Clínica Ummo Jerez Argentina

Descripción

Clínica Ummo Jerez Argentina

 

 

UMMO: LA CONEXIÓN ARGENTINA

 

Desde fines de 1969, los visitantes del planeta Ummo tuvieron en la Argentina cuatro corresponsales (el sacerdote Benito Reyna, el inventor y ufólogo Ariel Ciro Rietti, el escritor Luis Anglada Font y la redacción de la revista “2001, periodismo de anticipación”), al menos un ummólogo destacado (Adalberto Ujvari, acaso el primer ufólogo que recorrió Europa tras la pista de los escurridizos corresponsales anónimos) y hasta un extravagante personaje que ganó un lugar en la posteridad alimentando la sospecha de que por sus venas circulaba sangre ummita.

 

Este personaje, Carlos Eduardo Jerez, dirigió una curiosa “planta de investigaciones” en el pueblo de Cañuelas (provincia de Buenos Aires) que quizás hubiera pasado inadvertida de no haber sido por Jacques Vallée, quien en su libro Revelations (1989) calificó a la historia como “el más ominoso capítulo de Ummo nunca antes publicado”.

 

Desde su inauguración en 1961 hasta su clausura en 1976, la llamada “Clínica de Cañuelas” recibía todas las semanas centenares de enfermos terminales a quienes Jerez les prometía una “cura milagrosa” gracias a una tecnología médica “made in ET”.

 

La historia secreta del caso Cañuelas comenzó a ver la luz cuando un médico que trabajó una temporada allí, el doctor Analberto Alcaraz, dio detalles sobre el funcionamiento del insólito hospital extraterrestre y sus impresiones sobre la personalidad de su mentor. Para Alcaraz, Carlos Jerez parecía convencido de que -aplicando una técnica basada en las “radiaciones gamma”- podía erradicar toda clase de patologías. El día que se conocieron le preguntó por el origen de los artefactos que usaba para sus curaciones. Jerez -con una sonrisa misteriosa- le respondió: “No son de acá…” Y coronó la frase pidiendo a su asistente un vaso de agua mezclada con azufre, que bebió de un trago.

 

Jerez solía insinuar, tanto a Alcaraz como a otros visitantes asiduos, que él era “mitad humano, mitad extraterrestre”. Su obra cumbre fue la réplica de un platillo volador que hizo construir en el frente de la planta. Si se miraba a través de sus ventanillas de acrílico azul se divisaba una consola colmada de monitores, osciloscopios y controles. Llevaba a sus pacientes al interior de la “nave” y los conectaba a electrodos para transmitir la “energía” que iba a posibilitar la curación. Debajo del platillo se emplazaba un monolito de granito con una placa ilustrada con el emblema de Ummo, al que llamaba “Hono”. El signo también era visible en el cartel que presidía la entrada, en una bandera que flameaba frente al portón y en su papelería, desde las cartas membretadas hasta sus tarjetas personales, adornadas con un desprolijo sello hecho con su dedo pulgar embebido en tinta china. “Habla de los ummitas como yo puedo hablar del almacenero”, se fascinaba don Pedro Romaniuk, un viejo ufólogo místico argentino que escribió una docena de libros sobre la “ciencia extraterrestre”.

 

En junio de 1976, la planta fue cerrada y precintada por el Ministerio de Bienestar Social. Jerez no era médico y el edificio carecía de habilitación legal. “Jerez desapareció sin dejar rastros”, escribió Vallée en Revelations. En su crónica sobre el caso Cañuelas, el ufólogo más famoso del mundo deslizaba que el falso médico podía ser otro eslabón de una sórdida conspiración.

 

La metáfora de Vallée encerraba una paradoja trágica a la luz de los acontecimientos que se vivían en la Argentina aquellos oscuros años. Jerez no “desapareció” pero, efectivamente, estuvo a punto: tras la clausura de su clínica permaneció casi un año recluído en las cárceles de la dictadura militar, donde recibió un trato parecido al de los militantes sospechosos de “pensar raro” de los ‘70, torturas incluidas. Una vez liberado, un paciente agradecido le montó una pequeña empresa donde fabricaba, entre otras cosas, papel higiénico marca “Hono” (cuyo isotipo era, otra vez, el emblema ummita). No se supo más de él hasta noviembre de 1995, cuando un juez ordenó su arresto por los delitos de “doble homicidio simple y ejercicio ilegal de la medicina”. La acusación provino de los familiares de dos ancianas con cáncer: ambas habían puesto todas sus esperanzas en manos de Jerez, abandonaron el tratamiento médico y tuvieron una muerte prematura.

 

Por entonces, el antiguo “médico del espacio” atendía en un consultorio de Berazategui (provincia de Buenos Aires), y se presentaba como “masoterapeuta”. Lejos habían quedado los tiempos en que -deseoso de celebridad social, afán de lucro y quizá real vocación por “curar”- montó su escenografía platillista usurpando la popularidad de sus colegas del planeta Ummo. Ya en 1969, la revista “2001” había facilitado la suficiente información sobre los ummitas como para que cualquiera pudiera inspirarse en su mitilogía y poner su granito de arena en la construcción de esta fantástica leyenda colectiva.

 

Hoy, 25 años después, del “laboratorio” ummita sólo queda un edificio en ruinas. El impacto visual del platillo estacionado frente a la entrada, el carisma con que pregonaba la eficacia de sus recetas secretas, el poder milagroso que atribuía a sus tecnologías cósmicas y la ilusión de tanta gente que creyeron ver a sus fórmulas curativas como “la última esperanza”, encubrían el verdadero mérito de Jerez, que fue la capacidad que demostró para adaptar sus intuiciones en un tinglado donde prevalecían criterios obviamente más formales que funcionales.

 

Este pionero sudamericano de la estética del engaño tuvo la visión de atrapar en el aire un motivo atrayente para la clase media urbana y diseñar, con especial ingenio, una pseudoterapia decorada al gusto platillista de aquellos tiempos.

 

 

 

Alejandro César Agostinelli

Buenos Aires   ,   Argentina

 

 

 

Ignacio, qué gusto tener noticias tuyas…
    En realidad, lo que tengo es una serie de puntas sueltas que deseo ir enhebrando, pues tal vez tenga que ver con Ummo, tal vez no. Seguramente en algunos de estos ítems podrás darme alguna piste alternativa, en otros no, y todo lo que modestamente tenga para ofrecerte, pues cuenta con ello.
Vamos por partes (como decía Jack The Ripper):
a) ¿Has oído hablar de las «hijas de Ummo»?. Allá por el 2000, cuando AFR recién nacía, teníamos un colaborador, Enzo Daedro -o por lo menos decía que ése era su nombre- que en una revista de Bs As primero y en nuestra revista electrónica después publicó los mails en principio y las agresiones después que recibía de un grupo femenino supuestamente ubicado en algún lugar de Bolivia -limita con Argentina- Estas damas decían ser herederas de las colonias ummitas y el discurso de las misma sonaba bastante apocalíptico y delirante. La cosa es que un año después Daedro emigró a España, hipotéticamente para sumarse a un grupo civil-militar de investigación OVNI y no supe más de las «hijas de Ummo».
b) ¿Recuerdas el caso de «la mano cortada» (cómo no). Bien, acabo de leer en un libro del gran Ribera que los ummitas manifestaban que el virus -luego inocuo- que habría contagiado a la dama se habría depositado en globos oculares, extremidades y mucosas. Casualmente, los mismos puntos principalmente víctimas de ablaciones en la oleada mutilatoria de ganado de Argentina en el 2002 que, en razón de nuestra investigación, más que filiación extraterrestre parecería estar vinculado con las tardías consecuencias colaterales no deseadas de un experimento secreto de guerra bacteriológica llevado a cabo en mi país a mediados de los 80 con la anuencia de una laboratorio francés y uno yankie. Me preguntaba si podía haber alguna relación.
c) en la página 366 del libro de Ribera «Ummo: la increíble verdad2 (en la edición de Plaza&Janés) dice textualmente:
«… Algún amigo me apuntó la posibilidad de que este grupo alemán que se hace pasar por extraterrestres del astro UMMO operaría en las cercanías de Sierra Tahua (Bolivia) puesto que el informe procedía de… pues nio en Rosario ni en otro punto de Argentina que sepamos….»
Este párrafo me interesa por tres razones:
1- porque evidentemente quien lo escribe vivía en la ciudad de Rosario (provincia de Sta Fe´, muy cercana donde yo estoy radicado. Incidentalmente, he hecho circular este párrafo en un foro de investigadores rosarinos, pero nadie se identificó como el autor ni dieron pistas de quién).
2- por la relación con Bolivia (recordar Hijas de Ummo»)
3- por lo fuerte que es la comunidad alemana llegada al final de la II Guerra Mundial en este país, su fuerte ideología esotérica y los insistentes rumores de operaciones de «platillos nazis» en las postrimerías de la guerra.
c) Tengo una posibilidad -una- de localizar los documentos del supuesto doctor Carlos Jerez, que a principios de los 70 tenía en las afueras de Cañuelas, provincia de Buenos Aires, una clínica -luego se descubrió ilegal- pero donde era un rumor que se hacían «curaciones milagrosas», según él, con técnicas ummitas -de muy joven, recuerdo haberme llegado a curiosear y ver la placa de bronce con largos textos en ummita básico que orlaba la entrada
d) Supongo que sabrás que en 1970 la desaparecida revista «2001», de Bs As, recibió una carta ummita, que te reproduzco:
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