La piedra de San Martín UMMO

Descripción

La piedra de San Martín UMMO

 

LA PIEDRA DE SANMARTIN

Alberto Sanmartín Comes despertó aquella madrugada del 17 de noviembre de 1954 con un fuerte dolor de muelas; sus 37 años ya se dejaban notar en su maltrecha dentadura. El enfermero, como ya hiciera en otras ocasiones, se vistió y salió de su casa dispuesto a dar un largo paseo. Era una costumbre que le relajaba y, a la vez que se serenaban sus nervios, se iba calmando tan molesto dolor.

El paseo le llevó hasta los descampados que rodeaban la Ciudad Universitaria. Había andado mucho y sus molestias se habían mejorado bastante. Al iniciar el camino de regreso se percató de la existencia de alguien junto a la barandilla del puente de los franceses. Vestía un traje parecido al mono de los aviadores, sus rasgos eran delicados y su cabello era muy rubio, casi tan blanco como su piel. Sanmartín, siguiendo como un impulso irrefrenable, se acercó hasta aquel hombre que se giró, descendió el terraplén por el que ascendía el puente y se acercó a un objeto metálico de unos 3 metros de diámetro. Al momento ese hombre volvió y le dio algo que traía en su mano. Segundos después partía en su silencioso aparato.

El regalo consistía en una piedra rectangular de 12 centímetros de longitud y 4 centímetros de ancho. Su color era rosado, de aspecto poroso y presentaba en una de sus caras una serie de enigmáticos signos.

La piedra fue entregada a Pedro Bayón García Campomanes, experto en mineralogía, para su análisis. Éstos demostraron la extrañeza de su composición. A la hora de intentar descifrar el significado de los 9 signos que cubrían su superficie Joaquín de Navascués, director del Museo Arqueológico, no pudo llegar tampoco a unos resultados concluyentes. Tan sólo encontró algunas similitudes con la barca de Caronte, el encargado de transportar la almas de los difuntos hasta el reino de los muertos en la cultura de la Grecia clásica.

Alberto Sanmartín fue “reclutado” por Fernando Sesma, aquél que estuviera en el inicio de todo el movimiento UMMO,  pero desilusionado marchó a Brasil, donde murió en extrañas circunstancias.

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