Síntesis Urantia book

Descripción

Síntesis Urantia book

 

 

Urantia,SintesisdelLibro

 

 

 

 

SÍNTESIS

DEL

LIBRO DE URANTIA

Fundación Urantia

 

 

 

 

 

 

 

Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era

Rosario – Argentina

Adherida al Directorio Promineo

FWD:   www.promineo.gq.nu

 

 

 

SÍNTESIS DEL LIBRO DE URANTIA

1º edición: diciembre de 1990

Diseño cubierta: María Ángeles Alcalá

Por la Fundación Urantia

Por la Hermandad Yo Soy (Traducción e interpretación)

 

 

SINOPSIS:

 

La Síntesis del Libro de Urantia nos ofrece las principales ideas de uno de los libros más importantes del siglo XX, portador de una misteriosa cosmología, de inéditas enseñanzas metafísicas y de un urgente mensaje para la humanidad.

 

Dividido en cuatro partes, El Libro de Urantia, nos habla de los secretos de los distintos Universos, de la apasionante historia de Urantia y de la vida y enseñanzas secretas de Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre.

 

Dictado por entidades extraterrestres, el Libro de Urantia estuvo encerrado en una caja fuerte de un banco de Chicago hasta 1950 hasta que la Fundación para Urantia lo difundió. La presente Síntesis, preparada por la Hermandad Yo Soy, es la mejor introducción a este enigmático libro, en espera a que sea publicado el Segundo Libro de Urantia¸ cuando las entidades que lo han dictado den su autorización. Después de circular en pequeños grupos de lectura latinoamericanos de diversas hermandades, por fin es publicada en España.

 

 

 

 

ÍNDICE:

 

  1. LA NATURALEZA DIVINA
  2. La infinitud de Dios
  3. La perfección eterna del Padre
  4. Justicia y rectitud
  5. La divina misericordia
  6. El amor divino
  7. La bondad de Dios
  8. La verdad y la belleza divina

 

  1. 1. Origen y naturaleza de los Ajustadores de Pensamiento
  2. El origen de los Ajustadores de Pensamiento

 

III.        1. Discurso sobre le concepto filosófico del Yo Soy

  1. Yo Soy

 

  1. EL UNIVERSO CENTRAL Y DIVINO
  2. El sistema Paraíso-Havona

 

  1. 1. Discurso sobre el espacio y tiempo
  2. Discurso sobre la realidad
  3. Discurso sobre soberanía divina y humana
  4. Discurso sobre la soberanía política
  5. La Evolución de un gobierno representativo.
  6. Discurso sobre la ley, libertad y soberanía.
  7. Discurso sobre verdaderos valores.
  8. Discurso sobre la verdadera y falsa libertad
  9. Discurso sobre la mente
  10. Discurso sobre el alma
  11. Discurso sobre verdad y Fe
  12. Discurso sobre ciencia
  13. Discurso sobre el Bien y el Mal
  14. Discurso sobre la adoración y la oración

 

  1. CONSEJO AL HOMBRE RICO

 

VII.       1. La relación del hombre y la mujer

  1. La idealización del matrimonio

 

VIII. EDUCACIÓN

 

  1. EL CARÁCTER DE UNA NACIÓN

 

  1. CIVILIZACIÓN PROGRESIVA

 

EPÍLOGO

  1. MORONTIA MOTA

 

XII. LA GRAN ORACIÓN

 

 

 

Síntesis del Libro de Urantia l.a edición: diciembre de 1990 Diseño cubierta: M.a Angeles Alcalá

© by The Urantia Foundation (Reservados todos los derechos) © by The I Am Brotherhood (Translated and Interpreted)

(El editor agradece al Sr. Azour Arazi su autorización para realizar la presente edición)

© by Ediciones Obelisco S.A., 1991 (Reservados todos los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco, S.A. Consell de Cent, 591, 4.° 08013 Barcelona

Depósito Legal: B. 42.820 – 1991 I.S.B.N.: 48-7720-230-3

Printed in Spain

Impreso en España en los talleres de Romanyá/Valls S.A. de Ca­pellades (Barcelona)

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada en ma­nera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, me­cánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consen­timiento por escrito del editor.

 

 

 

I

 

LA NATURALEZA DIVINA

 

  1. La infinitud de Dios

 

«Tocando el Infinito no podremos encontrarlo. Las huellas divinas son desconocidas.» -«Su comprensión es infinita y Su grandeza inalcanzable.» La cegadora Luz de la Presencia del Padre es tal, que para Sus cria­turas mortales Él, aparentemente, «mora en espesa os­curidad». No sólo Sus pensamientos y planes son inal­canzables, sino «Él hace cosas grandes y maravillosas, sin número.» -«DIOS ES GRANDE; no lo podemos com­prender, tampoco pueden ser numeradas las edades de Su búsqueda.» -«¿De verdad Dios mora en la tierra? Escucha, el universo y el universo de universos no po­drán contenerlo.»

Hay solamente un Dios, el Padre infinito, quien es también un fiel creador. «El Divino Creador es tam­bién el Disponedor universal, la Fuente y el Destino de todas las almas. ÉL Es el Alma Suprema, la Mente Primera y el Espíritu Ilimitado de toda la creación. El Gran Controlador no comete errores. ÉL ES resplan­deciente en majestuosidad y gloria.» -«Dios el Creador está totalmente vacío de miedo y enemistad. ÉL Es el inmortal, eterno, autocoexistente y divino.» -«¡Cuán puro y bello, cúan profundo e inalcanzable el Ancestro superno de todas las cosas!» -«El Infinito es excelente por haber otorgado Su Ser a los hombres. ÉL ES el Principio y el Fin, el Padre de todo propósito bueno y perfecto.» -«Con Dios todas las cosas son posibles; el Eterno Creador es la causa de las causas.»

No obstante la infinitud y las estupendas manifes­taciones de la personalidad universal y eterna del Pa­dre, ÉL ES incalificadamente autoconsciente, tanto de Su infinitud como de Su eternidad; de igual manera, Él conoce plenamente Su perfección y Su poder. ÉL ES el único Ser en el universo, además de Sus divinos coordinadores, que experiencia un propio, perfecto y completo conocimiento de Sí mismo.

El Padre está constantemente e infaliblemente su­pliendo las necesidades y demandas, a pesar del diferencial de cambio del tiempo en varias secciones de Su universo maestro.

El Gran Dios se conoce a Sí mismo; está infinita­mente autoconsciente de todos Sus atributos primarios de perfección. Dios no es un accidente cósmico; tampoco es un experimentador universal. Los Soberanos del universo podrán emprender aventuras; los Padres de las constelaciones pueden experimentar; los Presidentes de sistemas pueden practicar, pero el Padre Universal ve el final desde el comienzo y Su Plan Divino y Su eter­no propósito abarcan y comprenden, actualmente, to­dos los experimentos y todas las aventuras de todos sus subordinados, en cada uno de los mundos, siste­mas y constelaciones de cada universo de Sus vastos dominios.

Ninguna cosa es nueva para Dios y ningún evento cósmico llega por sorpresa. EL habita el círculo de la eternidad. Sus días no tienen principio o fin. Para Dios no hay pasado, presente o futuro; cualquier tiempo es un eterno ahora. ÉL ES el gran y único Yo SOY.

El Padre Universal es absoluto y sin calificación finita en todos sus atributos; y ese hecho, en sí mismo, cierra automáticamente las puertas de toda comuni­cación directa y personal con los seres finitos y ma­teriales y las demás bajas inteligencias creadas.

Y todo eso necesita y requiere de mucho contacto y comunicación con la diversidad de criaturas, como ha sido ordenado en el Principio, en las personalidades de los Hijos de Dios en el Paraíso, quienes -siendo perfectos en divinidad- comparten muy a menudo la naturaleza de carne y hueso de las razas planetarias, convirtiéndose en uno de ustedes y uno con ustedes; de esta manera Dios se convierte en hombre, como lo ocurrido en la encarnación de MICHAEL, llamado in­distintamente el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.

En segundo lugar, están las personalidades del Es­píritu Infinito, las varias órdenes de la Hueste Seráfica y otras inteligencias celestiales, que llegan muy cerca a los seres materiales de bajo origen y que le sirven y le suministran por innumerables vías. Y tercero, están los impersonales Ministerios Monitores -los Ajusta­dores del Pensamiento- el actual regalo que el Gran Dios mismo ha enviado para que more en los humanos de la tierra, enviados sin anuncio y sin explicación. En una profusión continua Ellos descienden de las alturas de la Gloria, para agraciar y morar en las mentes hu­mildes de aquellos mortales que poseen la capacidad y el potencial para alcanzar la Consciencia Divina. En esta forma y muchas otras, en caminos desconocidos para ti y más allá de toda comprensión, el Padre del Paraíso, voluntaria y amorosamente, degrada, modi­fica, diluye y atenúa Su infinitud con la finalidad de acercarse a las mentes finitas de Sus criaturas y, así, a través de series distribuidas de personalidades de la más sutil a la más densa, el Padre Infinito logra un contacto inmediato con las inteligencias diversas de muchos planos y moradas de su inmenso universo.

Todo esto ha hecho y ahora sigue haciendo y seguirá haciéndolo con toda seguridad, sin detractarse en lo más mínimo del hecho y realidad de Su infinitud, eternidad y primacía. Y todas esas cosas son absolutamente verdaderas, a pesar de las dificultades de su comprensión, el misterio en el cual están encerradas o la im­posibilidad de ser plenamente entendidas por las cria­turas que moran en la tierra.

Ya que el Primer Padre es infinito en Sus planes y eterno en Sus propósitos, es inherentemente imposible para cualquier ser finito, la posibilidad -siquiera de intuir o entender esos planes Divinos y esos propósitos en su plenitud. El hombre mortal podrá capturar frag­mentos del propósito, sólo en un momento del aquí y del ahora, a medida que están siendo revelados en re­lación al desarrollo progresivo de los diferentes niveles del plan de la criatura en ascensión. A pesar de que el hombre no puede compasar la significancia de la infinitud, el Padre Infinito comprende plenamente y con toda seguridad, y amorosamente abraza toda la finitud de todos Sus hijos, en todos los universos.

El Padre comparte la divinidad y la eternidad con numerosos Altos Seres del Paraíso, pero nos cuestio­namos Si ÉL la comparte con otros tipos de inteligencias. La infinidad de la personalidad debe forzosa­mente abrazar toda la finitud de la personalidad; de ahí la verdad -la verdad literal- de la enseñanza que declara que, «en ÉL vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser». Aquel fragmento de la pura Deidad del Padre Universal, que mora en el hombre mortal, es una parte del infinito DE LA PRIMERA Y GRAN FUENTE Y CENTRO, EL PADRE DE PADRES.

 

  1. La perfección eterna del Padre

 

Aún vuestros profetas de antaño han entendido el eterno sin principio, sin fin, y la circular naturaleza del Padre Universal. Dios está literal y eternamente pre­sente en Su universo de universos. ÉL habita el mo­mento presente con toda su absoluta majestuosidad y eterna grandeza. «El Padre tiene vida en Sí mismo y esa vida es eterna.» A través de las edades eternas, ha sido el Padre Quién ha otorgado toda vida. Hay infinita perfección en Su divina integridad, «YO SOY EL SEÑOR SIN CAMBIOS». Nuestro conocimiento del universo de universos nos lleva al punto de que ÉL no es solamente el Padre de toda la Luz, sino también que es incam­biable e invariable en Su conducción de los asuntos interplanetarios. ÉL declara el fin desde el principio, ÉL dice:

«Mi consejo perdurará y hará todas las cosas según el eterno propósito que puse en mi Hijo».

Así son los planes y propósitos de la Primera Fuente y Centro, COMO ÉL:

ETERNOS, PERFECTOS Y PARA SIEMPRE INCAMBIA­BLES.

Hay una finalidad de complexión y perfección en los mandatos del Padre. «Cualquier cosa que ÉL hace será para siempre, nada le podrá ser añadido y nada le podrá ser quitado.» El Padre universal nunca se arre­piente de Su propósito original de sabiduría y perfec­ción. Sus planes son directos, Su consejo inmutable y Sus actos divinos, infalibles. «A sus ojos mil años son sólo un abrir y cerrar de ojos.» La perfección de la divinidad y la magnitud de la eternidad estarán para siempre más allá de la plena intuición de la circunscrita mente humana mortal.

Las reacciones de un Dios sin cambios, en la eje­cución de su eterno propósito, pueden parecerles va­riables y cambiables a las cambiantes y movidas mentes e inteligencias de Sus criaturas; pueden aparentemente y superficialmente variar; pero, debajo de la superficie y más allá de cualquier manifestación externa, siempre estará el propósito sin cambios, el plan eterno del Padre Eterno.

Afuera en los universos, la perfección debe ser ne­cesariamente un término relativo, pero en el universo central y especialmente en el Paraíso, la perfección es indefectible, y en ciertas fases es aún absoluta. Las ma­nifestaciones de la Trinidad varían las exhibiciones de la divina perfección, pero no la atenúan.

La primera perfección de Dios no consiste en una rectitud asumida, sino más bien en la inherente per­fección de la bondad de Su naturaleza divina.

ÉL Es final, completo y perfecto. No hay nada au­sente en la belleza y perfección de Su rectitud de ca­rácter. Y la totalidad del esquema de las existencias vivas, en los mundos del espacio, está centrada en el divino propósito de elevar las criaturas voluntariosas al más alto destino de la experiencia de compartir la perfección del Padre del Paraíso. Dios no es ni auto­centrado ni autocontenido; ÉL nunca cesa de otorgar Su SER a todas las criaturas autoconscientes de Su vasto universo de universos.

Dios es eternamente Infinito y Perfecto y no puede conocer personalmente a la imperfección como expe­riencia propia, pero ÉL sí comparte la consciencia de todas las experiencias de imperfección de Sus criaturas, que luchan en los universos evolutivos de todos Sus Hijos, Creadores del Paraíso.

El toque personal y libertador de Dios de perfec­ción, encubre los corazones y envuelve la naturaleza de todas aquellas criaturas ascendidas al nivel universal del discernimiento moral. De esta manera a través del contacto de la divina Presencia, el Padre universal par­ticipa actualmente en la experiencia de la inmadurez e imperfección de la carrera evolutiva de todo ser mor­tal en todo el universo.

Las limitaciones humanas, el mal potencial, no son partes de la naturaleza divina, pero la experiencia mor­tal con el mal y todas las relaciones del hombre, son seguramente una parte de la siempre expansiva auto­rrealización de los hijos del tiempo, criaturas de res­ponsabilidad moral, que han sido creadas y desarro­lladas por cada Hijo Creador salido del Paraíso.

 

  1. Justicia y rectitud

 

Dios es recto, por ende es justo. «El Señor es recto en todos Sus caminos.» «Todo lo que he hecho lo hice con causa», dice el Señor. «Los juicios del Señor son verdad y rectitud simultáneos.» La justicia del Padre universal no puede ser influenciada por los actos y comportamientos de Sus criaturas, porque «no hay ini­quidad en el Señor nuestro Dios».

Cuán fútil sería apelar a un Dios así, para que mo­difique sus incambiables decretos y así pueda evitarnos las justas consecuencias de la operación de Sus sabias leyes naturales y rectos mandatos espirituales. «No se decepcione, Dios no puede ser engañado, porque lo que el hombre siembra, cosechará». De verdad, aún en la justicia del cosechar los frutos del error, la divina jus­ticia siempre está temperada con la misericordia.

La infinita sabiduría es el eterno árbitro, que de­termina las proporciones de justicia y misericordia que han de ser aplicadas en una circunstancia dada. El mayor castigo, (en realidad una inevitable consecuencia), por el mal obrar y la deliberada rebelión contra el go­bierno de Dios, es la pérdida de la existencia como sujeto individual de este gobierno. El resultado final del pecado hecho exprofeso, es la aniquilación. En úl­timo análisis, este tipo de individuos, identificados con el pecado, se habrán destruido a sí mismos al conver­tirse en irreales a través de su alianza con la iniquidad.La factual desaparición de una criatura así, es -no obstante- siempre postergada hasta que haya sido cum­plida plenamente la orden de justicia en este universo.

La cesación de la existencia es usualmente decre­tada en la dispensación del reino o en la época de la adjudicación. En un mundo como el planeta tierra eso sucede al final de la dispensación planetaria; la cesa­ción de la existencia puede ser decretada en un mo­mento así, por la coordinada acción de todos los tri­bunales de jurisdicción, que se extienden desde el concilio planetario y que se elevan a través de las cortes del Hijo Creador y aún hasta los tribunales de los An­cianos de los Días. El mandato de disolución se origina en las más elevadas cortes del superuniverso, siguiendo una confirmación continua de la acusación originada en la esfera de residencias del malhechor y, entonces, cuando la sentencia de extinción ha sido confirmada desde arriba, la ejecución es llevada a cabo por actos directos de los jueces residenciales, operando en y des­de los cuarteles generales de superuniverso.

Cuando esta sentencia es finalmente confirmada, el ser identificado con el pecado instantáneamente deja de ser, como si jamás hubiera existido. No hay resu­rrección de un destino así; es para siempre y eterno. Los vivientes factores energéticos de la identidad, son resueltos por las transformaciones del tiempo y las me­tamorfosis del espacio, y devueltos a ser potenciales cósmicos desde donde emergieron al Principio.

En relación a la personalidad del inicuo, ésa estará privada de obtener un vehículo continuo de vida, por haber fracasado la criatura en aquellas elecciones y de­ cisiones finales que le hubieran asegurado la vida eter­na. Cuando el repetitivo acto pecaminoso culmina en la autoidentificación con la iniquidad, entonces en la cesación de la vida, en la disolución cósmica, esa ais­lada personalidad es absorbida en el alma grupal de la creación, tornándose parte de la experiencia evolucio­nante del Ser Supremo. Nunca más aparecerá otra vez como personalidad. Su identidad desaparecerá y será como si nunca hubiese existido. En el caso de la per­sonalidad del Ajustador del Pensamiento, que moraba en el individuo, las experiencias espirituales valiosas sobrevivirán en la realidad del Ajustador.

En el contexto de cualquier universo entre niveles actuales de realidad, la personalidad del nivel alto triun­fará siempre sobre la personalidad del nivel bajo. Esa inevitable salida de la controversia del universo, es in­herente al hecho que la cualidad divina iguala el grado de realidad o actualidad de cualquier criatura con vo­luntad. El mal sostenido, el error total, el pecado a voluntad y la iniquidad, son inherentes y automáti­camente suicidas. Esas actitudes de no-realidad cós­mica, pueden sobrevivir en el universo sólo por la tem­poral misericordia-tolerancia, hasta que la justicia encuentre los mecanismos y la espera de la recta ad­judicación de los tribunales.

La regla del Hijo Creador en el universo local, es de creación y de espiritualización. Ese Hijo se entrega a la efectiva ejecución del Plan del Paraíso ya la as­censión progresiva de los mortales, a la rehabilitación de los rebeldes y de los pensadores errados, pero cuan­do todos los esfuerzos amorosos han sido finalmente y para siempre rechazados, el decreto final de disolu­ción es ejecutado bajo la jurisdicción de los Ancianos de los Días.

 

  1. La divina misericordia

 

La misericordia es simplemente la justicia, templa­da por aquella sabiduría que crece de la perfección del conocimiento y del pleno reconocimiento de las de­bilidades naturales y de los problemas ambientales de las criaturas finitas. «Nuestro Dios es pleno de com­pasión, de gracia y de misericordia.» Por ende, cual­quiera que llame al Señor será salvado, porque ÉL otor­ga abundantemente Su perdón. «La misericordia del Señor es desde siempre; sí, Su misericordia durará para siempre.» «YO SOY el Señor que ejecuta bondad amo­rosa, juicio y rectitud en la tierra, en estas cosas me deleito, por que YO SOY el Padre de las misericordias y el Dios de toda consolación.»

Dios es inherentemente bueno, naturalmente com­pasivo y para siempre misericordioso. Y nunca será necesaria ninguna influencia para apelar a la bondad amorosa del Padre. La necesidad de la criatura es to­talmente suficiente para asegurar el pleno fluir de su tierna misericordia y de Su salvadora gracia. Ya que Dios conoce todo sobre Sus hijos, es fácil para ÉL per­donar. A mayor comprensión tiene el hombre de su prójimo, más fácil le será perdonarle y, más aún, amarle.

Sólo el discernimiento de la infinita sabiduría es lo que permite a un Dios recto de suministrar justicia y misericordia al mismo tiempo y en cualquier situación dada del universo. El Padre Celestial nunca está so­metido a actitudes conflictivas hacia los hijos del uni­verso; Dios nunca será víctima de antagonismos; y el todo saber divino infaliblemente dirige Su libre albe­drío en la elección de aquel conducto universal que satisface perfecta, simultánea y equitativamente las de­mandas de todos Sus divinos atributos y de las infinitas cualidades de Su eterna naturaleza.

La misericordia es la consecuencia natural e ine­vitable de la bondad y del amor. La bondad natural de un padre amoroso no podría fallar en producir el sabio ministerio de la misericordia a cada miembro y a cada grupo de Sus hijos universales. La justicia eterna y la divina misericordia juntas, constituyen lo que en la ex­periencia humana se llama «equidad».

La divina misericordia representa a la técnica de ajustamiento entre los diferentes niveles universales de perfección e imperfección. La misericordia es la justicia de la supremacía, adaptada a las situaciones de la evolucionante mente finita, la rectitud de la eter­nidad modificada para acoplarse a los más altos inte­reses del bienestar de los hijos universales del tiempo. La misericordia no es una contradicción de la justicia, sino más bien una completa interpretación de las de­mandas de la suprema justicia aplicada a los subor­dinados seres espirituales y las criaturas materiales de los universos en evolución. La misericordia es la jus­ticia de la Trinidad del Paraíso, sabia y amorosamente formulada por la divina sabiduría, aplicada a las múl­tiples inteligencias del espacio-tiempo y determinada por la omnisciente mente y por el soberano libre al­bedrío del Padre universal y de todos Sus Creadores Asociados.

 

  1. El amor divino

 

«Dios es amor; por ende, Su única actitud personal hacia los asuntos del universo es siempre una reacción

de afecto divino. El Padre nos ama suficientemente, hasta el punto de otorgarnos Su vida. ÉL hace que Sus soles brillen esplendorosos sobre el bueno y sobre el malo y envía lluvias al injusto y al justo.»

Es equivocado pensar de Dios como un ser coac­cionado a amar a sus criaturas por los sacrificios de Sus Hijos o la intersección de sus criaturas subordinadas, «porque el Padre mismo te ama a ti directa­mente»; es en respuesta a ese afecto paternal que Dios envió a los maravillosos Ajustadores del Pensamiento a morar en las mentes de los hombres. El amor de Dios es universal. «Y el que quiere puede venir.» «ÉL sal­varía a todos los hombres por el conocimiento de la verdad», -«y no quiere que ninguno perezca».

Los Hijos Creadores son los primeros que tratan de salvar al hombre de los desastrosos resultados de su loca transgresión de las leyes divinas. El amor de Dios es, por naturaleza, un afecto paternal; por ende ÉL, a veces nos castiga para nuestro propio beneficio, para que podamos ser partícipes de Su santidad». Aún, en tus peores tribulaciones, recuerda siempre que «EL está afligido por tu aflicción».

Dios es divinamente bueno con los pecadores. Cuando los rebeldes retornan a la rectitud, ellos son recibidos misericordiosamente, «porque nuestro Dios perdona con abundancia». -«YO SOY quien borra vues­tras transgresiones y no recordaré vuestros pecados.» «¡Qué maravilloso amor nos ha otorgado el Padre, has­ta el punto de ser llamados los hijos de Dios!»

Después de todo, la más grande evidencia de la bondad del Padre y la suprema razón para amarlo, es Su regalo a los hombres -el Ajustador del Pensamiento, que espera pacientemente, por edades, la hora para unirnos eternamente al Padre. Aunque no puedas en­contrar a Dios buscándolo, si tú sigues la guía y la conducción del Espíritu que mora en ti, serás llevado paso a paso, vida tras vida, de universo en universo, hasta que estés finalmente parado en la Presencia de la Personalidad del Padre Universal.

Cuán lógico sería de no adorar a Dios por el simple hecho de no poder verlo a causa de las limitaciones de tu naturaleza humana y de la creación material. Entre tú y Dios hay una tremenda distancia por atravesar. También hay un grandísimo abismo de diferencial es­piritual, que debes superar; pero a pesar de lo que física y espiritualmente te separa de la Presencia de Dios en el Paraíso, haz una pausa y pondera el solemne hecho de que Dios vive dentro de ti; ÉL ya tendió el puente sobre el abismo y a Su manera. ÉL envió de sí mismo, SU Espíritu para vivir en ti y darte los instrumentos necesarios para que puedas continuar tu eterna carrera universal.

Yo encuentro tan fácil y tan agradable adorar al UNO, que Es tan grande, y al mismo tiempo tan de­votamente afectivo como para elevar al ministerio de Sus bajas criaturas. Yo amo naturalmente al UNO, que es tan poderoso en la creación y en el control del uni­verso, y todavía que Es tan perfecto en bondad y tan fiel en amor bondadoso hasta el punto de encubrir a cada uno de nosotros constantemente. Yo pienso que yo amaría al Padre, no tanto por el hecho de ser tan grande y poderoso, sino más bien por su bondad y misericordia. Nosotros todos amamos más al Padre por Su naturaleza y no por el reconocimiento de Sus in­creíbles atributos.

Cuando yo observo a los Hijos creadores y a Sus administradores subordinados, luchando valientemen­te con las múltiples dificultades del tiempo, inherentes a la evolución de los universos del espacio, descubro un gran y profundo afecto por esos gobernadores me­nores del universo. Después de todo yo pienso que todos nosotros, incluyendo los mortales, amamos al Padre universal y a cualquier otros seres, sean divinos o humanos, porque discernimos que estas personali­dades nos aman de verdad-verdad. La experiencia de amar es una directa respuesta a la experiencia de ser amado. Sabiendo que Dios me ama, yo debería con­tinuar amándolo supremamente, aunque quede des­vestido de todos Sus atributos de supremacía, ulti­macía y absolutidad.

El amor del Padre nos sigue ahora y lo hará a través del círculo infinito de las edades eternas. A medida que meditas sobre la naturaleza amorosa de Dios, verás una sola y razonable, natural reacción: amarás a tu Hacedor cada día más y más; y Le tendrás a Dios un afecto análogo a aquél dado por un hijo a su padre terrestre; porque un padre, un padre real, un padre verdadero ama a sus hijos y así el Padre universal ama y busca el bienestar de sus hijos e hijas.

Pero el amor de Dios es inteligente y es un afecto parental de largos alcances. El amor divino funciona unido y asociado con la divina sabiduría, y todas las demás características infinitas de la perfecta naturaleza del Padre Universal. Dios es amor, pero el amor no es Dios. La mayor manifestación del amor divino por los seres mortales, es observada en el otorgamiento de los Ajustadores de los Pensamientos; pero, la mayor re­velación del amor del Padre, es vista en el otorgamiento de la vida de Su Hijo MICHAEL, cuando ÉL vivió en la tierra, la vida espiritual ideal. Es el morante Ajus­tador, que individualiza el amor de Dios a cada alma humana.

A veces, estoy sumamente apenado de tener la obli­gación de usar la palabra humana «amor» para trans­mitirles el afecto divino del Padre Celestial a Sus hijos universales. Este término, a pesar de ser el más alto concepto en las relaciones mortales de respeto y de­voción, es tan frecuentemente designado y mencionado en las relaciones humanas, que sería innoble e inade­cuado usarlo para indicar el afecto infinito de un Dios viviente a Sus criaturas. -Cuán desafortunado para mí el hecho de no poder usar un término exclusivo y su­pernal, que daría a la mente del hombre la verdadera naturaleza y la exquisitamente bella significancia del afecto divino del Padre del Paraíso.

Cuando el hombre descubre el amor de un Dios personal, el reino de Dios se convierte en el reino del bien. A pesar de la infinita unidad de la divina natu­raleza, el amor es la característica dominante del trato personal de Dios con Sus criaturas.

 

  1. La bondad de Dios

 

En el universo físico podemos apreciar la belleza divina, en el mundo intelectual podemos discernir la verdad eterna, pero sólo en el mundo espiritual y a través de la experiencia religiosa personal es donde po­demos encontrar la bondad de Dios. En su verdadera esencia, la religión es la fé y la confianza de la bondad de Dios. En la filosofía, Dios puede ser grande y ab­soluto y, aún, inteligente y personal, pero en la religión Dios ha de ser también moral, ha de ser bueno. El hombre podría tener a un Dios grande, pero sólo puede confiar y amar a un Dios bueno. Esa bondad de Dios es parte de su Personalidad, y Su plena revelación apa­rece únicamente a los creyentes hijos de Dios, a través de la experiencia personal religiosa.

Religión significa que el supermundo de la natu­raleza espiritual es conocedor, y responde a las ne­cesidades fundamentales del mundo humano. La religión evolutiva puede llegar a ser ética, pero sólo la religión revelada se convierte verdadera y espiritual­mente en moral. El viejo concepto de que Dios es una deidad dominada por una real moralidad, fue des­tacado por Jesús al más alto nivel afectivo de la re­lación Padre-Hijo y de la última moralidad familiar, la más tierna y bella de todas las experiencias mor­tales.

«La riqueza de la bondad de Dios conduce al hom­bre errante al arrepentimiento.» «Cada buen y per­fecto regalo llega a través del Padre de la Luz.» «Dios es bueno; es el eterno refugio de las almas de los hombres.» «El Señor Dios es misericordia y gracia y abunda en bondad y verdad.» «¡Prueba y ve que el Señor es bueno! Bendito el hombre que confía en EL.»

«El Señor es gracioso y pleno de compasión, ÉL es el Dios de la salvación. EL cura al corazón partido y a las heridas del alma. ÉL es el Todo poderoso bene­factor del hombre.»

El no-egoísmo es inherente al amor paternal. Dios no ama como un padre, sino que es el amor del Padre. ÉL és el Padre de cada personalidad del universo.

La rectitud implica que Dios es la fuente de la ley moral del universo. La verdad exhibe a Dios como un revelador, como un maestro, pero el amor da afecto y busca el entendimiento y la amistad que existe entre padre e hijo. La rectitud puede ser el pensar divino, pero el amor es la actitud del Padre. La erró­nea suposición de que la actitud de Dios era irre­conciliable con el amor impersonal del Padre Celes­tial, presupuso la ausencia de unidad en la naturaleza de la Deidad y condujo directamente a la elaboración de la doctrina de la unión de mentes, que es un asalto filosófico tanto sobre la unidad, como sobre el libre albedrío de Dios.

El afecto del Padre Celestial, cuyo Espíritu mora en Sus hijos terrestres, no es una personalidad divi­dida -una de justicia y otra de misericordia- tampoco requiere de un mediador para asegurar el favor o el perdón de Dios.

La divina rectitud no está dominada por un es­tricto retributivo de justicia; Dios como Padre tras­ciende a Dios como juez.

Dios nunca está en ira, se venga o se enfurece; es verdad que la sabiduría restringe a veces Su amor, mientras que la justicia condiciona Su rechazada misericordia. Su amor por la rectitud lo exhibe igua­lando Su odio por el pecado. El Padre no es una per­sonalidad inconsistente; la unidad divina es perfecta. En la Trinidad del Paraíso hay absoluta unidad, a pesar de las identidades eternas de los coordinados de Dios.

Dios ama al pecador y odia al pecado: ésta es una verdad filosófica, pero Dios es una personalidad trascendente, y sólo las personas pueden amar y odiar a otras personas. El pecado no es una persona. Dios ama al pecador porque es una personalidad real, (po­tencialmente eterno), mientras que hacia el pecado Dios golpea sin actitud personal, porque el pecado no es una realidad espiritual; por ende, sólo la justicia de Dios llega a conocer Su existencia. El amor de Dios salva al pecador; la ley de Dios destruye al pecado. Esa actitud de la divina naturaleza podría, aparen­temente, cambiar si el pecador se identificara a sí mismo, plena y totalmente, con el pecado, de la mis­ma manera que la mente mortal también se identi­ficaría a sí misma plenamente con el morante Espí­ritu Ajustador. Un mortal identificado plenamente con el pecado, se tornaría inespiritual en naturaleza (y, por ende, personalmente irreal), y experimentaría una eventual extinción de su ser. La irrealidad, aún la incomplexión de la naturaleza de la criatura, no podrá existir para siempre en una progresiva realidad y en una incrementada espiritualidad universal.

Mirando hacia el mundo de la personalidad, Dios se va descubriendo como una persona amorosa; mi­rando al mundo espiritual, ÉL es un amor personal; pero en la experiencia religiosa ÉL es ambas cosas. El amor identifica la volicional voluntad de Dios; la bondad de Dios descansa en el fondo del divino libre albedrío; la universal tendencia para amar muestra la misericordia, que manifiesta la paciencia y minis­tra el perdón.

 

  1. La verdad y belleza divinas

 

Todo el conocimiento finito y entendimiento de la criatura son relativos. La información y la inteli­gencia, aún provenientes de altas fuentes, son sólo relativamente completas, localmente condicionadas y personalmente verdaderas.

Los hechos físicos son informes, pero la verdad es un factor viviente y flexible en la filosofía del uni­verso. Las personalidades evolutivas son parcialmente sabias y relativamente verdaderas en sus comu­nicaciones. Ellas pueden estar seguras sólo en la medida que les permite la extensión de su experiencia personal. Aquello que aparenta ser totalmente verdad en un lugar, puede ser sólo relativamente verdadero en otro segmento de la creación. La divina verdad, la verdad final es uniforme y universal, pero la his­toria de las cosas espirituales, contadas por nume­rosos individuos provenientes de distintas esferas, pueden a veces variar en sus detalles, debido a la relatividad de la complejidad del conocimiento y en la plenitud de la experiencia personal, al igual que a la magnitud y extensión de esa experiencia. Mientras que las leyes y los decretos, los pensamientos y las actitudes de la Primera Gran Fuente y Centro son eternas, infinitas y universalmente verdaderas; pero al mismo tiempo, su aplicación y ajuste para cada universo, sistema, mundo e inteligencia creada, son de acuerdo con los planes y las técnicas de los Hijos Creadores, a medida que funcionan en sus respecti­vos universos, al igual que en armonía con los planes locales y los procedimientos del Espíritu Infinito y todas las demás personalidades celestiales asociadas.

La falsa ciencia del materialismo sentenciaría al hombre mortal, convirtiéndolo en fuera-de-lugar en el universo. Este tipo de conocimiento parcial es potencialmente malo; es conocimiento compuesto, tan­to del bien como del mal. La verdad es bella, porque es tanto repleta como simétrica. Cuando el hombre busca la verdad, él está buscando lo divinamente real.

Los filósofos cometen su más grave error al ser conducidos a la falacia de la abstracción, la práctica de enfocar la atención sobre un aspecto de la realidad y luego de hacer el pronunciamiento de que ese as­pecto aislado es toda la verdad. El filósofo sabio siempre buscará el diseño creativo, que está detrás y que precede invariablemente a la acción creativa.

La autoconciencia intelectual puede descubrir la belleza de la verdad, sus cualidades espirituales, no sólo por la consistencia de sus conceptos filosóficos, sino mucho más seguramente por la infalible res­puesta del siempre-presente Espíritu de la Verdad. La felicidad proviene del reconocimiento de que la verdad puede ser actuada, puede ser vivida. El de­saliento y el dolor provienen del error, porque no siendo una realidad, no puede ser realizado en la ex­periencia directa. La verdad divina es mejor cono­cida por su sabor espiritual.

La eterna búsqueda es por la unificación, la divina coherencia. Todo el vasto y externo universo físico logra coherencia en la Isla del Paraíso; el universo intelectual logra su coherencia en el Dios de la mente, el Actor Conjunto; el universo espiritual logra su co­herencia en la personalidad del Hijo Eterno. Pero, los aislados mortales del espacio y del tiempo alcan­zan la coherencia en Dios el Padre, a través de la directa relación entre el morante Ajustador del Pen­samiento y el Padre universal. El Ajustador del hom­bre es un fragmento de Dios y buscará siempre la divina unificación; alcanza la coherencia en y con la Deidad del Paraíso de la Primera Fuente y Centro.

El discernimiento de la suprema belleza es el des­cubrimiento y la integración de la realidad: el dis­cernimiento de la bondad divina en la eterna verdad, esto es la última belleza. Aún el encanto del arte hu­mano consiste en la armonía de su unidad.

El gran error de la religión hebrea, ha sido el fra­caso suyo en asociar la bondad de Dios con las fac­tuales verdades de la Ciencia y la llamativa belleza del arte. A medida que la civilización progresaba, la religión continuaba el curso errado de sobre-enfatizar la bondad de Dios a la relativa exclusión de la verdad y la negligencia de la belleza, desarrollando una in­crementada tendencia en cierto tipo de hombres de alejarse del abstracto y disociado concepto de la bon­dad aislada. La supertensa y aislada moralidad de la religión moderna fracasa en sostener la devoción y la lealtad de muchos hombres del siglo veinte; se re­habilitaría a sí misma si, en adición a sus mandatos morales, diera igual consideración a las verdades de la ciencia, la filosofía, la experiencia espiritual y la grandiosidad del logro de un genuino carácter.

El reto religioso de esta era es para aquellos hom­bres y mujeres de visión espiritual, que se atreven a construir una nueva y llamativa filosofía de vida ampliada y exquisitamente integrada por los modernos conceptos de la verdad cósmica, la belleza del uni­verso y la bondad divina. Esta nueva y recta visión de la moralidad, atraerá todo lo que hay de bueno en la mente del hombre y retará lo mejor que tiene el alma humana. La verdad, la belleza y la bondad son divinas realidades y, a medida que el hombre as­ciende la escalera del vivir espiritual, esas supremas cualidades del Eterno coordinarán, incrementándose y unificándose en Dios, que es Amor.

Toda verdad -material, filosófica o espiritual- es, a la vez, bella y buena. Toda verdadera belleza -sea arte material o simetría espiritual- es a la vez, verdad y bondad. Toda genuina bondad -ya sea moralidad personal, equidad social o ministerio divino- es igualmente verdad y belleza. La salud, la sanidad y la felicidad son integraciones de la verdad, mezcladas en la experiencia humana.

Tales niveles de vida eficiente llegan a través de la unificación de los sistemas de energía, de los sis­temas de ideales y de los sistemas espirituales.

La verdad es coherente, la belleza atractiva y la bondad estabilizadora. Y cuando esos valores de aquello que es real son coordinados en la experiencia de la personalidad, el resultado es un elevado orden de amor, condicionado por la sabiduría y calificado por la lealtad. El real propósito de la educación, en todo el universo, es de lograr la mejor coordinación

de los hijos aislados de los mundos, con las más altas realidades de sus expansivas experiencias. La reali­dad es finita sobre el nivel humano, infinita y eterna sobre los más altos niveles divinos.

Presentado por un divino consejero actuando bajo la autoridad de los Ancianos de los Días de UVERSA capital del universo de NEBADON perteneciente al superuniverso del ORVONTON.

 

II

 

  1. Origen y naturaleza de los Ajustadores de Pensamiento

 

Aunque el Padre Universal reside personalmnete en el Paraíso, en el mismísimo centro de los universos, ÉL está también actualmente presente en los mundos del espacio dentro de las mentes de Sus incontables hijos del tiempo, en los cuales mora como el Monitor del Ministerio. El Padre Eterno está al mismo tiempo lo más alejado y a la vez lo más íntimamente asociado con Sus planetarios y mortales hijos.

Los Ajustadores son la actualidad del amor del Pa­dre encarnados en el alma de los hombres; ellos son la verdadera promesa de la carrera eterna del hombre, aprisionados en las mentes mortales; ellos son la esen­cia de la personalidad finalizadora que el hombre pue­de progresar con maestría en el tiempo y por medio de la cual adquiere la divina técnica de lograr el vivir con la voluntad del Padre, paso a paso, a través de la ascensión de universo en universo, hasta que actual­mente logre estar frente a la divina Presencia del Padre del Paraíso.

Dios, habiendo comandado al hombre el ser per­fecto al igual que ÉL, ha hecho descender al Ajustador para que se convierta en socio experimental de este supernal destino, tal como la orden del Padre lo indicó. El fragmento de Dios que mora en la mente del hom­bre, es la absoluta e incalifcada seguridad de que el hombre puede hallar al Padre universal en asociación con su divino Ajustador, que vino de Dios para que su hijo pueda conocer a su Padre, aún estando en la carne.

Cualquier mortal que haya visto al Hijo Creador, ha visto al Padre universal, y en cualquiera que more el Ajustador Divino, es el Padre del Paraíso que mora. Cualquier mortal que esté siguiendo la guía de su Ajus­tador, consciente o inconscientemente está viviendo de acuerdo a la voluntad del Padre del Paraíso. La cons­ciencia de la presencia del Ajustador es la consciencia de la presencia de Dios. La eterna fusión del Ajustador con el alma evolucionante del hombre, es la experiencia factual de la eterna unión con Dios como socio uni­versal de la Deidad.

Es el Ajustador que crea adentro del hombre ese arrollador deseo e incesante anhelo de ser como Dios, de alcanzar el Paraíso y ahí, delante de la actual persona de la Deidad, adorar la Infinita Fuente de ese regalo divino. El Ajustador es la Presencia viviente que actualmente une al hijo mortal con su Padre del Paraíso y lo atrae cada vez más cerca del Padre. El Ajustador es nuestra ecualización compensatoria de la enorme tensión universal, creada por la distancia del Dios al hombre y por el grado de su parcialidad, en contraste con la universalidad del Padre Eterno.

El Ajustador es una esencia absoluta de un ser in­finito aprisionada dentro de la mente de una criatura finita que, dependiendo de la elección de tal mortal, puede eventualmente consumir la temporal unión de Dios y del hombre y verdaderamente actualizar un nue­vo orden de ser de un servicio universal infinito. El Ajustador de la divina realidad universal, factualiza la verdad de que Dios es el Padre del hombre. El Ajus­tador es el infalible compás cósmico siempre señalán­dole el alma, sin error, la dirección hacia Dios.

En los mundos evolutivos, las criaturas de voluntad atraviesan tres estados del desarrollo del ser desde la llegada del Ajustador al comparativo pleno crecimiento, más o menos veinte años sobre la tierra, los Mo­nitores son algunas veces designados como Cambia­dores del pensamiento. Desde este tiempo hasta el logro de la edad de la discreción, sobre los cuarenta años, los Monitores del Ministerio son llamados Ajustadores del Pensamiento. Del logro de la discreción hasta la salida de la carne, son mencionados como los Contro­ladores del Pensamiento.

 

  1. El origen de los Ajustadores del Pensamiento

 

Ya que los Ajustadores del Pensamiento son la esencia de la Deidad original, nadie puede presumir el hablar con autoridad sobre su naturaleza y origen. Yo puedo solamente impartir las tradiciones y las creen­cias del universo central de SALVINGTON y de la capital UVERSA; yo solamente puedo explicar cómo vemos a esos Monitores del Misterio y a Sus asociadas entidades a través del gran universo.

A pesar de las diversas opiniones sobre las formas de otorgamiento de los Ajustadores del Pensamiento, no hay muchas diferencias en los que concierne a Su origen; todos están de acuerdo en que proceden direc­tamente del Padre universal, la Primera Fuente y Cen­tro. Ellos no son seres creados; son entidades fragmen­tadas que constituyen la factual presencia del Dios infinito. Junto con Sus múltiples asociados no-reve­lados, los Ajustadores son indisoluble y no-mezclada divinidad, no-calificadas y no-atenuadas partes de la Deidad; ellos son de Dios y hasta donde somos capaces de discernir, ELLOS SON DIOS.

En relación al tiempo, desde el principio de Sus separadas existencias de la absolutidad a la Primera Fuente y Centro, es algo ignorado por nosotros; tam­poco sabemos Su cantidad y número. Conocemos muy poco en relación a Sus carreras hasta que llegaron a los planetas del tiempo a morar en las mentes humanas, pero, desde este tiempo en adelante, estamos más o menos familiarizados con su progreso cósmico, y aún hasta la consumación de Su triunfo destino: el logro de la personalidad por la fusión con algunos ascenden­tes mortales, el logro de la personalidad por el decreto del Padre universal, o la liberación de Su bien conocida función como Ajustadores del Pensamiento.

A pesar de no estar seguros, presumimos que los Ajustadores están siendo constantemente individuali­zados, a medida que el universo se expande, y a medida que se incrementa el número de candidatos para la fusión con el Ajustador. Pero también podemos caer en un error, si tratamos de asignarles una magnitud numérica a los Ajustadores; al igual que Dios mismo, esos fragmentos de su naturaleza pueden ser existen­cialmente infinitos.

La técnica del origen de los Ajustadores del Pen­samiento es una de las funciones no-reveladas del Pa­dre universal. Tenemos todas las razones para creer de que ninguno de los otros asociados absolutos de la Pri­mera Fuente y Centro tiene algo que ver con la pro­ducción de los fragmentos del Padre. Los Ajustadores son simple y eternamente los regalos divinos; son de Dios y vienen de Dios y son iguales a ÉL.

En sus relaciones con las criaturas fusionables, ellos revelan un amor supernal y un ministerio espiritual que es profundamente confirmativo de que Dios es espíritu, pero hay todavía mucho más de trascendental en Su ministerio, que nunca ha sido revelado a los mortales de la tierra. Tampoco entendemos plenamen­te qué sucede en realidad cuando el Padre universal da de sí mismo una parte de Su personalidad a una criatura del tiempo. Tampoco los ascendentes finali­zadores del Paraíso en su pogresión, han alcanzado vislumbrar las plenas posibilidades inherentes a esta supernal sociedad entre el hombre y Dios. En último análisis, esos fragmentos del Padre han de ser el regalo del Dios absoluto a aquellas criaturas cuyo destino en­compasa la posibilidad de alcanzar a Dios como ab­soluto.

En la misma manera que el Padre universal frag­mentiza Su Deidad pre-personal, así el Espíritu Infinito individualiza porciones de su espíritu pre-mental a mo rar y a fusionar actualmente con las almas evolucionantes y sobrevivientes de los mortales de la serie fu­sión-espiritual. Pero, la naturaleza del Hijo Original es difusa y discretamente personal. Las criaturas Hijos­ fusionadas son unificadas con el otorgamiento indi­vidualizado con el espíritu de los Hijos del Creador del Hijo Eterno.

III

 

  1. Discurso sobre el concepto filosófico del Yo soy

 

Hay muchos elementos de peligro sobre la presen­tación al intelecto mortal de esa idea de un infinito Yo SOY, ya que esa idea o concepto es tan remota al en­tendimiento experiencial humano, hasta el punto de envolver serias distinciones de significado y mala con­cepción de valores. No obstante eso, el concepto filo­sófico del Yo SOY permite a los seres finitos alguna base para un intento de acercamiento a una parcial comprensión de orígenes absolutos y destinos infinitos. Pero en todos nuestros intentos de elucidar la génesis y la fruición de la realidad, que sea claro que este con­cepto del YO SOY es, en todos los significados y valores de la personalidad, sinónimo con la primera persona de la DEIDAD, el Padre Universal de todas las personali­dades. Pero, este postulado del Yo SOY no es tan cla­ramente identificable en los planos mortales de la rea­lidad universal; EL YO SOY ES EL INFINITO; EL YO SOY ES TAMBIÉN INFINITUD. Desde el secuencial temporal punto de vista, toda la realidad tiene sus orígenes en el infinito Yo SOY, cuya solitaria existencia en pasada e infinita eternidad ha de ser el primer postulado fi­losófico de la criatura finita. El concepto del Yo SOY connota INFINIDAD NO CALIFICADA, LA INDIFERENCIA­DA REALIDAD DE TODO AQUELLO QUE PUEDA SER EN TODA LA INFINITA ETERNIDAD.

Como concepto existencial, el YO SOY no es deifi­cado ni no-deificado, no actual ni potencial, no per­sonal ni impersonal, no estático ni dinámico. Ninguna calificación puede ser aplicada al infinito, excepto por el estado del YO SOY, ES. El postulado filosófico del YO SOY es un sólo concepto universal, que es un poco más difícil de comprender que aquel de ABSOLUTO NO CALIFICADO.

Para la mente finita ha de haber simplemente un comienzo y, a pesar de que nunca hubo un real prin­cipio de la realidad, hay todavía ciertas fuentes de re­laciones que la realidad manifiesta a la infinitud. La pre-realidad, primordial situación de eternidad, puede ser pensada como algo parecido a esto: en algún dis­tante, infinito, hipotético momento de pasada eterni­dad, el YO SOY puede ser concebido tanto como cosa y no-cosa, como ambas causa y efecto, como volición y respuesta simultánea. En ese momento hipotético de la realidad no hay diferenciación a través de toda la infinidad. La infinidad está llena por el Infinito y el Infinito encompasa la infinidad. Ése es, el estático mo­mento hipotético de la eternidad; los actuales están todavía contenidos en sus potenciales y los potenciales no han aparecido todavía dentro de la infinitud del YO Soy. Pero, aún en esa conjeturada situación, debemos asumir la existencia de la posibilidad de la auto-vo­luntad.

Recuerda para siempre que la comprensión hu­mana del Padre Universal es una experiencia personal. Dios, como tu Padre espiritual, es comprensible a ti y a todos los mortales; pero, tu experiencial concepto de adoración del Padre Universal ha de ser siempre menor que tu postulado filosófico de la infinitud DE LA PRI­MERA FUENTE-CENTRO, el YO SOY. Cuando hablamos del Padre nos referimos a Dios, tal como lo pueden entender las criaturas de arriba y abajo, pero hay más DIVINIDAD que no es comprensible todavía a las cria­turas del universo. Dios, tu Padre y mi Padre, es aque­lla fase del INFINITO que percibimos en nuestras per­sonalidades como una actual realidad experiencial, pero el YO SOY quedará para siempre como nuestra hipó­tesis de todo aquello que sentimos como desconocido de la PRIMERA FUENTE Y CENTRO.

El Universo de universos, con sus innumerables huestes de habitadas personalidades, es un vasto y com­plejo organismo, pero la PRIMERA FUENTE Y CENTRO es infinitamente más compleja que los universos y las personalidades que se convirtieron en reales, en res­puesta a los mandatos de SU VOLUNTAD. Cuando te paras al frente de la magnitud del universo maestro, haz una pausa para considerar que aún esa inconven­cible creación no puede ser, sino una parcial revelación del INFINITO.

La INFINIDAD es realmente remota del nivel de ex­periencia de la comprensión mortal, pero aún en esta nueva era sobre la tierra tus conceptos del infinito están creciendo, y continuarán creciendo a través de tus ca­rreras sin fin, acercándote cada vez más adentro y arri­ba hacia la futura eternidad. La infinidad no calificada es ausente de significado para la finita criatura, pero la infinidad es capaz de auto-limitación y es susceptible de expresar su realidad a todos los niveles de la exis­tencia del universo. Y la cara que el Infinito vuelca hacia todas las personalidades del universo, es la de un padre, el Padre Universal del Amor.

 

  1. Yo soy

 

  1. Estático Autocontenida y autocoexis­tente deidad.

Il. Potencial                                         Autovoluntada y autopro­positada deidad.

III. Asociativo                                      Autopersonalizada y divi­namente fraternal deidad.

  1. Creativo Autodistribuida y divina­mente revelada deidad.
  2. Evolucional Autoexpansiva y criatura identificada deidad
  3. Supremo Autoexperiencial y creador­criatura unificada deidad. Deidad funcionando en el primer nivel identifcacional de la criatura, algunas veces identificada como la supre­macía de la deidad

VII. Último      Autoproyectada y tiempo­espacio trascendida deidad, deidad omnipotente, omnis ciente y omnipresente. Dei­dad funcionando sobre el se­gundo nivel de unificación de la divina expresión, como efectivo sobrecontrolador y absoluto sostenedor del uni­verso maestro

 

  1. DIOS EL PADRE – el Creador, Controlador y Sostenedor. EL PADRE UNIVERSAL, la Primera Persona de la Deidad
  2. DIOS EL HIJO – el Creador, Coordinador, Es­píritu Controlador y Administrador Espiritual. El HIJO ETERNO, la Segunda Persona de la Dei­dad
  • DIOS EL ESPÍRITU – el Actor Conjunto, el In­tegrador Universal y el Otorgador de la mente. El ESPÍRITU INIFINITO, la Tercera Persona de la Deidad
  1. DIOS EL SUPREMO – el Actualizador o el Evo­lucionante DIOS del espacio y del tiempo. LA DEIDAD PERSONAL realizando asociativamente el cumplimiento por experiencia de la identi­dad CREADOR-CRIATURA en el espacio y en el tiempo. El SER SUPREMO personalmente ex­perienciando el logro de la unidad de la deidad, como el DIOS Evolucionante experimentando las criaturas evolutivas del espacio y del tiempo
  2. DIOS EL SÉPTUPLE – La PERSONALIDAD de la DEIDAD, funcionando actualmente en cual­quier centro del espacio y del tiempo. La PER­SONALIDAD de las DEIDADES del Paraíso y sus Asociados Creativos, funcionando en, y más allá de los límites del Universo Central, poten­cializando la Personalidad como el SER SUPRE­MO en el primer nivel de la criatura, revelando la unidad de la deidad en el espacio y en el tiempo. Este nivel, el Gran Universo, es la es­fera del descenso de las personalidades del Pa­raíso en el espacio-tiempo, en la recíproca aso­ciación de la ascensión de las criaturas evolucionantes del espacio y del tiempo
  3. DIOS EL ÚLTIMO – el DIOS EVENTUANTE del super-tiempo y del espacio trascendido. El se­gundo nivel experiencial en manifestación de la Unidad de la Deidad. DIOS EL ÚLTIMO im­plica la realización alcanzada de la síntesis de lo super-personal y abscóndito del espacio­ tiempo trascendido de los valores experiencia­les eventuados, coordinados sobre los niveles de la Creación final de la Realidad
  • DIOS EL ABSOLUTO – el DIOS EXPERIMENTA­DOR de los valores super-personales trascen­didos y de los significados divinos, ahora exis tentes como la deidad absoluta. Es este el tercer nivel de expresión y expansión de la unifica­ción de la Deidad. En este nivel super-creativo, la deidad experiencia la exhaustión del poten­cial personalizable, encuentra la comprensión de la divinidad y alcanza la depresión de la capacidad por autorevelarse a los sucesivos y progresivos niveles de otra personalización; la­deidad, ahora, encuentra y experiencia la iden­tidad con el absoluto incalifcado.

 

La realidad como la comprenden los seres finitos, es parcial, relativa y sombría. La Realidad de la má­xima deidad plenamente comprensible por las criaturas finitas y evolucionantes, es incluida en el SER SUPRE­MO, no obstante hay antecedentes de Realidades Eter­nas, de Realidades Superfinitas, que son ancestrales a esta deidad suprema de las criaturas evolucionantes del espacio-tiempo. Para tratar de figurar el origen y la naturaleza de la Realidad Universal estamos forzados a emplear la técnica del razonamiento del espacio-tiem­po, con la finalidad de alcanzar el nivel de la mente finita -por ende, muchos eventos simultáneos de la eventualidad, han de ser presentados como transaccio­nes secuenciales.

El origen y la diferenciación de la Realidad vista por una criatura del espacio y del tiempo, sería el eterno e infinito «Yo Soy», alcanzando la liberación de la deidad de las cadenas del infinito no-calificado a través del ejercicio inherente del eterno libre albedrío, y ese divorcio del infinito no-calificado, produce la primera tensión de la divinidad absoluta. Esa tensión del di­ferencial infinito, es resuelta por el Absoluto Universal que funciona para unificar y coordinar la infinidad di­námica de la deidad total y la infinidad estática del Absoluto no-calificado.

En esa original transacción, el teorético «YO SOY» alcanza la realización de la personalidad, convirtién­dose en el Padre Eterno del Hijo Original, simultáneamente con el convertirse en la Fuente Eterna de la Isla del Paraíso. Co-existente con la diferenciación del Hijo del Padre en presencia del Paraíso, allí apa­rece la persona del Espíritu Infinito y del Universo Central de Havona con la apariencia de una deidad personal coexistente, que es el Hijo Eterno, el Espíritu Infinito, el Padre, escapó como personalidad de una inevitable difusión, a través del potencial de la deidad total. Por ende, es socio a través de la asociación tri­nitaria con las dos deidades que lo igualan, que el Padre plena el potencial divino incrementando su deidad ex­periencial que está siendo actualizada sobre los niveles divinos de la supremacía, ultimacía y absolutidad. El concepto del «Yo SOY», es una concesión filo­sófica que otorgamos a la mente finita del hombre, atada al tiempo y encadenada al espacio por la im­posibilidad de la criatura de comprender existencias de la eternidad, que nunca han tenido principio, nunca tendrán fin en sus realidades y relaciones.

Para la criatura del espacio-tiempo todas las cosas deben tener principio y fin, salvo el Uno Incausado, la Primaveral Causa de Causas. Por ende, conceptualizamos este filosófico nivel-valor como el «Yo SOY», al mismo tiempo que instruimos a todas las criaturas de que el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito son coeternos con el «YO SOY». En otras palabras, nunca hubo tiempo en el cual el «Yo soy» no ERA el PADRE del Hijo y con EL, del ESPÍRITU.

El infinito es usado para significar la plenitud, la finalidad implicada por la primacía de la Primera Fuente y Centro. El teorético «YO SOY» es una extensión de la criatura filosófica, de la infinidad de la vo­luntad, pero el infinito es un actual valor representan­do la intención de la eternidad de la verdadera infi­nidad del absoluto y del no-encadenado libre albedrío del Padre Universal. Ese concepto designa al Padre Infinito.

Mucha de la confusión de todas las órdenes de seres elevados y bajos, en sus esfuerzos para descubrir al Padre Infinito, es inherente a sus limitaciones de comprensión. La primacía absoluta del Padre Universal no es aparente sobre los niveles sub-infinitos; por ende es probable que sólo el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito conozcan verdaderamente al Padre como Infinito; para todas las demás personalidades del Universo, tal con­cepto del «Yo SOY» representa el ejercicio de la fe.

Estamos plenamente conscientes y reconocemos la imposibilidad de traducir plenamente el lenguaje de los conceptos divinos y eternos a los símbolos del len guaje de los conceptos finitos de la mente mortal. Pero sabemos que dentro de la mente humana un fragmento de DIOS y que en el alma humana mora habita el Es­píritu de la Verdad, y sabemos que esas fuerzas espi­rituales ayudan al hombre material a intuir la realidad de los valores espirituales y a comprender la filosofía de los significados universales. Más aún, estamos con­vencidos y seguros de que estos espíritus de la Presen­cia divina en el hombre, son capaces de ayudar al hom­bre en la apropiación de todas las verdades espirituales, contribuyendo al engrandecimiento de la siempre pro­gresiva realidad de la experiencia religiosa personal, la Consciencia Divina.

Firmado y editado por un consejero divino de ORVONTON Jefe de los cuerpos de las personalidades del super-universo asignado para formular la verdad concerniente a las deidades del Universo de Universos a los habitantes del planeta Tierra

 

IV

 

EL UNIVERSO CENTRAL Y DIVINO

 

El divino y perfecto universo ocupa el centro de toda la creación; es el eterno centro alrededor del cual giran las vastas creaciones del tiempo y el espacio. El Paraíso es la gigantesca Isla Nuclear de absoluta es­tabilidad, eje inamovible en el mismo corazón del mag­nificiente Universo Eterno. Esa familia planetaria cen­tral es llamada Havona y está sumamente alejada del Universo local de Nebadon, el sistema de Universos al cual pertenece la tierra. Havona es de enormes di­mensiones y de una masa casi increíble, consistiendo de un billón de esferas de inimaginable belleza y de grandeza superba, pero la verdadera magnitud de esta vasta creación realmente más allá del entendimiento de la mente humana.

Ése es el Uno y únicamente establecido, perfecto e instalado agregrado de mundos. Es un Universo per­fecto y creado totalmente; no es un desarrollo evolutivo. Es el eterno patrón de perfección, alrededor del cual orbita la infinita procesión de universos, que cons­tituyen el tremendo experimento evolutivo, la audaz aventura de los Creadores Hijos de Dios, que aspiran a duplicar en el tiempo y reproducir en el espacio al patrón universal, el ideal de divina compleción, de suprema finalidad, de última realidad y de eterna per­fección.

 

  1. El sistema Paraíso-Havona

 

De la periferia del Paraíso a las fronteras internas de los siete super-universos, están las siguientes con­diciones y movimientos de siete espacios.

 

  1. La quieta zona mediaespacial, limitando con el Pa­raíso.
  2. La procesión según las agujas del reloj de los tres circuitos del Paraíso y de los siete circuitos de Ha­vona.
  3. La semi-quieta zona del espacio, separando los es­pacios de Havona de los oscuros cuerpos gravita­cionales del Universo Central.
  4. La interna franja de cuerpos gravitacionales os­curos, moviéndose contra las agujas del reloj.
  5. La segunda única zona espacial que divide las dos vías espaciales de los oscuros cuerpos gravitacio­nales.
  6. La franja externa de los oscuros cuerpos gravita­cionales, que giran según las agujas del reloj alre­dedor del Paraíso.
  7. Una tercera zona espacial -semi-quieta- separan­do la franja externa de los oscuros cuerpos gravi­tacionales de los circuitos más internos de los siete super-universos.

 

El billón de mundos de Havona está arreglado en 7 circuitos concéntricos que circundan inmediatamen­te a los tres circuitos de satélites del Paraíso. Hay hacia arriba 35 millones de mundos en el circuito interno de Havona y sobre 245 millones en el externo, el resto en circuito interviniente. Cada circuito difiere, pero todos están perfectamente balanceados y exquisitamente or­ganizados, siendo cada uno dirigido por una represen­tación especializada del Espíritu de los Circuitos. En adición a otras funciones, este Espíritu Impersonal coordina la conducta de los asuntos celestiales a través de cada circuito.

Los circuitos planetarios de Havona, no están so­breimpuestos; sus mundos siguen el uno al otro en una ordenada procesión lineal. El Universo Central orbita alrededor de la estacionaria Isla del Paraíso, y en un solo vasto plano, consistiendo de diez unidades esta­bilizadoras concéntricas -los tres circuitos de las es­feras del Paraíso y los siete circuitos de los mundos de Havona. Visto físicamente, los circuitos de Havona y del Paraíso son uno y el mismo sistema; su separación está en reconocimiento a la segregación funcional y administrativa.

El tiempo no existe en el Paraíso; la secuencia de eventos sucesivos es inherente en el concepto de aque­llos que son indígenas de la Isla Central. Pero, el tiempo es aliado a los circuitos de Havona y a los numerosos seres, tanto de origen celestial como terrestre, habitan­do ahí. Cada mundo de Havona tiene su tiempo local, determinado por su circuito. Todos los mundos en un circuito dado tienen la misma longitud anual, ya que orbitan uniformemente alrededor del Paraíso y el largo de esos años planetarios disminuye de los más externos a los más internos circuitos.

Aparte del tiempo del circuito de Havona está el día estándar Paraíso-Havona y otras designaciones del tiempo, que son determinadas por y enviadas desde los siete satélites del Paraíso del Espíritu Infinito. El día estándar Paraíso-Havona está basado sobre el tiempo requerido por las moradas planetarias del primer y más interno circuito Havona en completar una revolución alrededor de la Isla del Paraíso; y a pesar de que su velocidad es enorme, debido a su situación entre los oscuros cuerpos gravitacionales y el gigantesco Paraíso, requieren aproximadamente mil años esas esferas para completar su circuito de un día. «Un día son mil años del Señor.» Un día Paraíso-Havona es de exactamente siete minutos y tres octavas de segundo menos que mil años del presente calendario de la tierra.

Ese día Paraíso-Havona es el tiempo de medida estándar de los siete super-universos, a pesar de que cada uno mantiene su propio estándar de tiempo in­terno.

En los límites externos de este vasto Universo Cen­tral, lejos y mucho más allá de las siete franjas de los mundos de Havona, orbita Allí un número enorme e increíble de oscuros cuerpos gravitacionales. Esas ma­sas oscuras multitudinarias son totalmente diferentes a todos los demás cuerpos del espacio, en muchos par­ticulares; aún en forma son totalmente diferentes. Esos oscuros cuerpos gravitacionales, jamás absorben o re­flejan luz alguna; son no-reactivos a la luz físico-ener­gética, y ellos circundan y encubren completamente a Havona, hasta el punto de esconderla perfectamente a la vista, aún de los más cercanos y habitados uni­versos del tiempo y del espacio.

La gran franja de los oscuros cuerpos gravitacio­nales está dividida en dos circuitos elípticos iguales, por una única intrusión espacial. La franja interna se revuelve contra las agujas del reloj; la externa franja se revuelve según las agujas del reloj. Esas direcciones de movimientos alternos, acoplados a la extraordinaria masa de los cuerpos oscuros, ecualiza tan efectiva­mente las líneas de gravedad de Havona hasta el punto de convertir al Universo Central en una perfectamente balanceada y estabilizada creación física.

La procesión interna de los oscuros cuerpos gravi­tacionales es tubular en arreglo, consistiendo en tres agrupamientos circulares. Un corte verticular de ese circuito exhibiría tres círculos concéntricos de igual den­sidad. El circuito externo está arreglado perpendicular­mente, estando diez mil veces más alto que el circui­to interno. El diámetro de arriba y de abajo del circuito externo es cincuenta mil veces el del diámetro trans­versal.

El intermedio que existe entre esos dos circuitos de cuerpos de gravedad es ÚNICO, en el sentido de que no puede encontrarse nada parecido a lo largo y ancho de todo el resto del universo. Esta zona está caracte­rizada por enormes ondas en movimiento de una na­turaleza de arriba-y-abajo y es penetrada por tremen­das actividades energéticas de un orden desconocido.

En nuestra opinión, nada como los oscuros cuerpos gravitacionales del Universo Central podrá caracteri­zar la evolución futura de los niveles del espacio exterior, y vemos como únicos en el universo maestro, a esas alternas procesiones de estupendos cuerpos de gra­vedad balanceadora.

 

V

 

  1. Discurso sobre el espacio y tiempo

 

El tiempo es un río de fluyentes eventos temporales percibidos por la consciencia de la criatura. Tiempo es un nombre dado a la arreglada situación donde los eventos son reconocidos y segregados. El universo del Espacio es un fenómeno de relación temporal visto des­de cualquier posición interior, fuera de la morada fija del Paraíso o de la Central Universal. El movimiento del tiempo es solamente revelado en relación a algo que no se mueve en el espacio como fenómeno del tiempo. En el Universo de universos, el Paraíso y sus Deidades trascienden ambos el tiempo y espacio. En los mundos habitados, la personalidad humana -ha­bitada y orientada por el Espíritu del padre del Pa­raíso- es la única realidad físicamente relacionada, que puede trascender la secuencia material de los eventos temporales.

Los animales no perciben el tiempo como lo hace el hombre y, aún al hombre por su visión limitada excepcional, el tiempo le aparece como una sucesión de eventos; pero a medida que el hombre asciende y progresa internamente, la visión ampliada de esa pro­cesión de eventos es tal, que es discernida cada vez más y más en su totalidad; aquello que al principio aparecía como una sucesión de eventos, entonces será visto como un ciclo total y perfectamente relacionado; de esta manera, la circular simultaneidad desplazará crecientemente la previa consciencia uni-temporal de una secuencia lineal de eventos. Hay siete diferentes concepciones del espacio, condicionados por el tiempo. El espacio es medido por el tiempo y no el tiempo por el espacio. La confusión de los científicos nace del fra­caso de reconocer la realidad del espacio. El espacio no es meramente un concepto intelectual de las rela­ciones variantes de los objetos del universo. El espacio no es vacío, y la única cosa que el hombre conoce que aún puede parcialmente trascender el espacio, es la mente. La mente puede funcionar independientemente del concepto de las relaciones espaciales de los objetos materiales. El espacio es relativamente y comparati­vamente finito a todos los seres del estado de criatura. Además advierte la consciencia a las siete dimensiones cósmicas, mas el concepto del potencial espacial se acerca a la última cima. Pero el potencial espacial es verdaderamente último sólo sobre el nivel del Abso­luto.

Ha de ser aparente que la Realidad Universal tiene una significancia relativa y expansiva sobre los ascen­dentes y perceptibles niveles del cosmos. Por último los supervivientes mortales alcanzan la identidad en un universo septidimensional.

El concepto de mente-espacio de origen material, es destinado a sobreponerse a ampliaciones sucesivas, a medida que la consciencia y la conceptualizante per sonalidad asciende los niveles del universo. Cuando el hombre alcanza la mente mediadora entre los planos de existencia de los planos material y espiritual, sus ideas del espacio-tiempo serán enormemente expan­didas tanto a la calidad de la percepción como a la calidad de la experiencia. Las ampliadas concepciones cósmicas de una personalidad espiritual avanzada son debidas a los aumentos de la profundidad interna, si­multáneamente con la ampliación de la conciencia. Y a medida que la personalidad avanza hacia arriba y hacia adentro a los niveles trascendentales de la se­mejanza Divina, el concepto de espacio-tiempo se aproximará cada vez más a los conceptos de no espacio y no tiempo del Absoluto. Relativamente y de acuerdo a ese logro trascendental, estos conceptos del nivel ab­soluto serán visionados por los hijos del destino último.

 

  1. Discurso sobre la realidad

 

La fuente de la Realidad Universal es el Infinito. Las cosas materiales de la creación finita son las re­percusiones espacio-temporales del Arquetipo del Paraíso y de la Mente Universal del Eterno Dios. La causación en el mundo físico, la auto-consciencia en el mundo intelectual y la progresiva evolución del ser en el mundo espiritual -esas realidades proyectadas en escala universal, combinadas en relaciones eternas y experienciadas con perfección de calidad y valoracio­nes divinas, constituyen LA REALIDAD DEL SUPREMO. Pero, en un continuo y cambiante universo, la Perso­nalidad Original de la causación, inteligencia y expe­riencia espiritual queda sin cambio, absoluta. Todas las cosas, aún en un universo ilimitado y eterno de divinas cualidades, pueden cambiar, excepto los ab­solutos y aquellos que han alcanzado el máximo estado físico, alcance espiritual o entidad espiritual que es ab­soluta.

El más alto nivel, al cual una criatura finita pueda progresar, es la recognición del Padre Universal y el conocimiento del SUPREMO. Y aún entonces, esos seres de la finalidad del destino continúan experimentando cambios en los movimientos del mundo físico, en sus fenómenos materiales. De igual manera, ellos se man­tienen conscientes y despiertos al progreso de su ser, en su continua ascensión en el universo espiritual y de su creciente consciencia, a medida que van profundizando su apreciación de él, y su respuesta al cosmos intelectual. Sólo en perfección, armonía y unanimidad de voluntad puede la criatura tornarse como UNA con el CREADOR; y ese estado de divinidad es alcanzado y mantenido, sólo cuando la criatura continúa viviendo en el tiempo, en la eternidad, conformando consisten­temente su finita voluntad personal a la VOLUNTAD DIVINA del CREADOR. Siempre ha de ser el deseo de hacer la Voluntad del Padre la meta suprema en el alma, y dominando sobre la mente del ascendente Hijo de Dios.

Una persona tuerta nunca podrá visualizar una pro­fundización de perspectiva, tampoco lo podrá hacer un científico materialista tuerto, ni un místico espiritualista tuerto, y jamás podrán visualizar adecuadamente las verdaderas profundidades de la Realidad del Uni­verso. Todos los valores verdaderos en la experiencia de la criatura son alcanzados en lo profundo de la re­cognición.

La personalidad es aquel otorgamiento cósmico, aquella fase de la realidad, que pueda coexistir ilimi­tadamente sin cambio, pero al mismo tiempo mantener su identidad aún en la misma presencia de todos los cambios, por siempre y para siempre.

La vida es una adaptación de la causación original cósmica a las demandas y posibilidades de la situación del universo, y llega a ser por la Acción de la Mente Universal y la activación de la Chispa Espiritual de Dios, que ES ESPÍRITU. El significado de la vida es su adaptabilidad; el valor de la vida es su progresabilidad, aún hasta las alturas de la DIVINA CONSCIENCIA.

La mala adaptación a la consciencia vital del uni­verso produce desarmonía cósmica. La final divergen­cia de la voluntad personal del camino universal, fi naliza en el aislamiento intelectual y la segregación de la personalidad.

A la pérdida del espíritu piloto que mora en el hom­bre, sobreviene la cesación del Espíritu Universal. La inteligente y progresiva vida se torna entonces, en y por sí misma, en una prueba incontrovertible de la existencia del Propósito del Universo y de la expresión de la Voluntad del Divino Creador. Y esa vida agre­gada y congregada en lugar de segregada, lucha por alcanzar Valores Divinos, teniendo como meta final al Padre Universal.

Sólo en algunos grados la mente del hombre sobre­pasa al nivel animal. Por ende, los animales al no tener contemplación, adoración y sabiduría, que son ministrados al intelecto por el Espíritu Divino piloto, no podrán experienciar la super-Consciencia y la Cons­ciencia de la CONSCIENCIA.

El conocimiento es la esfera de la mente material discernidora-de-hechos. La verdad es el dominio del intelecto imbuido espiritualmente, esto es, consciente de conocer a Dios. El conocimiento es demostrable, la verdad es experienciada. El conocimiento es una po­sesión de la mente, la verdad es una experiencia del alma, el progreso del ser. El conocimiento es una fun­ción del nivel no espiritual; la verdad es una fase del nivel mental-espiritual de los universos. El ojo de la mente material percibe un mundo de conocimiento fac­tual; el ojo del intelecto espiritualizado discierne un mundo de verdaderos valores. Estos dos puntos de vis­ta, sincronizados y armonizados, revelan el mundo de la realidad donde la sabiduría interpreta el fenómeno del universo en términos de la experiencia personal progresiva.

El error -(el mal)- es el castigo de la imperfección, las cualidades de imperfección o los hechos de la mala adaptación que están desglosados sobre el nivel material por la observación crítica y el análisis científico; en el nivel moral, por la experiencia humana. La pre­sencia del mal en la vida de una persona constituye una prueba en las interpretaciones de la mente y en la falta de madurez del ser en evolución. El mal es, por ende, también una medida de la imperfección del uni­verso. La posibilidad de cometer errores es inherente a la adquisición de la sabiduría, el esquema progresivo de lo parcial y temporal a lo completo y eterno; de lo relativo e imperfecto a lo que es final y perfecto. El error es la sombra de la parcialidad relativa, que debe por necesidad deshacerse de la vida del hombre a me­dida que éste asciende por el sendero universal al Pa­raíso de Perfección. El error (el mal), no es una actual cualidad universal; es simplemente la observación de la relatividad en las relaciones de imperfección y de parcialidades, finitas vías a los ascendentes niveles del YO SUPREMO y ULTIMO.

El mal es un concepto de la relatividad. Surge de la observación de las imperfecciones, que aparece como sombra en el universo finito de seres y cosas, y un cosmos así, oscurece la Luz Viviente de la Expresión Universal de las Eternas Realidades del UNO INFINITO. El mal potencial es inherente en la necesaria par­cialidad de revelación de Dios, como expresión del in­finito y lo eterno. El hecho de lo parcial en la presencia de lo completo constituye la relatividad de la realidad y crea necesariamente una elección intelectual, y es­tablece niveles de valores espirituales de recognición y responsabilidad.

El incompleto y finito concepto del infinito que sos­tiene en su mente la criatura limitada y temporal es, en y por sí mismo, mal potencial. Pero, el error aumentado y justificado en una rectificación espiritual de estas de­sarmonías e insuficiencias espirituales, es equivalente a la realización del mal actual.

Todos los conceptos estáticos muertos son mal po­tencial. La sombra finita de la verdad relativa y vi­viente, está en continuo movimiento. Los conceptos estáticos invariablemente retardan a la ciencia, la po­lítica, la sociedad y la religión. Los conceptos estáticos pueden representar algún conocimiento, pero son de­ficientes como sabiduría y ausentes de la verdad. Así, no permitas más al concepto de relatividad, de des­viarte hasta el punto de dejar de reconocer la guía de la mente cósmica y la coordinación del universo y su control estabilizador por las energías y el espíritu del SUPREMO.

 

  1. Discurso sobre soberanía divina y humana

 

La hermandad de los hombres tiene su fundamento en la paternidad de Dios; la familia de Dios proviene de su amor: Dios es amor. Dios el Padre ama divinamente a sus hijos, todos ellos sin excepción alguna. El Reino de los Cielos, el Gobierno Divino, es fun­dado sobre el hecho de la Soberanía Divina; Dios es Espíritu. Ya que Dios es Espíritu, Su reino es también espiritual. El Reino de los Cielos no es material, ni meramente intelectual; es una relación espiritual entre Dios y el hombre.

Si las diferentes religiones, reconocieran la sobe­ranía de Dios el Padre, entonces todas ellas evolucio­narían en paz. Sólo cuando una religión asume ser la única, la verdadera, o de alguna manera asume mos­trarse superior a las demás y de que posee exclusiva autoridad sobre otras religiones, así, esta religión se torna intolerante de las demás o se atreve a perseguir a los creyentes de otras religiones.

La paz religiosa (la hermandad), nunca podrá exis­tir hasta que todas las religiones, voluntaria y comple­tamente, se desvistan de toda autoridad eclesiástica y entreguen plenamente todo concepto de Soberanía Es­piritual: sólo Dios es el Soberano Espiritual.

No podrán tener igualdad entre religiones -(liber­tad religiosa)- hasta que todas las religiones consientan en transferir toda la soberanía religiosa a un nivel so­brehumano, a Dios mismo.

El Reino de los Cielos en el corazón de los hombres creará la Unidad Religiosa, porque todos los grupos religiosos y todos los creyentes de las diferentes religiones se liberarán de todas las nociones de autoridad eclesiástica.

Dios es Espíritu, y Dios da un fragmento de ese mismo Espíritu y lo envía a morar en el corazón de cada hombre. Espiritualmente todos los hombres son iguales. El Reino de los Cielos es libre de castas, clases, niveles sociales y de grupos económicos. Todos vosotros sois hermanos.

Pero, desde el mismo instante que pierdes de vista la Soberanía Espiritual de Dios, el Padre, inmediata­mente comienzas a ver que una religión está afirmando su superioridad sobre las demás; y entonces en lugar de paz sobre la tierra y buena voluntad entre los hom­bres, comienzan los disentimientos, las discriminacio­nes y más aún las guerras religiosas o, por lo menos, las guerras entre religiosos.

Seres de libre albedrío que se miran a sí mismos como iguales, a menos que se coloquen consciente­mente debajo de una Super-autoridad, tarde o temprano comienzan a desarrollar sus habilidades para ga­nar poder y autoridad sobre otros grupos y personas. El concepto de igualdad trae paz, sólo en la mutua recognición de la Soberanía del Padre del Paraíso. Los religiosos de URMIA han vivido juntos en comparativa paz y tranquilidad, porque han entregado plenamente todas sus nociones de soberanía religiosa; espiritual­mente todos creían en la Soberanía Divina; socialmente la plena e indiscutible autoridad estaba a mano de su presidente y cabeza CYMBOYTON. Ellos sabían muy bien qué pasaría si alguno de ellos se declaraba maestro. Sólo cuando Dios, el Padre, se torne en la suprema y única voluntad de todos los hombres, entonces habrá paz en la tierra y los hombres podrán vivir como hermanos bajo SU SOBERANÍA.

 

  1. Discurso sobre la soberanía política

 

El planeta Tierra seguirá en guerra todo el tiempo que las naciones mantengan las ilusorias nociones de ilimitada soberanía nacional. Hay sólo dos niveles de relativa soberanía en un planeta habitado: el libre al­bedrío espiritual de cada individuo mortal y la colec­tiva soberanía de la humanidad, como un todo. Entre el nivel del ser humano individual y el nivel de la hu­manidad como un todo, todos los grupos, agrupaciones y asociaciones son relativas y transitorias, y tienen al­gún valor, sólo cuando ensanchan el bienestar y la evo­lución del progreso individual y el progreso planetario como un Gran Todo, el hombre y la Humanidad.

Los maestros religiosos deben recordar siempre que la Soberanía Espiritual de Dios se sobrepone a todas las intermedias lealtades espirituales. Algún día los gobernadores civiles aprenderán y conocerán que el Al­tísimo es el único Gobernador en el reino de los hom­bres.

Ese Gobierno del Altísimo, en el reino de los hom­bres, no es para el beneficio especial de ningún favo­recido grupo de mortales. No hay tal cosa como el «Pueblo Elegido». El Gobierno del Altísimo, el con­trolador de la evolución política, es un gobierno de­signado para proporcionar el mayor bien a la mayor cantidad de seres humanos, de todos los hombres y por la mayor cantidad de tiempo posible.

La Soberanía es poder y crece por la organización. Ese crecimiento de la organización del poder político es bueno y apropiado, porque tiende a acompasar todos los segmentos de toda la humanidad. Pero ese mismo crecimiento de organización política crea un problema entre el estado intermedio de la inicial y natural or­ganización del poder político -la familia- y la consu­mación final del crecimiento político -el gobierno de toda la humanidad y para toda la humanidad.

La dificultad, en la evolución de la Soberanía Po­lítica de la familia a la de toda la humanidad, radica en la inercia y resistencia exhibida en todos los niveles intermedios. Las familias han definido su clan, mien­tras que los clanes y tribus retan subversivamente a la soberanía del estado territorial. Y eso es verdad porque una vez que movilizas a las lealtades humanas ya será muy difícil de cambiarlas. La misma lealtad que hace posible la evolución de la tribu, hace difícil la evolución de la super-tribu, el estado territorial. Y la misma leal­tad que hace posible la evolución del estado territorial: el patriotismo, complica enormemente el desarrollo evolutivo del gobierno de toda la humanidad.

La Soberanía Política nace de la entrega del auto­determinismo, primero por el individuo dentro de la familia y luego por las familias y los clanes, en relación a la tribu y mayores agrupaciones. Esa progresiva trans­ferencia y auto-determinación de menores a siempre mayores organizaciones políticas, es la pauta.

La tierra no disfrutará de una verdadera paz hasta que las llamadas naciones-soberanas, en forma inteli­gente y plena, entreguen su poder soberano en las manos de la hermandad de los hombres, el gobierno de la humanidad. El internacionalismo, la liga de las na­ciones, los pactos regionales, nunca podrán traer paz permanente a la humanidad; la confederación mundial de naciones podrá efectivamente prevenir guerras me­nores y controlar aceptablemente a las pequeñas na­ciones, pero no podrá prevenir guerras mundiales, ni controlar a los tres, cuatro o cinco gobiernos más po­derosos. Frente a conflictos reales, uno de esos poderes mundiales, se retirará de la confederación y declarará la guerra. Es imposible prevenir que las naciones no vayan a la guerra, mientras se mantienen infectadas por el virus de la Soberanía Nacional. El internacio­nalismo es un paso en la dirección correcta.

La paz no vendrá a la tierra hasta que las llamadas naciones-soberanas entreguen su poder de hacer la gue­rra en manos de un Gobierno Representativo de Toda la humanidad. La Soberanía Política es innata con los pueblos del planeta. Cuando todos los pueblos del pla­neta crean en un Gobierno Planetario, entonces ten­drán el derecho y el poder de hacer SOBERANO a ese Gobierno; y cuando ese Gobierno Representativo y Democrático del mundo controle con su poder las fuer­zas de la tierra, del aire y navales, LA PAZ reinará en la tierra y prevalecerá la Buena Voluntad entre los hombres -pero sólo hasta entonces.

Los ciudadanos no han nacido para el beneficio del gobierno; los gobiernos son organizaciones creadas para el beneficio de los hombres. La evolución de la Soberanía Política debe ir paralela a la Soberanía de Todos los hombres. Todas las otras soberanías son relativas en valor, intermedias en significado y subordinadas en status.

Con el progreso científico las guerras serán cada vez más y más devastadoras, hasta convertirse casi en sui­cidas racialmente. ¿Cuántas guerras mundiales habrán de librarse y cuántas ligas de naciones han de fracasar todavía, antes de que los hombres tengan la buena vo­luntad de establecer el Gobierno de la Humanidad y de comenzar a disfrutar de las bendiciones de una Paz permanente y la tranquilidad de la Buena Voluntad -Buena Voluntad Planetaria- entre los hombres?

 

  1. La evolución de un gobierno representativo

 

La Democracia, siendo un ideal, es un producto de la civilización y no de la evolución. ¡Avancen lenta­mente! – ¡Elijan cuidadosamente! Porque los peligros de la Democracia son:

 

  1. Glorificación de la mediocridad.

II           .           Selección de bases y gobernantes ignorantes.

III.        Fracaso en reconocer los hechos básicos de la evolución social.

  1. Peligro del sufragio universal en manos de ma­yorías indolentes y no educadas.
  2. Esclavitud a la opinión pública; la mayoría no siempre tiene razón. La opinión pública, la opi­nión común, siempre ha frenado a la sociedad; no obstante es válida, porque mientras retar­daba la evolución social preservaba la civili­zación. La educación de la opinión pública es el único método seguro y verdadero de acelerar la civilización.

 

Hay diez escalones o etapas para la evolución de una práctica y eficiente forma de gobierno representativo:

  1. LIBERACIÓN DE LA PERSONA:

Todas las formas de esclavitud humana, de cualquier índole, han de desaparecer.

  1. LIBERACIÓN MENTAL:

A menos que se eduque a un pueblo libre, esto es, enseñarle a pensar inteligente­mente y a planificar sabiamente, la libe­ración hará más daño que bien.

  1. EL REINO DE LA LEY:

La libertad puede ser disfrutada sólo cuando la voluntad y los deseos de los gobernantes humanos son reemplazados por actas legislativas, acordadas y acep­tadas por la ley fundamental del Cosmos.

  1. LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE PALABRA:

El gobierno representativo es imposible sin la libertad de todas las formas posibles de expresión de las opiniones y aspiracio­nes humanas.

  1. SEGURIDAD DE LA PROPIEDAD:

Ningún gobierno puede durar mucho si no provee el derecho a sus ciudadanos de disfrutar de todas las formas de propiedad personal.

El hombre anhela el derecho de usar, con­trolar, otorgar, vender, arrendar y prote­ger su propiedad personal.

  1. EL DERECHO A LA PETICIÓN:

El gobierno representativo asume el de­recho de oír a sus ciudadanos. El privi­legio de petición es inherente a la ciuda­danía libre.

  1. EL DERECHO A GOBERNAR:

No es suficiente el ser escuchado, el poder de petición debe progresar a la actual admi­nistración del gobierno.

  1. SUFRAGIO UNIVERSAL:

El gobierno representativo presupone un inteligente, eficiente y universal electo­rado. El carácter de tal gobierno siempre será determinado por el carácter y el ca­libre de aquellos que lo componen; a me­dida que la civilización progresa, el su­fragio, aun manteniéndose universal para ambos sexos, será efectivamente modifi­cado y diferenciado con cambios.

  1. CONTROL DE LOS SERVIDORES PÚBLICOS: Ningún gobierno civil será efectivo y ser­vicial, a menos que la ciudadanía posea y use sabias técnicas para guiar y contro­lar la administración y los servidores pú­blicos.
  2. REPRESENTACIÓN INTELIGENTE Y ENTRE­NADA:

La supervivencia de la Democracia, de­pende de sucesivos gobiernos represen­tativos; y esto está condicionado sobre la práctica de elegir para los puestos públi­cos sólo aquellos individuos técnicamente entrenados y competentes intelectual­mente, leales a la sociedad y adecuados moralmente. Solo con esas miras puede el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo ser preservado.

(

  1. Discurso sobre la ley, libertad y soberanía

 

Si un hombre desea libertad, él debe recordar que todos los hombres tienen el deseo de liberación. Gru­pos así de mortales amantes de la libertad, no pueden vivir juntos en paz sin convertirse en subsirvientes a leyes, reglas y regulaciones que le otorgarán a cada persona el mismo grado de liberación, salvaguardando al mismo tiempo un igual grado de liberación para todos sus prójimos mortales. Si un hombre ha de ser abso­lutamente libre, entonces otro se tornará en esclavo absoluto. Y la naturaleza relativa de la liberación es verdad, -social, económica y políticamente-. La libe­ración es el regalo de la civilización, hecha posible por la subordinación a la LEY.

La religión hace espiritualmente posible la reali­zación de la hermandad del hombre, pero se requerirá del Gobierno de la Humanidad la regulación de los problemas sociales, económicos y políticos asociados con la meta de felicidad y eficiencia humana. «Habrá guerra y rumores de guerra.» Nación se elevará contra otra nación todo el tiempo que esté dividida la sobe­ranía política mundial por un grupo de naciones-es­tados.

Otra guerra mundial enseñará a las llamadas na­ciones soberanas a formar algún tipo de federación, creando así la maquinaria para prevenir pequeñas guerras, entre naciones menores. Pero aquellas guerras glo­bales continuarán hasta la creación del Gobierno de la Humanidad. La Soberanía Global prevendrá guerras globales, ninguna otra cosa lo hará.

No es cuestión de armamento o de desarme, tam­poco es cuestión de servicio militar voluntario o no, esos problemas no mantendrán la paz mundial. Si le quitamos todas las formas del moderno armamento mecánico, ellas seguirán peleando y haciendo la guerra hasta con piedras y palos todo el tiempo que sigan teniendo la ilusión del divino derecho de la soberanía nacional.

La guerra es la más grande y terrible enfermedad que tiene el hombre; la guerra es un síntoma, un re­sultado. La verdadera enfermedad es el virus de la so­beranía nacional.

Las naciones de la tierra no han poseído nunca una soberanía real, nunca han tenido una soberanía que pueda protegerles de la devastación de las guerras mun­diales. En la creación del Gobierno Global de la Hu­manidad, las naciones entregarán su soberanía nacio­nal a favor de una soberanía mundial, que los protegerá de toda guerra. Los asuntos locales serán manejados por gobiernos locales, los asuntos nacionales por go­biernos nacionales, los asuntos internacionales serán administrados por un Gobierno Global.

La paz mundial no podrá ser mantenida por tra­tados, por diplomacia, políticas externas, alianzas, ba­lances de poder o cualquier otro tipo de juego relacionado con las soberanías del nacionalismo. La LEY MUNDIAL ha de nacer y ha de ser reforzada por el Gobierno Mundial: la Soberanía de Toda la Huma­nidad.

El individuo podrá disfrutar muchísimo más bajo un Gobierno Mundial. Hoy los ciudadanos de las na­ciones son impuestos, regulados y controlados casi opresivamente, y mucha de la presente interferencia con las libertades individuales se desvanecerá cuando los gobiernos nacionales tengan la Buena Voluntad de confiar su soberanía relativa a los asuntos internacio­nales en las manos del Gobierno Global.

Bajo el Gobierno Global, a los grupos nacionales les será permitida una real oportunidad de realizar y disfrutar de las libertades personales y la genuina democracia; la falacia de la autodeterminación habrá con­cluido. Con la regulación global del dinero y del co­mercio vendrá la Nueva Era de la Paz MUNDIAL; pronto evolucionará un lenguaje global y hasta habrá una bue­na esperanza de tener una Religión Global o religiones con un global punto de vista.

La Soberanía Política de un Gobierno Represen­tativo de la Humanidad traerá paz en la tierra y la espiritual hermandad del hombre asegurará para siempre la Buena Voluntad entre todos. Y no hay otra ma­nera de realizar la Paz en la tierra y la Buena Voluntad en los hombres.

 

  1. Discurso sobre verdaderos valores

 

El estándar de verdaderos valores ha de ser buscado en el mundo espiritual y en los niveles divinos de la Eterna Realidad. Para el hombre mortal ascendente todos los estándares materiales inferiores han de ser reconocidos como transitorios, parciales e inferiores. El científico, como tal, es limitado a descubrir las re­laciones y las interrelaciones de los hechos materiales. Técnicamente, él no tiene derecho de afirmarse como materialista o idealista, porque al hacerlo así se está alejando de la actitud de verdadero científico, que de­jaría esas afirmaciones a la misma esencia de la filo­sofía.

A menos que la visión interna moral y el logro es­piritual de la humanidad aumente proporcionalmen­te, el ilimitado avance de una puramente cultura materialista puede eventualmente convertirse en una ame­naza para la civilización. Una ciencia puramente ma­terialista carga en sí la semilla potencial de la destrucción de todas las aspiraciones científicas, por­que esa misma actitud presagia el último colapso de una civilización que ha abandonado sus sentidos de valores morales y que ha repudiado su meta de logro espiritual. El científico materialista, y el idealista en extremo están destinados siempre a la locura. Pero, no podremos decir esto de aquellos científicos idealistas y de los idealistas científicos que están en posesión de un alto estándar de valores morales y de elevados ni­veles de prueba espiritual. En cada edad, tanto los cien­tíficos como los religiosos han de reconocer que están a prueba delante del tribunal de la necesidad humana. Deberían eliminar valientemente las diferencias entre ellos, para justificar su continua supervivencia, por una aumentada devoción al servicio del progreso humano. Si aquella llamada ciencia o religión de cualquier edad es falsa, entonces deberían purificar sus actividades o inclinarse delante del surgimiento de una ciencia material o de una religión espiritual hacia un verdadero y valioso orden.

 

  1. Discurso sobre la verdadera y falsa libertad

 

De todos los perplejos problemas salidos de la re­belión de Lucifer, ninguno ha ocasionado más dificul­tad que el fracaso de los inmaduros mortales evolutivos en distinguir entre verdadera y falsa libertad.

La verdadera libertad, es la búsqueda de las edades y la recompensa del progreso evolutivo. La falsa liber­tad es la sutil decepción del error del tiempo y del mal del espacio. La libertad duradera es predicada sobre la realidad de la justicia-inteligencia, fraternidad y equi­dad.

La libertad es una técnica auto-destructiva de la existencia cósmica cuando sus motivaciones son ininteligentes, incondicionadas e incontroladas. La verdadera libertad está progresivamente relacionada con la realidad y siempre toma en cuenta a la equidad so­cial, la lealtad cósmica, la paternidad universal y las obligaciones divinas.

La libertad es suicida cuando se divorcia de la jus­ticia material, de la lealtad intelectual, de la conviven­cia social, del deber moral y de los valores espirituales. La libertad es no-existente aparte de la realidad cós­mica, y toda la realidad de la personalidad es propor­cional a sus relaciones con su parte divina.

La auto-voluntad desembocada y la no regulada auto-expresión aumentan el egoísmo, el estigma de lo no-divino. La libertad sin la asociada y siempre-incrementada conquista del ser es el pigmento de una ima­ginación egoística mortal. La auto-motivada libertad es una ilusión conceptual, una cruel decepción. La li­cencia de hacer lo que viene en ganas en nombre de la libertad, es el camino hacia la esclavitud total.

La verdadera libertad es el recio y genuino auto-res­peto; la falsa libertad es el consorte de la auto-admiración. La verdadera libertad es el punto del auto-control; la falsa libertad es la asunción de la auto-aserción. El auto-control conduce al servicio altruista; la auto-ad­miración conduce a la explotación de otros para el cre­cimiento egoísta; es como si ese tipo de individuo equivocado estuviera sacrificando logros personales para la sola finalidad de poseer un poder injusto sobre sus prójimos.

Aún la sabiduría divina es seguro sólo cuando su visión es cósmica y su motivación es espiritual.

No hay un error mayor que el de aquella especie de auto-decepción hacia sí mismo, que conduce a seres inteligentes hacia el deseo de ejercitar el poder sobre otros seres, con el propósito de privarlos de sus liber­tades naturales. La regla dorada de la lealtad humana ha de defenderse de todos esos fraudes, deslealtad, egoísmo, y no-rectitud. Sólo la verdadera y genuina libertad es compatible con el reino del amor y el mi­nisterio de la misericordia.

¡Cómo se atreven estas auto-voluntadas criaturas de arrancarles sus derechos a sus prójimos, en el nombre de su libertad personal, cuando los Supremos Gobernadores del Universo apoyan con su respeto mi­sericordioso esas prerrogativas de la voluntad y potencialidades del alma! Ningún ser en el ejercicio de su supuesta libertad personal tiene algún derecho de privar a otro ser de los privilegios de la existencia, conferidos por el Creador y debidamente respetados por todos Sus leales asociados, subordinados y sujetos.

El hombre evolutivo ha tenido que luchar por sus libertades materiales contra los tiranos y los opresores en un mundo de pecado e iniquidad, durante los tempranos tiempos de la primitiva evolución de la tierra; más no será así en los mundos superiores. La guerra es la herencia de la poca evolución del hombre, pero, en los mundos de normal y avanzada civilización, la libertad de toda clase es perfectamente respetada en todos y para todos.

 

  1. Discurso sobre la mente

 

Hijo mío, ya te he hablado mucho acerca de la men­te del hombre y del Divino Espíritu que mora ahí, pero ahora permíteme enfatizarte que la auto-consciencia es una REALIDAD. Cuando un animal se torna auto-cons­ciente se convierte en un hombre primitivo. Este logro es el resultado de una coordinación de funciones entre la energía impersonal y la concepción mental del es­píritu, y es este fenómeno el que garantiza el otorga­miento de un absoluto punto focal para la humana posibilidad, el Espíritu del Padre en los Cielos.

Las ideas no son simplemente un registro de sen­saciones; las ideas son sensaciones más las reflectivas interpretaciones del ser personal, y el ser es más que la suma de todas las sensaciones. Ahí comienza a pro­ducirse algo que se acerca a la unidad en el evolucio­nante ser, y esa unidad es derivada de la Presencia de una parte de la Unidad del Absoluto, que mora en el hombre y que activa espiritualmente a esa mente auto­consciente de origen animal.

Ningún animal a secas podrá poseer una auto-cons­ciencia del tiempo. El animal posee una coordinación fisiológica de asociados recognición-sensación y memoria, por ende, ninguno experimenta un significativo reconocimiento de la sensación o exhibe tampoco una asociación de propósito de esas combinadas experien­cias físicas, tal como la manifestada en las conclusiones de las inteligentes y reflectivas interpretaciones hu­manas. Y ese hecho de existencia auto-consciente, aso­ciado con la realidad de sus subsecuentes experiencias espirituales, constituye al hombre en un hijo potencial del Universo y encubre su eventual logro a la SUPREMA UNIDAD DEL UNIVERSO.

Tampoco el ser humano es meramente la suma de sucesivos estados de consciencia, y sin el efectivo fun­cionamiento de una discernidora-consciencia y de una asociadora-consciencia no podría existir allí suficiente Unidad que garantice la designación de la deidad; tal mente no unificada difícilmente podrá alcanzar los ni­veles de consciencia del estado humano.

Si las asociaciones de consciencia fueran simple­mente un accidente, las mentes de los hombres exhi­birían, entonces, las no-controladas asociaciones de ciertas fases de locura mental.

Una mente humana, construida solamente de la consciencia de sensaciones físicas, nunca podrá alcan­zar niveles espirituales; este tipo de mente material carecería del sentido de valores morales y estaría sin la guía del sentido de dominancia espiritual, que es tan esencial para el cumplimiento de una armoniosa uni­dad de la personalidad en el tiempo, que es inseparable de la supervivencia de la personalidad en la eternidad.

Bien temprano la mente humana comienza a ma­nifestar cualidades que son supermateriales; el verda­deramente reflectivo intelecto humano no está todavía atado por los límites del tiempo. Los individuos así, difieren mucho en sus manifestaciones de la vida, y eso indica no solamente las variantes hereditarias y las diferentes influencias del medio ambiente, sino tam­bién el grado de unificación con el Espíritu del Padre alcanzado por el ser, que sería la medida de la iden­tificación del uno con el otro.

La mente humana no soporta muy bien el conflicto de la doble obediencia. Esa es una dura prueba para el Alma, el sobreponerse sobre la experiencia del esfuerzo en servir a ambos: al bien y al mal. La suprema mente feliz y eficiente unificada mente es aquella que está totalmente dedicada a hacer la Voluntad del Padre de los Cielos. Los conflictos no resueltos destruyen la uni­dad y pueden terminar en la corrupción de la mente. Pero, el carácter de supervivencia del Alma no se logra por los intentos de asegurar la paz mental a cualquier precio, por la entrega de las nobles aspiraciones, ni por el compromiso de los ideales espirituales; más bien esa paz es alcanzada por la afirmación del triunfo de lo que es verdad; y esa victoria es alcanzada por la potente fuerza del Bien sobre el mal.

 

  1. Discurso sobre el alma

 

El Alma es la auto-reflectiva, verdad-discernidora y espíritu-perceptora,  parte del hombre, que siempre eleva al ser humano sobre el nivel del ser animal.

La auto-consciencia, en y por sí misma, no es el Alma, la auto-consciencia moral es la verdadera humana auto­realización, y constituye la fundación del Alma hu­mana, y el Alma es aquella parte del hombre que re­presenta  el valor potencial de supervivencia de la ex­periencia humana.

La elección moral y el logro espiritual, la habilidad de conocer a Dios y la urgencia de ser como ÉL -perfecto- son las características del Alma.

El Alma del hombre no puede existir separa­damente del pensamiento moral y de la actividad es­piritual. Un Alma inerte es un alma muriente.

Pero, el Alma del hombre es distinta del Divino Espíritu que mora en la mente. El Divino Espíritu llega simultá­neamente con la primera actividad moral de la mente humana, y ésa es la ocasión del nacimiento del Alma.

El salvar o perder el Alma depende de si la cons­ciencia moral ha hecho la eterna alianza con su aso­ciado espíritu inmortal y ha tomado la decisión de supervivir en el Universo o de renunciar a ese hecho.

La salvación es la espiritualización de la auto-realización de la consciencia moral que de esta manera adquiere el valor de supervivencia. Todas las formas de los con­flictos del Alma consisten en la ausencia de armonía entre la moral o espiritual auto-consciencia intelectual.

El Alma humana, cuando madura, se ennoblece y espiritualiza, se acerca al estado celestial con el hecho de convertirse en una entidad interviniendo entre lo material y espiritual, el ser material y el Espíritu Di­vino. La evolucionante Alma de un ser humano es de difícil descripción, y aún de más difícil demostración, porque no puede ser descubierta por los métodos de investigación material o de prueba espiritual. La cien­cia material no puede demostrar la existencia de un Alma; tampoco puede ser probada por el puro Espíritu.

A pesar del fracaso de la ciencia material y de los cá­nones espirituales en descubrir la existencia del Alma humana, cada moralmente-consciente mortal CONOCE la existencia de su Alma, como real y actual experiencia personal.

 

 

  1. Discurso sobre verdad y Fe

 

La verdad no puede ser definida en palabras, hay que vivirla. La verdad es siempre más que el conoci­miento. El conocimiento pertenece a las cosas observadas, pero la verdad trasciende esos niveles materiales y se empareja con la sabiduría y abraza tales hechos imponderables como la experiencia humana, y aún rea­lidades vivientes y espirituales. El conocimiento se ori­gina en la ciencia; la sabiduría en la verdadera filosofía; la verdad en la religiosa experiencia de una vivencia espiritual. El conocimiento trata con hechos; la sabi­duría con relaciones; la verdad con valores de la rea­lidad.

El hombre tiende a cristalizar la ciencia, formular la filosofía y dogmatizar la verdad, porque es mental­mente perezoso a las necesidades de ajuste de las progresivas luchas del vivir diario; porque está también terriblemente asustado y atemorizado frente a lo des­conocido. El hombre natural es lento en iniciar cam­bios en sus hábitos de pensar, en sus técnicas de vivir.

La verdad revelada, la verdad personalmente des­cubierta es la suprema delicia del alma humana; es la conjunta creación de la mente material y del espíritu divino que mora en la mente del hombre. La salvación eterna de esa alma discernidora de la verdad y amante de la belleza es asegurada por aquella hambre y sed, por el bien que conduce a ese mortal a desarrollar el único propósito de hacer la VOLUNTAD del PADRE, de encontrar a Dios y de ser como ÉL. Nunca hay con­flicto entre el verdadero conocimiento y la verdad; pue­de haber conflictos entre el conocimiento y las creen­cias humanas, creencias coloreadas con prejuicios, distorsionadas por el miedo, y dominadas por la ame­naza de enfrentarse a nuevos hechos de descubrimiento material o de progreso espiritual.

Pero la verdad no podrá nunca tornarse en posesión del hombre sin el ejercicio de la Fe. Eso es verdad porque los pensamientos, la sabiduría, la ética y los ideales del hombre no podrán jamás elevarse más alto que su nivel de fe, su sublime esperanza. Y ese tipo de verdadera fe es predicado sobre profundas reflexiones, sincera autocrítica y una consciencia moral sin com­promiso. Fe es la inspiración de la imaginación crea­dora espiritualizada.

La Fe sirve para entregar las actividades supra-hu­manas de la Chispa Divina, el germen inmortal, que vive en la mente del hombre y que es el potencial de supervivencia eterna.

Las plantas y los animales so­breviven en el tiempo por la técnica de pasar de una generación a otra, idénticas partes de sí mismas.

El alma humana, la personalidad del hombre sobrevive a la muerte mortal por la asociación de identidad con la morante chispa de la divinidad, que es inmortal y que funciona para perpetuar la personalidad humana sobre los continuos y más altos niveles de progreso de la existencia del universo.

La semilla sellada del alma hu­mana es un espíritu inmortal. La segunda generación del alma es la primera de una sucesión de manifesta­ciones espirituales y progresivas de las existencias de la personalidad, terminando solamente cuando esta di­vina entidad alcanza de vuelta la fuente de su existen­cia, la personal fuente de TODAS las existencias, DIOS el PADRE UNIVERSAL.

La vida humana continúa -sobrevive- porque tiene una función universal, la tarea de hallar al PADRE, a Dios.

El alma del hombre activada por la Fe no puede pararse a secas en el logro de esa meta del destino; y cuando alcanza esa meta divina ya nunca terminará jamás, porque se ha convertido como Dios -eterna-.

La evolución espiritual es una experiencia de una aumentada elección voluntaria de hacer el bien y ser útil, atendida por una igual y progresiva disminución de la posibilidad de hacer el mal, inútil, con el logro de la finalidad de elección del bien y de la completada ca­pacidad de apreciar la verdad; ahí llega a la existencia una perfección de belleza y santidad cuya rectitud eter­namente inhibe la posibilidad de emergencia hasta del concepto del mal potencial. Tal alma-conocedora de Dios, ni siquiera abriga la sombra de dudar del mal cuando está funcionando en tan elevado nivel espiri­tual de Divina Bondad.

La presencia del Espíritu del Paraíso en la mente del hombre constituye la promesa de revelación y el voto de Fe de una eterna existencia de Divina progresión para cada alma buscadora de cumplir su identidad con ese inmortal y morante fragmento del Espíritu del Padre Universal.

El progreso en el universo es caracterizado por una aumentada liberación de la personalidad, a raíz de su asociación con el progresivo logro de más alto nivel de auto-entendimiento y de consecuente voluntario auto-­restringimiento.

El logro de la perfección de un espi­ritual auto-restringimiento iguala la completación de la liberación en el universo y de la libertad personal.

La Fe fortalece y mantiene al alma del hombre en me­dio de la confusión de su temprana orientación en tan vasto universo, mientras que la oración se convierte en la gran unificadora de las variadas inspiraciones de la imaginación creadora y de la urgencia de Fe de un alma, tratando de identificarse con los ideales del es­píritu de la morante y asociada Presencia Divina.

 

 

  1. Discurso sobre ciencia

 

Los científicos podrán algún día medir la energía, o las manifestaciones de la fuerza, de la gravitación, de la luz y electricidad, pero, esos mismos científicos no podrán nunca decirte científicamente lo que son en verdad esos fenómenos del Universo.

La ciencia trata con las actividades físico-energéticas; la religión con los valores eternos.

La verdadera Filosofía crece de la Sabiduría, que hace lo mejor posible para correlacionar esas observaciones cuantitativas y cualitativas. Siem­pre existe el peligro de que el científico puramente fí­sico pueda ser afligido por el orgullo matemático y por el egotismo estadístico y por la ceguera espiritual.

La lógica es válida en el mundo material y las ma­temáticas son confiables mientras su aplicación es li­mitada a los objetos físicos; y no han de ser miradas como totalmente dependientes o infalibles cuando son aplicadas a los problemas de la vida.

La vida no es un fenómeno totalmente material. La aritmética dice que, si un hombre puede ser algo en diez minutos, diez hom­bres harían ese algo en un minuto. Eso suena mate­mático pero no es verdad, ya que los diez hombres no lo harían así; se cruzarían negativamente uno en el camino del otro, con lo cual su trabajo resultaría gra­vemente entorpecido.

La matemática afirma que si una persona tiene cier­to grado de unidad, intelectual y moral, diez personas tendrían diez veces más ese grado. Pero, tratando con la personalidad humana, estaremos mucho más cerca de la verdad si decimos que esa asociación de perso­nalidades es una suma igual al número cuadrado de las mismas incluidas en la ecuación y no una simple suma aritmética. Un grupo social de seres humanos traba­jando en armonía coordinada, son una fuerza mucho mayor que las simples sumas de sus partes.

La cantidad puede ser identificada como un hecho y así convertida en uniformidad científica.

La calidad, siendo una materia de interpretación mental, representa un estimado de valores, y debe, por lo tanto, man­tenerse como una experiencia del individuo.

Cuando ambas, la Ciencia y la Religión, se tornen menos dog­máticas y más tolerantes en sus críticas, sólo entonces la Filosofía podrá comenzar el logro de la Unidad, en la inteligente comprensión del Universo.

Hay Unidad en el Universo Cósmico con tal que podamos discernir sus actividades. El Real Universo es amigo de cada hijo del Dios Eterno. El real problema es: ¿Cómo podrá le mente finita del hombre alcanzar una lógica verdadera y una correspondiente unidad de pensamiento?

Este universal conocedor estado de la mente pude ser alcanzado sólo al concebir que el hecho cuantitativo y el valor cualitativo tienen una causación común en el Padre Universal.

Tal concepción de la realidad nos conduce a una visión más amplia en el propósito de la unidad del fenómeno universal; más aún nos revela una meta espiritual de un progresivo logro de la personalidad. Y éste es un concepto de Uni­dad que puede percibir los incambiantes trasfondos de un universo vivo, de continuamente cambiantes rela­ciones impersonales, en continua evolución.

La materia y el espíritu y el estado que interviene entre ellos, son tres inter-relacionados e inter-asociados niveles de la verdadera Unidad del Universo Real. A pesar de cuán divergentes aparecen los hechos y los valores del fenómeno Universal, ellos son, después de todo, unificados en el Supremo.

La realidad de la existencia material es atada a una energía no reconocida, al igual que a la materia visible.

Cuando la velocidad de las energías del Universo es reducida a cierto grado de movimiento, entonces, bajo condiciones favorables, esas energías se tornan masa. Y no hay que olvidar que la mente que puede percibir solamente la presencia de realidades aparentes, es en sí misma también real.

Y la causa fundamental de ese Universo de energía-masa, mente y espíritu, es Eterna -existe y consiste en la naturaleza y reacciones del Pa­dre Universal.

 

 

 

  1. Discurso sobre el Bien y el Mal

 

Hermano mío, bien y mal son meras palabras que simbolizan los relativos niveles de la humana com­prensión del universo observable.

Si eres éticamente perezoso y socialmente indiferente, puedes tomar como estándar de bien la costumbre de las corrientes sociales.

Si eres espiritualmente indolente y moralmente im­progresivo, puedes tomar como estándar del Bien las prácticas religiosas y las tradiciones de sus contem­poráneos.

Pero el alma, que sobrevive al tiempo y emerge en la eternidad, debe hacer una viviente y per­sonal elección entre el Bien y el Mal como son deter­minados por los verdaderos valores del estándar es­piritual establecido por el Espíritu Divino, que el Padre en los Cielos ha enviado a morar en el corazón del hombre. Ese morante espíritu en tu corazón es el es­tándar de la supervivencia de tu personalidad.

La Bondad, el Bien, al igual que la Verdad, están siempre relativa e infaliblemente en contraste con el mal. Es la percepción de esas cualidades del Bien y de la Verdad lo que permite a las almas evolucionantes de los hombres tomar esas decisiones personales de elección, esenciales para la supervivencia eterna.

El individuo ciego espiritualmente, que sigue ló­gicamente los dictados científicos, las costumbres so­ciales, y el dogma religioso, está en grave peligro de sacrificar su liberación moral y de perder su libertad espiritual.

Un alma así, está destinada a convertirse en un loro intelectual, en un autómata social y en un es­clavo de la autoridad religiosa.

 

La Bondad está creciendo siempre hacia nuevos ni­veles de creciente libertad, de moral, autorrealización, y de logro espiritual de la personalidad: el descubrimiento y la identificación con la Unidad del Padre que mora en uno.

 

Una experiencia es buena cuando

  • nos eleva la apreciación de la belleza,
  • cuando aumenta nuestra voluntad moral,
  • cuando ensancha nuestro dis­cernimiento de la verdad,
  • amplía nuestra capacidad de amar y servir al prójimo,
  • exalta nuestros ideales es­pirituales,
  • y unifica los supremos motivos del tiempo humano con los eternos planes del Hijo del Padre en nosotros,

y cuando todos ellos conducen directamente al aumentado deseo de hacer la VOLUNTAD del PADRE, y por lo tanto, incitan en nosotros la Divina Pasión de encontrar a Dios.

 

A medida que asciendes a la escala del universo como criatura en desarrollo, encontrarás bondades en aumento y males disminuyendo según tu capacidad para experimentar el Bien y discernir la Verdad. La habi­lidad de vivir en el error o experimentar el Mal, estarán siempre presentes hasta que la ascendente alma hu­mana alcance los finales niveles espirituales.

 

El Bien y la Bondad son experiencias personales, vivientes, relativas, siempre progresivas y para siempre correlacionadas con el discernimiento de la Verdad y la Belleza.

La Bondad es encontrada en el reconoci­miento de los positivos valores de la verdad del nivel espiritual, que debe, en la experiencia humana, ser con­trastada con su negativa contraparte -las sombras del mal potencial.

 

Hasta que alcances los niveles del Paraíso, la Bon­dad será siempre más una búsqueda que una posesión, más una meta que una experiencia de logro. Pero, aunque tengas hambre y sed de rectitud, experimentarás aumentadas satisfacciones en el parcial logro de la Bon­dad.

La presencia del Bien y del Mal en el mundo es en sí misma una prueba positiva de la existencia y realidad de la voluntad moral del hombre, su perso­nalidad que, así, identifica esos valores y es también capaz de escoger entre ellos.

 

Al llegar el tiempo de alcanzar el Paraíso, la ca­pacidad del ascendente mortal de identificar su ser con los verdaderos valores del espíritu se ha vuelto muy amplia, hasta el grado de alcanzar la perfección de la posesión de la Luz de la VIDA ETERNA. Tal persona­lidad espiritual y perfecta se torna tan total, divina, y espiritualmente unificada con las positivas y supremas cualidades del bien, de la belleza y verdad, que no que­da allí ninguna más posibilidad de que un espíritu tan recto pueda abrigar alguna sombra negativa de mal potencial, cuando es expuesta a la buscadora lumino­sidad de la DIVINA LUZ de los Infinitos Gobernantes del Paraíso. En todas esas personalidades espirituales, la bondad dejó de ser parcial, contrastante y compa­rativa; se ha convertido en divinamente completa y espiritualmente repleta; se acerca a la pureza y perfec­ción del SUPREMO.

La posibilidad del Mal es necesaria para la elección moral, pero no su actuación. Una sombra es sólo re­lativamente real.

  • El mal actual no es necesariamente como una experiencia personal.
  • El mal potencial actúa igualmente bien como estímulo para tomar decisiones en los planos del progreso moral y en los inferiores niveles de desarrollo espiritual.
  • El Mal se torna una realidad de experiencia personal sólo cuando una men­te moral hace del Mal su propia elección.

 

 

 

  1. Discurso sobre la adoración y la oración

 

La verdadera religión es acto de un alma individual en sus auto-conscientes relaciones con el Creador; la religión organizada es el intento de socializar la ado­ración de los individuos religiosos.

La adoración, que es la contemplación de lo es­piritual, debe alternar con el servicio, el contacto con la realidad material; el trabajo debería alternar con el juego; la religión ha de ser equilibrada por el humor; la profunda filosofía ha de ser equilibrada por la poe­sía rítmica. La lucha de la vida -la tensión temporal de la personalidad- debe ser relajada por la plenitud de la restauración de la adoración. Los sentimientos de inseguridad que surgen del miedo al aislamiento de la personalidad en el universo, ha de ser antidotada por la contemplación de Fe del Padre y por el intento de la realización del SER SUPREMO.

La oración ha sido diseñada para hacer que el hom­bre piense menos y REALICE más; no ha sido diseñada para aumentar el conocimiento, más bien para expan­dir en profundidad la visión interna.

La adoración intenta anticipar la excelente vida que tenemos delante y luego reflejar esos nuevos signifi­cados espirituales de vuelta a nuestra vida en el presente. La adoración sostiene espiritualmente, pero la adoración crea divinamente.

La adoración es una técnica de buscar en el UNO para obtener la inspiración de cómo servir a los Mu­chos. La adoración es el metro que mide la extensión y el desapego del alma del universo material y su si­multáneo y seguro apego a las realidades espirituales de toda la creación.

La oración es auto-recuerdo, sublime recuerdo; la adoración es auto-olvido, super-pensamiento. La ado­ración es atención sin esfuerzo verdadero, ideal des canso del alma, una forma de restauración espiritual. La adoración es acto de identificación de una parte con el TODO; el finito con el infinito; el Hijo con el Padre; el tiempo en el momento de dar un paso más a la eternidad. La adoración es el acto de comunión personal del Hijo con el Padre, la asunción de refres­cantes, creativas, paternales y románticas actitudes por el alma humana espiritual.

 

LA ORACIÓN EFECTIVA

 

  1. Oración Altruista                                      La oración que incluye a sí mismo y a los demás.
  2. Oración Creyente                                      Oración según la propia fe.
  3. Oración Sincera                                      Desde la honestidad del co­razón.
  4. Oración Inteligente                          Según la Luz de la compren­sión.
  5. Oración Verdadera                          En sumisión a la sabia Vo­luntad del Padre de los Cie­los.

 

 

VI

 

CONSEJO AL HOMBRE RICO

 

Mi buen amigo,

Me doy cuenta de que tú eres un verdadero bus­cador de sabiduría y un honesto amante de la Verdad; por lo tanto, traigo a tu atención la solución a los pro­blemas que tienen que ver con las responsabilidades de la riqueza. Hago eso porque has pedido mi consejo; te estoy aconsejando sólo bajo tu requisito personal.

Si honestamente deseas verte a ti mismo única­mente como depositario y administrador de esa rique­za, entonces te aconsejaría de hacer el siguiente análisis acerca de las fuentes de tu riqueza: pregúntate, a ti mismo, y haz lo mejor de ti para encontrar una honesta respuesta, – ¿Cómo me llegó esta riqueza?

Como ayuda en el estudio acerca de la fuente de tu gran fortuna, te sugeriría tomar en cuenta los siguientes diez diferentes métodos de amasar riquezas materiales:

 

  1. Riqueza heredada. Fortuna derivada de padres y otros ancestros.
  2. Riqueza descubierta. Fortuna derivada de recur­sos no cultivados de la madre tierra.
  3. Riqueza comercial. Fortuna obtenida de los be­neficios provenientes del intercambio y trueque de mercancía.
  4. Riqueza deshonesta. Fortuna derivada de la des­honesta explotación o esclavización del prójimo.
  5. Riqueza de intereses. Ingresos derivados de reales y justas ganancias de capital invertido.
  6. Riqueza del genio. Fortuna acumulada con las recompensas obtenidas de la Creatividad y de los inventos de la mente humana.
  7. Riqueza accidental. Fortuna derivada de la ge­nerosidad del prójimo, o que haya tenido origen por las circunstancias de la vida.
  8. Riqueza robada. Fortuna asegurada por la des­lealtad, deshonestidad, robo o fraude.
  9. Fondos de confianza. Fortuna depositada en tus manos por tu prójimo para uso específico, ahora o en el futuro.
  10. Fortuna ganada. Riquezas derivadas directamen­te de tu propia labor personal, la honesta y justa recompensa de tus propios esfuerzos diarios con tu mente y cuerpo.

 

Y así hijo mío, si quieres convertirte en un justo administrador de tu Gran Fortuna, delante de Dios y sirviendo a los hombres, debes aproximadamente di vidir tu riqueza en estas diez grandes divisiones, y lue­go, proceder a administrar cada porción con la sabia y honesta interpretación de las leyes de justicia, equi­dad, lealtad y verdadera eficiencia; no obstante, tu Pa­dre en los Cielos no te condenaría si de vez en cuando te equivocas en situaciones dudosas acerca de esto.

Cuando tienes una honesta duda sobre la equidad y la justicia en las situaciones materiales, que tus de­cisiones sean a favor de aquellos que están en necesidad; de las sufrientes y desafortunadas víctimas de las circunstancias de la vida mortal.

A medida que te voy ofreciendo mayores sugeren­cias respecto de tu actitud acerca de la riqueza, te pido que aceptes mi consejo dado como a ti, nada más, y para tu guía personal. Hablo únicamente por Mí mismo y para ti como un buen amigo buscador. Te exhorto de no convertirte en dictador acerca de cómo otros hombres ricos han de mirar sus riquezas. Te aconse­jaría:

 

  1. Como administrador de tus riquezas debes con­siderar sus fuentes. Tú estás bajo obligación mo­ral de representar a la pasada generación, en la honesta transmisión de la legítima riqueza a las generaciones venideras, después de haber sus­traído un leal porcentaje para el beneficio de la presente generación. Pero no estás obligado a per­petuar ninguna deshonesta o injusta acumulación de la riqueza por tus ancestros. Cualquier porción de riqueza heredada proveniente de fraude o des­lealtad, deberías distribuirla de acuerdo a tus con­vicciones de justicia, generosidad y restitución. El resto de tu legítima riqueza heredada lo podrás usar con equidad y transmitirlo con seguridad como depositario de una generación a otra. La sabia discriminación y el profundo juicio debe­rían dictaminar tus decisiones frente a las rique­zas de tus ancestros.
  2. Cada individuo que está disfrutando de riquezas resultantes de descubrimientos, debería recordar que su estancia en la tierra es sumamente corta y, por lo tanto, hacer las provisiones adecuadas para el reparto de esos descubrimientos por vías útiles al más amplió número posible de seres hu­manos. Mientras que al descubridor no le debería ser negada la recompensa por sus esfuerzos, por el otro lado tampoco debería él presumir egoís­tamente y pedir todas las ventajas y bendiciones derivadas de los recursos naturales de la madre tierra, que son de todos nosotros.
  3. Mientras que los hombres escojan continuar con el sistema comercial, y del trueque, tienen dere­cho a un beneficio legítimo y honesto. Cada comerciante merece el pago por sus servicios. La lealtad del comercio y el honesto trato dado al prójimo en las empresas organizadas del mundo, ha creado muchas formas diferentes de riqueza, y todas esas fuentes de fortuna han de ser juzgadas por los más altos principios de la justicia, hones­tidad y lealtad. El honesto comerciante no debería dejar de tomar para sí el mismo beneficio que él otorgaría alegremente a su prójimo comerciante en una transacción similar. Mientras ese tipo de riqueza no es idéntico al ganado individualmente cuando el negocio está siendo realizado a gran escala, al mismo tiempo, esa honesta acumula­ción de riqueza otorgaría a su posesor una voz de considerable equidad para su subsecuente distri­bución.
  4. Ningún mortal que reconoce a Dios y busca hacer Su Voluntad, puede permitir verse envuelto en las opresiones de la riqueza. Ningún hombre noble buscaría acumular riquezas y amasar poder por la esclavización y deshonesta explotación de sus hermanos en la carne. La riqueza es una en­fermedad moral y un veneno espiritual, cuando son derivados del sudor del oprimido hombre mortal. Todas esas riquezas deberían ser resti­tuidas a todos aquellos que han sido robados o a sus hijos y los hijos de sus hijos. Una civilización progresiva no podrá ser construida sobre la prác­tica del engaño al sueldo del trabajador.
  5. La riqueza honesta está relacionada con los in­tereses; mientras el hombre presta y pide prestado habrá legítimos intereses recolectados del capital prestado como legítima riqueza. Pero, primero, purifica tu capital, antes de pedir intereses. No llegues a ser tan insignificante, hasta el grado de practicar la usura. Nunca te permitas a ti mismo llegar a un grado de egoísmo como para emplear el poder del dinero, para adquirir ventajas des­leales sobre tus prójimos luchadores. No caigas en la tentación de tomar usura de tu hermano caído en desgracia financiera.
  6. Si tus riquezas son derivadas de las recompensas de los inventos, y de los vuelos del genio, no seas desleal en las proporciones de esas recompensas. El Genio debe algo tanto a sus ancestros como a su progenie; de igual manera está obligado con la raza, la nación y las circunstancias de sus inventos y descubrimientos; debería también recordar que él laboró esos inventos como hombre entre hom­bres. Sería igualmente injusto de privar al Genio de todos sus incrementos de su riqueza. Y sería imposible, para los hombres, de establecer reglas y regulaciones aplicables igualmente a todos esos problemas, para la equitativa distribución de la riqueza. Debes reconocer primero al hombre como tu hermano, y, si honestamente deseas hacerle lo que te gustaría que él te hiciera a ti, los dictados de la justicia, la honestidad y la lealtad te guiarán en el justo e imparcial arreglo de cada recurrente problema de recompensa económica y de justicia social.
  7. Excepto por los justos y legítimos honorarios ga­nados en la administración, ningún hombre de­bería hacer reclamos personales de aquellas ri quezas caídas en sus manos a causa del tiempo y de la suerte. Riquezas accidentales deberían ser vistas, de alguna manera, a la luz de la confianza para ser invertidas en el beneficio del propio gru­po económico y social. A los poseedores de ese tipo de riqueza debería serles acordados, la mayor voz y voto en la determinación de la sabia y efec­tiva distribución de esos no ganados recursos. El hombre civilizado no ha de mirar como personal y privada posesión a todas aquellas riquezas que controla.
  8. Si cualquier porción de tu fortuna ha sido deri­vada con conocimiento de causa del fraude; si parte de tu riqueza ha sido acumulada por prácticas deshonestas o de engañosos métodos; si tus riquezas son productos de acuerdos injustos con tus prójimos, apúrate para restituir esas ganancias enfermizas a sus legítimos dueños. Haz plenas in­demnizaciones y así purifica tu fortuna de todas las riquezas deshonestas.
  9. La confianza de una riqueza depositada en una persona para el beneficio de otros, es una solemne y sagrada responsabilidad. No pongas en peligro o traiciones esta confianza. Toma para ti sólo aquello que tomaría cualquier hombre honesto. 10. Aquella parte de fortuna que representa las ga­nancias de tus propios esfuerzos mentales y físicos -si tu trabajo ha sido realizado con equidad y lealtad- es verdaderamente tuyo. Ningún hombre podrá discutirte tu derecho de mantener y usar esta riqueza de la forma que quieras, mientras que el ejercicio de ese derecho no le haga daño a tus prójimos.

 

 

VII

 

  1. La relación del hombre y la mujer

 

La urgencia reproductiva atrae infaliblemente al hombre y a la mujer, a unirse con el propósito de auto­perpetuarse; pero, sola no asegura que se mantengan juntos en mutua cooperación para la formación de un hogar.

Toda exitosa institución humana tiene antagonis­mos de intereses personales, que han sido ajustados hasta convertirse en obras prácticas y armoniosas, y la hechura del hogar no es una excepción.

El matrimonio, que es la base de la fundación del hogar, es la más alta manifestación de esa cooperación antagónica, que tan a menudo caracteriza los contactos entre la naturaleza y la sociedad. El conflicto es ine­vitable. El cruzarse es inherente; es natural. Pero, el matrimonio no es biológico; es sociológico. Las pasio­nes aseguran que el hombre y la mujer alleguen, pero el más débil instinto parental y la moral social los man­tiene juntos.

El macho y la hembra son prácticamente vistos como dos distintas variedades de la misma especie, viviendo en una íntima y cercana asociación. Sus puntos de vista y las reacciones de sus vidas enteras son esencialmente diferentes; son totalmente incapaces de una plena y real comprensión el uno del otro. El com­pleto entendimiento entre los sexos no es alcanzable.

Las mujeres parecen tener más intuición que el hombre, pero también parecen ser menos lógicas. La mujer, no obstante, siempre ha sido la portadora de la antorcha moral y el líder espiritual de la humanidad. La diferencia de naturaleza, reacción, punto de vis­ta y pensamiento entre los hombres y mujeres, lejos de ocasionar problemas, ha de ser vista como altamente beneficiosa para la humanidad, tanto individual como colectivamente. Muchas órdenes de las criaturas del Universo han sido creadas en fases duales de manifes­tación de la personalidad. Esa diferencia es llamada macho y hembra, positivo o agresivo, y negativo o atractivo. Esas asociaciones duales multiplican gran­demente la versatilidad y se sobreponen a las limi­taciones inherentes, al igual que lo hacen ciertas aso­ciaciones trinas en la Central Universal.

Los hombres y las mujeres se necesitan mutua­mente en sus carreras morales y espirituales, al igual que en sus carreras mortales. Las diferencias del punto de vista entre el macho y la hembra persisten aún más allá de la vida mortal y a través del Universo local, hasta la ascensión universal. Y aún en la Central Uni­versal, los peregrinos que fueron alguna vez hombre y mujer se seguirán ayudando mutuamente hasta la meta final. Nunca, aún en el cuerpo de la Finalidad, podrá metamorfosearse la criatura al punto de juntar en su personalidad aquello que el hombre llama macho y hembra; y siempre estas dos básicas variaciones de la humanidad continuarán intrigándose, estimulándose, dándose coraje y asistiéndose la una a la otra; siempre serán mutuamente dependientes cooperando en la so­lución de los perplejos problemas universales, en so­breponerse a las múltiples dificultades cósmicas.

A pesar de que los sexos no tienen esperanza plena de comprensión recíproca, son efectivamente comple­mentarios y a pesar de que la cooperación es más o menos personalmente antagónica, es capaz de mante­ner y reproducir a la sociedad. El matrimonio es una institución diseñada para componer sexos diferentes, mientras va afectando la continuación de la civiliza­ción y asegurando la reproducción de la raza.

El matrimonio es la madre de todas las instituciones humanas porque conduce directamente a la fundación y mantenimiento del hogar, que es la estructura básica de toda la sociedad. La familia está vitalmente unida al mecanismo de la auto-manutención; es la única es­peranza de la perpetuación de la raza, bajo la moral de la civilización, mientras que al mismo tiempo pro­vee muy efectivamente ciertas altas y satisfactorias for­mas de auto-gratificación. La familia es el más alto y puro logro humano, combinando -como lo hace- la evolución de las relaciones biológicas de un macho y una hembra, con las relaciones sociales de marido y mujer.

 

  1. La idealización del matrimonio

 

El matrimonio que culmina en el hogar es real­mente la más exaltada institución, pero es esencial­mente humana; nunca debe haber sido llamada un sacramento. Los sacerdotes hicieron del matrimonio un ritual religioso, pero por miles de años fue una insti­tución civil y social.

Es muy desafortunado el comparar la asociación humana con la divina. La unión de marido y mujer, en una relación matrimonio y hogar, es una función material de los mundos evolutivos de los mortales. En verdad mucho progreso espiritual puede surgir de los sinceros esfuerzos de progresar de un marido y su es­posa, pero eso no significa que el matrimonio es ne­cesariamente sagrado. El progreso espiritual proviene de la sincera aplicación en otras avenidas de la acti­vidad humana.

Tampoco el matrimonio puede ser de verdad com­parado a la relación entre el Ajustador del Pensamiento Divino y el hombre; ni a la fraternidad del Cristo con Jesús, y es muy desafortunado que la mala concepción humana de esas relaciones haya producido tanta con­fusión en el estado del matrimonio.

También, es desafortunado que ciertos grupos de mortales hayan concebido el matrimonio como con­sumado por la acción divina. Esas creencias conducen directamente al concepto de indisolubilidad del estado marital, independientemente de las circunstancias o de los deseos de la parte contratante. Pero, el mismo hecho de la disolución del matrimonio indica por sí misma que Dios nada ha tenido que ver con esa unión. Si Dios ha unido alguna vez dos cosas o personas juntas, que­darán para siempre unidas hasta que llegue un tiempo que la Voluntad Divina decrete su separación. Mirando al matrimonio, que es una institución humana: ¿Quién podrá presumir y hacer juicio como para poder decir cuáles son las uniones que pueden ser aprobadas por los supervisores universales, en contraste con aquellas uniones que son puramente humanas o naturales en origen?

No obstante todo esto, hay un ideal de matrimonio en las esferas celestiales; en la capital de cada sistema local LOS HIJOS Y LAS HIJAS MATERIALES DE DIOS al canzan la altura de los ideales al mirarse con el pro­pósito de procrear y dar a luz hijos. Después de todo, el ideal del matrimonio mortal es HUMANAMENTE SA­GRADO.

El matrimonio siempre ha sido y es el sueño su­premo de temporal idealidad del hombre; a pesar de que ese bello sueño muy pocas veces se realiza en su totalidad, dura como un glorioso ideal ayudando siem­pre al progreso de la humanidad hacia los mayores alcances de felicidad humana. Pero, a los hombres y a las mujeres jóvenes se les debería enseñar algo de las realidades del matrimonio, antes de que se sumerjan en las exactas demandas de las interasociaciones de la vida familiar; la capacidad de idealización de los jó­venes ha de ser templada por algún grado de desilusión premarital.

La juvenil idealización del matrimonio no debería ser desalentada; esos sueños son la visualización de la futura meta de la vida familiar.

Los ideales del matrimonio han hecho grandes pro­gresos en los últimos tiempos; entre mucha gente la mujer disfruta prácticamente de iguales derechos que su consorte. Por lo menos conceptualmente, la familia se está tornando una leal sociedad para procrear hijos, acompañada por la fidelidad sexual, pero, aún esta nue­va versión del matrimonio, ha de presumir y de llegar tan lejos hasta el extremo de conferir mutuo monopolio sobre toda la personalidad e individualidad de los con­sortes. El matrimonio no es sólo un ideal individua­lístico, es la unión social evolutiva de un hombre y una mujer, existiendo y funcionando bajo la moral actual restringida por los tabúes y reforzada por las leyes y regulaciones de la sociedad.

Los matrimonios del siglo XX son elevados en com­paración a aquellos de generaciones pasadas, a pesar de que la institución del hogar está ahora amenazada por una seria prueba a raíz de los problemas surgidos repentinamente sobre la organización social por el pre­cipitado aumento de las libertades femeninas, derechos tan largamente negados a ellas en la tardía evolución moral de pasadas generaciones.

 

VIII EDUCACIÓN

 

El estado duradero está fundado sobre la cultura, dominado por ideales y motivado por el servicio.

El propósito de la educación debería ser la adqui­sición de la inteligencia, la persecución de la sabiduría, la realización del ser y el logro de los valores espiri­tuales.

En la nación ideal, la educación ha de continuar a lo largo de toda una vida y la filosofía ha de convertirse en la primera búsqueda de los ciudadanos.

Los ciudadanos de este tipo de comunidad, bus­carán la sabiduría para aumentar la visión de las significancias de las relaciones humanas, de los significados de la realidad, de la nobleza de valores, de las metas de la vida y de las glorias del destino cósmico. Los terrestres deberían lograr una visión nueva de una sociedad cultural más elevada. La educación sal­tará a una nueva escala de valores, al dejar atrás a las puras motivaciones de ganancias del sistema econó­mico.

La educación ya lleva mucho tiempo siendo local, militar, competitiva, exaltadora del ego, y buscadora del éxito; ha de convertirse eventualmente en planetaria, idealista, autorealizadora, y cósmicamente orien­tada.

La educación ha pasado recientemente del control del clero al control de los abogados y comerciantes; eventualmente ha de ser entregada en mano de los filósofos y científicos, los profesores han de ser libres, verdaderos líderes, hasta el punto que la filosofía, que es la búsqueda de la sabiduría, se torne a la principal búsqueda educacional.

La educación es el negocio del vivir; ha de continuar a lo largo de toda la vida, para que la humanidad pueda experimentar gradualmente los niveles ascendentes de la sabiduría del hombre mortal, que son:

 

  1. El conocimiento de las cosas.
  2. La realización de los significados.
  3. La apreciación de los valores.
  4. La nobleza del trabajo – EL DEBER.
  5. La motivación de las metas – CONSCIENCIA MO­RAL.
  6. El amor al servicio – LA CONSTRUCCIÓN DEL CA­RÁCTER.
  7. La visión cósmica – EL DISCERNIMIENTO ESPIRI­TUAL.

 

Entonces, por medio de estos logros, muchos as­cenderán al último logro de la mente última: LA CONS­CIENCIA DIVINA.

 

 

IX

 

EL CARÁCTER DE UNA NACIÓN

 

El último elemento sagrado es la división de cual­quier gobierno humano entre dominios: la función eje­cutiva, la legislativa y la judicial.

El Universo está administrado acorde a un plan semejante de segregación de funciones y de autoridad. Aparte de este concepto divino para la regulación social y efectiva, en otras palabras el gobierno civil, no im­porta en que forma puede elegir un pueblo, con tal que sea un gobierno, con la meta progresiva del aumento del autocontrol individual y del servicio social, incre­mentado. La adaptación intelectual, la sabiduría eco­nómica, la sagacidad social y la fuerza moral de un pueblo están fielmente reflejados en el carácter de una nación.

Los diferentes pasos evolutivos para el progresos de esa nación son:

 

  1. La creación de un gobierno de tres ramas:
  2. a) la ejecutiva;
  3. b) la legislativa;
  4. c) la judicial.
  5. La libertad de actividades sociales, políticas y re­ligiosas.
  6. La abolición de toda forma de esclavitud y de degradación humana.
  7. La habilidad de la ciudadanía de controlar la ele­vación de los impuestos.
  8. El establecimiento de una educación universal.
  9. Los ajustes apropiados entre los gobiernos regio­nales y el gobierno central.
  10. El desarrollo de la ciencia y la conquista de las enfermedades.
  11. El reconocimiento de la igualdad de los sexos y el funcionamiento coordinado de hombres y mujeres en el hogar, la escuela, la religión, con ser vicios especializados de la mujer en la industria y en el gobierno.
  12. La eliminación de la servidumbre humana por la invención de todo tipo de máquinas, y la subse­cuente maestría y control de la edad mecánica. 10. La conquista de los dialectos -el triunfo del len­guaje universal.
  13. La finalización de las guerras -la adjudicación internacional de las diferencias nacionales y ra­ciales por cortes de naciones continentales presididas por un Tribunal Supremo Planetario, au­tomáticamente reclutado por los presidentes retirados de las cortes continentales.

Las cortes continentales son autoritativas, la corte mundial es consejera moral.

  1. Iniciar la onda planetaria de la prosecución de la sabiduría -la exaltación de la sabiduría. La evo­lución de una religión mundial que presagiará la entrada del planeta a las últimas fases del esta­blecimiento de la Luz y la Vida Eterna y por lo tanto su integración consciente a la sociedad cós­mica.

 

Esos son los pre-requisitos de un gobierno progre­sivo y las señales de la nación ideal.

El planeta Tierra está lejos de la realización de estos ideales exaltados, pero alguna raza civilizada ya ha dado el comienzo. -LA HUMANIDAD ESTÁ EN MARCHA HA­CIA LOS MÁS ALTOS DESTINOS EVOLUTIVOS.

 

 

X

 

CIVILIZACIÓN PROGRESIVA

 

La economía, la sociedad y el gobierno han de evo­lucionar si quieren permanecer.

Condiciones estáticas en un mundo evolutivo, in­dican caída; sólo aquellas instituciones que se mueven hacia adelante con el empuje evolutivo, persisten.

El programa progresivo de una civilización en ex­pansión está compuesto de:

 

  1. La preservación de las libertades individuales.
  2. La protección del hogar.
  3. La promoción de la seguridad económica.
  4. La prevención de enfermedades.
  5. La educación compulsoria.
  6. El empleo compulsorio.
  7. La ventajosa utilización del ocio.
  8. La ayuda al desafortunado.
  9. El mejoramiento de la raza.
  10. La promoción de las artes y de las ciencias.
  11. La promoción de una nueva filosofía de vida -LA SABIDURÍA.
  12. El aumento de la visión interna cósmica – LA ESPIRITUALIDAD.

 

 

EPÍLOGO

 

XI

 

MORONTIA MOTA

 

Los niveles inferiores de MORONTIA MOTA se unen directamente con los más altos niveles de la filosofía humana. En la primera Mansión del Padre se acostumbra enseñar a los menos avanzados enseñantes, por la técnica de la analogía: esto es que en una columna están presentados los más simples conceptos de los signifi­cados MOTA y en la columna opuesta están citados los anunciamientos análogos de la filosofía mortal.

Ésas son las que están en la columna de la filosofía humana mortal:

 

  1. Una exhibición de inteligencia especializada no significa posesión de capacidad espiritual. La sagacidad no es una substituto del verdadero ca­rácter.
  2. Pocas personas viven a la altura de la fe que po­seen realmente. El miedo no razonado es un frau­dulento maestro intelectual, que practica sobre la evolucionante alma mortal.
  3. Las capacidades inherentes no pueden ser exce­didas; un metro no cabe en un centímetro. El Es­píritu no puede ser forzado mecánicamente en el molde de la memoria material.
  4. Muy pocos mortales se atreven alguna vez, a ex­traer la suma de los créditos de la personalidad, establecidos por los combinados ministerios de la naturaleza y de la gracia. La mayoría de las almas empobrecidas son verdaderamente ricas, pero ellas rehúsan creerlo.
  5. Las dificultades pueden retar a la mediocridad y vencer al miedoso, pero son apenas un estímulo por los verdaderos hijos del Altísimo.
  6. Disfrutar los privilegios sin abusos, tener libertad sin libertinaje, poseer poder y rehusar usarlo para el autoengrandecimiento, éstas son las reales se­ñales del alto civilizado.
  7. Accidentes ciegos e inesperados no suceden en el cosmos. De la misma forma los seres celestiales tampoco asisten a los seres evolucionantes que rehúsan actuar sobre la Luz de la Verdad que hay en ellos.
  8. El esfuerzo no produce siempre alegría, pero no hay felicidad sin el esfuerzo inteligente.
  9. La acción culmina en fuerza; la moderación en encanto.
  10. La rectitud toca las cuerdas armónicas de la Ver­dad y la melodía vibra a través del cosmos, aún hasta ser reconocida por el Infinito.
  11. El débil es indulgente en resoluciones, pero el fuerte actúa. La vida es sólo un día de trabajo; hazlo bien. El acto es tuyo, la consecuencia es de Dios.
  12. La más grande aflicción del Cosmos es el no haber nunca sido afligido. Los mortales sólo llegan a la sabiduría experienciando tribulaciones.
  13. Las estrellas son más discernibles desde el soli­tario aislamiento de las profundidades experien­ciales y no de las iluminadas cimas del éxtasis.
  14. Estimula el apetito de tu prójimo por la verdad; dásela solamente cuanto te la pida.
  15. La afectación es el ridículo esfuerzo del ignorante de aparecer sabio, el intento del alma pobre de aparecer rica.
  16. No puedes percibir la verdad espiritual hasta que no experimentes con el sentir de la veracidad, y muchas verdades son solamente sentidas en la ad­versidad.
  17. La ambición es peligrosa, a menos que esté ple­namente socializada. No habrás realmente adqui­rido ninguna virtud, a menos que tus actos mues­tren que realmente la has merecido.
  18. La impaciencia es un veneno espiritual; la ira es como una piedra que ocupa el nido de un pájaro.
  19. La ansiedad ha de ser abandonada. Las preocu­paciones, las más difíciles de cargar son las que nunca vienen.
  20. Sólo un poeta puede discernir la poesía en el lugar común de la prosa de la existencia rutinaria.
  21. La elevada misión de cualquier arte es por sus ilusiones, para revelar una elevada realidad universal, para cristalizar las emociones del tiempo en pensamiento de eternidad.
  22. Un alma evolucionante no logra la divinidad por lo que hace, sino por lo que anhela hacer.
  23. La muerte no añadió nada a la posesión intelec­tual o al desarrollo espiritual, pero sí añadió al estado de la consciencia experimental del sobre­vivir.
  24. El destino de la eternidad está determinado mo­mento a momento, por los logros del vivir día a día. Los actos de hoy son el destino del mañana. 25. La grandeza no radica en el hecho de poseer fuer­zas, sino más bien en usar sabia y divinamente estas fuerzas.
  25. El conocimiento es alcanzado solamente al com­partirlo; es salvaguardado por la sabiduría y so­cializado por el amor.
  26. El progreso exige el desarrollo de la individuali­dad; la mediocridad busca la perpetuación de la estandarización.
  27. La defensa argumentativa de cualquier proposi­ción es inversamente proporcional a la verdad contenida.

 

Ésa es la labor de los principiantes en la primera Man­sión del Padre, mientras más avanzados estudiantes de otros mundos están amaestrando los más altos niveles de la visión cósmica y de MORONTIA MOTA.

 

 

XII

 

LA GRAN ORACIÓN

 

Día Domingo, I RAYO.

 

Padre nuestro,

en Quien consisten todos los planos

del universo, exaltado sea Tu nombre,

y que todos glorifiquen Tu carácter.

 

Que Tu Presencia nos envuelva,

y que Tu gloria sea manifestada,

aunque sea imperfectamente, hasta que

se presente Tu perfección total entre nosotros.

 

Danos hoy las fueras vivificantes

de la Luz, y no permitas que nos perdamos

por las vías oscuras de nuestra imaginación.

 

Porque Tuyas son las glorias,

que moran en nosotros, el Poder eterno,

y nuestro es el regalo eterno

del amor infinito de Tu Hijo. Y aún así, eso es

verdad para siempre.

 

Día Lunes, II RAYO.

 

Padre nuestro Creador,

que estás en el centro del universo,

otórganos Tu naturaleza y

danos Tu carácter.

 

Haznos hijos e hijas Tuyos

por la gracia, y glorifica Tu nombre

a través de nuestro cumplimiento eterno.

 

Que venga a morar y a vivir en nosotros

Tu Espíritu Controlador y Ajustador,

para que podamos hacer Tu Voluntad en esta esfera,

al igual que los Ángeles la están haciendo en la Luz.

 

Sostennos hoy en nuestro progreso

a lo largo del camino de la Verdad,

y libéranos de la inercia, del mal

y de todas las transgresiones pecaminosas.

 

Sé paciente con nosotros,

mientras estemos manifestando

Tu amor bondadoso a nuestros prójimos.

Plasma y expande el Espíritu de Tu misericordia

en nuestro corazón de criaturas.

 

Guíanos por Tus propias manos,

paso a paso, a través de la insegura maraña

de la vida, y cuando nuestro fin llegue,

recibe en Tu propio seno a nuestro fiel espíritu.

 

Y aún así,

que no se hagan nuestros deseos,

sino que Tu Voluntad sea hecha.

 

Día Martes, III RAYO.

 

Nuestro perfecto y recto Padre celestial,

guía y dirige hoy nuestra jornada.

 

Santifica nuestros pasos y

coordina nuestros pensamientos,

condúcenos en las vías del progreso eterno.

Llénanos con Tu Sabiduría,

hasta la plenitud del Poder, y

vitalízanos con Tu Energía Infinita.

 

Inspíranos con la Consciencia Divina

de la Presencia y Guía de la hueste seráfica.

 

Guíanos siempre hacia arriba,

en el camino de la luz, y

justifícanos plenamente en el Día del Gran Juicio.

 

Haznos iguales a Ti,

en Tu gloria eterna, y

recíbenos arriba, en Tu eterno servicio.

 

Día Miércoles, IV RAYO.

 

Padre nuestro,

que estás en el misterio,

revélanos Tu Santo Carácter.

 

Dale a Tus hijos

en la tierra, hoy,

la visión del camino

de la Luz y la Verdad.

 

Muéstranos el sendero del Progreso Eterno

y danos la voluntad necesaria para hallarlo.

Establece en nosotros Tu Divina Realeza

y otórganos por medio de Ella

la plena maestría sobre el Ser.

 

No permitas que nos perdamos

en vía de oscuridad y muerte,

y condúcenos para siempre en las aguas

del Árbol de la Vida Eterna.

 

Escucha esas oraciones nuestras,

para Tu propio bien, y compláceTe

en hacernos más y más como Tú.

 

Al final,

y para el bien de Tu Hijo Divino,

recíbenos en Tus brazos eternos.

 

Y aún así,

que no se haga nuestra voluntad,

sino la Tuya.

 

Día Jueves, V RAYO.

 

Gloriosos Padre y Madre,

combinados en UNO solo,

leales seremos a Vuestra Divina naturaleza.

 

Que Vuestro propio Ser vuelva

a vivir de nuevo, en y a través de nosotros,

por el regalo y entrega de Vuestro Espíritu Divino.

 

Para reconducirlo imperfectamente

en esta esfera, mientras brilla

perfecta y majestuosamente

en el Plano Superior.

 

Danos, día a día,

Vuestro dulce Ministerio de la Hermandad

y condúcenos, momento a momento,

en el sendero del servicio

amoroso y altruísta.

 

Sean para siempre,

e infaliblemente pacientes con nosotros,

a medida que mostremos Vuestra paciencia

a nuestros hijos.

 

Dennos la Divina Sabiduría,

que hace todas las cosas bien,

y el Amor Infinito,

que es gracioso a toda criatura.

 

Otórguennos Vuestra paciencia

y Vuestro amor bondadoso,

para que nuestra caridad

pueda envolver a los débiles de este plano.

 

Y cuando termine nuestra carrera en la tierra,

hagan de ella un honor a Vuestro nombre,

un placer a Vuestro buen Espíritu,

y una satisfacción a los ayudantes de nuestra alma.

 

Que no sea lo que deseamos,

amoroso Padre nuestro,

sino el Deseo de Tu bien eterno,

en nuestros hijos mortales.

Y aún así, que esto sea.

 

Día Viernes, VI RAYO.

 

Nuestro poderoso Centro

y nuestra fiel Fuente,

reverenciado y santificado sea el nombre

de Tu agraciado Hijo.

 

Tus bondades y bendiciones

han descendido sobre nosotros

para autorizarnos el cumplimiento

de Tus Planes.

 

Danos, momento a monento,

el sostén del Árbol de la Vida y

refréscanos, día a día,

por Sus Aguas Vivientes.

 

Paso a paso,

sácanos con Tu guía

de la oscuridad a la Luz Divina,

y haz que el Espíritu,

que mora en nosotros,

renueve nuestras mentes

por sus transformaciones.

Y cuando la muerte final venga

para terminar nuestro estado mortal,

recíbenos en Ti,

para enviarnos, luego,

hacia la Eternidad.

 

Corónanos con las diademas celestiales

del servicio fructífero y

así glorificaremos al Padre,

al Hijo y a la Santa Influencia.

 

Y aún así,

a través del Universo

sin fin.

 

Día Sábado, VII RAYO.

 

Padre nuestro,

que moras en los lugares secretos del Universo,

honrado sea Tu Nombre,

y reverenciada sea Tu Misericordia,

y respetado Tu Juicio.

 

Haz que la Luz de la rectitud brille

sobre nosotros cada mediodía,

para que podamos reconocer Tu Guía,

mientras orientemos nuestros pasos en la aurora.

 

Condúcenos por Tu mano

en los caminos de Tu propia elección

y no nos abandones cuando el camino se ponga duro, y

las horas oscuras.

 

No nos olvides,

como nosotros Te desdeñamos y olvidamos,

más bien sé misericordioso y

ámanos como nosotros deseamos amarTe.

 

Torna Tu vista hacia abajo,

hacia donde nosotros estamos,

y perdónanos con Tu Bondad y Misericordia;

a medida que nosotros perdonamos en justicia

a aquellos que nos insultan

y que nos hacen sufrir.

 

Que el Amor,

la Devoción y el Otorgamiento

de Tu Hijo Majestuoso,

haga posible la Vida Eterna,

con Tu Amor y Misericordia infinitos.

 

Que el Dios de este Universo

nos otorgue la plena medida de Su Espíritu

y danos la gracia para seguir la guía de este Espíritu,

a través de la guía y ministerio amoroso y devoto

de las huestes seráficas;

que Tu Hijo nos guíe y nos conduzca

hasta el final de esta Era.

 

Haznos para siempre,

y en forma creciente, como Tú,

y a nuestro final recíbenos en Tu abrazo,

en el Paraíso Eterno.

 

Y aún así,

en el nombre de Tu Hijo otorgado,

y por el honor y la gloria del Padre Supremo.

 

 

FIN

 

*    *    *

 

Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través de la red

utilizando el software (O.C.R.) “OmniPage Pro Versión 11” y un scanner “Acer S2W”

Digitalización, Revisión y Edición Electrónica de Hernán.

Rosario – Argentina

13 de Marzo 2003 – 00:57