El lunes catorce de octubre de 1991, la prensa provincial existente en Huelva en aquel momento no dudó en afirmar sin ningún pudor y en pleno titular de portada que “El sol se movió ayer en Gibraleón”. Semejante irresponsabilidad sirvió para dar alas a un disparatado montaje aparicionista que se estaba desarrollando en esa localidad próxima a la capital onubense. Una vidente adulta protagonizaba un caso de supuestas apariciones marianas en Gibraleón, consiguiendo que cientos de fanáticos convirtieran unos terrenos próximos al casco urbano en un lugar sagrado donde reunirse en torno a ella, para que a su través, “la Virgen les hiciera llegar sus mensajes”.
Por entonces, la provincia de Huelva ya había contado con un caso notorio de apariciones marianas, el protagonizado en 1987 por una niña en la pedanía jabugueña de El Repilado. El fenómeno del movimiento aparicionista se estaba esparciendo por todos lados, tanto en nuestro país como en el resto del mundo, por lo que era muy frecuente encontrarse con nuevos puntos de la geografía en los que saltaba la noticia de que alguna persona afirmaba ver a la Madre de Dios y que ésta le daba mensajes. Curiosamente este último punto resultaba no ser enteramente cierto, puesto que lo que ocurría a la vista de seguidores y curiosos era que la supuesta Virgen poseía a la persona elegida para hablar directamente por su boca en unos instantes de trance. El esquema era similar prácticamente en todas partes.
Esta vez le tocó el turno a Gibraleón, de nuevo en nuestra provincia. Corría el año 1991 cuando un grupo no muy numeroso de personas comenzó a reunirse entorno a una encina situada en el paraje conocido por el nombre de El Alto Micael, acompañando a una vecina de la localidad olontense, María del Carmen Pérez de la Rosa. Esta mujer, denominada en su entorno con el apelativo cariñoso de María, afirmaba ver en la encina a la Virgen María, y que ésta le hablaba. La vidente, nombre con el que se designa en el mundillo de las apariciones marianas a la persona privilegiada con el supuesto don de ver a la Santa Madre cuando el resto no puede, manifestaba que la Virgen se le aparecía en su propio domicilio desde hacia dos años. Según contaba María, fue la propia Virgen quien le instó a cambiar de emplazamiento y quien la guió hasta aquella encina. María y un grupo de amigos y vecinos acudían todas las mañanas del mes de agosto a rezar el rosario. Allí, la Virgen se aparecía en algunas ocasiones. Sólo era vista por María. Sus mensajes eran muy similares a los habituales en otros casos de apariciones, hablando de penitencia, castigos, oración y sacrificio.
El modelo a imitar entre las apariciones marianas es el establecido en Fátima en las primeras décadas del siglo XX. El trece de octubre de 1917 se produjo en esa localidad lusa, ante 70.000 testigos, el supuesto milagro de la danza del sol, consistente en que el astro rey hace unos extraños giros y evoluciones ante la mirada de los fieles, sin dañarles la vista. Para este fenómeno se han dado varias explicaciones que descartan la absurda pretensión de que el sol pueda interrumpir su traslación por el espacio y que, para mayor disparate, esto sólo sea apreciable desde el lugar de la aparición. La presencia de ovnis o una especie de alucinación colectiva, provocada por un cúmulo de energía psíquica emanada de una gran masa de gente que espera ser protagonista de un milagro, son algunas de las más utilizadas.
A raíz de aquellos hechos, casi todas las recientes apariciones marianas han contado en alguna ocasión con un supuesto milagro similar al descrito en Fátima. Por eso, cuando la supuesta Virgen de las apariciones de Gibraleón anunció un hecho sobrenatural para el 13 de octubre de 1991, rápidamente se especuló con una danza del sol. El rumor se extendió y en la fecha fijada se congregaron en el lugar unas mil personas. Comenzó el rezo del rosario y al cabo de un rato se produjo el esperado encuentro entre vidente y Virgen. En el transcurso del diálogo, la Señora pidió que se mirara al sol para ver en él su imagen y la de la Cruz. En ese momento se disparó la histeria y gran parte de los presentes comenzaron a ver cosas extrañas, que fueron interpretadas como hechos milagrosos. Giros o desplazamientos veloces del sol, luces en el interior del astro o junto a él, o el hecho de mirar al sol sin ser cegados por su luz eran los argumentos esgrimidos por los defensores del caso.
Afortunadamente, en el lugar también había gente seria y objetiva, como el investigador Moisés Garrido, que constató la presencia de nubes que filtraban la luz solar y cuyo desplazamiento provocaba el efecto óptico de que el sol se movía. Como es lógico, el sol no se movió fuera de su órbita, pese a lo que afirmara el autor o autora del artículo que cité al comienzo. En cuanto a las luces o manchas junto al astro o en su interior, son achacables a las impresiones luminosas en las retinas de los observadores. La historia de las apariciones de Gibraleón ya no tenía freno. Seguidores y detractores comenzaron una encarnizada lucha, que sólo sirvió para darle más publicidad aún al caso. La primera voz en alzarse en contra de las supuestas apariciones fue la del párroco olotense, Diego Suárez Mora, quien no dudó en afirmar que todo era falso y que la vidente había protagonizado otras presuntas historias descabelladas. Según el párroco, María había afirmado en alguna ocasión que se le aparecía una niña muerta de la localidad, lo cual no había gustado nada, siempre según Diego Suárez, a la familia de la pequeña difunta. Según la versión del párroco, María había ejercido alguna vez de curandera, y en alguna ocasión afirmó poseer una figura del Corazón de Jesús que movía los ojos y los labios. Por otra parte, en una visita que realicé a Gibraleón en noviembre de ese mismo año en compañía del investigador Alejandro Rubio, en el convento de la Orden de las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento nos afirmaron estar convencidas de que nada divino había detrás de todo aquello, puesto que la obra divina une a los hombres y no los separa. Las monjas adoratrices dijeron rezar a diario pidiendo a Dios que si aquello era obra suya, que siguiera adelante y si no, que desapareciera.
Ambos investigadores asistimos a una sesión de apariciones, en la que constatamos que el esquema era similar al de otros casos de videntes adultos, con un considerable tufillo a montaje descarado. Evidenciamos la presencia de un grupo de acólitos que trabajaba en el entorno más inmediato de la vidente para dar credibilidad al fenómeno. Una de sus tareas era asegurar a los periodistas un lugar privilegiado para la observación de los acontecimientos. Ese mismo grupo se encargaba algún tiempo más tarde -en nuevas visitas nuestras al enclave- de mostrar a los curiosos fotografías con presuntos hechos milagrosos acaecidos en el paraje. De la observación de tales fotos se apreciaba que se trataba de simples efectos ópticos logrados enfocando a contraluz al disparar las cámaras.
En pleno tinglado aparicionista, la destacada seguidora de las manifestaciones marianas, Esperanza Ridruejo, más conocida como “Pitita”, visitó en 1993 Gibraleón, antes de impartir una conferencia sobre el tema en el salón de actos del vicerrectorado onubense. Para “Pitita” Ridruejo, la sencillez de la vidente, la devoción y el respeto que ella había encontrado en el caso y el contenido de los mensajes, entre otras cosas, le hacían pensar que en Gibraleón se estaba apareciendo realmente la Virgen María. Este nuevo espaldarazo a la vidente María no sirvió para que el caso se perpetuara.
No sabemos si por las plegarias de las adoratrices o porque todas las cosas caen por su peso, lo cierto es que el caso está cerrado desde hace bastante tiempo, ya que la Virgen dejó de aparecerse, aunque la vidente afirmara que estaba presente cuando rezaban el rosario en el lugar, cosa que ocurrió con frecuencia durante cierto tiempo, puesto que los acólitos siguieron acudiendo con bastante asiduidad. El trece de julio de 1993 la ya conocida como Virgen de la Encina le había dicho a la vidente que no volvería a aparecerse. Al parecer, la Madre de Dios cumplió su promesa, dejando que poco a poco se fuera diluyendo el tufillo marianista que tanta atención había acaparado durante varios años.Esta es, básicamente, la historia en la que una supuesta vidente, movida por no sabemos qué motivos o, incluso, tal vez de forma inconsciente, protagonizó unos hechos similares a tantos otros casos. Unos hechos que -en muchos de esos casos- acaban arrastrando a personas que se encuentran desesperadas o que buscan con ansia una realidad divina a la que aferrarse. Gente sin escrúpulos que se aprovecha de la buena voluntad de sus semejantes.