La imagen de la Virgen de Guadalupe ha sido objeto de varios exámenes científicos, con sorprendentes resultados.
Por Johannes Fiebag
Introducción
La importancia de las apariciones para la hipótesis de los históricos, así como de los actuales, encuentros con inteligencias extraterrestres (IETs), no parece haber sido del todo comprendida ahora hasta. Las apariciones son normalmente rechazadas por los científicos y usualmente aceptadas por los teólogos. Las apariciones de la Virgen María normalmente son aceptadas sólo por la Iglesia Católica.
Esto, sin embargo, parece ser una seria mala interpretación (Fiebag 1986, 1995). Una explicación alternativa se relaciona con el objetivo y los fenómenos secundarios perceptibles en los actuales acontecimientos UFO. Estos eventos modernos trazan de muchas maneras un paralelo con la serie de apariciones que ocurrieron en 1917, en Fátima, Portugal, (Vallée 1975, y Keel 1971).
Tal fenómeno incluye discos, como un «aparato de luz,» descritos exactamente en estos términos por los testigos de la quinta aparición. También se observaron detonaciones supersónicas dobles, protuberancias luminosas, cargas electro-estáticas, “estrellas” moviéndose, misteriosas flores blancas o nieve que caían del «aparato de luz,» pero que desaparecieron cuando hicieron contacto con la tierra. Estas descripciones de «nieves» o misteriosas “flores blancas» son bastante similares a las descripciones de «cabello de ángel” que son bien conocidas a partir de algunos famosos casos UFO.
Con el caso de Fátima existe también la probabilidad de la manipulación física de los tres visionarios por una medicina desconocida o mezcla de drogas. Esto se infiere del hecho de que algún tipo de inusual lapso de tiempo les ocurrió a los tres niños. El evento final y más fuerte que lleva a los investigadores a creer que esto fue mucho más que una aparición son los informes de un disco plateado girando. Este disco fue observado por unas 70.000 personas que equivocadamente creyeron que se trataba del Sol.
Siguiendo con la aparición / hipótesis UFO, la figura de la Virgen María podría interpretarse como algún tipo de proyección holográfica. Esta proyección podría ser similar, pero no idéntica, a las modernas holografías de fotos láser tridimensionales. También se han registrado proyecciones holográficas en recientes casos UFO. La «hermosa mujer» podría haber sido una figura virtual. Producida por una tecnología altamente desarrollada, podría afectar su entorno por y durante el tiempo de la aparición, y ser visible para los visionarios y a veces también para otros testigos.
Esta teoría holográfica también aplica a otras apariciones o posiblemente incluso a una serie de apariciones. Por ejemplo, las apariciones que ocurrieron en Heroldsbach, Alemania; Eisenberg, Austria; Montichiari, Italia; y Medjugorje, Bosnia-Herzegovina, (Fiebag, 1995). Esta interpretación se corresponde con ambos la hipótesis Leaky-Embargo desarrollada por el Profesor James Deardorff (1986), así como con mi propia Hipótesis del Mimetismo (Fiebag, 1990, 1993, 1994, 1995).
La Hipótesis del Mimetismo intenta explicar las diversas apariciones y conductas de posibles IETs a lo largo de los siglos sugiriendo que nosotros las consideramos como manifestaciones virtuales que se han adaptado a nuestro sistema de creencias cultural-sociológico y religioso, así como a nuestras fantasías, imaginaciones, y expectativas.
Las apariciones de la Virgen María parecerían ser una forma lógica de comunicación iniciada por IETs y dirigida a nosotros.
La historia del acontecimiento de Guadalupe
Otro caso importante que involucra a las apariciones es la aparición de Guadalupe, México, en el año 1531. He escogido este caso porque todavía es uno de los pocos con un objeto físico todavía hoy en existencia. Este objeto no sólo indica que las apariciones son reales, sino que hay una verdadera conexión con una extraña inteligencia foránea.
El informe original de la serie de apariciones de Guadalupe fue escrito por el noble azteca Antonio Valeriano. Él lo tradujo en 1649 de los viejos textos españoles al dialecto mexicano Nahuatl y lo tituló Nican Mopuhua. Durante los últimos siglos los registros oficiales españoles originales han desaparecido, de modo que el Nican Mopuhua es el texto más antiguo sobre el evento hoy en existencia (Siller, 1984).
El acontecimiento
Antes de la salida del sol del 9 de diciembre de 1531, Juan Diego, entonces de 57 años de edad, empezó su caminata desde su pequeño pueblo de Tolpetlac hacia la ciudad de Tlatilolco, a nueve millas de distancia. Él quería tomar la parte en la santa misa mientras estaba allí. Juan Diego era un indio azteca que seis años antes se había convertido al cristianismo. La ruta que tomó lo llevó a través de campos pedregosos y bajas colinas. En las inmediaciones de un pequeño montículo, que los indios conocían como «Tepeyac» y que luego se convirtió en el nombre español “Guadalupe», él se dio cuenta de que estaba oyendo una música desconocida, no terrenal. Esta música venía de la cima de la colina.
En el Nican Mopuhua encontramos lo siguiente:
En ese lugar él levantó la vista hacia el montículo, hacia el lado donde el sol estaba subiendo y desde donde venía el maravilloso canto.
¡Y cuando el canto de repente se detuvo, cuando ya no fue más perceptible, él oyó como alguien llamaba desde la cima del montículo, cómo alguien decía: “¡Juan Dieguito!»
Y cuando él alcanzó la cima de la colina, vio a una noble señora que estaba de pie allí.
Ella lo invitó a acercarse.
Su vestido brillaba como el sol, como si se reflejara por la luz,
y la piedra, la roca que sus pies pisaban, como si centelleara;
el resplandor de ella brillaba como las joyas, como el ornamento más hermoso, la Tierra, como si estuviera brillando en la luz del arco iris.
Juan Diego cayó de rodillas. La aparición le habló una vez más y se refirió a sí misma como la «Inmaculada Santa Virgen María». Dijo haber venido para que la gente le construyera un santuario en el Typeyac. Y dijo también que Juan Diego era el mensajero escogido que debía llevar esa petición al obispo de la Ciudad de México.
Juan Diego siguió su camino hacia la ciudad. Después de llegar, tuvo que esperar varias horas hasta ser admitido para ver a obispo Juan de Zumárraga. El obispo le escuchó contar su historia, pero no le creyó lo que alegaba. Despidió a Juan Diego con el comentario de que se ocuparía del asunto más tarde. Decepcionado, Juan Diego regresó al Tepeyac. Cuando llegó, se encontró de nuevo con la «reina de los cielos.» Él lamentó su infortunio y le pidió que escogiera a otro mensajero, preferentemente alguien que estuviese mejor preparado para la misión. Sin embargo, la Virgen enfatizó,”es absolutamente necesario que tú vayas personalmente y que exijas que mi Voluntad se lleve a cabo». Al día siguiente Juan Diego se encontró otra vez con el obispo. El obispo estaba obviamente muy sorprendido por la perseverancia de Juan Diego, pero no estaba todavía dispuesto a creerle. Echó a Juan y le pidió algún tipo de prueba para que pudiera creerle que la «reina de los cielos» realmente lo había enviado.
Una vez más Juan Diego volvió al Tepeyac, donde la misteriosa mujer lo estaba esperando. Él le informó acerca de la exigencia del obispo y la Virgen contestó:
“Todo está muy bien mi pequeño hijo. Mañana tú regresarás a este lugar y entonces le llevarás al obispo la prueba que exige. ¡Ahora, vete! Yo esperaré por ti aquí mañana.”
A la mañana siguiente, el 12 de diciembre de 1531, ocurrieron algunos extraordinarios e importantes eventos. En el Nican Mopuhua encontramos lo siguiente:
Ella le dijo,» Sube mi muy pequeño hijo, a la cima de la colina dónde tú me has visto y donde yo te di mis órdenes. Tú verás allí diferentes flores. Escógelas, recógelas, y júntalas. Luego regresa a mí, trayéndomelas, a mi presencia».
Y Juan Diego subió a la colina, y cuando alcanzó la cima admiró las flores sorprendido de cuántos tipos diferentes había. Ellas eran delicadas y bonitas aunque no era su época para florecer. En ese momento del año todo estaba cubierto con la escarcha.
El Nican Mopuhua indica repetidamente qué tan maravilloso y asombroso era eso. Allí, en la cima del Tepeyac, a pesar del crudo invierno las hermosas flores estaban abriéndose. Esto estaba ocurriendo en un lugar donde incluso en el verano normalmente no se encuentran nada más que «montones de duras piedras, espinosos perales, zarzas, y cactus de mesquite”.
Juan Diego escogió las flores como se le ordenó y las puso en su tilma, una prenda similar a un delantal. Entonces regresó hacia la brillante figura que lo estaba esperando al final de la colina. «…y cuando ella vio las flores, las tomó con sus venerables manos, luego las volvió a poner en su tilma y le dijo:
Mi muy pequeño hijo, estas diversas flores son la prueba, la señal que tú le llevarás al obispo. Tú le dirás en mi nombre que esto hará que él pueda reconocer mi pedido y por consiguiente convertir mi deseo en realidad. Y tú, quien eres mi mensajero, en ti está puesta la absoluta confianza.
Y te ordeno con el mayor rigor que en ninguna otra parte que no sea en presencia del obispo abras tu tilma y muestres lo que estás llevando.»
Una vez más, Juan Diego se marchó, y una vez más tuvo que esperar varias horas hasta obtener el permiso para ser recibido por el obispo. Esta vez él no estuvo solo en el cuarto con el obispo. Algunos altos funcionarios de la iglesia y algunos otros indios estaban presentes. Juan Diego se arrodilló delante del obispo Zumárraga. Le dijo lo que había pasado y que había elegido las flores del Tepeyac y que ésta era la prueba que él le había pedido. El Nican Mopuhua informa como sigue:
«Aquí están, por favor recíbalas. Y entonces él abrió su tilma blanca en la que ella había puesto las flores.
Y en ese momento, cuando las espléndidas flores cayeron al suelo, allí la tilma se transformó en un augurio. De repente, apareció allí la bienamada imagen de la Señora Inmaculada, de la Santa Virgen María. Cuando el obispo y todos aquellos que estaban allí en el cuarto la reconocieron cayeron de rodillas y la admiraron enormemente.»
Enfrentado con esta evidencia, Zumárraga quedó finalmente convencido: una pequeña capilla fue construida en la cima del Tepeyac, como ordenaba la aparición. En 1695 se la reemplazó por una gran catedral. En 1754, el Papa Benedicto 14 reconoció El Milagro de Guadalupe (que es el nombre que reemplazó el Tepeyac original).
Los papas siguientes no sólo pusieron el énfasis en la validez de esta aparición, sino también le han concedido un estatus superior a Guadalupe. En 1976, se construyó una nueva basílica que tiene capacidad para albergar a diez mil personas.
Juan Pablo II fue el primer papa en visitar Guadalupe en 1981, 450 años después de las primeras apariciones. Él la visitó de nuevo en la primavera de 1990. Hoy, Guadalupe es parte integrada a la capital de México. Más de 20 millones de peregrinos viajan a Guadalupe todos los años y es uno de los santuarios más grandes de la Iglesia Católica.
Las propiedades misteriosas de la tilma
Como previamente se dijo, es la imagen dejada en la tilma lo que hace al evento de Guadalupe uno extraordinario. La colorida figura de María en la tilma de Juan Diego mide un total de 142 cm. En los siglos pasados, la figura fue repetidamente pintada parcialmente por encima. Por ejemplo, las manos fueron hechas más pequeñas para hacerlas parecer como más mexicanas. Esto es detectable a través de la fotografía infrarroja. Sin embargo, nosotros todavía tenemos en nuestro poder la imagen original que apareció tan de repente y en presencia de varias personas en el año 1531.
Durante las últimas décadas, se han hecho gran número de análisis científicos, tanto sobre la imagen como sobre el material de la tilma. Los resultados de estos exámenes son de gran interés.
Primero, la tilma en sí es una prenda que fue tejida con los ásperos hilos del agave. Normalmente estos hilos, incluso bajo el tratamiento más cuidadoso, no duran más de 20 años. Sin embargo, dado que la tilma de Juan Diego tiene ahora 450 años de antigüedad, esto significa que ha durado 20 veces más de lo que debería, y sin ninguna señal de deterioro.
A pesar del paso de 450 años, los colores en la tilma conservan notable brillo y vitalidad.
Lo que es aun más asombroso es el hecho de que la imagen no fue protegida por una hoja de vidrio durante los primeros siglos. Se conservaba en una pequeña, abierta pero húmeda, capilla y expuesta sin cesar al incienso y al humo de innumerables velas. Los inválidos se han puesto la tilma sobre sus cuerpos, millones la han tocado, y cientos de miles la han besado. Se han colocado en ella piezas de joyería y pertenencias privadas, tales como espadas y sables. Un biofísico llamado Phillip Callahan, de la Universidad de Florida, calculó en 1973 la masa de energía de la luz ultravioleta de las velas encendidas en estrecha proximidad a la tilma. Según su investigación, las emisiones de luz durante los últimos 450 años deberían haber destruido los colores hace mucho tiempo. “La luz ultravioleta demasiado intensa blanquea todos los pigmentos de color, ya sean ellos orgánicos o inorgánicos por naturaleza. El azul se marchitará especialmente rápido.» (Callahan, 1981). De algún modo, todos los colores han sobrevivido hasta el momento.
En 1936, el alemán ganador del premio Nobel Richard Kuhn, de la Universidad de Heidelberg, recibió una muestra del tejido para examen. La muestra era un hilo rojo y uno amarillo, directamente tomados de la imagen. Durante sus investigaciones, Kuhn pudo concluir que en realidad no había ningún color sobre o en los hilos. Esto significa que no se usó ningún animal, planta, ni materia colorante mineral: “La posibilidad de que fueran utilizados colores sintéticos se excluyó porque los sintéticos no estuvieron en uso por otros trescientos años.» (Johnston, 1981).
En 1946, se hizo por primera vez un análisis microscópico directamente del tejido. Los resultados confirmaron aquellos de Richard Kuhn. Además, se determinó que la imagen no era en definitiva una pintura puesto que no se encontraron marcas de pincel. Un nuevo examen en 1954, hecho por el físico mexicano Francisco Ribera, condujo al mismo resultado. El especialista en La Guadalupe Católica Francis Johnston escribe:»Si la imagen no es una pintura, ¿qué otra cosa es?” (Johnston, 1981).
En 1964, un análisis de la propia imagen fue efectuada por dos expertos en fotografía de Kodak (Callahan, 1981). Ellos determinaron que la imagen «tiene definitivamente el carácter de una fotografía”. Un examen infrarrojo hecho por Philipp Callahan y Jody Smith en mayo de 1979, demostró la falta de un lienzo preparado, además de una capa de tierra o una capa de barniz protectora. «Las fotografías infrarrojas no muestran ninguna marca de pincel, y la ausencia de alguna cola es obvia debido a los muchos huecos vacíos que son visibles en el material. Tal fenómeno es fantástico… Se encontró que el color rosa en la imagen le permite a la luz infrarroja que lo atraviese. Éste es otro misterio. La mayoría de los pigmentos rosas son normalmente impenetrables por la luz infrarroja, pero éste no es el caso para esos pigmentos en la imagen.» (Callahan, 1981).
En 1929, el fotógrafo mexicano Alfonso Gonzáles descubrió que los ojos de la figura en la tilma estaban reflejando una cara obviamente humana. Él anunció su descubrimiento, pero éste fue guardado en secreto por la Iglesia y al final simplemente fue olvidado.
Más de 30 años después, el 29 de mayo de 1951, el ilustrador Carlos Salinas examinó una ampliación de la cara de la Señora (en la tilma). Usando una lupa, descubrió que la pupila del ojo derecho contenía la imagen de un hombre barbado. Por consiguiente, el obispo de México, D.F. instituyó una comisión investigadora. El 11 de diciembre de 1955, los miembros de este comité no sólo confirmaron el descubrimiento, sino también declararon que con toda probabilidad esa cara era la de Juan Diego.
Posteriores exámenes realizados por oculistas, ópticos, y físicos mostraron más detalles. Por ejemplo, el oculista Rafael Chavoignet declaró (citado por Johnston, 1981): » Estudié los ojos con el mayor cuidado posible y, de hecho, observé la imagen de un hombre en la córnea de ambos ojos. La distorsión en la posición de la imagen es idéntica a la que se produciría en un ojo normal.”
En 1962, el óptico Charles Wahlig investigó de nuevo la tilma, pero esta vez con otros ópticos. Ellos realizaron una ampliación de los ojos veinticinco veces superior y no sólo descubrieron dos caras más reflejadas, sino también pudieron reconstruir la configuración geométrica de esas personas en el momento de la aparición de la imagen. «En el momento en que Juan Diego le entregó las flores al obispo, nuestra Bendita Señora estaba en realidad presente en el cuarto, pero quiso permanecer invisible. En lugar de eso, ella quiso dejar un símbolo visible, imperecedero, de su presencia en la tilma de Juan Diego. Esa parece ser una imagen auténtica de ella, como si estuviera allí en el cuarto y observara el desarrollo del evento. La imagen es perfecta en cada detalle, incluso los reflejos de Juan Diego y de las otras personas que claramente miran por encima de sus hombros. Desde la posición de Juan Diego y las otras dos personas, nosotros podemos notar que ellos no podían ver la imagen de la Bendita Señora. Las dos personas están mirando a Juan Diego y es evidente, podemos asumir, que él estaba mirando al obispo.» (Wahlig, 1972).
Además, es de hacer notar que un nuevo examen, llevado a cabo en 1986, con microscopios electrónicos y análisis de computación, por el oculista Jorge Padilla y el ingeniero de la NASA José Tonsman, condujo al mismo resultado (Tonsman, 1981).
En comparación con otras pinturas, las dos personas descubiertas en las pupilas de los ojos fueron identificadas, con toda probabilidad, como el intérprete del obispo Zumárraga y el obispo Ramírez y Fuenleal, que también estaba presente durante el acontecimiento. «Debe mencionarse que no existía ninguna evidencia científica con respecto a los reflejos del ojo hasta que Helmholtz los confirmara en un extenso ensayo sobre el ojo hacia 1880. Ya que no fue posible captar esos reflejos hasta la invención de la cámara, nosotros nos confrontamos con un fenómeno científico inexplicable. ¿Quién podría conocer eso en el año 1531, y podría haberlo usado?» (Johnston, 1981).
Excluyendo un milagro
Los resultados de los varios exámenes científicos de la imagen en la tilma de Guadalupe nos llevan a creer que no es una pintura, ni un milagro, ni una falsificación posterior. Eso nos deja con dos posibles explicaciones:
1) La imagen realmente fue creada por la influencia inmediata y milagrosa de la Santa María de Dios y no necesita más interpretación,
O
2) Después de considerados todos los factores conocidos en relación con su origen, intentamos explicar la formación de una manera lógica y racional.
Sin ninguna duda, en la literatura religiosa hay buena gana de hacer uso de la primera posibilidad. Según la Iglesia, fue un milagro divino, producido en el momento en que Juan Diego abrió su tilma. Un examen más riguroso de las circunstancias no parece ser apoyado por los análisis o la reciente literatura.
Preparación del «milagro»
Incluso de una ojeada, uno puede ver que hay tres partes para el «milagro» involucrado en el Acontecimiento de Guadalupe. Hasta donde yo sé, una clasificación tripartita nunca se ha intentado en la literatura religiosa, pero esto es evidente cuando echamos una mirada más cercana a los problemas.
1) Los preparativos temporales: En la tarde del 10 de diciembre Juan Diego transmitió la exigencia del obispo a la figura milagrosa. Su respuesta fue:
Muy bien, mi pequeño hijo, tú debes regresar mañana para que puedas llevarle al obispo la señal que pidió. Se deduce pues que el hacedor del «milagro de las flores» no podía llevar a cabo el milagro en ese momento inmediato, sino en cambio, que necesitaba de un tiempo para prepararlo. Así que, el directo funcionamiento del milagro de un Dios todopoderoso, omnipotente, puede excluirse.
2) Organización de los preparativos: Después de que Juan Diego hubo escogido las flores tuvo que llevarlas hasta la figura de la Santa María. Johnston (1981) describe esta escena de la siguiente manera: “Abriendo su tilma, él la llenó con las flores de colorida mezcla y bajó al lugar donde la Señora, rodeada por una aureola oval de luz, esperaba por él. Cuando él le mostró la magnificencia, ella la arregló cuidadosamente con su propia mano.»
Esta supervisión de las flores era necesaria para verificar y asegurarse de que una muestra suficiente de cada flor había sido tomada y que ellas estaban dispuestas de manera correcta. Una vez más se demuestra que éste no es un milagro del tipo clásico, sino, más bien, un procedimiento metódico y sistemático.
La organización de los preparativos también incluye otro hecho importante. En el Nican Mopuhua se dice:
«Y tú que eres mi mensajero, en ti está la confianza absoluta. Y yo te ordeno con gran rigor que en ninguna otra parte salvo en presencia del obispo deberás tú abrir tu tilma y mostrar lo que estás llevando.»
Estas instrucciones desenmascaran todo el evento: un milagro hecho por Dios debe ser, por todas las definiciones de esos milagros, completamente independiente de la conducta de personas dadas. Sin embargo, en este caso se hace obvio que el milagro deseado tiene condiciones definidas relacionadas con él, no siendo lo de menos la “no apertura de la tilma” hasta un momento específico.
3) El milagro de la imagen en sí misma: La creación de la imagen, como indicaba la preparación, dependía de las llamadas “flores» que Juan Diego estaba llevando en su tilma. En el Nican Mopuhua encontramos lo siguiente:
“Y cuando las diferentes flores preciosas cayeron al suelo, ahí la tilma se transformó en una señal y de repente allí apareció la amada imagen de la Señora Inmaculada, la Santa Virgen María, la madre de Dios, en su forma actual.”
Hay una conexión causativa clara y obvia: las “flores» (en una formación bien definida y controlada) y la apertura de la tilma, producen la creación de la imagen, concretamente en el momento exacto ordenado por la aparición. Éste es un reiterado indicio de que todo esto no tiene nada que ver con un evento milagroso. Fue un acontecimiento organizado y coordinado que dependía de los principios físicos del espacio-tiempo.
Por consiguiente, se deduce que la cuestión número 1 debe ser rechazada. La creación de la imagen de Guadalupe no se debió a la influencia inmediata y milagrosa de la Virgen María o Dios.
Reconstrucción del verdadero acontecimiento
Puesto que la imagen no obstante existe, y dado que están las características específicas mencionadas más arriba, no queda más que la posibilidad de que – contrariamente a las declaraciones de la teología – estemos tratando con un evento muy racional y explicable, aun cuando cada detalle tenga que ser explicado todavía. En otras palabras, la proyección de la imagen de la Virgen María por extrañas, y muy probablemente tecnológicamente avanzadas, inteligencias extraterrestre.
En este caso en particular, podemos conciliar todas las contradicciones dadas por el funcionamiento de un milagro divino. Contrariamente a un Dios todopoderoso, incluso una altamente desarrollada civilización tecnológica tiene que obedecer los principios físicos. Es posible que incluso una IET no sea capaz de reaccionar inmediatamente ante requisitos súbitos, por ejemplo, una señal con el propósito de evidencia. Una IET necesitaría tiempo para preparar la «señal» y no estaría en posición de evitar un plan coordinado. Si nosotros presuponemos que ésta era una operación de IETs, podemos reconstruir el acontecimiento de Guadalupe de la siguiente manera:
Durante la tercera aparición, la IET que se deja ver a sí misma como la Virgen María manifiesta su buena voluntad para dar una señal visible, una pieza de evidencia, al mensajero escogido. Básicamente, ella decide proporcionarle algún tipo de imagen visual como la proyección holográfica. Sin embargo, debido a comprensibles circunstancias, una fotografía no podía ser creada antes del momento en que Juan Diego estuviera en directa proximidad con el obispo. Una creación anterior habría sido tenida inmediatamente como una falsificación.
Las IETs hacen los preparativos necesarios en la cima del Tepeyac. Las flores o algo que se parecía a flores contenían una emulsión o una pintura al agua. Johnston (1981) escribe sobre una mezcla de colores. Las flores son recogidas por Juan Diego e inspeccionadas por la figura proyectada. Al visionario contactado se le advierte que no abra la tilma. Podemos inferir que con esto se quiere evitar que entre la luz, debido a la sensibilidad del material. Esto aseguraba que la» fotografía» fuese hecha precisamente en el momento correcto.
No es hasta después de que Juan Diego llega a la Ciudad de México que él abre su tilma. Incluso el intérprete religioso Johnston (1981) declara lo siguiente sobre este evento: “Era como si la tilma de Juan Diego fuese una película en colores, preparada para fotografiar a la madre de Dios. Aunque no visible al ojo humano, exactamente en el momento en que Juan Diego se reflejaba en sus ojos [la fotografía fue tomada]. Éste es un hecho increíble y después de más de cuatrocientos cincuenta años esta información es ahora finalmente sacada a la luz y confirmada por la ciencia moderna.”
En efecto, el acontecimiento que creó la imagen en la tilma no fue de fotografía en el sentido en que nosotros estamos hoy familiarizados. La tilma no sólo actuó como una lente y como la película en colores, sino también como el objeto de la fotografía. Eso implica que la figura en sí permaneciera invisible durante todo el episodio. Quizás era alguna clase de fotografía infrarroja que hizo visible una longitud de onda que no es visible al ojo humano. Sin duda, tuvo que haber algo en la habitación, de lo contrario no habría sido posible que Juan Diego y las otras personas en el cuarto quedaran reflejados en los ojos de la figura.
Aun cuando el proceso de fotografía no pueda se comprendido en detalle en razón de que nuestra tecnología no se ha desarrollado lo suficiente, podemos reconocer indudablemente la relación tecnológica de este evento.
Una considerable evidencia circunstancial está asociada con la naturaleza de los colores. Hay una alta probabilidad de que el color fuese producido sintéticamente. Desgraciadamente, ningún análisis de este tipo se ha emprendido porque esta idea se excluyó desde un principio.
Quizás la imagen contiene más evidencia sobre su verdadero origen. ¿Cómo pueden ser encontradas las pistas que llevan a tal evidencia? Puede ser posible que ellas estén ocultas en alguna parte dentro de la propia imagen. Está claro que con un análisis científico más a fondo habrá mucho más por descubrir sobre la tilma del acontecimiento de Guadalupe.