Centro Simon Wiesenthal para America Latina
C/ Maipú. Buenos Aires (Argentina)
04:00 PMSergio Windder, representante para Latinoamérica de la famosa asociación cazanazis fundada por Simon Wiesenthal, me recibió con cierta desconfianza. Mis escuetas explicacíones telefonicas despertaron su recelo, a la par que su curiosidad.
Además, acudí al Centro Wiesenthal a través de la Embajada de Israel en Buenos Aires, con lo cual Windder no tuvo más remedio que recibirme.
Tras unos minutos de conversación irrelevante, el coordinador del Centro Wiesenthal terminó por confesarme que la curiosidad del corroía. Se moría por saber a que me refería al decirle, en nuestra primera conversación telefónica, que me encontraba en Argentina siguiendo la pista de oficiales nazis huidos de Europa a través de España, «especialmente 2 SS que fueron tomados por extraterrestres durante 30 años». Debo confesar que había dejado conscientemente la miel en los labios de Windder para asegurarme de que me recibiese. El Centro Wiesenthal había colaborado estrechamente con el Mossad en la localización y extradición de numerosos oficiales del Reich huidos a Argentina, Uruguay, Venezuela, etc, tras la derrota de Alemania, y sin duda era el mejor lugar para seguir la pista de los «médicos nórdicos» involucrados en el insólito caso de La Mano Cortada.
Pero tal vez debería empezar por el principio…
Un expediente del CESID sobre La Mano Cortada
Mientras llenaba el depósito de gasolina en aquella remota estación andaluza, y volvía a consultar la guía de carreteras, repasaba los últimos acontecimientos. En realidad este viaje hacia Sevilla había tenido un prefacio unos meses atrás, cuando me reuní con Josep Guijarro en Barcelona, para mantener una conversación pendiente desde hacía nueve meses. El actual director de Karma-7 y yo habíamos coincidido en un congreso catalán sobre parapsicología, y mientras intercambiábamos datos relativos a mi investigación en torno a los informes del CESID sobre fenómenos anómalos, dejó caer un comentario inquietante, en relación a cierto Comisario de policía, colaborador del CESID, quien le había permitido ver una lista de ufólogos españoles que estaban siendo vigilados por La Casa. Mi nombre, según afirmaba Josep, aparecía en esa lista junto con los de Juan José Benítez, Javier Sierra o el mismo Guijarro, entre otros.
Cuando nos reunimos, en una céntrica cafetería de la calle Muntaner, vecina a la tienda de ilusionismo «Magicus», me facilitó algunas nuevas pistas sobre el CESID y los fenómenos extraños, en función a lo que el citado comisario le había revelando confidencialmente. «Ha prometido -me dijo Josep- facilitarme un expediente español muy pronto». Como es lógico, interrogué al popular ufólogo sobre el contenido de dicho expediente: «Se trata del Caso de la Mano Cortada«. Fruncí el entrecejo y le contesté que yo tenía en mi archivo los documentos judiciales y policiales sobre ese caso hacía dos o tres años, ¿pero que interés podría tener ese caso para la Servicio Secreto español?.
Cuando me despedí de Josep ya me había propuesto firmemente atacar el «caso de la mano cortada» en cuanto tuviese tiempo y dinero. Y a pesar de no sobrarme ni lo uno ni lo otro, ese momento había llegado. Por eso me había ido al otro extremo del país. Y allí estaba ahora, en un pequeño y entrañable pueblecillo sevillano.
Siempre es un placer estrechar la mano de D. Enrique López Guerrero. Cura párroco en la población andaluza de Mairena del Alcor, Don Enrique es uno de esos personajes entrañables que todo investigador de campo va encontrándose en su frenética persecución de respuestas al misterio. De no ser por el susto -el coche que había alquilado en Sevilla se salió de la carretera, girando como un trompo, a la entrada misma del pueblo- la visita a Mairena habría sido perfecta. Don Enrique, era una de las piezas clave en el misterio que ahora pretendía desentrañar. El 17 de septiembre de 1968 el cura había escandalizado a la sociedad española con unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo. El titular del ABC era contundente: «Según un sacerdote sevillano en España reside una colonia de seres extraterrestres». No voy a explicarle al lector lo que significaba, en tiempos de Franco, que un cura afirmase que existían extraterrestres viviendo en España…. En sus polémicas declaraciones al ABC Don Enrique López Guerrero se refería a los «ummitas», un grupo de supuestos alienígenas que pretendían haber llegado a la Tierra en 1950, y que desde hacía años venían remitiendo cartas -y algunas llamadas telefónicas- a un grupo de ciudadanos españoles. Tanto sus declaraciones, como el voluminoso libro que publicaría más tarde -«Mirando a la Lejanía del Universo» (Plaza y Janés, Barcelona 1978)-, con más de 600 páginas de información sobre UMMO, asombraron a todo el país.
Y fue precisamente en una carta que los autodenominados extraterrestres dirigieron al «cura de Mairena», el 27 de marzo de 1969, donde por primera vez se citaba en textos ummitas la «conexión Albacete». En dicha carta, los supuestos expedicionarios de UMMO escribían, entre otras cosas: «Nuestra primera residencia en España fue escogida en una población recoleta, Albacete. Una dama amante de los animales prestó asilo a mis dos hermanos, que pudieron durante su forzoso encierro, realizar las primeras experiencias psicofisiológicas con mamíferos de TIERRA hasta que ciertos rumores surgidos entre los habitantes vecinos hicieron aconsejable el traslado«.
En años sucesivos, y en sucesivas misivas, los supuestos ummitas citaron repetidamente su hipotética presencia en Albacete. En una carta, fechada el 6 de agosto de 1971 en Barcelona, detallaban como habían elegido dicha ciudad para sus experimentos, y como habían seleccionado a una determinada mujer como su improvisada colaboradora: «La fuente de datos de esta última era un dossier, copia de otro original, correspondiente a un archivo del Deuxième Bureau Francés (primitivo servicio secreto francés precursor del SDECE, «La Piscina») donde se esquematizaban los servicios prestados como agente de la Quinta Columna Nacionalista Española…»
En dicha carta ummita se afirmaba que dos «agentes de UMMO» habían vivido, durante dos años, en la mansión de una tal Margarita Ruiz de Lihory, Marquesa de Villasante, realizando experimentos biológicos con sus numerosos animales. Debido a su aspecto -los ummitas aseguran en sus cartas ser altos, rubios y de aspecto nórdico- decían haberse hecho pasar por médicos extranjeros para poder realizar sus experimentos. Según tan pintoresca fuente, hacia 1953 un virus que los ummitas habrían traído del espacio exterior, escapó a su control, afectando a varios animales y a la hija de la hipotética Marquesa, una supuesta joven de nombre Margot. «Hasta seis focos virales -escribían los autodenominados alienígenas- se localizaron en el cuerpo de la enferma, todos ellos suficientemente profundos para no temer su irradiación exterior, pero en cambio presentando la dificultad inherente a su localización; al no poder ser destruidos a distancia. Las zonas afectadas se ubicaban en globos oculares, tejido epitelial de la lengua y dermis palmar».
¿Una aristócrata y espía franquista? ¿virus extraterrestres? ¿Alienígenas infiltrados en la burguesía española de mediados de siglo? ¿experimentos biológicos secretos? Una historia «francamente» increíble que haría palidecer cualquier guión cinematográfico. Pero, como saben hacer muy bien los autores de las cartas ummitas, de los que hablaré más adelante, esta misma misiva terminaba con una provocadora invitación: «Esperamos que algún día confirmen ustedes mismos por sus propios medios nuestro testimonio«. Y el reto fue aceptado por un grupo de entusiastas aficionados a los OVNIs que, a finales de los años sesenta seguían con auténtica devoción cada carta ummita que se recibía en España. Y que dedicaron cientos de horas, esfuerzo y dinero a intentar comprobar tales datos. Estaba claro cual sería la siguiente etapa de la investigación. Visitar a otro sevillano extraordinario.
Ignacio Darnaude Rojas-Marcos es otro de esos entrañables «históricos» de la ufología española. Pero sobretodo es el responsable del mayor archivo sobre UMMO compilado en nuestro país. Su «ummo-cat», el catálogo de documentación sobre el affaire UMMO, supera ya las 1000 páginas, y las 5000 referencias -o ummobits- de información sobre tan espinoso tema. Darnaude es la persona más apropiada para introducir a cualquier neófito en el affaire UMMO. Con su proverbial ironía sevillana sabe iniciar al profano en uno de los enigmas más fascinantes de la ufología española. Y con franciscana paciencia me recordó como hacia 1965 un grupo de madrileños, encabezados por Fernando Sesma Manzano, comenzaron a recibir una serie de llamadas telefónicas y cartas, de unos individuos que afirmaban ser astronautas provenientes del planeta UMMO, llegados a La Tierra en 1950, e infiltrados en la sociedad terrestre desde entonces. *
*Fernando Sesma dirigía unas afamadas tertulias en «La Ballena Alegre», los sótanos del Café Lyon, que se encuentran pared con pared al Palacio de Linares (hoy Casa de América), en la madrileña Plaza de Cibeles. En las pintorescas tertulias de «La Ballena Alegre» se leían pacientemente los mensajes que los ummitas, y otros hipotéticos alienígenas, enviaban a Sesma. Una historia sencillamente absurda -como casi todo el fenómeno OVNI-, sin embargo algunas de sus cartas, como las referentes al «Caso de la Mano Cortada», incluían informaciones verídicas.
«Cuando empezamos a investigar lo que decían los ummitas en sus cartas -me explica Darnaude mientras compartimos un fino de Jerez, en su nutrida biblioteca- nos llevamos una tremenda sorpresa. No se trataba de una fábula, al menos no del todo. Efectivamente en Albacete existió una Marquesa de Villasante llamada Margarita Ruiz de Lihory. Efectivamente fue espía. Efectivamente tuvo una hija, que ciertamente se llamó Margot. Efectivamente en la casa de la Marquesa vivieron dos médicos de aspecto nórdico. Y lo que es más increíble, cuando murió Margot, alguien le amputó una mano, los ojos y la lengua…».**
** A principios de los setenta Ignacio Darnaude desarrolló una intensísima investigación sobre la supuesta presencia de ummitas en Albacete. Mientras me sumergía literalmente en su archivo, buceando entre miles de documentos, me impregnaba en la emoción que tuvieron que sentir aquellos jóvenes «ummólogos» al descubrir que las afirmaciones de los ummitas tenían fundamento. Hoy, en idéntica proporción crece mi indignación hacia el autor de las cartas ummitas, que habían costado tanto trabajo e ilusión, tiempo y dinero, a infinidad de jóvenes ufólogos españoles y extranjeros. Durante décadas investigadores como Darnaude, J.J. Benítez, Antonio Ribera y otros menos conocidos, dedicaron indescriptibles esfuerzos al caso. Darnaude no dudó incluso en apelar al Tribunal Supremo de Madrid, para solicitar los documentos judiciales sobre el proceso que se desarrolló en la capital española, con motivo de las mutilaciones al cadáver de Margot Shelly, pero sin éxito. En una carta fechada el 16 de marzo de 1974, destinada al magistrado del Tribunal Supremo de Madrid, D. Fernando Díaz-Palos, Ignacio Darnaude echaba mano de las conexiones familiares de los Rojas-Marcos para pedir, como favor personal al citado juez: que examinase el sumario judicial sobre el caso en busca de posibles pistas sobre los dos supuestos médicos ummitas. Probablemente si algún ummólogo de la época hubiese podido acceder a los documentos, a los que nosotros accedimos en los 90, hace mucho que se habrían clarificado algunos aspectos de esta extraordinaria historia…
Con el tiempo el asunto transcendió nuestras fronteras, y desde otros paíes «ummólogos» extranjeros, como los argentinos Adalverto Ujvarí y Martha González, peregrinaron hasta España en pos de la «pista ummita de Albacete».
En el Albacete de los setenta, docenas de investigadores peinaron la ciudad buscando testimonios que confirmasen la presencia de dos médicos nórdicos en la casa de la Marquesa de Villasante, hacia 1953… y los encontraron. Buscaron ansiosos los restos del laboratorio de los supuestos ummitas en los sótanos de la mansión… y los encontraron. Buscaron avistamientos de OVNIs en los alrededores de Albacete, en la época de los hechos… y los encontraron. Buscaron indicios sobre mutilaciones de animales o restos humanos asociados a la mansión de la Marquesa…. y los encontraron. Buscaron el misterio, y se toparon con una férrea conspiración de silencio entre todos los contemporáneos de la Marquesa; secretos, secretos y secretos, que reforzaban su convicción de que los extraterrestres habían visitado aquella ciudad española, a mediados de los años cincuenta. Y mientras se encontraban en plena investigación, una carta remitida el 8 de junio de 1971 desde el Hotel Emperador de Madrid a varios vecinos de la Marquesa, por un tal W. Rumsey, vino a echar más leña al fuego. El tal Rumsey ofrecía una cuantiosa gratificación económica a quien pudiese aportarle alguna información sobre «los dos médicos nórdicos» que supuestamente habrían vivido en la Calle Mayor, nº 58, de Albacete, hacia 1953. ¿Quién da más? Estaba claro, de Sevilla tendría que volver a Madrid. En la capital me aguardaban muchas piezas de tan fascinante puzzle.
José Juan Montejo, licenciado en Derecho y futuro juez -uno de los pocos investigadores que accedió al sumario judicial-, es probablemente el ummólogo que más datos, fechas y nombres retiene en su privilegiada memoria. Ha dedicado años a rastrear hasta la menor pista en todo tipo de archivos y hemerotecas. Con paciencia infinita ha reunido las piezas del rompecabezas, especialmente en lo referente al aspecto legal del caso. Sus pesquisas en la Hemeroteca Nacional, y en el Tribunal Supremo le han permitido reconstruir minuciosamente los avatares legales del proceso judicial motivado por las mutilaciones de Margot Shelly, hija de Margarita Ruiz de Lihory. Lo que mi buen amigo José Juan no sabía, y no he podido revelarle hasta escribir estas líneas, es que otro investigador y compañero mío, sub-teniente de la Guardia Civil, funcionario del CESID, y el autor material del destape de los negocios sucios del Luis Roldán, había accedido también al sumario judicial, pero por otros motivos muy alejados de los ummitas.
Por su parte el Comisario Viqueira Hinojosa, me aportaría algunas pistas sobre las gestiones que realizó en su día la Brigada de Investigación Criminal que investigó el «Caso de la Mano Cortada». Y también me ayudaría la popular periodista Margarita Landi, cronista del semanario que más publicidad dio al tema en su día: El Caso. Pesquisas en el Hotel Emperador, la calle Princesa, la Audiencia Nacional, la Ballena Alegre, etc, terminaron por darme una perspectiva global de los hechos. Después serían Alicante y Barcelona las ciudades visitadas. Y tras esas pesquisas comenzaba a percibir una imagen bastante definida del caso de «La Mano Cortada». Era hora de viajar a Albacete.
La conexión de Albacete
¡Coño, que frío…! ¡Coño, pero que frío!. Estoy seguro de que, si en ese momento me hubiesen clavado un alfiler, no habría salido sangre. Tenía la sensación de que se me había congelado hasta la última gota en las venas. Tras cada inspiración expulsaba de mi nariz, que ahora parecía un pimiento morrón, una nube de vapor que terminaba por empañarme las gafas. Llevaba más de una hora esperando, agazapado en aquel portal, a que mi hombre hiciese acto de presencia, y comenzaba a desesperar. Había tenido que colgarme la cámara, con su imponente objetivo de 300 mm, al hombro, porque los dedos de mis manos estaban absolutamente atorados ¿Como demonios puede hacer tanto frío en Albacete?
Un familiar muy cercano de mi objetivo me había asegurado que esa mañana «el Marqués» acudiría personalmente a abrir la pequeña tienda de baratijas que mantiene en el número 66 de la calle Ríos Rosas, pero no había sabido precisarme la hora. No obstante me habían advertido que no quería saber nada de periodistas. A pesar de que habían transcurrido más de cuarenta años, la cicatriz permanecía tan abierta como el primer día. Así que tendría que buscar alguna identidad que me permitiese vadear su desconfianza. Aquel familiar de «el Marqués» me había puesto en antecedentes sobre ciertos aspectos del caso que desconocía. «Su madre -me dijo- era el ama de llaves de Doña Margarita hasta que murió, y entonces ella lo recogió como un hijo, haciéndolo su sirviente personal. Según me dijo una vez, cuando estalló el escándalo Doña Margarita le dijo que si declaraba a su favor, y si le ponía su nombre a una hija, ella le haría un gran regalo…«. Y lo cierto es que, con o sin regalo, «el Marqués» declaró a favor de su señora durante el escandaloso juicio, y continuó declarando en su favor a todo aquel que sobre ella le preguntaba, a lo largo de los últimos cuarenta años. Por esa ejemplar fidelidad a su señora, tanto en vida como después de muerta, lo habían bautizado con el sobrenombre de «el Marqués».
Volví a sacarme del bolsillo la fotocopia de un artículo publicado en septiembre de 1980 en «La Voz de Albacete», en el cual se incluía una foto de «el Marqués», y traté de imaginar cuanto habría cambiado su imagen en 16 años. Por fortuna el cielo se apiadó de mí y no tardé mucho más en averiguarlo. A pesar de mi congelamiento, y lo empañado de mis gafas, pude ver al hombre de avanzada edad que había doblado la calle y se dirigía directamente a la tienda de «Tuto Saldo». Estaba más calvo que en la foto de «La Voz de Albacete», tenía un simpático bigote que no aparecía en la ilustración, y estaba notablemente más «rellenito», pero tenía que ser él. Al fin y al cabo, hasta yo he cambiado en los últimos 16 años.
Oculté la cámara dentro de la chaqueta, repasé la identidad que me había inventado en esta ocasión y crucé la calle dispuesto a interrogar quizás al último testigo vivo, del drama que cautivó a la sociedad española a mediados de los años cincuenta.
Cuando diez minutos después me sentaba con Antonio Tornero Moreno, alias «el Marqués», ante un chocolate caliente en el bar vecino a su tienda, me sentí Lázaro resucitando en su fría tumba. Aquel amargo rato esperando a «el Marqués», al borde mismo del congelamiento, había merecido la pena. Durante nuestra conversación me aportaría datos fundamentales para clarificar alguno de los misterios que rodea uno de los casos más fascinantes en la moderna historia de la investigación policial y paranormal; «el caso de la Mano Cortada». Pero comencemos por presentar a los personajes de este drama.
Biografía de la Mata-Hari española
Esto es lo único en lo que todos coinciden: Dª Margarita Ruiz de Lihory y de la Bastida, Marquesa de Villasante, Baronesa de Alcahalí, Duquesa de Valdeáguilas y Vizcondesa de la Mosquera, era una mujer excepcional. Como preámbulo baste decir que según el Diccionario de Apellidos Heráldicos de Julio Atienza, el título de Villasante (Marquesado) fue concedido el 26 de mayo de 1761 (Real despacho del 15 de marzo de 1763), con el Vizcondado previo de Bustorcirio, a Don Pedro Tejeiro de Valcarce y Vozmediano, Villamarín y Enríquez. Desde 1942 es VII Marquesa la Baronesa de Alcahalí y Mosquera. Respecto a este último título (Barón de Alcahalí y Mosquera), fue fundado el vínculo y mayorazgo, previa facultad real de don Felipe III, el 1 de noviembre de 1616, por Ximén Pérez Ruiz de Lihory y Pertunes y de la Bastida, VII Marquesa de Villasante.
Respecto a Margarita Ruiz de Lihory, era la menor de dos hijas de Dª Soledad Resines de la Bastida y de D. José María Ruiz de Lihory, Barón de Alcahalí, quien había adquirido cierto relieve político durante los primeros años del reinado de Alfonso XII, llegando a ostentar el título de Gobernador Civil de Mallorca, reincidente Concejal de Valencia y hasta diputado a las Cortes españolas en 1904. Don José María Ruiz de Lihory, vinculado a los círculos masónicos de Valencia, fue autor de un libro titulado «Los endemoniados de Balsa», y probablemente contagió a Margarita su curiosidad por las cuestiones espiritistas y esotéricas tan en boga en la época.
Su fecha de nacimiento no está muy clara. Según la declaración de la susodicha, incluida en los informes judiciales, Dª Margarita nació en 1893, pero según sus hijos vino al mundo en 1885, y en 1892 según afirmaría su segundo esposo. Finalmente se consideró 1888 como la más probable fecha de nacimiento. Con sólo 17 años la joven Margarita se casó por primera vez, convirtiéndose así en Sra. de Shelly. Su marido, Ricardo Shelly (quien fallecería en 1941), era un notable valenciano de ascendencia irlandesa, empleado de la empresa norteamericana de seguros «La Equitativa», a quien daría cuatro hijos. Tres varones primero; José María, Juan y Luis, y una hembra después; la frágil Margot.
Esto es lo único en lo que todos coinciden: Dª Margarita Ruiz de Lihory y de la Bastida, Marquesa de Villasante, Baronesa de Alcahalí, Duquesa de Valdeáguilas y Vizcondesa de la Mosquera, era una mujer excepcional. Como preámbulo baste decir que según el Diccionario de Apellidos Heráldicos de Julio Atienza, el título de Villasante (Marquesado) fue concedido el 26 de mayo de 1761 (Real despacho del 15 de marzo de 1763), con el Vizcondado previo de Bustorcirio, a Don Pedro Tejeiro de Valcarce y Vozmediano, Villamarín y Enríquez. Desde 1942 es VII Marquesa la Baronesa de Alcahalí y Mosquera. Respecto a este último título (Barón de Alcahalí y Mosquera), fue fundado el vínculo y mayorazgo, previa facultad real de don Felipe III, el 1 de noviembre de 1616, por Ximén Pérez Ruiz de Lihory y Pertunes y de la Bastida, VII Marquesa de Villasante.
Respecto a Margarita Ruiz de Lihory, era la menor de dos hijas de Dª Soledad Resines de la Bastida y de D. José María Ruiz de Lihory, Barón de Alcahalí, quien había adquirido cierto relieve político durante los primeros años del reinado de Alfonso XII, llegando a ostentar el título de Gobernador Civil de Mallorca, reincidente Concejal de Valencia y hasta diputado a las Cortes españolas en 1904. Don José María Ruiz de Lihory, vinculado a los círculos masónicos de Valencia, fue autor de un libro titulado «Los endemoniados de Balsa», y probablemente contagió a Margarita su curiosidad por las cuestiones espiritistas y esotéricas tan en boga en la época.
Su fecha de nacimiento no está muy clara. Según la declaración de la susodicha, incluida en los informes judiciales, Dª Margarita nació en 1893, pero según sus hijos vino al mundo en 1885, y en 1892 según afirmaría su segundo esposo. Finalmente se consideró 1888 como la más probable fecha de nacimiento. Con sólo 17 años la joven Margarita se casó por primera vez, convirtiéndose así en Sra. de Shelly. Su marido, Ricardo Shelly (quien fallecería en 1941), era un notable valenciano de ascendencia irlandesa, empleado de la empresa norteamericana de seguros «La Equitativa», a quien daría cuatro hijos. Tres varones primero; José María, Juan y Luis, y una hembra después; la frágil Margot.
Margarita de Shelly Ruiz de Lihory había recibido una notable formación académica. Acabó Derecho en solo dos cursos, obteniendo una brillantísimas notas. Y además había estudiado medicina (2 años en Valencia) e idiomas. Mientras las mujeres de su época mataban las horas estudiando el Catecismo de Ripalda, o haciendo ganchillo entre taza y taza de té, la indómita Margarita predicaba un rebelde feminismo, y aseguraba que «la mujer no debe ser instrumento más que de si misma. Debe buscar su placer, y no el placer del hombre; debe buscar su realización en la vida activa y no solo en el matrimonio. Debe participar activamente en la política, en el trabajo, en la lucha«.
Con este temperamento no es de extrañar que el mismísimo Miguel Primo de Rivera, a quien conoció muy «íntimamente» cuando ocupaba el rango de Capitán General de Valencia, requiriese sus servicios como espía. En aquellos tiempos existía tan solo un primitivo Servicio Secreto español, que funcionaba precisamente en el norte de África, el Círculo-30. Su área de actuación era básicamente el Riff, y de aquel contexto surgiría, muchos años después, el segundo Director General del CESID en la democracia: General Gerardo Mariñas.
En aquellos tiempos en que las relaciones diplomáticas entre España y Marruecos atravesaban momentos difíciles, Margarita fue reclutada como «agente secreto» con una difícil misión. Oculta bajo un disfraz de moro tendría que atravesar las líneas marroquíes para llegar hasta el Sultán con un mensaje del dictador español. Y lo hizo. No en una sino en varias ocasiones. Sus aventuras como espía en Marruecos terminaron convirtiéndola en amante del rebelde rifeño Abd-el-Krim, a quien había conocido en el hotel Alhambra de Granada. Según ciertos informes oficiales, Abd-el-Krim pudo ocupar en 1925 la zona de Marruecos custodiada por los franceses gracias a los servicios prestados por Doña Margarita. Hasta el día de su muerte la Marquesa conservó una tobillera y un anillo que le regaló el rebelde por aquellos años, en cuyo reverso podía leerse: «Paz en nuestra separación». *
* El prestigioso espiólogo D. Pastor Petit dedica un epígrafe de su obra «Diccionario Enciclopétido del Espionaje» (Complutense, 1996), pag. 17, a And el Krim y su relación con servicios secretos ingleses y soviéticos, así como a su proverbial crueldad con los prisioneros.
Durante sus estancias en Marruecos la Marquesa entablaría una gran amistad con uno de sus contactos en la zona, un prometedor militar que más tarde jugaría un importante papel en este drama; Francisco Franco Baamonde. Margarita fue uno de los pocos españoles que se atrevía a tutear al Caudillo, a quien se dice que salvó la vida al advertirle de un atentado que le habían preparado los rebeldes rifeños.
Por sus méritos militares fue nombrada Capitán Honorario de las tropas españolas en Africa. Antonio Tornero Moreno me comentaba durante una de nuestras entrevistas, una anécdota que la Marquesa gustaba de recordar durante sus reuniones sociales. «Doña Margarita -me explicaba «el Marqués»- tenía que pasar revista a las tropas con frecuencia, y yo le oí contar muchas veces como en una ocasión, mientras pasaba revista a una compañía, se le soltaron las bragas y se le cayeron falda abajo. La Marquesa, que era muy pícara, contaba que dudó un momento que hacer, pero sin mirar siguiera al suelo se las sacudió y las dejó caer por las piernas sin detenerse en su revista a las tropas. Contaba entre risas que después todos los soldados se enzarzaron en una lucha terrible por hacerse con sus bragas. ¡Dios, que mujer!».
Con sus hijos al cuidado de su madre, debido a sus continuos viajes y misiones, Doña Margarita de Shelly terminaría cogiendo la corresponsalía en Marruecos del diario «La Correspondencia de España» y de otros periódicos de Madrid. Con solo veinte años se convirtió en la primera mujer del mundo que ostentaba una corresponsalía de prensa en un país extranjero. Entre 1919 y 1923 sus crónicas de guerra y sus fotografías emocionaron a miles de lectores. Y poco más tarde cruzaría el océano para triunfar también en el continente americano, donde desarrolló sus habilidades como pintora y conferenciante feminista entre 1923 y 1928. En Cuba fue reclamada para retratar al presidente Machado, en México al presidente Obregón y en Estados Unidos al presidente Coolidge. Aunque algunos se muestran escépticos con la autoría de dichos cuadros… De cualquier forma, en una de sus visitas a Estados Unidos, su amigo personal Henry Ford le regaló un collar de perlas con el que aparecería fotografiada en el «New York Times». De regreso a Europa, tras la muerte de su abuela Micaela, que era quien hasta entonces cuidaba a los cuatro hijos de la Marquesa, Dª Margarita pasó algún tiempo en España, para luego establecerse en París durante cinco años. En ese tiempo establece estrecha amistad con la alta sociedad francesa. Por fin, establecida definitivamente en España, y a medio camino entre sus casas de Madrid, Barcelona y Albacete, la Marquesa de Villasante ampliaría sus horizontes artísticos y profesionales. Alguno de sus cuadros fue adquirido por la mismísima Reina de España SSMM Doña Victoria Eugenia, pero el mundo de la pintura ya se le había quedado pequeño, y se dejó seducir por el cine, un campo en el que la introdujo su buen amigo Vicente Blasco Ibáñez. Guionizó y produjo varias películas, e incluso hay quien afirma que interpretó una: «Dos amores». Uno de sus hijos también trabajaba como extra de cine, y al parecer aportó un buen pico a la producción de «Los 4 Jinetes del Apocalipsis».
Y fue precisamente la seducción una de las herramientas que mejor utilizó durante toda su vida esta «Mata-Hari española». Descrita como mujer de extraordinaria belleza, fue elegida Reina de las Fiestas en Valencia. Además de con Abd-El-Krim se le suponen amoríos con Primo de Rivera, con el presidente de la Generalitat de Catalunya Lluis Companys y con el jefe de la Checa de Tamarita Serafín Iriarte Echegarría. Además se la suponía amante del Ministro de la Gobernación Miguel Maura, quien le dio cargos en el Patronato Nacional de Menores y en la Junta de Protección de la Mujer -de hecho co-organizó la agrupación femenina del Partido Conservador-, y del General Manuel Silvestre, que según algunos estudiosos era el verdadero padre de Margot.
De vuelta en España Dª Margarita continuó desarrollando misiones de espionaje. Según algunas fuentes llegó a espiar a Unamuno por orden de Primo de Rivera, y mantuvo su trabajo como informadora, aunque con menor intensidad, hasta la Segunda Guerra Mundial.
Años después de su retorno a España la Marquesa entabló relaciones con José María Bassols-Iglesias. Segundo hijo de nueve hermanos, Bassols había terminado la carrera de Derecho a los 18 años con excelentes calificaciones. Durante años Bassols dirigió un próspero bufete en la ciudad Condal, casándose a los 32 años y teniendo cuatro hijos de ese matrimonio. Pero en 1937, y siendo uno de sus abogados en Barcelona, José María Bassols conoció a la Marquesa, de la que se enamoró apasionadamente. Tanto que se divorció de su esposa, para posteriormente contraer matrimonio civil con la Marquesa. Matrimonio que fue declarado nulo, pero que no impidió que Bassols y la Marquesa viviesen como marido y mujer durante el resto de sus vidas. Por cierto, la familia Bassols era propietaria de una de las mayores bibliotecas sobre espiritismo de la Cataluña de principios de siglo.
Pintora, bailarina, periodista, espía, pianista, actriz, abogado… parece evidente que la Marquesa Margarita Ruiz de Lihory, fue una mujer excepcional, al igual que su madre Doña Soledad Resines de la Bastida, y su abuela, Doña Micaela de la Bastida y Teijeiro, lo habían sido antes, aunque no a tan altos niveles de audacia y popularidad.
Un cadáver mutilado
Siendo la Marquesa de Villasante una mujer tan popular en su época, no es de extrañar que los medios de comunicación se cebasen en el caso en cuanto estalló el escándalo. Y eso ocurría exactamente en la tarde del sábado 30 de enero de 1954. Un joven llamado Luis Shelly se presentó en el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid, donde interpuso una denuncia contra su propia madre, la Marquesa Margarita Shelly Ruiz de Lihory. Según el acta de «COPARECENCIA Y DENUNCIA» que obra en mi poder, el joven Luis Shelly afirmaba: «Que su madre Doña Margarita Ruiz de Lihory Resino, que habita en el domicilio antes indicado, de unos 67 años, tiene la costumbre o monomanía de tener siempre gran número de animales en casa y fuera del domicilio, a veces hasta en número de cuarenta, algunas veces más.». Según afirmaba Luis Shelly, su madre, viuda de sesenta y siete años de edad, con domicilio en la calle Princesa número 72, 3º Dcha., sentía un amor desmedido por los animales, manteniendo en dicho domicilio a 17 perros, 3 gatos, 10 o 12 canarios y 2 tórtolas. Pero lo grabe, según afirmaba el denunciante, es que cuando sus animales morían procedía personalmente a su disección, «cortándoles la lengua, sacándoles en corazón y arrancándoles el pellejo…».
Naturalmente ese «hobby», aunque extraño, no es constitutivo de delito. Pero según afirmaba Luis Shelly, el 19 de enero anterior, a las 12/50, había fallecido en el domicilio materno, su hermana Margot -de 42 años-. Esa noche, según el denunciante, habían encontrado sobre la cama de la fallecida, unas tijeras y unas pinzas de las utilizadas por la Marquesa para sus supuestas disecciones de animales. A tan inquietante descubrimiento vino a sumarse la desazón manifestada por una criada de la Marquesa -Luisa- que habría abordado a Luis Shelly y a sus hermanos José María y Juan, advirtiéndoles sobre el extraño comportamiento de Doña Margarita aquella noche: «Me ha pedido la garrafa grande de alcohol y el paquete grande de algodón. Y ha manifestado que quiere quedarse sola con el cadáver esta noche«.
A pesar del empeño manifestado por los tres hermanos, en pasar la noche velando el cadáver, la Marquesa había ordenado que durmiesen en el otro extremo de la casa, y había sido ella, y su compañero sentimental José María Bassols, quienes habían pasado toda la noche encerrados en el dormitorio de Margot.
Al día siguiente, ante la inquietud manifestada por los 3 hermanos, Luisa los tranquilizó diciéndoles que la Marquesa tan solo había cortado cabellos de la difunta, como recuerdo. Sin embargo, esa noche se repitió la situación, y los hermanos de Margot fueron obligados a dormir nuevamente en el otro extremo de la casa, mientras la Marquesa y Bassols se encerraban velando el cadáver. En la mañana del día 21, el cuerpo de Margot amaneció encerrado ya en el ataúd. Ataúd que no fue abierto a pesar de las demandas de los hermanos, ni de numerosos amigos y familiares que se desplazaron hasta Princesa 72, para dar el último adiós a la malograda Margot.
Pero creo que lo mejor será que me remita nuevamente a los documentos oficiales. Extraigo del ACTA DE DECLARACION DE LUIS SHELLY RUIZ DE LIHORY, redactada a las 21:00 del 2 de febrero de 1954, algunos párrafos que considero significativos:
«…que el día dieciocho por la noche, del mes de enero último, le comunico la criada LUISA BAYARRI ZARAGOZA, sollozando, que la señorita MARGARITA estaba muy grave y que llamara el que depone el día siguiente sobre las diez horas.- Que puntualmente llamó el declarante a la hora indicada a casa de su madre contestándole LUISA que, como el hermano del que declara llamado JUAN, no había llegado aún de Pozuelo, que volviera a llamar a las once horas nuevamente; que insistió en la llamada a la hora indicada diciéndole LUISA que «fuera corriendo», lo cual realizó el deponente sin pérdida de tiempo y que al llegar al casa de su madre penetró en la habitación donde se hallaba la enferma, su hermana MARGARITA, en la que también estaba y sentada en una silla próxima a la cama su madre, la que recibió al declarante con estas palabras «mira LUIS lo que queda de tu pobre hermana»…
«Que en presencia del declarante y en aquel mismo momento, le causó al declarante una impresión muy desagradable el hecho de que cuando a su hermana se le cerraban los ojos, estando aún en vida, su madre se los abría con las manos, diciendo, que de esta manera le causaba la impresión todavía de la estaba mirando…».
«Que con posterioridad a las acciones citadas, que cometió su madre, falleció su hermana MARGARITA, sobre las doce horas, cuarenta y cinco minutos, del indicado día diecinueve de enero último, en el momento que se encontraban solos con la enferma, el declarante y su madre.- Que seguidamente se enteraron de la muerte de MARGARITA cuantas personas se hallaban en la casa…
«…(más tarde) el declarante y su hermano JUAN, salieron de la habitación , quedándose en la misma la difunta, su madre y LUISA, la criada, que fue llamada para proceder a su amortajamiento.- Que al principio hicieron un sudario con una sábana, al cabo del cual salió LUISA, diciendo: «Hay que ver, que valor tiene la señora, le ha cortado los pelos de aquí», señalándose al mismo tiempo que prefería esta frase, con las manos, sus partes genitales…».
«Que en uno de los salones de la casa, una vez se hubo marchado PEPE PANADERO, quedó el declarante en unión de su hermano JOSE MARIA, su hermano JUAN, ANTONIO RAMIREZ (médico) y otro facultativo que cree es cubano y que uno de sus apellidos le parece ser LLANO… entrando en aquel momento la sirvienta LUISA BAYARRI, quien dirigiéndose a todos los concurrentes dijo «señoritos, tengan ustedes mucho cuidado, que su madre va a hacer una barbaridad».- Que como todos los presentes mencionados habían visto las cabezas de perro desolladas que había dentro de una sopera con alcohol, en el comedor, comprendieron el alcance que aquellas palabras tenían…
«Que los tres hermanos se quedaron hablando y haciendo comentarios sobre el caso hasta las cinco y media o seis de la madrugada, en que apagaron la luz para descansar. Que tres o cuatro horas después, siendo las nueve o diez de la mañana, del día veinte de enero último, el declarante y sus hermanos se levantaron, yendo los tres a la habitación de la difunta, observando el dicente que su hermana seguía envuelta en la sábana, apreciándose en la parte superior y en el centro el bulto de las manos cruzadas y que tenía los ojos y la boca entreabiertos…
«Que no recuerda el dicente si fue antes o después del Rosario, cuando vino un fotógrafo para retratar a la difunta, sacando varias fotografías con el mayor detalle, ya que hasta incluso se sacó una fotografía a un metro del cadáver y otra de la madre del dicente arrodillada, contemplando el rostro de la difunta.
«Que una vez se hubo terminado el rezo del Santo Rosario, la madre del dicente volvió a repetir que ella se quedaba con el cadáver de su hija, ordenando a los demás que se marcharan, excepto BASSOLS que quedó con ella en la habitación…
«Que sobre las nueve de la mañana del día veintiuno, el declarante y su hermano JOSE MARIA fueron despertados por LUISA, la que con gran vehemencia dijo: «señoritos, se han dormido ustedes demasiado, porque el féretro ya está cerrado»…
Quiero extraer también del ACTA DE DECLARACION DE DON JOSE MARIA SHELLY RUIZ DE LIHORY, redactada a las 20:00 del dos de febrero de 1954, algunos párrafos complementarios a la declaración de Luis, e incluso enriquecedores para nuestra composición de los hechos:
«Que el declarante conocía la enfermedad de su hermana desde hace algún tiempo, pero no que existiese gravedad inminente. El día diecinueve de enero, sobre las doce de la mañana, fue avisado por el chofer de unos amigos, que viven, al igual que él en Albacete, de que momentos antes habían tenido una conferencia de don ANTONIO RAMIREZ, médico que asistía a la fallecida, por su gran amistad con la familia y había dicho que a la enferma le habían dado la Extremaunción, por lo que el deponente avisó al novio, que también reside en Albacete y se llama JOSE PANADERO, trasladándose ambos a Madrid…
«Que posteriormente ha tenido conocimiento de que su madre le puso un telegrama sobre las dos o una y media de la tarde de aquel día, concebido en los siguientes términos, aproximadamente: «Margot fallecida a las trece horas. Ruegote la máxima discreción para evitarme complicaciones»…
«Que cuando su madre abrió la puerta de su alcoba, en la que estaba el cadáver de la fallecida, el que habla se sentó en una butaca, al lado de la cama, opuesto a donde estaba el cadáver, observando que este estaba envuelto en una sabana y que a su lado, en la parte más cercana al sillón, había unas tijeras y unas pinzas cromadas, cosa que le extrañó.
«Que sobre las siete y media o las ocho de la mañana siguiente entró en la alcoba en que habían pasado la noche el dicente y Luis sin separarse en ningún momento, ni aún para ir al cuarto de baño, diciéndoles que su madre había cerrado ya el ataúd de su hermana y que «si había algo ya no lo podrían ver», por lo que se levantaron y fueron a ver a su madre, comprobando que efectivamente el féretro estaba cerrado, dando su madre la explicación de que en la madrugada era tan grande el estado de descomposición que había tenido necesidad de cerrar el ataúd. Después, hablando con el dicente le dijo algo sobre «cuando tenía los ojos» y al ver la extrañeza del declarante, aclaró que quería decir «cuando los tenía abiertos», ya que había tenido que cerrárselos porque «hasta por ellos echaba sangre»…
Me permito hacer un paréntesis en la cronología de los hechos para hacer una observación. Esa noche, del 19 al 20 de enero, también se encontraban presentes en la casa varios amigos de la familia, al menos dos de ellos médicos, cuyas declaraciones constan en el sumario judicial. Entre los presentes se encontraban además José Luis Chinea Rodríguez, natural de Puerto Rico, y Ramón Alonso del Llano, médico de nacionalidad cubana. Ambos sudamericanos confundieron durante años a algunos entusiastas ummólogos que creían ver en ellos a los ansiados «médicos ummitas». Por cierto, a pesar de que en la declaración judicial de Luis Shelly éste afirmase que el médico cubano llamado Llanos estaba presente cuando Luisa mostró su temor a que la Marquesa «hiciese una barbaridad», en la declaración que se tomo -bajo juramento- al citado médico, el cinco de febrero de 1954, este afirmó: «que no tuvo conocimiento de que existiesen en la casa pinzas ni tijeras ni nada en absoluto que le llamara la atención, sin que tampoco sea cierto que ante la presencia del declarante, la criada de la casa hiciera manifestación alguna respecto a que tuviesen cuidado porque la señora Marquesa podía hacer alguna barbaridad, no oyendo tampoco a la criada decir que dicha señora Marquesa le hubiese pedido la garrafa de alcohol ni el paquete de algodón…». Obviamente o mentía el médico cubano, o mentía Luis Shelly, y lo que es más grabe, quien mentía lo hizo estando bajo juramento ante el juez. Hoy creo saber quien y porqué mintió en su declaración judicial. Pero antes de revelarlo continuaré exponiendo los hechos ordenadamente.
Al margen de las polémicas, lo cierto es que Margot falleció y en los archivos del semanario «Interviú» localicé el parte oficial de defunción. A saber:
«MINISTERIO DE JUSTICIA Nº 637641
Registros Civiles
CERTIFICACION LITERAL DE INSCRIPCION DE Defunción
REGISTRO CIVIL DE: Universidad
PROVINCIA DE: Madrid
Número 88… Se inscribe la defunción de doña Margarita Shelly y Ruiz de Lihory, natural de Valencia, de 36 años de edad * , domiciliada en la calle Princesa, 72d, de profesión sus labores, hija de Ricardo y Margarita, de estado soltera. Falleció en su domicilio el día 19 de enero de 1954 a las dieciocho horas, a consecuencia de un edema pulmonar, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de San Isidro…»
A las once de la mañana, del 21 de enero, siempre según la declaración de Luis Shelly, el féretro de Margot salió hacia el cementerio, y más tarde se encontró en la habitación donde había estado el cadáver, una cuchillo muy largo y afilado, y una tabla de partir la carne. Ante tales indicios, Luis Shelly sospechaba que su madre había mutilado el cuerpo de su hermana, y presentaba por consiguiente, la pertinente denuncia ante el Juzgado de Instrucción, el 30 de enero.
El relato de Luis debió parecer lo suficientemente convincente al juez Aguado, porque inmediatamente emitió una orden de registro, y esa misma noche efectivos de la Brigada de Investigación Criminal se personaron en Princesa 72. Según consta en el «Acta de Entrada y Registro» redactada por los oficiales de policía, en el domicilio de la marquesa se encontraron objetos muy sospechosos:
«En el dormitorio de doña MARGARITA, que tiene puertas de comunicación con el despacho y vestíbulo, en el armario situado a los pies de la cama y a la izquierda según se entra desde el despacho, se hallan, en el estante inferior y en el rincón de la izquierda, tapados con varios bolsos de señora y carteras de documentos, los siguientes efectos: un hacha pequeña, de las llamada de carnicero, con mango de madera barnizada, con tres remaches dorados; UNA VASIJA, en forma de cubeta, toda ella de material plástico, la mitad inferior estriada, color blanco, la mitad superior transparente, con tapa color rojo y botón blanco y asa de alambre con manguito color rojo; esta vasija contiene como puede comprobarse por la transparencia de su parte superior UNA MANO DERECHA, al parecer de mujer, seccionada por la muñeca, estando el recipiente lleno de un líquido transparente; UNA TOALLA, de felpa rosa, con manchas, al parecer alguna de sangre; OTRA TOALLA color rosa muy pálido, también manchada y TRES FUNDAS DE ALMOHADA, también con algunas manchas.————————————————
«En la habitación destinada a comedor y sobre un aparador aparece una sopera, al parecer de plata, que contiene liquido transparente que parece alcohol, en el que hay dos cabezas al parecer de perro pequeño.————————————————————
«En el cuarto se encuentran DOS PIELES DE PERRO, ambas color marrón y UN CUBO DE GOMA negra, que contiene un líquido transparente y vísceras, al parecer de perro.————————————
«En este acto se procede a la ocupación de todos los efectos reseñados y consultado telefónicamente el ilustrísimo señor Juez de Instrucción de Guardia, se ordena sean trasladados lo ocupado a los locales del referido Juzgado de Guardia.—————————»
En otro documento policial, redactado en la misma Brigada de Investigación Criminal de la Dirección General de Seguridad, actuando el mismo Inspector don Daniel Ares Martínez como secretario, se detallan las reacciones emocionales de la Marquesa y su compañero sentimental, José María Bassols, durante el registro, tan asépticamente descrito en el acta oficial: « Que al llegar al domicilio de doña MAGARITA, mostraron a esta y a don JOSE MARIA BASSOLS IGLESIAS el mandamiento de que eran portadores, que fue leído en voz alta por este último, en presencia de los concurrentes, pudiendo observar los actuantes la emoción que embargaba al referido señor Bassols, así como la demudación que experimentaba doña MARGARITA…». Pero la sangre fría de la marquesa se vino abajo cuando los policías descubrieron la mano cortada. Nuevamente me remito al documento policial: «cuando, seguidamente fue hallado en el mismo armario, un recipiente de plástico con UNA MANO en su interior, dicha señora sufrió una especie de desvanecimiento, teniendo que sentarse, pero reaccionó en el acto y dirigiéndose al señor BASSOLS decía: «Esto fue el canalla de Luis, que la ha puesto ahí para hacernos chantaje».-»
No es de extrañar que ante tales descubrimientos el juez ordenase la detención inmediata de la Marquesa, de José María Bassols, de su doncella Luisa Bayarri y del mayordomo – Antonio Tornero-, que tras prestar declaración son puestos en libertad al día siguiente, 1 de febrero. El día 2 de febrero son la Marquesa y Bassols los liberados, y para el día 4 de febrero, el juez ordena la exhumación del cadáver de Margot Shelly, lo que se hizo inmediatamente.
El jueves 4 de febrero de 1954 nevaba copiosamente, pero eso no impidió que docenas de periodistas -la noticia de la mano cortada había corrido como la pólvora- se congregasen ante el las puertas del Cementerio de San Isidro, donde reposaban los restos mortales de Margot. A las once de la mañana una comitiva, encabezada por el magistrado D. José María Salcedo Ortega se dirigió al nicho número 304, y procedió a exhumar el féretro de Margot Shelly, que fue trasladado con toda discreción a una de las salas de velatorios del citado camposanto. José María Bassols, y los hermanos de la fallecida, Juan Y José María, se encontraban presentes cuando, en medio de una terrible tensión, los funcionarios de Justicia procedieron a abrir la tapa del ataúd. Para terror de los presentes, al cadáver de Margot además de la mano, le habían cortado el vello púbico, le habían amputado la lengua y la habían arrancado los ojos…
Dejaré que sean los médicos forenses, Dr. Velázquez Amezaga y Dr. Eduardo Blanco García los que relaten los hechos. Copio literalmente algunos párrafos del «INFORME DE AUTOPISA»:
«El rojo cabello estaba cortado en gran proporción y en mechones irregulares, como a tijeretazos. En la cara se notaba contracción asimétrica de la musculatura mímica. Las cuencas orbitarias estaban llenas de algodones que olían como si hubieran estado impregnados de alcohol, y al extraerlos, se encontraron aquellas vacías, sin los globos oculares correspondientes. Abierta la cavidad bucal se apreció que la lengua había sido seccionada con instrumento que dejó limpia la superficie de corte, a unos tres centímetros por detrás de la punta, faltando el segmento anterior. En la flexura del brazo derecho se encontró una incisión lineal, de poco más de un centímetro de longitud, en vías de cicatrización, al parecer por una sangría practicada en vida, y una puntura con equimosis, como de haberle hecho una inyección también en vida. El antebrazo derecho está amputado a nivel del tercio inferior y la superficie de amputación está cubierta por una gasa sujeta con un esparadrapo, y cuando se retiró este apósito se encontró que las partes blandas fueron seccionadas con un instrumento de corte fino, quedando los bordes limpios, y los huesos cúbito y radio fueron en parte cortados limpiamente y en el resto quedaron astillados, como terminados de romper por flexión forzada. Tanto la superficie de amputación en las partes blandas como en la óseas, carecen de reacción vital, prueba de que ha sido causada después de la muerte. Confrontando las superficies de corte del muñón y de la mano -que se ha llevado al cementerio para este estudio- se ha apreciado que se corresponden exactamente, tanto en las partes blandas, como en el corte limpio de los huesos, como en las zonas astilladas, que encajan entre sí de manera perfecta. Medidos los fragmentos de cúbito y radio convenientemente, se encontró la línea de sección a siete y medio centímetros de distancia de ala articulación de estos huesos con la muñeca.
«En el tronco se observaron algunos despegamientos epidérmicos y zonas negruzcas de la piel que corresponden a las de extensión de las livideces cadavéricas y que son fenómenos cadavéricos. El vello del pubis está también cortado de forma irregular.
«CONSIDERACIONES MEDICO-LEGALES». Los caracteres de la hemorragia cerebral encontrada en la autopsia convienen con los de las hemorragias espontáneas y no corresponden a los de las producidas por traumatismos craneales -que por otra parte no se encontraron huellas de haberse producido-; por lo tanto el diagnóstico médico-legal que se deduce es el de muerte natural y no violenta. Confirman esta deducción la historia clínica de hipertensión arterial que padecía, la hipertrofia y dilatación del ventrículo izquierdo, y la asimetría facial, propia de la hemiplejia. Todas estas alteraciones descritas tienen evidente origen reaccional, como producidas en vida.
«Además se encontraron en el cadáver cortados irregularmente, a mechones, el cabello y el pelo del pubis, como a tijeretazos, y las siguientes mutilaciones: a) Enucleación de ambos ojos y relleno posterior de las cuencas vacías con algodón en rama, al parecer empapado en alcohol; para esta intervención debe haberse empleado un instrumento de corte fino. b) Sección de la punta de la lengua, en trozo de unos tres centímetros de longitud antero-posterior, que por la limpieza de la superficie de sección debe haber sido cortada con instrumento semejante. c) Amputación del tercio distal del antebrazo derecho con la mano correspondiente, que parece haberse hecho en tres tiempos: 1. sección circular de las partes blandas por instrumento de corte; 2. intento de sección de los huesos radio y cúbito por instrumento inciso-contundente que golpeó sobre dichos huesos sin acabar de cortarlos, y 3. terminación de la exéresis por fractura irregular y astillosa de los puentes óseos remanentes, tal vez por flexión forzada del extremo del miembro respectivo. En todas estas mutilaciones (ojos, lengua y mano) no se encontró ningún signo de reacción vital, lo que demuestra que fueron producidas después del fallecimiento de la persona autopsiada, y por otra parte, en todas se demuestra un carácter intencional, no siendo factible su producción de manera accidental.
«CONCLUSIONES. De las observaciones hechas se deducen las siguientes:
Primera: Que la muerte fue producida por hemorragia cerebral,
Segunda: Que fue muerte natural y no violenta.
Tercera: Que dicha hemorragia fue determinada por la hipertensión arterial que venía padeciendo.
Cuarta: Que las mutilaciones encontradas en la interfecta deben considerase hechas apropósito, y esto tanto para la enucleación de los ojos como para la sección de la lengua, como para la amputación del antebrazo.
Quinta: Que la extracción de los ojos y la sección de la lengua debieron realizarse con instrumentos inciso-cortantes.
Sexta: Que la amputación del antebrazo ha sido ejecutada por sección de las partes blandas con instrumento de corte fino, y la de los huesos con instrumento cortante-contundente, terminando la acción por rotura astillosa, posiblemente por forzamiento en flexión de los puentes óseos que quedaron sin seccionar.
Séptima: Que en las diversas mutilaciones, es decir, de los ojos, lengua y mano, no se presenta ningún signo de reacción vital, por lo que se deduce que han sido producidas después de la muerte.
«Leída que les fue ratifican en su contenido y firman con S.Sa. ante mí el Secretario; doy fe.»
No es de extrañar que José María Bassols fuese detenido al instante en el mismo cementerio, y la Marquesa Ruiz de Lihory una hora después en su domicilio de Princesa, 72.
Como era de esperar de inmediato el Juez ordenó verbalmente un nuevo registro, y a las doce horas de ese mismo día los inspectores Sebastián Fernández Rivas e Isidoro Gallego González se personaron en el domicilio de la Marquesa. Copio literalmente de su informe: «(los policías se presentan en la citada casa) …para esclarecer si en dicho piso pueden encontrarse los ojos y parte de la lengua del cadáver de la hija de la inquilina… Dado a conocer el objetivo de su presencia, la inquilina manifestó que si estaban en la casa podían encontrarse en el cuarto de baño, donde su hijo Luis se había afeitado al día que se celebró el funeral de «corpore insepulcro». Practicado un registro en dicho cuarto de baño, fue examinado un pequeño armario de pared, que esta a la derecha de la puerta de entrada , en cuyo estante superior se encuentra un vaso de cristal que contiene un líquido transparente, al parecer alcohol y en su interior dos globos que parecen ojos y un trozo, al parecer de lengua…».
¿Escándalo?. En cuanto la noticia trascendió a la prensa, el mundo se vino encima para la famosa Marquesa de Villasante. Por las calles de Madrid los niños popularizaron un chascarrillo que todavía recuerdan las personas de cierta edad en la Villa y Corte:
«En la calle de la Princesa ,vive una vieja Marquesa
con su hija Margot, a quien la mano cortó.
Moraleja, moraleja, esconde la mano,que viene la vieja.»
No es de extrañar que José María Bassols fuese detenido al instante en el mismo cementerio, y la Marquesa Ruiz de Lihory una hora después en su domicilio de Princesa, 72.
Como era de esperar de inmediato el Juez ordenó verbalmente un nuevo registro, y a las doce horas de ese mismo día los inspectores Sebastián Fernández Rivas e Isidoro Gallego González se personaron en el domicilio de la Marquesa. Copio literalmente de su informe: «(los policías se presentan en la citada casa) …para esclarecer si en dicho piso pueden encontrarse los ojos y parte de la lengua del cadáver de la hija de la inquilina… Dado a conocer el objetivo de su presencia, la inquilina manifestó que si estaban en la casa podían encontrarse en el cuarto de baño, donde su hijo Luis se había afeitado al día que se celebró el funeral de «corpore insepulcro». Practicado un registro en dicho cuarto de baño, fue examinado un pequeño armario de pared, que esta a la derecha de la puerta de entrada , en cuyo estante superior se encuentra un vaso de cristal que contiene un líquido transparente, al parecer alcohol y en su interior dos globos que parecen ojos y un trozo, al parecer de lengua…».
¿Escándalo?. En cuanto la noticia trascendió a la prensa, el mundo se vino encima para la famosa Marquesa de Villasante. Por las calles de Madrid los niños popularizaron un chascarrillo que todavía recuerdan las personas de cierta edad en la Villa y Corte:
«En la calle de la Princesa ,vive una vieja Marquesa
con su hija Margot, a quien la mano cortó.
Moraleja, moraleja, esconde la mano,que viene la vieja.»(Continua en :
http://www.fraudesparanormales.com/index.php?option=com_content&task=view&id=285&Itemid=55
Extraido del libro «Los Expedientes Secretos»
http://expedientes.mundomisterioso.com/
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