Del tlon de Borges al Ummo de España (Alejandro Agostinelli)

Descripción

DEL «TLÖN» DE BORGES AL «UMMO» DE PEÑA:
LITERATURA, EXTRATERRESTRES Y SIMULACIÓN

Por Alejandro Agostinelli

En 1940, el laureado escritor argentino demostró que la literatura muchas veces le gana de mano a la realidad. En un cuento que publicó por primera vez ese año en la revista Sur, titulado «Tlön, Uqbar Orbis Tertius», Jorge Luis Borges describe el sorprendente hallazgo de un capítulo «pirata» (es decir, cuatro páginas adicionales que no aparecían en la edición original) insertado en el volúmen XLVI de una enciclopedia apócrifa titulada The American Cyclopaedia. Allí Borges descubre a Tlön. «Ahora tenía en las manos -escribe- un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica. Todo ello articulado, coherente, sin visible propósito doctrinal o tono paródico.»
Es inevitable que las páginas sobre Tlön rescatadas por el autor de «Ficciones» evoquen a las fábulas recreadas en los recargados informes ummitas. ¿Esto quiere decir que el segundo se ha inspirado en el primero? No necesariamente. Puede significar, apenas, que la creación de mundos imaginarios ha sido una tentación poética, ideológica y literaria a la que cedieron a su turno artístas, políticos e intelectuales de todos los tiempos. Una tentación latente, inherente a la naturaleza humana, que ha colmado las bibliotecas del universo. Desde la «Utopía» de Tomas Moro hasta las «Fundaciones» de Isaac Asimov… Desde el «Tlön» de Borges hasta el «Ummo» de Jordán Peña. Entre muchos otros ejemplos.
«Los metafísicos de Tlön -intuía Borges- no buscan la verdad, ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro.» Los «señores» de UMMO hacían de la verdad científica un dogma, y era tan intensa su pasión por una Ciencia con mayúscula que aquél había llegado a convertirse en uno de los pocos valores a imitar. Por cierto, «ellos», los ummitas, también buscaban el asombro. Pero sobre todo la credulidad. Y quizá en este punto descanse el nudo de la gran contradicción: «Tienes que ser escéptico. Pero antes debes creerme…»
Al igual que los ummólogos de la escuela del gran Ignacio Darnaude, o los nuevos estrategas de la geopolítica del mito, como el francés Renaud Marhic, Borges se preguntaba: «¿Quiénes inventaron a Tlön? El plural es inevitable, porque la hipótesis de un solo inventor -de un infinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia- ha sido descartada unánimemente. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio. Abundan individuos que dominan esas disciplinas diversas, pero no los capaces de invención y menos los capaces de subordinar la invención a un riguroso plan sistemático.» Desde 1929, a Borges le rondó la preocupación de cómo crear una expectativa, desde algo ficticio, para instalarlo luego en la sociedad. La borgeana ambición de destruir las fronteras de la realidad utilizando como arma el poderoso lenguaje de una fantasía realista, lo llevó a proyectar una novela que se llamaría «El hombre que será presidente». Borges y un grupo de amigos pretendían impulsar al escritor Macedonio Fernández como candidato. El plan (¿por desgracia o por suerte?), nunca se llevó a cabo.
El desafío que afronta José Luis Jordán Peña es consecuencia de haber conseguido lo que nadie antes: llevar su programa adelante y que muchos le creyeran, haciéndolos caer en la trampera extraterrestre mejor montada del siglo. Y lo hizo con un éxito colosal, si se le puede llamar así al hecho de haber conseguido burlarse de los especialistas de un mito que él mismo había creado. Si se le puede llamar así al hecho de haber logrado mantener en suspenso su confesión durante más de un cuarto de siglo.
Como UMMO, Tlön es otro mundo de cuatro letras que se parece demasiado a la Tierra que soñaron los románticos de cada umbral de los tiempos. Si alguien se hubiera atrevido a pedirle una opinión sobre el planeta de los corresponsales anónimos, Borges habría respondido que UMMO no era otra cosa que un planeta real, pero tan real como cualquiera de nuestras invenciones.
Pero, en honor a la verdad, UMMO fue algo más que literatura: UMMO fue literatura en acción. Casi como una novela de aventuras pero representada en el mundo real y personificada por hombres reales: Literatura en acción mítica. El paraíso conjetural de los fabricantes de todas las conspiraciones perdidas y la meca alucinante que añoran los paranoicos militantes del mito del eterno retorno. Algo que nadie había conseguido antes, y que sin duda no habría conseguido si hubiera surgido de una propuesta minuciosamente planificada, perfectamente racional; en suma: si se hubiera tratado de un verdadero proyecto de investigación científica. Es probable que algo así nunca hubiera sido posible, y a lo mejor hay que darle la razón al refrán que dice: «muchas manos en el plato hacen mucho garabato». Nadie más que uno sabía, nadie más que uno hacía, nadie más que en uno se podía confiar. Cuando fueron más de dos, fue el principio del fin. ¿Que hubo errores? Los hubo y muchos, por supuesto. Pero ellos siempre podían ser disimulados, ignorados, corregidos, justificados… por los propios destinatarios del fiasco. Y vaya si lo hicieron… Y vaya si lo siguen haciendo ahora aquellos que deciden desconfiar de la confesión de quien hasta no hace mucho era el principal sospechoso… El círculo conspiranoico es perfecto. En un mito verdadero, los retratados somos todos.
En cualquier caso, el atractivo de UMMO consiste en que no parece haber sido fruto de una creación premeditada, al menos no con las intenciones que su autor se adjudica. Hoy por hoy, no existen evidencias de que se haya tratado de una «investigación antropológica» ni, mucho menos, de un «estudio sociométrico». Por ahora, el experimento tiene el aspecto de una broma inteligente que se le escapó a su autor de las manos, y que, al cobrar vuelo propio, se fue encarnando en el mundo de los creyentes en los ovnis con una patética carga de inocencia y absurdo realismo. Las variables a controlar comenzaron a ser tantas que se volvió imposible medir, evaluar y prever; el poder para manipular a los otros fue tan grande e inesperado que la picardía se tornó placentera. Hasta que el «experimento» se convirtió en simulación, pero en la simulación del fumista, que tan bien describió el sociólogo José Ingenieros (1).
A diferencia de la creación de Jordán Peña, la metafísica de Borges no exigía la credulidad a partir del escepticismo ni una pátina de verosimilitud disfrazada de ciencia. Como los tlönitas, Borges tan sólo buscaba el asombro. El escritor argentino juzgaba que «la metafísica era una rama de la literatura fantástica…» Y tal vez se conformó con la literatura porque sabía que hay bromas pesadas que corren el riesgo de integrar una realidad que, al develarse, se puede volver más pesada aún. Probablemente, esta fue la alternativa que no previó, en su demencial genialidad, el autor del gran fraude ummita. Quizá sea ése el precio que deba pagar, y el objetivo invocado (desnudar a los ovnis como mito) termine hundido en las ciénagas de la controversia. Pero no nos apresuremos. Dicen que todavía no está dicha la última palabra.

(1) Ingenieros, José; «La simulación en la lucha por la vida»; Ed. Meridión, Bs. As., 1954.

FRANCIA: HAY UMMO EN TUS OJOS

Alejandro C. Agostinelli

Cuando Cuadernos de Ufología publicó los trabajos de Cabria, Berché, Montejo, Sierra, Ballester Olmos y Janosch (1), parecía que en el idioma de Cervantes ya se había dicho cuanto valía la pena decir al respecto. Pero los franceses sólo conocían alguna traducción de los libros de Ribera y en el idioma de Moliére la historia recién empezaba a escribirse.
Fue en 1988 cuando Martine Castello descubrió que Ummo era un tema con gancho periodístico. Pero disponía de poca información para hacer un reportaje a fondo. Por entonces era jefa de redacción de una importante revista francesa y decidió encargarle a una de sus cronistas, Isabelle Blanc, que viajara a España para entrevistar a los más notables personajes envueltos en la historia. Según la periodista parisina, la idea de escribir el libro «surgió de una experiencia personal». En un encuentro que mantuvimos en Paris en diciembre de 1991, Castello (que con Isabelle Blanc y Philippe Chambon escribió «La Conspiration des étoiles. Les Ummos: terrestres ou extraterrestres?» (2), nos dijo lo siguiente: «Una vez, mientras cubría un coloquio científico, apareció un hombre que me perseguía por todas partes. ¡Estuvo a punto de volverme loca! Era un tipo raro y yo no le daba importancia porque estaba en otra cosa: como periodista científica, la ufología no me interesaba. Yo colaboraba para Science et Vie y Liberation. Pero volvimos en el mismo tren y no me quedó más remedio que hablar con él. Y me preguntó qué sabía yo sobre el asunto Ummo. Le respondí que eso era una broma. Pero a mi lado viajaba un científico de gran reputación que acotó: ‘No, no es una broma, es una cosa muy seria y en las cartas hay asuntos muy interesantes’. Más tarde, en una entrevista que le hice a Stephen Hawking, se me ocurrió preguntarle si conocía el affaire Ummo. «Yes» -dijo, tecleando en su sintetizador vocal. Le propuse que me hable del asunto pero fue igual de lacónico: «No», respondió. Después me tomé la costumbre de preguntar sobre el tema al finalizar cada entrevista que tenía con algún científico de renombre. Invariablemente, todos conocían el asunto y me respondían que en las cartas había datos muy interesantes. Así fue como decidí meterme yo misma en la historia».
El libro de Castello, Blanc y Chambon -un resumen general que no aporta nada que ya no conozcan los ufólogos hispanos- tuvo un éxito sensacional en ventas, tanto como el «estudio» de Jean Pierre Petit, titulado «Enquéte sur des extra-terrestres qui sont dejˆ parmi nous» (3).
Fue así como a partir de 1991 el culto a la ummología se comenzó a esparcir por Francia. Science et Vie y Ovni Présence fueron las dos únicas revistas que se atrevieron a tomarle el pelo a un asunto que las revistas de interés general adoptaron con sesuda seriedad. En realidad. todo hace pensar que las editoriales francesas resolvieron lanzar la controversia porque percibieron que la fábula ummita se ajustaba maravillosamente a la hambruna por misterios irresueltos que atravesaba la temporada. En ambos casos, los productos presentados satisfacían puntualmente la demanda. Los libros de Castello y Petit (que agotaron súbitamente su primera edición) garantizaban una equilibrada dosis de «información verificable» (las cartas existían, y sus receptores también) + «extraterrestres buenos y generosos» que ayudan con prudencia, abrumando con sus descripciones del mundo feliz en que viven + una investigación clandestina que persigue fines siniestros (la segunda alternativa frente a los «et», que resulta tan fascinante como la primera entre los espíritus conspiranoicos) + una actividad proselitista que proseguía en torno de las cautivantes consignas impartidas por sus «autores» desde el origen mismo de la controversia («dudar en silencio», que en la práctica se traducía en «aceptar con entusiasmo o fanatismo»), etc.
Sin duda, cada vez está más claro que Ummo se convirtió en lo que fue no sólo por la sagacidad de un experimentador individual, sino gracias a la extensión e intensidad de una historia que fue adquiriendo su forma definitiva a lo largo de los años, como ocurre con todas las obras colectivas. Todos hemos colaborado en la construcción del mito, y no estaría mal que tengamos la suficiente presencia de ánimo como para revisar nuestra propia participación en la creación del asunto. Una posibilidad es tratar de respondernos cualquiera estas preguntas: ¿Cuántas de nuestras creencias no pertenecen al mismo género de realidad? ¿Cuáles con las diferencias que hay entre «Ummo» y «Fenómeno Ovni»? ¿En cuantos otros «Ummos» deberemos dejar de creer? Son preguntas; nada más que preguntas.

Referencias

1) Cuadernos de Ufología n° 3, Septiembre 1988 y n° 5 Abril 1989.
2) Ed. Robert Laffont, París, 1991.
3) Ed. Albin Michel, París, 1991.

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