fue como el joven párroco pasó por alto algo que iba a ser determinante en el devenir de su vida.
-¡Padre! Le llamó de nuevo cuando ya había dado unos pasos.
-¿Sí?
-Él le apreciaba mucho. Siempre decía que tenía un corazón de oro, y que gracias a personas como usted, la Humanidad sobreviviría.
-Gracias.
-¡Ah! –dijo en última instancia la joven viuda.
-¿Sí? –respondió un poco nervioso el sacerdote.
-Me dijo que la Santa Madre Iglesia tenía un tesoro, y que varios de los suyos deberían evitar que fuese quemado por sus propios hijos. ¿Qué cree usted que quería decir?
-¡No sé! Tal vez se refería a algún lugar donde el Comunismo campa a sus anchas -se le ocurrió decir-.
-Ya -contestó la joven viuda, dejando sin respuesta uno de los muchos enigmas que guardaba en su corazón en referencia a su amado y fallecido esposo.
Francisco entró en “su iglesia”, se arrodilló ante la imagen de la Inmaculada y dejó que las lágrimas se deslizasen por sus mejillas. La fuerza de amor de su corazón necesitaba desahogarse a través de los lacrimales. No estaba triste, al contrario, es como si las pequeñas perlas fuesen el reflejo de un inmenso amor y sabia comprensión.
Y fue entonces cuando ocurrió algo misterioso. En su meditación pensó en Jesucristo. Recordó la escena en la que pidió agua a la mujer de Samaria. Y mientras creía que dominaba el movimiento y posición de las figuras, la cara del Maestro de Maestros se volvió y le miró a los ojos. Fue un segundo. La imagen se había independizado de su propia voluntad. La cara de Jesucristo era como la superposición alternativa de dos rostros, uno de cabello rubio y ojos azules y otro de cabello moreno con ojos oscuros. Este último se parecía al joven francés, y dedujo que había emergido a causa de la conversación anterior.
Se sentó en el autobús. Permanecía en un extraño éxtasis que terminó cuando pasaron cerca de los Mallos de Riglos. La luz se estaba ocultando detrás de las montañas occidentales. Los macizos de color de terracota se estilizaban, orgullosos y esbeltos, recordando los millones de años que llevaban en ese lugar, y que eran un simple suspiro en la Eternidad del Tiempo sin Tiempo.
Capítulo 34…
Jesús finaliza su estancia en Egipto.
-Hoy terminaremos la etapa de Jesús en Egipto-comenzó Xavier.
-Casi me da pena-dijo Francisco.
-La verdad es que es emocionante el hecho de ubicarle junto a las pirámides. Era joven, no tenía más responsabilidad que la de aprender de todo y avanzaba con pasos de gigante. Si bien no debemos olvidar que todo aquello era la síntesis o recapitulación de lo aprendido en otras vidas.
-Pero, tener la oportunidad de adquirir sabiduría no es poco -dijo Charles.
-A mí, sin embargo me causa tristeza saber qué le esperaba-añadió el sacerdote.
-En mi opinión no es correcto pensar así -dijo Xavier.
-¿Cómo?
-Es importante no confundir la situación de los demás con nuestros propios temores, que son naturales debido al peldaño en el que nos encontramos en un momento determinado y que es distinto al de otros.
-¿Puedes explicarlo un poco mejor?
-Supongamos que vamos a un país de África y vemos cómo van vestidos algunos indígenas. Enseguida caemos en la tentación de identificarnos con ellos y pensar que si llevasen unas botas en lugar de ir descalzos por la selva, serían más felices.
-Creo que te entiendo.
-Con respecto a Jesús, él era un iniciado. Veía, sabía cosas que algunas personas no entenderían jamás en cien vidas hasta que no llegasen al mismo estadio de conciencia. Ello implicaba que poseía también una mentalidad muy distinta, y como hemos dicho, la palabra sacrificio llevaba para él implícito el término: gozo.
-Quieres decir que no sufrió.
-No. Lo que intento transmitir es que su sacrificio fue supra consciente. Es decir, que conocía su futuro. Y esa consciencia hacía que pudiese superar más fácilmente, dentro de su dificultad intrínseca, lo que estaba a punto de sucederle. Además, existe un secreto por el que el dolor puede llegar a ser menos dolor, si quien lo sufre conoce la técnica.
Charles y Francisco le miraron sorprendidos.
-El tema es muy largo, pero podríamos decir que el Alma inmortal reencarna en el ser humano a través de unos hilos de conciencia y de vida. Si el iniciado es capaz de ubicarse fuera del cuerpo, justo a la altura de su loto egóico, el dolor físico puede sobrellevarse mejor, pues el cerebro deja de percibir las sensaciones.
-Eso es imposible-contestó Charles.
-Bueno, Charles, no seré yo quien trate de convencerte, pero existe tal posibilidad.
– Me consuela enormemente saber todo esto-dijo Francisco.
-Cuando se llega a ciertas pruebas, necesariamente, se debe tener un nivel de conciencia a la altura de las mismas. Expresándolo de otra forma mejor, un estado peculiar de conciencia lleva en sí mismo sus propias pruebas.
-Creo que está más claro. Cuéntanos, por favor, el final de su estadía en Egipto -rogó el padre Francisco.
-Parecía que todos esos petroglifos –comenzó la narración Xavier- apuntaban en la misma dirección. Estaban describiendo los diferentes estados iniciáticos de los faraones y los logros que habían obtenido en su camino de iniciación. Era una lástima que Ramsés II se hubiera querido apuntar todos los logros, aunque no me cabe duda de que él mismo era un iniciado de similar grado.
-¿Como representaban esos glifos los estados iniciáticos? – preguntó Charles cariñosamente.
-La figura de Ramsés II o cualquier faraón anterior que tuviese ese grado iniciático, tiene incluidos, con todo lujo de detalles, los atributos de poder. Si se observan detenidamente esos glifos, se puede deducir que tienen como mínimo dos niveles de interpretación. El superior trata de plasmar las actividades de los dioses, faraones o maestros. Sus mudras (posiciones) tienen varios significados de poder o sumisión a entidades inferiores o superiores. Cuando sostienen la clava o maza con la mano en posición alzada, se puede interpretar que están aplicando su fuerza iniciática a los cuerpos o entidades que les siguen, generalmente atados con una cuerda.
Hay que saber que la clava es el cetro de poder, denominado también el cetro del diamante flamígero, que recibieron de los dioses para gobernar a los pueblos y no, como creen los egiptólogos de hoy en día, una muestra de haberlos conquistado en el campo de batalla. Las guerras para someter a los nubios u otros pueblos, quedarían incluidas en el segundo nivel de interpretación, dedicado al pueblo, y no dentro del primer nivel, asignado a los dioses, pero eso no tiene que ver con aquellos cuerpos – esclavos que saludan y sonríen al faraón, quién va a iniciarles con su báculo de poder.
Los sacerdotes, que ordenaron representar esas figuras en todos los templos a lo largo del Nilo, tuvieron muy en cuenta el número de iniciandos en las filas que seguían la cuerda del faraón. Las hay de tres hileras con cinco o siete personas. También las hay de cinco hileras con siete personas cada una e incluso, muy raramente, de siete hileras de siete personas, posiblemente reservado para los propios faraones.
Estos símbolos representan los distintos grados iniciáticos que se enseñaban en esos templos, así como los grados de preparación para cada uno de los cuerpos, tantos densos como sutiles.
Los faraones podrían equipararse en grado de vibración o grado iniciático a las mónadas o súper almas.
-Está claro que es un tema amplio y abstruso por lo que acabas de explicar -dijo Charles-, pero me gustaría que nos ampliases un poco más el tema de las iniciaciones, del que nos has hablado ya en varias ocasiones. Da la impresión que la palabra “iniciación” tendrá diferentes matices y significados dependiendo de las distintas religiones, sectas, incluso las famosas sociedades secretas.
En ese instante el padre Francisco sonrió.
-¿Por qué te ríes, curilla travieso? – le preguntó Xavier.
-Bueno… Es por lo que acabas de decir “famosas sociedades secretas”. Pues si son famosas, no pueden ser secretas.
-Eres muy gracioso -respondió sonriendo Charles. Está claro que pueden ser famosas pero guardar secretos “inescrutables” para los no iniciados.
-Sí, pero me había hecho gracia esa frase. Hasta creo que la voy registrar y adquirir el derecho de propiedad intelectual de la misma. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! –sonrió Francisco y luego mirando con cara de travieso a Xavier le dijo con tono jocoso -¡Perdón!
El esoterista sonrió y continuó.
-Creo que cuando hablo de “iniciación” existe una imagen muy significativa, que nos podría dar una idea. Visualicemos una puerta en forma de arco que formase un campo eléctrico, y por el que tuviese que atravesar una persona. Se podría decir que el iniciando que fuese capaz de tener la misma vibración y atravesarlo se convertiría en un iniciado.
-¿Eso es lo que llaman el portal de la iniciación?
-Estamos poniendo un ejemplo, pero podría decirse que sí. Hay muchas personas que piensan que llegar a ser iniciado de un grado determinado, es cuestión de un segundo. Pero no es así. En realidad los seres humanos estamos continuamente iniciándonos. Cada problema que resolvemos, cada bifurcación en el camino que tomamos, es un paso hacia la iniciación o ampliación de conciencia.
-Ya.
-Voy a expresar una opinión que es solamente particular, pero que creo que puede también aclararnos el tema. Imaginemos una neurona que no recibiese ningún tipo de corriente de pensamientos. Que, por la causa que fuese, estuviese aislada de toda comunicación con el cerebro. Si se diese cuenta de su situación y decidiese participar en el flujo de pensamientos, necesitaría ir preparándose para recibir progresivamente más descargas eléctricas portadoras de pensamientos. Si no tuviese esa preparación, podría quemarse literalmente.
-Creo que esta imagen es bastante sugestiva-dijo Charles.
-Se acerca mucho más a la realidad de lo que imaginas-contestó Xavier y continuó- El Universo es más vasto en sus cualidades de lo que la ciencia, que va con paso lento pero seguro, ha descubierto hasta ahora. Se podría decir que en verdad existe una Mente, que algunos llaman Dios. Aunque tal vez no sea lo que algunos imaginan. Los seres humanos por alguna causa escondida en su historia más remota e inimaginable, se desconectaron de esa Mente, cuyo soporte es algún tipo de electricidad. Y necesitan retornar a la misma. Se podría decir que el método de ascender de nuevo esos peldaños, son las distintas iniciaciones. Y está claro que cuantos más peldaños se ascienden, el vehículo de conciencia debe ser más sutil y liviano.
-Observo, Xavier –dijo Charles-, que en tu exposición hay alguna incongruencia con la teoría de la evolución, pues estás afirmando que ya existe una meta anterior al hombre.
-Sí y no. Ambas cosas pueden coexistir en el Universo. Se podría decir que la existencia evoluciona en el Ser y también que el Ser evoluciona a través de la existencia. Dicho de otra forma, que el mundo físico conocido tiene una evolución desde un punto hasta otro, pero existe un Algo esencial que es eterno en comparación con el período de evolución física, limitado en el tiempo, aunque éste sea muy largo.
-Creo entender-dijo Francisco. Es parecido a como el ser humano desde los siete años tiene una conciencia y sin embargo su cuerpo va evolucionando por diferentes estados. La conciencia de sí mismo permanece; pero nada en su cuerpo es igual.
-Creo -añadió Xavier- que es un ejemplo muy ilustrativo. Hay personas que piensan sinceramente, que el Universo es poco más que unas posibilidades que ocurren casi por casualidad. Hay otras que creen que hasta sus pequeños e insignificantes actos son observados por algún Dios Todopoderoso que no tiene cosas más importantes que hacer que vigilarles. Entre un extremo y otro está la posibilidad de que el Universo sea Inteligencia, y precisamente para que se mantenga tal peculiaridad, sus componentes deben de tener la cualidad esencial de ser inteligentes. Es decir, que funcionen por sí mismos sin que nadie les esté supervisando continuamente. Nosotros, a otra escala, no estamos pendientes de que una neurona haga bien su trabajo. Lo que de verdad necesitamos es que una neurona sea libre de adquirir inteligencia. Habrá un momento en el que esa neurona despertará y comprenderá “libremente” que los pensamientos son similares a un río de energía, y que es ella la que puede voluntariamente adaptarse a ese río. El caudal de los pensamientos de un ser humano, o como hemos dicho de la Mente Universal, continuará fluyendo, se adapten o no esa neurona o ese ser humano a sus procesos de energía e inteligencia.
-Quizás no sea todo tan bonito. Tal vez sea todo un Caos-dijo Charles. Aunque ese caos tenga una coherencia admirable. Caos o cosmos, extremos de la realidad tridimensional en la que vivimos.
-¡Mi querido Charles, eso es algo que cada ser humano debe de descubrir pensando y actuando sinceramente! Si buenamente, sólo ha llegado hasta un punto, no importa. Nadie le va a recriminar por ello. Pero llegará una vida en la que despertará, y como se dice en lenguaje religioso “pondrá sus manos en el arado”. Dicho de otra forma, iniciará el retorno a la casa del Padre; pero esta vez de forma consciente.
-Me gusta, esto de la iniciación- dijo Francisco como si fuese un niño.
Xavier y Charles admiraban la candidez que mostraban los ojos del sacerdote. A veces percibían que encerraba un misterio muy profundo que no podía revelar, y que en algún momento, cuando bajaba la guardia, emergía a la superficie, para, a los pocos segundos, volver a ocultarse en la profundidad de las serenas y límpidas aguas de su corazón.
SEGUNDA PARTE
Capítulo 35
En un barrio marginal (I)
Cuando el padre Sauras llegó castigado al barrio de la Pax, con seguridad el más pobre de la ciudad, nunca imaginó que su corazón bebería un inolvidable sorbo de agua de la eterna fuente de la Vida y del Amor.
La iglesia, por no decir el barracón, de color blanco tenía una gran cantidad de pintadas. Cinco de las siete persianas estaban desvencijadas. Gracias a Dios, la campana se mantenía en su lugar, simplemente porque los gamberros no se habían molestado en trepar desde el tejado hasta el minúsculo campanario.
Conforme daba la vuelta a la iglesia pensó cuán bajo había caído el ser humano, o qué mal lo habían hecho sus hermanos eclesiásticos. En comparación, la iglesia románica del pequeño pueblecito del Pirineo, era una inmensa catedral, fiel reflejo de la fe que tenían los hombres hacía ya muchas centurias.
Francisco todavía quedó más impresionado en su corazón cuando fue recibido por varios gitanillos que estaban jugando junto a la puerta de la iglesia. Su tez morena, su extremada delgadez y los hilillos de mocos tocando los labios, le produjeron un profundo sentimiento de compasión que anegó todo su ser, haciéndole estremecer hasta lo más profundo de su alma. Experimentó al mismo tiempo que una tremenda pena, una preclara certeza de que él estaba hecho para ayudar a los demás en esta vida.
-¡Hola! –saludó a los niños.
-¡Hola! –contestaron sorprendidos.
-Soy el nuevo cura.
Los niños se quedaron sin saber qué decir, y se fueron corriendo.
-¡Parece que han visto al mismo diablo! ¡Espero que no hagan lo mismo los demás feligreses!
El padre Francisco se rió por la pequeña veta de humor negro que todavía era capaz de extraer de las situaciones más insólitas y desfavorables, introdujo la llave en el portón y entró en la capilla.
Y todo lo esquilmada que parecía por fuera, contrastaba con la limpieza, sencillez y belleza de sus bancos, suelo y paredes.
Se arrodilló ante una imagen de Cristo, de formas poliédricas multicolores y entró en la pequeña sacristía. Los armarios eran escasos, pero estaban impresionantemente abrillantados. Encima de una mesa había un jarrón con dos rosas blancas y unos tallos de hiedra verde brillante. Había una nota apoyada en el florero:
“Las colaboradoras catequistas le dan la bienvenida”
Varias lágrimas, inesperadas, rebosaron de sus profundos ojos oscuros. Por alguna extraña asociación había rememorado a su madre.
Cuando tomó el autobús urbano hacia el Seminario, donde residiría provisionalmente hasta que le asignasen un piso con otros compañeros, se sintió el sacerdote más feliz de la cristiandad.
Capítulo 36
Jesús regresa a la casa de sus padres.
-Bueno… hoy ya no estamos en Egipto -comenzó la conversación Xavier.
-Qué pena-dijo el padre Francisco. A ver si se calma un poco la situación con los turistas, y me voy allí unos días.
-Tendrás que ir pronto. Un día de estos se llevan las pirámides-bromeó Xavier.
-No me extrañaría. Seguro que con cuatro camiones y varias cuerdas se llevan las piedras.
Charles y Xavier sonrieron. Ellos habían estado junto a las pirámides. Xavier había entrado en la cámara a la que accedían los turistas, Charles por el contrario no lo hizo en su momento.
Xavier disfrutó con la visita a la gran pirámide, aunque quedó decepcionado por el poder telúrico que allí se condensaba. Había comprado una potente linterna con luz de xenón; quería haber investigado algunas cositas por su cuenta; pero no hubo manera de hacerla funcionar en las entrañas de la pirámide de Keops. Al llegar al hotel pudo comprobar que la linterna brillaba con toda su potencia y aun hoy en día funciona perfectamente.
A Charles le dijeron que no merecía la pena esa visita, pues se entraba agachado por un pequeño túnel y luego se tenía que regresar casi de espaldas. Pero, sí que llegó a tocar algunas de las piedras de Keops, justo antes de que penalizaran con cárcel a aquel que se atreviese a ascender por las mismas, como si de escaleras se tratase… y ciertamente, eran un poco grandes… Lástima que no pudo ver las enormes y pulidas piedras que formaban la llamada cámara real. Sus juntas eran tan perfectas que no se podía introducir una cuchilla de afeitar en ellas.
-Jesús -comenzó Xavier- quiso aprovechar su viaje hacia el Este para regresar a Nazaret y estar unos meses con sus padres. El reencuentro fue muy cordial. José y María lloraron por recuperar al hijo perdido; pero él, con el aplomo que había logrado imponer a su personalidad, con el porte de dignidad y su altura corporal, pronto les calmó y pudieron celebrar una fiesta con toda la familia, con sus padres y hermanos. Fue un bello reencuentro, nuevamente todos juntos, aunque había un cierto velo que ninguno se atrevía a descorrer.
El Maestro Jesús estuvo ayudando a sus padres en todos los quehaceres de la casa y de la carpintería, y como era el mayor de los hermanos, los demás acataban sus sugerencias con respeto. Nadie osaba romper el secreto que guardaban en sus corazones y del que José y María, intuían, iban a ser testigos en un futuro más o menos cercano.
Jesús les explicó con todo lujo de detalles su estancia en Egipto y las lecciones que había aprendido de sus monjes instructores. Les habló de la belleza de las pirámides, cubiertas de piedra lisa roja, que según la hora del día semejaban joyas refulgentes, expuestas al sol. También les dijo que cuando llovía había una pequeña desviación de las paredes, y gracias a esta, recogían el agua y la conducían hacia unos aljibes interiores para ser usada en operaciones de limpieza y saneamiento de la piedra.
Sus padres y hermanos escuchaban con gran atención sus relatos, que parecían transportarles hacia regiones más allá de la imaginación.
Transcurrido el breve tiempo de descanso en casa de sus padres, Jesús partió hacia nuevas aventuras. Tenía que estar perfectamente preparado para la misión que se le había encomendado.
Ya había tenido varios encuentros con Cristo, y sabía que cuando llegara el momento, tendría que hacer un tremendo, y a la vez gozoso sacrificio. No le había dado más detalles, pero Jesús era consciente de que tendría que ser para algo muy especial e importante.
-Me ha sorprendido que separes Jesús de Cristo-dijo Charles-. Yo creía que estábamos hablando de una sola persona: Jesucristo.
-Ya-dijo Xavier. Vamos a dejarlo así. En su momento lo comprenderás perfectamente.
-De acuerdo-dijo resignado el científico.
-Jesús quiso acelerar su marcha hacia Damasco, pues, aunque solamente tenía dieciocho años, no podía perder el tiempo y debía seguir aprendiendo y conociendo tradiciones, rituales y una gran diversidad de gentes.
Una vez llegado a Damasco, se encontró con unos monjes vestidos de negro. Le llamó poderosamente la atención la sobriedad de aquellas vestiduras en comparación de las extraordinariamente ricas y lujosas de los egipcios. Aparentaban estar en buen estado de salud y les preguntó por su templo y sus actividades. Entablaron una larga conversación que terminó con una invitación a que traspasase el umbral del templo, también muy parco en decoración.
Sólo ofrecían atravesar aquel umbral si se estaba dispuesto a encontrar a Dios en su interior. Él aceptó el reto.
Le informaron de los requisitos necesarios para pertenecer a su comunidad, conocida como “Orden de los Esenios”. Le instruyeron sobre los rituales, las enseñanzas, la obligación de compartir absolutamente todo con la comunidad. Le advirtieron de la imposición del celibato hasta los veinte años y la obligación de casarse en aquel entonces con alguna joven de la región, aunque fuera viuda, procurando tener descendencia después de esa edad.
Jesús aceptó gustosamente esas reglas y fue uno más del grupo. Su régimen alimenticio era absolutamente vegetariano. La higiene era un precepto al que se debían dedicar grandes esfuerzos, debido a la escasez del agua y la necesidad de ser traída desde los aljibes de la huerta a los aposentos.
Dedicaban muchas horas al cultivo de todo tipo de hortalizas y frutos regionales. No había árboles exóticos, pues todos los intentos de traerlos habían fracasado. El clima era benigno, pero extremadamente seco.
Jesús utilizó sus profusos conocimientos en carpintería y fabricó gran cantidad de enseres de madera, como marcos de ventanas, tejados, mesas, sillas, armarios, camastros, etc.
En las pláticas diarias, demostró el conocimiento adquirido en el templo de los fariseos y de los egipcios. Había algunas discrepancias respecto al dios al que todos aludían. Para unos, era una entidad de la que nada se sabía ni nada se podía decir. Para otros, ese dios era todo lo que existía como un conjunto único.
Jesús fue imponiendo paulatinamente sus tesis. Al final, todos escuchaban atentamente sus pláticas, llegándole a llamar Maestro de Justicia.
Los esenios también se dedicaban a practicar la caridad con los necesitados, preparaban comidas que regalaban a las gentes que venían a verles por alguna causa o que simplemente pasaban por allí, fueran o no extranjeros. Jesús no tenía problema alguno en servir a aquellas personas. Se sentía a gusto haciendo el bien a todos. La medicina fue también una gran lección a aprender. Los monjes poseían una gran diversidad de ungüentos para sanar heridas, remedios para las roturas de huesos, antídotos contra el veneno de las picaduras de serpientes y escorpiones. Cuando se acercaba la luna llena, los monjes partían a las montañas para recoger todo tipo de hierbas medicinales.
Enseñaron a Jesús y a otros tres monjes nuevos el secreto de las plantas, sus formas, sus propiedades, cómo distinguirlas, cómo recogerlas, etc.
Pasaban cinco días deambulando por los montes y se aposentaban en las casas, muy diseminadas entre sí. Las gentes les acogían con mucho gusto, pues por el precio de la comida y de la cama, sabían que podían contar con medicinas para sus dolencias.
Cuando habían concluido el trabajo de recolección de hierbas, regresaban al templo para desarrollar una actividad frenética. Debían limpiar las plantas de tierra e insectos; tenían que cortarlas y ponerlas a secar después de haberlas clasificado por grupos de propiedades. Otros monjes se preocupaban de extraer sus esencias, a base de machacarlas con piedras redondeadas y que luego hervían durante muchas horas. Por fin, las introducían en recipientes, para una perfecta conservación de sus virtudes curativas, y escribían los nombres en tablillas de arcilla para ser fácilmente identificadas.
En cierta ocasión, Jesús vio a un anciano ciego que apenas podía caminar entre la gente. Tenía una rama de un árbol a guisa de bastón, pero era evidente que la gente no le hacía caso y tropezaban con él. Jesús se le acercó y le preguntó cuál era el origen de su ceguera.
Señor, un incendio me causó graves heridas en los ojos y finalmente la luz del sol ha quemado los ojos y nadie ha sabido curarme. Con el tiempo me he quedado ciego del todo y además pobre. Nadie tiene trabajo para un ciego. Tampoco tengo familia, pues todos murieron en el incendio de mi casa, debido a una torpeza mía.
Jesús se apiadó de él. Tomó un poco de tierra del camino, la mezcló con saliva y unas hierbas aromáticas que llevaba bajo la túnica. Hizo dos bolitas de barro, las colocó sobre los ojos del invidente, y al cabo de unos minutos se los lavó con agua de su propia bota y el ciego pudo ver nuevamente.
El buen hombre gritaba ¡veo, veo! Pero Jesús se fue rápidamente de allí, pues no quería ser reconocido como monje milagrero. Su hora aún no era llegada.
A los veinte años le preguntaron si estaba dispuesto a seguir en la orden, a lo que Jesús contestó afirmativamente. Era un lugar en el que se encontraba como en su propia casa, y estaba aprendiendo mucho de aquel tipo de vida.
Jesús ya se imaginaba cual iba a ser la pregunta clave de aquella conversación y cuando le interrogaron si había conocido a alguna chica que quisiera ser compañera suya, dijo que no. Pero si era una norma de obligado cumplimiento, la buscaría en corto plazo.
A la mañana siguiente, iba paseando por el campo cuando una bella muchacha llamó su atención. Tenía un porte elegante y no parecía ser de aquella comarca, pues siendo la gente más bien de tipo fuerte y enjuto, ella era fina y grácil. El cabello negro y largo aparecía brillante bajo los rayos del sol.
Jesús se aproximó a ella y la saludó. Por el acento comprendió que era originaria de Israel. Estuvieron hablando de sus respectivas vidas. La mujer le confesó que no tenía familia, y, repudiada por los suyos, había optado por probar fortuna en Siria, a pocas jornadas de su casa.
Como sea que parecían predestinados por la vida a unirse, le propuso que fuera su esposa, aunque no su compañera, ya que en la regla de los esenios las esposas son ideales para completar la formación de los monjes, pero no podían unirse en los rituales ni vivir en el monasterio.
Optaron por alquilar una vivienda cercana en la que poder conocerse y convivir cuando no hubiera trabajos comunitarios, aunque Jesús había conseguido dispensa momentánea debido a su nuevo estado civil.
-¡No sé qué decirte Xavier! -exclamó el padre Francisco.
-¿Sobre lo último que he dicho?
-Así es. Nunca me había planteado que Jesús hubiese tenido una esposa.
-Hay muchos detalles sobre su vida que no se han narrado en los evangelios.
-No tengo una opinión formada al respecto, y no puedo alegar nada. Solamente escuchar. Por otro lado, tengo que reconocer que me encanta pensar en la posibilidad de que fuese así. El amor entre hombres y mujeres puede ser algo maravilloso.
-Así es, Francisco. Casi se podría decir que es la fuerza más grande que mueve a la Humanidad.
-Sin duda.
-Yo también lo creo -aseveró Charles-. Se aprecia todavía más la grandeza del amor, cuando se ha perdido a la compañera de toda una vida. Hay momentos en los que un torrente imparable de lágrimas riega los lugares por donde solíamos pasear. Y nos hacemos algunos reproches: si hubiese hecho tal cosa; si le hubiese dicho más veces que la amaba…si…
Extrañamente, el padre Francisco se sumió en un profundo silencio, y una lágrima se deslizó sobre su rostro. Sus dos amigos lo percibieron, pero, prudentemente, obviaron el detalle y desviaron la conversación. Más de una vez, a lo largo de la semana, se preguntó Xavier qué insondable y recóndito misterio había detrás de aquella actitud de su amigo Francisco; pero estaba casi seguro de que algún día él les abriría su corazón.
-Estoy preparando un pequeño resumen sobre el cuerpo etérico-dijo Xavier- si os parece os lo traigo la próxima semana.
-De acuerdo-dijo sonriendo ladinamente Charles.
-¿Por qué te ríes?
-No, por nada; pero continuaba con la sonrisa.
-Es que le encanta tu lenguaje-dijo Francisco, también sonriendo
-Bueno, ¿Sí o no?
-No te acalores Sahib -siguió Charles.
-Entonces no lo traigo-contestó como un niño Xavier.
Charles se acercó a Xavier y poniendo la mano en el hombro le dijo:
-Qué poco sentido del humor tienes.
-Disculpa, es que a veces esa sonrisa guasona me desanima.
-Venga Xavier -no seas tonto, pareces un niño.
El padre Francisco también colocó su brazo encima del otro hombro del esoterista.
Hacemos una cosa-continuó el sacerdote.
-¿Sí?
-Echamos una carrera hasta aquel kiosco. Y el que gane, decide.
-De acuerdo -contestó Xavier con el rostro un tanto reticente.
-Eso no vale-protestó Charles-, yo soy el más viejo con mucha diferencia.
-Ya -le contestó Xavier con fina ironía-pero tú eres americano, y los americanos siempre ganan en las olimpiadas.
-¡Ah! Es verdad. Se me había olvidado.
-Cuento tres y salimos a la carrera-dijo Francisco.
-Una…dos…tres…
El padre Francisco se lanzó a correr y ya nadie le alcanzó. Cuando sus amigos llegaron al kiosco vieron la sonrisa de un muchacho en el sacerdote del corazón de oro.
-Bueno…decido yo. Y me encantaría que Xavier nos hablase sobre el cuerpo etérico.
-Vale-dijo Charles, pero otro día os desarrollaré matemáticamente en la mesa de la cafetería las ecuaciones de Maxwell…o de… Schorödinger…y hasta que no las entendáis no nos vamos a casa, aunque se haga de noche.
-¡Si no hay más remedio!-exclamó el cura.
Capítulo 37
En un barrio marginal (II)
El padre Francisco llegaba justo a tiempo para la misa dominical. Creía que el autobús pasaría a su hora y se había demorado cerca de veinte minutos. Parecía que “la tartana” se dormía por el camino. Instintivamente empujaba con su mente al autobús para que subiese la cuesta desde el canal al promontorio, donde estaba ubicado el barrio. Para más “inri”, un equipo juvenil de fútbol se desataba en gritos con gran algarabía. Por momentos sonreía con sus chistes y bromas, pero durante otros instantes se ponía nervioso. Dudaba si llegaría a tiempo a la iglesia, así es que optó por rezar a su amada Virgen con todo el recogimiento y atención que fue capaz de conseguir.
Era su primera misa en el barrio. Tampoco sabía si habría dos, tres o cuarenta feligreses. Podía haber preguntado a Luis, su predecesor, pero, sencillamente, no se le había ocurrido.
Los quince chavales salieron disparados del autobús y luego descendió él. Para no dar la vuelta por la calle asfaltada, cruzó un solar cubierto de piedras y hierbas, a riesgo de mancharse los zapatos en alguno de los charcos, regalo de las últimas tormentas.
El sermón le bullía en la cabeza, así es que cuando se tropezó con un Mini 1965 aparcado a unos metros de la iglesia, un escalofrío le recorrió la columna al pensar que se había equivocado de parroquia.
-Vamos padre – le dijo una de las catequistas sacándole de su atolondramiento momentáneo-. Faltan diez minutos.
-Lo siento. El autobús…
-No se preocupe. Ya estamos acostumbradas. A este barrio, a veces, no llega ni la luz. Le presento: Ana, Cristina, Carmen… y yo Juliette.
-Gracias por las rosas. Fue un hermoso detalle.
-Tenemos que cuidarle, padre, para que no se vaya a otra parroquia.
Sauras sonrió.
-No se preocupen, creo que estaré mucho tiempo entre ustedes.
-Estupendo. Ya verá cómo al final le gusta este barrio. Es gente sencilla.
El padre Francisco miró a los ojos de aquella mujer que rozaba los sesenta años. Eran grandes, negros y profundos. Unas finas arrugas embellecían el terso y blanquecino rostro. Tenía el cabello cortado al estilo masculino, y lucía en los lóbulos de sus orejas dos perlas de tamaño medio engarzadas con unos diminutos brillantes.
Juliette creyó saber desde el primer instante a quien tenía delante. Mirada risueña…soñadora… un tanto mal afeitado y uno de los cordones de los zapatos sin atar…
-Vamos, padre, que es la hora –avisó la más “joven” de las catequistas, Carmen.
-Cuando el padre Francisco entró en la capilla, todos los feligreses se volvieron para verle. Inclinó varias veces la cabeza, saludando y correspondiendo a sus miradas mientras caminaba rápidamente hacia la sacristía…
Capítulo 38
El cuerpo etérico del los seres humanos.
-Tomad una copia del trabajo que he realizado sobre el cuerpo etérico-comenzó Xavier tal y como habían acordado el último día- El tema del cuerpo etérico está estudiado con casi todo lujo de detalles en el famoso libro de Alice A. Bailey “Tratado sobre Fuego Cósmico”. Así pues, si lo deseáis, podréis ampliar el tema en el mismo.
-Ya verás tú, cuando traiga todas las ecuaciones que prometidas-dijo sonriendo Charles.
Xavier comenzó a leer.
Comprendemos que hacer una breve síntesis de un tema tan profundamente esotérico, pero que en unos años será el ABC de la medicina, para algunos puede resultar muy poca cosa y para otros, para quienes no han leído o escuchado sobre el tema, puede parecerles que estamos hablando de ciencia-ficción. Pero, se quiera o no creer, se sepa o no sobre el tema, da igual, no por ello eliminaremos la existencia de tan importante e imprescindible vehículo sutil que afecta de una manera definitiva a la salud del cuerpo. No hace tantos años que el sistema nervioso o el sistema circulatorio eran unos desconocidos.
Mucha gente tiene conocimiento sobre los 7 centros principales de energía del ser humano, aunque hay un total de 28.
Cinco de ellos a lo largo de la columna vertebral, si bien separados de ésta, pues son núcleos de energía, y dos más: uno en la cúspide de la cabeza, otro delante de la frente… y otro muy importante, aunque bastante desconocido en el bazo. Desde abajo hasta arriba tendríamos: el centro de la base de la columna vertebral, sede de la serpiente de fuego llamada kundalini, el centro relacionado con las gónadas, llamado sacro, el centro relacionado con el plexo solar, el bazo o centro receptor de las energías que penetran en cada uno de los cuerpos, el centro cardíaco, a la derecha del esternón cuyas raíces se sitúan entre los omóplatos, el centro laríngeo, justo en la base del cuello, cuya raíz se sitúa en la vértebra numero 30, el centro ajna, en el entrecejo, y el centro coronario… aunque hay otro más sutil y desconocido y cuyo punto se marcaba efectuando la tonsura en los sacerdotes, se conoce como “alta mayor”. En ese punto confluyen las energías de kundalini cuando se han desplegado completamente a lo largo de la columna vertebral.
Posteriormente el centro coronario se enlaza hacia arriba con el cuerpo del alma, de materia más sutil, denominado “loto de doce pétalos”, y por encima de éste, está ubicada la mónada o “Nuestro Padre en los Cielos”, todavía de materia más sutil, la más elevada o divina de esta manifestación humana.
Se mencionan estos dos últimos aspectos para que no quede incompleto el cuadro.
– Siento que sea un poco largo-se disculpó Xavier.
-Tranquilo, Xavi-dijo Charles.
Aunque la realidad del cuerpo etérico es algo que siempre ha existido, se podría decir que la vitalidad del mismo está relacionada con dos peculiaridades del ser humano, la fuerza de su corazón y la fuerza de su visión, ambos consecuencia del contacto o influencia del alma.
Si un hombre o mujer tiene “alegría de vivir”, sin darse cuenta, ese pensamiento o vivencia genera vibraciones que se redistribuyen a través del corazón (centro etérico) por todo el cuerpo etérico, afectando posteriormente a la sangre y las glándulas y propiciando un estado físico saludable. Para intentar concretar más, diríamos que la red etérica es paralela al sistema nervioso vitalizando su flujo normal.
Está de moda la expresión: “pensamiento positivo”. Y así debe de ser. Nada hay tan saludable como un paseo tranquilo y sosegado, respirando suave y profundamente, mientras visualizamos la grandeza del universo y nos sentimos parte del mismo. Nos llenamos de la luz del sol y nos expandimos hasta las estrellas… hasta el mismo infinito…
Si adquirimos esa costumbre tan sencilla, muy pronto percibiremos cómo nos embarga una agradable sensación y cuando llegamos a casa, nuestro cuerpo parece más liviano, más sano y estamos más felices. Hemos asistido a un proceso de transmutación del pensamiento positivo en energías altruistas y benefactoras que descienden hasta la corriente sanguínea y nos colman de vitalidad. Ha habido un paso intermedio que es del que estamos hablando. El proceso completo es : pensamiento, sentimiento, red etérica, sistema nervioso, sistema endócrino y por último sistema circulatorio, que lleva a las células del cuerpo la vida y la felicidad que el pensador ha vislumbrado en su visión del infinito Cosmos.
Este cuerpo etérico es el verdadero cuerpo del hombre, porque es en el único que puede influir con su mente. Es decir, que sus pensamientos positivos establecen una afluencia de energía eléctrica determinada que hace vibrar a todas las células físicas a través de los diversos nervios, distribuyendo la energía de la vida.
Hay todo un tratado sobre la curación esotérica que parte de este principio. Haciendo la advertencia de que la energía es algo impersonal, y un exceso de la misma puede provocar la exaltación de las células aumentando más la enfermedad. Por lo tanto no todo es tan sencillo como se pudiera pensar… equilibrio es la clave de todo.
Este cuerpo etérico tiene una particularidad, y es que está unido por una red infinita de canales de energía con toda la Tierra, y en realidad con todo el Universo. Si bien, dejamos esta afirmación flotando en el aire…
Charles y Francisco aplaudieron la bella exposición de Xavier.
-Muy bien, Xavi-le dijo Charles.
-Ya lo creo-dijo el sacerdote-. Ha resultado muy sintética.
-Entonces… si tanto os ha gustado este tema, lo ampliaré hasta llegar a esas energías que nos conectan con los más excelsos dioses… -dijo Xavier de forma pícara-
-Casi… que lo dejamos para otro día-respondió sonriendo Francisco.
Los tres amigos salieron de la cafetería y caminaron dirección al kiosco que en la reunión anterior había servido de meta.
Capítulo 39
Jesús en Damasco, Bagdad y Bizancio
Cada día que transcurría, la unión de los tres amigos se hacía más fuerte. Xavier y Francisco sentían perfectamente cómo el centro cardíaco o punto de energía que subyace a la altura del corazón, pero detrás de la columna vertebral, vibraba intensamente. Charles no percibía esos sutiles cambios en su cuerpo etérico, lo que no quería decir que no existiesen. De hecho una de las técnicas más normales para el desarrollo espiritual se podría definir como el suave bombardeo con partículas amorosas que llegan hasta un centro relativamente inactivo. Con el tiempo, esa continua presión ejercida invisiblemente, ayuda a entrar en actividad el centro que no vibra tan exitosamente, como es de esperar, para el cumplimiento de un propósito determinado.
Los tres corazones, o mejor expresado, los tres centros cardíacos estaban siendo reforzados cada vez que se reunían para un fin común. Esta unión ya existía desde hacía mucho tiempo en el plano del alma, pero ahora estaba llegando a su cenit de intensidad etérica. A la vez, sus centros coronarios comenzaban a vibrar de manera parecida en algunos momentos determinados y ello propiciaba otro punto de comunicación desde sus almas. Una vez establecido este triángulo de energía, probablemente derivaría en una afluencia mucho más intensa de energía proveniente de la Jerarquía, a través de Cristo y pudiera ocurrir también otro pequeño milagro: la afluencia de la energía de la Voluntad, desde Shamballa, desde nuestro amado, aunque totalmente desconocido, Sanat Kumara o Dios Regente de nuestro pequeño; pero hermoso planeta.
Tres seres humanos en su cuerpo físico son en realidad poca cosa. Pero tres almas implicadas en un mismo y sincero objetivo, podían ser objeto de estimulación por parte de los grandes Seres, y ello sí que podía comenzar a ser muy interesante y conducente hacia una expresión en el plano físico-etérico de las fuerzas espirituales.
Ellos no se daban cuenta, pero los asistentes a sus reuniones se iban incrementando, pues algunos ángeles, espíritus de hombres durmientes, así como espíritus de hombres despiertos, acudían atraídos por el fulgor de sus cuerpos espirituales, mentales y físicos.
Y Xavier desgranó tranquilamente nuevos misterios ocurridos apenas hacía dos mil años, que si se tiene en cuenta la edad desde que Sanat Kumara, así como los Señores de la Llama encarnaron en cuerpo etérico en la Tierra, hace algo más de dieciocho millones de años… se podría decir que en realidad pertenecían a su misma época. Y la prueba es que las ondas que se generaron hace dos milenios permanecen en nuestro siglo actual. Es decir, que el acontecimiento completo está ocurriendo todavía.
-Jesús, después de haber convivido, con los monjes durante unos cuatro años, fue invitado a fundar un nuevo monasterio en Bagdad y seguidamente en Bizancio, ciudad que se llamaría más tarde Constantinopla y Estambul. Le aseguraron que estaba sobradamente instruido, que había aprendido todo lo relacionado con las hierbas medicinales y su preparación. Se había adaptado perfectamente a la vida monacal compaginándola con su vida familiar.
Su compañera, cuyo nombre era María Magdalena, estaba embarazada de tres meses por lo que optaron emprender viaje a Bagdad sin mayor dilación. Sus pertenencias eran muy exiguas por lo que el viaje en sí mismo resultaba ser el único inconveniente.
-Los ojos del padre Francisco brillaron, cuando le fue confirmado que su amado Maestro había conocido el amor físico.
-Fue algo pesado y lento –continuó Xavier-, pero con los poderes de Jesús, que ya controlaba perfectamente, las cosas parecían más fáciles.
En las afueras de Bagdad, aparecieron las enormes puertas al lado del río, testimonio de una vieja civilización. Prolongaron un día más el viaje hasta que llegaron al núcleo de aquella ciudad tan grande. Pagaron su viaje a los camelleros con tres monedas de oro, y pasearon por el centro de la ciudad. Había mucha gente en las calles. El gran mercado o bazar, estaba lleno de verduras de todo tipo. Había animales en venta, joyas, alfombras, perfumes de muchas clases… Era un nuevo encuentro con una sociedad evolucionada y bien organizada. Su túnica negra llamó poderosamente la atención de algunos personas, y los más curiosos les siguieron en su deambular.
Un tullido lo estaba pasando mal, pues unos mozalbetes le insultaban y mofaban de su desgracia. Jesús reprendió a los niños, aunque se notaba que el dialecto suyo difería del de los lugareños, por lo que pronto estuvieron rodeados de más curiosos.
Se preguntaban cómo un forastero iba a dar lecciones de comportamiento a unos niños nativos y a sus conciudadanos.
Jesús rogó silencio. Su figura negra y también su enorme estatura pusieron orden en la multitud. Colocó sus manos en el cuerpo del tullido e inmediatamente recobró sus fuerzas, su agilidad… y éste se postró a los pies de Jesús, quién le preguntó si quería ser ayudante suyo, cuando hubiera encontrado el lugar ideal para fundar una orden monacal allí.
Fueron varios los que alzaron sus manos ante tal ruego. Todos querían formar parte de aquel grupo de monjes, y se ofrecieron para cultivar la huerta, buscar hierbas y aprender a recolectarlas. Encontraron en las afueras de Bagdad, a orillas del gran río, un enorme edificio en el que se habían alojado los soldados hacía algunos años, y que ahora estaba deshabitado. Entre todos pudieron rehabilitarlo y convertirlo en un lugar de enseñanzas de todo tipo.
Las reglas de la comunidad fueron rápidamente implantadas. Enseguida practicaron la virtud de la caridad, la ciencia de la curación, la enseñanza de textos sagrados, de ética ciudadana, de lectura, escritura, así como algunas nociones de matemáticas y astronomía. Fue en este punto en el que Jesús se llevó una sorpresa, pues pudo constatar que en aquel país, la mencionada ciencia estaba muy desarrollada. Daba la impresión de que estaba muy ligada a lo aprendido en Egipto. Muy pronto la nueva comunidad contaba con más de ochenta monjes, voluntarios para esas tareas, y totalmente identificados con la meta propuesta.
María Magdalena ya había dado a luz a un niño hermoso. Todo había ido bien, Jesús no tuvo que preocuparse, sabía que su ángel seguía acompañando sus pasos.
Como sea que había impartido y compartido sus conocimientos con los más veteranos, comprendió que ya podía dejarles al cargo de la congregación, y partió hacia Bizancio, enviando un mensaje al Hermano Mayor de Damasco. Le informaba acerca del enorme progreso de la comunidad en Bagdad y de su marcha hacia Turquía.
María Magdalena quedó cuidando del niño y se despidió de su amado esposo con lágrimas en los ojos. Jesús le dijo que en cuanto tuviera en marcha un nuevo monasterio allí, volvería para llevarla consigo a Jerusalén.
El Maestro quedó prendado de la belleza de Bizancio. Entraba en contacto con una civilización que contaba con milenios de antigüedad, y que hervía de vida humana. Sus estrechas calles, ora hacia el mar, ora hacia la montaña, estaban jalonadas de mercadillos en los que se ofrecían productos de todo tipo. Había sido una colonia griega, de vital importancia estratégica, desde la que se dominaba toda la navegación marítima entre África (Egipto, especialmente, Asía Menor y Europa). Su importancia era extraordinaria, y cada vez que el poder de los reyes pasaba de unas manos a otras, la ciudad pagaba tributos o simplemente pertenecía a quien detentaba la influencia en la región. De esta forma, perteneció a los atenienses, a los espartanos, a los macedonios (Alejandro Magno), y en la época de Jesús, era una colonia Romana. Así pues, se podía decir que era una ciudad cosmopolita, con influencias de todas las regiones circundantes.
Pronto pudo organizar un grupo de monjes que siguieron sus pasos. Verdaderamente había tenido suerte y se preguntaba si es que simplemente estaban esperando a que alguien como él apareciera en sus vidas.
Bizancio le encantaba. Era un lugar perfecto para pasear y contemplar las puestas de sol y los amaneceres. Igual que en Egipto, continuaba practicando la meditación matutina antes de la salida del sol. Las abluciones, las meditaciones y las marchas en búsqueda de gentes necesitadas, era una constante en sus tareas diarias.
Acogían a los heridos, enfermos, fugitivos, desheredados y a todos ellos, ofrecían un techo, unas palabras de consuelo que reconfortaban sus cuerpos heridos y sus corazones solitarios. Finalmente, habían encontrado amor y comprensión.
Jesús estaba contento por poder ayudar a tanta gente, y mucho más por haber logrado un valioso puñado de idealistas, prestos a servir y sanar a los demás.
Habían transcurrido más de tres años desde que dejara Bagdad. Decidió regresar para retomar sus obligaciones como padre y monje. Y después de haberse asegurado que un monje del monasterio de Damasco y otros dos lugareños continuaran al frente de la orden de los Esenios en aquellas lejanas tierras, partió hacia el encuentro de su compañera María Magdalena y de su hijo Josefo.
Capítulo 40
En un barrio marginal (III)
El Mini-1965 tenía suficiente fuerza para llevar a las cuatro mujeres y al sacerdote por un camino de tierra que conducía hacia la huerta, en las afueras de la ciudad.
En varios minutos recorrieron los escasos kilómetros que separaban la parroquia de una finca que había heredado Juliette de su esposo.
-¡Qué tranquilo está todo por aquí! –exclamó Francisco.
-Sí, dijo Carmen. A la vuelta podemos parar a coger unos higos.
Las tres amigas se echaron a reír al mismo tiempo.
El padre Francisco rió contagiado por tanta alegría, pero estaba claro que no sabía el motivo de tanta risa.
-El verano pasado -explicó Anita-, eran las nueve de la noche. Ya estaba oscureciendo y regresábamos de la finca. No se nos ocurrió otra cosa que detener el coche, bajar y ponernos a coger higos como locas. Carmen parecía estar poseída por las brevas…
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! –volvieron a reír las cuatro.
-Disculpe padre, es que fue muy gracioso-dijo Cristina.
-Como le decía -continuó Anita-, Carmen cogía con una mano los higos, y con la otra sostenía una pequeña cesta. Entonces notó que algo rasposo le hacía cosquillas en el brazo.
-¡Estate quieta!- gritó Carmen a Cristina, pensando que era ella la que le tocaba el brazo.
Nosotras nos volvimos a mirar y casi se nos hiela la sangre. Carmen dejó de coger higos, y descubrió que una vaca asomaba la cabeza entre unas ramas y la estaba lamiendo la mano.
-No vea, padre- terminó de contar Anita-, cómo Carmen tiró la cesta, volaron los higos, nos metimos en el coche, y arrancamos como alma que se lleva el diablo…con perdón.
Las cuatro amigas volvieron a reír hasta que el Mini se detuvo delante de una verja de hierro.
Carmen tomó la llave que le dio Juliette y abrió la puerta. El automóvil atravesó una bella plazoleta empedrada con cantos rodados, y que recordaba un patio interior castellano. Aparcó junto a la puerta de madera de uno de los caserones que se observaban en la “quinta de recreo”.
-¡Qué maravilla! –exclamó el sacerdote.
-¿Le gusta, padre?
-Ya lo creo. El muro de piedra, la verja, los cipreses…y…una fuente… ¡Hay una fuente con un banco!
Juliette sonrió.
Allí nos sentábamos muchos días mi marido y yo. A veces veníamos con algunos amigos, y disfrutábamos de agradables y largas conversaciones, aprovechando el fresco que nos regalaba la fuente en las calurosas noches de verano.
Tras una breve pausa, propuso la anfitriona… -Se me ocurre… que si tiene tiempo, después de enseñarle la finca, podríamos merendar una rica tortilla y abundante ensalada.
-¡Eso sería maravilloso! –Exclamó Francisco como si fuese un niño pequeño- En Ansó, mi madre y yo cenábamos lo mismo…-el sacerdote dejó escapar unas lágrimas.
-¡Lo siento, padre! – Se disculpó Juliette tomándole del brazo como si se tratase de su propio hijo-
-Discúlpenme a mí. Por un momento me he emocionado con mis viejos recuerdos…
Juliette miró a los ojos de Francisco. Y fue en ese preciso instante cuando sus almas, asomándose desde la profundidad de los mundos espirituales, se reconocieron.
En unas décimas de segundo brotó la eterna chispa del amor, compuesta por sus múltiples facetas: amor de madre e hijo, amor de hijos que habían perdido a su madre, amor de esposa que había visto desaparecer de la vida a su esposo, amor de un sacerdote por sus fieles; amor de unas personas que suspiraban por el contacto con el mundo espiritual… Toda clase de amor que los humanos han conocido a lo largo de tantas y tantas encarnaciones, y que constituye la verdadera esencia del mismo.
En tan enorme regalo que Dios había depositado en cada corazón humano, también se podía incluir el sacrificio de los padres para con sus hijos, las noches en vela de una madre al cuidado de sus niños enfermos; los días terribles en los que no había nada que llevar a la boca de su familia; la profunda compasión del padre Francisco por sus “niños” más desvalidos; el anhelo por proporcionar una cultura que liberara a las almas de la esclavitud de la ignorancia…
En definitiva, la esencia del corazón humano, que se expande en ondas de Amor hacia los confines del universo, atravesando todo lo que encuentra de camino al Corazón del Sol, donde habitan los Ángeles Solares, donde tienen su residencia la multitud de Maestros que han dejado atrás la etapa humana en su paso por la Tierra… ese espacio denominado el reino de las almas… de la Jerarquía Planetaria.
Capítulo 41
La hora se va acercando
-La semana pasada me quedé pensativo-comenzó el padre Francisco.
-¿Por? –preguntó Xavier.
-Se me hizo curioso el hecho de que Bizancio, muchos años después de la instauración monacal de los esenios, y ya conocida como Constantinopla, fuese un lugar tan apreciado para el Cristianismo.
-Es cierto -no me había dado cuenta de esa relación.
-Bueno, es una apreciación de una persona que no es experto en historia, pero he pensado que parecía interesante.
-Tal vez no te falte razón -dijo Xavier. Muchas veces no reparamos en la labor tan inmensa que pueden llevar a cabo un pequeño grupo de hombres que coinciden en un punto geográfico. De hecho, he leído a algún escritor indicando que la sabiduría del mismísimo Platón apenas era conocida por cien personas de su época… o del propio Tales de Mileto, que a pesar de sus descubrimientos en física, sus teorías matemáticas o astronómicas, apenas si era conocido fuera de su región.
-A veces olvidamos el mundo en el que vivimos-añadió Charles- Todas las ciudades están instantáneamente informadas a través de los actuales medios de comunicación.
-Me imagino a Jesús en aquella época. Hablaría con unos y con otros; pero según han descubierto los antropólogos, esas conversaciones no durarían más de cinco minutos, pues no podían mantener el hilo de las conversaciones. Muchos admirarían su sabiduría, pero al poco tiempo se olvidarían de la conversación mantenida. Solamente unos cuantos comprenderían su mensaje. Y está claro que ninguno completamente, pues aunque un sabio tenga acceso a los planos espirituales, cuando regresa a este mundo, se encuentra con tremendas limitaciones. Apenas puede expresar lo que ha visto, a riesgo de que le tilden de loco o de visionario.
Charles frunció el ceño y preguntó: -¿Crees que Jesucristo fracasó con su mensaje de amor y de compasión?-
-No –respondió Francisco-. Creo más bien que ha sido la humanidad la que ha fracasado en reconocerlo y aplicarlo.
-Los milagros -añadió Charles-, probablemente, tampoco causaron un profundo cambio en las mentalidades, pues podrían pensar que era un gran mago, y a las pocas horas seguirían dando rienda suelta a sus antiguos hábitos.
-Está claro –continuó Francisco-, que Jesús influyó allí en Bizancio a un escaso grupo de monjes, y sólo a unos pocos de entre ellos pudo transmitir la fuerza de su alma. Sin embargo…
-¿Si? –preguntaron intrigados Xavier y Charles.
-Sin embargo… disculpadme si digo algo extraño…
-Di, por favor.
-En mi opinión, y por lo que puedo saber por mí mismo, creo que Jesus tenía un poder mucho más grande del que aparentaban sus relaciones.
-¿Sí?
-Pienso que el Maestro Jesús era ya un gran iniciado, tal y como nos ha contado Xavier, de su estancia en Egipto, y era capaz de establecer contacto con el corazón y la mente de las personas que se acercaban a él. De tal manera que, a través de su corazón, de sus ríos de luz y amor, unificaba los corazones y las mentes de sus discípulos y de esa forma les podía vitalizar en el sentido espiritual y físico.
-¡Uao! –Exclamó Xavier- creo que has dado en el clavo. Pienso que has expresado una de las grandes claves del mundo espiritual “Todo en Todo”
-Tal vez… dijo Francisco- estaba formando el Reino de Dios. Quizás… mantenía fuertemente enlazados con su propio corazón a un centenar de personas que vibraban de una forma parecida y ésa era la verdadera energía potencial…
-Parece que estamos hablando de cohesión atómica o de la aplicación de las leyes de atracción y repulsión -añadió el científico.
-Bueno… ahí lo dejo…por favor, Xavier, continua con tu relato.
-Cuando Jesús llegó de las lejanas tierras de Bizancio, comprobó que el monasterio de Bagdad estaba bien cuidado, que su hijo era un niño precioso de cuatro años, y que María Magdalena seguía siendo una bella mujer. Agradeció al cielo su buena suerte.
Jesús quiso aprovechar las circunstancias favorables por las que transcurría la comunidad y visitó más detenidamente la enorme y bella ciudad, así como hacer una pequeña incursión, con María Magdalena y el niño, a la ciudad de las palmeras azules. Pudieron contemplar los jardines colgantes o jardines de una especie rara de palmeras azules. Era un paraje maravilloso. Era la mítica Babilonia.
Las viejas construcciones de la fortaleza del Palacio Real, embellecidas con altorrelieves de leones, caballos y algunos animales mitológicos eran imponentes. Los ejércitos enemigos debieron sentir mucho respeto, casi miedo, al tratar de conquistar aquel recinto de color azul oscuro. Sus muros, de cinco metros de altura, eran infranqueables. En la lejanía se divisaban las ruinas del “proyecto” de la torre de Babel, que uniría el cielo y la tierra.
Las esfinges asirias eran también enormes, aladas y dispuestas a atemorizar a los que osaran franquear los muros sin permiso real. Estaban custodiadas por monjes guardianes. Jesús obtuvo permiso para visitar aquellos recintos sagrados. En el patio central observó un depósito de unos veinticinco metros de perímetro por uno de altura. Contenía agua para las necesidades del palacio y del templo. En sus paredes de piedra habían esculpido unos altorrelieves con gran maestría artística. Aparecían figuras de soldados y monjes, pero, estos últimos tenían unas formas mitológicas: mitad pez y mitad hombre. Rogó que le explicaran esos símbolos, pero los monjes eran muy reacios a dilucidar el enigma. Finalmente, uno de los monjes más jóvenes le contó que había una vieja leyenda. En ella se narraba cómo los primeros hombres habían emergido de las aguas del río Tigris y habían fundado Bagdad.
Jesús observó que había grandes piedras con unos relieves muy bonitos y también pidió alguna aclaración sobre ello. Habían sido testigos de una larga historia de conquistas y guerras; pero gracias a saber interpretar el paso de los planetas y de las estrellas, siempre salieron victoriosos de sus aventuras. Aprendieron que más allá del transcurrir de las estrellas, más allá de los pensamientos, puede existir la eternidad infinita, tanto hacia adelante cómo hacia atrás. No existía el tiempo cuando se trasciende la mente, se vive en el eterno presente, en el aquí y ahora.
Jesús comprendía que el tiempo se le echaba encima y habiéndose asegurado de que la orden continuaría en aquella imponente ciudad, partió con María Magdalena y su hijo Josefo hacia Damasco, donde estaba ubicado el monasterio madre, que había sido origen de la orden de los esenios.
Al verle llegar, el Padre Prior le dio una bienvenida muy cordial. Habían llegado buenas noticias del discurrir de los monasterios fundados por él. Jesús solicitó estar un par de meses más con la orden para descansar y proseguir viaje. Petición que le fue concedida con placer por parte de todos los que habían salido a su encuentro.
Después de haberles narrado las maravillas que había visto en tan lejanas tierras, solicitó permiso para retirarse un par de semanas a Maalula. Sentía la necesidad de estar solo durante unos días. Le parecía que aquel pueblo escarpado, sito en la garganta de una montaña y que albergaba una pequeña comunidad de viejos monjes, le serviría como bálsamo ante la dura etapa que tenía por delante.
Los contactos con Cristo se habían incrementado. Le había rogado a Jesús que marchase a Jerusalén, donde recibiría instrucciones concretas para el desarrollo de la nueva etapa.
María Magdalena se quedó nuevamente sola con su bello Josefo. Sabía que tenía que pagar el precio de mucha soledad al haber aceptado compartir su vida con Jesús, pero lo hacía con gusto, pues era consciente de que se trataba de un hombre muy especial y no le hizo nunca ninguna pregunta a la que pudiera no haber obtenido respuesta. Su prudencia la hacía aún más bella y respetable. Su rostro sereno denotaba gran sabiduría y entrega a su amado esposo.
Al enterarse de que Jesús nuevamente la dejaba sola, no se alteró ni entristeció. Le besó en la mejilla y alzó a su hijo para que también pudiera recibir las bendiciones y el beso de su padre.
Jesús llegó al pequeño pueblo, tras dos días de marcha. Descansó y meditó largas horas con aquellos benditos monjes, esperando que sus últimos días de estancia en la tierra pudieran ser útiles para algunos habitantes de aquella región, cuya existencia era dura, pero pacífica.
Jesús tuvo muy clara cual había de ser su postura ante la petición que le hacía Cristo. Había decidido renunciar a su yo, a su cuerpo, a su familia, para que Cristo hiciera con él lo que estimara más oportuno. Y si bien, su amado Maestro, no le dijo nada en concreto sobre lo que ocurriría mientras él no estuviese en su cuerpo, su fina intuición le llevó a prever los acontecimientos que pronto ocurrirían.
-Desde luego, Xavier, es difícil creer que pueda existir tal posibilidad.
-¿La de que un alma deje un cuerpo y otra alma distinta lo utilice?-preguntó Francisco.
-Sí. Así es.
-Hay muchos misterios de los que la ciencia, o un razonamiento sensato no puede dar una explicación, pero no quiere decir que no existan.
-Ya…Bueno…continua -dijo con resignación Charles.
-Parecía que había un aura invocadora en todos los lugares que había visitado. No se había percatado hasta ahora, pero dedujo que Cristo actuaba plenamente consciente de la nueva Era, de Piscis, que se iniciaba así como de las poderosas energías entrantes.
-Siempre será para mí un enigma lo de los signos del Zodiaco-dijo Francisco.
-Tal vez –sugirió Xavier- podrías pensar en que es algo similar al cambio originado en cada uno de los hemisferios de la Tierra. Cada doce meses entra la primavera, es Aries el portador de esa energía que hace que toda la naturaleza dormida vuelva al ciclo de actividad y la influencia benéfica de la luz hace que ocurra la eclosión de casi todo el reino vegetal. Los árboles que permanecen dormidos durante unos meses, abren sus hojas al cielo. Las flores surgen imponentes y esplendorosas… Respecto al tránsito del Sol por el cinturón de los doce signos del Zodiaco, ocurre lo mismo, sólo que el bombardeo de partículas es mucho más sutil y difícil de captar por parte de las conciencias humanas de la tierra…
Hubo un silencio que expresaba la asimilación del concepto por parte de Francisco y de Charles, quienes estaban asintiendo con sus cabezas.
-Bien, sigo con el tema que nos tiene fascinados. Jesús descansó unos días más y volvió a emprender viaje hacia Damasco. Allí solicitaría permiso para estar unos meses en Qumrám y ayudar a redactar nuevas reglas para la orden. Normas que pudieran servir para los nuevos tiempos que se avecinaban, en los que primaría el amor y servicio a todos los que se acercaran a pedir ayuda.
Los hermanos mayores de la comunidad esenia acordaron emprender el largo viaje con Jesús. María Magdalena también ayudaría a poner en orden los viejos pergaminos de la orden.
En el reglamento indicarían quién podría optar a los hábitos de la orden, qué requisitos deberían cumplirse, qué reglas serían de obligado acatamiento, conveniencia o no del celibato y del matrimonio, ciclos, duración y frecuencia de los rituales y abluciones. Qué monjes podrían recoger plantas, prepararlas; ejercer de exorcistas y expulsar los malos espíritus. Deberían establecer las condiciones indispensables para ejercer como escribanos, tesoreros, depositarios, administradores de los fondos… y un largo etcétera que habría que deliberar pausadamente.
Llevaban muchos años funcionando bien; pero la falta de organización les había hecho perder muchas oportunidades de obtener donaciones de forma legal en algunos países, por lo que era necesario hacer un corpus de ley, que fuera aceptado de forma unánime en todos los lugares en los que tenían monasterios.
Es evidente, por los manuscritos encontrados en Qumrám, que Jesús fue reconocido como el Maestro de Justicia, por su prudencia y sabiduría a la hora de establecer unos valores éticos y de fraternidad, con el principal propósito de que la orden tuviera gran difusión y aceptación en muchos países del medio oriente y también de occidente.
Jesús, habiendo cumplido con su cometido, solicitó las bendiciones de los hermanos mayores y emprendió viaje de regreso a Jerusalén con su esposa e hijo.
En esa vieja ciudad solicitó posada en el monasterio que tienen los esenios. Fue acogido como uno más, siendo rápidamente reconocido por sus dotes de oratoria, curación y administración. Le ofrecieron la abadía principal, lo que no aceptó, alegando que pronto sería llamado por Alguien más elevado que él. Lo que si les rogó es que se hicieran cargo de su esposa e hijo hasta que él regresara, pues no sabía exactamente la duración de su servicio.
Al cabo de unas semanas de reposo en el monasterio, tuvo una nueva entrevista con Cristo. Le preguntó si estaba dispuesto a renunciar a todo lo que era, incluso a su cuerpo, a su familia…
Jesús ya había intuido esa prueba e inmediatamente dijo que sí, que era todo un honor poder prestar toda su ayuda al Maestro de Maestros y de Ángeles.
Entonces Cristo le dijo que se fuera con su familia a su casa de Nazaret, que permaneciera allí unos días haciendo una dieta estrictamente vegetariana y cuando recibiera la señal, dejara a su esposa e hijo para dirigirse al río Jordán, bajo el monte Tabor, donde le bautizaría Juan el Bautista.
Jesús, María Magdalena y Josefo emprendieron viaje de regreso a su casa en Nazaret. Todos se regocijaron enormemente al verle llegar. José y María conocieron a su nieto Josefo y a María Magdalena. Hubo un rápido reconocimiento de fraternidad entre las dos mujeres. Parecería que hubieran sido amigas de toda la vida, y el pequeño Josefo enseguida encontró esa especial amistad con los hijos de José y de María. Hubo una gran celebración. Debían ofrecer un cordero al templo, pero Jesús les dijo que no era necesario. La feliz estancia con sus familiares tendría una contraparte amarga, cuando tuviera que abandonar a todos ellos para irse a Betania, a orillas del Jordán.
Capítulo 42
En un barrio marginal (IV)
-Entonces… ¿preparamos la merienda? –preguntó Anita.
Las cuatro vieron la cara suplicante de su “niño”
-Pues claro-afirmó rotundamente Carmen.
-Venga conmigo, padre. Le enseñaré la finca mientras las más jóvenes hacen los preparativos-dijo Juliette.
Terminaron de atravesar la pequeña plazoleta, así como el alto seto de ciprés que la rodeaba, y accedieron por un camino hasta el principio de un enorme campo.
-¡Cuánto maíz!
-Cerca de veinte hectáreas, padre. Es uno de los campos de regadío más extensos de la zona. Como seguramente sabrá, la mayoría de familias han fraccionado sus parcelas en pequeños huertos, y aunque todo que se ve desde aquí es el mismo cultivo, sin embargo están divididos por acequias y brazales.
-¡Está precioso!
-Así es padre.
-Parece que ha llovido mucho estas semanas pasadas. Seguro que no hace falta regar.
Juliette sonrió.
-¿Por qué se ríe?
-Se ve que no conoce el mundo de los agricultores, y tampoco el “refrán”.
-La verdad es que no mucho. He estado en la montaña durante cinco años. Allí, la riqueza son los pastos, los bosques y los ganados.
-Pues un labrador le dirá: “Agua de cielo no quita riego”.
-Confieso que no lo sabía- dijo sonriendo el sacerdote.
Caminaron por la margen del campo, a través de un camino vecinal abierto para los tractores y las cosechadoras. Disfrutaron de la alternancia entre el calor y el frescor que producían las enormes matas de maíz. Ambos sintieron que su alma se elevaba por momentos, que vibraba de una manera como nunca les había ocurrido. Bien cierto es que el padre Francisco tenía treinta años y Juliette rondaba los sesenta, pero cuando la mujer tomó el brazo del sacerdote, éste percibió la calidez de su corazón. El alma de la madre que había fallecido hacia unos años. Y ella devolvió el inmenso cariño hacia un hijo que nunca había tenido.
-Está llorando, padre. Tal vez le ha molestado que le tome del brazo.
El sacerdote se detuvo, miró a Juliette, cogió con inmenso amor sus manos y le dijo.
-He echado mucho de menos a mi madre.
Juliette le volvió a tomar del brazo y continuaron caminando. Pero ya nunca, nada fue igual para ambos. Sus almas, salidas del Reino Espiritual, hacía solo un simple instante respecto a la eternidad de la Vida del universo, se reconocieron y permanecieron unidas durante años.
-¿Sabe padre? –le dijo Juliette, de vuelta.
-Dígame Juliette.
-Tengo otra quinta tan grande como ésta muy cerca del mar. Está a unos kilómetros de Barcelona. Algún día iremos a verla.
El sacerdote introdujo la mano en uno de los bolsillos de su chaqueta y extrajo un rosario.
-Deseo que rece mucho con él. Era de mi madre.
Y ahora fue Juliette quien se emocionó y no pudo evitar que se escapasen unas lágrimas. Seguidamente se puso de puntillas y besó la frente del padre Francisco.
-¡Mi niño! Rezaré todos los días por ti. Y ahora mismo te digo, que nuestro amado Jesús te tiene reservadas grandes cosas.
-¿Por qué dice eso, Juliette?
-Yo tengo un don. A veces mi alma habla a través de mí. Y ahora mismo lo ha hecho.
-Tal vez se equivoque. Yo… ya ve. Estoy castigado por desobediencia a permanecer en la parroquia más humilde de toda la región.
-No importa. Estoy segura de que así será. Solamente debes de hacer caso a tu corazón, que es tan inocente como el de un niño. Y verás grandes cosas.
-¡Vamos padre! -gritó Carmen. Se enfría la tortilla de patatas.
-A que no me coge, padre – y la viejita echó a correr…
Sauras no podía ser más feliz. Había encontrado una nueva madre en Juliette. Miró al cielo teñido de azul turquesa y susurró
-“Sea tu voluntad”
Luego, cuando ya no podía alcanzar a Juliette, corrió unos metros hasta la puerta de madera. Al fondo había una cocina antigua con un enorme hogar, y el característico y largo banco de madera. A la izquierda había una mesa de madera de pino, y sobre el mantel, cinco platos y una apetitosa tortilla… cómo la que hacía su madre.
-Bendiga la mesa, padre -le rogó María.
-“Bendice Señor estos alimentos que por tu bondad vamos a tomar. Que la Luz de Cristo ilumine por siempre nuestros corazones, y nos muestre el camino del servicio correcto y sabio”
Las mujeres se quedaron mirando al padre. Era joven y sin embargo, nunca habían conocido a alguien que desprendiese tanta sabiduría.
“Amen” –contestaron automáticamente.
La noche envolvió aquel tranquilo lugar. La luna llena brillaba radiante, y continuaron contando bellas historias en la plazoleta del jardín. Muy en especial Juliette, quien les narró multitud de peripecias acaecidas en sus numerosos viajes por América y Europa.
Y si hubiesen visto con los ojos del alma, se habrían sorprendido al contemplar la multitud de seres angélicos de todos los tamaños y colores que envolvía con profunda paz la alegría de sus corazones.
Capítulo 43
El bautismo de Jesús y la encarnación de Cristo
-Hoy tocaremos un tema importantísimo del que la ciencia no tiene explicación, y, para los científicos, no existe ni en el mundo de las hipótesis-comenzó Xavier.
Charles y Francisco le miraron.
-Me da la impresión de que la ciencia está estancada.
-¿Cómo puedes decir eso, Xavier? Cuando estamos en un momento en el que cada día se hacen nuevos inventos y avances científicos en todas las direcciones.
-No hay duda de que cada día que nos despertamos se han multiplicado cada una de las posibilidades de vivir mejor, si se tiene el dinero suficiente, pero da la impresión de que todo es una ampliación de lo que ya existe.
-¿Como por ejemplo?
-Llevamos años estudiando el universo, y atribuimos la vida a diferentes leyes, digamos “sin vida”. Se envían nuevos vehículos espaciales a Marte o con intención de explorar todo el Sistema Solar, e incluso ir más allá de sus fronteras. Hemos multiplicado en forma alarmante las posibilidades de vivir; pero…
-¿Sí?
-¿Pero, estamos en el camino correcto? ¿Acaso no conocemos todos nosotros el hecho claro y rotundo de que la ciencia y la medicina alargan la vida del cuerpo, pero no amplían la conciencia?
-¿Puedes explicarte más? –preguntó Charles.
-Conozco varios casos en los que la todopoderosa ciencia de la medicina ha puesto un corazón nuevo a un enfermo, pero no le ha regenerado el cerebro además de otros órganos, y lo que para la mayoría es un beneficio, para otros es un tremendo perjuicio, pues son, sencilla y llanamente hablando, simples vegetales y esclavos de la inoperancia de su propio cuerpo.
Francisco y Charles le miraron. Permanecieron en silencio. Ambos conocían varios casos en los que así había ocurrido.
-Es decir, que lo que la ciencia está primando es el mantenimiento y el estudio de la vida física, y en mi opinión, en detrimento de la vida espiritual, en el sentido de que no es reconocida en absoluto. Me queda el consuelo de saber que estamos aprendiendo a ser dioses creadores.
-Tienes bastante razón-afirmó Charles-. El espíritu del ser humano no es reconocido por la ciencia. De hecho, para mí mismo, que he sido un exponente de la misma durante treinta años, el alma, apenas ha sido algo más que una entelequia inventada por hombres ilusos. Nos interesamos por las partículas, por la formación del universo, y la verdad, ahora que ya me he separado de ese mundo, me pregunto si en el fondo los científicos no somos unos mercenarios al servicio del poder. Si verdaderamente nos importa saber que el Universo esté lleno de almas, de espíritus o de ángeles. Quizás, lo que realmente nos interesa es el sueldo que nos pagan las multinacionales, las que únicamente tienen como propósito último y oculto, detentar el poder de dominar la materia y de someter a sus rivales… pero por el tono de tus palabras intuyo que estás a favor de la eutanasia.
-Si que lo estoy. La prolongación de la vida corporal es en muchos casos una bendición, ya que posibilita el seguir aprendiendo/enseñando la lección terrenal; pero cuando se ve que lo que se va a conseguir es un vegetal viviente, debería de tener la aprobación médica y la medicación adecuada para que se fuera tranquilamente de este plano.
-No sé qué decirte-dijo Charles-no he tenido la desgracia de tener un familiar ingresado en una clínica donde les mantienen artificialmente, si bien he escuchado acerca de lo triste que es.
-¿Por qué opino esto? –continuó Xavier- Muy sencillo. Cuando se llega a este extremo, el alma ya ha cortado el hilo de la conciencia y sólo queda anclado allí el hilo de la vida… hasta que los cuerpos hayan agotado sus reservas energéticas o la lección de sus parientes o de la clase médica haya sido suficiente. El alma no puede anclarse a un vegetal de forma indefinida.
-De acuerdo a lo que dices, está claro que es un problema de conocimiento. La ciencia de la medicina tiene como verdad establecida que cuando muere el cerebro, se ha finalizado la vida, pero según estás comentando, aunque haya vida cerebral, no significa que el alma esté encarnada.
-Exacto.
-Entonces lo que se hace necesario es investigar la existencia del alma y que los médicos sean capaces de comprobar si ya se ha ido.
-Así es.
Xavier aprovechó para expresar algunos aspectos en los que la sociedad laica difería con la opinión de la Iglesia.
-Creo también que la Iglesia debería admitir de una forma más abierta y amplia el tema del aborto. Un hijo debe de ser esperado, deseado, estimado, educado. Y si estas premisas no se diesen ante el nuevo niño o niña que va a nacer, se debería optar sin mayor dilación por un aborto controlado, sin peligro alguno para la madre, ya que el alma todavía no está anclada al feto… es sólo un proceso de desarrollo fetal.
Quizás sería más conveniente aún educar a la juventud en tomar conciencia del ritmo de ovulación de la mujer, para poder establecer con toda seguridad su periodo de fertilidad, en cuyo campo la ciencia debería esforzarse más y lograr determinar con mayor precisión esos momentos.
-¿Entonces-peguntó Francisco-, tú también estás a favor del uso del preservativo y de la píldora?
-Evidentemente que sí. Cada tema requeriría una explicación separada; pero en conjunto se deberían usar estas herramientas a nuestro alcance de forma natural. Creo que no habría que poner cortapisa alguna a su uso. Cuando no se quiere un hijo o se teme ser infectado o cuando la pareja ya no responde a esos impactos del amor inicial, habrían de obrar en consecuencia sin temor a ese concepto tan obsoleto como es el pecado.
-¿Para ti tampoco existe el pecado? -preguntó Charles.
-Opino el pecado es obrar en contra de las leyes de la naturaleza o de aquellas que han acordado los hombres de forma conjunta. Los pecados que determinan los dogmas de la iglesia pueden ser admitidos y perdonados dentro del confesionario; pero aquellos que infringen las leyes de los hombres, deben de ser resueltos por los tribunales de justicia. Recuerdo que Buda dijo que el único pecado que tiene el hombre es el no saberse hijo de Dios.
-Ya-dijo simplemente el padre Francisco. Le gustaba más la conversación cuando iba por unos derroteros más metafísicos. Esos temas estaban tan a la orden del día, que ya ni le causaban impacto.
-Sólo deseaba resaltar-continuó Xavier- que de lo que vamos a hablar hoy, de momento no está considerado por la ciencia como algo posible, pues para ella, que existan espíritus o que lleguen a reencarnarse o que únicamente utilicen el cuerpo físico como un “pijama” no son opciones a considerar.
-Entonces, olvidémonos por un momento de la ciencia y vamos a escuchar lo que deseas contarnos-dijo Francisco. Charles, también estaba de acuerdo. Le quedaban -se decía a sí mismo-muy pocos años de vida como para elucubrar sobre los pensamientos de la ciencia, que en verdad ahora no le servían para atravesar el último tramo de su existencia.
-Jesús -comenzó Xavier- fue conducido, por el esplendente ángel llamado Yesuel, hasta Betania, a orillas del rio Jordán, que significa “el que separa”, bajo las cumbres del Monte Tabor. Yesuel era el ángel guardián de Jesús desde hacía muchos millones de años, concretamente, desde que adquirió el alma humana. Los ángeles son una evolución paralela a la humana y su sistema evolutivo se basa en el servicio, en este caso a los humanos.
– Es un tema para meditar -dijo a Francisco.
-No parece lógico que existan los ángeles y además que nos ayuden -dijo incrédulo Charles.
-Creo que es porque no tienes en cuenta la grandeza del universo y sus infinitas posibilidades.
-No sé. Es que… pensar que unos seres ayudan a otros porque sí… no parece natural.
-Ellos no ayudan porque sí. Ayudan porque es su método de evolución. Sólo que tú lo interpretas desde un punto de vista humano.
-No sé…
-Te haré una pregunta.
-De acuerdo.
-¿Los glóbulos rojos son capaces de tomar el oxígeno y llevarlo a puntos lejanos?
-Así es.
-¿Y tú qué crees? ¿Que su único objetivo es llevar el oxigeno a las células o tal vez tienen alguna clase de placer al ejercer semejante función?
-Probablemente, en caso de que tengan cierto tipo de conciencia, sentirán una atracción por el oxígeno.
-Tal vez con los ángeles ocurra algo parecido. Son una parte del divino Hermafrodita, Ser, dicho sea de paso, que puede buscarse en el nivel superior al mental. Y para ellos, ayudar, servir, e incluso prestar su propia esencia a los seres humanos, o a otros reinos de la naturaleza, es un método de evolucionar y cumplir con la voluntad de su propio “Padre en los cielos”.
-Lo pones difícil -añadió Charles-. Sin embargo, tus razonamientos son ingeniosos y dentro de una lógica…
-Tal vez, continuó el esoterista, donde más fácilmente pueda intentar comprenderse esta relación es examinando la función principalmente humana, el pensamiento. Cuando los hombres y mujeres pensamos estamos utilizando una materia viva, una energía a la que damos forma de pensamientos. Esa materia se llama materia dévica… o materia angélica. Es decir, estamos manejando con el poder de nuestra voluntad, una materia consciente que se ofrece voluntariamente, para ser soporte de nuestros pensamientos. De una forma similar, cuando los Ángeles Solares, seres de antaño que pertenecían a una evolución humana anterior a la nuestra, meditan, producen una fuerza cohesiva sobre la materia, por la que unen los dos aspectos: el dévico y el humano, y de ahí surge la creación de parte del mundo.
-Pienso Xavier –añadió el sacerdote- que lo que intentas decir de una forma más razonable es que “Cuando Dios piensa, o cuando Dios enuncia la Palabra, los ángeles y los hombres actúan cumpliendo su voluntad”. Y que ambas evoluciones se necesitan unas a otras, pues están intrínsecamente unidas.
-¡Es una excelente idea la que acabas de expresar!- dijo Xavier.
-Creo que te entiendo -reconoció Charles -sigue por favor con Jesús.
-Juan –continuó Xavier- se hallaba predicando a la gente que se había congregado a orillas del Jordán. Les hablaba acerca de la tradición de purificar sus cuerpos con el agua del bautismo, aguas que acrisolarían sus cuerpos y sus espíritus. Jesús se le acercó y rogó que le sumergiera en las aguas y con ello cumpliera con la ley. Juan, que era clarividente, vio inmediatamente la enorme y brillante aura de Jesús.
–Soy yo quien debe ser bautizado por ti- le dijo al Maestro.
Pero Jesús le reprendió cariñosamente y le pidió que cumpliera con la ley y purificara las acciones y los sentimientos de sus cuerpos, que en la próxima Era, el que ejerciese la función de “bautista”, purificaría el cuerpo mental o de pensamientos con palabras colmadas de amor y de sabiduría, que disiparían para siempre millones de dudas del fuego ardiente de la mente.
Juan, a regañadientes, sumergió el cuerpo de Jesús en las aguas y observó cómo el espíritu de Jesús abandonaba aquel cuerpo tan perfecto y en su lugar el espíritu de Cristo tomaba posesión del mismo.
Los ángeles de ambos espíritus se regocijaron y anunciaron que una nueva etapa para la humanidad había comenzado.
Jesucristo (nombre que toma Jesús con el espíritu de Cristo en el cuerpo carnal) salió del agua ayudado por Juan, pero para sorpresa de todos no podía caminar y solicitó ayuda para que le condujeran a un lugar solitario en el que pudiera aprender cómo funcionaba aquel cuerpo de carne y hueso.
Estuvo unos cuantos días tratando de articular correctamente palabras, cómo comer, cómo caminar, correr, saltar, etc.
Era un reto para un espíritu tan elevado volver a estar encerrado en un pijama de carne y hueso, tan estrecho y pegajoso. Hacía unos 2.000 años que no se había enfundado en cuerpo humano alguno. En aquella ocasión efectuó el trabajo como Krishna, el afable pastor que habló del amor por las tierras de la India.
Cuando consideró que había llegado su hora, pudo comprobar que había resistido las tendencias naturales de los cuerpos. El hambre no hacía mella en él. Estaba solo en el desierto, la tierra de su cuerpo, hablando en forma simbólica, no tenía agua (emociones), y estaba siendo calentada por el sol (fuego de su mente) por lo que Él se había convertido en un desierto. Y se fue satisfecho al constatar que sus cuerpos, físico (tierra), emocional (agua) y mental (fuego) obedecían sus órdenes. Su espíritu había logrado el pleno control de su personalidad y había impuesto Su nota en todos los cuerpos.
(Aquí vemos la analogía con los alto-relieves cincelados en los muros de los templos de los faraones egipcios, en los que se puede observar cómo el faraón conduce a los esclavos atados por él, para iniciarlos e imponerles su nota.)
Una vez superadas las pruebas de control sobre sus cuerpos, Jesucristo (como alma), se dirigió al Monte Tabor con sus tres amigos más íntimos:
Pedro (que significa piedra) su cuerpo físico.
Santiago (que significa ilusión) su cuerpo emocional.
Juan (que significa el Señor habló) su cuerpo mental.
Aquí vemos nuevamente cómo el alma se rodea o es seguida por los cuerpos ligados a su control.
Estando en la cima de la montaña, se le apareció Dios de entre las nubes. ¿Era nuevamente una representación simbólica? ¿Era la aparición de Sanat Kumara, que en representación del Logos (Dios) había descendido de su elevado lugar, para aplicar el cetro iniciático a los cuerpos de Jesucristo? ¿Se trataba de una nave extraterrestre, tripulada por “dioses”?
Digamos que en ese acto, Jesucristo recibía el plácet del Logos, explicando a esos discípulos o amigos suyos, que Cristo era el primer Hijo de esta oleada humana que había logrado la más alta iniciación terrenal y que por ello se felicitaba.
Los tres discípulos no pudieron soportar aquella luz tan brillante y taparon sus ojos con las manos, a la vez que se postraban en el suelo.
Jesucristo estaba recibiendo la tercera iniciación simbólica, pues Él ya la había recibido hacía unos cuantos milenios, por eso siempre decía la misteriosa y enigmática frase “escrito está”… aunque ésta también podría explicarse al pensar que para Él no existía el tiempo. Para Jesucristo, todo era un eterno presente, y por ende todo estaba escrito.
Esto está representado con lo que dicen los discípulos haber visto. “Allí también estaban Moisés y Elías”, representando el pasado y el futuro.
-¡Cuanto habría dado por estar allí!-dijo el Padre Francisco.
-En este acto de la tercera iniciación-continuó Xavier como si no le hubiese oído-, el Maestro aplica el cetro iniciático en la parte etérica de la garganta, sobre la vértebra número 30 y el cuerpo brilla con gran intensidad. Vemos también que Jesucristo tenía en aquellos momentos 30 años y también se le confería el don de la palabra, por ello esa Divina Entidad les dice: “a Él escuchadle”.
-Para mí-dijo Francisco- lo que cuentas son sagrados misterios, que nunca he sido capaz de interpretar. Tal vez… me gustaría saber cuándo un acontecimiento es real o simbólico. Porque en esta respuesta están encerradas las verdaderas posibilidades del ser humano.
-Creo-contestó Xavier- que aquellos que redactaron el Nuevo Testamento, lo hicieron basándose en recuerdos de tradiciones, y tuvieron que pensar mucho para encontrar un nexo que uniera los innumerables huecos en la vida externa de Jesucristo. Hay fragmentos que no caben dentro de una lógica racional y por ello tuvieron que echar mano de personajes o de situaciones, que dieran contenido con cierta solidez a aquello que trataban de comunicar.
Hay un ejemplo que puede ilustrarnos:
“Le preguntaron al Maestro ¿Por qué a nosotros nos hablas con palabras y a los demás lo haces con parábolas?”
“Es que vosotros sois inteligentes y podéis comprenderme, pero los demás no lo son tanto y por ello lo envuelvo con una historia y su moraleja y así lo pueden comprender.”
-Entonces…-preguntó Francisco- Quienes escribieron el Nuevo Testamento ¿no sabían todas las connotaciones que implicaba la vida de Jesucristo?
-De seguro que hubo quiénes sabían de qué iba el tema, pero eludieron las explicaciones concretas y reflejaron muchos misterios de una forma simbólica. Por otro lado hubo quienes no conocían los Sagrados Misterios, y narraron los hechos externos. Hubo otros que comprendieron la profunda verdad del Amor, pero está claro que si alguien toma, sin ningún conocimiento añadido, las bellas páginas de los evangelios, nunca podrá deducir algo sobre la grandeza de las iniciaciones, por lo tanto, el desarrollo para un ser humano corriente le está limitado y vedado, y depende de las interpretaciones de quienes son más sabios que ellos.
-¿Tal vez es esa la causa por la que yo me he detenido en mi evolución?-dijo con un extraño y triste acento, el padre Francisco.
-Creo que puede ser-contestó Xavier-. Por ejemplo, si hacemos caso literal a Cristo cuando dice: “Da todo a los pobres y sígueme”. Si hiciésemos caso exacto a las palabras de los Evangelios, y actuásemos de esa forma, es muy probable que el mundo se colapsara, pues caeríamos en el subdesarrollo material. Queramos o no, el ser humano necesita imperiosamente el estímulo de acrecentar sus posesiones. Por lo tanto, automáticamente requiere una explicación. Explicación que nos hace depender de lo que diga el más sabio de turno, pero que a lo mejor no tiene nada que ver con lo que nuestro amado Jesucristo quiso decir entonces.
-Sí, Xavier. Tienes razón. Yo soy una persona que verdaderamente ha cumplido todos los requisitos que se establecen en el Evangelio, y sin embargo, siento que algo me falta. Sé, y cada día que paso hablando con vosotros, tengo la certeza de que necesito algo más. Porque siendo bueno, honrado, generoso, a veces me encuentro vacío. Me falta algo, me falta…saber qué es en verdad el Universo. Tal vez cuando he sido más feliz es cuando de verdad he sentido la común unión con algunas personas, que han sido dos en concreto, mi madre física y mi madre espiritual. Me sentía como si verdaderamente nuestras almas fuesen una sola.
-Mi querido Francisco-le dijo Xavier-. Lo que tú probablemente has sentido es el cenit que corresponde a los pasos de la segunda iniciación. Con esta iniciación se consigue percibir la unión grupal de las almas. Y esa sensación de unidad de dos almas o corazones, es la confirmación de que en verdad el universo del Espíritu existe. Ahora lo que te falta es ver a Dios. Comprender realmente que un pensamiento tuyo, tiene sus efectos en el Cuerpo de Dios, o del Logos. Es la luz que el cuerpo mental recibe y consecuentemente es capaz de comprender en un breve destello, la Mente de Dios.
El padre Francisco, el sacerdote del corazón de oro y Charles, el ateo temporal y científico, anhelaron con todas sus fuerzas poder adquirir gran sabiduría y certeza… y rogaron desde el fondo de sus corazones y de sus mentes, que el Alma Universal les concediese tan preciado regalo.
Cada uno se fue a su casa más en silencio que otros días, y también más elevados espiritualmente. Parecía que en cualquier instante tocarían el Cielo con sus manos, con sus corazones y con sus mentes.
En realidad…ya lo estaban tocando, pues el aura de alguien que permanece en millones de Corazones, les envolvía con infinito amor y sabiduría. Había millones de hijos suyos diseminados por la tierra, pero ellos tres, en este preciso instante figuraban entre los elegidos. Francisco era el representante de tantos y tantos religiosos bondadosos, sacrificados y de gran corazón que había en el mundo. Charles era el científico que había perdido la fe en Dios por no poder soportar ni comprender el dolor del Mundo. Xavier, si bien aparentemente su vida había sido más fácil, ¿qué se podía afirmar de los méritos que había acumulado en sus anteriores vidas? ¿Quién podría juzgar sin temor a equivocarse lo que cada persona era de verdad? ¿Quién sería capaz de comprender los hilos que unían las tres almas con Cristo?
Capítulo 44
Sobre la reencarnación
Esa tarde, Charles vino, sonriente, con una libreta de notas, mostró lo que había escrito en ella y entonces preguntó a los dos amigos.
-Ahí –dijo señalando con el índice la línea- en San Mateo habla de la reencarnación, pero con las palabras que usa, yo no le entiendo. ¿Qué entendéis por reencarnación?
Francisco estaba entre la espada y la pared. Pues si bien, él tenía alguna opinión al respecto, desde el punto de vista de la Iglesia, éste era un tema resbaladizo y no se llegaba a abordar. En su doctrina no había necesidad de reencarnar, pues con una sola vida, algunos de sus sabios habían determinado que era suficiente para ganar el cielo o el infierno por los siglos de los siglos; pero en su interior, no le parecía ni justo, ni lógico.
-La reencarnación -comenzó Xavier- se refiere a la necesidad del alma de aprovechar las posibilidades que ofrece la vida para aprender lecciones terrenales. En una sola vida, aunque sea de mil años, eso es imposible de conseguir y por ello, se estableció el ritmo normal de reencarnación constante. Una vez “recuperada de las heridas” de la vida pasada, el alma se prepara para la siguiente posibilidad de retomar un cuerpo en cualquier rincón de la tierra.
Para ello, hay un diálogo entre las almas de los padres y del hijo que necesita un cuerpo adecuado, en cuanto a herencia genética, tradiciones, medio ambiente, influencias sociales, astrológicas, etc.
Respecto al momento en el que el alma entra en el nuevo cuerpo, creo que existe un velo, tendido a propósito, para que no se sepa el momento preciso. El alma lleva su propia información hereditaria recogida en sus átomos permanentes y de alguna forma que no sabemos, por lo menos yo no la sé, modifica la herencia física que se transmite de padres a hijos. Hasta ahora la última palabra de la ciencia está centrada en la genética. Pero si estamos de acuerdo en la herencia espiritual, cabe esperar que un buen día, la propia ciencia considerará que existen unas influencias, denominémoslas abstractamente, atómicas o subatómicas que con su vibración son capaces de acompañar el desarrollo y evolución del código genético.
Podría pensarse en el ejemplo siguiente. Imaginemos un pueblo que tiene mil habitantes con unas costumbres peculiares heredadas desde hace muchos siglos y que se mantienen fieles a las mismas. Un observador podría decir “sin duda la forma de vivir de estas gentes viene determinada por la herencia de sus antepasados” y un buen día viene un hombre sabio que altera los pensamientos y costumbres de los vecinos. Al cabo de unos años el observador, podría decir. “¡Vaya! Ha habido un cambio que no se correspondía con la tendencia de ese pueblo”… otros dirían “se ha producido un salto cuántico”. Y podría añadir “ha habido una mutación genética”. Creo sinceramente que esta imagen es muy explicativa de cómo influencias de elementos que están en un nivel distinto, denominado espiritual, pueden modificar el mapa genético de una persona, o permitir que unas herencias se activen y otras no. Pero es más, si atribuimos al ser humano la posibilidad de manejar con su mente y su corazón energías subatómicas y atómicas, está claro que a lo largo de los años conseguirá modificar algo, que probablemente será indetectable para los científicos actuales.
-Creo que estás abriendo otra caja que no sé a dónde nos va a llevar – dijo Francisco.
-Sí, soy consciente de que hay muchos conceptos que abordar, pero voy a hacerlo de forma que no sea una explicación abstrusa para vosotros.
-Hay una ley que rige las demás leyes, es la ley de economía de esfuerzo, la inercia que se adquiere en una vida, se tendría que mantener en las siguientes, para así poder progresar más fácilmente.
De tal forma que se hace lógico pensar que tomamos cuerpos masculinos o femeninos a intervalos más o menos regulares. Así que tenemos cuerpo masculino durante doce vidas y luego cambiamos de polaridad para aprender los dos lados de la vida. No solo cambiamos de polaridad masculina/femenina, sino que también vamos alternando los signos astrológicos, así retomamos cuerpos bajo el mismo signo en el que morimos la vida anterior.
– ¿Cómo puedes demostrar eso?-preguntó Charles- Yo diría que no hay prueba alguna que apoye esa afirmación.
-Bueno…tengo esa teoría y podría decir que el tema de la homosexualidad, en algunos casos, es una consecuencia de esa primera vida en la que cambiamos de sexo. Así, por ejemplo, tras doce vidas (supongo que también podría decirse que el período es de siete vidas ya que estadísticamente se considera que hay un catorce por ciento de homosexuales) encarnando en cuerpo masculino, en la siguiente vida, con cuerpo femenino, tendríamos bastantes rasgos masculinos aunque nuestro cuerpo fuera femenino y también sus tendencias serían lésbicas, pues en las vidas anteriores sentía atracción por las féminas.
Podría también decir que en las últimas vidas con cuerpo femenino, los rasgos de belleza femenina serían casi perfectos, utópicos. Tras unas pocas vidas con cuerpo femenino, sus tendencias, sensibilidad y finura femenina serían más que evidentes.
-Creo que son teorías tuyas –contestó Charles-, pero no creo que haya evidencia científica alguna al respecto.
-No, ya veis que científicamente sólo nos separa un cromosoma y sin embargo eso representa dos mundos muy diferentes, aunque complementarios. Es como si esa creación en la que creemos, se hubiera programado así, y de esa forma, la experiencia de la vida fuera más completa, pues se podría decir que el aspecto femenino es más receptivo, lo cual lleva a períodos de adquisición de nuevos conocimientos y experiencias, y el aspecto positivo es más inclinado a hacer, lo que lleva a esa frase típica de las mujeres que dicen “es que los hombres solo pueden hacer una cosa a la vez”.
Creo que es correcto pensar que el alma utiliza un ciclo de vidas encarnando como hombre y otro como mujer y a continuación otro de hombre… siempre alternando esa polaridad. Hay que comprender que para el alma, una vida de cien años es apenas un pestañeo, ya que para ese espíritu no existe el tiempo, sólo “conciencia de ser y siendo” a la vez.
-¿Tienes alguna experiencia de reencarnación previa? -preguntó Charles.
-No quería hablar de mí, pero sí que tengo, y también he conocido algunas personas que recuerdan sus vidas anteriores. Al principio me costaba admitirlo. Sin embargo, después de reconocer mis experiencias, acabé por aceptar que era algo no excesivamente raro… aunque recordando unas palabras de Lobsang Rampa diré que “cuando nacemos bebemos de las aguas del olvido”.
Empezaré por una pesadilla que tuve reiteradamente, dos o tres veces al año durante mis primeros 30 años de vida. Siempre era la misma escena. Estaba siendo cruelmente torturado por la Inquisición (así que supongo que eso ocurrió en la Edad Media, la peor y más oscura época del cristianismo). Dejó tan profunda huella en mi subconsciente, que tres vidas después aún seguía atormentándome el terrible suplicio.
En la vida siguiente, fui monje tibetano. La escena fue muy bonita: había una monja que me estaba iniciando en los misterios de la orden del Dharma. Estábamos encargados de velar algunas reliquias del Buda.
En la vida anterior fui Francisco Ferrer i Guardia. La verdad es que apenas si había oído hablar de él, pero en cierta ocasión, viendo la televisión, oí que hacía 80 años de su fusilamiento y me puse a llorar.
¡Qué gran zozobra se apoderó de mí! Había oído la noticia, pero no había reparado conscientemente en el nombre. Así que tomé papel y lápiz y rogué para que lo volvieran mencionar. Cuando lo pronunciaron de nuevo, lo apunté con todo cuidado y a continuación me puse a investigar sobre la vida de aquel maestro fundador de la Escuela Moderna.
Tuve varios sueños al respecto y que en parte he podido ratificar tras consultar algunos archivos en la biblioteca Arús de Barcelona. Soñé que había sido invitado a la despedida del Gran Maestre Masón, quien había muerto recientemente. Me negué a asistir diciéndoles que no tenía dinero ni ropa adecuada para esa ceremonia de tan alto copete. Ya conocían mi estado económico, por lo que me prestaron un traje chaqué, que se me ajustaba bastante bien, y también me dieron suficiente dinero.
El difunto Maestre estaba vestido con un mandil muy bonito. Recuerdo que era de color azul marino y tenía unas condecoraciones que cubrían su pecho. Allí mismo, un buen bailarín vasco danzó un aurresku muy punteado, con pasos muy difíciles y con los pies de puntillas. Decían que estaba reservado para las grandes ocasiones. Luego, ante todos los invitados, a seis personas nos dieron una cartera conteniendo el testamento del Maestre. A continuación, me llevaron a una habitación aparte y me entregaron una bolsa de forma hexagonal, fabricada con cuero marrón, donde estaban guardados las llaves y los sellos de la Logia. Participé en la comitiva que acompañaba los restos mortales hasta el cementerio. Recuerdo que era un rincón muy bello, con muchas flores. El nicho estaba situado en la base del muro del cementerio, y pintado de color blanco.
Pude constatar algunos detalles en la parroquia de Alella, la localidad natal de Francisco Ferrer i Guardia. Pueblo que me encantaba y donde adquirí un apartamento, concretamente en el barrio marinero del Rost. Pensaba disfrutar de la jubilación allí. Se encontraba ubicado casi en el centro de la villa, tenía bellas vistas al mar… además, estaba a pocos kilómetros de Barcelona.
Estas imágenes bailaban en mi subconsciente, si bien no las consideraba como prueba suficiente para aceptar esa posible reencarnación anterior. Necesitaba más evidencias y en la biblioteca Arús tampoco hallaba nuevas pistas.
Dejé de buscar cuando se me ocurrió hacer la carta astral de Ferrer i Guardia, lo que conocemos como el horóscopo natal, y lo comparé con el mío. Eran como dos gotas de agua, casi todos los planetas estaban en posición partil, es decir a menos de un grado. Esto no era simple casualidad, era una causalidad absoluta. Creo que solamente se puede dar un caso entre mil millones, que sea similar y con una precisión tan exacta.
Fue curioso cuando hace unos años quise entrar en la Gran Logia del Oriente en Barcelona. Me entrevistó un señor en la sala de entrada. Estuvimos sentados al lado de una pequeña mesa. Me preguntó varias cosas… ¿Cuál era mi interés por la masonería? ¿Quién me había recomendado aquel lugar? Le contesté que en la vida pasada había sido masón y que mi mandil era, justamente, el primero de los que estaban expuestos en el escaparate de la entrada. Se fue al interior para buscar un formulario que habría de rellenar con las condiciones de sigilo, así como otras, que había de cumplir. Le pedí permiso para observar más detenidamente los diferentes mandiles y me dijo que no había problema alguno.
Comencé a mirarlos, empezando por el lado izquierdo. Los había de todas las naciones americanas: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, etc.
En la parte derecha, se exhibían los distintos uniformes propios de los países europeos: Alemania, Escocia, Francia, Suiza,… y España.
¿El de España estaba en último lugar? ¿Era ese mandil, que yo señalé, el único español? ¿Era aquel mi mandil o bien era el que representaba a España?
Como vulgarmente se dice, se me pusieron los pelos de punta al constatar que lo había reconocido sin haberlo visto nunca antes en esta vida… ¡Esto era una respuesta más a mi duda!
¡Qué fuerte! –exclamó el padre Francisco.
-Los lamas tibetanos-continuó Xavier-, buscadores de las reencarnaciones de lamas prominentes, se conforman con muchas menos pruebas, pero yo necesitaba atar todos los cabos posibles. Ya sólo me queda constatar que mi antecesor estuviera muy relacionado con el País Vasco o que fuera vasco o hubiera muerto allí…
-No suelo hacer caso a los libros que han salido al respecto, pero conociéndote a ti –dijo Charles-, reconozco que me impresiona.
-Te aseguro que no soy una persona muy sugestionable, al contrario, muchas veces me parezco a Santo Tomás, y hasta que no compruebo un hecho por mí mismo, no lo doy como válido.
-Te creo, amigo.
-En la anterior encarnación-continuó Xavier-, parece que tenía que dejar reposar mis cuerpos a causa del terrible tormento al que fui sometido por causa de la Inquisición.
-Brrr. Eso son palabras mayores-dijo el científico.
-Permitidme –continuó el esoterista- que me ahorre lo de “santa”, porque de santa no tuvo nada en absoluto y menos cuando se utilizaba “en nombre de dios”. ¿De qué dios estaban hablando entonces? ¿Qué dios necesitaba ser salvado de las herejías o de los herejes o de los pobres sanadores o brujos santones? ¿Precisaba ese dios ser protegido de Galileo o de Giordano Bruno?
Bien…como os decía, en la siguiente encarnación pertenecía a la “Orden de los bonetes amarillos” o Gelugpas, pero mi inclinación natural fue la de practicante del advaita dentro de la corriente vedanta.
-¿Qué significa?-preguntó el padre Francisco.
-Es una parte del Budismo. Digamos que podría calificarse como el más ortodoxo y esotérico, y que concuerda mejor con el movimiento moderno.
-Ya…lo tuyo-dijo sonriendo Charles.
-Sí…eso… lo mío-contestó Xavier con una sonrisa en sus ojos y prosiguió-. Recuerdo que cuando el viejo monje rector quería dejar su cargo por estar próxima su muerte, escribió en las paredes del monasterio un koan muy difícil. La pregunta enigmática la debería contestar el aspirante al cargo que se quedaría libre en breve tiempo. Nadie sabía la respuesta y todos me preguntaron si no había leído el koan. Contesté que no me interesaba el puesto, que quería descansar y no tener responsabilidad alguna. El anciano monje insistió y me hizo la pregunta.
-¿Y qué pasó?-preguntó el padre Francisco como un niño.
-Contesté sin titubear. Al final tuve que asumir la responsabilidad de dirigir el monasterio.
-Desde luego, que te lo tomas en serio-dijo Charles.
-Ya lo creo. Disculpad si a lo mejor insisto mucho en el tema, pero hay que comprender que el descubrimiento de tan gran misterio, se podría decir que es una de las piedras angulares donde descansa la fe en la Vida. Pues ella nos indica que no existe la muerte tal y como pensamos, y nos hace tener fundados motivos para pensar que somos almas inmortales.
-Si. Tienes razón-dijo Charles.-Continua, por favor.
-En cierta ocasión soñé con la entrañable escena de la iniciación a las prácticas de los rituales monacales. La monja encargada por aquel entonces, se había encarnado en una amiga mía, una compañera de la oficina.
La primera vez que la vi, durante un escaso segundo, mi columna vertebral fue recorrida por una corriente que se me elevó hasta la cabeza. Pasaron días y días sin que volviera a ver a aquella chica y como sea que no tenía referencia suya alguna, no podía indagar nada sobre ella. Sentía una gran angustia. Mi corazón y mi mente inquietos se preguntaban por la identidad de aquella mujer, que ni siquiera sabía si era empleada o visitante de la oficina.
Cuando, al cabo de unos dos meses, volvió a la oficina, la reconocí enseguida, si bien no sabía por qué había sentido aquella descarga eléctrica. Una noche soñé con aquella escena y al regresar al cuerpo, una voz me susurró en el oído: “Esa es Paquita.”, nombre de la compañera de la oficina.
-Impresionante-dijo Francisco.
-¿Cómo reaccioné yo? En menos de un segundo me dije, eso es imposible. Tuve que pensar un par de minutos más y decirme: ¿Por qué digo que es imposible, si es mi alma la que me lo está comunicando a través de mi mente y mi cerebro?
-Es lógico pensar así-añadió Charles.
-Como os decía hace unos meses, este es el mecanismo de la mente, que vigila constantemente la integridad psicológica de nuestro organismo y que tiene que superar los impactos que recibimos de los planos más elevados, aunque sea a través del subconsciente. En resumen, que tuve que aceptar que aquella descarga eléctrica en mi columna vertebral, había sido el reconocimiento de una vieja amistad. Supongo que eso pasa a mucha gente, pero no se encuentra explicación alguna a este hecho, que me volvió a ocurrir al conocer a otra persona extraordinaria.
El padre Francisco sonrió.
-De acuerdo, ya falta poco-siguió Xavier-. Se trataba de Gurú Raj. Un Gurú hindú, residente en África del Sur, quien estando en Barcelona, dio una conferencia en la Casa del Médico. Al ir a verle, mi cuerpo experimentó nuevamente esa subida de corriente por la columna vertebral. ¿Lo había reconocido por haber estado en contacto con él en alguna vida anterior?
-Parece ser que sí -dijo rápidamente el padre Francisco para no romper el hilo de la narración.
-Curiosamente, un par de semanas más tarde recibí una carta suya en la que me decía “Bienvenido a casa”.
Y para terminar, os contaré el trauma que me ocasionó el martirio infringido por la Inquisición y que os puede poner los pelos de punta.
Sus dos amigos le miraron con enorme interés, casi sobrecogidos.
-Emplearon tal brutalidad conmigo, supongo que como con todos los demás, e imprimió unas huellas tan profundas en mi psique y en mi alma, que, incluso después de tres vidas y quinientos años, permanecían indelebles y vivas en mí. Muchas veces me he preguntado cuál había sido mi pecado. Cuando recientemente vi la película de Martin Lutero, creí descubrir que mis ideas fueron muy similares a las suyas…
-¡Qué horror!-exclamó Charles.
-En Zaragoza -comentó el padre Francisco-, expusieron en un museo algunas máquinas de tortura de esa época. Había gente que se desmayaba por el simple hecho de imaginar el sufrimiento que podía causar cada una de ellas. Casi prefiero…no enumerarlas. La verdad es que es algo muy oscuro y triste.
-Los que poseen-contestó Xavier- “una piel sensible” tienen la predisposición a captar la presencia de los espíritus que han quedado presos de aquellos terribles momentos.
En cierta ocasión estuve visitando el Museo de la ciudad de Ginebra. Al entrar en una sala determinada, me entró una terrible jaqueca. Al cabo de un par de minutos, me di cuenta de que en un rincón de aquella sala había una guillotina. Al salir de la estancia, se disipó la jaqueca. Yo creo que tendrían que quemar los originales y poner, si se cree necesario, una copia del artilugio en cuestión, liberando de esta manera a muchos espíritus que se han quedado prisioneros de aquella brutal ejecución.
-Como os he comentado antes, tuve una pesadilla que se repitió multitud de veces durante 30 años. En ellas, mi obsesión era escapar de una pequeña y agobiante celda. Tenía que salir como fuese, torcer hacia la izquierda, llegar a un pequeño patio, donde había no sé si un árbol o una fuente en el centro, y desde allí huir por la tapia hacia la libertad, pero nunca conseguía saltar el muro. La mayoría de las veces me despertaba sudando y aterrorizado. En ocasiones me incorporaba en la cama y casi no sabía dónde estaba. Y transcurridos unos segundos adquiría la conciencia de que no me encontraba encerrado en aquella horrorosa celda.
-¡Uff!-dijo Charles.
Es evidente que no pude lograrlo. Allí terminaron con mi vida y lo único que quedó fue una tumba.
-¿Cómo supiste que quedó una tumba? -preguntó Francisco-
-Ocurrió cuando fui de vacaciones a Ibiza en 1970. Visité el Museo Etnológico o Antropológico, cosa que hago en todas las visitas a ciudades de todos los países, pues suelen ser lugares donde hay mucha información acerca de las distintas culturas, así como de su evolución. Cuando concluí la visita a aquel pequeño pero interesante museo, fui al patio y allí observé que había tres ventanucos a nivel del suelo y también una vieja puerta con una reja metálica. Todas tenían los hierros bastante oxidados. Enseguida supe que tenían relación con mi pesadilla. Impaciente y nervioso, regresé al interior y le pregunté al vigilante si se podía visitar aquel sótano. Me contestó que no, que estaba todo en ruinas y era peligrosa su visita. Entonces le dije: ¿Verdad que hay una escalera que termina en una habitación rectangular y a la izquierda hay un pasillo con tres habitaciones a la izquierda?
El guarda se quedó intrigado y me preguntó: ¿Cómo sabe eso?… y yo le contesté, es que en una vida pasada fui torturado aquí por la Inquisición.
El hombre quedó tan impresionado por mi aseveración, que atizó enormemente su curiosidad y tomando un llavero con grandes y viejas llaves de hierro, me acompañó hasta esa puerta, introdujo la llave en el orificio y abrió con cierto esfuerzo la cerradura oxidada. Era evidente, por el chirrido que emitía, que hacía tiempo que no se abría. Entrando a mano derecha había un interruptor eléctrico, que giró el guarda y comenzamos a bajar por la escalera, a la mitad del tramo se me erizaron los pelos; pero continué descendiendo.
Efectivamente, la escalera terminaba en una pequeña sala rectangular y a la izquierda se veía la entrada del pasillo; pero estaba totalmente obstruida por los cascotes, por lo que no pudimos seguir con la visita a esas tres habitaciones.
Sin embargo, había un detalle que no estaba grabado en mi subconsciente y era la existencia de dos nichos en aquella sala. Ambos formaban un ángulo de 90 grados en el rincón de la derecha de la sala. Me pregunto si yo fui enterrado en uno de ellos… pero no quiero ni quise indagar en ese terrible episodio de mi pasado, creo que estoy consiguiendo olvidarlo.
-Yo creo que debiste de sentir algún tipo de repulsión mientras entrabas-añadió Francisco.
-Sí. Como ya os he comentado se me erizó el cabello, y sentí que me faltaba el aire.
-¡Qué horror! –exclamó Charles.
-Este tema –continuó Xavier- lo discutí en un programa de Radio Nacional de España con tres conocidos psiquiatras. Ellos venían a decir que en algunas ocasiones nos adueñamos de experiencias de otra gente, y obramos como si fueran nuestras propias vivencias. Que el ánima mundi o inconsciente colectivo era responsable de tales acciones.
-Y tú ¿qué dijiste?-preguntó Charles.
-Yo argüí que si hubiera sido así, también me habría acordado de aquellos dos nichos, pero, para mí, era evidente que habían sido construidos con posterioridad a mi encarcelamiento, tortura y asesinato. Y aquí es cuando le doy la razón a Freud. Después de haber reconocido el lugar del trauma, dejé de tener aquellas horribles pesadillas. Ya había encontrado el origen de ellas…
-Menos mal, que todo acabó bien-dijo Francisco.
-Aun podría dar un par de ejemplos más si queréis.
-Amigo Xavier-dijo con voz afable Francisco-, de verdad que te creo. No importa si estoy o no de acuerdo con mis superiores, pero mi corazón me dice que hay una verdad muy grande encerrada en las historias que tan amablemente nos cuentas.
-Gracias –continuó Xavier-. Un ejemplo muy famoso, al menos para mí, lo constituye la vida de Mozart. Ya de niño tocaba el piano y componía música. A los cuatro años dio un concierto y para acabarlo de redondear, murió a los 36 años.
-¿Qué tiene que ver esa edad con la muerte o la reencarnación?- siguió preguntando el sacerdote.
A los 36 años, aproximadamente, se produce el cambio del signo solar al signo del ascendente o del signo a través del cual el alma se propone aprender una nueva lección.
Se produce este cambio al hacer Saturno la quinta cuadratura y Júpiter la tercera revolución orbital. Hay una crisis en la cual el alma retoma las lecciones pendientes del pasado. En este caso vemos que el alma no quiso proseguir con el tema de la música, pues ya estaba sobradamente abordada en otras encarnaciones y para él, esta línea había sido la de menor resistencia.
Otro ejemplo lo tenemos en una violinista prodigio, Ana Valderrubia, que antes de saber leer, ya sabía interpretar la escritura musical del pentagrama y a los 13 años ya había tocado bajo la batuta de Zubi Meta.
Vemos que hay similitud en el origen de ambas vidas, que repiten su experiencia como músicos. Si bien esta joven española tardaría unos años más en saborear las mieles de su triunfo. Pues al iniciar su carrera en el túnel del Metro, aunque fuera por diversión, necesitaría, para llegar a la fama, pasearse por los auditorios de todo el mundo cosechando los frutos de su esfuerzo personal, así cómo el apoyo incondicional que le dieron sus padres.
Y termino con otro caso, cercano, para completar este tema tan importante de la reencarnación.
Se trata de mi sobrina Nadja. De pequeña, entre los 4 y 6 años, nos dijo en varias ocasiones que esta vida aun no le tocaba; pero que su madre había deseado tanto tener un hijo que decidió sacrificarse para darle ese gusto, y que había nacido de ella… porque en la vida pasada fueron hermanas.
-¡Hay hechos tan extraños en la vida! –exclamó el padre Francisco.
-Esto parecería muy fantasioso, quizás en demasía, para una niña de tan corta edad, pero el caso es que haciéndose un horóscopo con una buena astróloga de Barcelona, que no la conocía para nada, al pasar a la interpretación de los datos astronómicos y geofísicos (datos en los que se basan los astrólogos y que son facilitados por los observatorios de Greenwich o de la Nasa) del momento del nacimiento, le dijo entre muchas otras cosas que no tendría hijos.
“Eso no puede ser, pues ya tengo una niña”-le dijo a la astróloga.
Sin embargo, la astróloga se extrañó mucho, pues aunque estaba muy claro que en su carta astral, en la casa 5, la casa de los hijos, estaba vacía de contenido.
Ante la insistencia de la clienta, que afirmaba que no era cierta la interpretación, la astróloga vio que podía tener razón, en realidad lo que significaba era que esa niña no tendría padre… y así fue, pues su padre murió cuando ella tenía dos años.
-Tal vez la última parte de la niña, no tiene relación con la reencarnación-dijo Charles.
-Bueno-dijo Xavier, tienes razón. Solamente la primera parte de la historia de mi sobrina es interesante. Pues el hecho de que un niño te diga insistentemente algo, da qué pensar. Al principio crees que se lo está inventando y que lo ha visto en alguna película. En una familia que no esté atenta al tema de la reencarnación, probablemente lo escuchará sin inmutarse hasta que la niña o el niño se cansen de repetirlo y al convertirse en adolescente lo olvide.
-Sí. Supongo que habrá muchos casos así, en los que no se sabe qué es fantasía o imaginación, y qué es realidad-contestó Charles.
-Para mí-añadió Xavier- Lo verdaderamente importante es que unas sencillas palabras a veces nos están descubriendo la realidad oculta de la vida, la trascendencia del ser, la inmortalidad del alma, y que sólo aquellos que “tienen ojos para ver” toman esos pequeños pero importante detalles y comprenden que están ante un milagro oculto a los demás. No porque alguien desee esconderlos, sino porque en general exigimos grandes milagros.
-Creo que tienes razón Xavier-dijo el padre Francisco. Lo más evidente es lo más difícil de percibir. A veces, coincide con despertarme después de una corta siesta reparadora, me ocurre algo extraño. Es como si me viese de otra manera. Me miro a mí mismo. No es que vaya al espejo, es que reflexiono nítidamente sobre lo que soy, y por ende sobre lo que somos. Y de una forma lucida comprendo que existe un maravilloso misterio en la conciencia y en el cuerpo. Y sé que algo tan extraordinario y magnífico como es un cuerpo humano, con su cerebro, sistema nervioso, circulación sanguínea… y, por supuesto, la consciencia no son una casualidad, por mucho que insistan algunos.
-Así es amigo Francisco. Nadie puede negar lo que es evidente a nuestra consciencia. Nosotros mismos sabemos lo que sentimos, vemos y percibimos. Y ésos momentos de lucidez incontestable son un contacto con la eternidad, una autoafirmación de que en realidad somos almas inmortales.
-Tal vez, lo más penoso es que esas sensaciones de sentirnos vivos y lúcidos se desvanecen en el trasiego continuo de la vida.
-Para eso está la observación de sí mismo, como dirían los sabios, o la atención expectante-terminó Xavier.
Capítulo 45
En un barrio marginal (V)
Juliette se arrodilló sobre el reclinatorio de la pequeña capilla de su “palacio” a unos cuarenta y cinco kilómetros al norte de Barcelona. Según había escuchado a su esposo, alguno de sus muros estaba construido con antiguas piedras de la época en que Carlomagno promovió la “marca hispánica” para defender su imperio de las acometidas de los árabes.
En sus manos tenía firmemente sujeto el rosario que le había regalado el padre Sauras, su “amado niño” Francisco. No le cabía ninguna duda de que el nombre del padre era muy sugerente, nombre de santos como San Francisco de Asís y San Francisco Javier. Tenía la absoluta certeza de que se encontraba ante un corazón de oro que brillaba de la misma forma que ellos.
Desgranó con profunda devoción, reflejo del plano búdico, (plano más sutil que el plano del alma) las cuentas del rosario. Estaba en el último tramo de su vida y se sentía en paz y gracia de Dios. Es más, se consideraba una persona inmensamente afortunada. Había vivido cómodamente, viajado por medio mundo, conocido el profundo amor de su esposo, y para ella lo más importante, el amor de Dios. No había necesitado llevar una vida monacal, y viviendo normalmente había encontrado a Dios en su corazón.
Le quedaba un anhelo sin cumplir, haber tenido un hijo, pero en los años que su esposo se había visto obligado a atender, casi con dedicación exclusiva, sus negocios, ella había ayudado a varias parroquias y albergues para necesitados. Siempre se había sentido llena de Gracia de Dios. Era un alma realizada. Ninguna circunstancia le había obligado a ser bondadosa y generosa. Era la natural expresión de su alma. Y ello se reflejaba en la alegría de su corazón y en la claridad de su visión.
Cuando llevaba aproximadamente quince minutos rezando, a través de su ojo espiritual recibió tres flashes diferentes:
Un hombre, más parecido a un ángel que a un humano, de constitución fuerte, cabello rubio y ojos azules, caminaba entre la multitud que se apiñaba en Las Ramblas de Barcelona. Por unas décimas de segundo pensó en su sobrino Jacques…Tuvo la certeza de que era el alma gemela del que tanto le había hablado su sobrino. Pero… había algo más, pues sintió que su corazón era atraído con infinita fuerza por aquella imponente figura, y antes de finalizar la visión se encontró diciendo:
“Amado Maestro, tu voluntad sea hecha, no la mía”
Apenas habían transcurrido unos segundos cuando su conciencia fue arrebatada hacia otra visión:
Tres hombres se reunían en una mesa de una cafetería y hablaban. Uno de ellos era su “niño” Francisco, si bien era menos joven.
Respecto al tercer flash los tres hombres y el Maestro de ojos azules caminaban alegres por un valle rodeado de inmensas montañas.
Sin embargo, lo que más le impactó fue que acto seguido se encontraba “físicamente” al lado del padre Francisco, que estaba arrodillado en un banco de la parroquia.
Se sobresaltó, pues si era cierto que estaba relativamente acostumbrada a cierto tipo de visiones, lo que había sucedido en este último instante, era algo más que una visión.
Al principio, le había parecido que su “niño” estaba físicamente delante de ella y es lo que le causó tanto sobresalto. Pero pronto comprendió que en realidad era ella, su propio espíritu, el que se había desplazado hasta la parroquia en Zaragoza y había contemplado a su niño rezando.
Juliette, sin buscar la gloria de este mundo, había conseguido la esencia de la vida. Lo que algunos ávidos perseguidores del poder anhelan: la ruptura de la limitación espacio-tiempo.
Había visto el futuro, y había trascendido la separación ocasionada por la distancia en el espacio. La separación espacial se anula por la capacidad de la unión de dos mentes que no solamente es que se conecten como puedan hacerlo dos celulares o dos teléfonos móviles, sino que se transfiere energía luminosa y cualificada. Y la separación temporal es trascendida porque en la mente universal, el pasado como memoria residente en entes inmortales, el presente como actualidad y el futuro como proyecto virtual, siendo además la semilla que germinará en el plano físico, ya existen, y aquellas almas que han desarrollado la capacidad de comunicarse entre sí lo pueden ver cómo en un libro abierto.
¿Acaso podía pedir más un alma encarnada en un cuerpo?
Miró la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, agradeció los dones otorgados, salió de la capilla y caminó por el extenso promontorio desde el que se contemplaban sus tierras. Un pinar descendía suavemente hasta la orilla del Mar Mediterráneo. El azul se veía salpicado por multitud de puntitos blancos. La brisa acarició sus brazos y el rumor del viento, soplando unas veces hacia el este y otras hacia el norte, entre las ramas de los árboles, entonó una canción para ella.
En su corazón rebosaba la luz de un completo éxtasis.
Entonces recordó al hombre rubio de ojos azules. Tal vez tenía algún parecido con la imagen de su Sagrado Corazón de Jesús, y pensó que de alguna forma, aunque había visto algo, ésta visión estaba compuesta de dos elementos diferentes: la visión en sí misma y la influencia del entorno físico, que sirve de apoyo y soporte, en ocasiones, a la visión del ojo espiritual.
Y mientras respiraba la cálida fragancia de los vetustos pinos, los viejos romeros y los pequeños tomillos, pensó en su “San Francisco del Corazón de Oro”. Y, desde su corazón, le envió un rayo de luz dorada. No sabía que este último movimiento de su mente era el reflejo exacto del río de fuego y luz color del sol del atardecer que su “niño” le había remitido en esos momentos. Supo también que eran los representantes del sagrado misterio de la unión mística, que tantos y tantos santos habían realizado a lo largo de la historia de la humanidad, sin importar un credo en concreto, sino la capacidad de unión de sus corazones y sus mentes, virtudes independientes de cualquier cultura, raza o civilización.
Capítulo 46
El Apocalipsis
Charles que seguía leyendo el Nuevo Testamento inició la conversación.
-¿Qué me podéis decir del final de los tiempos?
-Bien claro lo deja escrito San Juan –contestó Francisco, que se sabía el libro de memoria-, pero habrás de recordar que el propio Jesucristo les dice que “el final de los tiempos no es sabido por los hombres ni por los ángeles del cielo, sólo mi Padre lo sabe”.
Por la descripción que se hace en ese evangelio, y con la evolución armamentística actual, se puede deducir que podría haber una gran confrontación mundial, una lluvia de misiles en algún lugar de la tierra y que debido a esas explosiones, se nublaría el cielo y todo el planeta quedaría afectado por la radiación… Xavier, ¿qué opinas tú?
-Pues parece que tienes razón. Queda bien expresada en ese texto… tal vez me gustaría puntualizar, a mi juicio, algunos detalles que nos brinda el mismo.
-Veamos lo que dice el experto -añadió, afectuosamente, Charles.
-Se está refiriendo al final del ciclo pisciano y será el momento en el que todos tengamos que luchar por defender nuestras más preciadas posesiones como patria o religión, cosas del pasado; pero que representan esos ideales por los que últimamente hemos estado luchando.
-Recuerdo -continuó Charles- que habla del retorno del Hijo del Señor, cuya hora será totalmente inesperada para todos. Y también… que debido a los hombres escogidos, esas horas de horror, esos días de pavor serán acortados y que aparecerán grandes señales en el cielo.
-Aquí parece que han tratado de describir en pocas líneas el Apocalipsis general -siguió Xavier-, pero con una nota de fe, confiando en que se nos ahorrarán muchos horrores. También se dice que aparecerá de nuevo Cristo o un Mesías que vendría en plena gloria. Si estuviésemos a la época de Jesucristo diríamos que un carro con alas de fuego traería al Señor, pero como vivimos en el tiempo de las máquinas voladoras, interpretamos que, de venir Jesucristo, lo haría en un avión. Tal vez, para los más atrevidos, en un platillo volante, y, para los esoteristas, podría ser una forma mental. También se interpreta que tan magno acontecimiento sería anunciado a bombo y platillo por los medios de comunicación mundiales, aunque los poderes de siempre podrían calificarlo como de histeria colectiva.
-En resumen… que a ciencia cierta, no se sabe nada. Todo son especulaciones -añadió Charles.
-Así es -confirmó Xavier-. Personalmente, creo que se prepara un acontecimiento de suprema importancia para toda, o una gran parte de la humanidad. Da la impresión de que deberemos esperar que, después de las más oscuras horas de nuestras vidas, aparezca esa divina Luz que iluminará nuestras almas, produciéndose una especie de Pentecostés planetario. Es decir, que todos recuperemos la conciencia de nuestra verdadera esencia y divinidad, a la que renunciamos al nacer en este plano tridimensional y tomamos cuerpo carnal. Nos reconoceremos como miembros de la única familia de Dios… y veremos caminar entre nosotros a los Maestros con Cristo a la cabeza.
-Supongo que eso significaría que ya tendrían que estar encarnados todos ellos, pues parece que la Humanidad está abocada al fracaso y a una nueva confrontación – dijo Francisco.
-Creo que muchos o todos los miembros de la Jerarquía Planetaria (Fraternidad Blanca oculta) ya están encarnados y esperan que Cristo aparezca en cuerpo físico, en cualquier momento, como respuesta a la invocación de la inmensa cantidad de aspirantes espirituales diseminados por el mundo o a algún problema grave.
Pienso que Cristo reaparecerá en forma física, teniendo en cuenta que desde el punto de vista esotérico el término “físico” es ya el plano etérico, como respuesta a la correcta invocación de los hombres a la energía de Acuario que nos impacta actualmente. Atisbos de la nueva era pueden ser observados en el servicio altruista a toda la humanidad, por parte de los miembros de organizaciones sin ánimo de lucro creadas para paliar los problemas de los más necesitados. Podríamos citar algunas organizaciones conocidas de todos como Médicos sin fronteras, Cáritas, ACNUR, Cruz Roja, Green Peace y una larga lista, que trabajan en los ámbitos con los que más se identifican.
El poder invocador de la humanidad puede acelerar el regreso de Cristo, preparando los caminos del Señor con la correcta palabra, con la virtud de la inofensividad, que significa haber perdido la capacidad de herir a los demás con hechos o palabras; con la difusión de la buena voluntad mundial o incluso la voluntad al bien a través de la magia organizada planetaria.
Es necesario demostrar la verdad de que realmente no estamos solos, sino que hay una multitud enorme de ángeles que esperan que se les contacte, y que están a nuestro servicio desde hace algunos millones de años.
Es esencial comprender que en la tierra hay un Ser que rige el destino del mundo y que su Propósito está prefijado desde hace muchos eones, desde el principio del tiempo que Él mismo originó, con las variables que puedan aportar los individuos, gracias a su libre albedrío o la capacidad de equivocarse.
El mencionado Propósito perdura en forma de energía a disposición de la inteligencia humana, y es transmitido a la humanidad a través de todas aquellas almas que han sido o serán capaces de lograr cierto alineamiento con el Centro en donde el Plan divino es conocido y que se llama Shamballa o Shangri-la o Avalón o inicialmente, hace muchos millones de años, la Isla Blanca del desierto de Gobi.
Jesucristo aludió a ese Plan de Dios hace dos mil años, como se muestra en un pergamino guardado en el Museo de la Humanidad de Berlín.
-Si existe un Dios que es Amor ¿por qué ha permitido el mal? –preguntó Charles intentado comprender la pérdida de su padre, de su madre, de su esposa…
-Es una buena pregunta. El mal o el bien son extremos de una misma energía. Una dirigida de forma egoísta y la otra altruistamente. Se dirigen hacia metas distintas. Una es propia de la involución o apropiación de la materia densa por parte del espíritu, y la segunda pertenece a la evolución o ascenso de la oscuridad a la luz.
Pero el meollo de la cuestión, es que nos trata de enseñar la lección que subyace en esa acción, en esa decisión de usar el impacto de la energía “impersonal” de forma que sea para beneficio personal o para el bien general.
Tener que optar por diferentes opciones constantemente, hace que evolucionemos de forma más rápida. El bien y el mal forman parte de nuestro mundo dual y dejará de tener su regencia, cuando comprendamos la unidad subyacente en todo. (Filosofía advaita)
Charles pensó que tal vez tenía razón, pero a él no le servía aquella explicación, y el padre Francisco había llegado a tener tanta fe, a través de los hermosos acontecimientos que había tenido la fortuna de vivir, que no percibía el mal como un obstáculo o un argumento de suficiente peso para velar la belleza de la vida y la bondad de Dios. Muy probablemente, en su momento ya había tomado una decisión al respecto. Permanecía con sus ojos puestos en el arado de forma natural, si bien requería una nueva perspectiva de la naturaleza de algunos acontecimientos.
Capítulo 47
Los Ángeles
-Hace unas semanas -preguntó Charles- mencionaste que Jesús tenía un ángel protector llamado Jesuel. Con esa cantidad de experiencias espirituales que has tenido, ¿has contactado alguna vez con los ángeles?
-Lo cierto es que algunas veces los he visto-contestó Xavier, pero, y creo que es un problema muy corriente, cuando tratamos de fijar la mirada en la dirección adecuada, la luz o la figura desaparece del campo de visión de los ojos, y es que ambos son diferentes, aunque complementarios. Si tuviéramos clarividencia astral o causal neta, no haría falta enfocar los ojos físicos, pero al tratar de usarlos para ver en el campo astral, se desenfoca la visión cuatri-dimensional.
-¡Qué difícil parece!- exclamó el padre Francisco.
-Mis hijos –continuó Xavier- los veían y hablaban con ellos. Incluso los hijos de un amigo mío jugaban con los ángeles al escondite. No tenían que buscar al que se había escondido, con decir a su ángel que le buscara, ya había suficiente, ya que al cabo de un segundo les decía el lugar en el que se habían escondido, y, eso acabó siendo aburrido.
Francisco y Charles sonrieron, por dos motivos diferentes. El sacerdote porque sencillamente le parecía hermoso e inocente. El científico por el contrario sonreía porque nunca habría imaginado que participaría en unas conversaciones tan “fuera de lo común”; pero daba gracias a Dios por tener dos amigos así.
En los últimos años de su vida se encontraba con un extraño regalo. Estaba redescubriendo el universo, que tanto y tan profundamente había creído conocer.
Xavier proseguía con su relato… En cierta ocasión, sus hijos y los míos estuvieron discutiendo si los pequeños agnis (devas o ángeles del fuego) llevaban sus zapatillas con la punta recta o curvada hacia arriba.
-¡Por favor! ¡Xavier!
-¿Sí?
-No… Nada. Sigue. –suplicó Charles sonriendo.
-Devas hay de todas las medidas y colores-Xavier continuaba ajeno a las dudas que podía plantear a los demás su elocuente pensamiento sobre los mundos de los ángeles-. Los que están más a nuestro alcance son: el ángel de la guarda, de la casa, del trabajo, de la sanación, y también, los de las plantas y de las flores. En cambio, hay devas de enormes proporciones como los que rigen todo un planeta o una galaxia.
-¡Cuanto abusas de nuestra buena fe! -dijo en broma Charles, y continuó-. Los creadores de novelas de ciencia-ficción son unos aficionados en comparación contigo.
Todos sonrieron, y Xavier continuó, imparable, con voluntad de hierro.
-Descendiendo de nivel, los hay que son custodios de toda una montaña, de una región o incluso de una nación… y usando la ley de analogía, me atrevería a decir que de igual forma a cómo tenemos un ángel de la guarda individual, también tenemos un ángel de la guarda planetario…
Hay, también, puntos magnéticos que están protegidos por arcángeles… por ejemplo: lugares tales como catedrales, hospitales, centros de especial interés político, farmacéutico, etc.
Las pirámides, los centros de rituales del pasado y ermitas o centros que se han dejado de usar, van perdiendo con el tiempo el poder magnético que tuvieron y con ello la gente deja de acudir. Aunque también puede considerarse al revés, cuando la gente deja de acudir, los ángeles que vitalizaban aquel punto se retiran.
Recuerdo que en cierta ocasión iba paseando con mi hija y una amiga suya, también era clarividente (casi todos los niños son clarividentes entre los 6 y los 11 años) y se me ocurrió hacer un experimento. Cambié de conversación y me puse a hablar de Jesús, de su nacimiento, de su vida, de su mensaje de amor, de sus milagros… Y cuando estábamos suficientemente inmersos en el tema, les pregunté
-¿Dónde están nuestros ángeles de la guarda?
-Están detrás de nosotros escuchando la conversación.
-¿Hay algún ángel más?
-Delante de nosotros hay un gran ángel de color azul que también está escuchando.
La confirmación de la regla era evidente, allí donde hubiere tres o más hablando de mí, Yo estaré con ellos. El ángel azul es un enviado de Cristo. Representa la energía del amor, que, vista de forma clarividente, es de color azul.
-¡Me gustaría tanto ver un ángel! –Exclamó Charles, y continuó -¡Desearía tanto tener una experiencia espiritual!
-Estoy seguro –dijo Francisco-que un día la tendrás.
-¿Por qué estás tan seguro?
-Pues porque estamos los tres juntos. Y deberías de darte cuenta, que este “aparentemente simple» acontecimiento es un milagro.
-¡Ojalá tengas razón! ¡Y de una vez por todas sepa que existe el mundo espiritual!
Charles pidió disculpas por interrumpir el filo de las explicaciones de Xavier y le preguntó -¿Qué es esa ley de analogía?
Esa ley tiene muchos enunciados; pero el principal es aquel que dice “como es arriba, es abajo – lo que hay abajo, hay arriba”. Así que usando esta ley se puede extrapolar todo en el universo, aunque algunas veces dudo de si ese todo es absoluto.
-Voy a contar -continuó Xavier-, muy resumidamente, una serie de experiencias que tuvimos en aquella época.
“Paseando una tarde por la urbanización donde vivo, rodeada de bosque y todavía muchas parcelas por vender, es decir, que apenas había gente, un hada saludó a mi hija.
-Papá -dijo mi hija-, allí hay un hada que me ha saludado y luego ha sonreído.
-¡Caramba!, ¡Qué bien!-le dije como si fuese lo más normal del mundo– Pregúntale cómo se llama.
–Dice que se llama Napi.
– ¡Qué nombre tan bonito! –Exclamé- ¿Qué significa?
-Dice que flor de pino.
-¿Nos puede enseñar el bosque?
-Dice que sí, que la sigamos.
-Durante media hora, aproximadamente, la estuvimos siguiendo y nos señaló unos árboles determinados.
-Dice que este pino en su pasada existencia fue un abeto.
Comprobé que su tronco era muy recto. Parecía dibujado con un tiralíneas.
-Dice que esta encina corchera en la vida pasada era un manzano, pero no quiso dar fruta y esta vida está castigada para que cualquiera pueda arrancarle la corteza.
También nos señaló un par de hermosos cipreses, diciendo que señalaban la entrada a su recinto mágico, su lugar de reuniones.
-Nos mostró unos arbustos más espesos y verdes que el resto del entorno, informándonos de que allí estaba la casa del mago del bosque.
Le transmitimos nuestro agradecimiento y le pedimos si nos podía invitar a alguna de sus reuniones. Ella se fue unos instantes y regresó con el permiso del mago, diciendo que estarían muy contentos si asistiéramos a uno de sus festivales y que esa misma noche celebraban uno. Sería a las 10.
A esa hora llegamos nuevamente al lugar de encuentro, Cristina dio la mano al hada y nosotros seguimos a las dos, iluminando el camino del bosque con una linterna de dos tubos fluorescentes. Lo pasamos muy mal sorteando las piedras, una frondosa vegetación, y para terminar un pequeño desnivel; pero para ellas era como si flotaran en el aire. Nos sentamos sobre unas piedras formando un círculo, mientras nuestro hijo, “que ya era mayor para esas cosas”, salió a hurtadillas y se fue a contemplar el festival desde otro ángulo, en donde nosotros no le pudiéramos ver.
Al sentarnos, las hadas comenzaron a dibujar en el aire, con sus propios cuerpos, flores y plantas de todos los colores. Se podría decir que eran semejantes a una multitud de diminutos deportistas de gimnasia rítmica. Cristina no dejaba de exclamar continuamente frases de gran admiración y nosotros le rogábamos que nos describiera lo que estaban haciendo. Era muy deliciosa la forma en que nos lo describía.
Mientras tanto, yo iba formulando una avalancha de preguntas a Napi y al Mago. Para mí era tan interesante como si estuviera ante unos extraterrestres, y surgían de mi mente más de cien preguntas por minuto.
Como sea que Cristina dejó de hacer comentarios sobre los bailes le pregunté por las hadas.
-¿Qué hacen las hadas ahora?
–Se han sentado frente a nosotros y están escuchando atentamente lo que estamos diciendo.
-¿Cuántas hadas hay?
-Hay muchas
-¿Cuántas?
-No sé, pero muchas
-¿Más de cien?
-Uf… si, muchas más.
Así estuvimos asistiendo a varios festivales hasta que dos días antes de la luna llena de Tauro se despidieron diciendo que tenían que asistir todas las hadas del bosque, menos un pequeño retén de guardia, a un lugar secreto en el que se reúnen todos los ángeles y devas para celebrar ese período de cinco días. Dos días anteriores a la lunación, el día de la lunación y dos días después. Les pregunté, a través de Cristina, si eso era siempre así. Contestaron que durante las lunas llenas de Aries, Tauro y Géminis, asistían los dos días antes y dos después, pero en el resto de lunaciones, sólo un día antes y otro después.
Quedamos para el próximo sábado, cuando hubiese pasado la luna llena.
Antes de la noche acordada, Napi vino a nuestro encuentro y le dijo a Cristina que había sucedido un gran acontecimiento, que en vista de la relación humano–dévica que se había establecido, había decidido descender un gran deva para fortalecer y promover esa relación. Nos contó cómo estando reunidos todos los devas del bosque y formando varios círculos, apareció en forma de rayo muy poderoso una gran figura de luz que se fue condensando y dijo “Yo Soy el que Soy”.
-¿Cómo le llamáis?- pregunté
-Hajes es su nombre. Es la contracción de “Hada Jesús”, ya que encarna para nosotros lo mismo que representó para vosotros la venida de Jesús de Nazaret.
-¿Le podías preguntar si sería posible verle esta noche y también pedirle permiso para traer un aparato, para hacer un experimento musical y grabar nuestro encuentro?
– A ver –dijo Napi-, esperad un momento que le voy a preguntar.
Al cabo de unos segundos, nos dijo que Hajes aceptaba muy gustoso vernos esta noche y que podíamos traer ese aparato con música y grabar lo que estimásemos más oportuno.
… y así lo hicimos. A las 10 de la noche, nos fuimos al bosque con una grabadora, tres cintas con música grabada y un cassette virgen para grabar el encuentro.
Cristina estaba conversando con Napi y nosotros sentados en círculo. Le dije a Napi que si podía ir a buscar a Hajes para comenzar la entrevista. La bella hada salió, y al cabo de un minuto regresó en compañía de Hajes. Cristina se giró para mirarlo y emitió un grito de dolor.
– ¿Qué te pasa? –pregunté yo.
-Nada, es que la potencia de su luz me ha cegado la vista.
-No te preocupes-dijo Hajes-, interpondré una pantalla para que puedas mirarme sin herir tu ojo… y así fue.
Empezamos a dialogar de forma muy abierta, intercambiando puntos de vista muy diversos.
Le dije que iba a hacer un experimento con tres tipos de música que consideraba bastante diferenciados. La prueba consistía en que escuchase distintos tipos de música y nos diera su opinión sobre los mismos. A lo que nos respondió que adelante.
La primera música era un villancico muy conocido y que cantaba Frank Sinatra. Se trataba de Noche de luz, noche de paz.
Cuando las notas comenzaron a sonar a través de los altavoces, las hadas empezaron a formar un pequeño Belén. Hajes se hizo pequeñito como si fuera el mismo niño Jesús y las hadas configuraron el decorado. Mi hija exclamaba continuamente como si viese el festival más maravilloso de luz y color jamás imaginado. Y claro, nosotros pedíamos que nos lo describiera, ya que no veíamos nada.
El segundo tipo de música era del ashrama de Sri Aurovindo. En verdad, bella, angelical y armónica. Cristina seguía lanzando expresiones de admiración por el encanto y armonía con el que las hadas bailaban al son de aquella música angelical. He de añadir que, cuando escuché aquella música por primera vez, mis lágrimas ratificaron su belleza inenarrable. Parecía haber sido escrita por los ángeles…
La tercera clase de música era el Rock del Reloj, de Elvis Presley. Como sea que Cristina no decía nada, insistimos en preguntar lo que estaba sucediendo.
-Las hadas están sentadas en el suelo y dicen que si a los humanos les gusta esa música es que están atontados.
La entrevista siguió en términos muy íntimos hasta que finalmente Hajes decidió despedirse; pero nosotros le rogamos si nos podría abrazar para comprobar si éramos capaces de sentir su energía.
Uno a uno nos fue abrazando y luego nos preguntó si habíamos notado algo. Cada cual había percibido el abrazo o la caricia de una forma diferente. Sólo Lulú, que nos estaba acompañando aquella noche, no sintió nada, por lo que Hajes la volvió a abrazar y ella dijo que había notado un cosquilleo muy suave en su mejilla.”
-Ignoro -continuó Xavier una vez relatada tan hermosa aventura espiritual- si el sacrificio de ese gran deva habrá servido de algo para ese reino dévico, paralelo al nuestro; pero esta conversación, gracias a los nuevos métodos de comunicación, ha sido escuchada por muchos millares de internautas. Y seguro que ya habrán tratado de penetrar en el secreto suyo y establecido cierto tipo de relación, pero nosotros tenemos el santo vicio de medir todo por el grado de eficacia de la energía empleada. Sin embargo, pienso sinceramente, que muy pocas cosas tienen de verdad tanto valor como aquellas que dan fe de que el Universo es algo mucho más vital que la parcela que únicamente nos muestra la ciencia, e inmensamente más rico en matices de lo que es el nivel normal de conciencia, en el que permanecen la mayoría de los humanos.
Francisco tenía lágrimas en los ojos. Charles deseaba más que nunca acceder a un mundo tan hermoso y Xavier pensó en el regreso de Cristo. Por un segundo comprendió que tal vez el Pentecostés que anhelaba, sería un poco más difícil de que sucediese en términos tan generalizados. Quizás un gran porcentaje de humanos no estuviesen preparados para amar a las hadas, ni a la naturaleza, y menos aun a sus propios congéneres. También recordó el importante destello de luz que ocurrió en la época de Buda, y, bien pensado, no estaría nada mal si de un plumazo encarnasen un millón de nuevos iniciados en el plano físico. Probablemente sería ganada una importantísima batalla en el trabajo asignado al “Centro llamado La Raza de los Hombres”, como reza La Gran Invocación, de cerrar la puerta donde se halla el mal que atenaza a la humanidad.
-¿Qué es la Gran Invocación? –preguntó Francisco.
-Es lo que podríamos llamar el Padre Nuestro del presente, de esta era de acuario, cuando ya se han calmado nuestras necesidades básicas. Ahora nos toca pedir por la luz y el amor para toda la humanidad y que Cristo retorne físicamente a la tierra, acompañado de toda la Jerarquía Planetaria.
-¿Quieres decir que el Padre Nuestro ya está obsoleto?
-En parte sí que lo está. Hay muchos aspectos que no se corresponden con la lógica cartesiana actual. Como decía antes, ya no necesitamos pedir pan o que se nos aparten las tentaciones del camino, ya que gracias a esas dudas, a esas tentaciones, podemos aprender a discernir o discriminar entre los pares de opuestos, entre el bien y el mal… y si obramos bien, el mal no nos tendrá.
De nuevo, un sagrado silencio, que los tres tenían reparo en romper, fue la nota de la despedida de los amigos. Caminaron hacia la boca del Metro y Xavier puso su mano sobre los hombros de sus dos amigos.
-Xavier-dijo Charles.
-¿Sí?
-Creo-dijo el científico- que algo está cambiando en mí. El dolor de mi alma está dando paso a una paz que nunca habría imaginado que podría sentir. Es una mezcla de gozo, alegría y bienaventuranza… aunque las dudas de un cabezota como yo son bastante difíciles de disipar, sólo necesito tocar alguna prueba como la sábana santa y algo más que aun no sé.
-Bienvenido a la puerta de los dioses, que diría un amigo migo-le dijo con inmenso cariño Xavier.
Capítulo 48
El misterio de la unión de dos almas
-¿Cómo estás, Francisco? –saludó Juliette cogiendo las manos del sacerdote.
-Yo bien. ¿Y tú, Juliette?
-¿Sabes? –continuó ella tomándole del brazo y comenzando a andar.
-¿Sí?
-El pasado martes, cuando rezaba con devoción el santo Rosario, me llevé un gran susto.
-¿Qué te pasó?
-Tenía fuertemente apretado contra mi pecho el rosario que me regalaste. Y durante unos segundos te vi de rodillas en la iglesia. Durante una décima de segundo creí firmemente que estabas justo frente a mí, pero recapacité y comprendí que en realidad, de alguna forma que no puedo comprender, me había desplazado con mi mente hasta donde tú estabas.
-¿A qué hora fue?
-Sobre las ocho de la tarde. Luego salí a contemplar el atardecer.
-Es verdad. El pasado martes no vino nadie a la parroquia, pero yo, como todos los días, procedí a rezar el santo Rosario. Recordé a mi madre, luego a ti, y recé muy atentamente por vosotras dos.
-Gracias, Francisco.
-¿Por?
-Por rezar por mí.
-No tiene importancia.
-Sí. Sí que la tiene.
-Te tengo que decir un secreto.
Juliette se paró y le miró a los ojos. Delante veía a un hijo. A un maravilloso hijo que la vida le había otorgado al final de sus días y guardó silencio.
El padre Sauras miró a aquella mujer mayor, pero no vio a alguien que tenía sesenta años. Recorrió el fondo de su alma y contempló el Amor. El profundo Amor de un ángel, de un ser etéreo que se elevaba hacia el Cielo. Luego continuaron paseando.
-Dime, mi niño.
-Pienso que el mundo necesita avanzar un paso más hacia el Amor.
-¿Sí?
-Creo que soy un sacerdote especial.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Eres muy, muy especial. Eres un santo.
-Bueno, Juliette. Tampoco es para tanto.
-Mi alma así me lo dice, y cuando ella habla, yo callo.
-Durante mucho tiempo, el hecho de no desear a ninguna mujer se me hizo extraño. Yo creía que tal vez estaba enfermo o que no era normal. Cuando acepté el voto de castidad, no me costó nada. Sé que algunos sacerdotes nunca lo pudieron mantener.
-Desgraciadamente para el nombre de nuestra Santa Madre Iglesia, así es.
-Sin embargo, cuando mi madre estuvo enferma, allí en la montaña, aprendí una “nueva” técnica para amar.
-Sí, dime.
-Descubrí que cuando hacía pasar un río de luz y fuego a través de mi corazón y lo enviaba a mi madre, ella lo percibía. -¡Qué hermoso!
-No funciona con cualquiera. Creo que debe de haber una relación muy especial. Tal como la veneración por el alma de la otra persona.
-¿Ves cómo mi alma sabe mucho de ti?
-Eso es porque tu alma es un alma pura y cristalina.
-Sigue, por favor.
-Así pues, el martes, cuando rezaba el santo Rosario, te envié un cálido río de luz que atravesaba tu corazón. Lo teñí con un profundo sentimiento de amor y veneración.
-Entonces fue cuando yo te vi.
-Sí. Es muy probable.
-¿Significa que nuestras almas están unidas?
-Debe ser eso…
Juliette se paró de nuevo. Tomó las manos de su niño y cerrando los ojos acercó las manos del sacerdote a sus labios. Luego las besó.
-Mi amado Francisco, cuando leía a Santa Teresa de Jesús, nunca pensé que encontraría un amor como el que ella sentía por Cristo. Pero ahora, poseo dos tesoros en mi corazón: uno es Dios, el otro es un sacerdote de corazón de oro. Y cuando en mis rezos le veo, no tengo la menor duda de que estoy viendo a un verdadero “hijo de Dios”.
-Juliette…
-¿Sí?
-Gracias por tanto amor.
Ambos no dijeron nada más. Caminaron hasta los pinares desde donde se divisaba toda la ciudad. La atmósfera estaba muy transparente y ambos miraron hacia los Pirineos. Las lágrimas arrasaron las mejillas de “madre” e “hijo”. Un misterio que permanecía oculto entre las montañas uniría todavía más sus almas: “El misterio de los hijos que vienen de las estrellas”.
La cálida brisa ascendía desde el extenso valle del río Ebro impregnándose del aroma de los pinos, y ambos supieron que la eternidad es un instante en el que se toca el universo con el corazón.
Capítulo 49
Exorcismo
El verano transcurría plácidamente, el cielo azul del atardecer parecía vibrar y traer la brisa del mar. Los dos amigos vestían pantalones vaqueros y Xavier unos pantalones cortos de tipo Bermudas. Xavier y Charles llevaban polos de manga corta y se sorprendieron cuando vieron a Francisco, no solamente llevando un jersey de manga larga, sino que además, colgada de su brazo, portaba una cazadora blanca.
-¡Por Dios, padre, da agobio verte!-le dijo Charles.
El sacerdote sonrió. Parecía que a todo el mundo le daba por decirle lo mismo. Él iba perfectamente pero a los demás les daba una especie de sofoco, con sólo mirarle.
-Es que tengo el termostato averiado -contestó sonriendo.
-Lo que ocurre es que Francisco es prevenido –apostilló con sorna Xavier.
-Nunca se sabe -contestó el sacerdote-.Una brisa, un aire acondicionado… no sabéis lo peligrosos que son los aires acondicionados-dijo todo serio
Xavier puso las manos encima de los hombros de cada uno de sus amigos y les invitó a ir hacia el puerto.
-Teníamos pendiente dar un paseo en golondrina.
-¡Es verdad!- exclamó Francisco, como si fuese un niño.
-Pues ya tardamos.
No se subieron a cubierta como los demás turistas, sino que prefirieron quedarse en la parte baja acristalada.
-¿Tres cafés con leche? –preguntó Xavier.
-Hoy preferiría una horchata- sugirió Francisco
-Creo que es una excelente idea -añadió Charles.
-Que sean tres horchatas -pidió el anfitrión al camarero.
-¿Cómo es posible que de la vida de Jesús sólo se cuenten los milagros y no diga casi nada sobre sus sentimientos o sobre las posibles disputas entre los apóstoles?-inició Charles la conversación.
-Creo-respondió Xavier- que normalmente reinaba la armonía. Al lado de un Maestro de Amor y de Compasión no había muchas ocasiones para las discusiones. Tenían suficiente dinero, que era administrado por Judas, la salud tampoco era problema, la comida era suficiente, no les faltaba nunca un techo para dormir, pues la gente generalmente les acogía con gusto. Y me imagino que Jesucristo aprovechaba cualquier reunión para hablar del Reino de los Cielos y del futuro de la humanidad. Les prevenía de las maquinaciones a las que sería sometido su sencillo mensaje de amor al prójimo, pues al fin y al cabo su sincero canto al altruismo implicaba renunciación al egoísmo. Seguro que el Maestro sabía cuál era su futuro y cómo iban a reprenderle por haber curado a la gente. Es por ello que empleaba todo tipo de parábolas o historietas con moraleja.
Les decía que en los últimos tiempos habría señales milagrosas en el cielo y que eso sería un indicio de que aparecerían todo tipo de gentes que dirían ser el mismo Cristo o algún enviado suyo. Les decía que no les hiciéramos caso, pues esa llegada estaba guardada para cuando el Señor considerase que la humanidad ya estaba preparada para ese acontecimiento.
En nuestro tiempo actual han venido muchos instructores como los ya mencionados anteriormente y también otros que han despertado el interés de muchos seguidores. Tenemos por ejemplo a Antonio Blai o a Torkom Saraidarian y también a maestros orientales como Sri Aurobindo, Ramana Maharsi o Yogananda. También otros que han dejado una huella más profunda como Sri. Ramakrisna u otros que al haberse puesto a un nivel de conciencia más llano, han sabido captar el interés de aquellos que no encontraban respuestas en las iglesias y se han afiliado a sectas más o menos aceptadas como los seguidores de Osho, Samael Aun Weor, y muchos que han tratado de enseñar técnicas, más o menos peligrosas, como el kundalini yoga, el Kriya yoga, armonización de chakras, limpieza de auras, etc.
Para emprender esos caminos se habría de ser clarividente, pues podrían alterar el ritmo normal de las energías de los cuerpos y producir enfermedades de difícil curación… aunque por suerte, la potencia de sus mentes es algo escasa y la incidencia en la salud es poca… aunque hay que tener cuidado, ya que “la energía sigue al pensamiento”
Charles y Francisco miraban a Xavier. Debían reconocer que Cristo era el tema principal de su vida.
-Ha sido una lástima-continuaba Xavier- que se hayan perdido tantas oportunidades de hacer llegar las palabras impolutas del más grande de los Maestros que ha caminado entre nosotros, Cristo, y seguirán desvirtuándose todavía más. Si la iglesia no rectifica y se dedica a difundir lo verdaderamente esencial que es el Amor y eliminar todo aquello que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos y que han hecho de Dios un remedo del hombre irascible, dotado de unos ojos de doce metros de diámetro y con barba de ochenta y dos metros de largo…
Una de las cosas que le echaban en cara durante el juicio ante Pilatos, era que se había proclamado a sí mismo rey de los judíos. Es evidente que él lo negó reiteradamente y hasta llegó a decir que “su reino no era de este mundo” y por eso les dijo “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Creo que con esas palabras deja un claro mensaje a los sacerdotes y a todos aquellos que se dedican a la religión, quienes entre otras cosas no deben de meterse en temas de política y en los asuntos mundanos.
-Pienso, Xavier, que estás atentando contra los pilares fundamentales de los que detentan el poder religioso, no solamente de la iglesia, sino de todas las demás religiones. Significaría dejar todo aquello que no es esencial y seguir a Cristo. Y tampoco hay que olvidar el incalculable bien que han hecho en muchos casos una inmensa cantidad de sacerdotes y religiosos. Bueno, creo que si continuamos por aquí nos perderíamos en largos y abstrusos razonamientos. Pero una cosa está clara. No todos los religiosos tienen un corazón de fuego y amor y, desde mi punto de vista, este debería ser el requisito imprescindible para continuar con el camino de Cristo.
-Estoy de acuerdo Francisco –dijo Charles.
-Sí, tienes razón-continuó Xavier-. Jesucristo es eminentemente divino y se interesó casi exclusivamente en resaltar la divinidad en el hombre. Es cierto que practicó muchos milagros, pero eso no era lo que más impactaba a la gente. Su forma de hablar, la potencia y la claridad, y, por qué no también, la contundencia de lo que decía. Ese estilo dejaba a todos pensativos. Era como estar en constante meditación con él, con el espíritu, ya que su técnica era ponerles un espejo bien bruñido ante sus conciencias. Si fue capaz de caminar sobre las aguas o de curar a un ciego, o hacer andar a un paralítico, o dar de comer a una enorme multitud de personas, eso no tenía mayor importancia, puesto que con una orden suya, los devas hacían “cualquier” cosa, aunque fuera resucitar a un muerto, y desde el punto de vista de las gentes, le habrían recordado más como un mago que como un sanador de almas. Tal y como estamos acostumbrados a ver hoy en día en la televisión hay personas que hacen cosas aparentemente imposibles, pero su impacto en nuestras conciencias es efímero y escaso. Lo único que extraen de nuestro interior es un ‘¡oh!’…
Definitivamente pienso que lo que mayor impacto debió de causar a la gente fue su porte, su forma de decir las cosas más sencillas, su fe demostrada con sus obras y con su vida. Y qué duda cabe que los milagros fueron como un signo externo que corroboraba su luz y poder internos.
-Hay algo que siempre me ha parecido extraño, por la futilidad aparente de la acción-comentó el padre Francisco. Me refiero a la entrada de Cristo en Jerusalén, y sin embargo todos los evangelistas lo mencionan.
-En mi opinión es algo simbólico -dijo Xavier- pues representa una de las metas que deberá alcanzar el aspirante al Gólgota. Ese Burrito blanco, no montado aún por hombre alguno, representa la entrada de la energía Crística en la ciudad de las dos paces, Jerusalén. La carótida o burrito blanco, da paso a ese torrente de energía blanca en la cabeza. De esa forma se resuelve la división entre los dos hemisferios cerebrales, el derecho o el abstracto y el izquierdo o el concreto, el “lado bueno y el lado malo”. Cuando ambos se unen, se produce la Luz… y el pueblo se regocija celebrándolo y llevando ramos jubilosamente.
-Está visto que nada es tan simple como parece-dijo Charles.
-Así es. Quería hacer un inciso sobre la figura de una gran mujer que en mi opinión debió de ser excepcional e incluso iniciada en el corazón, pues si no, no se podría comprender el amor que le profesó a Jesús durante toda su vida
Se habla poco de la presencia de María Magdalena durante la vida pública de Jesucristo, pero lo cierto es que ella sufría en silencio. Jesucristo hablaba con ella, y ella trataba de seguirle por todas las partes mientras que Josefo se había quedado con José y María. En muchas ocasiones dialogaba con María Magdalena acerca de la trascendencia de la vida, del amor, de la lección de la familia.
María Magdalena no sabía exactamente lo que sucedía con Jesús, pues era la misma persona que el año anterior; pero había algo en el que lo hacía totalmente diferente, era más distante y sin embargo mucho más cercano, más comprensivo, más humano y a la vez más divino, no acababa de comprender que en Jesús había un espíritu diferente, más elevado, el de Cristo…
Esas prolongadas conversaciones eran causa de que algunos discípulos se quejasen, alegando que tal vez Jesucristo no debería hablar tanto con ella. Otros, por el contrario, razonaban que si Él hablaba con María Magdalena, ellos no eran quienes para juzgar u oponerse a sus deseos.
-Creo-dijo el padre Francisco- que aquella mujer debió de mantener dentro de sí misma una tremenda lucha que finalizó en el surgimiento desde su corazón de la verdadera esencia del amor. Siento verdaderos escalofríos a la vez que una profunda admiración por ella. Está claro que hasta que no he sabido sobre el asombroso acontecimiento que comentas que era la compañera de Jesús, no había reparado en su figura. Pero ahora es distinto. Y está claro que si supeditó su vida a la de Jesús, fue porque su corazón era de oro. Renunció a su propia vida para estar al lado del Maestro.
-Tus palabras son sabias, Francisco. No hay duda de que tu alma reverbera con el corazón de los demás.
-A mí- dijo Charles cambiando de tema, lo que fue providencial para Francisco, pues sumergirse en los sentimientos más profundos del ser humano requiere poseer “extraordinaria fuerza de voluntad”, o “sabio desapego a las circunstancias” si no se desea ser anegado por ellas-, hay algo que siempre ha resultado como un enigma en la vida pública de Jesucristo, y es la expulsión de los demonios del cuerpo de los posesos.
-Disculpa que te conteste primero yo, pues es un tema que siempre me ha interesado-se anticipó Francisco-. Ese tipo de milagros se ha repetido mucho a lo largo de la vida de Jesucristo, aunque otra cosa sería afirmar que esos espíritus obsesivos fueran fuerzas satánicas. Hay un ritual en la Iglesia Católica que trata de exorcizar a las personas que lo necesitan. Hoy en día apenas se hace en España, aunque hay países en los que es algo casi cotidiano. Recuerdo que hace unos años la prensa española publicó un artículo sobre un sacerdote catalán, afincado en Colombia, donde, según decían, había expulsado a más de mil demonios. Le llamaban el “Azote del Diablo”, se trataba del Padre Llorp. Se decía que incluso asesoraba a la policía, especialmente cuando se enteraban de la aparición de alguna secta satánica. Para sus exorcismos, se ayudaba del ritual establecido por la Iglesia Católica en el libro “Ángeles y Demonios”. Cuando se enfrentaba al diablo de algún poseso sufría todo tipo de insultos y agresiones violentas. ¿Y tú, Xavier, tienes o sabes de algún caso conocido?
-Sí –contestó Xavier mirando a la lejanía, mientras parecía revivir algún acontecimiento-. Puedo dar testimonio, con ciertos matices, de dos casos. Si bien en ambos, más que un exorcismo, fue una proyección de la mente para imponer la fuerza del espíritu sobre algo o alguien.
El primer caso lo narró Vicente Beltrán Anglada en su libro “Mis Experiencias Espirituales”.
Decía que yendo a la casa de campo de unos amigos, observó cómo en unos cuantos árboles, un labrador había puesto jaulas para atrapar pájaros. – Eso le produjo un gran pesar y no pudo dormir por la noche. Visualizó cómo se rompían aquellas trampas para que los pajaritos no fueran atrapados. Y así fue. A la mañana siguiente, el labrador iba dando gritos de rabia. Alguien había roto todas las jaulas por la noche.
Francisco y Charles quedaron un tanto pensativos. Pues aunque era un caso impresionante de la fuerza de la mente manejando la materia, ellos esperaban algo más.
-Sé lo que estáis pensando… añadió Xavier. Espero que este caso del que fui protagonista os resulte más adecuado a la conversación que estamos manteniendo.
Hubo una pausa y Xavier narró su experiencia.
-Otro caso que recuerdo, o mejor dicho, que tengo grabado en mi mente a fuego, fue a causa de la petición de una compañera de trabajo llamada Imma, quien sabiendo que yo era “algo raro”, pensó que podría hacer un exorcismo a una amiga suya que se llamaba Ruth, quien cumpliría 21 años en tres días. Me informó que estaba ingresada en una habitación del Hospital Clínic de Barcelona, se encontraba sola y los médicos no sabían qué hacer con ella. La querían llevar a Nueva York, pues no reconocía ni siquiera a sus propios padres. No comía, ni bebía, solamente se dedicaba a insultar a todos los que se acercaban, y los doctores se vieron obligados a atarla a la cama.
Le contesté que me ocuparía del caso, creyendo que Vicente Beltrán se encargaría del tema; pero cuando pedí ayuda a Vicente para esa sanación, me dijo que él no quería saber nada de eso y que me apañara yo solo. La verdad es que yo tenía mucho miedo, pues hacía pocos meses que había visto la película “El exorcista” y no tenía ganas de enfrentarme a algo parecido; pero las películas siempre exageran el mensaje con efectos especiales.
-Ya lo creo que es para tener miedo-dijo el padre Francisco.
-Meditando de qué manera podría encarar el exorcismo, me fui a la cama. Y con tranquilidad estudié el ritual que debería seguir para llevarlo a cabo. Poseía ciertas nociones de magia y parecía ser que había llegado la hora de ponerlas en práctica.
Pensé, en primer lugar, que tendría que alinear aquella cama con los puntos cardinales, de tal forma que su cabeza estuviese orientada hacia el norte y los pies hacia el sur. Luego debería purificar un determinado perímetro alrededor del lecho, para establecer una barrera sagrada y evitar que cualquier entidad de tipo negativo lo atravesara.
A continuación invoqué al Espíritu de Ruth diciéndole: “Baja. Te voy a abrir la puerta”
Pensé que tendría que hacer algo para sellar las “siete puertas” o chakras del cuerpo de la joven una vez que el “demonio” hubiese salido del cuerpo.
-No entiendo la lógica de las siete puertas -dijo Charles, intentado esclarecer el tema.
-Aunque la ciencia no reconozca el cuerpo etérico, el ocultismo sí que lo tiene en consideración, es más, lo considera el verdadero cuerpo físico. Esos puntos son puertas de entrada o de salida de las energías. Y no hay que olvidar que la principal puerta de entrada para el Alma es el centro encima de la cabeza. Se verá pues que si por alguna causa se cortase la comunicación entre el Espíritu inmortal y sus extensiones en el cuerpo etérico, estas puertas se quedarían a merced de “espíritus traviesos” o “demonios” y como responden a la conciencia de entidades desencarnadas, es por ello que ocurre la posesión.
-¡Creo que empiezo a tener miedo…aunque soy poco creyente en esto! –exclamó Charles.
-No tiene que dar miedo, si el ser humano hace las cosas correctamente, y no deja anular su voluntad por factores externos, cómo el alcohol en grandes medidas, las drogas…etc.
-Entonces una persona relativamente normal y sana, no está sujeta a esos peligros.
-Así es-afirmó Xavier.
-Continúa -pidió Francisco-, por favor, que está muy emocionante.
-Tomé siete esferitas de piedra pómez, que había consagrado previamente con el poder de mi mente, y aplicando mis manos sobre las piedras le dije al “espíritu obsesor”: “Sal de este cuerpo antes de que te queme”. Y a continuación, aplicando la primera piedra sobre el bajo vientre de Ruth, en el punto correspondiente al chakra sacro, exclamé mentalmente: “por el poder de mi Espíritu, esta puerta queda cerrada”.
A continuación me quedé dormido, y mi conciencia siguió el ritual en el nivel del alma, Y con esa “Autoridad Espiritual”, expulsé al espíritu maligno del cuerpo… y el alma de Ruth pudo retomar nuevamente el control de sus cuerpos, que cayeron en un profundo y reparador sueño.
-¡Impresionante! – no pudo evitar exclamar Francisco.
A la mañana siguiente, la joven poseída preguntó a sus padres cuando fueron a visitarla: “¿Qué hago aquí atada a esta cama?”, “¿Qué me ha pasado para estar así?”… ¡Mamá, sácame de aquí!
Los padres y los médicos, que la estaban atendiendo, soltaron las cuerdas y Ruth quedó libre.
Cuando estaba ya más tranquila le preguntaron qué había hecho para liberarse del “demonio”; pero ella no recordaba nada.
El calvario de la muchacha había empezado tres días antes, después de participar en una sesión de ouija con sus amigos. Allí trataron de contactar con algún espíritu dispuesto a contestar algunas preguntas o bien mover algún objeto.
La pista para conocer la curación de la joven estaba tras la escena. Supongo que los médicos definirían la enfermedad con el nombre de esquizofrenia o locura transitoria. Pero, realmente no tenían ni la más mínima idea sobre el origen del terrible trastorno.
-Lo cierto es que pone los pelos de punta -añadió Charles-. No sé cómo fuiste tan valiente.
-Tomé algunas medidas de seguridad. Como ya he comentado antes, hay casos en los que el psiquismo inferior abre las puertas a entidades desconocidas, y puede haber, en caso de debilidad etérica, espíritus malignos o juguetones que vienen del plano astral, para tomar posesión de esos cuerpos sin problema alguno. En casos normales, el Alma no cede su lugar a nada, ni a nadie. Se necesita un decreto del cuerpo astral o emocional para que eso suceda.
-Entonces -habló Francisco- ¿Crees en la existencia del Demonio o de Satanás?
-Entramos en un campo muy resbaladizo, pues deberíamos de verlo desde dos perspectivas diferentes. Desde el punto de vista psicológico podría decirse que su existencia es evidente por la cantidad de pruebas acumuladas a lo largo de los siglos, incluso descritos en la Biblia. Podríamos argumentar que es algún tipo de psicosis, obsesión o enfermedad mental. De cómo puede ser tratado, creo que es un tema muy largo.
El segundo punto de vista sería religioso y más ortodoxo según las creencias católicas. Éstas parten de la existencia de Dios omnipotente o todopoderoso, creador de todo lo que existe. Si esto es así, nunca puede haber un lugar por el que pueda colarse una entidad entrópica o involucionada y maligna, que se ocupa de engañar, maltratar, torturar o ejercer cualquier tipo de maldad que pueda ocurrírsenos.
Estamos de acuerdo en que, tanto para unos como para otros, no hay una tesis que fundamente la existencia de tal entidad maligna y agresora para la humanidad. Sería incongruente la existencia de un ser así, salvo que se justifique su presencia en nuestro mundo argumentándose que Dios lo ha creado con el propósito de tentarnos o de poner a prueba nuestra capacidad de mantenernos por el camino correcto, ético, altruista, etc.
Yo me he enfrentado en dos ocasiones con aspectos diabólicos; pero la verdad es que no han tenido una consistencia lo suficientemente fuerte como para hacer tambalear mi fe en el Dios que mora en mí.
Creo, continuó Xavier, que sería muy interesante para nosotros, tener en cuenta el siguiente pensamiento positivo sobre este tema:
”Mi espíritu es más fuerte que todos los espíritus que pueblan los diferentes mundos del lado oscuro. No temo en absoluto cualquier presencia maligna y si alguna osare retarme, con el poder de mi pensamiento, vitalizado por mi fe en Dios, quedará paralizado con sólo pensarlo y desaparecerá de mi presencia. Amén.”
-¿Se podría decir que tampoco crees en el Anticristo? – preguntó Charles.
Podríamos definir a Cristo como la expresión más plena del Amor, de la entrega total y de la abnegación y sacrificio por todo y por todos. Creo que nunca acabaremos de comprender el enorme e increíble sacrificio que efectuó esa Entidad, de tan alto grado de pureza y elevación espiritual, al tomar el cuerpo de Jesús durante los tres intensos años de prédica y ejemplo para todos. No sé si podría explicar de forma gráfica lo que representó ese sacrificio para Él. Pero sería similar al hecho de que nosotros aceptáramos encarnar en el cuerpo de un caballo, para predicar entre los burros.
Desde el punto de vista de un sacrificio tan extraordinario, son más comprensibles las palabras que Jesús emitió desde la cruz, “Señor, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Cuando medito sobre esas palabras y comprendo la majestuosa categoría divina de Jesús, me pongo a llorar… su sacrificio es tan gigantesco que no hay palabras para describirlo.
-¿Con esa explicación, parece ser que estás diciendo que el anticristo es todo lo contrario a Cristo? -expuso Francisco intentando captar la lógica de Xavier.
-Evidentemente que es así. No se trata de una entidad antagónica a Cristo. Se trata de alguien que es absolutamente egoísta y por ende esencialmente malvado, pues todo el esfuerzo de su personalidad está destinado a satisfacer sus gustos, sus pasiones egoístas, sin tener el más mínimo escrúpulo y sentimiento de culpabilidad.
Es alguien que se dedica con todos sus cuerpos a amontonar riquezas y regocijarse con placeres de todo tipo. Es alguien, para entendernos bien, a quien no le temblaría el pulso a la hora de asesinar a lo más puro de la inocencia, representado, por ejemplo, por una madre y sus hijos con el fin de quitarles cualquier clase de riqueza que pudiesen tener, satisfaciendo así algún escondido placer.
-Tal vez hay muchos hombres así-dijo Charles.
-La mayoría de ellos no son conscientes totalmente de su maldad, pero a esos no me refiero. El hombre del que estamos hablando es muy inteligente, sagaz, domina los tres planos, especialmente el de los sentimientos, y sus facultades pueden ser tan poderosas que sería capaz de desvitalizar al ser humano que se propusiese. No esperes ver un hombre zafio o inculto, él es en ciertos aspectos, el cenit de la inteligencia. Y ésa es su fuerza a la vez que su problema y su limitación, pues, al haber descartado el aspecto corazón, todo lo que está más allá del mundo mental, le está vedado. Tiene mucho poder pero su margen evolutivo es mucho menor. En los mundos en involución se puede decir que es el rey, pero cuando el arco involutivo comienza a ascender hacia el alma y el espíritu, es cuando el aspecto corazón lleva en volandas hacia los mundos de Dios. Es con un ser así cómo el famoso 666 adquiere su más completa y plena definición. El evangelista nos da la pista claramente y nos dice que “es número de hombre y el que sepa contar que cuente.”
El número 6 corresponde al número de pétalos que tiene el chakra sacro, que es el que rige las glándulas sexuales masculinas o femeninas. Por ese chakra se canalizan las energías de atracción sexual, también se canalizan los deseos más bajos de la humanidad. Esas energías nos impactan a todos, pero está claro que no todos responden o están condicionados por esos impactos en los tres cuerpos. Así tendríamos que el 6 rige al cuerpo físico en su forma de atracción sexual. Tendríamos también al 6 rigiendo al mismo chakra sacro del cuerpo emocional y nuevamente al 6 rigiendo al chakra sacro del cuerpo mental. 666 activo o hiperactivo en el humano, lo convierte en un anticristo, en una bestia… y el 666 es su número.
-Un hombre así debe ser terrible-exclamó Charles.
-Casi se podría afirmar que ha dejado de ser humano. Con bastante probabilidad, su Alma Eterna se ha separado de su reflejo carnal.
-¿Y qué le espera a este hombre?… ¿Tal vez el infierno?
-Con el tiempo no tiene un lugar en la evolución humana actual y su destino es salir de este mundo.
-¿No tiene salvación?
-Como te he comentado antes, sí que tiene nuevos mundos a los que ir, pero siempre dentro de los tres planos más bajos que he comentado. Podría decirse que él mismo se expulsa de este Reino humano, como fenómeno evolutivo, y se ancla al reino mineral, en donde ha de empezar un nuevo ciclo evolutivo, junto con aquellos que han practicado, de forma consciente, la magia negra.
-¡Tal vez alguno tenga salvación! –dijo el padre Francisco, mostrando compasión.
-Supongo que siempre habrá excepciones.
-Yo estoy seguro de ello-contestó el sacerdote del corazón de oro como si pudiese ver más allá de lo que alcanza cualquier mente humana racional. Tengo la completa certeza de que una mujer, con su infinito corazón de madre, podría hacer regresar a nuestro mundo a alguien así. Estoy seguro que, con tanto amor, establecería ella misma un hilo para que de nuevo el alma y la mente de un ser tan malvado volviese a sentir la calidez acogedora de su Alma.
Xavier quiso puntualizar este extremo: No es la personalidad la que ha fracasado, es el alma la que no ha sabido imponer su nota a los cuerpos con que se vistió y es por ello que esa alma debe retomar el camino en la etapa inicial y comenzar un nuevo ciclo de involución e inmersión en la materia y de evolución hacia la divinidad.
Xavier y Charles miraron el rostro de Francisco, y no dijeron nada, pero ambos se sintieron elevados por el amor que brotaba del corazón del sacerdote. Sin duda, si había que buscar un digno y excepcional representante de la Santa Iglesia Católica, lo tenían delante. Francisco debía ser uno de los exponentes más sublimes y santos que existían en este momento, aunque, en apariencia, no era nada más que un simple y humilde padre espiritual de una pequeñísima parroquia, entre tantos millares como hay en el mundo.
-Uf- dijo Charles-, permitidme preguntar, antes de llegar al cielo, si tenéis constancia de alguna curación, alguna sanación que hayáis hecho vosotros o alguno de los santos.
Como sea que Francisco no decía nada, Xavier tomó la palabra y empezó a relatar algunas de sus experiencias al respecto.
Se podría decir que he efectuado algunas curaciones; pero eso no es nada extraordinario. Creo que el poder de la sanación está en todos nosotros. Nuestros pensamientos de amor o de compasión hacia las personas que sufren alguna enfermedad, resuenan en los éteres planetarios y los devas de curación los llevan hacia su destino y los ponen a los pies del ángel solar o del alma, cuyo cuerpo presenta algún tipo de dolencia y decide si es viable la sanación o por el contrario debe seguir sufriendo ese mal y aprender algún tipo de lección que esa enfermedad le está presentando.
Recuerdo un caso en el que una amiga me pidió ayuda para unos vecinos suyos. La madre estaba ingresada en estado grave en el hospital. Tenía lupus eritematoso y parecía que no tenía cura.
Me fui a esa casa y pedí a todos los reunidos, creo que éramos 7 personas y les pedí que visualizaran cómo de cada uno de ellos salía un rayo de color verde que vitalizara a la madre y que estuvieran así durante cinco minutos. Creo que se formó un aura muy poderosa y la imagen de la madre se formó en el centro nuestro, habíamos conseguido visualizar y vitalizar su figura y sanarla de su mal. A los dos días había regresado a su casa y estaba liberada de su enfermedad.
-¡De Lupus!- Dijo Francisco. Creo que antes era una enfermedad con un alto índice de mortalidad.
-Si, pero las enfermedades son síntomas de energías mal encauzadas y por lo tanto pueden ser curadas modificando el flujo de esas energías.
En este contexto recuerdo otra curación de una jovencita de apenas 16 años. Tres médicos le habían diagnosticado una enfermedad de inmunodeficiencia. Le daban un máximo dos años de vida.
Sus padres son amigos míos y les invité a comer a mi casa. Mi hija Cristina y también Daniel, ambos clarividentes, estaban en casa. Les rogué que revisaran sus chakras, sus líneas de energía y que tomaran buena nota por si había alguna rotura. Efectivamente, los dos coincidieron en ver roturas entre tres de los chakras del cuerpo de Silvie, que así se llamaba esa chica.
Formamos un círculo y enviamos nuestras energías hacia esos puntos rotos de energía. Lo estuvimos haciendo durante unos escasos 10 minutos… Silvie continuó viviendo felizmente hasta los 33 años. Murió por depresión grave. Su novio, el gran amor de su vida, la dejó plantada.
Otro caso que recuerdo interesante relatar, tiene que ver con un buen amigo mío. Víctor tenía dañada la cadera. Le estuve enviando energía verde a esa parte de su cuerpo y cómo sea que decidió operarse, me puse a “prepararle” el quirófano, el cirujano, el anestesista y todo el equipo médico. Lo estuve haciendo hasta el día de la operación. Cada mañana incluyo a mis seres queridos y más apreciados amigos en la meditación matutina.
El día de la operación reposé en la hora de la siesta como tenía por costumbre. Me había olvidado completamente de la operación; pero al despertar tuve una visión en la que Víctor abría la puerta del quirófano y cantaba un bonito tango. Él es argentino y esa era su forma de decirme que la operación había sido todo un éxito.
Tengo muchos casos más archivados en mi memoria. No sé en qué porcentaje he curado yo o bien los ángeles de sanación. Quizás ese misterio lo descubra algún día. Sin embargo, lo que más me importa es haber intentado ejercer mi deber de ayuda y de compasión hacia los demás; de haber lanzando energías sanadoras desde mi corazón, y si ha habido o no sanación, es cosa del alma y no de la personalidad.
Francisco y Charles se miraron… no eran necesarias las palabras para analizar esas sensaciones… esos pensamientos… esas posibilidades que se abrían ante ellos.
Hay una imagen que a veces tenemos la suerte de contemplar. Cuando se divisa una cadena montañosa sobre la que recientemente ha nevado, se observa nítidamente el límite hasta el que la nieve ha podido descender. Debajo de esa línea, únicamente se puede percibir el color verde de los bosques. De la misma forma, el mundo espiritual siempre está ahí esperándonos, somos parte suya, pero está sujeto a unas leyes, podríamos decir eternas, si es que cinco mil millones de años nos parecen una eternidad, desde el punto de vista humano. Es decir, que la evolución de los planetas, de los sistemas solares continúa imparable hacia un punto determinado y constantemente nos vemos impelidos hacia ese lugar abstracto en el Ser Divino… Y el corazón de Xavier, de Charles y de Francisco se estaban uniendo, como muchos millones más, para un contacto ininterrumpido con el mundo de las Almas.
En definitiva, estaban ascendiendo por una montaña, a punto de establecer su nivel de conciencia en el límite donde la nieve cae silenciosamente y llena de gozo el espíritu de los bienaventurados que llegan a ése nivel. Allí, las leyes espirituales permanecen inmutables. Es lugar donde la razón pura de color dorado impregna los corazones de cada ser humano, independientemente del papel que represente en el teatro de la vida, de la confesión religiosa o de la adscripción política, de las costumbres que han sido su regla cívica de conducta.
Oportunidad para todos, Amor para todos, Sacrificio para todos, hasta que el día de “Sé con Nosotros” en un lejano tiempo, reúna las almas y los espíritus, y juntos se eleven hacia los lugares todavía no tocados por humano alguno, salvo algunas excepciones, como nuestro amado Cristo, Buda y un puñado de superhombres, que son como las gotas que anticipan una lluvia intensa e imparable.
Capítulo 50
El misterio de los hijos de las estrellas
-Desde el día en el que te conocí, siempre me he preguntado por tu nombre -dijo el padre Sauras a Juliette- mientras vigilaban a unos niños de la parroquia que se bañaban en la piscina de la “Quinta de Juliette”, como era conocida en todo el barrio.
-Yo nací en Francia, en una aldea muy cerca de Olorón.
-Pero… ¡No se te nota ningún acento!
-Mis padres eran españoles que se habían visto obligados a pasar la frontera durante la guerra civil.
-Ya.
-Tenía apenas veinte años, me casé con un rico industrial de Barcelona, y cuando él murió, como sea que me dejó en herencia todo su patrimonio, y parte del mismo estaba en Zaragoza, decidí quedarme aquí.
-Siento lo de tu marido.
Juliette necesitó tomar el brazo de Francisco.
-Ya se ha pasado. Fue una etapa. Ahora, solamente tengo puestos los ojos en la eternidad, y más desde que te he conocido. Estoy segura de que la vida aun nos depara infinitas sorpresas.
-Por Dios, Juliette. Tienes la facultad de hacerme llorar continuamente.
La dulce señora tomó con fuerza la mano del padre Sauras y continuó.
-Tuve un sobrino.
-¿Ya no vive?
-No. Se fue de este mundo en un accidente de tráfico.
-Es curioso. Recuerdo que cuando estuve en la montaña de párroco, también conocí a un joven francés, Jacques, que tuvo un accidente y era de Olorón.
Juliette miró con sorpresa al padre Francisco.
-¿Cómo era?
-Moreno, ojos oscuros muy grandes, y apenas medía metro y medio. Jugábamos al ajedrez, hablábamos sobre religión y sobre Dios… recuerdo que en una ocasión adivinó el futuro.
-No cabe la menor duda. Era él. Y hora recuerdo que algunos veranos los pasaba en el Pirineo español, pues su padre era de allí. Yo era tía suya, pero por parte de su madre.
-Aquel chico era especial
-No lo sabes bien-añadió Juliette-. Desde pequeño, fue mi sobrino favorito, y aunque nos veíamos esporádicamente, su madre me contó cosas muy extrañas sobre él.
-¿Sí?
-En el colegio público de Olorón destacó tanto en la academia que el profesor le utilizaba como corrector de exámenes.
-¡No puede ser!
-Sí. Así es. Pero eso fue cuando tenía dieciséis años. Cuando era más pequeño su aptitud para las matemáticas le causó un enorme disgusto.
-Cuenta, por favor.
-En las escuelas públicas, por entonces, había niños de dos años de diferencia o tal vez más en una misma aula. Él, que era el más joven del segundo curso, resolvía los problemas de matemáticas de todos los que se lo pedían, incluso de cursos superiores. Me contó mi hermana que en una ocasión, el profesor se tuvo que ir a un entierro. Así es que planteó en la pizarra un problema que, estaba seguro, nadie lo resolvería. De esa forma tendría a los alumnos ocupados las dos horas que debía ausentarse.
-¡Qué hábil!
-Sí-sonrió Juliette-. El caso es que cuando regresó el maestro, el problema estaba resuelto en la pizarra y todos los alumnos estaban alborotados, enredando y lanzándose bolitas de papel, además de otras gamberradas.
-¿Y?
-El maestro de escuela se quedó helado, pues era imposible que resolviesen el problema, siendo cómo era de nivel de cuarto curso, al que también impartía clase.
-¡Josplis!
-Sin mediar explicación, el profesor pasó a la clase de los mayores y preguntó quién lo había resuelto. Todos permanecieron mudos. Enfadado, regresó al aula de segundo curso amenazándoles con no salir al recreo hasta que no se presentase quien lo había resuelto.
-¡Tal vez el profesor se sintió herido!
-Así es. Aunque la palabra correcta es humillado.
-¿Y por qué no se sentía contento de que hubiese un niño que fuese capaz de resolver el problema?
-Para un maestro de escuela, así como para un profesor de instituto e incluso un catedrático de universidad es incomprensible que haya un “renacuajo de diez años” que sepa tanto como él.
-¡Ah!, ¡Claro!
-Bien –prosiguió Juliette-. Por fin salió a la palestra mi sobrino Jacques y el maestro le castigó argumentando que había sido el causante de tanto alboroto en la clase.
-¡Dios!
-Pero hubo más. El niño no sabía dónde se metía, y durante toda la semana siguiente hubo una lucha tremenda entre profesor y alumno.
-¿Cómo pudo ser eso?
-El maestro escribía en la pizarra una operación matemática y, casi, antes de terminar de poner la última cifra de la operación, salía Jacques y escribía la solución. Después de varios días de lucha soterrada, el maestro le prohibió salir a la palestra y a partir de entonces le ignoró, como si no existiese.
-¿Y qué sucedió?
-Le ocurrió lo que a muchos niños genios, se aburría en clase siguiendo el ritmo insoportablemente lento de los demás chavales.
-Claro.
-Hubo muchas anécdotas en referencia a mi sobrino.
-¡Madre mía!
-¿Qué pasa?-preguntó Juliette asustada.
-Acabo de recordar algunas de las enigmáticas frases que me dijo su joven esposa cuando me despedía de ella.
-¿Si?
-Para mí, apenas tenían sentido, pero ahora me ha venido una concretamente, clara y nítida “No se lo creerá, pero me dijo que era E.T.”
Juliette miró a su niño.
-Así es Francisco.
-¡Pero, los alienígenas son sólo un cuento chino!-exclamó el sacerdote.
-No-dijo la catequista. Eso es una realidad de la que sólo algunos a lo largo de sus vidas se enteran.
-Pero…Juliette. Nunca han existido ni los ovnis ni los extra-terrestres.
-¡Mi niño! Tú no sabes todo sobre la grandeza de Dios y de su Creación.
-Bueno. Una cosa es creer en Dios y otra cosa es creer en los marcianos.
Juliette bajó la voz y con un susurro le preguntó:
-¿Confías en mí?
-Por supuesto Juliette. Estoy seguro que dejaría mi vida en tus manos.
-Hay milagros que pasan por nuestras vidas y no nos damos cuenta de ellos. Por ejemplo: un accidente que no ha ocurrido, una enfermedad que no ha vencido a la vida del cuerpo, el amor imposible de dos jóvenes y que ha llegado a ser una realidad, un presidente de gobierno que no es asesinado…miles de acontecimientos que en algunas ocasiones tienen una causa fuera del escenario aparente de la vida.
-Creo entenderte.
-Para varias personas de Olorón, la existencia de un niño procedente del espacio exterior, es decir, un hijo de las estrellas, era algo más que un cuento chino, como has dicho antes. Para muchos de sus habitantes era una enorme probabilidad, a juzgar por algunas anécdotas.
-Sigue, te escucho.
-Hubo a lo largo de su corta vida gran cantidad de hechos que indicaban que teníamos un niño prodigio, pero, puesto que es casi imposible que alguien lo compruebe, si no es por signos externos, y que pueda medirse la capacidad de una mente, nos debemos regir por algunas frases enigmáticas que nos dijo su madre. Ella nos contó que un buen día le vinieron a visitar tres hombres con traje negro. Eran muy extraños. Le preguntaron por su hijo, pero les dijo que estaba estudiando en la Universidad de Pau.
-¡No entiendo qué puede significar eso!
-Disculpa. Ya veo que tú no eres un versado en temas de ovnis.
-No.
-En ciertos ambientes culturales, todo el mundo ha leído acerca de los hombres de negro. Se les relaciona con apariciones y fenómenos ovni.
-¡Ah! Me estás diciendo que su madre, aunque no sabía nada sobre el tema, aportó una prueba de algo que estaba oculto para todo el mundo.
-Así es. Es muy importante que el testimonio sea de alguien que no tiene ni idea de lo que ocurre. Esas palabras extrañas, que para el testigo no tienen el más mínimo sentido, representan una maravillosa y pura fuente de valiosa información para aquellos que tratan de penetrar en ese misterio de los visitantes del espacio.
-Ahora te entiendo. Resulta que, aunque ni yo mismo tenía idea del asunto, era, y soy portador de una información valiosísima.
-Así es. Tú, inmerso en la ignorancia de tales cuestiones, te habías topado de frente con un misterio.
-Entonces… su esposa sabía algo sobre el misterio del “hijo de las estrellas”.
-Así es. Ella lo sabía todo.
-Sigue por favor, que esto se está poniendo interesante.
-De niño, ni siquiera él mismo sabía quién era. Su mente era un fuego inmenso capaz de viajar mentalmente, pero desconocía su verdadera esencia. Sin embargo, cuando fue a la Universidad de Pau, encontró a alguien unos años mayor que él, de quien dijo a su madre: Somos una misma alma; pero en dos cuerpos diferentes.
-¡Que fuerte!
-Su madre era una persona muy callada y respetuosa, y lo guardaba todo en el fondo de su corazón. Ella conocía a su hijo. Y solamente dijo esto cuando murió.
-¡Pobre madre!
-Ya lo creo. Pero tener un hijo así, es a la vez un honor y un inmenso sacrificio, porque ese hijo no pertenece a este mundo. Ese chico era muy especial, sólo comía vegetales y frutas y bebía agua, no quería otras cosas, aunque a veces disfrutaba comiendo unas patatas hervidas y regadas con un poco de aceite de oliva.
-Parece que me estás hablando de Jesucristo.
-En cierto modo, así es, salvando las diferencias.
-¿Qué más ocurrió?
-Hay muchas anécdotas de lo que podría denominarse “el humilde paso de un viajero de las estrellas por nuestro mundo” pero en lugar de contar historias que pueden llevar a la incredulidad te haré un regalo.
Juliette tomó del brazo al padre Sauras y le llevó hasta el salón de la casa principal de la finca. Se acercó a una librería. Extrajo un grueso volumen de tapas recias. Se titulaba: Pasaporte a Magonia.
-Antes de mostrarte lo que deseo que leas, te indicaré que hay una diferencia de dos años entre el nacimiento del muchacho y el posterior fenómeno ovni. He pensado mucho sobre ello y he llegado a la conclusión de que hubo un acontecimiento que pudo enlazar un hecho con el otro.
-Me tienes en ascuas.
Juliette sonrió.
-Ahora abre el libro por la página 1900 y lee en la línea 55.
“En el mes de mayo de 1942, en la ciudad de Olorón, hubo un avistamiento ovni en tercera fase”
-¿Qué significa?
-Si no me equivoco, pues yo tampoco soy una experta y sólo me he interesado en lo que atañía a mi sobrino, que hubo un avistamiento de ovnis, y dentro del ovni, se distinguieron unas figuras que parecían humanas.
-¡No parece gran cosa!
-Ya. A ti no te resulta valioso. Sin embargo para mí, sí lo es. Justo en ese mes, mi sobrino se cayó a un canal. Su madre estaba lavando la ropa. Como pudieron, le rescataron. Estuvo cerca de un minuto en el que parecía que no volvería en sí. Y luego comenzó a respirar nuevamente.
-No veo la relación.
-En mi opinión, en aquel instante ocurrió algo muy extraño. Pues si bien los acontecimientos no parecen tener relación, sin embargo, la genialidad de aquel muchacho estaba fuera de su herencia genética. Sus padres eran personas normales y corrientes.
-Ya-dijo el sacerdote de una forma que disimulaba muy poco su incredulidad.
-Bueno. Tú conociste al joven. Te regalo este libro. Es la prueba junto a otras anécdotas de que en verdad existen “los hijos de las estrellas”.
No sabía el sacerdote del corazón de oro que aquella era la última vez que vería con vida a Juliette. Sus almas sí que lo sabían. Se acercó a ella, rodeó con sus grandes manos la cabeza de su “Santa Teresita” y besó la frente de su segunda madre, con tanto amor que sus almas se estremecieron.
-Recuerda mis palabras -le dijo Juliette-. Los dos hemos sido muy afortunados. Trabajamos para Cristo y un día verás a más “hijos de las estrellas”.
-Si le hubiesen dicho al padre Francisco que aquellas solemnes y visionarias palabras se habían grabado a fuego en su corazón, lo habría creído, aunque quedaron exclusivamente guardadas en algún rincón de su memoria.
Capítulo 51
Ultimas horas en libertad de Cristo.
Nuestros amigos presentían que sus reuniones se estaban terminando, y también sabían que su amado Cristo estaba a punto de pasar la gran Crisis. Si bien ellos no llegaban a sentir el dolor de la crucifixión como los antiguos místicos, que con el poder de su mente y su corazón, permitían que sus cuerpos sufriesen laceraciones similares al martirio ocurrido hacía tantos años, mantenían un silencio respetuoso ante las palabras de Xavier.
-Jesucristo veía acercarse el final de su ministerio y quiso congregar a sus doce apóstoles en un lugar concreto, con el objetivo de celebrar la fiesta de la pascua y anunciar el final de su mensaje de amor… por el momento.
Ya les había anticipado que, “cuando entraran en la ciudad encontrarían a un hombre portando un cántaro de agua”. “Le tendrían que seguir hasta el aposento alto y allí celebrarían la cena de los panes sin levadura y el cordero pascual”.
Eran dos símbolos bien claros para aquellos que saben y por lo tanto “tienen ojos para ver” y que voy a explicar un poco: Doce discípulos que han seguido al señor de la casa al piso alto. En la cima de nuestra cabeza se encuentra también ese chakra de doce pétalos. Es la contraparte superior del chakra del corazón, que ha sido elevado hasta la cabeza por el sacrificio de la vida, por el amor a la vida y al prójimo. Es la culminación de una etapa de servicio a la humanidad.
Por otra parte, está la ceremonia del lavado de los pies a los doce discípulos. Jesucristo se encarnó al principio de la Era de Piscis y deseaba finalizar su simbólico ciclo con el lavado de los pies de los cansados peregrinos que han recorrido el camino. Piscis rige los pies y el símbolo de su lavado o purificación ha de ser cumplido antes de poder cenar y estar en la mesa con el Señor y comer el pan de la “espiga” de Virgo. Todo se consumaba según estaba escrito… el cordero de Aries había sido comido y Piscis debía dejar paso a Acuario. La nueva Era que ya está surgiendo a borbotones ante nuestros ojos…
Terminada la cena, Jesucristo rogó a Judas que hiciera un último sacrificio por él, y que diera testimonio del Mesías, de igual forma a cómo Buda lo hizo antes de acceder a su Budeidad, a su iluminación, cuando el maligno, el Rey de las Nagas o del mundo ilusorio, le preguntó:
-¿A quién tomas tú por testigo?
-A la tierra tomo yo por testigo- y lo hizo hundiendo su mano en la tierra. Según dice la tradición, una lluvia de pétalos de rosa cayó sobre toda la tierra. Buda recibió la iluminación y rompió sus lazos kármicos con la humanidad. Aunque seguirá viniendo una vez al año, en el momento exacto de la primera luna llena de Tauro, para añadir sus bendiciones a las de Cristo y de toda la Jerarquía Planetaria, durante la celebración anual del Festival de Wesak, el más poderoso de las doce o trece lunaciones.
-No sabía nada sobre ese festival-dijo Francisco y preguntó- ¿Qué es Wesak?
-Es el nombre de un valle situado a los pies del Monte Kailás o Monte Meru, en el Himalaya. Allá consideran el Monte Meru cómo el ombligo del mundo. Es una montaña sagrada, hueca por dentro, que tiene una de las muchas entradas, existentes en la tierra, al reino espiritual o Avalón.
-Entendido. Continúa por favor.
-Judas, muy a pesar suyo, obedeció las instrucciones de su gran amigo y protector y fue a buscar a la guardia romana para que apresaran al Maestro. Antes, había hablado con Caifás y los sacerdotes con el fin de evitar alborotos por parte de los seguidores de Cristo.
-Es curioso, cómo cambia el concepto que solemos tener de Judas-dijo Charles.
-Lo que es una realidad es que podemos leer un libro, e interpretarlo toda la vida de la misma forma. Y lo que es más curioso, interpretamos lo que otros nos han sugerido.
-Es cierto-contestó Francisco. Leemos el Nuevo Testamento, y apenas nos surgen imágenes nuevas, de tal forma que existe una interpretación oficial que se ha fraguado a lo largo de los tiempos.
-Ahora-dijo Xavier con expresión un tanto seria- desearía entrar en una parte que también requiere una explicación añadida a lo que siempre hemos leído o escuchado. Es el episodio de Getsemaní.
-Te escuchamos Xavier-dijo Charles con voz grave.
Capítulo 52
Getsemaní, la noche oscura del alma.
-Jesucristo-continuó Xavier- se fue a Getsemaní con sus tres más íntimos amigos y compañeros:
Pedro, (que significa piedra) su cuerpo físico.
Santiago, (que significa ilusión) su cuerpo emocional.
Juan, (que significa el Señor habló) su cuerpo mental.
Aquí vemos nuevamente cómo se escenifica en el plano físico la realidad espiritual de que el alma se rodea y es seguida por los cuerpos ligados a su control.
“Mirad, yo me voy allá, al claro del bosque a rezar por el buen fin de esta misión. Estad atentos para que no me interrumpan hasta que haya terminado.”
Bien entrada la noche, los tres discípulos se durmieron, mientras una tumultuosa muchedumbre se iba acercando paulatinamente al huerto.
En el centro del pequeño bosque, Jesucristo, iluminado por la luna llena de Aries, dijo alto y claro:
“Jesús, toma nuevamente tu cuerpo, Yo ya he acabado con mi trabajo, ahora te toca a ti proseguir y concluir todo lo establecido. Por muy duro que te pueda resultar, es necesario que sea cumplido con creces”.
Cristo abandonó aquel bendito cuerpo y Jesús tomó nuevamente posesión de aquel templo que era su cuerpo, y dio gracias a su Maestro… entonces dijo con voz angustiada: “Si es posible evitar lo que se me avecina, evítamelo; pero si ello no puede ser, que sea cumplida la voluntad del Padre, y no la mía.”
Jesús ya sabía lo que estaba escrito para aquellos días. El alma había tomado nuevamente posesión de su personalidad. No obstante, sus cuerpos seguían dormidos y ajenos al sacrificio que tenían ante sí y Jesús se dejó prender por los soldados.
Como vemos, en los evangelios, siempre hay una clave oculta; pero desvelada a los que “tenemos ojos para ver”.
-Impresionante-dijo Francisco.
-Ya lo creo-añadió Charles.
-Es curioso que, a pesar de lo interesantísimo del tema, cuando has dicho que Jesús volvía a su cuerpo, inmediatamente me he acordado de María Magdalena, y he pensado si todavía tuvo oportunidad de “reencontrarse” con su amado Maestro Jesús.
-Por mi parte-añadió Charles-me ha extrañado un poco el que justo en el momento más difícil, Cristo abandonase el cuerpo.
-Ya-contestó Xavier-. Es el pensamiento que surge más espontánea y lógicamente a quien escucha esta interpretación. Está claro que algunos acontecimientos no se pueden entender si no es con una conciencia iniciática o con un completo sentido esotérico.
-Pero, de esa forma parece que comenzamos a ocultar parte de la realidad-se quejó Charles.
-Creo que en el fondo, tu protesta viene determinada porque has asociado el abandono del cuerpo de Jesús por parte de Cristo con el abandono que sufriste cuando tu padre, tu madre o tu esposa partieron del plano físico.
-Charles miró a Xavier, quien había acertado con su comentario.
-Lo siento Charles-se disculpó el esoterista-. Quizás he sido demasiado directo. No era mi intención hacerte daño.
-No te preocupes Xavier. La verdad es que has tocado la herida más profunda que yace en mi corazón. La incomprensión de la partida de nuestros seres amados.
-Cristo nunca abandonó a Jesús. Su divina aura y el amor de su corazón permanecían con el Maestro, lo que ocurre es que Cristo ya había pasado anteriormente por esas iniciaciones. Y en realidad lo que ahora ocurría era que el Maestro Jesús tenía una oportunidad para llegar a otro estado de ser a otra iniciación, la de la renunciación o crucifixión del yo… y seguidamente a otras aun más elevadas.
-En realidad, creo entenderlo-dijo Charles-. Aunque no he sido capaz de superar el dolor que hay en mi corazón desde niño. Aunque era un chaval, y mi padre estaba en prisión, yo iba feliz a verle. Deseaba tenerle cerca de mí. No importaba nada que fuera un presidiario y que estuviese entre rejas. Lo importante era estar con él aquella hora a la que teníamos derecho cada semana.
Respecto a mi madre, todos los meses iba a visitarla, pero un buen día también desapareció. Y qué decir de mi esposa… Cada pérdida de un ser amado me traspasaba el corazón, miraba al cielo y, si en mi mano hubiese residido el poder, habría hecho desaparecer el mundo. No habría quedado piedra sobre piedra.
-Tranquilo Charles-le consoló Francisco. Ya verás cómo un día brillará la luz en tu corazón. Las almas de tus seres queridos son libres en el Cielo. Sé que no te lo crees, pero es así. Entonces, ¿no es hermoso pensar que más allá de los sufrimientos de este mundo, hay un estado de ser en el que la libertad es su característica más destacada?
-Hay un regalo que se hizo a los hombres-continuó Xavier-. Es el poder liberador de la muerte. Solemos pensar que nos encantaría una vida eterna con alguien a quien amamos, pero ese pensamiento es incorrecto.
-No te entiendo-dijo Charles.
-¿Hemos imaginado la tremenda prisión que sería para un ser humano hacer todos los días lo mismo, bajo las mismas circunstancias, con las mismas personas sin posibilidad de variación?
-A veces, cuando me he sentido mal; pero no he profundizado en absoluto en el tema… quizás no he osado hacerlo.
-Imagina por un momento que cada día tienes que trabajar en una fábrica durante doce horas y cincuenta años colocando siempre el mismo tornillo. A esa situación ¿cómo la denominarías?
-La esclavitud más grande que se puede imaginar.
-Y ahora, imagina que a alguien le gusta mucho pasear por una calle en concreto, y le ruega a su esposa o a su marido que le acompañe durante tres horas diarias, los trescientos sesenta y cinco días al año, haga frío o calor, a lo largo de toda su vida.
-Sería un sacrificio muy grande por parte del cónyuge que no sintiese el placer de pasear.
-Y ahora por último. Imagina que alguien permanece en una cama durante cincuenta años, como un vegetal, y sueña poder andar, respirar el aire puro de la Naturaleza en las montañas, bañarse en el mar, viajar por todo el mundo, tener nuevas amistades… en definitiva desarrollarse como ser humano. ¿Qué representaría la muerte para alguien así?
-Sin duda, desde nuestro punto de vista de hombres con tales posibilidades, la libertad.
-A eso me refiero. La muerte, en muchos casos, es un agente liberador del alma encarnada en un cuerpo. Es la oportunidad del cambio. Y os recuerdo que podría haber expuesto ejemplos mucho más espeluznantes de esclavitud. Pero, para nuestro propósito, no es necesario ahondar más en las vejaciones sufridas por los humanos.
-Desde luego, expuesto así, no cabe la menor duda.
-Como siempre-dijo Xavier-, algunos seres humanos encuentran cómo hacer el mal, cómo extorsionar a los demás. Y una idea que en sí misma es liberadora, la utilizarían para su propio beneficio.
-Tienes razón Xavier. Sólo que a veces habríamos deseado estar más tiempo con nuestros seres queridos.
-Me ocurrió con mi amadísima madre-añadió el sacerdote-. Eché en falta todos los momentos en que la solía ver. Pero habría sido muy egoísta por mi parte, que mientras yo evolucionaba ejerciendo como sacerdote, ella, para hacer feliz a su hijo, hubiese estado otros cuarenta años más sirviéndome la cena, y regalándome los ojos con su compañía, y por supuesto lo que es más grave aun, que hubiese detenido su evolución como alma.
-Entonces –contestó Xavier-, estamos de acuerdo en que quizás la vida es mucho más sabia que nosotros, y nos obliga continuamente a avanzar. También desearía recordaros algo. Cuando un hombre se va acercando al mundo de las iniciaciones, ya no contempla su vida como algo efímero, sino que paulatinamente va comprendiendo que él, que en ocasiones es capaz de trascender las separaciones espaciales y temporales, se está identificando progresivamente con un alma, y sabe que está aquí y ahora, pero su esencia, de la que es consciente, perdura, y por lo tanto sus actividades ya no tienen un sentido perecedero. Él es un alma inmortal.
Capítulo 53
El calvario de Jesucristo
-La vida y milagros, el juicio y la pasión de Jesús -continuó Xavier- en los tres años de vida pública es sobradamente conocido por todos. Los evangelistas han dado testimonio de lo acaecido alrededor del Gran Maestro de Maestros y Ángeles.
-Vaya una pena -dijo Francisco.
-Creo que no hay que enfocar de esa forma el asunto de Jesucristo. Más bien podríamos olvidarnos un poco del sufrimiento y resaltar más lo que había detrás de ello.
-Tienes razón, a veces olvidamos lo importante y nos fijamos en lo secundario, y en este caso, es casi obligado centrarse más en el triunfo sobre la muerte, es decir, la resurrección.
Xavier no dijo nada al respecto y continuó su narración.
-Es muy curioso cómo se desarrolló esta farsa entre Poncio Pilatos y los sinagogos judíos. La contundencia de sus acusaciones a pesar de que los romanos no encontraban culpa alguna en Jesús. Las incriminaciones tenían una base tan pobre como la de haber curado a algunas personas en el día sagrado del sabbat. Pilatos se negaba a juzgarle o a castigarle y decía que si le querían castigar y mortificar, deberían ser los judíos los que asumiesen tal responsabilidad y no los romanos, pues según su ley, Jesús era inocente. Los judíos decían no tener potestad ni costumbre de matar a nadie; pero gritaban que Jesús era reo de muerte.
El prefecto optó por dejar libre a Jesús y les ofreció Barrabás a cambio, pero los judíos preferían ver a Jesús colgado en la cruz. Le consideraban una amenaza para la supremacía de su religión y sus leyes. Jesús se declaraba inocente de todo delito, insistía en que Él no era el rey de nadie, y que “su reino no era de este mundo”.
Nuevamente Pilatos dijo que le encontraba inocente y que se lo entregaba a los sinagogos. Ellos pidieron la pena de crucifixión por ser culpable de haber infringido la ley al haber curado en sabbat. Como no lograba imponer la cordura a los judíos, se lavó las manos ante todos ellos.
-«No soy responsable por la sangre de este hombre«.
A lo que la multitud respondió
«Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes.»
“Que se cumpla pues la ley, que sea azotado hasta su desmayo, y si no os basta, que sea crucificado en el Gólgota”.
A lo que los judíos respondieron,
“Que sea azotado con 40 latigazos y crucificado bajo un cartel que ponga: por ser rey de los judíos”… y todos rieron y aplaudieron la gracia de los sinagogos.
Jesús, que comenzó a ser sometido al castigo del látigo, dejó su cuerpo inconsciente, es decir, se desmayó por un acto de voluntad y su conciencia se desplazó a unos metros del cuerpo físico, para observar cómo los centuriones cumplían con la ley. Los rabinos, al verle tumbado en el suelo, exigieron que el castigo prosiguiese y los romanos se vieron obligados a atar el cuerpo a la columna exenta, que había en el centro de la sala, y continuar hasta que los cuarenta latigazos, que exigían los judíos, fueran totalmente aplicados.
Charles y el padre Francisco permanecían en un lúgubre silencio. El sacerdote de corazón de oro sentía cómo se deslizaban las lágrimas por sus mejillas.
-Fueron-siguió Xavier- unos latigazos muy crueles, que habían provocado grandes y profundas heridas en el cuerpo de Jesús, pues en los extremos de las cuerdas del flagelo o “flagrum” había atadas unas tabas de hierro y de hueso.
Para hacerlo volver en sí, tomaron el agua de la palangana de Pilatos y se la tiraron encima.
Concluido ese martirio, los guardias le “incrustaron” una corona de gruesas y duras espinas de unos diez centímetros de largo que le hundieron en la cabeza. Le pusieron un cetro de caña y una túnica para mofarse de él como rey de los judíos. Rápidamente, pues al oscurecer empezaba la fiesta judía de Pascua y además era Sabbat, le cargaron sobre los hombros el poste que le habría de servir de patíbulo, y a empujones partió hacia el Gólgota. Jesús estaba exánime y tuvo que ser ayudado para ascender la empinada cuesta.
Cuando llegó a la cima, fue crucificado con clavos de 10 centímetros de largo que hundieron en sus muñecas, en la región del carpo y no en las palmas de las manos como se puede ver en todos los crucifijos, incluso en los anteriores al siglo XII. Si se los hubieran clavado en las palmas de las manos, éstas se habrían desgarrado al no poder aguantar el peso de su cuerpo.
No tengo palabras para describir el enorme dolor que debía estar pasando aquel sublime Maestro; que aun tuvo fuerza para pedir perdón por los centuriones “no sabían lo que estaban haciendo”… era un crimen imperdonable el suplicio que le estaban aplicando aquellos ciegos egoístas, que ignoraron el mensaje de amor de Cristo. No es de extrañar el gran karma que arrastra el pueblo judío. No supieron reconocer aquella divinidad que había escogido a Israel como pueblo al que manifestarse.
Había bastante gente contemplando tan deplorable espectáculo. Entre ellos se encontraban varios monjes esenios que habían seguido los pasos de Jesús e intuían lo que le podía ocurrir.
Conociendo las costumbres de los soldados de quebrar las piernas de los reos para que no pudieran escapar, por si la agonía no acababa con ellos o por si eran rescatados por algún pariente o amigo, donaron una generosa propina al centurión jefe para que no le quebrase las piernas y a cambio le asestara un lanzazo en el costado derecho cuando viera que se estaba ahogando, lo que evitaría una excesiva presión pulmonar y el consecuente ahogamiento.
También habían preparado una potente pócima somnífera que le fue dada cuando Jesús pidió agua para beber. Esa droga le fue suministrada empapada en una esponja engarzada en una larga caña. Intentaban dormirle y así acortar su terrible sufrimiento, después se alejaron unos pasos.
Jesús, con un último soplo de aire, dio las gracias al Padre por haber rasgado el velo del templo y acogerle nuevamente en Su Luz… Luz que le envolvía y le arropaba en aquellos momentos tan angustiosos para sus cuerpos. Y por fin, el sueño pudo con las pocas fuerzas que le quedaban y abandonó su cuerpo físico.
De esta forma se cumplió lo que estaba escrito desde antes de haber nacido del vientre de María. El Hijo había abandonado la casa del Padre para preparar el camino del Señor, había renunciado a su divinidad de la misma forma a cómo lo hacemos todos nosotros, aunque con la diferencia de que Él fue cerebralmente consciente de ello durante toda su vida. El Alfa y el Omega se fusionan y cierran el círculo. Su ejemplo había concluido… ahora nos toca a nosotros aplicar sus enseñanzas en nuestras vidas y servir a nuestros hermanos hasta la última gota de nuestra sangre, con amor, alegría y discernimiento.
En aquellos momentos reinó una gran oscuridad y hubo un fuerte terremoto, por lo que todos creyeron que era un último adiós de aquel sublime Maestro, primogénito divino y una señal inequívoca para todos aquellos que Le habían acusado y torturado.
Jesuel, ángel de la guarda de Jesús, al mando de una legión de ángeles, estaba muy triste (permitidme que aplique este término tan humano a esa entidad dévica), viendo este ignominioso suplicio… todos estaban prestos a intervenir, atentos a que un mínimo deseo de Jesús les indicara el momento de poner fin al martirio; pero Jesús seguía demostrando su absoluto control mental y corporal hasta el final. Los devas de la tierra se estremecieron y ésta respondió con un terremoto…
La lluvia y el frío acompañaron también aquellos momentos de intenso dolor, la temperatura del aire rondaba los 17 grados.
En ese instante Jesús tomó conciencia de su YO. La intensa luz cegó su cerebro, cesando la separación entre el Padre y el Hijo y ambos se hicieron UNO.
Esto es lo que significa la “rasgadura del velo del templo, de arriba abajo”. La separación de conciencia entre el alma y la mónada cesó para siempre y ambos se unificaron en un solo cuerpo de luz.
El cartel que se clavó sobre la cruz con la inscripción INRI tiene varios significados… (Ignis Natura Renovatur Integram o El Fuego Renueva Incesantemente la Naturaleza.)
La interpretación cabalística es otra. El valor numérico es de 270, o lo que es lo mismo que decir:
Que el Padre es el 1 y el Hijo es el 2.
7 es el total de cuerpos con que reviste el espíritu.
10 es el número de la perfección en cualquier nivel.
O lo que significaría que los 7 cuerpos del Hijo alcanzaron la perfección.
Inmediatamente los monjes esenios, María y también María Magdalena se apresuraron a descolgar el cuerpo de la cruz envolviéndolo en una larga sábana de lino. Colocaron dos monedas de la época sobre los ojos y friccionaron suavemente su piel con aloe y perfume.
Sorprendentemente, su cuerpo no tenía peso alguno, era como si levitase en el aire. En compañía de José de Arimatea, le llevaron a un sepulcro nuevo, que tenía en una propiedad cercana. Allí depositaron el cuerpo de Jesús.
Para evitar malentendidos con la guardia romana, desplazada allí, e impedir que los judíos o sus propios seguidores se llevaran el cuerpo del Maestro, José quitó el freno de la gran piedra y ésta se deslizó, y la tumba quedó totalmente sellada.
Pasados los tres días de la fiesta pascual, María Magdalena y María fueron a la tumba. Los guardias romanos estaban profundamente dormidos. La pesada piedra que cerraba la entrada del sepulcro se había desplazado, dejando la entrada totalmente abierta e iluminada.
El cuerpo de Jesús estaba tan maltrecho, que Jesús decidió rehacerlo, explosionándolo dentro de la sábana, dejando su huella impresa para cuando la humanidad “tuviera ojos para ver”.
María Magdalena, que tenía prisa por ver a su amado Jesús, fue la primera en entrar. Vio a dos ángeles (o dos extraterrestres, o dos miembros de la Jerarquía Planetaria), que estaban atendiendo al nuevo cuerpo físico de Jesús. Eran los mismos que le asistieron en su venida a este mundo terrenal.
El Maestro permanecía en estado de materialización de sus nuevos cuerpos de apariencia física, por eso, cuando María Magdalena se abalanzó sobre Él para abrazarle, Jesús le dijo: “No me toques, que aun no he llegado de la casa del Padre, cosa que haré cuando se condense totalmente mi cuerpo.”
María, la madre de Jesús, tomó aquella sábana y el sudario para llevárselos a su casa y enseñárselos a José y a los demás apóstoles. Era la prueba de que Jesús aun seguía con vida. Con una vida nueva y unos cuerpos nuevos, aunque conservando algunas heridas como muestra de su suplicio.
No es de extrañar que no aparezca su tumba. Él siguió viviendo una vida larga y laboriosa tras recuperarse de sus heridas en aquel nuevo cuerpo… su mensaje era el mismo que el de Krisna o de Cristo.
Su mensaje había versado sobre el amor más incluyente que cabe pensar, amar incluso a los enemigos, “cómo Yo os he amado”… nos decía.
Su mensaje también fue la Vida que había ejemplificado y había vencido a la muerte… cosa que sucede a todos aquellos que renuncian a su yo y lo ofrecen en el altar del servicio a la humanidad… o a ayudar a aquellos que se esfuerzan en ayudar a sus hermanos.
Capítulo 54
La Sábana Santa
-¡Por fin!- dijo con enorme satisfacción Charles mientras soltaba con júbilo un grueso informe conteniendo más de 100 páginas y unas 200 fotografías, en la mesa de la cafetería.
-¿Qué es? –preguntando Xavier, confiando en que fuese lo que tanto llevaban esperando.
-Hoy mismo-respondió Charles emocionado-, me ha llegado todo el informe del análisis realizado a la Sábana Santa, cuyo resumen fue publicado por la revista National Geographic en Junio de 1980 (Vol. 157, nº 6).
-¡Bien! –gritaron Xavier y Francisco.
-En él –continuó el científico- explican la gran cantidad de pruebas que se hicieron a ese lienzo. Se llegó a la conclusión de que data de unos 2000 años atrás. En él se encontraron restos de polen de plantas extinguidas en el Próximo Oriente hace ya más de mil años, por lo que hay una gran probabilidad de que la sábana pertenezca a la época y lugar en que la tradición la sitúa.
En ella se aprecia que estuvo envuelto un hombre corpulento para aquella época, en que la estatura apenas si llegaba a 1,50 m. de alto. Aquel cuerpo medía 1,77 m.
Se observa claramente que en el momento en que su cuerpo explosionó, como tragado por el éter, el lienzo quedó impregnado mostrando con todo detalle el estado en el que había quedado aquel torturado cuerpo. Se observa nítidamente cómo los músculos estaban perfectamente marcados. La espalda no estaba aplastada por el peso de su cuerpo. Daba la impresión de que permanecía flotando o levitando. Este efecto fue acentuado por el áloe y la mirra con que fue embalsamado y cuyos restos pudieron detectar los científicos en sus análisis.
Están dibujados con total nitidez los hilillos de sangre que emanaban de las heridas causadas en las muñecas por los clavos que las atravesaron. También se deduce la posición de los clavos que sujetaron sus pies.
La corona de enormes espinas (xiphus spina christi), procedente de Palestina, clavada en su cabeza, todavía provocaba que la sangre fluyera a través las heridas. Los azotes dejaron horribles huellas sobre la piel. Incluso se pueden distinguir las laceraciones ocasionadas por el madero que llevó sobre los hombros. De igual forma, la profunda llaga del costado evidenciaba que había continuado sangrando. Los pómulos también habían sido golpeados.
-¡Dios mío! –exclamó Francisco.
-En fin-continuó Charles-, que la sábana es como una radiografía completa del cuerpo que envolvió aquel sagrado testigo de la historia. Aunque se puede decir que no es un testigo mudo, ya que ratifica todo el martirio al que fue sometido Jesús. Y un descubrimiento, se puede afirmar, que indica algo no esperado. Sin lugar a dudas, el cuerpo envuelto en la sábana no estaba muerto. Las heridas sangraban por todas las partes… y un cadáver no sangra… aunque depende de la temperatura ambiente (Dr. Ciscar) y del tiempo que tardaron en descolgar el cuerpo.
-¡Qué me dices!-dijo con los ojos brillantes el sacerdote.
-Lo que has oído. Incluso se ha podido determinar que las manchas de sangre viva –coagulada- fue impresa antes que el cuerpo con las manchas de sangre muerta –desecada- y rodeada de líquido seroso tocara la sábana.
-Entonces… ¿Se deduce que Jesús no murió en la cruz?
-Si Jesús fue quien estuvo envuelto en la sábana, así es, ya que a las 36 horas, los vapores de putrefacción de un cadáver habrían deteriorado los labios, cosa que no se detecta en la Sábana Santa.
-Entonces…
-Vamos a terminar -dijo Xavier con enorme interés.
-Sólo una cosa más -dijo Francisco- ¿Se sabe algo sobre el sudario de Oviedo? ¿Es una tela pintada con posterioridad?
-No, en absoluto, ambas telas provienen de la misma localidad, ya que además de tener una hilatura en forma de Z, ambas tienen pólenes y manchas de áloe y mirra típicas del Mar Muerto. El número de fibras y su grosor es también idéntico. Ambas podrían tener unos 2.000 años de antigüedad. Su peso es, igualmente, de 23 mg/cm2.
También-siguió Charles-, gracias al avance de la tecnología, diseñada para el estudio de la Luna y de Marte, se ha podido hacer una fotografía tridimensional del cuerpo de Jesús, analizar todo el paño con diferentes tipos de luz polarizada y ultravioleta. Se hicieron algunas imágenes del rostro de Jesús, usando un procesador de imagen tridimensional y se hallaron que habían aplicado, sobre los ojos del cadáver, dos monedas de la época con la efigie de Poncio Pilatos, acuñadas entre los años 29 y 32 de nuestra Era. Aparte de que era una tradición tapar con monedas los ojos, también podría haber sido para mantener cerrados los párpados.
Como sabéis, yo fui uno de los 30 expertos americanos, en todos los campos de la ciencia, de la industria espacial, militar y médica que colaboramos con varios científicos italianos. Así es que lo que os comento, se puede decir que es de primera mano. Si bien he esperado hasta tener en mi poder los documentos.
-Tal vez me gustaría saber más sobre el tema-dijo Francisco.
-Si después de lo que estamos hablando tienes más interés en profundizar en el estudio, podrías sondear las opiniones de todos los expertos que estuvimos allí o solicitar la revista que os he mencionado o bien ponerte en contacto con las diferentes asociaciones del estudio de la Síndone de Turín… incluso podrías consultar los datos de la exposición que hubo en Barcelona desde el 23 de marzo hasta el 10 de abril de 1991, en el Museu d’Història de la Ciutat, en la que se trató profusamente este tema.
-Sin duda, son muy buenas sugerencias.
-Hay algo extraño -continuó Charles-. Se analizó la sábana con el sistema de datación AMS: Medición de la radioactividad mediante la espectrometría de los aceleradores de masa, conocido como el carbono 14 y fue datada entre el 1260 y el 1390. Pero resulta que de la sábana se recortaron siete centímetros cuadrados (7×1 cm). El trocito se dividió en tres partes y se envió a tres laboratorios (Oxford, Tucson y Zúrich) para el mencionado examen del carbono 14 y hubo grandes discrepancias entre los científicos, pues el tejido enviado, supuestamente de la Sábana Santa, tenía distinta densidad (43 mg/cm2) que la que tiene la propia sábana (23 mg/cm2).
-¿Y qué puede significar?-preguntó Xavier.
-Tal vez la Iglesia trataba de ocultar algo muy comprometedor acerca de la Sábana Santa, como el hecho de que Jesús no había muerto en la cruz; pero lo cierto es que hay numerosas emisiones de monedas con la efigie de Jesús, acuñadas antes del siglo VII, alguno de cuyos troqueles representan el rostro del Maestro con tal fidelidad que se podrían superponer al rostro de la Sábana Santa. A pesar de esta prueba, se niega la antigüedad de la sábana. Sin embargo, no llego a descifrar el enigma de la diferente densidad de las muestras analizadas. Sólo pienso que se recortó de otro lienzo de la Edad Media.
-¿Cómo empezó todo esto?-preguntó Francisco, que mostraba cierta fascinación sobre el tema.
-En 1898 -respondió Charles- el fotógrafo Secondo Pia, quiso hacer un primer plano del rostro de la Sábana Santa, y se dio cuenta al revelar aquel negativo, que lo que tendría que ser un negativo, resultó ser un positivo claro y contundente. Así que llegó a la conclusión de que la sábana era el negativo puro y duro del cuerpo de Jesús. La Iglesia decía que era una pintura piadosa de la Edad Media, pero nadie lo creía, pues se pensaba que era imposible pintar algo tan perfecto y lo que era todavía más extraño, es que fuera tan genial.
Los rasgos anatómicos eran totalmente insuperables, las manchas del suero y de las heridas estaban muy bien proporcionadas. Había un detalle que invalidaba aquella afirmación y es que se mostraba que no había sido crucificado por las manos. Que los clavos se habían hundido en las muñecas. Pero, creo que lo que, de verdad, más asustaba a la Iglesia era el temor a que se hubiera descubierto que Jesús no había fallecido en la cruz. La sangre fresca y la coagulada son del mismo grupo sanguíneo: AB.
Xavier pidió unos momentos de silencio y se sumergió en los éteres del tiempo… Nuevamente Charles y Francisco observaron cómo el rostro del vidente se transfiguraba y resplandecía. Su espíritu regresó al cuerpo al cabo de unos cinco minutos y les contó lo que había visto en esa Catedral de Turín.
-Os parecerá mentira – dijo Xavier.
-¿Sí?-preguntaron nerviosos los dos amigos.
-He visto cinco hombres… pero había algo en ellos…
-¿Sí?-le interrumpieron
-Cerca de la Sábana Santa había una esfera semitransparente…una nave espacial de reducidas dimensiones… como un pequeño platillo volante…
-¡Dios!
-Tres de ellos parecían vigilar y los otros dos se han acercado a tan apreciada joya, la han descolgado, sustituyéndola por la copia de la misma, y la han transportado al vehículo.
-¡No puede ser!-exclamó Charles.
-Sí. Eso es lo que he visto. Luego, los cinco viajeros se han introducido en la esfera, y ésta, literalmente, se ha desmaterializado.
-¡Por Dios! ¡Lo que acabo de recordar! -gritó totalmente entusiasmado Francisco….
Los dos amigos se le quedaron mirando asombrados. Parecía que las sorpresas no terminarían nunca.
-Disculpad…luego lo cuento.
De nuevo Xavier entró en trance, pero en esta ocasión se puso a narrar directamente:
-Veo…dos sacerdotes discutiendo acaloradamente. Tocan la Sábana Santa. Hay un tercer individuo que asiente lo que le indican.
Francisco y Charles creían estar viendo una película de ficción. Afortunadamente, el rinconcito del café Moka en el que se encontraban estaba algo apartado.
…Se van todos…pero el hombre que ha recibido instrucciones se queda…y… Dios…
-¿Sí?
-Prende fuego a una cortina cercana al altar… se va a quemar…
-¡Madre! ¿Es el original o la copia?-preguntó Francisco.
-¡No sé!-contestó automáticamente Xavier; pero creo que es la copia ya que el original se lo llevaron nuestros amigos cósmicos y prosiguió relatando su visión-. Uno de los fieles peregrinos que ve el fuego, y que parece un experto en seguridad contra el mismo, toma un hacha del armario anti-incendios y de un fuerte golpe rompe el vidrio blindado… y… con un extintor apaga las llamas…
El esbirro, que le observa detrás de una columna, se marcha totalmente contrariado.
-Entonces-dijo Charles-, estas visiones parecen explicar por qué la sábana fue encerrada en una vitrina… los altos cargos de la Catedral de Turín se dieron cuenta del hurto del lienzo, cosa que no entendían, ya que para tener acceso a ese recinto blindado era necesario tener las tres llaves de desbloqueo, y pensaron que una forma de borrar para siempre toda huella del cuerpo de Jesús y ocultar el tema del hurto, lo mejor era quemar la copia que tenían de la sábana…
-Debieron de dar las órdenes oportunas para llevarlo a cabo -continuó Xavier como si las mentes del científico y del esoterista estuviesen interconectadas y se les ocurriese la misma idea-… Debería ocurrir un día cualquiera, preferentemente sin que hubiese mucho público contemplando el lienzo. Pero, por suerte para los cristianos y tremenda decepción para ellos, alguien vio el fuego (era un bombero fuera de servicio) y actuó con gran celeridad, evitando la irreparable desaparición de la única copia de la sábana.
-¡Claro! –Continuó apasionadamente el padre Francisco- Por ello y para impedir posibles nuevos atentados contra la copia de la sábana, la propia curia se vio obligada a resguardarla tras un grueso vidrio blindado y depositarla en el interior de una urna. La Sábana Santa estará depositada allí hasta que en el año 2025 pueda ser contemplada de nuevo, sin cristal alguno de protección, aunque esta opción aun no está totalmente aceptada. Esta oportunidad se repetirá cada veinticinco años.
-¿Tienen algo que ver los extraterrestres con todo esto? -preguntó Charles, quien se había sorprendido de verse a sí mismo preguntando tal posibilidad, como si fuese lo más normal del mundo.
-No lo creo -prosiguió Xavier-, aunque hace muchos años que se celebró en Madrid un simposio sobre los contactos que ciertos señores decían tener con el misterioso planeta UMMO. Uno de los temas expuestos trataba acerca de la Sábana Santa. En él se intentaba demostrar cómo no pudo falsificarse fácilmente una pieza de esta categoría histórica.
Habiéndose dado cuenta de que finalmente habían logrado una falsificación aceptable de la Sábana Santa, se había procedido a enviar una denuncia al Congreso de los Estado Unidos de América y a la Secretaría del Vaticano; pero parece que esa denuncia no obtuvo eco alguno.
Estos extraterrestres nos transmitían su pesar por el atropello cometido contra el único testimonio que teníamos de la estancia entre nosotros de un ser excepcional, producto de una manipulación genética exitosa, precursora de una mutación genética por la que todos nosotros hemos de pasar algún día.
Proseguía, el mencionado informe, diciendo que en 1987 se habían percatado de la realidad de los hechos que la copia del lienzo mostraba. Se creía que habían obtenido esa imagen impresa al haber acercado el lienzo a una estatua metálica calentada a 200º C.
Todo empezaba con las fotos tomadas por Secondo Pía a finales del siglo XIX. Estas fotos despertaron el interés de la curia romana; muy especialmente el descubrimiento del Dr. Vignon, quien encontró manchas de sangre húmeda, no coagulada, lo que vendría a demostrar que el hombre que estuvo envuelto en aquel lienzo no había muerto en la cruz, cosa que quisieron ocultar haciendo una copia de la Sábana Santa para cambiarla por la verdadera.
Hicieron cuatro intentos para duplicarla, los dos primeros a base de estatuas de madera y el siguiente con una estatua de hierro con carbón al rojo vivo; pero este sistema no dio resultado, ya que las partes más sobresalientes, como la nariz, resultaron quemadas. Prosiguieron sus intentos con otra estatua de hierro con resistencias eléctricas, que elevaban la temperatura entre los 250 y 400 grados centígrados. Este último resultado les pareció satisfactorio y lo dieron por bueno, aunque para darle mayor realismo, lavaron este lienzo con suero y ácido sulfúrico diluidos. También consideraron hacer todo este proceso lejos de miradas indiscretas en la ciudad de Novara. Giovanni Cociolo fue el jefe del equipo que produjo ese lienzo clónico, aunque no resistiría un examen científico profundo.
Para hacer esas falsificaciones consiguieron dos piezas de lino del usado en Palestina, que fueron datadas en el siglo XIV y XV. No por nada los trocitos enviados a los diferentes laboratorios dieron esos resultados tan dispares.
A finales de 1927 fueron dos cardenales los que dieron su aprobación para que la Sábana Santa fuera sustituida por esa copia. Tras obtener las copias de las tres llaves del altar donde estaba guardada la auténtica sábana, procedieron a cambiarla por la clonada y llevarla a la residencia del Cardenal de Turín, quién paradójicamente era el encargado de custodiar el original para toda la cristiandad.
Nadie informó al, entonces, papa Pío XI ni tampoco a los siguientes papas. El Cardenal Cassidi parecía haberse arrepentido del atropello y lo contó todo al papa Juan Pablo II. Éste se enfadó mucho y convocó reunión urgente de todos los cardenales, enterados del secreto, para tomar algún tipo de decisión, ya que, además, los resultados de los análisis que se habían efectuado con el carbono 14 al lienzo falso, habían originado todo tipo de comentarios en la prensa mundial. Había un cardenal que quería decir toda la verdad, Tomko tenía un carácter fuerte; pero el cardenal Razinger lo era aun más y vetó el hacer público esa farsa alegando graves razones de estado, concordando con las mismas que inspiraron a los falsificadores. Es decir, que quedaba demostrado que Jesús no había muerto en la cruz. El papa era partidario de que se publicara todo el tema; pero entre todos decidieron cubrir el espinoso asunto con el velo del silencio y del ostracismo. Los comentarios sobre el lienzo cesaron por completo. Para rematar el tema, el Cardenal Ballestero decidió emitir un comunicado en el que admitía el resultado del análisis del carbono 14.
Se aseguró en el simposio que si, por alguna causa, la Iglesia decidía eliminar una prueba tan evidente de que Jesús no había muerto en la cruz, ellos procederían a requisarla y guardarla hasta que la Iglesia se hubiese renovado y, por supuesto, liberado de todos los reaccionarios que mantenían, a sabiendas y en contra de toda evidencia, el engaño sobre la muerte de Jesús. Daba la impresión de que algunos representantes de la Iglesia tenían más interés en guardar el secreto sobre la “supervivencia a la cruz”, que en propagar la alegría que produciría el hecho de saber que no lograron matar a Jesús. El lúgubre símbolo de la cruz debería dar paso al de un Mesías triunfante sobre la muerte, y que posiblemente sería un mensaje más acorde con la vida de Jesucristo.
Hubo unos segundos de silencio en los que Xavier se quedó pensativo.
-Si tuviera que decir quiénes fueron los autores del cambio del original por el duplicado de la Sábana Santa, me inclinaría más por pensar que fueron los miembros de la Jerarquía Planetaria. Creo que ellos se adelantaron a esos extraterrestres… Salvo que en realidad tengan la misma identidad.
-A mí me gustaría decir algo que creo que es importante-añadió Francisco.
-¿Sí?-preguntó Xavier.
-Ya han pasado muchos años desde que ejercí de párroco en un pueblecito de la montaña. Y parece que, sin ser en ningún momento consciente de ello, conocí a un joven que quizás era extraterrestre.
-¡Vaya con el cura de montaña! –exclamó Xavier.
-En todo momento-continuó el padre Francisco- pensé que era una solemne tontería, y producto de personas crédulas e incultas.
-¿Sí? –preguntó con impaciencia Xavier.
-Pero, por una extraña casualidad, el joven era sobrino de una maravillosa catequista que conocí en Zaragoza. Y ella estaba segura de que aquel muchacho era muy, muy especial. Pero hay algo más.
-Cuenta. Nos tienes en ascuas- dijo el científico que parecía haber entrado en otro mundo.
-Cuando la esposa del joven francés, que se llamaba Jacques, se despidió de mí, me dijo algo así como que la Iglesia tenía un tesoro, y que varios de los suyos deberían evitar que fuese quemado por sus propios hijos.
-¡No puede ser!-exclamó Xavier.
-Sí. Así es. Cuando he gritado entusiasmado, hace unos minutos, ha sido porque me ha venido a la memoria esa frase.
-Entonces -dedujo Charles- aquel joven francés estaba diciendo algo realmente serio. Se podría decir que estaba en relación con los cinco visitantes de la visión de Xavier. ¿O que tal vez era uno de ellos?
-Eso parece –aseveró Francisco- Quizás fuese uno de los cinco…
-No sé-contestó Xavier.
-Siempre he sido muy incrédulo respecto a seres extraterrestres -dijo Charles- sin embargo, es verdad que, cada vez más desde los años sesenta, se están imponiendo las tesis de la existencia de los visitantes del espacio. Es cierto que, desde que vimos a nuestros astronautas vestidos con sus resplandecientes vestimentas espaciales, todo lo que no era nada más que ciencia ficción se nos ha hecho mucho más creíble.
-Desde hace siglos –asintió Xavier- tal y como pude atisbar en una de las primeras visiones que os comenté acerca del nacimiento de Jesús, da la impresión de que hemos sido visitados por expediciones de otros planetas más evolucionados que nosotros. Algunos les han llamado “jardineros del espacio”. Estas entidades nos visitan regularmente y casi podríamos decir que están evitándonos un conflicto nuclear o que algún meteoro comprometiera la vida en la tierra. Incluso en Los Evangelios se describe cómo unos carros de fuego transportaban a los antiguos profetas. Hechos similares se relatan en todas las antiguas culturas y civilizaciones, por no hablar de las continuas oleadas de platillos volantes que han sido avistadas a partir de la segunda guerra mundial, y que han podido ser observados en todas las latitudes e incluso perseguidos por aviones de las fuerzas armadas de algunos países.
-Esto está que echa fuego-dijo frotándose las manos Charles.
-Durante un viaje que hice por el sur de la India-continuó Xavier-, visité un pequeño museo dentro de un templo del siglo XV. En una de las vitrinas había una reproducción en madera de “una vimana”, un platillo volador. Sonreí por el hallazgo y asomando la cabeza por la puerta estrecha del museo, miré a mi izquierda, comparé el templo de piedra con aquella reproducción de la vimana, y constaté su tremendo parecido. Esto nos lleva a una extraña pregunta… ¿Acaso esos dioses, que adoran en el mencionado templo, eran extraterrestres?
Parece que la historia se repite eternamente. La serpiente emplumada, Quetzalcóatl también tenía un traje resplandeciente y venía sobre una casa de fuego… y fue declarado dios protector de los antiguos mexicanos.
TERCERA PARTE
Capítulo 55
En Olorón
El viejo canfranero apenas tenía fuerzas para ascender desde Jaca a Villanúa. Parecía que en cualquier momento el pequeño tren plateado se detendría en medio de la vía y ya no habría quien pudiese reiniciar su marcha. Sin embargo lo consiguió. Dejó la montaña de la Espata a la derecha y llegó como pudo a Canfranc. Desde allí, las catequistas y el padre Francisco tomaron el autobús que les llevó a la villa de Olorón.
En ningún momento sintió Sauras que su amada madre espiritual le había abandonado, hasta que depositaron el ataúd en el panteón donde yacían los restos mortales de su esposo.
En aquel preciso instante sintió cómo una brisa rozaba su cara, y luego… nada más.
Había ocurrido lo mismo que con su madre. Parecía como si a los habitantes del más allá se les permitiese decir un último adiós y confirmar su existencia ultra terrena… y eso fue todo.
-¿Padre? – le sacó de su profundo mutismo el sacerdote francés.
-¿Si? -Contestó como un autómata.
-¿Puede dedicar unas palabras a nuestra hermana Juliette?
-De acuerdo…
Se quedó pensativo durante un instante, y de uno de los bolsillos de su chaqueta extrajo un papel.
-Me van a permitir que les exprese lo que nuestra Juliette era para mí.
Como brisa de atardecer
perfumaste mi ser.
Y en la fría soledad
dejé de padecer.
Lejano tu cuerpo,
cercana tu alma,
eras un río
de paz y calma.
Señora de dulces ojos
y bella mirada,
con ellos acariciaste
mi mejilla, cada mañana.
Como la luz de un ángel
asomabas a mi ventana.
De rodillas posabas
cual avecilla temprana.
En tu cálido regazo
acogiste a los pobres,
mujeres, niños y hombres
en tu espíritu noble.
Por siempre vivirás
en mi humilde corazón,
en él permanecerás
cual bella canción.
Señora, de dulces ojos
y dorado corazón,
muéstranos el camino
hacia Jesús y su Amor.
Cada palabra del padre Francisco fue una oleada de emoción que embargó a los asistentes. Y cada verso dejó en su corazón una huella tan profunda, que posiblemente nunca olvidarían aquella tarde.
Alguien le miraba detenidamente mientras recitaba aquellos humildes versos.
Era un hombre alto, rubio y de ojos azules. La melena de color dorado se posaba ligeramente sobre un traje de color azul marino. Sus ojos eran compasivos y penetrantes. Sintió el dolor del padre Sauras como suyo propio, y no pudo evitar tocar con su mano etérica el corazón del sacerdote.
Cuando Francisco terminó la lectura, el hombre joven dio media vuelta y regresó por el sendero entre los cipreses hacia la villa.
El sacerdote se volvió instintivamente, sin saber por qué, y únicamente llegó a adivinar una esbelta figura vestida con un traje de color azul.
Capítulo 56
Cambios en la Iglesia
-¿Durante el tiempo que estuviste en contacto con la Santa Sede, a raíz del estudio de la Sábana Santa, encontraste rumores de cambios en la mentalidad de la Iglesia? –preguntó Francisco.
-Ya sabes -respondió Charles- que no soy creyente de nada y sí de todo lo que tenga visos de lógica científica, aunque reconozco que vuestras aportaciones han abierto mi mente a un nuevo y valioso abanico de posibilidades sobre una realidad desconocida, y en tantas ocasiones denostada por el mundo científico. Recuerdo que en aquella época algunos estudiosos, que intentaban abrir un hueco por el que la ciencia se acercase a esas realidades, hablaban de las profecías atribuidas a Malaquías, monje del siglo XIII, que no fue creído en un principio por la Iglesia. Se trataba de sus profecías sobre la sucesión de los papas hasta el final de la Iglesia, y tanto acierto se encontró en ellas, que al cabo de dos siglos decidieron nombrarle santo de la Iglesia.
-Así es –asintió Xavier-. La Iglesia Católica también parece andar de puntillas sobre este tema, pero lo cierto es que en la vieja iglesia de San Juan (Santo Giovanni) del siglo XV, en Roma, pintaron unos medallones en la sala principal con el retrato de todos los papas, los que aun estaban por llegar tenían dedicado el medallón en blanco, pero siempre de acuerdo a las profecías de San Malaquías.
En la actualidad quedan sólo dos medallones libres. Uno en el que se pintará el retrato de Benedicto XVI y el último, que según San Malaquías será dedicado a “Pedro el Romano, quien unificará todos los rebaños dispersos por el mundo”. ¡Veremos!
-El misterio de las profecías -añadió Charles- es como tratar de viajar en el tiempo observando los acontecimientos, pero sin posibilidad alguna de interferir en ellos. Por cierto, hablando de modificar la historia. Se me ocurre preguntar si Jesucristo vino a encauzar el destino de los hombres o como algunos dicen a salvar al mundo.
-Creo que es bastante lógico pensar –contestó Francisco- que su sacrificio, y especialmente su crucifixión, sirvieron para despertar a la Humanidad. Es decir que actuó como “salvador”. ¿No opinas igual, Xavier?
-En mi opinión-contestó Xavier-, aceptar que algún mesías o avatar venga a salvar al mundo es como aceptar que Dios condenó al mundo. Es como decir que estaban abocados a un castigo. En lugar de la palabra “salvar”, utilizaría el término enseñar o mostrar. En el caso de Jesucristo nos reveló el camino del amor al prójimo.
Habría que considerar también que el hecho de obtener un cuerpo para evolucionar en este mundo, ocurre después de habernos preparado durante un buen tiempo en los planos sutiles. Primero repasando las lecciones de la vida anterior, y después encontrando unos padres que puedan proporcionarnos el cuerpo, así como distintas circunstancias propicias como una casa, una educación, etc.
Hay que comprender que tenemos que esperar a que se den las condiciones astrológicas adecuadas a la lección, que como almas, nos proponemos aprender. En fin, que hay muchos factores en contra de esa suposición de condena y en contra de la teoría de la salvación.
Aprendemos a través de nuestros errores, en un experimento continuo. Aún diría más, aprendemos a través de caminar de la mano de la ética imperante, ya sea por leyes cómo las de la eutanasia o de la manipulación genética. Son leyes que rayan la frontera de nuestra propia conciencia; pero el resultado que pretendemos obtener es el de beneficiar al hombre, ahorrar sufrimiento y producir mejores remedios y eliminar o iluminar muchos de los tabúes y supersticiones de la tradición.
Aunque parezca un poco atrevido para algunos, tenemos que considerar también que estamos aprendiendo a ser dioses, crear cosas nuevas, más sutiles, eficaces, y también nuevos paradigmas de la vida ampliando la capacidad de penetrar en el misterio del alma y su mecanismo, sabiendo que en ciertas condiciones corporales, el alma ya no está ligada al cuerpo y por ello es inútil prolongar artificialmente la vida física. Quizás pronto se consiga alguna máquina que detecte la vida del espíritu en la materia. Eso sería un gran salto en la comprensión del misterio de la creación o de la existencia de los espíritus o incluso del propio Dios.
-Tal vez tengas mucha razón-añadió Charles-, pues sin ir más lejos, los científicos de finales del siglo XIX estaban seguros de que sus conclusiones eran casi inamovibles, y sin embargo, pocos años después, llegó Einstein…
Ahora bien, respecto a tu pregunta original, sinceramente creo que todavía falta bastante comprensión, por parte de la Iglesia Católica, en lo que se refiere al mantenimiento de la vida física, aun cuando ésta ya no cumpla con unas condiciones mínimas para la expresión del alma humana a través del cuerpo.
-La Ética, por ejemplo-continuó Xavier-, está intentando condicionar la clonación de cuerpos o partes del mismo, inducida por necesidades experimentales o médicas. A este respecto diré que no habría que tener miedo, pues por mucho que intentemos clonar a Einstein o Mozart, no conseguiremos clonar sus almas. Podremos clonar el cuerpo de un soldado atleta, pero no podremos clonar al alma que tratará de ser soldado y atleta, pues eso dependerá de la educación que se le dé. Y es más, sus células habrán cambiando todas al cabo de unos siete años y, aunque su código genético sea el mismo, su personalidad será totalmente diferente.
-Sinceramente pienso -añadió Francisco- que la Iglesia Católica, a la que siempre me refiero, como un Organismo vivo y gigantesco que es, tiene un ritmo de cambio muy lento. Y desde que aparecen ideas innovadoras, nuevas posibilidades, formas más modernas de interpretar la vida o nuevos paradigmas, como tú has dicho, hasta que llegan a las últimas células del Organismo, que son sus feligreses, hay un enorme intervalo de tiempo y por lo tanto un tremendo desfase.
La lentitud en el proceso de renovación lleva a luchas inevitables entre lo nuevo y lo viejo. Así por ejemplo, la Iglesia Católica, al igual que otras confesiones, puede tener unos pensadores muy avanzados y progresistas y que para nada se ven reflejados en la actitud de los creyentes que permanecen en los lugares más remotos.
Por otro lado, un cambio excesivamente veloz dejaría a muchos fuera de lugar, sin saber a qué mundo emocional o mental pertenecen. Pero está claro que son necesarios cambios profundos en sus formas de pensar que estén de acuerdo a los nuevos tiempos. Para mí, una de las más importantes es la creencia fundada en la reencarnación.
Xavier y Charles miraron a Francisco, y pensaron que cada vez había menos diferencias entre ellos.
Capítulo 57
El retorno de Cristo (I)
-¿Entonces tú das por sentado de que tanto Dios como Satanás existen?-preguntó Francisco.
-El otro día, intenté decir eso. Ambas son entidades imbricadas en el sistema evolutivo, sólo que Dios o Logos Generador es real y Satanás no lo es. Si Dios existe, no hay lugar para Satanás y su infierno. Y también podríamos decir que el concepto de cielo es inexistente, ya que implica un factor temporal; pero sí que podríamos afirmar que Satanás existe en cuanto que es nuestro lado oscuro, o lo que se conoce como el “morador en el umbral… de la iniciación”… Es la sombra que deberá ser derrotada antes de obtener el estado Crístico. En ese acto final de nuestra carrera terrenal, tendremos que enfrentar al ladrón bueno y al malo. En el centro, pendido en la cruz de la balanza, estaremos nosotros como autoconciencia. Nos juzgaremos a nosotros mismos, y con un supremo acto de renuncia a la vida, a nuestra “zanahoria dorada” (siempre a 20 centímetros de la punta de los dedos) en los planos densos, lograremos la Luz y la Visión del Padre.
En ese instante dejaremos que la materia física, sublimada gracias a nuestro ímprobo esfuerzo y trabajo, se expanda en los éteres planetarios, como aportación a toda la humanidad. Es el estado que cada hijo ha de lograr libremente en un acto de amor hacia su Logos, y de esa forma expandir ad infinitum, la Luz que nos fue otorgada hace mas de 18 millones de años.
-El día que hablamos sobre el exorcismo, me pareció entender que Satanás no existía, y ahora parece ser que afirmas que sí. ¿Puedes aclararlo? –preguntó Charles.
-Quizás no me expresé en forma adecuada y me centré en otro aspecto. Podríamos decir que es una entidad inventada por los chamanes en la antigüedad y apropiada por otras tradiciones. Mi opinión es que intentan explicar un estado de conciencia individual; pero es tan real por haber sido alimentada durante milenios por millones de personas, que incluso puede adquirir vida en el plano de los deseos, el plano astral. Pero habrá un día que dejará de existir, por falta de vitalización, en cuanto obremos correctamente y dejemos de tener ese peso en nuestras conciencias, divinas por herencia. Es en los planos sutiles, por encima del alma, el demonio no tiene cabida.
Lo mismo se podría decir de Dios. Una entidad creadora, conservadora y destructora heredada del Hinduismo, aunque se puede aceptar que un Ser o una entidad de enorme poder creó el principio Vida en la tierra. Ideó un plan para que hubiera vida y fuera posible la evolución en este planeta.
-¿Piensas que la religión es algo necesario?-preguntó Francisco.
-Religare es volver a unir lo que antes estaba unido y ahora está separado-contestó Xavier-. Esto tiene que ver con el mito del pecado original, cuando Eva dio la manzana a Adán. La tomó del árbol prohibido. Del árbol del conocimiento o de la mente. La mente comenzó a separar al hermano árbol o el hermano león, o percibió la separación de los sexos, que partiendo de un andrógino original, produjo una separación y atracción entre los sexos diferentes. Consecuentemente, puesto que el camino de la religión se originó en la mente, ha de ser a través de la mente como se podrá comprender la unidad de esta dualidad.
-Se lee en los evangelios -preguntó Charles a Francisco-, que Jesús descendió a los infiernos durante tres días y que a su regreso resucitó a muchos muertos. -¿Cómo interpretas esos pasajes?
-Creo que tiene que ver con ciertas tradiciones judaicas; pero no creo necesario ni serio el considerar que Jesús hubiera descendido ni un solo minuto al infierno. Uno, porque yo no creo que exista el infierno y dos, porque Jesús era demasiado puro para ello y ni siquiera como sacrificio debería de ser tomado en serio.
-Eso pienso yo también –confirmó Xavier- pues aunque hubiese recapitulación de la vida, solamente dura unos segundos.
-En algún lugar del evangelio se dice -prosiguió Charles- que habrá una segunda venida del Señor. ¿Qué se espera que pueda suceder?
-Pienso que el retorno de Cristo –contestó Xavier- es muy posible que pueda producirse como mínimo de dos maneras diferenciadas entre sí.
Si la humanidad ha recapacitado y aprendido algo de los errores del pasado y entabla una nueva era de relaciones éticas y amistosas con todos los pueblos de la Tierra, Cristo puede aparecer entre nosotros. Todas las televisiones, emisoras de radio o medios de comunicación darán la noticia a toda plana. Seguramente se produciría una enorme afluencia de Luz en todo el planeta y con ello los Maestros, con Cristo a la cabeza, volverían a caminar entre los hombres. Pienso además que un cambio tan radical vendría acompañado de una curación de todas las naciones, la justicia se dará por doquier y “todos serán hartos”.
Si por el contrario, no hemos aprendido de nuestras pasadas acciones y seguimos cometiendo las mismas tropelías contra nuestros hermanos, se puede producir toda una serie de acontecimientos serios y graves para el planeta, que obligará a que la Humanidad eleve su mirada al Cielo e implore ayuda. Entonces, Cristo puede aparecer; pero lo hará con la espada de la justicia en la mano. De nosotros depende el cómo y el cuándo. Yo creo que el cuándo será pronto; pero dependerá de la cantidad y la cualidad de la gente y de la calidad de la nota acuariana que les sea posible emitir.
-¿Entonces -preguntó Charles- se salvarán 144.000 justos según los evangelios? ¿Qué pasará con el resto de la Humanidad?
-Ése-contestó Xavier- es un número muy concreto que se refiere a aquellos cuyos chakras o puertas de su templo hayan sido sutilizados. La suma total de los pétalos que constituyen el cuerpo físico (y cada uno de los cuerpos) es de 144.000. En su lugar deberían haber traducido los números romanos cómo 144 y 1000. Veamos:
El chakra de la base de la columna vertebral posee 4 pétalos, tiene forma de cruz y tiene que ascender 33 vértebras para vitalizar todo el cuerpo, sublimar su energía e iluminar la conciencia cerebral o el Gólgota humano. Cómo observamos, todo estaba escrito en forma de símbolo para cuando “tuviésemos ojos para ver”.
El segundo chakra, el chakra de las gónadas o de las glándulas sexuales tiene 6 pétalos… en cada uno de los cuerpos.
-¡Ah! –Exclamó Francisco- Ahora recuerdo lo hablado el otro día respecto al anticristo o al 666 como número de la bestia.
-Así es -confirmó Xavier y continuó-. El tercer chakra es el plexo solar. Está situado por encima del ombligo y por debajo del diafragma. Tiene 10 pétalos.
A la derecha del esternón tenemos el chakra cardíaco. Tiene 12 pétalos. Allí tenemos la analogía del segundo nacimiento en la cueva del corazón, para nacer de nuevo y entrar en la corriente iniciática. También tenemos las 12 energías del zodiaco que hemos de trabajar para alcanzar la iniciación, como lo hizo el Cristo con sus 12 apóstoles o Hércules con sus 12 trabajos.
En la garganta está ubicado el chakra laríngeo, que se transfigura o ilumina cuando el Padre se complace en el Hijo y sugiere que hay que escucharle, pues se le ha dado el don de la palabra. Tiene 16 pétalos.
Entre las cejas tenemos el famoso “tercer ojo”, el que discrimina entre el ladrón bueno y el malo, entre los constantes pares de opuestos y que habremos de sublimar para ver la unidad subyacente en todo lo existente. Este centro de energía o rueda o chakra, tiene 96 pétalos, 48 sobre el ojo derecho y otros 48 sobre el ojo izquierdo.
Luego tenemos el chakra del Gólgota, en la cima de la cabeza conteniendo otro pequeño chakra de 12 pétalos; pero que en su conjunto se dice que tiene 1.000 pétalos. No en vano se clavó al Cristo la corona de mil espinas.
Así pues, si los sumamos, tenemos: 4+6+10+12+16+96 = 144 y los 1.000 del chakra coronario. Total 144 y 1.000.
Todos aquellos que hayan sublimada los pétalos de sus chakras son Cristos, liberados de seguir aprendiendo-enseñando-trabajando en la Tierra, pues han sintetizado lo necesario para proseguir su evolución en otras esferas más sutiles.
Una evolución casi eterna, teniendo en cuenta la cantidad de millones de años de los que se está hablando, hasta que hayamos completado el círculo y podamos crear nuestro propio planeta, con todos los reinos necesarios para que haya una Humanidad en marcha.
-La verdad es que estos temas se me hacen muy interesantes-agregó Francisco-. El hecho de hablar de la existencia de una materia más sutil que es el soporte de nuestro mundo interno, creo que es un puente necesario para relacionar el cuerpo físico con el cuerpo del alma. Se rompe esa separación entre los dos mundos. Para la ciencia, todos los pensamientos son funciones cerebrales, y no hay nada más allá. Para las religiones los mundos celestiales están ahí. Pero ambos mundos están separados, y únicamente unidos por el deseo ferviente y la aspiración del creyente. Es decir un sentimiento inmaterial. Pero si, tal como creo comprender, se nos dice que cuando pensamos algo, estamos uniendo el aspecto del cerebro con el aspecto del alma a través de puentes de luz, entonces es como si todo cobrase sentido…La materia se une al espíritu que es una materia más sutil… Bueno…eso es lo que se me ha ocurrido ahora.
-¡Uao! – ¡qué fuerte! –exclamó Charles-. Pues a mí se me ocurre la peregrina idea de pensar que quizás toda mi vida he estado manejando materia espiritual, y nunca me he dado cuenta. Quizás algunas partículas eran puentes entre los mundos de materia densa y los de materia más sutil, que quizás llegaría a formar parte de esos cuerpos que tu llamas etéricos.
-Evidentemente que sí, dijo Xavier. Más sutil que el átomo de hidrógeno es el átomo ultérrimo, compuesto por 7 espirillas de materia etérica y que es el soporte de todo el mundo material, de todo el mundo atómico y subatómico. Está claro que la luz siempre ha sido el tema principal de las religiones. Y la luz es el puente que une la materia más densa y la más sutil o espiritual. La transmutación de las partículas de materia pesada, que en realidad es equivalente a decir transmutación de estados de conciencia, creo que ése es el futuro que nos aguarda.
Aunque si me permitís mirar más lejos, creo que en algún lejano eón, toda la materia oscura del universo se habrá convertido en un gran fotón de luz y todas las almas estarán gozosas con lo logrado… Y todavía me pregunto si ése será el último fin de todos los finales o tendremos que seguir conquistando otros fotones de Luz de universos paralelos con sus consiguientes estados de conciencia complementarios. No recuerdo si en la escalera de Jacob había un último peldaño, ¿o ese lo ponía Dios?
Capítulo 58
El Retorno de Cristo II
Nuestros amigos tenían una sensación extraña, especialmente Charles y Francisco. Pensaban que todo estaba a punto de terminar. El desagradable sentimiento de “¿y ahora qué?” que sucede a cada etapa de consecución tanto material como espiritual les estaba invadiendo. Habían desentrañado grandes misterios. Sus charlas acerca de la figura de Jesús y luego de Jesucristo les habían elevado hasta sentirse en el cielo. En cierto modo era como si hubiesen estado con los protagonistas de la historia. Como si les hubiesen palpado y dicho: Estamos aquí, a vuestro lado. Jesús, María… María Magdalena, José…permanecemos con vosotros apoyándoos. En sus conversaciones habían tocado con sus manos las pirámides, la cruz, el nuevo cuerpo del Maestro Jesús. ¿Y ahora qué les esperaba? ¿Un futuro incierto?
Y ésta fue la causa por la que la conversación de aquella tarde se inició de esta forma…
-¿Crees que la venida del Hijo del Hombre, tal y como lo expresaba Mateo se refería a Jesús? -preguntó Francisco-.
-No –contestó Xavier-. Para mí, es evidente que hablaba del nuevo retorno de Cristo, de su segunda venida al mundo, aunque yo creo que ya ha estado en otras ocasiones, cómo máximo representante del Amor de Dios, y como emisario del deseo de liberación del hombre y su profundo anhelo de conocer la verdad que nos hará libres.
A ese respecto quiero haceros saber una visión muy vívida que tuve hace algunos años.
Eran las 6:35 de la madrugada del día 17 de Febrero de 1991, luna llena de acuario.
-Sí que te lo tomaste en serio -dijo con cariño Charles.
-Ya sabes que hay visiones y Visiones. Y ésta era de tremenda importancia para mí. Era tan vívida y con tal alto contenido universal y personal, que me levanté inmediatamente de la cama y tomé nota de la hora.
-Sigue por favor-rogó Charles.
-La visión era tan intensa que me impulsó fuera de la cama, e ir a mi ordenador y averiguar las posiciones planetarias de aquel magno momento en la historia, en el que Cristo había nuevamente tomado cuerpo físico… otra cuestión será cuándo Él decida darse a conocer a la humanidad.
-¡Cómo vas a saber cuándo fue exactamente, si de eso hace ya dos mil años! –exclamó con incredulidad Charles.
-No me refiero a hace dos mil años, sino a nuestro tiempo.
-No te entiendo
-¿Lo que nos estás intentado decir es que Cristo vuelve a estar entre nosotros?-preguntó Francisco un poco nervioso.
-Así es-afirmó Xavier con solemnidad.
-Vamos Xavi. Una cosa es que nos convenzas de platillos volantes en la antigüedad, extraterrestres, telepatía, viajes en el tiempo a la época de los faraones, de Dios, del diablo, de curaciones o exorcismo, de súper conciencias… bueno un sin fin de afirmaciones que no pueden ser comprobadas por la ciencia, pero creo que esto ya excede mi capacidad de buena voluntad.
-Amigo Charles, ten un poco más de fe en mí. Sé que es mucho pedir, pero no olvidemos que por alguna causa estamos aquí los tres reunidos.
-Creo que lo que hemos estado hablando este año, puede tener sentido. Vamos a confiar en lo que nos va a decir -añadió Francisco.
-De acuerdo. Os aseguro que si no fueseis mis amigos, ya habría regresado a América -respondió Charles con una sonrisa en los labios, y añadió-. Sinceramente, sólo me quedáis en este mundo vosotros dos. A mis hijos apenas los veo. Sois mi única tabla de salvación. Estoy muy decepcionado de la vida.
-No digas eso, Charles. Ya verás cómo la luz vuelve a brillar en tus ojos-
-¡Tengo tantos deseos de que así ocurra! ¡Anhelo de tal forma expresar mi reconciliación con la fe, que no sé si podré cumplir mi aspiración!
-¡Mi amigo Charles! -añadió Francisco-. Todos hemos tenido terribles pérdidas. Yo mismo perdí dos madres. Una física, la otra espiritual, pero, aunque la historia parece que ha terminado, tengo fe en que nuestro caminar juntos no ha hecho nada más que empezar. No importa la edad que tengamos.
Charles y Xavier miraron a Francisco. Tenía dos lágrimas en sus ojos, pero su rostro resplandecía. Y en ese momento fue el científico quien animó al sacerdote. El amor de tres corazones se fusionó en aquel preciso instante.
-Sigue, por favor, Xavier- Creo que Francisco tiene razón.
Hay una imagen que expresa el estado de ánimo de aquellos tres hombres, si bien sólo puede comprenderse en personas más jóvenes: tres niños que miran al infinito del cielo y del mar entrelazando sus brazos sobre los hombros con la esperanza de ver un milagro. Tres muchachos que se saben amigos desde y para siempre.
El amor inmenso de sus corazones se expresó durante unos segundos externamente como silencio. Los tres miraron a una gaviota que volaba sobre la mesa de la cafetería. El animal no debería estar allí, pero estaba.
Y Xavier abrió el cofre de su corazón mostrándoles el tesoro más preciado y custodiado en el interior del mismo hasta que llegase el momento. Y ése solemne y esperado instante había llegado.
-Permitidme que os cuente esa visión, pues tiene cosas muy interesantes, al menos para mí. La primera consideración es que Él no estaría sujeto a los condicionantes planetarios, pues está muy por encima de esas energías cósmicas; pero serán las que posiblemente usará en Su nueva singladura entre nosotros.
En la visión percibí una fiesta en una montaña (posiblemente se tratara de Hacimehmet) de Constantinopla, la actual Estambul, y la antigua Bizancio. Yo caminaba, acompañado por un amigo, hacia ese lugar. Preguntamos a un joven acerca de la fiesta que se celebraba en la montaña. Nos dijo que Cristo había desposado a María, simbólicamente significaba que Cristo se había desposado con Maya o que había tomando de nuevo un cuerpo físico o de apariencia física… y no cómo en los dos episodios anteriores en los que nació de una mujer.
Xavier continuó, sin darse cuenta de que el padre Francisco se estaba poniendo blanco.
-En la siguiente escena, me vi en Barcelona, ante el edificio en el que está ubicado el “Restaurante de las 7 puertas”. Allí, encima de la cúpula de la derecha, la que corresponde al signo de Acuario, vi que estaba sentado el nuevo Cristo. Vestía una túnica blanca. Su figura juvenil debía tener unos dos metros de altura y aparentaba tener unos treinta años.
El edificio mencionado es muy singular -siguió explicando Xavier-. Fue construido en 1836 bajo la inscripción “A FUNDAMENTIS ERECTA”. Tiene 32 arcadas distribuidas entre las 3 fachadas principales. En las arcadas hay altorrelieves con diferentes alegorías de la industria, comercio y navegación. En lugar de utilizar gigantes o bestias alegóricas, usa figuras de niños al estilo de Rubens.
Bajo la terraza están los 12 signos del zodíaco, esculpidos en altorrelieve.
Concretamente, bajo el signo de Acuario, hay dos representaciones inscritas en medallones.
En la primera se observan 4 niños. Uno de ellos portando el caduceo de Mercurio.
En el segundo medallón, bajo la columna de la derecha, hay otros 4 niños. Uno de ellos está saliendo de un barril abierto. Este detalle me recordó a Diógenes. Los relieves están firmados por JX.
Un aspecto interesante está plasmado en las paredes que hay justamente debajo del signo de Acuario. Su icono no es el tradicional, pues está simbolizado con aspectos hieráticos. Parece que el autor deseaba enfatizar el signo en cuestión. Para terminar la descripción, diré que en un nivel inferior hay un altorrelieve. Es un pez doble. Posee una única boca, de la que emana agua, y ésta se vierte sobre una concha que la esparce por todas las direcciones.
En la terraza hay 4 cúpulas. Asentada cada una en los 4 ángulos del edificio y sobre una base cuadrada de 7 x 7 metros, y las diagonales del cuadrado encaran los 4 puntos cardinales.
-Tenemos que ir a ver ése edificio-dijo Charles.
-Creo que sí -añadió Francisco-, cuya mente se había disociado del cuerpo y sentía un extraño desvanecimiento.
-Mi amigo –continuó Xavier-, es decir mi yo inferior o personalidad…
-¿Era o no era un amigo tuyo? –preguntó Charles un tanto confundido.
-No. En realidad era yo mismo. Ya sabes que las visiones o los sueños muchas veces son así. Es como si en ocasiones fuésemos varias personas a la vez.
-Entendido.
-Como os decía, mi personalidad se fue a pasear para ver a sus amigos, pero mi Yo superior o alma, se acercó a Cristo y se arrodilló a sus pies. Xavier le pidió cierta cosa y luego Cristo le dijo que estaba llamando a todos los discípulos del mundo con el propósito de que se pusieran a trabajar. Cada uno en el lugar en que se encontrase.
Entonces el padre Francisco acabó de desmayarse, y no se dio de bruces con la mesa de la cafetería porque Xavier, rápido como una centella, le sostuvo con la palma de la mano. Le tumbaron en un sofá colocando la cabeza lo más baja posible, y con un pañuelo empapado en agua le humedecieron las sienes.
-¡Francisco! ¡Francisco! –le susurró Charles.
Por fin, después de un par de minutos, Francisco volvió en sí recuperando el color de sus mejillas.
-No puedo creer lo que acabo de escucharte Xavier -fueron sus primeras palabras, y después continuó- ¿Así es que aquello que yo contemplé también en un sueño, de hace unos cuantos años, era el retorno de Cristo? ¿Su nueva reencarnación? ¡Y yo no lo reconocí!
-¿También viste lo mismo?- preguntó Xavier.
–Esencialmente sí. A mí, me pareció que alguien muy luminoso me llamaba a trabajar; pero, la verdad, pensé que se trataba del Papa que estaba sobre la cúpula central de la Basílica del Pilar…
Francisco, recuperado de su pasajero desmayo, preguntó: ¿Así que reconociste que el lugar escogido por Cristo para manifestarse nuevamente era Constantinopla o Estambul?
Sí. El significado era claro y contundente. Estambul era el lugar designado para ello, aunque ignoro cómo se seguirá desarrollando el plan de acción de Cristo.
¿Ves quizás una línea de continuidad con su antigua encarnación en Nazaret?
Los planes de la Jerarquía se proyectan a milenios vista y no son percibidos por aquellos que apenas vivimos un siglo; pero parece seguro que el Departamento de Religiones, que dirige el propio Cristo, sembró una semilla en el Judaísmo, de igual forma que hace 4.000 años se depositó otra semilla en el Hinduismo… quizás haya habido otras manifestaciones del mismo Cristo en Asia; pero con el paso de los siglos se han convertido en leyendas.
¿Entonces ves esa línea que nos conduce a través de las religiones más importantes?
Parece evidente que Turquía está destinada a ser una gran baza para el acercamiento de dos de las religiones con un número de fieles más elevado. Su trayectoria, de Islamismo moderado, puede ser un buen caldo de cultivo para que en el futuro próximo se produzcan grandes cambios en gran parte de la humanidad.
Capítulo 59
Jean Michel/Jacques
-Hola –abordó al padre Francisco un hombre alto y de ojos claros, cuando caminaba por los campos de fútbol del Seminario.
-¿Qué desea?
-Es sobre vuestras conversaciones del café Moka.
-No sé de qué habla -dijo instintivamente como si se tratase del actor de una película de ficción o misterio.
-¡Vamos Francisco! –exclamó sonriendo el hombre alto, si bien su sonrisa no era irritante sino más bien cariñosa.
-Le digo que no sé de qué me habla.
-¿Ya no te acuerdas de mí?
El padre Sauras estaba asombrado. Las palabras de aquel desconocido le resultaban cálidas y no muy lejanas.
-Disculpe, no. ¿Tal vez fue usted algún compañero de estudios y no le recuerdo?
-La última vez que me viste fue en el cementerio de Olorón.
-De verdad que lo siento, pero creo que no le conozco. Tal vez se equivoca. A veces me han confundido y me han llamado “doctor”.
-No. No es un error. Fue después de recitar los versos a Juliette.
-Ya, entonces me falla la memoria más de lo que yo creía. Debe de ser porque estaba muy afectado, y en aquellos días en Olorón saludé a muchas personas.
-No te preocupes, Francisco.
Los ojos de Sauras se abrían cada vez más. Algo le estaba envolviendo. Su corazón ya sabía quién era, pero su mente no recordaba… no lograba encajarle en un marco conocido.
-El caso es que usted no me es desconocido.
-Se podría decir que yo soy el sobrino de Juliette.
-Pensaba que sólo tenía uno y murió en un accidente de tráfico.
-El cuerpo físico sí.
-No le entiendo.
-Seguro que Juliette le comentó algo sobre mí.
-Bueno… alguna cosa –dijo el padre Sauras evasivamente.
-¿Sabes? ¿Francisco?
-Dígame.
-Juliette sabía mucho sobre mí. Era mi confidente.
-Creo que esta conversación me está poniendo nervioso.
-De acuerdo. Te diré algo de ti, que se podría decir que solamente tú sabes.
El padre Francisco se sentía extraño. La conversación era irreal. Sin embargo el recuerdo de algunos episodios de los Evangelios le tranquilizó. Le vinieron a la memoria aquellos pasajes en los que los caminantes se encontraban con un desconocido, y después, cuando ya se había ido de su lado, se daban cuenta de que sus corazones vibraban en su compañía. Y fue ése recuerdo el que definitivamente hizo que sus temores desapareciesen y escuchase el latido de su corazón.
-¿Cómo te llamas? –preguntó el sacerdote como si hubiese comenzado de nuevo la conversación.
-Mi nombre es Jean Michel Jacques.
-¿Damos un paseo?
-De acuerdo.
-Es un nombre muy largo.
-Sí.
-¿Te llamas como algún familiar tuyo?
Sin duda la conversación era surrealista.
-Francisco. Pareces un niño tímido.
Entonces el sacerdote se detuvo y miró a Jean Michel Jacques.
-Creo saber qué ocurre.
-Sí dime.
-No, por favor. Dime tú algo.
-De acuerdo.
-Algo que me asegure lo que creo saber.
-Éramos felices en Ansó -dijo el hombre alto de ojos azules.
-Entonces hace mucho que nos conocemos.
-Claro. Algunas tardes jugábamos al ajedrez.
-Era una época estupenda. Sin embargo no consigo ubicar tu cara.
-Francisco. Yo tenía otro aspecto diferente.
-¿Sí? –Sauras anhelaba escucharlo.
-Yo era bajo. Apenas llegaba a un metro y medio, y mi cabello era muy oscuro. Todavía recordarás que hablábamos sobre Cristo y sobre Dios, mientras jugábamos al ajedrez.
Ambos se detuvieron. Jean Michel Jacques sacó un anillo de oro de un bolsillo y abriendo la mano de Francisco lo depositó en ella.
-Tal vez lo reconozcas.
-Sí. Es el mismo que llevaba Jacques el joven francés.
-¿Recuerdas la vez que te dije que perderíais el partido de fútbol?
-Y el padre Francisco ya no pudo más. Las lágrimas rodaron imparables. En su corazón se habían desatado mil imágenes: la parroquia de Ansó, su querida madre, el joven francés, el local de la juventud, y sobre todo Juliette. Sollozó como un niño pequeño. El cuerpo le daba espasmos que no podía controlar, el plexo solar desató sus nudos…
-Tranquilo, Francisco.
-Siento haberme dejado embargar por tantas emociones.
-No tiene importancia… creo que es algo bastante normal en estas circunstancias.
-Entonces… ¿Juliette tenía razón cuando me dijo que erais una misma alma en diferentes cuerpos?
-No es tan sencillo como expresan las palabras, pero básicamente sí.
-¿Y cómo puede ocurrir algo así?
-Es porque las almas también son de materia luminosa, pero materia al fin y al cabo.
-No entiendo.
-Las almas son los cuerpos de los espíritus. Y a veces un espíritu es tan evolucionado y tan poderoso que puede necesitar varias almas, que en realidad es sólo una unidad pero escindida aparentemente en dos cuerpos físicos.
-Creo entender.
-Imagina una esfera de luz que envuelve con su tamaño dos recipientes. El cuerpo de luz es único pero con su enorme tamaño colma las dos vasijas. Tampoco es exactamente así. Pero intento dar una explicación que más o menos se comprenda.
-Tal vez es que los dos cuerpos físicos están unidos por sus centros de energía o chacras.
-¡Bravo! Francisco. Ya veo que se te ha quedado algo de las interminables “arengas” de Xavier -dijo Jean esta vez en forma graciosa.
-¡Dios mío! ¡Cómo puedes saber tú eso!
-Bueno… es que soy algo especial.
Sin darse cuenta habían llegado hasta el parque grande. Se sentaron en un banco disfrutando de la tranquilidad del estanque de los cisnes, y continuaron la conversación.
-Me pregunto si el hecho de que una misma alma, por así decirlo, se volviese a fusionar en un solo cuerpo, no podría producir algún tipo de enfermedad mental, como por ejemplo una esquizofrenia…
-Lo que ocurre es que se fusionan las cualidades esenciales, sin importar los detalles. Podríamos decir por ejemplo que la esencia dominante en mí, era el misticismo y la característica fundamental de Jacques era su privilegiada mente e inteligencia, cualidades que se sintetizan en un ser extremadamente lúcido de tendencia mística. No sé si me entiendes.
-Creo que sí. Explicado de esa forma, no deberías saber nada de mí. Pues el recuerdo que pudiese tener Jacques de sus veranos en Ansó, no parecían tener mucha importancia.
Jean Michel Jacques sonrió.
-Hay veces que la vida de las personas es casi una casualidad continua. La de Juliette, la de Xavier, la de Charles y la tuya no son ninguna casualidad.
El sacerdote se quedó pensativo. No supo qué preguntar.
-No sois las únicas personas del mundo. Eso sería infravalorar el Poder del Señor de la Tierra o como tú le llamas Dios.
-Entiendo.
-Nuestro amado Logos Planetario en su encarnación actual, Sanat Kumara, habita los espacios de la Tierra. No hay rincón donde su esencia no permanezca. Él es el Aliento Sostenido que impregna la evolución. Él es el que permanece entre los mundos, experimentando y vitalizando con su propia Esencia toda su creación. Así es que, se podría decir que todo cuanto ocurre, de alguna forma le afecta, pues es Él Mismo. Cada alma que hay en la Tierra se estremece en su presencia. Y son muchos millones los que alentados por Su Voluntad modifican continuamente las circunstancias del Planeta.
-Bendito sea.
-Ha habido más personas llamadas a este proyecto en concreto. Hay más almas gemelas provenientes de otros espacios en ayuda de nuestro amado Logos Planetario. Ha habido más Xavieres, más padres Franciscos, más científicos como Charles, pero este proyecto es el que ha conseguido llevarse a cabo. Por lo tanto estamos llegando al final del mismo.
-¿Cuál es el final? –preguntó el sacerdote.
-Debemos viajar al “Interior de la Tierra”
¿Has dicho al interior de la tierra?
¡Sí, eso he dicho!
-¿Quiénes? –indagó, necesitando que le confirmase su anhelo.
-Sí. Estás en lo cierto. Iremos los cuatro.
-¡Qué alegría!
Jean Michel Jacques le sonrió.
-¿Y… cómo lo haremos? –preguntó Francisco con el entusiasmo e impaciencia de un niño.
-Será la próxima luna llena.
-¿Y qué les digo a Xavier y a Charles?
-Cuéntales nuestra entrevista y diles que estén preparados.
El hombre rubio de ojos azules tocó con la mano el hombro de Francisco, sonrió y se marchó.
Mientras aquel hombre de porte majestuoso desaparecía de su vista, Francisco lloró como un niño. A lo largo de toda su vida había estado protegido, envuelto por la magia de Dios o de algún enviado Suyo y nunca lo había sabido.
Capítulo 60
Viaje al interior de la Tierra
I
En el aeropuerto de “El Prat” esperaban, impacientes, Charles y Xavier. Permanecían sentados muy cerca de una de las entradas. Al lado tenían dos mochilas como si de chavales de quince años se tratase. Un poco más allá había un grupo de montañeros que reían estrepitosamente originando una alegre algarabía. Parecían buscar una ventanilla en concreto. Su destino era el mismo que el de ellos: La cordillera de los Andes en Chile.
Primero vieron entrar a Francisco y automáticamente los dos amigos se levantaron. Y cuando apareció por la puerta de cristal Jean Michel Jacques, Xavier pensó que se le pararía el corazón. Las lágrimas afloraron y aunque nunca habría imaginado que haría una cosa así, siendo aparentemente como un témpano, extendió los dos brazos y por un escaso segundo hincó su rodilla en el suelo y tocándole los zapatos exclamó:
-¡Maestro!
-¡Contrólate Xavier!
-Señor…
Jean Michel tomó los brazos de Xavier y le abrazó. Los montañeros miraron y permanecieron en silencio. Y todos los pasajeros de aquella zona tampoco osaron hablar. Después, una vez que Francisco presentó respectivamente a Charles y a Jean Michel, se encaminaron hacia la fila de clientes de la Compañía LAN, que esperaba su turno para facturar. Si los cuatro habían pensado pasar desapercibidos y con discreción, estaba claro que no lo habían conseguido.
-¡Espero que hayáis venido preparados!- dijo Jean Michel sonriendo.
Xavier todavía no había salido de su estupefacción.
-Vamos Xavier -le dijo con cariño Francisco.
-Es que había añorado tanto este momento, y ahora que ha sucedido me he quedado, así… un poco descolocado y perplejo.
Charles, sin embargo, parecía como si la luz iluminase su rostro.
-Jean… ¿De verdad vamos a ir al centro de la Tierra?
-Bueno… no es exactamente el centro, pero sí que vamos a descender a unos cuantos metros de profundidad.
-¿Lo resistirá mi viejo cuerpo?
Jean le miró con compasión y le preguntó
-¿Qué es lo que más anhelas en la vida?
-Hace muchos años, creo que durante toda mi vida, he ansiado saber si existe Dios.
-Entonces… ¿lo deseas más que tu propia vida?
-Desde luego. ¿Qué podría tener más sentido que conocer a Dios?
De nuevo Jean le miró.
-Tal vez tus amigos.
-Bueno… no había pensado en ello, pero sí, sin duda alguna, pospondría el momento de saber la respuesta si mis dos amigos me necesitasen a su lado.
-Hablas bien, Charles. No pareces un científico.
-Señor, siempre he amado la ciencia, pero parece que ésta no ha conseguido extraer de mí, el profundo anhelo de encontrar la paz. Hasta cierto punto creo que era demasiada poca cosa investigar las partículas elementales. Gracias a que estudiamos la Sábana Santa, pude sentirme especialmente vivo ante tamaño misterio.
En aquel instante Xavier se repuso de un momento tan emotivo e inesperado y dijo a Jean Michel.
-Maestro.
-¿Sí?
-¡Gracias!
Jean Michel tocó con su mano el hombro de Xavier y le dijo…
-Nos esperan grandes días hermano mío.
-Desde ese preciso momento, Xavier ya no se sintió con una extraña obligación de maestro-discípulo, sino que era como si con aquellas palabras, Jean certificase lo que realmente es la Jerarquía. Una profunda relación de libertad y amistad. Nada había que obligase, solamente comprender y sentir totalmente la unidad del Planeta.
II
En la fila ocurrió algo extraño, que muchos días después comprendieron Xavier y Charles.
-¡Vamos, que es para hoy! -exclamó graciosamente el más joven de los montañeros.
-¡Eso! ¡Eso! Que nos espera el Aconcagua -gritó otro joven del grupo.
Ciertamente, escuchar a aquellos alegres aventureros era, para almas jóvenes como las de nuestros cuatro amigos, sencillamente una delicia.
-¿Podrían alterar un poco menos el orden, jovencitos? -les sugirió con voz cariñosa una linda azafata chilena.
-¡Lo que tú digas! , mañica.
-¡Vaya con el zaragozanico! -dijo uno de sus compañeros.
-Creía que erais catalanes -dijo Xavier.
-Bueno, todos menos éste, el más bruto -le contestó uno de ellos dando con la mano una palmada cariñosa en la cabeza del gigantón.
-Yo también soy de Zaragoza -dijo Francisco.
-Encantado- respondió el joven dando la mano al sacerdote, para seguidamente continuar conquistando a la azafata chilena.
-Nosotros vamos a hacer una expedición muy cerca del Aconcagua, tal vez podríais venir con nosotros -les dijo Jean.
Los montañeros le miraron como si no estuviese cuerdo.
-¿Sabe? Llevamos dos años preparando esta ascensión. Tal vez en otro momento, gustosamente, les acompañaríamos.
-No tiene importancia. Al verles tan felices, había pensado que serían una buena compañía para nosotros.
-Otra vez será, señor.
Por fin los jóvenes facturaron su equipo y seguidamente les tocó el turno a los cuatro amigos.
-¡Señor! –se acercó a ellos una chica joven, dirigiéndose a Jean.
-¿Sí?
-Tal vez yo les podría ayudar.
-¿Eres montañera?
-Sí. Además vivo muy cerca de donde van ustedes. Es un pueblecito que se llama San Felipe.
-¿Conoces la ruta que se inicia en el Salto del Soldado? –le preguntó Jean.
-Por supuesto. La he recorrido más de cincuenta veces. Podría ir con los ojos cerrados.
-Entonces no se hable más. Nos vendrá estupendamente tu ayuda.
-¿Podría ir con nosotros mi buen amigo, que también es montañero?
-Por supuesto.
-Entonces… ¿Quedamos en Santiago, cuando desembarquemos?
-No hemos hablado de tus emolumentos -le dijo Jean.
-Señor… será un verdadero placer acompañarles por mis dominios.
-Nos vemos en Santiago-le respondió amablemente Jean.
III
Vistos desde el avión, como casi todas las montañas, los Andes no parecían excesivamente grandes. Sin embargo cuando el “cuatro por cuatro” que llevaba a los seis viajeros, se acercó al desfiladero del Salto del Soldado y bajaron del mismo, Xavier, Charles y el padre Francisco, sintieron algo especial: la pequeñez de sus cuerpos y la grandeza de su espíritu.
-Es extraño –dijo Francisco- he recorrido gran parte de los Pirineos y sin embargo nunca me he sentido tan pequeño.
-Es cierto –añadió Xavier- Es sorprendente, porque tampoco es que hayamos avanzado gran cosa en las montañas; pero sin duda impone su espectacular tamaño.
-¡Cómo se nota que no son montañeros!- exclamó sonriendo Valeria. Venga vamos que se nos hace tarde.
-¿Por qué? -preguntó Charles, mientras iniciaban la marcha.
-Cuando la extenuación es lo único que le queda al cuerpo, cuando un paso es un mundo, cuando la ventisca azota… entonces es un momento hermoso y trágico al mismo tiempo. La vida pende de un hilo y piensas que la montaña se está riendo de ti. Te preguntas ¿qué hago yo en este infierno? Estás a punto de entregarte, pero en realidad, estás más viva que cuando permaneces sedentariamente entre la muchedumbre de Santiago o de cualquier ciudad, y es una sensación que anhelas volver a repetir.
-Espero que no tengamos que pasar por eso-dijo Charles-
-¿Sabe? –se dirigió Valeria a Jean
-¿Sí?
-Sentí pena por los montañeros, cuando solicitó su ayuda. Ciertamente que la sugerencia era surrealista, pero creo que usted, en realidad, les estaba diciendo otra cosa… Pero bueno, tal vez sean imaginaciones mías. Lo verdaderamente importante para mí, fue que sabía que era mi oportunidad.
-¿Por qué pensaste que era una oportunidad?
-Contemplé la escena de Xavier con los brazos sumisos y su rodilla en el suelo ante usted. Aquello me impactó enormemente y usted me recordó la figura de Cristo.
Todos los demás se detuvieron y miraron a la joven montañera. La figura de Jean parecía cada vez más grande. El sol del atardecer se había añadido a su cabello rubio y resplandecía.
-Eres una mujer muy sabia, Valeria.
-Gracias, señor.
-¿Continuamos?
-¡A la orden Jefe!
Reanudaron la marcha. Charles que había comenzado con infinita ilusión mostró síntomas de agotamiento.
-¡Jean! –susurró Charles.
-¿Sí?-
-Gracias.
-¿Por?
-Tú ya lo sabes-dijo con profundo respeto el científico.
Había algo mágico en el ambiente. Todos sabían que acompañaban a alguien que era mucho más que un hombre. Y aprendieron algo: que aunque las palabras pueden expresarlo, el problema es que quien no ha vivido la experiencia no puede comprenderlo.
Parecía que cada segundo que transcurría, era una oportunidad para añadir a esa sensación un gramo más de magia. Enfrente de ellos se adivinaba la llegada de dos montañeros. En un abrir y cerrar de ojos estuvieron a su altura, saludaron a Valeria, a los demás. Cuando vieron a Jean que caminaba el último se detuvieron y con sorpresa exclamaron:
-¡Maestro!
-Acompaño a nuestros amigos. Tienen algo importante que hacer en Avalón.
-¿Necesitan algo? –preguntó el segundo.
-No, gracias. Que la paz sea con vosotros.
-Igualmente, Maestro.
Si las lágrimas fuesen diamantes, nuestros amigos serían inmensamente ricos y habrían llenado un par de bolsas.
Pocos minutos después llegaron a una planicie. Allí había algo parecido a una cueva, que en realidad estaba formada por un conjunto de salientes de la imponente mole.
-¿Pernoctamos aquí? –preguntó Valeria a Jean.
-Me parece buena elección-dijo Jean.
-¡Lucas! –Ordenó la valiente montañera a su amigo- ayuda a Charles a quitarse la mochila.
Xavier sonrió. Le recordó a su esposa cuando se ponía a organizar.
-¡Señor! –habló quedamente Valeria a Jean.
-¿Qué ocurre?
-Creo que Charles no resistirá otra caminata como la de hoy.
-No te preocupes. Ya haremos algo.
-¿Sabe? A pesar de su cansancio, los ojos le brillan. Es como si fuese muy feliz.
-Ha encontrado el milagro de la Paz que tanto anhelaba.
-¿Es cierto, verdad?
-¿Qué es cierto? ¿Valeria?
-Que usted es Jesucristo.
-Sabes que Jesús murió hace dos mil años.
-Bueno…entonces usted es su reencarnación.
Jean sonrió.
-Te contaré un secreto, pero no lo digas a nadie-estas últimas palabras las dijo sonriendo, sabiendo que a la mínima se lo susurraría a Lucas.
-¿Sí?
-En realidad el Cristo de hace dos mil años nunca murió. Un espíritu es eterno, nunca puede morir… ni se le puede matar.
-¿No le crucificaron?
-Sí. Pero eso no quiere decir que muriese.
-¿Entonces no resucitó?
Jean sonreía por la rapidez de sus preguntas.
-Podría decirse que, puesto que ahora conocemos la energía del átomo, su cuerpo se hizo radiactivo, transmutando la materia más densa en una materia resplandeciente y luminosa. En una materia que nunca muere.
-Pero…usted es de carne y hueso.
-Bueno… de algo parecido, pero digamos que sí. Ten en cuenta que por un lado existe la persona de Jesús, y por otro el espíritu de Cristo en esa escena pública que comenta el Nuevo Testamento. En el pasaje conocido como huerto de Getsemaní, Cristo abandonó el cuerpo de Jesús y el alma de Jesús volvió a su cuerpo.
Actualmente Jesús está ocupando un cuerpo carnal en Roma. Pertenece a la Iglesia Católica y le espera nuevamente un brillante porvenir, aunque espero que las gentes reaccionen bien y sepan reconocer la divinidad en el hombre y se ahorren muchos sufrimientos. Hay millones de imágenes de Jesús flotando en el plano astral creadas por devotos de todos los tiempos, pero no son reales. Yo soy un humilde servidor de Cristo. Me llaman Hilarión y también he de reconocer que externamente nos parecemos bastante; pero él es mucho más elevado que yo, tiene a su cargo el tema tan complejo de las religiones, yo me encargo de inspirar y espolear a los científicos para que busquen cada día paradigmas más sutiles y elevados.
Valeria se quedó pensativa y regresó a su puesto cerca de la hoguera que habían improvisado. Volvió a mirar los ojos de Charles. En pocas ocasiones había visto algo tan grande y hermoso.
IV
Los rayos del sol sorprendieron a los viajeros. Apenas había habido transición entre el azul índigo y el resplandor intensamente plateado que se alzó en un segundo sobre las montañas de pura roca.
–Vamos Charles -le llamó Lucas.
Como no respondía, se acercó el joven y por un momento pensó lo peor. No sabía si estaba dormido o muerto.
-¡Jean! –Gritó Lucas- Charles no se despierta.
El Maestro se acercó hasta él y con un toque en el hombro, le dijo.
-Vamos Charles. No puedes desperdiciar tus días de gloria.
-Ya voy Jean.
Decididamente Xavier, Francisco, Valeria y Lucas comenzaban a vibrar de una manera muy extraña. Se sentían cada vez más livianos, etéreos en lo que respectaba a su cuerpo físico respondiendo a la alegría de su alma. Francisco y Xavier ayudaron a incorporarse a Charles. Intuían que sus días estaban contados, aunque esperaban un milagro.
-¡Mis amigos! ¡Qué gran suerte ha sido pasar este año con vosotros!
-¡Vamos Charles! –Le dijo Xavier- Te vas a poner más fuerte que un roble.
-Mis queridos amigos. Soy el hombre más feliz del mundo. Setenta años sufriendo terribles pérdidas, setenta años anhelando saber qué es el universo, setenta años esperando una palabra de Vida y ahora, cuando mi vida acaba, me ilumina la Luz de Dios.
Nadie pudo decir nada. Un nudo en la garganta les impedía pronunciar una palabra.
-¿Nos Vamos? –sugirió Jean
-Señor –dijo Valeria
-¿Sí?
-Esta mañana he revisado unos dos kilómetros del siguiente tramo del camino y he descubierto con gran sorpresa que hay unos diez metros en los que la tierra se ha desprendido. Con mucha suerte sólo podremos pasar en fila de a uno.
-Gracias, Valeria.
-Cabe la posibilidad de rodearlo por la izquierda, pero diría que solamente unos montañeros expertos serían capaces de hacerlo sin peligro.
-No te preocupes, no será necesario.
La muchacha le miró un tanto preocupada, pero en unos segundos comprendió que desde que había aparecido por la puerta del aeropuerto, nada era ya normal. Así es que haría lo que buenamente estuviese en sus manos. Valeria y Lucas marchaban los primeros, Xavier y Francisco que ayudaban a sostenerse en pie a Charles, y en último lugar el Maestro de los ojos azules y cabello dorado.
V
Valeria se detuvo prudentemente a unos cien metros del desprendimiento. Jean avanzó hasta ella. Antes se acercó a Charles.
-¿Cómo vas Charles?
-Estoy en el cielo, Maestro.
-Espero que no te quedes dormido, ahora que vas a entrar en el mundo espiritual.
-Todos miraron a Jean. Creían que le estaba anunciando la muerte, pero se equivocaban.
Jean Michel Jacques se acercó, justamente al recodo que había observado Valeria, y extendiendo la mano tocó la roca y se abrió una puerta ovalada. Los furas guardianes de los altos lugares habían respondido a la llamada del Maestro y abrieron la puerta de entrada.
-¿Entráis? –les dijo sonriendo.
-¡Vive Dios! –exclamó Charles que ya no sabía si estaba en vida o encerrado en un libro de ciencia ficción.
Los cinco viajeros entraron detrás de Jean. Y la primera sorpresa que les deparaba Avalón estaba a punto de ocurrir. Parecía que la luz exterior iluminaba los primeros metros del camino interior, pero cuando se cerró la puerta detrás de Jean, se dieron cuenta de que en realidad la luz que iluminaba el oscuro pasadizo era el propio Jean. Observaron también que las piedras tenían su propia luminiscencia… y además eran suficientemente luminosas.
-No os preocupéis. Ya habéis hecho lo más difícil que es encontrar la puerta al mundo interno. A partir de aquí el camino es en descenso y fácil.
Los guardianes de la entrada o furas estaban serenamente expectantes, pues la nota del Maestro estaba autorizada a penetrar por aquellos lares, que de otra manera les habría rechazado e impedido siquiera el acercamiento a la entrada. Eran los furas guardianes de los altos lugares, quienes con su vibración tan elevada hacían de barrera protectora.
Los viajeros continuaban sintiéndose cada vez más livianos. Llevaban unos días comiendo frugalmente, caminando mucho, respirando más penosamente y algo que parecía ser que les daba muchas fuerzas, la visualización de su propia inmersión en la magia del Alma Universal. Era como si la confirmación de pertenecer, de sentir la materia espiritual les diese vida.
-Creo que estoy mejor -dijo Charles dando una palmada a cada uno de sus amigos y comenzando a andar solo.
-¡Por Dios! -exclamaron Xavier y Francisco.
Y…Charles echó a correr.
-¡Cuidado! -gritó Valeria cuando se vio adelantada por el “ancianito”.
¡Hasta luego! – pasó como una exhalación.
Entonces se dieron cuenta de que no solamente Jean iluminaba la gruta, sino que cada uno se había convertido en una llama viva.
-Maestro- comentó Valeria.
-¿Por qué ocurre esto?
-Es porque hemos entrado en la esencia de la Vida, que es la Voluntad.
-¡Jean!
-¿Sí, Xavier?
-Creo que tengo que pedirte disculpas.
-¿Por?
-He sentido algo así como celos de ti.
-Eso es normal, mi querido amigo.
-¿No es eso una falta que quizás pudiese indicar alguna fisura en mi corazón?
-Es algo normal que ocurre cuando de verdad vemos el resplandor de un alma. Hay que comprender que cada ser humano se esfuerza por ser. Esta lucha le lleva a trabajar para sí mismo, y aunque trabaje para los demás, sin embargo en el fondo, siempre lo hace para sí. Pero ello es una forma de crecimiento. Anhela ver la luz, pero cuando la Luz llega, se siente muy pequeño, como si fuese casi un insecto. Es una prueba más del camino Xavier.
-Entonces: ¿No te molesta que haya sentido eso de ti, Jean?
El “Hijo divino” volvió su rostro hacia Xavier y le horadó con sus brillantes ojos azules.
-Claro que no, mi leal amigo.
Xavier se quitó un gran peso de encima. Casi desde el principio, ese inesperado sentimiento le había sumido en una profunda tristeza. Él, que había sido el más enardecido luchador a favor de las enseñanzas de su Maestro, y cuando le había tenido a su lado, se había sentido sin luz ni brillo propio y es que la mente juzga y separa; pero el alma conoce la unidad subyacente en todo y por ello nunca juzga a nadie, sólo mide sus posibilidades y observa sus respuestas a los impactos que le llegan.
-Maestro.
-¿Sí, Xavier?
-Gracias.
Jean Michel Jacques posó su mano sobre el hombro de su amado discípulo y ambos terminaron de descender los últimos metros del camino que terminaban en una espaciosa caverna con un lago. Allí había una barca. El jovencito Charles estaba enredando con un remo como si ahora fuese un crío, y se llevó un terrible susto cuando algo parecido a un perro pero mucho más grande y fiero se acercó a unos metros.
-¡Jean! –gritó aterrorizado, temiendo que en cualquier momento se lanzaría sobre él.
-¡Kratos!
-El terrible guardián escuchó la voz de Jean y corrió velozmente a saludarle.
-¡Madre mía! ¡Qué susto! –Charles se limpió el sudor de la frente con su pañuelo.
Todos echaron a reír.
VI
Los seis amigos subieron a la barca. Xavier y Francisco introducían los remos en las aguas azules de aquella tranquila laguna. Sus almas resplandecían, nada podía enturbiar los diamantes de sus corazones. Si por casualidad alguien que no hubiese alcanzado el nivel espiritual requerido, hubiese entrado en la misma, se habría encontrado con terribles monstruos astrales que habrían emergido de las profundidades, pero las vibraciones de nuestros amigos sólo podían extraer de aquellas aguas los colores más hermosos jamás imaginados.
Millones de puntitos les envolvieron. Atravesaban sus corazones como si únicamente tuviesen un cuerpo etérico transparente. El espectáculo fue “in crescendo” hasta concretarse aquellos puntos en verdaderas figuras humanas de excelsa beatitud.
El paso de cada átomo de luz a través de sus corazones, les hacía vibrar más poderosamente y elevarse espiritualmente. Jean sonrió ante las expresiones de sorpresa de sus amigos, mientras con las manos acariciaba el agua.
Dos horas más tarde habían llegado a la otra orilla.
El primero que descendió de la barca fue el jovencito Charles. Se lanzó a correr por esa orilla, antes de que Jean le pudiese avisar, y de repente cayó rodando por la arena.
Sus amigos se quedaron perplejos. Miraron a Jean, quien sonrió con cariño.
-Se ha estrellado contra una de las naves espaciales.
Parecía que las sorpresas no terminarían en aquel viaje al interior de la tierra.
En unos minutos los expedicionarios palpaban con las manos intentando adivinar en qué lugar se encontraba cada una de ellas, pues sencillamente… en ese momento eran invisibles.
Francisco recordó al joven Jacques en Ansó. Y se acercó a Jean.
-¿Qué ocurrió en Olorón, Jacques?
-El Maestro de ojos azules y cabello rubio le miró.
-Hay veces en las que espíritus de otros centros planetarios vienen a ayudarnos, o a aprender algo en la Tierra. En muchas ocasiones nuestras almas les ayudan a anclarse en nuestro planeta. Es por ello que pueden surgir uniones temporales a nivel de alma, que es lo que ocurrió entre Jacques y yo. Si te digo que estamos en un centro donde se pueden crear cuerpos mentales, astrales y etéricos te parecerá un poco frío; pero si lo ves, entonces comprenderás la belleza y la grandeza del espíritu humano, y por ende la de nuestro Padre Celestial, el Logos de este planeta.
-Creo entender Jean. Deseaba preguntarte algo más.
-¿Sí?
-¿Crees que los humanos conseguiremos despertar?
-Siempre están despertando hombres de todos los lugares. Estamos a punto de un despertar más generalizado, dentro de poco tiempo se producirá un Pentecostés planetario, durante el cual una gran cantidad de humanos recobrarán la conciencia de su estado divino, a la cual han renunciado, si bien no ha llegado todavía el tiempo propicio, pues todavía hay mucha Humanidad que no ha llegado a un punto mínimo de evolución en el que se produce esa masa crítica necesaria para la reorientación espiritual y vital. Pero no te puedes hacer la idea de la energía que tres humanos de corazón puro son capaces de irradiar. Su fuerza llega hasta aquí con tal nitidez que se convierten en un canal espiritual de primera magnitud. Y la vida fluye a través de ellos, aunque no sean totalmente conscientes de su propia peculiaridad.
Cuando terminó de hablar, se dieron cuenta de que los cinco habían formado un círculo alrededor de Jean.
-Es por aquí.
-¡Ahí no hay nada!-exclamó Lucas.
-Claro que lo hay. Hay un espacio vacío.
Todos se echaron a reír. El alma de los viajeros se expresaba radiante y eufórica.
Por alguna causa Lucas y Valeria se dieron la mano en la oscuridad. Sintieron cuánto se amaban, y esa fue la llave que abrió una determinada puerta que accedía a una cueva inmensa con innumerables cuerpos de luz humanos.
-¿Es lo que deseabas mostrarnos? –preguntó Francisco.
-Sí-contestó Jean. Se podría decir que existen varios métodos para encarnar un alma humana, y también un alma procedente de otro planeta. El más utilizado es cuando el cuerpo egóico incipiente, con la vitalización del Ángel Solar, comienza una serie de nueva de encarnaciones, entonces utiliza todos sus poderes creadores para formar un cuerpo mental, luego se reviste del cuerpo emocional y por fin desciende sobre el vehículo físico y lo vitaliza con la energía etérica, que toma la forma compacta humana.
La segunda es una forma de colaboración con los Ángeles Solares. Existen seres humanos que están finalizando su aprendizaje de creadores mentales y son capaces de reunificar la materia mental que puede ser vitalizada por los Ángeles Solares. De esa forma está claro que gran parte del trabajo está hecho. Es lo que estáis viendo en esta sala.
-¿Quieres decir Jean, que si nosotros tuviésemos suficiente fuerza mental, seríamos capaces de crear unos cuerpos como los que están flotando?
-Eso es lo que digo.
-¿Puedo probar?-preguntó Charles-
-Por supuesto, deja libre tu mente de todo temor y de toda expectativa y deja que tu alma brille por sí misma.
Todos esperaban que en un momento apareciese una creación mágica, pero justamente encima de la cabeza del científico, se densificó una materia luminosa parecida a una catarata de fotones a enorme presión y velocidad que impregnaron e iluminaron todos sus cuerpos… su plexo solar irradió una luz tan poderosa que iluminó toda aquella enorme sala… y en cuestión de un segundo, creó un arco voltaico con el chakra cardiaco, del que se desprendía una intensa luz de color dorado. ¿Era esto una preparación para la segunda iniciación?
-¿Alguno más?
-Yo-rogó el sacerdote.
-Adelante; pero recuerda de alinearte con tu alma y déjala brillar ante ti.
Encima de Francisco apareció una llama refulgente que lentamente se fue expandiendo y purificando todos los cuerpos del sacerdote de corazón de oro. Su conciencia se expandió más allá de la gruta y comprendió todo aquello que tanto había anhelado… sintiéndose una parte del todo… Su corazón absorbió todas las energías de los chakras inferiores a través del punto central del plexo solar y en una brillante columna ascendió hasta el chakra laríngeo, era evidente que se había preparado para recibir la tercera iniciación.
-Bueno no ha estado mal, creo que ha sido un bello mensaje que disipa muchas de tus inquietudes.
-¿Puedo? -Preguntó Xavier.
-Adelante Xavier-le animó Jean Jacques; pero no pienses en ti ni en mi… sólo deja que el Ser sea en ti.
Y sobre su cabeza se concretaron unas masas de éter estallando en miles de relámpagos, que vitalizaron algunos centros y destruyeron otros. Xavier se sintió sumergido en un océano de cegadora luz y su conciencia quedó prendada por un eterno momento en aquella paz… había llegado al final de su eterna lucha por aquello, lo había conseguido y reconoció que todo el esfuerzo había valido la pena. Sobre su cabeza brilló con un inenarrable resplandor la estrella de cinco puntas de color azul, testimonio de la bendición de Cristo.
-¡Oh! -exclamaron todos los viajeros.
-Os toca el turno-les dijo a Valeria y Lucas.
Apareció encima de ellos una figura blanca, eran unos amantes abrazándose, cuyos corazones se habían unido por el lazo del amor y una fina lluvia de estrellitas luminosas cubrió sus cuerpos.
Pronto se esfumó la creación mental.
-¿Habéis visto? Sin duda, el poder del amor es mucho más efectivo que el de un creador mental aislado.
-Es cierto-dijo Xavier.
Si comprendéis lo que habéis experimentado, podréis deducir que en el caso de dos padres que se amen intensamente, hasta el punto de que sean capaces de crear una imagen común, esa figura ayudará a la encarnación de su futuro hijo. Estarán preparando el cuerpo de su futuro bebé. Le dotarán de unas cualidades de bondad, sabiduría y tendencias amorosas, por ejemplo. Y lo que es más importante, como la fuerza de su trabajo mental durará cerca de nueve meses, se podrá decir que será capaz de impregnar la materia física.
A veces alguien posee un poderoso cuerpo mental o astral y es capaz de hacer descender su fuerza al plano físico-etérico, y si es impelido por una necesidad suya o bien de su grupo, aguarda que un cuerpo formado físicamente, en algún lugar de la Tierra, sea descartado por su alma y él ocupa inmediatamente aquel cuerpo físico.
-¡Jolín que fuerte!- exclamó Charles.
-Todavía hay más variantes, pero las dejaremos que sigan su curso sin entrometernos con ellas.
-Entonces -dijo Valeria- la vida siempre permanece.
-Así es mi joven montañera. La vida siempre permanece tras las apariencias. Y esa es una de las cosas que habéis venido a aprender en este viaje.
-¿Y vos Maestro? –preguntó con amor Xavier.
-Una de las cosas que se aprenden con el tiempo es que mantener una sola forma mental es a veces muy costoso y no merece el esfuerzo requerido. Es por ello que hay un momento en el que ascendemos al Padre y entonces se nos otorga la Fuerza de la Vida. Una vez aprendido el manejo de la fuerza de la Voluntad, los resultados son mucho más poderosos, vitalizando multitud de personas al mismo tiempo a través del centro del corazón. Así pues, se pueden enviar importantes cantidades de energía vitalizada y cualificada para un fin. Imaginemos que se hace necesario crear un ambiente de amor. Entonces formamos unos ríos de energía amorosa que recorren continuamente, todo un país a través de multitud de corazones, hasta que al final, mediante el impacto de la materia mental cualificada, los entes encarnados responden, por supuesto con libertad y libre albedrío.
Cuando Xavier iba a confirmar que lo había entendido, se abrió al final una inmensa puerta blanca, o mejor expresado, vimos un inmenso resplandor.
-Hay alguien que nos desea ver.
Los seis compañeros de viaje se acercaron y se dieron las manos hasta penetrar en la brillante luz.
-Sed bienvenidos -dijo una voz mientras ellos mantenían la cabeza inclinada- Ha llegado la hora de restaurar en el plano físico Los Misterios de la iniciación. Una nueva época ha comenzado en la superficie. Devolved a la Humanidad lo que le pertenece.
Entonces se hizo oscuridad, pero en una pared del fondo de aquella otra cueva apareció el espectáculo más bello que jamás habrían imaginado.
Había una esfera de luz azul clara. Tenía unos cinco metros de diámetro y permanecía flotando en el aire. En su interior se podía distinguir la Sábana Santa, salvaguardada de las manipulaciones egoístas de unos pocos.
Los seis se acercaron hacia esa resplandeciente esfera, la rodearon y permanecieron en silencio un buen rato, aunque sólo pareció un minuto.
-¿Y ahora qué? –preguntó Charles.
-Podríamos guardarla en el palacio que Juliette me donó -dijo Francisco.
-No sé si podríamos asegurar su custodia -dijo Xavier.
Todos miraron al Maestro de ojos azules y cabello rubio.
Jean sonrió.
-¡Qué tonto soy!- dijo Xavier comprendiendo que sus dudas no tenían sentido- No recordaba que estaba hablando con un enviado de Dios.
VII
-¡Dios mío! –gritó Charles cuando salían hacia la playa.
-¿Qué ocurre? -le preguntó Francisco alarmado.
-¡Mira! -señaló con la mano
-¡Madre mía! –Exclamó el sacerdote- ¡Nuestros cuerpos están sobre la arena!
-¡Estamos muertos! -gritó Charles, desesperado.
Entonces Xavier sonrió.
-¡Te estás riendo!
-Claro.
-¡Te ríes y estamos muertos!
-¿Nunca habías sido consciente de tus cuerpos sutiles? – le dijo con cariño Jean Michel a la vez que le tocaba con la mano el hombro.
-Entonces… -balbuceó Charles
-¿Sí?
-¿Entonces no estamos muertos?
-Claro que no -contestó Jean Michel- al contrario-¿Cómo te sientes tú?
-Vivo. Radiante…Feliz…pero…
-Ahora ya sabes que puede haber vida fuera del cuerpo.
-Es verdad.
-Cuando te topaste con la nave espacial, saliste de tu cuerpo. Si no hubiese sido así, no habrías podido entrar en los siguientes recintos, y si lo hubieses hecho, para ti habrían sido simples cuevas de terrible oscuridad.
-Creo entender. Tal vez el hecho de intentar respirar mejor y llevar una alimentación más sana durante estos últimos meses, haciendo caso a mis amigos me haya ayudado algo.
-Claro-dijo Xavier.
-Estamos en un centro de energía, digamos, cósmica -continuó Jean Michel.
-¿Qué significa?-preguntó Charles.
-Para los científicos, todo son partículas. Para nosotros, la materia es sinónimo de vida y conciencia.
El padre Francisco, Xavier y Charles permanecían suspendidos en el aire, estaban levitando a unos 10 centímetros del suelo, alrededor de Jean Michel, muy cerca de sus cuerpos físicos. Los jóvenes montañeros ya habían reingresado en sus cuerpos y estaban profundamente dormidos.
-La Tierra, al igual que el ser humano, tiene diversos centros de energía-conciencia. Es más. Estos centros, que son abstracciones para vosotros, son Entidades que poseen una conciencia capaz de asimilar tanto la energía como la información engramada. Es similar a decir que los seres humanos son atravesados continuamente por partículas y ondas de todo tipo, con quantums de información de televisión, de radio o de móviles, salvo que en estos casos los humanos no las captan ni las interpretan.
-Se deduce, pues, que estamos en una especie de estación receptora de información proveniente de Conciencias extra planetarias.
-Así es.
-¡Maestro! -habló Francisco.
-¿Sí?
-¿Esas Conciencias…son Dios?
-Mi amado Francisco. La misma Tierra es Dios, pero no nos damos cuenta. No comprendemos la maravillosa e incompresible Conciencia que es necesaria para retener las energías solares. Pensamos que todo es fruto de la gravedad y que lo podemos medir en gausios… o de ciertas leyes físicas, pero sobre estas leyes materiales, están las leyes espirituales que las gobiernan y dirigen. La misma inclinación del eje terrestre depende de la Estrella Polar, que influye con su voluntad a través de los espacios “vacíos”. Podríamos decir que nuestro amado Logos planetario o lo que tú llamas Dios se inclina ante la grandeza de una Conciencia tan aparentemente lejana en el espacio. Todo está comunicado por puentes de conciencia. Nuestro venerado Sanat Kumara, la encarnación del Logos Planetario, siempre está en continua e incomprensible conversación con el Sagrado Logos Solar, incluso con distintas Conciencias de la estrella Sirio… y por supuesto, con todos las Conciencias Rectoras de los planetas de nuestro Sistema Solar.
-¡Qué inmensa Grandeza! –exclamó el científico.
-Sí, Charles. Así es.
Entonces Jean Michel miró a Xavier.
No se dijeron nada, y sin embargo, en aquel instante, el esoterista supo con toda claridad que él era “discípulo en el corazón del Maestro”. Y en ese preciso momento ocurrió un extraño milagro. Xavier sintió la necesidad de abrazar a Jean Michel, y aunque esto no sucedió, sin embargo, el aura de Xavier se unificó con el aura de Jean Michel. A partir de entonces, compartiría gran parte de la Conciencia de su Maestro. Esa era la grandeza de los espíritus. Que, aun permaneciendo autoconscientes, podían participar en los procesos de sabiduría de otras Conciencias del Universo. Era la consecuencia lógica de la inmanencia de Dios en todos los corazones de sus criaturas, que constituyen los diversos reinos de la Naturaleza, uno de los cuales es el reino humano.
-Hay –continuó Jean- una sala a la que no habríais podido acceder, pues incluso vuestros cuerpos sutiles no habrían sido capaces de soportar su elevada vibración y se habrían disuelto en el éter. En ella se congregan los Maestros más elevados, quienes con Sanat Kumara, el Cristo, el Avatar de Síntesis, el Espíritu de la Paz y otros intermediarios cósmicos, preparan el gran Concilio de Shamballa, previsto para el año 2025, donde se planificarán los próximos cien años de nuestro planeta.
-Y…ahora ¿Cómo entraremos en nuestros cuerpos?-preguntó Charles preocupado.
-Hacedlo suavemente-les dijo Jean- De esta forma conservaréis la conciencia de casi todo lo que ha ocurrido aquí. Es importante que no olvidéis lo que habéis visto.
Lo que vuestras mentes y vuestros cerebros no recordarán, contiene algunas claves de vuestro futuro inmediato, por lo que tendréis que transitar por tales acontecimientos con la misma frescura de la inocencia humana.
Los tres amigos escucharon las últimas palabras un tanto lejanas y entraron de nuevo en sus cuerpos físicos. Tras unos segundos de recuperación, despertaron de su profundo sueño y sintieron como estaban descansados y fortalecidos. Se sentían sanos y fuertes.
Muy cerca del Salto del Soldado, se despidieron de Valeria y Lucas. Fue muy emotivo y por unos largos minutos estuvieron intercambiando puntos de vista sobre lo vivido en aquellas cavidades subterráneas. Se dieron un largo y cálido abrazo. No podían adivinar en aquellos momentos que la joven Valeria sería una fiel exponente de la nueva enseñanza universal. Tenía toda una vida por delante y lo que había vivido en aquellas oquedades de la tierra, le darían muchas horas de fructífera meditación y servicio.
Capítulo 61
Tres discípulos.
Los tres amigos y Jean Michel regresaron a la cueva. Allí les estaba esperando una pequeña nave en la que embarcaron sin mayor dilación. La esfera se elevó silenciosa por entre las rocas, que parecían apartarse unos centímetros antes de pasar entre ellas.
Apenas les dio tiempo a ver a Valeria y Lucas como pequeños puntos. Incluso los Andes les habían parecido simples motas de nieve en un mapa. En unos escasos segundos estaban atravesando la franja del Océano Atlántico que dividía el día y la noche, y se habían convertido en un objeto volador no identificado.
Algunos creyeron percibir una esfera de color azul turquesa que se confundía con el índigo de la noche, el divino manto de nuestro amado Logos Planetario…
El padre Francisco, el sacerdote del corazón de oro, el último de los santos místicos cristianos y el primer humilde y sencillo representante de lo que en un futuro sería para la sexta subraza la “Nueva Iglesia Planetaria” abrió con nerviosismo la puerta del Palacio del Sol Dorado, regalado por su madre espiritual Juliette.
Jean Michel, Charles y Xavier acompañaron la esfera que contenía la Sábana Santa, pues para desplazarla, bastaba con un ligero toque de la mano del Maestro, hasta una hermosa capilla dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.
Un profundo silencio, solamente interrumpido por el canto de los pequeños animales nocturnos, envolvió aquel maravilloso acto de restitución.
Dejaron la esfera con la Sábana Santa bajo un arco gótico que finalizaba en un rosetón de cristal multicolor.
Jean Michel se sentó en un banco y los tres discípulos hicieron lo mismo, pero detrás de él.
Pasados unos minutos, el Maestro se volvió luz pura. Y a través de aquella luz, pudieron contemplar el futuro.
A aquel lugar vendrían cientos de humanos buscando la perfección. Allí serían entrenados para la tercera y la cuarta iniciación y luego partirían hacia otros lugares de la Tierra.
En la revelación hubo algo que no esperaban. Las guerras y el dolor continuarían; pero sería por poco tiempo. Serán inevitables hasta el día en que gran parte de humanidad, aproximadamente el 75 por ciento, se viese libre de aquellos que se aferran a las riquezas terrenales, a lo viejo y caduco, a sus intereses egoístas o personales.
La humanidad dejaría de ser esclava de aquellos cuyas almas no han podido imponer su nota a la personalidad materialista. Dejaría de sufrir las artimañas de aquellos que no resuenan con la nota acuariana de fraternidad o que no tienen consideración alguna por sus compañeros de viaje y tratan siempre de imponer sus ideas.
Todas esas almas, anquilosadas y caducas, serían dormidas hasta que nuevamente pudiesen proseguir su evolución en otro plano acorde a su estado evolutivo y dejarían de una vez por todas, que la humanidad terrenal pudiese caminar libre del peso de su pasado. El espíritu Crístico reinaría en la Tierra hasta la consecución del triunfo final de la Luz.
El Cristo quedaría libre de su promesa de estar expectante “hasta que el último y cansado peregrino cruce el portal de la iniciación” y proseguiría su servicio en esferas más luminosas e incluyentes de conciencia.
Epílogo
-¿Y ahora qué ocurrirá? –preguntó Xavier al Maestro de cabello de color dorado y ojos azules.
-Es difícil predecirlo Xavier. Al fin y al cabo la humanidad es totalmente libre y ni siquiera la Jerarquía sabe qué decisión tomará. La libertad que se le otorgó al ser humano, a través del libre albedrío, condiciona constantemente el futuro.
-¿Y el Pentecostés planetario?
-Hay una realidad que está ocurriendo en estos momentos. El restablecimiento de Cristo en la Tierra, se podría decir que es similar a la apertura del centro cardíaco de un ser humano. Las sutiles energías que está aportando, está incentivando y clarificando la nota que emite la humanidad más sensible.
¿Y?
-Ello significa que definitivamente el Centro Cardíaco de la humanidad se ha establecido. La vida de Cristo inunda, anega, vitaliza y recorre muchos millones de corazones que han sido impactados por esa energía de amor más incluyente.
-¿Es mucho?
-Amado Xavier, sé que a ti no te parece mucho, pero es más de lo imaginado. La humanidad ha respondido de una forma tan espectacular que ni la Jerarquía lo esperaba. Al principio fueron muy pocos hombres los que respondían, pero la semilla que parecía pequeña y casi invisible ha eclosionado hasta límites insospechados.
-¿Entonces, todo será más fácil?
-El Corazón de la humanidad ha sido vitalizado, pero ello no significa que todo vaya a ser fácil. Las circunstancias por las que pasará la humanidad están relacionadas con sus constituyentes. Y continuamente hay incorporaciones. Lo que significa nuevas dificultades. Pero se podría afirmar que no es lo mismo intentar solucionar unos problemas a ciegas, que con la confianza y sabiduría que otorga el corazón. Y eso es lo que se ha establecido en la Tierra en estos momentos de transición hacia acuario.
-Creo entender.
-Cuando Cristo se expresó de esta forma “Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo”, se puede decir que son palabras muy extrañas, y que incluso vienen de épocas más antiguas que la de Jesús. Y sólo pueden adquirir significado en la época actual, con el descubrimiento de la radiactividad y de las telecomunicaciones, cuando se comprende que “El fuego radiactivo del Corazón de Cristo” anega millones de corazones humanos. Se podría afirmar que ellos son Él.
-Entonces… el loto de doce pétalos de la humanidad… ¿ya está activo?
-Así es. Es el resultado del trabajo de muchos eones, y ahora el Fuego del Amor está definitivamente establecido en la tierra.
-Entonces… ¡seremos pronto un Planeta Sagrado!
El Maestro de cabello rubio y ojos azules sonrió.
-Si, mi amado hermano. Así es. No importa que cada una de las partículas de nuestro hermoso y diminuto planeta azul no esté totalmente transmutada. Ya sólo es cuestión de tiempo. Incluso puedo añadir que el propio Cristo, desde su crisis en el Huerto de Getsemaní, ancló su Antakarana con la propia Shamballa y estableció la posibilidad de que el hombre respondiese al Propósito Divino. Con ello también vitalizó el loto de doce pétalos sito en la cima de la cabeza, el Gólgota humano.
-Es una gran noticia.
-Podríamos decir que desde los Lugares Excelsos ya saben que hemos tomado una decisión, y eso es lo que importa.
-¿Y el mal?
-La marcha de un hombre puede estar detenida en un camino por el barro de las últimas lluvias. Pero él sabe, tiene la plena seguridad de cuál es su hogar. Los hombres se detendrán, a veces, en efímeros placeres que desembocarán en terribles luchas, pero nada puede parar ya su inexorable destino hacia el Hogar del Padre… aquellos que están frenando estas ansias de luz y de paz de la inmensa mayoría de la humanidad, serán separados de vosotros… y podréis acelerar vuestros pasos.
El azul del mar anunciaba la inminente salida del Sol. Francisco, Charles y Xavier vieron desaparecer al Maestro de cabello dorado y ojos azules, que se convirtió es un punto de luz que fue tragado por el aire circundante, ocasionando un pequeño y seco sonido.
-¿Y quién nos creerá?-preguntó Charles
–“Sólo aquellos que tengan ojos para ver” –contestó Xavier.
-Creo que no os dais cuenta de la realidad -dijo sonriendo el padre Francisco.
Los dos le miraron. Francisco, el sacerdote de corazón de oro, dio la espalda a la claridad naciente y enfrentó el Palacio del Sol Dorado, donde se hallaba ahora la Sábana Santa.
Sus amigos comprendieron. Y tras unos segundos de silencio volvió a mirar hacia el mar.
-Sabéis.
-Di, Francisco-le rogó Charles.
-Muy pronto tendremos una visita de alguien de Roma.
-¿Es quien yo creo?-preguntó Xavier.
-¡Sí!-contestó el sacerdote.
-¿Tal vez me podríais decir quién es? –preguntó exasperado el científico.
-Es Aquel que dejó plasmada su figura en la Sábana Santa.
-¿El Maestro Jesús?-dijo emocionado Charles.
-Así es.
En aquel mismo instante, la luz dorada del sol iluminó el rosetón bajo el que se encontraba el sagrado lienzo, y su reflejo multicolor acarició los corazones de nuestros amigos.
Fin
Glosario
Ábrete sésamo: Palabra de pase. Puede ser cualquiera a la que se dote de poder mágico.
Ajna: Centro o chakra de visión etérica. Tercer ojo.
Akasha: Depósito de la memoria del Logos o Dios Planetario.
Antakarana: Puente de luz y conciencia que une el alma con la mente y el cerebro.
Ashrama: Centro o punto de conciencia de un maestro a cuyo entorno se reúnen sus discípulos.
Bailey, Alice A.: Amanuense que utilizó el Maestro Tibetano en el siglo XX para dictarla 18 libros esotéricos.
Blavatsky, Helena P.: Amanuense que utilizó el Maestro Tibetano en el siglo XIX para dictarla varios libros, entre ellos La Doctrina Secreta e Isis sin velo.
Chakra: Rueda de energía etérica que vitaliza cada glándula endocrina.
Clariaudiencia: Facultad de oír los sonidos más allá del espectro audible. Facultad del tercer oído.
Clarividencia: Facultad de ver o percibir en otras dimensiones sutiles. Facultad del tercer ojo.
Etérico: Dimensión sutil. Está justamente por dentro y encima de la piel. Inter penetra toda la Creación y la vitaliza.
Gran Fraternidad Cósmica: Parte de la Jerarquía oculta del Planeta. La componen los Maestros que han superado la etapa humana.
Jerarquía Planetaria: Maestros ascendidos que se ocupan de los asuntos más sutiles del Planeta. Su guía es el propio Cristo.
Karma: Pecado original. Ley de causa y efecto.
Kumara, Sanat: Uno de los nombres conocidos de nuestro Logos Planetario o Dios rector del Planeta.
Logos Planetario: Dios regente de la tierra.
Kundalini: Fuego vital sito en la base de la columna vertebral. Adopta la forma de serpiente enrollada en el coxis.
Mónada: Alma superior o Padre en los cielos.
Ouija: Plancha de madera o de plástico sobre la que se escriben todas las letras del alfabeto, los números, sí y no. Trata de conversar con algún espíritu y éste deletrea allí las respuestas.
Sánscrito: Una de las tres lenguas sagradas de la India.
Telepatía: Facultad de sintonizar otra mente y comunicarse con ella. Hay varios tipos de telepatía: de alma a alma. De alma a mente. De mente a mente y aun otras de tipo inferior y de resultados inciertos.
Índice
Prólogo
Primera parte
Capítulo 1 Un hombre hacia su destino
Capítulo 2 En la cafetería Moka
Capítulo 3 El eterno presente
Capítulo 4 Buscando una parte de la verdad
Capítulo 5 El seminarista
Capítulo 6 El antakarana o arco iris
Capítulo 7 Simbolismo del portal de Belén
Capítulo 8 El padre Francisco.
Capítulo 9 Apuntes sobre Jesús
Capítulo 10 Charles Duward
Capítulo 11 Casualidad, causalidad y sincronicidad
Capítulo 12 El encuentro de “tres extraños”
Capítulo 13 El sacerdote del corazón de oro
Capítulo 14 Resplandor en el rostro
Capítulo 15 La vida trunca un brillante porvenir
Capítulo 16 Pruebas de Clarividencia
Capítulo 17 Dudas y preguntas
Capítulo 18 Las travesuras de un niño especial
Capítulo 19 Síndrome de la parálisis del sueño
Capítulo 20 El despertar del corazón.
Capítulo 21 Viajes en el tiempo
Capítulo 22 La tentación. (I)
Capítulo 23 Tutankamon, un gran iniciado (I)
Capítulo 24 La tentación (II)
Capítulo 25 Más allá de los límites mentales.
Capítulo 26 Charles abre su corazón.
Capítulo 27 Mare Nostrum y Egipto (I)
Capítulo 28 La tentación (III)
Capítulo 29 Aprendizaje de Jesús en Egipto (II)
Capítulo 30 La tentación (IV)
Capítulo 31 Otra herida en el corazón de Charles
Capítulo 32 Jesús continúa en Egipto (III)
Capítulo 33 Un nuevo destino para el Padre Francisco
Capítulo 34 Finaliza la estadía del Maestro Jesús en Egipto
Segunda Parte
Capítulo 35 En un barrio marginal (I)
Capítulo 36 Jesús regresa a la casa de sus padres.
Capítulo 37 En un barrio marginal (II)
Capítulo 38 El cuerpo etérico del los seres humanos.
Capítulo 39 Jesús en Damasco, Bagdad y Bizancio
Capítulo 40 En un barrio marginal (III)
Capítulo 41 Se acerca la hora.
Capítulo 42 En un barrio marginal (IV)
Capítulo 43 Bautismo de Jesús y la encarnación de Cristo.
Capítulo 44 Sobre la reencarnación.
Capítulo 45 En un barrio marginal (V)
Capítulo 46 El Apocalipsis.
Capítulo 47 Los Ángeles
Capítulo 48 El misterio de la unión de dos almas
Capítulo 49 Exorcismo
Capítulo 50 El misterio de los hijos de las estrellas
Capítulo 51 Últimas horas de libertad de Cristo
Capítulo 52 Getsemaní, la noche oscura del alma.
Capítulo 53 El calvario de Jesucristo.
Capítulo 54 La Sábana Santa.
Tercera Parte
Capítulo 55 En Olorón
Capítulo 56 Cambios en la Iglesia
Capítulo 57 El retorno de Cristo (I)
Capítulo 58 El retorno de Cristo (II)
Capítulo 59 Jean Michel/Jacques
Capítulo 60 Viaje al interior de la tierra
Capítulo 61 Tres discípulos.
Epílogo
Glosario
Agradecimientos:
A Quintín García Muñoz por su grácil pluma y mil sugerencias.
A Alice A. Bailey por la idea central de su libro “De Belén al Calvario” que me abrió la puerta a la comprensión del Nuevo Testamento.
A mi esposa Hiltrud la gran cantidad de horas que ha dedicado a pulir mis ideas y la redacción de los textos.
A mis hijos Daniel y Cristina por sus valiosas sugerencias.
A Emili González por las sugerencias hechas y por el cuidadoso repaso que hizo del libro.
A Babaji, Albert Maurette, por haberme mostrado tantos caminos que conducen al centro de la estrella rutilante que brilla en cada uno.