El Gran Fiasco Apocalíptico por Moisés Garrido

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El Gran Fiasco Apocalíptico por Moisés Garrido

Garrido,El Gran Fiasco Apocaliptico

EL GRAN FIASCO APOCALÍPTICO
Por: Moisés Garrido Vázquez
“¿Sabía que el fin del mundo sucederá antes del año 2000? La Tercera Guerra Mundial está a
punto de comenzar. Esta gran guerra preparará al mundo para ser gobernado por un dictador
europeo y su aliado eclesiástico, el papa. ¡42 meses después de comenzar ese gobierno mundial,
vendrá el fin del mundo!”. Con esta rotundidad se expresaba hace años Tito Martínez, que se
presenta como “teólogo bíblico”, aunque lo suyo ha sido más bien jugar a intérprete de ciertos
escritos proféticos del Antiguo Testamento y, sobre todo, del Apocalipsis de San Juan, el texto más
consultado por estos agoreros para hacer sus propias cábalas escatológicas. A pesar de su fracaso
como profeta de calamidades, Tito persiste en su empeño de que el final de los tiempos está
próximo y, en su particular cruzada ultracristiana, emplea todos los recursos de la red de redes
para difundir sus paranoias milenaristas. Ahora fecha el Armagedón para el 2012, aunque en su
foro señala que nunca ha predicho nada sino que son meras opiniones personales. “Yo creo que
este año 2008 comenzará la guerra mundial nuclear. Creo que en el 2009 comenzará el
gobierno mundial del falso mesías, la bestia, y 42 meses después, en el 2012, sería entonces el fin
del mundo, es decir, el regreso glorioso del Mesías Jesús y el comienzo de la nueva era milenial…
Repito, esto es solo una opinión personal mia, y no una profecía”. Sin comentarios… Cuando
transcurra dicha fecha -que coincide con la que se deduce del calendario maya-, ya se inventará
otra para seguir jugando a los acertijos proféticos. Y dirá que Dios ha aplazado el castigo por su
infinita bondad. Pero no es el único que habla en esos términos amenazantes. Hay muchos
anunciadores de catástrofes que, ya sea por cuenta propia o liderando determinadas sectas
milenaristas, contemplan los tiempos que vivimos como próximos al fin y encuentran en internet
el mejor escaparate para vender su producto profético. Numerosas sectas cristianas, de corte
evangélico preferentemente, no cesan en proclamar la inminente parusía (segunda venida de
Cristo) y el “arrebatamiento” de los elegidos antes de la gran batalla final que acabará de una vez
por todas con la civilización moderna. Este tipo de doctrina milenarista gana cada vez más
adeptos debido a que vivimos una época de apremio colectivo y es fácil para ciertas mentes
crédulas interpretar como signos apocalípticos muchos de los males que actualmente aquejan al
mundo. Para los Testigos de Jehová por ejemplo, que tantísimas veces han errado en las fechas
sobre el fin del mundo, las señales apocalípticas son más que evidentes. Solo hay que echar un
vistazo a nuestro alrededor, dicen, para ver las marcas distintivas de los “últimos días”: guerras,
hambre, aumento de la maldad, apego al dinero, amor a los placeres y no a Dios, terremotos, etc.
Observan este período convulso de la humanidad como signo anunciador de que el día del Juicio
Final no está muy lejano. En sus revistas, panfletos e internet, los Testigos de Jehová advierten
que “cuando los últimos días lleguen a su punto culminante, Jesús reducirá a la nada a este viejo
sistema y a quienes lo apoyan. Entonces, el Reino mesiánico administrará los asuntos de nuestro
planeta, y este llegará a ser un paraíso tal como está predicho. La humanidad será liberada de
las enfermedades y la muerte, y los muertos resucitarán para vivir en la Tierra. Estas son las
maravillosas perspectivas que les aguardan a quienes reconozcan la señal de los tiempos”. ¿Y
quiénes son los únicos que reconocerán dicha señal? Obviamente quienes aceptan la doctrina de
los Testigos de Jehová y se integran en el grupo. Los demás, pereceremos tras ser arrojados al
fuego del infierno y no podremos disfrutar del ansiado paraíso terrenal. Una lástima…
LAS SECTAS DEL ARMAGEDÓN
Hace años, Fernando Jiménez del Oso escribió: “Estamos viviendo una época en la que el
denominador común es la angustia. Nunca como ahora el futuro se nos ha planteado tan
incierto (…) La humanidad está recibiendo desde su inconsciente un sentimiento de angustia,
una especie de convencimiento interno de que se aproxima una etapa crítica de cambio y
destrucción”. Efectivamente. No parece haber esperanza en el futuro de la humanidad y ello se
traduce en la germinación de ideales apocalípticos que terminan por atraer a toda persona que
busca una solución drástica a su vacía y desorientada existencia. Es por eso que puede esperarse
cualquier cosa de quienes hacen una interpretación extremista del Apocalipsis. El fanatismo de los
grupos milenaristas no conoce límites. Ya en su momento vimos lo ocurrido con los Davidianos de
Waco (1993) y con la secta ugandesa Restauración de los Diez Mandamientos de Dios (2000). En
esta última, el lider pidió a sus fieles que vendieran sus pertenencias y se prepararan para ir al
cielo. Finalmente, más de 230 miembros se quemaron vivos en un atroz ritual apocalíptico.
Si no llega el Apocalipsis, los propios milenaristas lo provocan. ¿Cómo? Autoinmolándose para
acelerar su salvación espiritual. Es su particular fin del mundo. Recientemente, la policía rusa
evitó un posible final igual de trágico que los anteriores entre los 29 integrantes de una secta
milenarista que permanecían escondidos en un habitáculo subterráneo en las proximidades del
pueblo de Nikólskoye, a la espera del apocalipsis. Afirmaban que el Anticristo se manifestaría en
mayo de este año. Al ser detenido, el líder Piotr Kuznetsov -al que años atrás le diagnosticaron
esquizofrenia- advirtió que “moriremos todos, pero en la otra vida seremos jueces. Os
juzgaremos por vuestros actos”.
En Ucrania ya se había vivido algo parecido hace tres lustros cuando una secta denominada Gran
Hermandad Blanca anunció el fin del mundo para el 14 de noviembre de 1993. Los fanáticos
componentes del grupo, siguiendo las instrucciones de sus líder María Devi Khristos -que por
entonces tenía 33 años y afirmaba ser la reencarnación de Jesús- estaban dispuestos a realizar un
suicidio colectivo, tras asaltar la Catedral de Santa Sofía, en Kiev. La policía, por suerte, evitó la
tragedia y detuvo a los asaltantes, que parecían actuar bajo hipnosis. Llama la atención que su
pareja sentimental, y también cabecilla de la secta, de nombre Yuri Krivonogov, sea ex-agente de
la KGB y experto en el empleo de alucinógenos en proyectos de guerra psicológica. También la
policía tinerfeña evitó hace diez años que Heide Fittkau-Garthe y 32 de sus acólitos se suicidaran
convencidos de que el 8 de enero de 1998 era el día del fin del mundo. Por su parte, la policía
israelí arrestó en enero de 1999 a 14 miembros de la secta integrista norteamericana Cristianos
Preocupados, que habían viajado a Tierra Santa obedeciendo las órdenes de su líder Kim Miller,
para atentar contra intereses judíos y musulmanes y cometer posteriormente un suicidio
colectivo. El plan tenía que ser ejecutado a finales de 1999 y sería, según los sectarios, el
pistoletazo de salida para la gran batalla del Armagedón. En cambio, no pudo evitarse la muerte
de los 39 adeptos de la secta Heaven’s Gate, dirigida por el contactado Marshall Applewhite. Sus
cadáveres fueron encontrados en la mansión que la secta poseía en San Diego (California). Habían
ingerido un puré en el que mezclaron fenobarbital y vodka. Dejaron vídeos y notas despidiéndose
de este mundo e indicando que abandonaban sus “contenedores físicos” para viajar en espíritu a
bordo de un OVNI localizado en la cola del cometa Hale-Bopp, que en esos momentos se
encontraba próximo a la Tierra. “El abandono de los cuerpos humanos que hemos tomado
prestados es necesario para ocupar nuestros nuevos cuerpos pertenecientes al próximo mundo.
Nuestros 22 años de aprendizaje aquí, en el planeta Tierra, han llegado a su conclusión. El
acercamiento del Hale-Bopp es la señal que estábamos esperando”, explicaron en sus escritos
póstumos. El trágico suceso tuvo lugar a finales de marzo de 1997. Una semana más tarde, un
vecino de San Francisco, Robert Nichols, fanático de la astrología, se suicidó de forma parecida a
los adeptos de Heaven’s Gate, convencido de que el cometa anunciaba la Segunda Venida de
Cristo. Dejó una nota que decía: “Estoy viajando hacia el cometa Hale-Bopp para reunirme con
los que han ido antes que yo”.
Ya más recientemente ha vuelto a nuestra memoria el fantasma de Waco a raiz de la detención el
pasado mes de abril de Warren Jeffs, líder de la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, que tenía retenidos en su rancho Eldorado (Tejas) a medio centenar
de menores, aguardando el inevitable apocalipsis (mientras tanto, el miserable gurú polígamo
abusaba de ellos).
PROFECÍAS FALLIDAS
¿A qué obedece esa exacerbada expectativa milenarista que comparten determinados
individuos?… Parece sustentarse en la esperanza a ser salvos y vivir en un utópico mundo de
justicia -el ansiado reino celestial- gobernado por seres superiores, sean dioses, ángeles o
extraterrestres de elevada condición moral. Hay muchas personas convencidas de que el mundo
atraviesa un proceso crítico ya irreversible, a nivel ecológico, económico y social, y que está en
manos del Anticristo, por eso proyectan sus esperanzas en la llegada de una triunfante Jerusalén
Celeste -o nave extraterrestre, según los gustos- que procederá al rapto de los más puros para vivir
eternamente en un idílico paraíso. La idea de que el número de elegidos será de 144.000, cifra
citada en el libro del Apocalipsis, ha seducido a muchos creyentes. Sin embargo, la cifra de los que
piensan salvarse es muy superior. No sabemos cómo harán para coger sitio. Aunque los pases ya
están repartidos, según lo anunciado por la Virgen en Peñablanca: “Llega la hora, el fin de los
fines. Y está muy próxima la venida de Cristo. Muchos morirán sin creer y se irán al infierno.
Habrá que rezar mucho por aquellas almas, porque ya están elegidas las almas que irán al
cielo”. Por cierto, también la Virgen se ha equivocado un sinfín de ocasiones pronosticando el
Armagedón para el ocaso del segundo milenio. Ahí tenemos a muchos seguidores marianos
esperando que se cumpla por fin lo anunciado por la Virgen a la vidente Conchita, en Garabandal.
La vidente tenía prohibido revelar en qué consiste el “aviso”, pero sí dijo que se trata de algo
espantoso y que tendrá las apariencias del fuego. Algo que ocurriría de un momento a otro. “La
Virgen me ha dicho el nombre del fenómeno que será astronómico. Este nombre existe en el
diccionario y comienza con la letra “A”. Si supiéramos de qué se trata estaríamos aterrorizados.
Luego llegará el castigo, que no podrá ser evitado”, declararía. Los garabandalistas siempre han
creido que se trata del astro “Ajenjo”, citado en el Apocalipsis, que llegaría antes del 2000,
anunciando el fin de los tiempos. Ellos serían salvos, por supuesto. Pero el acontecimiento
cósmico no ha tenido lugar (ni lo tendrá). Así que de nuevo, se consumó otro fracaso profético…
El vidente californiano Jeron Criswell soñó con la aparición en los cielos de un extraño “arco iris
negro” que envolvería la Tierra por breves minutos absorbiendo toda su atmósfera. La mayoría de
la humanidad perecería. La fecha para cumplirse su vaticinio: el 18 de agosto de 1999. De igual
modo, los 20.000 miembros de la secta Misión para los Días de la Venida, oriunda de Seúl,
esperaron inútilmente el fin del mundo para el día 28 de octubre de 1992. Estaban plenamente
convencidos de que serían transformados en cuerpos gloriosos y transportados al cielo para
reunirse con Dios…
Otro personaje que se equivocó estrepitosamente al anunciar el fin de los tiempos fue el
contactado y estigmatizado italiano Giorgio Bongiovanni, artífice del movimiento Nonsiamosoli,
ya que señaló como fecha del crucial acontecimiento el mes de agosto de 1992. Durante años
estuvo difundiendo su particular profecía milenarista por todo el mundo, apoyándose en
presuntos mensajes marianos y extraterrestres que revelaban el choque con la Tierra de un
enorme asteroide que provocaría la desviación del eje magnético. Pero lo único desviado fue la
pretensión mesiánica de este visionario tan adicto por entonces a salir en los medios exhibiendo
sus repugnantes estigmas y rodearse de adeptos que le veían como un enviado de Dios.
Y hablando de cuerpos celestes que traerán la destrucción y un presunto cambio vibracional, no
podemos olvidar a Hercóbulus, tan mencionado por los predicadores catastrofistas de todo signo.
Según anunciaron hasta la saciedad, antes de finalizar el siglo XX un enorme astro purificador se
acercaría a nuestro planeta ejerciendo una terrible acción magnética, haciendo desaparecer todo
lo negativo que sobre ella existe, impíos incluidos. Idea, sin duda, inspirada en los contactos del
visionario brasileño Hercilio Maes con la entidad espiritual conocida con el nombre de “Maestro
Ramatís”. En su obra Mensajes del Astral (1956), donde el médium recogía sus comunicados
psicográficos con dicha entidad, leemos lo que Ramatís nos cuenta respecto a ese inevitable astro
purificador: “Se trata de un planeta impregnado de magnetismo primario, muy vigoroso, cuya
masa planetaria sólida es mayor que la de la Tierra y cuya aura radiactiva, debido a la
estructura mineral de su núcleo, ultrapasa 3.200 veces el volumen normal del aura astro-etérea
de vuestro globo (…) Mediante su propio magnetismo y las coordenadas de fuerzas que se
cruzan en vuestro sistema solar, tangente a la órbita terrestre, formarán un ángulo poderoso de
atracción magnética capaz de elevar gradualmente el eje de la Tierra (…) La fase más intensa de
la modificación física se producirá entre los años 1982 y 1992 y los efectos más catastróficos se
harán sentir hasta el año 1999”. Joaquín E. Amortegui Valbuena (V. M. Rabolú), visionario
colombiano, también se hizo eco de estos delirantes augurios sobre el astro errante y en 1998
escribió un libro anunciando sus inminentes y terribles efectos. Igualmente, el contactado
peruano José Rosciano (Yosip Ibrahim), el brasileño Aladino Félix (Dino Kraspedon) y los
españoles Darío Triana Lorenzo y A. Loger, propagaron la llegada de Hercóbulus para antes del
2000. Casi finalizando ya la primera década del siglo XXI, es hora de preguntarnos dónde está el
astro purificador que barrería las vibraciones negativas de la Tierra. ¿Acaso somos merecedores
de una segunda oportunidad y ha desviado su órbita para no castigarnos? En fin, otro fiasco más.
DESASTRES SIN CUMPLIR
A finales del siglo pasado, en plena fiebre milenarista, las célebres Centurias de Nostradamus se
vendieron como rosquillas. Mucha gente aguardó con inquietud el cumplimiento de cierta estrofa
que rezaba así: “En el año 1999, el séptimo mes, un gran rey de terror descenderá de los cielos,
para levantar el gran reino de los Angulmis; antes y después, Marte reinará con supremo
poder”. No hace falta decir que ningún evento apocalíptico ocurrió por aquellas fechas. Enésimo
fallo. Por su parte, el afamado modisto francés Paco Rabanne -investido de futurólogo para la
ocasión y afirmando sin rubor que en una antigua reencarnación fue el fundador de la Atlántidainterpretó
sui generis dicha profecía vociferando que la estación espacial rusa Mir caería sobre
París el 11 de agosto, día del eclipse total de Sol, matando a todos sus habitantes. Pero como era de
prever, no cayó ni un simple tornillo sobre la bella capital gala. Precisamente, para ese mismo día,
los miembros de la secta Energía Universal y Humana, anunciaron un nuevo Diluvio Universal.
Semanas antes comenzaron a construir en Aleixar (Tarragona) un gran búnker cubierto de plomo
con capacidad para unas 500 personas. Lo único que les llovió encima fue un aviso del
Ayuntamiento informándoles que carecían de licencia urbanística.
Siguiendo con los fallos proféticos, recordemos que el famoso vidente argentino Solari Parravicini
anunció una hecatombe nuclear para el umbral del tercer milenio, mientras que Jeane Dixon
predijo una terrible guerra entre Estados Unidos, Rusia y China para la década de los ochenta,
amén de la caida de un enorme meteorito en 1985 que provocaría fuertes terremotos y tsunamis.
Edgard Cayce, también de fama mundial, pronosticó en estado de trance tremendas catástrofes
naturales que destruirían antes del 2000 ciudades como Los Ángeles, San Francisco y Nueva York,
además de naciones como Japón y buena parte de Sudamérica. También los videntes Jim Gavin y
John Pendragon afirmaron que Nueva York desaparecería del mapa. El psíquico Ross Peterson
tuvo la premonición de que en 1990 un potente terremoto destruiría el norte de los Estados
Unidos y el sur de Canadá, y que Manhattan quedaría totalmente arrasada en 2006. El polaco
Wladislaw Biernacki profetizaría la desaparición de Roma, París, Washington, Nueva York y todas
aquellas grandes ciudades donde reina el vicio. A su vez, Charles Berlitz, en su obra Fin del
Mundo, año 1999, afirmaba que “hay una creciente posibilidad de que la Tierra, al acercarse el
fin del segundo milenio de nuestra era, experimente una deriva de los polos magnéticos, tan lejos
de los polos de rotación que podría causar un desplazamiento de los polos y una inversión de los
campos magnéticos de la Tierra, de consecuencias catastróficas”. Asimismo se hizo eco de la
alineación planetaria que tendría lugar en mayo de 2000, produciendo según su opinión grandes
terremotos, cambios marinos, erupciones volcánicas y toda suerte de catástrofes geológicas, cuyos
efectos serían terribles para la especie humana. El nieto del fundador de las prestigiosas escuelas
Berlitz, se hundió con sus fallidos vaticinios en su querido triángulo de las Bermudas…
Los miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sí que se quedaron de una pieza al ver que
Jesús no regresó en su Segunda Venida fechada para el 22 de octubre de 1844, según había
anunciado el pastor William Miller. Fue lo que se conoce como “el gran chasco”. Enseguida tomó
el relevo de la congregación Ellen G. White, que hoy es considerada una extraordinaria profeta por
sus seguidores. Tuvo numerosas visiones, pero también serios trastornos mentales. Algunos de
sus biógrafos la acusan de haber plagiado muchos de los textos que escribió, cuestionando sus
pueriles visiones, que parecían guardar estrecha relación con la epilepsia del lóbulo temporal. Sus
profecías siguen sin cumplirse. Pese a ello, los Adventistas confían en que de un momento a otro
Jesús se presente para rescatar sus almas. Los impíos serán arrojados al infierno, donde
agonizarán hasta morir. Predican insistentemente a sus feligreses que estamos viviendo los
prolegómenos del Armagedón y del Juicio Final. Que conserven la paciencia…
Hay que destacar también las profecías sobre los tres días de oscuridad y el cese a escala mundial
de toda actividad eléctrica por intervención sobrenatural, provocando un colapso de
consecuencias inimaginables. El aire se volvería nocivo, pereciendo gran parte de la humanidad.
Eventos que fueron predichos por futurólogos, videntes marianos y contactados para finales del
siglo XX. En 1972, en Porto San Stefano, la Virgen lo anunció así: “Habrá tres días de tinieblas en
que los perseguidores de la Iglesia serán aniquilados; el cielo y la tierra se acercarán, y el fuego
vendrá sobre la tierra; el aire se volverá pestilente; morirán las tres cuartas partes de los
hombres. Luego habrá un nuevo mundo de almas buenas”. La Virgen siempre tan simpática…
Aunque tampoco los “hermanos cósmicos” se quedan atrás con sus amenazas. En un mensaje de
Adoniesis a través de su canal humano Eugenio Siragusa, fechado el 6 de abril de 1973, leemos:
“Vuestra generación ha producido desequilibrios notables y negativos, tales que requieren la
intervención de un proceso que debe conducir a una sentencia, y la sentencia no será el fin del
mundo, sino el fin de la generación, el fin de toda la generación. Por esta razón estamos sobre la
Tierra para advertiros de que el proceso está próximo a terminarse y que la sentencia podría
cumplirse de un día a otro, en el momento establecido por lo Alto”. La verdad es que los
extraterrestres se apuntaron con éxito a la moda milenarista y surgieron grupos contactistas
anunciando el apremiante fin de los tiempos y la evacuación de los elegidos en OVNIs. Enseguida
se hizo una lectura ufológica del Apocalipsis, anunciándose que Cristo se manifestaría, en su
Segunda Venida, como comandante sideral al mando de una flotilla de astronaves. El milenarismo
alienígena, con toda su carga sincrética y tufillo new age, se extendió como “platos deslizándose
sobre el agua”, haciendo su particular agosto en las últimas décadas del siglo XX. Fue el caso del
Comando Asthar que, a través de la contactada Thelma B. Terrel (Tuella), avisaba de la inmediata
evacuación planetaria y daba las instrucciones oportunas para actuar en consecuencia. En España,
el centro I Am se convirtió también en portavoz del proyecto de evacuación, transmitiendo
mensajes cósmicos que avisaban del evento y de cómo había que prepararse. En uno de sus
panfletos leemos un aviso de la entidad Micael de Nebadón: “En el año 1989 dará comienzo el
cambio de una etapa hacia otra nueva que durará mil años. ¡Estad alertas! Si vuestra vibración
es adecuada, mis huestes se subirán con nosotros a los cielos, para vivir después una nueva vida
en un planeta Tierra ya renovado”. Hasta la fecha…
REAJUSTES CRONOLÓGICOS
El mundo sobrevivió al 2000. La locura del milenio pasó sin pena ni gloria. Y entonces los
profetas de toda guisa tuvieron que reajustar sus fechas apocalípticas, sabiendo de sobra que
siempre tendrán clientela fija. Y es que el fracaso de una profecía produce el efecto contrario del
que cabría esperar. Es decir, si un líder sectario anuncia el fin del mundo para una determinada
fecha y no se cumple, raro es el adepto que abandona el grupo. Al contrario, se reafirman más en
sus creencias y aguardan con mayor expectación la prórroga. Piensan que ha habido cambios de
planes celestiales de última hora, sin caer en la cuenta de que han sido víctimas de un tremendo
engaño. Están tan aferrados a sus creencias que por muchas evidencias que se les presenten en su
contra, jamás las aceptarán. Esa peculiar reacción psicológica la estudió perfectamente el
sociólogo estadounidense León Festinger en su obra Cuando fallan las profecías (1956),
denominándola ‘disonancia cognoscitiva’. “Suponga que un individuo cree algo con todo su
corazón; suponga aún más, que él tiene un compromiso con esta creencia, que él ya ha tomado
acciones que son irrevocables debido a esta; finalmente, suponga que a él se le presenta
evidencia, evidencia que es inequívoca e innegable, de que su creencia está equivocada. ¿Qué
pasará? El individuo frecuentemente emergerá, no sólo inalterado, pero aún más convencido de
la verdad en sus creencias de lo que antes estaba. De hecho, él puede mostrar un nuevo fervor e
incluso tratando de convencer y convertir a las otras personas sobre este punto de vista”,
asegura Festinger.
Algo así pasó con los Testigos de Jehová cuando anunciaron el fin del mundo para 1975. La gran
mayoría de seguidores aguardaron con fervor el advenimiento de Cristo, la muerte de los impíos y
la salvación de los elegidos. La expectación era unánime. Cuando transcurrió el citado año y no
sucedió lo previsto, la credibilidad de la organización quedó en entredicho. Es cierto que hubo
muchos abandonos, pero las explicaciones rebuscadas y autojustificativas que dieron los líderes
jehovianos en sus publicaciones convencieron a la mayoría y aceptaron finalmente que no hubo
fracaso profético. Las críticas la vieron entonces como un ataque furibundo a la organización por
parte de los enemigos de Dios. En La Atalaya del 15 de marzo de 1986 leemos: “Es cierto, el
pueblo de Jehová ha tenido que reajustar en varias ocasiones sus expectativas futuras. Debido a
nuestro anhelo, hemos deseado que el nuevo sistema de cosas diera comienzo antes del tiempo
que Jehová ha previsto para él. Pero al declarar el mensaje a otras personas, hemos demostrado
nuestra fe en la Palabra de Dios y en sus promesas inequívocas. Además, el que hayamos
reajustado en algo nuestro entendimiento no nos hace falsos profetas, como tampoco cambia el
hecho de que estamos viviendo en los “últimos días”, próximos a experimentar la “gran
tribulación” que allanará el camino hacia el Paraíso terrestre. ¡Qué tonto sería suponer que por
haber tenido que ajustar nuestras expectativas se pueda poner en tela de juicio toda la verdad en
su conjunto!”. Aún así, poco tiempo después tuvieron el descaro de anunciar el desenlace final
para 1994. No hace mucho me abordaron por la calle y aproveché para preguntarles por el fin del
mundo. No se atrevieron a decirme una fecha, pero sí que estaba muy, pero que muy próximo…
Por eso, ante tantos errores proféticos habidos y por haber, algunos agoreros prefieren jugar con
ventaja y no se arriesgan a dar fechas próximas. Así, encontramos a quien cree que el fin del
mundo sobrevendrá en el año 2025. Es el caso de Juan Antonio Alzola, que mediante un cóctel
numerológico -picando de las profecías de Daniel, del Apocalipsis y haciendo toda clase de
operaciones matemáticas-, llega a la conclusión de que el fin del mundo ocurrirá exactamente el
22 de diciembre de 2025. Así lo anuncia en su libro La condición de creer en un condenado,
distribuido gratuitamente en internet. También el 2025 es la fecha pronosticada por el
megalómano contactado francés Claude Vorilhon (Raël) para el apocalipsis global. Otros,
prefieren retrasarlo al 2033, cuando se cumplan justo los dos mil años de la supuesta edad en la
que murió Jesús. Transcurrida dicha fecha, ya se convendrá otra. Es lo bueno de la “tómbola”
profética…
EL AVATAR DE ACUARIO
“Un niño, nacido en algún lugar de las tierras desérticas del Oriente Medio, en esta mañana del
5 de febrero de 1962. Un niño que, pese a su humilde condición, es un descendiente de Nefertiti.
Se convertirá en el Salvador del Mundo y se le reconocerá en 1980. En la siguiente década unirá
todas las religiones en una sola fe”. Así interpretó la vidente Jeane Dixon un sueño que tuvo esa
misma noche. Según la vidente, en 1992, cuando este hombre tuviera 30 años, se presentaría
como un gran sabio ante el mundo prometiendo resolver los problemas de la humanidad. Y, más
tarde, en Jerusalén se revelaría como Dios. Maitreya -nombre dado a la próxima encarnación de
Buda-, al que algunos ven como el Mesías de la Era de Acuario (sobre todo, las corrientes
esotéricas y el movimiento new age) y otros como el Anticristo (los fundamentalistas cristianos le
identifican con la “bestia” aludida en Ap. 13, 11-18), tendría que haberse manifestado treinta años
antes de la fecha dada por Dixon, o sea, en 1950, si nos atenemos a lo que pronosticó la médium
Madame Blavatsky. Lobsang Rampa, por el contrario, anunció que un nuevo Mesías nacería en
1985. Anna Catalina Emmerich, predijo que el Anticristo se manifestaría antes del 2000. Edgard
Cayce también se refirió a este pretendido “guía salvífico” y señaló 1998 como fecha de su
manifestación pública. El clarividente Mario de Sabato prefirió elegir el 2003. Pero hasta ahora,
sin noticias del misterioso personaje. El escocés Benjamín Creme, siguiendo las directrices de un
presunto Maestro de Sabiduría, se convirtió en portavoz para anunciar por doquier la venida del
Instructor del Mundo. Es lo que ha hecho desde 1974. Y como “prueba incuestionable” de que
Maitreya ya se ha manifestado en la Tierra presenta la foto de un hombre barbudo y ataviado con
túnica blanca entre una multitud reunida en Nairobi, Kenia, en junio de 1988. Desde entonces, el
presunto avatar ha practicado la elusividad. Según Creme, el día menos pensado Maitreya -que
actualmente viviría en Londres- se manifestará al mundo entero por televisión. “El Cristo
aparecerá en los canales de televisión mundiales, enlazados entre sí por satélite. Todos aquellos
con acceso a la televisión Lo verán, pero El no hablará. Establecerá una relación telepática con
toda la humanidad simultáneamente (…) Maitreya convencerá al mundo de Su estatus
verdadero como el Cristo, Maitreya, Buda, Imán Mahdi, Krishna, Mesías, Miroku Bosatsu,
Mensajero y Representante de Dios, Instructor del Mundo, y Avatar para la Era de Acuario.
Esto será una repetición, sólo que ahora a escala mundial, de los sucesos de Pentecostés, de hace
2.000 años”. Ya vemos qué seria pinta la cosa…
EL INFLUJO DEL MILENIO
El milenarismo es uno de los legados más funestos de la cultura judeocristiana. Parte de la idea de
que Cristo reinará en la Tierra durante mil años antes del Armagedón y el Juicio Final (según se
desprende de Ap. 20, 1-7). Por ese tiempo, Satanás sería liberado para seducir a las naciones.
Dicha doctrina ha sido fuente de contínuos conflictos religiosos y acciones extremistas. No han
faltado épocas en las que exaltados profetas del fin del mundo cometieran asesinatos y
potenciaran suicidios como cruzada contra el Anticristo. Los predicadores apocalípticos y los
terrores milenaristas han existido siempre. Sin embargo, hoy sus mensajes llegan a todo sitio y
con enorme rapidez, gracias a los medios de propaganda religiosa más radicales -que cuentan con
fuerte apoyo económico- y, sobre todo, a internet, donde facciones cristianas milenaristas campan
a sus anchas para expandir sus delirantes e implacables vaticinios. Las creencias milenaristas
irrumpen con más fuerza en períodos de crisis. Por eso ejercen una poderosa influencia en los
tiempos que corren. Qué duda cabe que nuestra alienada sociedad moderna fabrica individuos
proclives a ser reclutados por sectas apocalípticas que aguardan, con un más que manifiesto
sadismo, el “merecido” castigo divino para la humanidad. Por tal motivo, el caldo de cultivo es
idóneo en estos instantes para que los fundamentalismos milenaristas se potencien y sucedan
cosas parecidas a las tragedias de Guyana, donde murieron envenenados 914 miembros de la secta
Templo del Pueblo (1978), y de Suiza, escenario de la autocremación de medio centenar de
seguidores de la secta Orden del Templo Solar (1994). El termostato apocalíptico puede activarse
en cualquier momento, aseguran los sociólogos que estudian el emergente fenómeno milenarista
en Estados Unidos y Europa. El 11-S disparó en el imaginario colectivo la alarma apocalíptica y los
sujetos más receptivos a tales creencias comenzaron a interpretar el impactante ataque terrorista
a la luz de las profecías bíblicas, amén de otras fuentes futurológicas. Lo cierto es que a nuestro
alrededor hay personas que, por las razones que sean, están convencidas de que pronto se
producirá un cambio profundo a escala mundial que tendrá lugar de forma violenta y repentina.
Consideran que el planeta ha de pasar por una fase depurativa. No deja de ser los efectos de las
supersticiones milenaristas en mentes excesivamente vulnerables. Creencias fuertemente
ancladas en nuestra decadente cultura occidental que hoy sufre la mayor crisis espiritual de su
historia y el desmoronamiento progresivo de sus estructuras sociales. “La creencia en la muerte
colectiva y la resurrección sobrevivirá mientras los seres humanos se enfrenten a la
inevitabilidad de su propio apocalipsis personal”, sostiene el periodista Damian Thompson en su
genial ensayo El fin del tiempo. ¿Mi consejo? No dejarnos deslumbrar por los alarmantes avisos
apocalípticos pregonados por iluminados, falsos profetas y demás desaprensivos. En caso
contrario, profetizo que perderíamos, no solo el tiempo, sino también nuestra cordura…

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