Devoción al Corazón de Jesús

Descripción

Devoción al Corazón de Jesús

 

 Devoción, en su sentido primario, significa darse uno mismo a alguien o a algo. En el contexto de la verdadera religión, devoción significa una actitud de la voluntad, serena y constante; el fruto de una reflexiva decisión mediante la cual la persona se haya entregada en todo momento al servicio de Dios. Es la ofrenda de uno mismo a Dios, dedicándose a todas aquellas actividades que redunden en su honor. No otro es el compromiso de todo bautizado que, mediante el sacramento del Bautismo, pasa a formar parte del mundo cristiano.

Devoción es un hábito del espíritu, fruto de la virtud de la religión, que empapa la propia vida, que da sentido y forma a aquellos actos mediante los cuales alcanzamos la meta última: el servicio de Dios. Entre estos actos que nos guían hacia este fin último, encontramos las llamadas “devociones”,es decir, las actitudes religiosas, oraciones y prácticas, que acentúan aspectos particulares de la doctrina religiosa, o que pretenden rendir un servicio u honor, bien a determinados santos, o bien a los misterios divinos.

Estas “devociones,” poseen un valor extraordinario, en cuanto son medios para expresar aquella devoción última: el servicio de Dios. Actúan como terreno abonado para que el culto máximo, de glorificación de Dios, pueda brotar y florecer, porque, en resumidas cuentas, toda devoción busca y tiende a Dios único, a quien por ser quien es, se le debe el culto de adoración.

Si existe en la Iglesia una gran variedad de formas y prácticas devocionales, se debe a que el Espíritu, “que sopla donde quiere” (Jn. 3, 8), guía a las almas por diferentes caminos, preservando, sin embargo, un designio último de unidad, que obtiene, mediante esta variedad, toda su belleza.

Por esta causa, y ya que la Iglesia permite “nuevas devociones” y las hace suyas, es obligación nuestra interesarnos por ellas, sobre todo una vez  examinadas y verificadas sus fuentes, y encontradas dignas de crédito de origen divino y en perfecta armonía con las revelaciones públicas que han sido transmitidas en las Sagradas Escrituras y en la Tradición.

La constitución concerniente a la Liturgia Sagrada del Concilio Vaticano II, nos enseña que las devociones populares, tal como las practican las gentes cristianas, son acogidas con simpatía e interés, siempre que no violen las leyes y normas de la Iglesia. Lo único que se espera es que todas las devociones se ordenen de forma tal, que se hallen en armonía con las estaciones litúrgicas concuerden con la Sagrada Liturgia, y de alguna forma deriven de ella y se encaminen a ella.

La devoción al Corazón de Jesús, no solo se ajusta enteramente a los requisitos ya mencionados en el documento Conciliar concerniente a la liturgia, sino que, además, se encuentra enraizada en la entraña del mismo Evangelio, de donde proceden todos aquellos ideales, actitudes, conductas y prácticas fundamentales, definitorias del auténtico cristianismo y peculiares del culto cristiano.

Y ¿qué es la devoción al Corazón de Jesús? La devoción al Corazón de Jesús, está totalmente de acuerdo con la esencia del Cristianismo, que es religión de amor. Ya que tiene por fin el aumento de nuestro amor a Dios y a los hombres. No apareció de repente en la Iglesia, ni se puede afirmar que deba su origen a revelaciones privadas. Pues es evidente que las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque no añadieron nada nuevo a la Doctrina Católica. La importancia de estas revelaciones está unicamente en que sirvieron para que, de una forma extraordinaria, Cristo nos llamase la atención para que nos fijásemos en los misterios de su amor. “En su corazón debemos poner todas las esperanzas”. Ya que “la Eucaristía, el Sacerdocio y María son dones del Corazón de Jesús” (Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas).

..En la Sagrada Escritura

Del Corazón del Mesías hablan los Profetas, poniendo en su boca estas expresiones: “Porque Yavé está a mi diestra, se alegra mi corazón” (Sal. 16,9). “Todos mis huesos están dislocados, mi Corazón es como cera que se derrite dentro de mis entrañas” (Sal. 22,15). “Dentro de mi corazón está tu ley” (Sal. 40,9). “El oprobio me destroza el Corazón” (Sal. 69,21).

También el Nuevo Testamento hace referencias al Corazón de Cristo: “Aprende de mí, que soy de Corazón manso y humilde” (Mt. 11,29). “Un leproso se le acercó, suplicándole de rodillas:  Si quieres puedes curarme. A Él se le conmovió el Corazón” (Mc. 1,41). “Se le conmovió el Corazón porque estaban como ovejas sin pastor” (Mc. 6,34). “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva” (Jn. 7,37-39). “Dios es testigo de cómo os quiero en el Corazón de Cristo Jesús” (Fil. 1,8).
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Es interesante observar en el texto citado de San Pablo, que toma como modelo y centro del amor entre los Cristianos el amor de Cristo simbolizado en una parte de su cuerpo, su Corazón. Y en el texto de San Juan, aparece su Corazón, (que simboliza su amor) como la fuente del Espíritu que nos había de enviar (Cfr. Jn. 15,26) y a la que nos invita a acudir. Esto es ya iniciar toda una espiritualidad del Corazón de Jesús.
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Pero queda otro texto, el más profundo, aunque no mencione expresamente el Corazón: “Al llegar a Jesús como vieron que ya había muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le atravesó el costado, y salió entonces sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y el sabe que dice la verdad, para que vosotros creáis también.  Eso ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le romperán un hueso. Y otro pasaje que dice: “Mirarán al que traspasaron” (Jn. 19, 33-37).
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San Juan, en su Evangelio, tiene cuidado de suplir las lagunas de los sinópticos, y aquí llama la atención en narrar este hecho: contrapone los designios de los hombres de quebrarle las piernas, al plan de Dios, tan importante que está doblemente profetizado por la Escritu-ra; y sobre la lanzada que hace brotar sangre y agua, con toda solemnidad apela repetidamente a la veracidad de su testimonio; y todo para que creamos. ¿Qué hemos creer? Sin duda se trata de algo extraordinario, de un misterio de salvación.
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En Juan 7,39, se anuncia el misterio del Espíritu que se nos había de dar. Aquí, en Jn. 19,34, se nos da ese Espíritu, sale ya aquella agua prometida. Es decir, con la muerte de Cristo, muerte por amor completada y simbo-lizada en el Corazón traspasado, se consuma nuestra redención y el nacimiento de la Iglesia, del cuerpo místico de Cristo, o sea de nuestra incorporación a Cristo, y por Cristo a Dios.
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Ver simbolizada en la sangre de la lanzada, la euca-ristía, y en el agua el bautismo, tiene la base teológica que el sacrificio eucarístico es renovación y representación de la muerte sangrienta de Cristo, completada por esa lanzada; y el bautismo es purificación del pecado y nacimiento a la vida sobrenatural, gracias a la muerte de Cristo, y asociándonos a ella. Ambos, pues, eucaristía y bautismo tienen su origen en la muerte de Cristo.
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Misterio de salvación, fabuloso misterio de amor, razón última de Cristo, de toda su obra, y suprema lec-ción para nosotros. Nos lo desvela con emoción San Pablo: “A mí el menor de todos los santos, se me ha dado la gracia de anunciar la buena noticia de la insondable riqueza de Cristo, e iluminar la comunicación del miste-rio oculto desde siempre en Dios, para que su polifacéti-ca sabiduría sea conocida mediante la Iglesia” (Ef. 3,8-10), y pide a continuación: “se nos conceda comprender ese insospechado amor de Cristo para que lleguemos a la plenitud en Dios” (v.16-19).  Este es el gran misterio de sal-vación revelado claramente por San Pablo y por San Juan. Fundamento bíblico de la espiritualidad del Cora-zón de Cristo, que no es otra cosa sino avanzar por ese camino de verdad hacia la plenitud del amor, simbolizado en el Corazón traspasado.

En la Tradición

Los Santos Padres y los escritores antiguos, pro-fundizando en estos pasajes bíblicos, consideran el cos-tado o el Corazón traspasado de Cristo, como símbolo, identificado con el hecho real del nacimiento de la Iglesia a la hora de su muerte. Es decir: el amor de Cristo es el origen de todas las gracias, incluida la Iglesia; pero un amor que ha llegado hasta la muerte para conseguirnos esas gracias; y ese amor doloroso, esperanza de resurrección triunfal, lo ven simbolizado más que en su cora-zón traspasado, en la herida del costado (aunque es el mismo hecho).

Así S. Justino: “hemos salido, como las piedras de una cantera, de las entrañas de Cristo”. Otra comparación frecuente es Cristo –Iglesia con Adán-Eva; como esta se formó del costado de Adán, así la Iglesia desde Cristo. S. Juan Crisóstomo: “de la herida de su costado ha formado Cristo la Iglesia, como antes Eva lo fue de Adán”. S. Agustín: “Adán duerme para que nazca Eva; Cristo muere para que nazca la Iglesia. Del costado de Adán dormido nace Eva. Muerto Cristo, la lanza abre su costado para que broten los sacramentos con los cuales se forma la Iglesia”.

Comienza en Orígenes la atención a San Juan, que reclinó su cabeza en el Señor (Jn. 13,23) y pudo allí beber el agua viva del conocimiento místico y de los misterios divinos. Continuó esta tradición en S. Agustín: “S. Juan, quien en la cena se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón los más profundos secretos…”.

El último Santo Padre griego, S. Juan Damasceno, aconseja: “que nos acerquemos a este Corazón con deseo ardiente; para que el fuego de nuestro deseo queme nuestros pecados, ilumine nuestros corazones y de tal manera nos haga arder al contacto con el fuego divino, que nos transformemos en Dios”.

Esta tradición primitiva, al proponer, siguiendo la Escritura, el pecho del Señor como fuente de sabiduría, de amor y de gracia, de donde ha brotado por la herida mortal la Iglesia, y en donde hemos de introducirnos nosotros, a imitación de S. Juan, podemos decir que forma con todo esto el prólogo a la espiritualidad que irá cristalizando y perfeccionándose alrededor del Corazón de Cristo Jesús.

En la historia

Los Santos Padres muchas veces hablaron del Corazón de Cristo como símbolo de su amor, tomándolo de la Escritura: “Hemos de beber el agua que brotaría de su Corazon… cuando salió sangre y agua” (Jn 7,37; 19,35).

En la Edad Media comenzaron a considerarle como modelo de nuestro amor, paciente por nuestros pecados, a quien debemos reparar entregándole nuestro corazón (santas Lutgarda, Matilde, Gertrudis la Grande, Marga-rita de Cortona, Angela de Foligno, San Buenaventura, etc.).

En el siglo XVII estaba muy extendida esta devoción. San Juan Eudes, ya en 1670, introdujo la primera fiesta pública del Sagrado Corazón.

Santa Margarita María de Alocoque (monja salesa de Paray-le-Monial, Francia), en 1673 comenzó a tener una serie de revelaciones que le llevaron a la santidad y la impulsaron a formar un equipo de apóstoles de esta devoción. Con su celo consiguieron un enorme impacto en la Iglesia.

Se divulgaron innumerables libros e imágenes. Las asociaciones del Sagrado Corazón subieron en un siglo, desde mediados del XVIII, de 1.000 a 100.000. Unas 200 congregaciones religiosas y varios institutos secula-res se han fundado para extender su culto de mil formas.

El Apostolado de la Oración, que pretende conse-guir nuestra santificación personal y la salvación del mundo mediante esta devoción, contaba ya en 1917 con 20 millones de asociados. Y en 1960 llegaba al doble en todo el mundo, pasando en España del millón; sus 200 revistas tenían 15 millones de suscriptores. La mayor asociación de todo el mundo.

La Oposición a este culto siempre ha sido grande, sobre todo en el siglo XVIII por parte de los jansenistas, y recibió un fuerte golpe con la supresión de la Compañía de Jesús (1773).

En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. El emperador de Austria dio orden que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba: “la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión.”

La Europa oficial rechazó el Corazón de Cristo y en seguida fue asolada por los horrores de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas. Pero después de la purificación, resurgió de nuevo con más fuerza que nunca.

En 1856 Pío IX extendió su fiesta a toda la Iglesia. En 1899 León XIII consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús (Ecuador se había consagrado en 1874).

Y España en 1919, el 30 de mayo, también se consagró públicamente al Sagrado Corazón en el Cerro de los Angeles. Donde se grabó, debajo de la estatua de Cristo, aquella promesa que hizo al padre Bernardo de Hoyos, S.J., el 14 de mayo de 1733, mostrándole su Corazón, en Valladolid (Santuario de la Gran Promesa), y diciéndole: “Reinaré en España con más Veneración que en otras muchas partes» (entonces también América era España).

En el Magisterio de la Iglesia

¿Qué dicen los Papas de la Devoción al Corazón de Jesús?

“Para fomentar la piedad cristiana no hay nada tan oportuno y útil como este culto, espiritualidad la más segura” (León XIII).

“Encierra la síntesis de todo el cristianismo y la mejor norma de vida” (Pío XI).

“Es absolutamente cierto que se trata del acto más excelente del cristianismo.” “Es la mejor manera de practicar la religión cristiana.” “Los que estiman en poco este insigne beneficio dado por Jesucristo a su Iglesia ofenden a Dios” (Pío XII).

“Es una nueva luz, una llama de vida suscitada por el Señor para romper providencialmente la tibieza de los tiempos” (Juan XXIII).

“Este culto debe ser estimado en grado sumo por todos como la excelente y auténtica espiritualidad que exige nuestro tiempo, conforme a las normas insistentes del Concilio Vaticano II.” (Pablo VI).

“Tened fija la mirada en el Sagrado Corazón de Je-sús, Rey y centro de todos los corazones; aprended de Él las grandes lecciones de amor, bondad, sacrificio y piedad”. “Esta devoción responde más que nunca a las aspi-raciones de nuestro tiempo” (Juan Pablo II).

¿Y el Vaticano II qué dice de esta devoción?

El Concilio Vaticano II, aunque no detalla, sí recomienda los ejercicios de piedad cristiana (SC.13).

El Vaticano II tiene alguna alusión explícita al Sagrado Corazón diciendo que el Hijo de Dios “amó con Corazón de hombre” (GS. 22); y que “el nacimiento y desarrollo de la Iglesia, están simbolizados en la sangre y el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado” (LG.3).

El Vaticano II hizo pública profesión de este culto cuando al comienzo de la segunda sesión, ya bajo Pablo VI el primer viernes de octubre de 1963 toda la asamblea celebró la misa votiva del Sagrado Corazón.

El Vaticano II, sobre todo, recalca como fundamentales en la espiritualidad cristiana, todos los elementos constitutivos de la espiritualidad del Corazón de Jesús.

En la liturgia

La liturgia es el culto público, es decir: las acciones sagradas que por institución de Cristo o de la Iglesia, y en su nombre, se realizan siguiendo los libros litúrgicos oficiales.

Evidentemente reflejan de modo auténtico el sentir y la fe de la Iglesia. En la liturgia se verifica especialmente la potestad de magisterio. Cuando el magisterio propone a los fieles cómo han de dar culto a Dios, tiene una particular asistencia del Espíritu Santo para no equivocarse y ofrecer un camino cierto y seguro de santificación, ya que se trata de la más importante finalidad de la Iglesia.

Donde principalmente se enseña a los fieles la doctrina y la vida cristiana, es en la Misa. Pues bien, el culto público al Sagrado Corazón, fue canonizado en 1765 por Clemente XIII, al introducir su fiesta litúrgica, con Misa y oficios propios.

Esta enseñanza, mediante la liturgia, la imparte la Iglesia con frases suyas o con frases tomadas de la Es-critura (bien en su sentido propio, bien en un sentido acomodado). En las recientes modificaciones introducidas con nuevas lecturas y el evangelio en la nueva misa del Sagrado Corazón, el tema bíblico dominante es el del amor de Cristo que se presenta como Buen Pastor.

La importancia que la Iglesia concede actualmente al Sagrado Corazón, está subrayada por la categoría de su fiesta, solemnidad de primera clase, de las cuales sólo hay 14 al año en el calendario universal.

Además, la fiesta de Cristo Rey, también solemnidad de primera clase, está estrechamente unida a la espiritualidad del Sagrado Corazón. Pío XI declaró al instituirla que precisamente a Cristo se le reconoce como Rey, por familias, ciudades y naciones, mediante la consagración a su Corazón. Y determinó que en dicha fiesta se renovase todos los años la consagración del mundo al Corazón de Cristo.

Toda esta actitud litúrgica de la Iglesia tiene la finalidad de estimular nuestra práctica cristiana poniendo especial interés en celebrar su fiesta: comulgando, asimilando sus enseñanzas, utilizando las oraciones litúrgicas, la consagración, etc. Como decía Pío XI en la encíclica Quas primas: “las celebraciones anuales de la liturgia tienen una eficacia mayor que los solemnes documentos del magisterio para formar al pueblo en las cosas de la fe.”


Explicaciones doctrinales

La devoción al Sagrado Corazón no es sino una forma especial de devoción a Jesús. Al esclarecer su objeto, sus fundamentos y sus actos propios conoceremos qué es exactamente y qué hace distinta a esta devoción.

El objeto especial de la devoción al Sagrado Corazón


La naturaleza de esta cuestión es ya de por sí compleja y las dificultades que nacen a causa de la terminología la hacen aún más compleja. Sin profundizar en términos que son extremadamente técnicos, estudiaremos las ideas en sí mismas y, con el fin de saber pronto dónde estamos, nos detendremos en el significado y en el uso que se da a la palabra corazón en el lenguaje normal.
(a) La palabra corazón despierta en nosotros, antes que nada, la idea del órgano vital que palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque quizás vagamente, que está íntimamente conectado no sólo con nuestra vida física, sino también con nuestra vida moral y emocional. Tal relación explica, también, que el corazón de carne sea universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y emocional, y que por asociación, la palabra corazón ocupe el sitio que tiene en el lenguaje simbólico y que esa palabra se aplique igualmente a las cosas mismas que son simbolizadas por el corazón. (Cfr. Jer. 31,33; Dt. 6,5; 29,3; Is. 29,13; Ez. 36,26; Mt. 6,21; 15,19; Lc. 8,15; Rm. 5,5; Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 368, 2517, N.T.). Pensemos, por ejemplo, en expresiones como «abrir nuestro corazón», «entregar el corazón», etc. Llega a pasar que el símbolo es despojado de su significado material y en vez del signo se percibe sólo lo que es significado. De igual manera, en el lenguaje corriente la palabra alma ya no despierta la idea de aliento, y la palabra corazón sólo nos trae a la mente las ideas de valor o amor. Claro que aquí hablamos de figuras del lenguaje o de metáforas, más que de símbolos. El símbolo es un signo real, mientras que la metáfora es sólo un signo verbal. El símbolo es algo que significa algo distinto de si mismo, mientras que la metáfora es una palabra utilizada para dar a entender algo distinto de su significado propio. Por último, en el lenguaje normal, nosotros pasamos continuamente de la parte al todo y, gracias a una forma muy natural de hablar, usamos la palabra corazón para referirnos a la persona. Todas estas ideas nos ayudarán a determinar el objeto de la devoción al Sagrado Corazón.
El problema comienza cuando se debe distinguir entre los significados material, metafórico y simbólico de la palabra corazón. Se trata de saber si el objeto de la devoción es el corazón de carne, como tal, o el amor de Jesucristo significado metafóricamente por la palabra corazón, o el corazón de carne en cuanto símbolo de la vida emocional y moral de Jesús, especialmente de su amor hacia nosotros. Afirmamos que se da debido culto al corazón de carne en cuanto éste simboliza y recuerda el amor de Jesús y su vida emocional y moral (Cfr. Pío XII, encíclica «Haurietis Aquas», 18,21,24, N.T.). De tal forma, aunque la devoción se dirige al corazón material, no se detiene ahí: incluye el amor, ese amor que constituye su objeto principal pero que únicamente se alcanza a través del corazón de carne, símbolo y signo de ese amor. La devoción al solo Corazón de Jesús, tomado éste como una parte noble de su divino cuerpo, no sería equivalente a la devoción al Sagrado Corazón tal y como la entiende y aprueba la Iglesia. Y lo mismo se puede decir de la devoción al amor de Jesús, como si se tratara de una parte separada de su corazón de carne, o sin más relación con este último que la sugerida por una palabra tomada en su sentido metafórico. (Cfr. Gaudium et Spes, 22,2, N.T.) Pues hay que considerar que en esta devoción existen dos elementos: uno sensible, el corazón de carne, y uno espiritual, el que es representado y traído a la mente por el corazón de carne. Estos dos elementos no son dos objetos distintos, simplemente coordinados, sino que realmente constituyen un objeto solo, del mismo modo como lo hacen el alma y el cuerpo, y el signo y la cosa significada. De esos dos elementos el principal es el amor, que es la causa y la razón de la existencia de la devoción, tal como el alma es el elemento principal en el [[hombre. Consecuentemente, la devoción al Sagrado Corazón puede ser definida como una devoción al Corazón Adorable de Jesucristo en cuanto él representa y recuerda su amor. O, lo que equivale a lo mismo, se trata de la devoción al amor de Jesucristo en cuanto que ese amor es recordado y simbólicamente representado por su corazón de carne (Cfr. Encíclica de S.S. León XIII, Annum Sacrum; Catecismo de la Iglesia Católica nos. 479, 609. N.T.).
Es este simbolismo lo que de da su significado y su unidad, y su fuerza simbólica queda admirablemente completada al ser representado el corazón como herido. Como el Corazón de Jesús se nos presenta como el signo sensible de su amor, la herida visible en el Corazón nos recuerda la invisible herida de su amor («Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza», Catecismo de la Iglesia Católica, 1439, N.T.). Ese simbolismo también nos deja en claro que la devoción, si bien concede al corazón un lugar especial, poco está interesada en los detalles anatómicos. Dado que en las imágenes del Sagrado Corazón la expresión simbólica debe predominar sobre todo lo demás, no se busca nunca la congruencia anatómica; ésta afectaría negativamente la devoción al debilitar la evidencia del simbolismo. Es de primera importancia que el corazón como emblema se pueda distinguir del corazón anatómico; lo apropiado de la imagen debe ser favorable a la expresión de la idea. En una imagen del Sagrado Corazón es necesario un corazón visible, pero éste debe ser, además de visible, simbólico. Y se puede afirmar algo semejante en el ámbito de la fisiología, porque el corazón de carne que constituye el objeto de la devoción, y que debe dejar ver el amor de Jesús, es el Corazón de Jesús, el Corazón real, viviente, que en verdad amó y sufrió; el que, como lo experimentamos en nuestros corazones, tuvo relación con las emociones y la vida moral de Cristo; el que, por el conocimiento, así sea rudimentario, que tenemos a partir de las operaciones de nuestra propia vida humana, jugó igual papel en las operaciones de la vida del Maestro. Sin embargo, la relación entre el Corazón y el Amor de Cristo no tiene un carácter puramente convencional, como es el caso entre la palabra y la cosa, o entre la bandera y el país que ésta representa. Ese Corazón ha estado y está inseparablemente vinculado con la vida de Cristo, vida de bondad y amor. Basta, empero, que en nuestra devoción simplemente conozcamos y sintamos esta relación tan íntima. No tenemos por qué preocuparnos por la anatomía del Sagrado Corazón, ni con determinar cuáles son sus funciones en la vida diaria. Sabemos que el simbolismo del corazón se funda en la realidad y que constituye el objeto de nuestra devoción al Sagrado Corazón, la cual no está en peligro de caer en el error.
Es precisamente esa característica la que define naturalmente a la devoción al Sagrado Corazón. Es más, ya que la devoción se dirige al amante Corazón de Jesús, ella debe abarcar todo aquello que es abrazado por ese amor. Y, en ese contexto, ¿no fue ese amor la causa de toda acción y sufrimiento de Cristo?. ¿No fue su vida interior, más que la exterior, dominada por ese amor? Por otro lado, teniendo la devoción al Sagrado Corazón como objeto al Corazón viviente de Jesús, eso mismo familiariza al devoto con toda la vida interna del Maestro, con sus virtudes y sentimientos y, finalmente, con Jesús mismo, infinitamente amante y amable. Consecuentemente, de la devoción al Corazón amante se procede, primero, al conocimiento íntimo de Jesús, de sus sentimientos y virtudes, de toda su vida emocional y moral; del Corazón amante se extiende a las manifestaciones de su amor. Hay otra forma de extensión que, teniendo la misma significación, se realiza, sin embargo, de diverso modo, pasando del Corazón a la Persona. Transición que, por otra parte, es algo que se realiza naturalmente. Cuando hablamos de un «gran corazón» siempre hacemos alusión a una persona, del mismo modo que cuando mencionamos el Sagrado Corazón nos referimos a Jesús. Esto no sucede porque ambas cosas sean sinónimas sino porque la palabra corazón se utiliza para indicar una persona, y esto es posible porque expresamos que tal persona está relacionada con su propia vida moral y emocional. Del mismo modo, cuando nos referimos a Jesús como el Sagrado Corazón, lo que en realidad queremos expresar es al Jesús que manifiesta su Corazón, el Jesús amante y amable. Jesús entero queda recapitulado en su Corazón Sagrado, al igual que todas las cosas son recapituladas en Jesús.
Dios continuamente se lamenta de ello en las Sagradas Escrituras; los santos siempre han escuchado en sus corazones la queja de ese amor no correspondido. Una de las fases esenciales de la devoción es la percepción de que el amor de Jesús por nosotros es ignorado y despreciado. El mismo Jesús reveló esa verdad a Santa Margarita María Alacoque, ante la que se quejó de ello amargamente.
Únicamente ese amor puede explicar a Jesús, así como sus palabras y obras. Empero, su amor brilla más resplandeciente en ciertos misterios a través de los que nos llegan grandes bienes, y en los cuales Jesús se manifiesta más generoso en la entrega de si mismo. Podemos pensar, por ejemplo, en la Encarnación, la Pasión y la Eucaristía. Estos misterios, además, tienen un lugar especial en la devoción que, buscando a Jesús y los signos de su amor y su gracia, los encuentra aquí con una intensidad mayor que en cualquier evento particular.
Ya se dijo arriba que la devoción al Sagrado Corazón, dirigida al Corazón de Jesús como emblema de su amor, pone especial atención a su amor por la humanidad. Lógicamente, esto no excluye su amor a Dios, pues está incluido en su amor por los hombres. Se trata, entonces, de la devoción al «Corazón que tanto ha amado a los hombres», según las palabras citadas por Santa Margarita María.

Por último, surge la pregunta de si el amor al que honramos con esta devoción es el mismo con el que Jesús nos ama en cuanto hombre o se trata de aquel con el que nos ama en cuanto Dios. O sea, si se trata de un amor creado o de uno increado; de su amor humano o de su amor divino. Sin lugar a dudas se trata del amor de Dios hecho hombre, el amor del Verbo Encarnado. Ningún devoto separa estos dos amores, como tampoco separa las dos naturalezas de Cristo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, No. 470, N.T.). Y aunque quisiésemos debatir este punto y solucionarlo a toda costa, sólo encontraremos que hay diferentes opiniones entre los autores. Algunos, por considerar que el corazón de carne sólo puede vincularse con el amor humano, concluyen que no puede simbolizar el amor divino que, a su vez, no es propio de la persona de Jesús y que, por tanto, el amor divino no puede ser objeto de la devoción. Otros afirman que el amor divino no puede ser objeto de la devoción si se le separa del Verbo Encarnado, o sea que sólo es tal cuando se le considera como el amor del Verbo Encarnado y no ven porqué no pueda ser simbolizado por el corazón de carne ni porqué la devoción debiera circunscribirse solamente al amor creado.

Fundamentos de la devoción


Esta cuestión puede ser estudiada bajo tres aspectos: el histórico, el teológico y el científico.
a. Fundamentos históricos
Al aprobar la devoción al Sagrado Corazón, la Iglesia no simplemente confió en las visiones de Santa Margarita María, sino que, haciendo abstracción de ellas, examinó el culto en si mismo. Las visiones de Santa Margarita María podían ser falsas, pero ello no debía repercutir en la devoción, haciéndola menos digna o firme. Sin embargo, el hecho es que la devoción se propagó principalmente bajo la influencia del movimiento que se inició en Paray-le-Monial. Antes de su beatificación, las visiones de Santa Margarita María fueron críticamente examinadas por la Iglesia, cuyo juicio, en tales casos, aunque no es infalible, sí implica una certeza humana suficiente para garantizar las palabras y acciones que se sigan de él.
b. Fundamentos teológicos:
El Corazón de Jesús merece adoración, como lo hace todo lo que pertenece a su persona. Pero no la merecería si se le considerase como algo aislado o desvinculado de ésta. Definitivamente, al Corazón de Jesús no se le considera de ese modo, y Pío VI, en su bula de 1794, «Auctorem fidei», defendió con su autoridad este aspecto de la devoción contra las calumnias jansenistas. Si bien el culto se rinde al Corazón de Jesús, va más allá del corazón de carne, para dirigirse al amor cuyo símbolo expresivo y vivo es el corazón. No se requiere justificar la devoción acerca de esto. Es la Persona de Jesús a quien se dirige, y esta Persona es inseparable de su divinidad. Jesús, la manifestación viviente de la bondad de Dios y de su amor paternal; Jesús, infinitamente amable y amante, visto desde la principal manifestación de su amor, es el objeto de la devoción al Sagrado Corazón, del mismo modo que lo es de toda la religión cristiana. La dificultad reside en la unión del corazón y el amor, y en la relación que la devoción supone que existe entre ambos. Pero, ¿no es esto un error que ya ha sido superado hace mucho?. Sólo queda por ver si la devoción, bajo este aspecto, está bien fundamentada.
c. Fundamentos filosóficos y científicos:
En este aspecto ha habido cierta falta de certeza entre los teólogos. No obviamente en lo tocante a la base del asunto, sino en lo que respecta a las explicaciones. En ocasiones ellos han hablado como si el corazón fuera el órgano del amor, aunque este punto no tiene relación con la devoción, para la cual basta que el corazón sea el símbolo del amor y sobre ello no cabe duda: sí hay una vinculación real entre el corazón y las emociones. Nadie niega el hecho de que el corazón es símbolo del amor y todos experimentamos que el corazón se convierte en una especie de eco de nuestros sentimientos. Un estudio de esta especie de resonancia sería muy interesante, pero no le hace falta a la devoción, ya que es un hecho atestiguado por la experiencia diaria; un hecho del cual la medicina puede dar razones y explicar las condiciones, pero que no es parte del presente estudio, ni su objeto requiere ser conocido por nosotros.

El acto propio de la devoción


El objeto mismo de la devoción exige un acto apropiado, si se considera que la devoción al amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que nada, una devoción al amor a Jesús. Su característica debe ser la reciprocidad del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el amor de Jesús se manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre todo en la Eucaristía, el amor propio de la devoción deberá manifestarse como un amor de reparación. De ahí la importancia de los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Mas ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas de la devoción al Sagrado Corazón. El amor que constituye su núcleo lo abraza todo y, entre más se le entiende, más firmemente se convence uno de que nada puede competir con él para hacer que Jesús viva en nosotros y para llevar a quien lo vive a amar a Dios, en unión con Jesús, con todo su corazón, su alma y sus fuerzas.

Ideas históricas sobre el desarrollo de la devoción

1. Desde el tiempo de San Juan y San Pablo siempre ha existido en la Iglesia algo semejante a una devoción al amor de Dios, quien tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito, y al amor de Jesús, quien tanto nos ama que se entregó a si mismo por nosotros. Claro que, hablando adecuadamente, eso no era equivalente a la devoción al Sagrado Corazón, ni le rendía culto al Corazón de Jesús como símbolo de su amor. Desde los primeros siglos, también, siguiendo el ejemplo del evangelista, ha sido costumbre meditar sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y agua, y se ha visto a la Iglesia como naciendo de esa herida, del mismo modo como Eva nació del costado de Adán (Cfr. San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 2, 85-89; Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 3; Sacrosanctum Concilium, 5, N.T.) Sin embargo, no existe constancia alguna de que durante los primeros diez siglos se haya rendido culto al Corazón herido.
2. No es sino hasta los siglos XI y XII que encontramos señales inconfundibles de alguna devoción al Sagrado Corazón. Se trataba de acercarse al Corazón Herido a través de la herida del costado, y la herida del Corazón simbolizaba la herida del Amor. Fue en el ambiente de fervor de los monasterios benedictinos o cistercienses, gracias al pensamiento de Anselmo o Bernardo, donde la devoción nació, aunque es imposible determinar con certidumbre cuáles hayan sido sus primeros textos o quiénes sus primeros devotos. Según Santa Gertrudis y Santa Matilde, y para el autor de la «Vitis mystica», la devoción ya era muy conocida en sus tiempos. No sabemos, sin embargo, exactamente a quién se debe la «Vitis mystica». Hasta principios del siglo XX se le había venido atribuyendo su autoría a San Bernardo, pero algunas publicaciones de la hermosa y académicamente completa edición Quaracchi la atribuyen, y no sin razones de peso, a San Buenaventura («S. Bonaventurae opera omnia», 1898,VIII, LIII). Sea como sea, ese documento contiene uno de los más hermosos pasajes que se hayan inspirado en la devoción al Sagrado Corazón y que la Iglesia utiliza para las lecciones de la Liturgia de las Horas en su fiesta. Para Santa Matilde (+1298) y Santa Gertrudis (+1302), se trata de una devoción muy conocida que había sido base de muchas bellas oraciones y prácticas devocionales. Y merece especial atención la visión de Santa Gertrudis en la fiesta de San Juan Evangelista, ya que constituye un hito en la historia de la devoción. Habiéndosele permitido recostar su cabeza cerca del costado herido del Salvador, pudo escuchar los latidos del Divino Corazón. Le preguntó a Juan si en la noche de la Última Cena él también había podido escuchar tan deliciosas pulsaciones y, si así había sido, porqué no había hablado de ello. Juan le respondió que esa revelación había sido reservada para tiempos posteriores, cuando el mundo, habiéndose enfriado, necesitara que su amor se le recalentara («Legatus divinae pietatis», IV, 305; «Revelationes Gertrudianae», ed. Poitiers y Paris, 1877).

3. A partir del siglo XIII y hasta el XVI, la devoción se propagó, pero sin desarrollarse internamente. Era practicada en todas partes por almas escogidas, de lo que dan abundante testimonio las vidas de los santos y los anales de las diferentes congregaciones religiosas como franciscanosdominicosjesuitas, cartujos, etc. Empero, siempre fue una devoción individual de carácter místico. No había comenzado aún ningún movimiento generalizado, a menos que uno concibiera como tal la devoción a las Cinco Llagas entre las que la herida del Corazón figuraba prominentemente y a cuya propagación los franciscanos habían dedicado gran esfuerzo.

4. Parece ser que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó del dominio místico al de la ascesis cristiana. Se convirtió en una devoción objetiva, con oraciones previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias a los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, el piadoso Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y el devoto Lois de Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos se pueden añadir San Juan de Ávila (+ 1569) y San Francisco de Sales, éste último del siglo XVII.
5. Desde entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la devoción. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la Compañía de Jesús, Álvarez de Paz, Luis de la Puente, Saint-Jure y Nouet. Y no faltan tratados especializados, como la pequeña obra del Padre Druzbicki, «Meta Cordium, Cor Jesu». Entre los místicos y almas piadosas que practicaron la devoción podemos contar a San Francisco de BorjaSan Pedro CanisioSan Luis Gonzaga y San Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Igualmente, a la Beata Marina de Escobar (+1633) en España; a las Venerables Magdalena de San José y Margarita del Santísimo Sacramento, ambas carmelitas, en Francia; Jeanne de San Mateo Deleloe (+1660), una benedictina, en Bélgica; la incomparable Armelle de Vannes (+1671). E incluso en ambientes jansenistas o mundanos, Marie de Valernod (+1654) y Angélique Arnauld; M. Boudon, archidiácono de Evreux, el Padre Huby, el apóstol de los retiros, en Bretaña y, sobre todos ellos, la Beata Marie de la Encarnación, quien falleció en Quebec en 1672. La Visitación parecía estar esperando a Santa Margarita María. Su espiritualidad, algunas intuiciones de San Francisco de Sales, las meditaciones de Mère l’Huillier (+1692), todo ello preparó el camino. La imagen del Corazón de Jesús estaba evidente en todas partes gracias, en gran manera, a la devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de colocar la imagen en la página de títulos de sus libros y en los muros de sus templos.
6. A pesar de eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta estaba reservado a San Juan Eudes (1602-1680). El Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del Corazón de María, pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre una parte para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción por el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran solemnidad la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes. El 20 de octubre le siguió Coutances y desde entonces quedó unida a esa fecha la fiesta de los eudistas. De ahí pronto cundió la fiesta a otras diócesis e igualmente la devoción fue adoptada por varias comunidades religiosas. Y así llegó a estar en contacto con la devoción que ya existía en Paray, en donde las dos se fundieron naturalmente.

7. Cristo escogió a Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), una humilde monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Nada indica que esta piadosa religiosa haya conocido la devoción antes de las revelaciones, o que, al menos, haya prestado alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la fiesta de San Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo había hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra (27 de diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente distinta de la anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. En otra ocasión, apareció radiante de amor y pidió que se practicara una devoción de amor expiatorio: la comunión frecuente, la comunión cada primer viernes de mes, y la observancia de la Hora Santa (probablemente en junio o julio de 1674). En otra, conocida como la «gran aparición», que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi, 1675, probablemente el 16 de junio, fue cuando Jesús dijo: «Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres… en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud». Y le pidió que se celebrase una fiesta de desagravio el viernes después de la octava de Corpus Christi, advirtiéndole que debía consultar con el Padre de la Colombière, por entonces superior de la pequeña casa jesuita en Paray. Finalmente, aquellas en las que el Rey solicitó solemne homenaje y determinó que fuera la Visitación y los jesuitas quienes se encargasen de propagar la nueva devoción. Pocos días después de la «gran aparición», en junio de 1675, Margarita María informó de todo al Padre de la Colombière y este último, reconociendo la acción del [[Espíritu Santo]], se consagró él mismo al Sagrado Corazón, dio instrucciones a la visitandina para que pusiera por escrito los detalles de la aparición y utilizó cuanta oportunidad tuvo para discretamente circular ese relato en Francia e Inglaterra. A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la utilidad de la devoción. Ese diario, junto con el relato y un precioso «ofrecimiento» al Sagrado Corazón en el que se explica claramente la devoción, fue publicado en Lyón en 1684. El librito fue muy leído, aún en Paray, aunque no dejó de causar una «horrible confusión» a Margarita María, quien, a pesar de todo, decidió aprovecharlo para extender su preciada devoción. Se unieron al movimiento Moulins, con la Madre de Soudeilles, Dijon, con la Madre de Saumaise y la hermana Joly, Semur, con la Madre Greyfié y hasta Paray, que al principio se había resistido. Fuera de las Visitandinas, sacerdotes, religiosos y laicos abrazaron la causa. En especial un capuchino, los dos hermanos de Margarita María y algunos jesuitas, entre los que estaban los padres Croiset y Gallifet, quienes estaban destinados a desempeñar un papel importante en pro de la devoción.

8. La muerte de Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió el entusiasmo de quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo contrario. La pequeña narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la vida de la santa, como un apéndice de su libro «De la devotion au Sacre Coeur», sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo tipo de obstáculos y de la lentitud de la Santa Sede, que en 1693 concedió indulgencias a las cofradías del Sagrado Corazón y que en 1697 otorgó a la Visitandinas licencia para celebrar la fiesta junto con la de las Cinco Llagas, pero que se negó a otorgar una fiesta común para toda la Iglesia, con Misa especial y oficio, la devoción se extendió, en particular entre las comunidades religiosas. Quizás la primera ocasión para realizar una consagración solemne al Sagrado Corazón y un acto público de culto fuera de las comunidades religiosas la proporcionó la plaga de Marsella, en 1720. Otras ciudades del sur siguieron el ejemplo de Marsella y a partir de ahí la devoción se popularizó. En 1726 se consideró oportuno acudir de nuevo a Roma para solicitar una fiesta propia, pero en 1729, de nuevo, Roma se negó. Mas por fin, en 1765, finalmente cedió y ese mismo año, a petición de la Reina, la fiesta fue aceptada semioficialmente por el episcopado francés. De todos los rincones del planeta llovieron las solicitudes a Roma, y a todas se dio respuesta afirmativa. Finalmente, gracias a las presiones de los obispos de Francia, el Papa Pío IX extendió la fiesta a la Iglesia Universal bajo la modalidad de rito doble mayor. En 1889 la Iglesia la elevó a rito doble de primera clase. En todos lados se realizaban actos de consagración y reparación junto con la devoción. En ocasiones, en especial después de 1850, grupos, congregaciones y hasta naciones enteras se han consagrado al Sagrado Corazón. En 1875 todo el mundo católico se consagró de esa manera. Aún así, el Papa aún no había decidido tomar la iniciativa o intervenir directamente. Eventualmente, el 11 de junio de 1899, por orden de León XIII, y con una fórmula prescrita por él, toda la humanidad fue solemnemente consagrada al Sagrado Corazón. La idea de llevar a cabo esa acción, que León XIII calificó como «el gran acontecimiento» de su pontificado, le había sido sugerida por una religiosa del Buen Pastor, de Oporto (Portugal), quien afirmó que ella lo había recibido directamente de Cristo. Ella, quien era miembro de la familia Drost-zu-Vischering, y cuyo nombre de religión era María del Divino Corazón, murió en la fiesta del Sagrado Corazón, dos días antes de la consagración, que había sido pospuesta hasta el siguiente domingo.
(Nota del traductor: S.S. León XIII promulgó, el 25 de mayo de 1899, la encíclica «Annum Sacrum», en la que recomienda la práctica de la devoción al Sagrado Corazón, y algunos de sus sucesores hicieron lo propio, en especial Pío XI, en su encíclica «Miserentissimus Redemptor», del 8 mayo de 1928, y Pío XII, en sus encíclicas «Summi Pontificatus», del 20 de octubre de 1939, «Mystici Corporis», del 29 de junio de 1943 y «Haurietis Aquas», del 15 de mayo de 1956. Esta última contiene una exposición integral del culto y la devoción al Sagrado Corazón y debe convertirse en lectura indispensable para quien desee conocer a fondo la posición pontificia al respecto. El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992).
Al hacer mención de esas grandes manifestaciones públicas no debemos olvidar hacer también alusión a la vida íntima de la devoción en las almas, a las prácticas que la acompañan, a las obras y asociaciones de las que es el alma. Tampoco debemos pasar por alto el carácter social que ha asumido en años recientes. Los católicos franceses, en forma especial, se aferran a esa devoción como a una de sus mayores esperanzas de ennoblecimiento y salvación.
Fuente: Bainvel, Jean. «Devotion to the Sacred Heart of Jesus.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07163a.htm>.
Traducido por Javier Algara Cossío.

Enlaces internos
[1] Especial sobre el Sagrado Corazón de Jesús en Aci Prensa preparado por José Gálvez Krüger.
[2] Bertrand de Margerie S.J.
[3] Mateo Crawley SS.CC.
[4] Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María
[5] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (I).
[6] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (II).
[7] Colegio de la Recoleta (Lima- Peru)
[8] Cardenal Rouco presidirá renovación de consagración de España al Sagrado Corazón.
[9] Arzobispo de Quito preside renovación de Consagración de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.
[10] Gabriel García Moreno.
[11] Consagrarán a Panamá al Sagrado Corazón de Jesús.
[12] Colombianos renuevan consagración al Corazón de Jesús y María el 12 de octubre.
[13] Apostolado de la Oración.
[14] Margarita María Alacoque.

Enlaces externos
[15] El sagrado Corazón de Jesús en el Perú.
[16] Apostol peruano del Sagrado Corazón.
[17] Detente del Corazón de Jesús.
[18] Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús.
[19] Librito «Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús», texto íntegro de la primera edición, imprenta de Alonso del Riego, impresor de la Real Universidad, Valladolid, 1734.
[20]Vida de Bernardo de Hoyos.
[21] Principios del reinado del Corazón de Jesús en España, por el P. José Eugenio de Uriarte, S.J., Madrid, 1880

Introducción
Para algunos cristianos de la “nueva ola”, teólogos elegidos a sí mismos como “serios”, o miembros de nuevos movimientos post-Vaticano II, hablar de devociones no sólo les chirría, sino que son motivo de burla y chanza. En pleno siglo XXI, ¿no son las devociones asuntos de ancianas piadosas? ¿No queda algo anquilosado y ya pasado hablar del sentimentalismo devocional? Es cierto que existen peligros de caer en devociones sin espiritualidad alguna. Y precisamente, a la devoción que nos ocupa hoy, la referida al Sagrado Corazón, se le ataca como a las otras argumentando esto y mil dificultades más [1]. He de confesar que, a la hora de buscar información para hacer el artículo, he quedado impresionado por la gran espiritualidad que subyace detrás. Resulta que no es cosa de señoras piadosas entradas en años, sino que gran número de Padres de la Iglesia, eminentes teólogos y Papas, del pasado y actuales, han hablado sobre el tema, como veremos más tarde. Yo, que era algo escéptico con la “seriedad” de esta devoción, ahora, después de su redescubrimiento (o descubrimiento, quizás), he tenido que retraerme de mis equivocados pensamientos, reconocer su grandeza y recordar aquella cita que nos viene muy bien a todos para no caer en la soberbia: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Mt 11, 25).

El corazón del hombre no es un órgano más
Si nos fijamos por una vez en lo que nuestro corazón es y significa, veremos que no es un órgano biológico más, que late y nos da la vida, sino que está cargado de una significación y simbolismo que no posee ningún otro. Con convicción podemos decir que el ser humano tiene un corazón distinto que las demás criaturas porque su significado, como seres con alma que somos, es también diferente: “sólo el hombre tiene propiamente corazón” [2]. Es el centro de nuestra vida afectiva, religiosa y volitiva. “Es además un símbolo aceptado por muchas culturas que habla de la interioridad espiritual del hombre” [3].

Vista de la Basílica del Sagrado Corazón («Sacré Coeur») de Montmartre, París (Francia).

 

El Corazón en la Escritura
Cuando uno busca la palabra “corazón” en la Sagrada Escritura se queda sorprendido por el gran número de veces que aparece. En el Antiguo Testamento aparece 853, en el Nuevo, 159. Da la impresión que el lenguaje bíblico tiene a este órgano como el lugar y “abismo que oculta los misterios de los deseos humanos, y sus motivaciones y anhelos” [4]“Lo profundo de las conciencias humanas, el misterio interior del hombre, en el lenguaje bíblico, y no bíblico también, se expresa con la palabra corazón” [5]. El corazón guarda el misterio mismo del hombre, es su centro, su canal de comunicación con Dios. Es el símbolo por excelencia del amor, centro del cristianismo. El Catecismo de la Iglesia Católica, nos aporta un texto esclarecedor: “La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de lo más profundo del ser, donde la persona se decide o no por Dios” [6].

Podíamos poner muchas citas bíblicas que hablan de la riqueza semántica y teológica de la palabra “corazón”, pero elijo estas pocas, que son las que más me gustan y llenan, para no hacer demasiado largo el artículo:
“Amarás a Yahvé con todo tu corazón” (Dt 6, 5). Es decir, con todo tu ser.
“Yo pongo mi ley en su interior, la escribo en sus corazones” (Jer 31,33)
“Me ha abierto todo su corazón” (Jue 16, 18). Es el pasaje cuando Dalila cuenta cómo Sansón se había entregado completamente a sus seducciones.
“Del corazón vienen los malos pensamientos, los homicidios…” (Mt 15, 19)
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5, 5)

Monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles, Getafe (Madrid, España).

Pero alguno dirá que todas estas citas se refieren al corazón del hombre, pero, ¿y las referidas al corazón de Dios, del mismo Jesús? Pues aquí están algunas que nos hablan de lo más profundo, de la interioridad, del seno, de las entrañas, del corazón mismo de Dios. Algunas de ellas se usan en la liturgia de este día:
“Mi corazón se conmueve en mi interior y a la vez se estremecen mis entrañas” (Os 11, 8).
“Los proyectos de su corazón de edad en edad” (Sal 33, 11)
“Mi corazón es como cera y se derrite en mi interior” (Sal 22, 15). Esta es la llamada “Oración del Mesías en el suplicio de la Cruz”.
“Me has robado el corazón, hermana mía, esposa” (Cant 4, 9). Es el pasaje del amor de Cristo-Esposo a la Iglesia-Esposa. Muy importante en los comienzos de esta devoción y en la reflexión patrística y medieval [7].
“Venid a Mí todos (…) que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 28ss). Es imprescindible esta cita en un día como hoy.
Por tanto, la devoción al Sagrado Corazón tiene unos fundamentos bíblicos muy sólidos, pétreos. No es una devoción inventada por un místico de pacotilla que no tenía nada mejor que hacer ese día, sino que hunde sus raíces en la mismísima Sagrada Escritura.

«San Agustín», lienzo barroco de Philippe de Champaigne, s.XVII. El corazón llameante es el símbolo del amor ardiente del Santo de Hipona.

El Corazón de Jesús en la santidad de la Iglesia
¿Desde cuándo se empezó hablar en la Iglesia del Corazón de Jesús? Pues diríamos que desde el comienzo de la misma Iglesia. Aunque a lo mejor es un poco presuntuoso, podíamos decir que la primera devota del Corazón de Jesús es su propia Madre, la Virgen María, que lo tuvo en su seno, fue su esclava, aceptó su voluntad divina y “conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19. 51). Contemporáneo a ella fue san Juan, el discípulo amado por ese Corazón, que se recostó sobre el pecho del Salvador en la Última Cena (Jn 13, 21-26), fue testigo del prodigio de que tras la lanzada salió sangre y agua del costado de Jesús (Jn 19, 34) y entendió el mensaje de Dios-amor (1 Jn 4, 8). Incluso después, san Pablo manifiesta el amor que tiene a todos en las “entrañas de Cristo” (Fil 1,8).

Los Santos Padres recogieron esta Tradición de los apóstoles y meditaron sobre el nacimiento de la Iglesia y de los sacramentos del costado de Cristo [8], y sobre el gran amor que irradia el Corazón de Jesús. San Agustín, san Paulino de Nola y san Juan Crisóstomo nos hablan de la escena de san Juan en la Última Cena cuando se apoyó en el pecho de Cristo, y afirma que en ese instante el Corazón transmitió al oído de san Juan todos sus misterios. También, el mismo san Agustín, con expresión muy acertada, afirmaba que el Divino Corazón es el “incensario de Dios que esparce amor y misericordia” [9].

Dentro de las órdenes monásticas parece ser que floreció en el Medievo esta devoción. Así, entre los cistercienses encontramos al gran san Bernardo de Claraval, que afirma que la lanzada muestra el gran amor del “Corazón de Cristo” [10]; a santa Lutgarda, que tuvo visiones y según se cuenta intercambió místicamente su corazón con el de Jesús; al beato Guillermo de S. Thierry que adoctrinaba sobre la importancia de entrar de lleno en el Corazón del “Santo entre los santos”; y sobre todo a la mística santa Gertrudis de Helfta, que tuvo repetidas visiones, sobre todo una especial en la fiesta de san Juan Evangelista, en la cual, acercando su oído a una imagen de un crucificado, oyó los latidos del Sagrado Corazón [11]. Esta misma santa, en conversaciones místicas con Nuestro Señor afirmaba que ”vuestro Corazón adorable se rompió y desgarró por el esfuerzo de los dolores; de suerte que se puede decir que moristeis de amor y de dolor por mí” [12].

Sagrado Corazón de Jesús con San Ignacio de Loyola (izqda.) y San Luis Gonzaga (dcha.), obra de José de Páez (s.XVIII). Museo del Virreinato de Tepozotlán, México. Entre los miembros de la Compañía de Jesús la devoción al Sagrado Corazón fue y sigue siendo muy intensa.

Entre los franciscanos también se extendió esta devoción. Así, vemos a santa Clara saludando todos los días al Corazón en el Stmo. Sacramento; a san Buenaventura, doctor de la Iglesia, que afirmaba “lo bueno que era habitar en el Corazón” y que “prefería darlo todo, todos mis pensamientos y todos los afectos de mi alma por Él, poniendo toda mi mente en el Corazón de mi buen Jesús” [13]; y las terciarias franciscanas beata Ángela de Foligno, que tuvo visiones místicas, y santa Margarita de Cortona, que encontró en el Divino Corazón, tras su conversión, un baluarte donde refugiarse.

En la misma línea devocional y mística encontramos a los dominicos Sto Tomás de Aquino [14], Beato Enrique de Suso, santa Catalina de Siena y Juan Taulero, y a los cartujos Ludolf de Sajonia y Lansperguio, el cual animaba a “visitarle frecuentemente con devoción y amor, besarle en espíritu, con todo respeto y afecto, poniendo en El vuestra morada” [15].

Fueron los miembros de la Compañía de Jesús en el s. XVI y XVII grandes devotos del Divino Corazón y propagadores de la misma, destacando Álvarez de Paz, Luis de la Puente, y los santos Francisco de Borja, Alfonso Rodríguez, Luis Gonzaga y Pedro Canisio. También destacó de una manera sobresaliente san Juan Eudes, llamado por el papa Pío X, apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones, que aparte de ser devoto, fomentar su fiesta litúrgica, como luego veremos, y de escribir varios libros dedicados al Corazón de Jesús y de María, puso bajo el patrocinio de éstos a la congregación por él fundada. Grandes devotos fueron también los cofundadores de la Orden de la Visitación (Salesas): san Francisco de Sales, que atribuía la fundación de su Instituto a los “Corazones de Jesús y María”, y santa Juana de Chantal que según se cuenta, influyó hondamente en una de sus novicias, santa Margarita María Alacoque. Ella, y toda su orden posteriormente, serían grandes promovedores de esta devoción por el mundo pues, como hemos visto, hasta el momento había permanecido en libros teológicos, monasterios y casas religiosas.

Aparición de Cristo a Santa Margarita María Alacoque. Lienzo del siglo XIX.

Santa Margarita María Alacoque era una humilde monja salesa de un sencillo monasterio, Paray-le-Monial. El mérito de esta santa con respecto a san Juan Eudes es que éste no diferenciaba en su devoción entre el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado de María. Santa Margarita fue estrictamente devota del primero. Comenzó a recibir visiones en la fiesta de san Juan Evangelista de 1673, en la misma festividad, como hemos visto ya, que santa Gertrudis. Después de aquello se suceden las apariciones y mensajes hasta su fallecimiento en 1690, que son recogidos por la santa en cartas y diarios que son de un valor incalculable, reconocidos por diferentes pontífices [16]. Ella misma pide que se propague esta devoción por toda la Cristiandad: “Los tesoros de bendiciones y gracias que encierra este Sagrado Corazón son infinitos. Si se supiera lo que agrada a Jesucristo esta devoción, no habría un cristiano que no la practicara, por poco amor que tuviera a este amable Salvador” [17]. La Iglesia dio mucha importancia a estas revelaciones pues ha difundido con entusiasmo las prácticas que Nuestro Señor reveló a santa Margarita, a saber:
– La Fiesta dedicada al Sagrado Corazón sería el viernes tras la octava del Corpus
– Hora Santa todos las noches del jueves al viernes
– Consagración y Reparación
– Misericordia del Corazón de Jesús a quien comulgare nueve primeros viernes de mes seguidos
– Comunión frecuente expiatoria y reparadora

Imagen original del Cristo de la Divina Misericordia, que representa las visiones de Santa Faustina Kowalska.

S. Claudio de la Colombiere, jesuíta, director espiritual de la santa, se sintió llamado a “difundir entre su Orden la devoción al Sagrado Corazón” [18] y escribió los primeros tratados sobre ésta. Aunque, como hemos visto ya, grandes figuras de los jesuitas destacaron en esta devoción, es a partir de este santo cuando se difunde al pueblo llano. La extensión o retroceso de la devoción al Corazón vendrá ligada, en los siglos posteriores XVIII y XIX, a la propia extensión de la Orden ignaciana (recordemos las vicisitudes de los jesuitas en esos siglos).

Entre los propagadores y santos posteriores devotos destacan santa Verónica Guiliani, capuchina, que contaba que el “Corazón de Jesús fue su celda, monasterio y cielo” [19]; el místico beato P. Bernardo Hoyos, SJ, en proceso de canonización, apóstol del Corazón en España, que recibió la gracia de numerosas visiones; la beata María del Divino Corazón, que recibió de Nuestro Señor en visiones la petición de la consagración del mundo entero, para lo cual escribió al mismísimo León XIII, que aceptó la petición [20]Santa Gema Galgani, que gritaba a los cuatro vientos: “¿Qué has hecho a mi corazón, Jesús? ¿Qué has hecho que se vuelve loco por el tuyo?… ¡Viva el Corazón de Jesús!”; y santa Faustina Kowalska, que tuvo visiones en las que veía que del Corazón salían rayos rojos y blancos [21].

David


[1] Los peligros, recelos y ataques que ha sufrido esta devoción son presentados en la interesantísima conferencia del P. Manuel Revuelta, SJ: “Evolución histórica de la devoción al Corazón de Jesús en España”, 9/3/2010
[2] Karl Rahner
[3] Juan Pablo II: 20-06-1979
[4] Juan Pablo II: A congresistas cardiólogos, 30/05/1989
[5] Juan Pablo II: Encíclica “Redemptor Hominis” (1979)
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, 368
[7] P. Cándido Pozo, SJ: “Simbología del corazón en la Biblia y en la Tradición cristiana”.
[8] S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 2, 85-89
[9] San Agustín: Comentario al Apocalipsis, 8
[10] San Bernardo: Sermón 61, 4
[11] Legatus divinae pietatis, IV, 305. Revelationes Gertrudianae.
[12] Santa Gertrudis: Insinuaciones de la divina piedad, ejercicio 10
[13] San Buenaventura: Opúsculo 3: El Árbol de la Vida, 29-30. 47: Opera omnia 8, 79
[14] “La caridad de las tres Divinas Personas es el principio de la redención humana en cuanto que, inundando copiosamente la voluntad humana de Jesucristo y su Corazón adorable, lo indujo con la misma caridad a derramar su sangre para rescatarnos de la servidumbre del pecado”Summa Theologica III, q. 48, a. 5
[15] Lanspergio, in Pharetra divini amoris, lib. 1, parte 5
[16] Pío XII: Encíclica “Haurietis Aquas”, 98 (1956)
[17] Santa Margarita María Alacoque: Carta al P. Croiset, SJ.
[18] S. Claudio de la Colombiere, SJ: Diario de los Ejercicios Espirituales. Londres, 1677.
[19] Sta. Verónica Giuliani: Diarios
[20] León XIII: Encíclica “Anuum Sacrum”, (1899).
[21] Sta. Faustina Kowalska: Diario, la Divina misericordia en mi alma.


Origen de la Devoción

El Señor en estos últimos siglos quiso dar a los hombres la prueba suprema de amor y proponerles un objeto muy adaptado para animarlos a amarle siempre más.

Abrió los tesoros infinitos de su Corazón para enriquecer todos aquellos que le hubiesen tributado todo el honor y el amor posible.

Para manifestar su corazón, e incendiar al mundo entero de amor, eligió una humilde Religiosa de la Visitación de Paray-le-Monial, ciudad francesa. Esta alma privilegiada, nació el 22 de julio de 1647 en Laut Lecourt hacia Verosvies en la Borgoña. Después de haber superado muchas pruebas, en el 1671 ingresó en el Monasterio de la Visitación y en 1672 emitió sus votos religiosos. Poco después de su profesión religiosa, Jesús Maestro le manifestó muchas maravillas e hizo promesas tan extraordinarias a las cuales no se hubiese prestado fe si no hubiesen sido convalidadas por un hecho incontestable y palpable.

Tres son las apariciones con las cuales Nuestro Señor quiso consolar a su elegida.

La primera sucedió el 27 de diciembre de 1673. En ella la joven virgencita fue por el mismo Jesucristo consagrada su apóstol; llamada a difundir y propagar el culto a su adorable Corazón; a manifestar a los hombres su voluntad; y hacerles conocer lo que el Sacratísimo Corazón de Jesús promete a quien hace conocer y propaga su culto.

La segunda sucedió en la octava de Corpus Christi en el año 1674. En ella Jesús manifestó las inexplicables maravillas de su amor y el exceso a que, su Corazón, lo había llevado hacia los hombres, de cuyos no recibía más que abandono y ultrajes. Después añadió: “El abandono en el cual me dejan me es mucho más doloroso de lo que sufrí en mi pasión, tanto que si los hombres me contracambiaran amor, yo estimaría poco, todo lo que hice por ellos y quisiera si fuere posible hacer aún más; pero los hombres no tienen más que frialdades y repulsas por todas mis solicitudes. Tú a lo menos dame este consuelo, de suplir cuanto puedas a su ingratitud”.

La tercera sucedió el 16 de junio de 1675, igualmente en la octava de Corpus Christi. Apareciéndole resplandeciente como las demás veces, y mostrándole su Corazón, se quejó de los continuos ultrajes y sacrilegios que recibe en el Sacramento de amor; y agregó con más dolor, que los recibía de corazones a Él consagrados.

Por esto le confió la misión de hacer conocer y amar su adorable Corazón y hacer establecer en la Iglesia una fiesta especial de reparación. “Es esto lo que yo te pido: que el primer viernes después de la octava de Corpus Christi, sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, participando en aquel día a la Santa Comunión y haciéndole con digna reparación por los indignos tratamientos que recibe en el Santo Altar. Y Yo te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia las riquezas de su Amor sobre todos los que rendirán dicho honor y procurarán que otros hagan los mismo”.

En esta tercera revelación se halla todo lo que se refiere a la devoción del Sagrado Corazón; o sea su principio, que no es otra cosa que amor; su fin, que es de ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo; su carácter, que es el de ser un culto público, después de haber sido por mucho tiempo, una devoción íntima; y por último sus efectos, que consisten en una nueva efusión de amor divino sobre la Iglesia y particularmente sobre aquellas almas piadosas que serán de esta devoción promotoras y apóstoles, puesto que Jesús dijo a la Santa: “Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi Corazón”.

Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús en estas varias apariciones a la Santa, son las siguientes:

1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.

2º Daré paz a sus familias.

3º Las consolaré en todas sus aflicciones.

4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.

5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.

7º Las almas tibias se harán fervorosas.

8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.

10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.

11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

Estas promesas expresan, mejor que otra cosa, el deseo ardiente que N. Señor tiene de ser amado; que se conozcan los tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que trabajan por su gloria.

Santa Margarita María escribió: “Si se entendiese como Jesucristo desea que se propague esta devoción, todos los cristianos, por muy poco piadosos que fuesen, la practicarían. Puesto que inmensos son los tesoros que el Sagrado Corazón derrama sobre aquellos que se ocupan en hacer conocer esta devoción. Yo no conozco ejercicio de devoción más apto para elevar en breve tiempo a un alma a la más alta perfección que el culto del Sagrado Corazón.

Dulce será morir después de haber practicado una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón.

Condición general para participar de todas estas promesas es la de ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón, o sea amarle, honrarle y trabajar cuanto fuese posible, para glorificarle, ensalzarle, teniendo aún expuesta su imagen.

Las seis primeras promesas son eficaces para atraer al amor de Jesús y a comunicar las gracias que se refieren particularmente a esta vida. Con estas promesas Jesucristo acuerda sus bendiciones a las familias en las cuales se honrará a su Adorable Corazón con plegarias especiales o donde se tuviere expuesta su imagen.

Las otras cinco se refieren a las gracias de orden superior, o sea a las gracias espirituales.

En las promesas los tesoros de gracias están asegurados a todos los devotos del Sagrado Corazón cualquiera sea su estado; puesto que Jesús quiere ser amado por todos los hombres, ninguno está excluido se aquel océano de Misericordia.

Ahora bien ya que el Maestro bueno nos ha hecho tantas y tan preciosas promesas, qué empeño no debíamos tener para acercarnos a ellas, y cambiar el amor que Jesús nos tiene. ¡Con qué cuidado debemos propagar, difundir su culto, tener expuesta y venerar en nuestras casas su imagen, participar a todas sus promesas!.

 

LA GRAN PROMESA

Además de estas once promesas muy queridas al cristiano, hay una más, hecha en el 1674. Es la duodécima y es la comúnmente llamada la “Gran Promesa” porque es un resumen de todas las demás. Y precisamente de ésta debemos hablar. Mientras la piadosa Religiosa experimentaba dulcísima éxtasis, recogida e inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho, su rostro irradiado por una llama interior, una luz celestial, vista por ella solamente, sombreó el altar y ella vio al Adorable Salvador en el acto de mostrarle su Corazón. Estaba este divino Corazón revestido por llamas, rodeado por una corona de espinas, traspasado por una profunda herida goteando sangre, sobrepujado por una cruz.

Margarita…–así le habló Jesús–Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos… la gracia de la Penitencia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.

 

SIGNIFICADO DE LA GRAN PROMESA

Como dice el Vermeersch, el texto de la “Gran Promesa” tuvo varias explicaciones, pero no todas en su justo sentido. En efecto algunos aprueban sólo la práctica recomendada y anulan la promesa.

Otros, mirando a la inmensidad del beneficio, sienten la necesidad de atenuarlo y que entienden decir, que no morirán en su desgracia, los que no cayeron en ella; y que la Santa Comunión da sólo una mayor esperanza; pero éstos quitan por completo la especialidad de la promesa.

Otros, después creen en el sentido literal que es como sigue: “Los que comulgaren el primer Viernes del mes, por nueve meses seguidos, con las debidas disposiciones, obtendrán con seguridad la gracia de la perseverancia final”. Por lo tanto, los que se esforzaren en satisfacer las condiciones requeridas, están moralmente seguros de su eterna salvación.

Ahora esta sentencia debe ser preferida a cualquier otra, porque ésta sola demuestra el valor infinito de la Gran Promesa como ella tiene en el texto de la Santa.

Del mismo modo queda explicado por qué Nuestro Señor hable de la Gran Promesa como de un exceso de su misericordia y de un triunfo de su amor omnipotente.

Sin la gracia de Dios, no podemos perseverar en la justicia; y aunque Dios conceda a todos las gracias suficientes para salvarse, no quiere decir que Él no pueda conceder aquellas más eficaces, y hacer esto en virtud de una promesa.

Como la promesa de Jesucristo de conducir la Iglesia al triunfo final, nos asegura tal cosa, así la Gran Promesa puede garantizar la buena muerte. Puesto que la gracia puede triunfar de la debilidad y de la obstinación humana, así puede evitar la presunción futura y el endurecimiento en el pecado. Al decir de Milani no se sabe explicar cómo esta promesa tan extraordinaria, haya quedado oculta hasta el 1869, en que el P. Franuori empezó a difundirla. Se temía quizás no poderla sostener teológicamente o que los fieles abusaran de ella. Se pudo comprobar que no había razón de temer, puesto que los fieles logran siempre nuevo fervor; mientras los más sabios teólogos la demuestran conforme a los principios de la doctrina católica.

Nuestro Señor después de haber revelado a su sierva lo que se refería al culto de su Divino Corazón, quiso que las distintas partes de esta Devoción se desarrollaran según las necesidades. En efecto las revelaciones sucedieron entre el año 1673 y 1691; y la fiesta del Sagrado Corazón fue concedida a la Francia en el año 1765, y sólo Pío XI concedió mayor desarrollo litúrgico. Así la práctica del primer Viernes del mes fue introducida en seguida después de las primeras revelaciones; mientras aquella de los nueve primeros Viernes, “La Gran Promesa” empezó al terminar el siglo XIX, tiempo en que reinaba la incredulidad y se quería destruir la Iglesia y el Papado, y era necesario dar nuevo fervor a la vida cristiana e inflamar los corazones de puro amor; infundiéndoles mayor fuerza y confianza. Precisamente en ese tiempo, Jesucristo recordó al mundo su Gran Promesa.

Después de las revelaciones a Sta. Margarita María Alacoque, en el corazón de personas pías y generosas, relumbró como un incendio de amor, que, con toda la energía de sus almas y desafiando el escarnio, los insultos y las persecuciones del mundo, de este enemigo de Dios y de los Santos, empezaron a predicar el amor de Jesús, el culto debido a su Sacratísimo Corazón, y con palabras llenas de amor divino estigmatizaron la ingratitud humana…

Su voz fue escuchada, y el Corazón de Jesús vio aumentar cada año más, fiel y generosa correspondencia en siempre mayor número de corazones; y ahora es el objeto de los deseos, de las aspiraciones, del amor de todo buen cristiano.

 

FUNDAMENTO DE LA GRAN PROMESA

No obstante, no se debe creer que la devoción al Sagrado Corazón se apoye exclusivamente en las revelaciones hechas a Santa Margarita Alacoque. Ya existía en el seno de la Iglesia; era el culto de Jesucristo, Hombre–Dios. Se apoya sobre bases aún más firmes y sólidas, o sea sobre la misma infalibilidad de la Iglesia, que nos la propone. Las revelaciones particulares que Dios hace a los Santos, no pueden de ordinario admitirse prudentemente sino después del juicio de la Iglesia. Pero, cuando ella ha pronunciado este juicio, nada más nos debe detener en creer; porque la Iglesia, por una parte nos enseña (y en esto su juicio es infalible), que nada hay en ella que se oponga a la doctrina católica; y por otra aunque no nos obligue a admitirlas, como cosas divinas, nos asegura poderlas acoger prudentemente; y esto sólo después de haber examinado extenso, minuciosa y rigurosamente, después de haber buscado y hallado las pruebas más auténticas y seguras.

Esta Maestra infalible estableció realmente un riguroso proceso también para la devoción al Sagrado Corazón, y después de haber reconocido las revelaciones como auténticas se sirvió de ellas para suscitar mayor devoción hacia el Sagrado Corazón, e inculcar con mayor eficacia a la que ya existía del Hombre–Dios dándole nueva forma.

Así con su autoridad la confirmó solemnemente asegurándonos al mismo tiempo de la estabilidad y excelencia de esta devoción.

La forma dudosa en que fue expresada por la Santa, no puede poner en duda la promesa, porque ella no manifiesta más que su perfecta obediencia a la Superiora que le impuso no hablara de sus revelaciones que en forma dudosa.

La canonización de una persona prueba la integridad de la persona y el juicio de aprobación atestigua que en sus escritos no hubo nada de contrario a la fe, a la moral y a la piedad. La Gran Promesa fue examinada por teólogos sumos y fue aceptada, tanto que Benedicto XV el 13 de mayo de 1920 quiso insertarla en la Bula de canonización de la Santa. Y esta inserción, es cierto la prueba más hermosa de la autenticidad de la Gran Promesa.

 

LO QUE PROMETE EL SAGRADO CORAZÓN

 

Nuestro Señor a todos los que comulgaren el primer viernes del mes, por nueve meses seguidos, y con las debidas disposiciones, promete:

1) La gracia de no morir en pecado mortal, o sea de morir en estado de gracia y por lo tanto salvarse.

2) La gracia de la perseverancia final, o sea de borrar con la penitencia los propios pecados, y a complemento de esto siguen las palabras: “ellos no morirán en mi desgracia”.

3) Que no morirán sin recibir los Sacramentos, esto debe entenderse que no morirán sin los Sacramentos, si tendrán de ellos absoluta necesidad; por lo tanto si se hallasen en estado de pecado mortal, asegura que les proporciona medios para hacer una buena confesión; y en caso de muerte repentina, cuando sea necesario, sabrá a lo menos inducirlos a un acto de contrición perfecta para devolverle la amistad de Dios.

4) De ser su seguro refugio en los últimos momentos de la vida. A fin de que los hombres no debiesen temer por la inmensidad del favor, y no dijeran que una causa tan pequeña no puede producir un efecto tan extraordinario, Jesucristo dijo que se indujo a esta promesa por la infinita misericordia y amor omnipotente que lleva a los hombres! Por lo tanto se interpone el exceso de la misericordia y el amor de Jesucristo, y esto debe alcanzar para desvanecer todo temor.

A menudo los hombres prometen a personas amigas, más de lo que les pueden proporcionar; no así Jesucristo; Él ama infinitamente a las almas y les puede dar cuanto desean.

Les quiere dar la gracia de una buena muerte, la promete con su bondad y con su omnipotencia la concede. Quien pues, comprende el valor de una Comunión, y sabe que nueve Comuniones son nueve íntimas uniones del alma con Dios, y sabe que alcanza una Comunión para santificar un alma, no se maravillará que Jesús, pidiendo nueve, haga tan gran promesa.

Quien, pues, ejecuta cuanto Jesucristo manda, puede estar moralmente seguro de salvarse.

 

CONDICIONES NECESARIAS

Para conseguir el fin de la Gran Promesa es necesario:

1) Hacer nueve Comuniones, y para quien está seguro de hallarse en estado de gracia, no son necesarias nueve Confesiones, pero sólo nueve Comuniones bien hechas. Quien hiciere o hubiese hecho solamente cierto número de Comuniones no podría alcanzar el fin.

2) En los primeros viernes del mes. No se puede diferir para otro día de la semana, por ej. el Domingo o en otro viernes que no sea el primer viernes del mes. Ninguna condición nos puede dispensar de esto. No el olvido, no la imposibilidad de confesarnos; no porque impedidos por la enfermedad u otra causa. Ni el mismo Confesor no puede cambiar el día o permitir su interrupción, porque la Iglesia no ha concedido esta facultad a nadie.

3) De hacerse por nueve meses consecutivos, y quien la dejara por tan solo un mes, no estaría en regla; y si la hubiese dejado aún involuntariamente debería empezar nuevamente.

Aunque teólogos autoritarios digan que tratándose de causa realmente grave, se pueda considerar la interrupción como si no hubiera sucedido, nosotros decimos que quien ama verdaderamente al Corazón de Jesús y quiere asegurarse su suerte eterna, cumple generosamente lo que el Divino Maestro pide, sin ir en busca de muchas dispensas.

4) Con las debidas disposiciones. Aquí el Catecismo nos dice que para hacer una buena Comunión son necesarias tres cosas: 1ª, estar en gracia de Dios; 2ª, estar en ayunas desde una hora antes de comulgar; 3ª, saber lo que se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción, y añade que: quien recibe un Sacramento de los vivos sabiendo de no estar en gracia de Dios, comete pecado gravísimo de sacrilegio, porque recibe indignamente una cosa sagrada. Pues la Comunión sacrílega antes bien que honrar, desprecia al Corazón de Jesucristo; y no consigue con toda seguridad el fin. Puesto que no sea necesario un fervor extraordinario, precisa que las Comuniones honren al Divino Corazón, o sea que sean hechas en gracia de Dios.

Otra disposición es la intención de reparar al Corazón de Jesucristo por las continuas injurias que recibe en el Santísimo Sacramento de amor y de conseguir el fruto de la Gran Promesa.

 

FACILIDADES

La intención necesaria para conseguir el fin de la Gran Promesa alcanza formularla una vez al principio para las nueve Comuniones, con tal que siga con la misma intención hasta el fin.

Es pues, cosa muy buena renovar la intención cada vez. La práctica de los nueve primeros viernes, puede empezarse en cualquier mes.

Para los estudiantes sería conveniente el mes de abril, para terminar con diciembre; mientras para los demás puede convenir otro mes, según las personas y empleos que se tengan. Para los Sacerdotes y las personas que comulgan diariamente, alcanza poner la intención de hacer también ellos las nueve Comuniones reparadoras a este fin.

Para el Sacerdote no es necesario aplicar la Misa en honor al Sagrado Corazón; puede aplicarla para quien desee, con tal que haga la Santa Comunión también para asegurarse la Gran Promesa, honrar y reparar al Divino Corazón por la continua soledad en que es dejado.

Asimismo los fieles pueden ofrecer la Comunión para quienes deseen, con tal que tengan también esa intención.

Con estas Comuniones se pueden aún aplicar las indulgencias que se ganan para las almas del Purgatorio, especialmente la plenaria concedida a quien en el primer viernes del mes medita brevemente antes y después de la Comunión, en la bondad infinita del Sagrado Corazón de Jesús y ruega según las intenciones del Sumo Pontífice (S. C. de las Indulgencias, 7 de setiembre de 1897).

Terminada esta piadosa práctica, es excelente cosa repetirla para toda la vida. Para esto alcanza poner la intención, una vez para siempre, de volver a empezar como se haya terminado.

 

 

LA CONSAGRACIÓN DIARIA AL SAGRADO CORAZÓN

(Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús)

 

Yo, (Nuestro Nombre), me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.

Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.

 

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que cuida de nosotros más que de los cuervos y los lirios (Lucas Capitulo 12, Versiculos del 24 al 27).

Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. «Lo que más le agrada es la confianza en Él» (Santa Margarita).

Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.

Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con «la novena de confianza».

«Vayamos con confianza al trono de la gracia». (Hebreos Capitulo 4, Versiculo 16).

 

Modo de hacer la Novena de Confianza:

Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este negocio), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar a tu Corazón.

Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).

Oh dulce Jesús, que has dicho: «Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias». Yo confío inmensamente en Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.

 

ORACIONES

ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS

¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Vos confían; Vos nos decíais amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijisteis al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.

(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)

En mis alegrías y tristezas,

En mis negocios y empresas,

En mis prosperidades y adversidades,

En las necesidades de mi familia,

En las tentaciones del demonio,

En las instigaciones de mis propias pasiones,

En las persecuciones de mis enemigos,

En las murmuraciones y calumnias,

En mis enfermedades y dolores,

En mis defectos y pecados,

En la santificación y salvación de mi alma,

Siempre y en toda ocasión,

En vida y muerte,

En tiempo y eternidad,

Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.

Oración final:

¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

 

ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE 

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero. En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

 

A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO Y CORAZÓN DE JESUCRISTO

Benignísimo Jesús, la llaga de tu Sagrado Corazón sea para mí refugio, fortaleza y defensa contra tu ira, y remedio de todos los pecados, especialmente los mortales, de los engaños del demonio, mundo, carne y amor propio; de todos los peligros del cuerpo, y, sobre todo, me sirva para evitar la condenación eterna. Sea también abismo donde desaparezcan todos mis pecados, al cual con perfecto aborrecimiento y dolor de corazón arrojo todas mis imperfecciones, para no volverlas a cometer jamás. Dignaos concederme, amabilísimo Jesús, aunque no sea más que una gotita de sangre de la llaga de vuestro misericordiosísimo Corazón, en prenda y señal de que me perdonáis para siempre todos mis pecados. Encerradme en lo más íntimo de vuestro Corazón, y allí guardadme, aquilatadme, abrasadme, purificadme, encendedme hasta convertirme y sublimarme a vuestra perfecta semejanza en fuego divino, haciéndome lo más semejante a Vos, de modo que, desapareciendo yo en cuanto sea posible, sólo busque en todas mis acciones el gusto y voluntad de vuestro purísimo Corazón. Amén.


La devoción al Sagrado Corazón de Jesús
El mes de Junio, consagrado a la devoción del Sagrado Corazón
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Explicación de la fiesta

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.

Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Es recomendable tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos ayuda a recordar su gran amor y, a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.

Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si un apersona comulgaba los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concedería lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

Sugerencias para vivir la fiesta

 

  • Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
  • Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.
  • Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.Primeros viernes de mesLa práctica fervorosa de los primeros viernes de mes, un don del Sagrado Corazón.

    La Iglesia ha bendecido esta piadosa costumbre iniciada con las promesas de Jesucristo a santa Margarita María de Alacoque, indicando el espíritu de reparación y de conversión con que hay que vivirla.

    «Te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su Amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final» (Benedicto XV, en la bula de canonización de santa Margarita María de Alacoque recoge estas palabras de Cristo).

    La comunión en estos primeros viernes de mes ha de llevar a una profunda renovación espiritual, como reparación por los pecados personales del mes precedente y como ayuda para vivir más unido a Cristo en el siguiente, y a incrementar la entrega al apostolado para la salvación de los hombres.


¿Dónde inicia la devoción al Corazón de Cristo? La devoción al Corazón de Cristo comienza la tarde del Viernes Santo, en ese momento de la vida del Señor de plena pasión cuando Juan, el discípulo amado, María, la Madre de Jesús y María Magdalena la pecadora arrepentida, contemplan a Cristo crucificado, y con sus ojos ven como un soldado, una vez que Cristo ha muerto, con una lanza le abre el costado y detrás de este costado se deja ver el Corazón del Señor. La lanzada no fue un sufrimiento más, Jesús tuvo muchos sufrimientos en su pasión, ya estaba muerto cuando el soldado le atravesó el costado. Es un signo profundo, es cómo el Padre quiere que quede para siempre Jesucristo: con su costado, con su Corazón abierto de par en par. Cristo, ya muerto, es rasgado en su Corazón que tanto ha amado, y que tanto ha sufrido. Y queda así, con el Corazón abierto para toda la eternidad. Juan contempla al nuevo Adán dormido en la Cruz, y de cuyo costado abierto brota agua y sangre, es decir brota la Iglesia, su esposa, la nueva Eva. Por eso Jesús es el nuevo Adán y nosotros, somos la nueva Eva, porque el agua significa el bautismo, por el cual entramos en la Iglesia, y la Sangre simboliza la Eucaristía, la plenitud de vida en ella.

 

En la escritura se hace referencia al Corazón como la interioridad de Jesús. Hablar del Corazón de Jesús desde la Sagrada Escritura, en pocas palabras, es afirmar en Jesús, Dios nos ama con un Corazón de carne. La Sagrada Escritura nos ayuda a comprender que la devoción al Corazón de Cristo no es ninguna ideología, sino una experiencia de amistad.

 

Después de la Sagrada Escritura, llegan los Santos Padres, los grandes escritores de la antigüedad. También en ello aparece la devoción al Corazón de Cristo. Los Santos Padres han puesto su mirada, en el costado abierto de Cristo en la Cruz y del costado han llegado a la intimidad del Señor. El Corazón simboliza lo más íntimo, lo más profundo del ser de la persona y han visto como de este costado abierto de Cristo en la Cruz ha nacido la Iglesia. No ha pasado desapercibido a los Santos Padres el costado abierto del Señor con un Corazón redentor, es decir, las entrañas de misericordia de Jesús que se entrega sin reservas para que todos lo hombres descubran al Dios verdadero que es amor y tengan vida y vida en abundancia.

 

Después de los Santos Padres a lo largo de la historia de la santidad de la Iglesia, muchos Santos han sido tocados por la gracia para profundizar una dimensión muy cercana a nuestra espiritualidad: la humanidad de Cristo. Llegamos así a Santa Margarita María Alacoque, que es una figura clave del siglo XVII en la devoción al Corazón de Cristo en su etapa moderna. A ella el Corazón de Cristo le reveló como su amor redentor arde hacia todos los hombres. Durante la adoración eucarística contempló como Jesús le mostró ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que en recompensa es despreciado. Desde que ella tuvo estas revelaciones, estas gracias especiales, se difundió por toda Iglesia el culto y la devoción al Sagrado Corazón, en sus expresiones de Consagración y Reparación.

 

Devoción al Sagrado Corazón de Jesús

¿Y qué dice el Magisterio? El Magisterio son las enseñanzas de la Iglesia, de los Concilios y de los Papas: Recordamos al Papa León XIII que consagró al mundo a este Corazón humano de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

 

Después Pío XI, 1928, escribió la Encíclica “Miserentisimus Redentor”, sobre la devoción al Corazón del Señor, llamando a los hombres a tomarse en serio este amor, porque ahí está la esperanza y la salvación del Mundo y la fuerza capaz de frenar la violencia y el mal que reinaban durante esos años en Europa y en todo el mundo.

 

Años más tarde, después del horror de las guerras mundiales, Pío XII escribió la Encíclica más importante “Ahurietis Aquas” en la que se habla de la verdadera devoción al Corazón de Cristo, de lo sustantivo de esta devoción, que es lo que va mas allá de las culturas y de los tiempos, y de lo adjetivo, que puede irse modificando según las circunstancias. Es una Encíclica llena de esperaza que ayuda a recuperar el sentido de la vida.

Santa MArgarita María de Alacoque

Santa Margarita María Alacoque

Toda la vida de Margarita María es una filigrana del amor de Dios, que la eligió como discípula predilecta de su Corazón, y no obstante ese amor, no la eximió del sufrimiento, sino que como a su Hijo único, quiso asociarla a su pasión hasta configurarla con Él y hacerla viva imagen suya. Por eso, su trayectoria vital está entramada de gozos y a la vez, de incomprensiones, obstáculos y dificultades de todo tipo.

 

22 de julio de 1647 Margarita Alacoque nace en Vérosvres (Francia)
25 de julio de 1647 Recibe el bautismo. Desde muy niña experimenta la obra de la Gracia en su alma.
Hacia 1652 Hace voto de castidad en el momento de la consagración de la Misa, con el deseo de ser toda de Dios.
11 de diciembre 1655 Muere su padre. Comienza una etapa especialmente difícil para la familia. El sufrimiento la abre al amor de Cristo y de los demás.
1656 Recibe la primera Comunión en las clarisas urbanistas de Charolles.
1657-1661 Padece una extraña enfermedad que la inmoviliza y de la que cura milagrosamente por intercesión de la Virgen. Después vive una etapa en que se debate entre el mundo –es alegre, atractiva, varios jóvenes la piden en matrimonio…- y la llamada de Dios.
1669 Es confirmada y añade a su nombre el de “María”, por su devoción a la Virgen. Conserva ese nombre como religiosa y por él es venerada como santa.
20 de junio 1671 Entra en el Monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial. Escucha que el Señor le dice: “Aquí es donde te quiero”. Ha elegido esta Orden por ser toda de la Virgen María. Margarita Tiene 23 años.
25 de agosto de 1671 Recibe el Hábito.
6 de noviembre de 1672 Hace la profesión perpetua. Desde entonces y hasta su muerte tiene el privilegio de gozar de la presencia de Jesús de una manera distinta a la que había experimentado hasta ese momento.
27 de diciembre de 1673, comienzos de 1674, junio de 1674 y junio de 1675 17654436 Las cuatro principales apariciones de Jesús mientras Margarita está adorándole en la Eucaristía. Él le muestra su Corazón: © “Mi divino Corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres, que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos…”© “El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas… con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior…”© “Me descubrió las maravillas de su Amor” Jesús le dice: Al menos tú dame el placer de suplir la ingratitud de los hombres”. Le pide la comunión en los primeros viernes de mes y la Hora Santa.© “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha perdonado nada hasta consumirse para testimoniarles su Amor y en reconocimiento no recibo de la mayor parte sino ingratitud…”
Marzo de 1675 Encuentro providencial con san Claudio de la Colombière, S.I. que confirma la veracidad de sus revelaciones.
1678: El Señor le dice: “Quiero que me sirvas de instrumento para atraer los corazones a mi amor”… “Te constituyo heredera de mi Corazón”.
1684: La M. Mª Cristina Melin la escoge como Asistente (subpriora). Lo será también desde 1687 hasta su muerte. Prueba de la confianza que su comunidad tiene en ella
Otoño 1684: Recibe la gracia del matrimonio espiritual. El Señor le invita a asociarse a su vida en la Eucaristía.
31 de diciembre de 1684 Es nombrada Maestra de Novicias, encargada de formar a numerosas jóvenes en la vida y espiritualidad visitandinas
20 de julio de 1685 Pide a sus novicias que se consagren al Corazón de Jesús, lo que provoca recelos en la comunidad.
20 de junio de 1686 Once meses más tarde, unánimemente y con alegría, la comunidad festeja al Sagrado Corazón en el día pedido por Él mismo.
31 de octubre de 1686 Pronuncia el voto de perfección.
2 de julio de 1688 La Virgen confía a las visitandinas y a los jesuitas la misión de propagar la devoción del Corazón de Jesús
17 de octubre de 1690 Muere Margarita María; va a abismarse en el Corazón de Jesús: “¡Qué dicha amar a Dios, qué dicha!, ¡amad a este Amor, pero amadle con perfección!”
18 de septiembre de 1864 Es beatificada por Pío IX
13 de mayo de 1920: Es canonizada por Benedicto XV

 

La Guardia de Honor y Santa Margarita Ma. Alacoque:

 

 

LA GUARDIA DE HONOR CUMPLE PLENAMENTE

LO QUE EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS PIDE A SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

 

 

El Sagrado Corazón a Santa Margarita: «Tengo una sed ardiente de ser amado y honrado en el Sacramento de mi amor, y no encuentro casi a nadie que responda a este deseo mío».

Santa Margarita María de Alacoque

Los Guardias de Honor que rodean el Sagrario, están allí en ese puesto como centinelas, relevándose de hora en hora, para cumplir su misión, a la cual están convocados en estos términos: «Al principio de la Hora de Guardia, los Socios van en espíritu al puesto de Amor, el Sagrario. Allí ofrecen a Jesús sus pensamientos, sus palabras, sus penas, sus acciones; y, sobre todo, el deseo que sienten de consolar a su Corazón con su amor».

 

El Sagrado Corazón a Santa Margarita: “Tengo contento y gusto en ver mi amor honrado bajo la forma un Corazón de carne. Deseo que esta imagen se exponga en público, para conmover por éste medio el corazón insensible de los hombres y atraerlos a mi amor”.

 

La Guardia de Honor ha realizado completamente este deseo del Corazón de Jesús. Los Cuadrantes de la Obra, en cuyo centro destaca la imagen del Corazón traspasado, se hallan esparcidos y expuestos por toda la tierra. A la vista de este Corazón, multitud de corazones alejados han sido atraídos al amor de Jesús.

 

En otra ocasión decía el Salvador a su humilde confidente: «Quiero formar en torno de mi Corazón una corona de doce estrellas compuesta de mis más fieles y queridos siervos».

 

Y, en efecto, doce estrellas están dispuestas en torno del Cuadrante de la Guardia de Honor; y bajo cada una de ellas los nombres de sus siervos, se agrupan alrededor del Corazón de Jesús, formándole la corona de que hablaba a Santa Margarita.

 

Nuestro Señor se complacía en anunciar su reinado de amor por el culto de su divino Corazón: Le decía a la Santa de Paray: «Reinaré a pesar de los esfuerzos que hagan mis enemigos para oponérseme». Y Santa Margarita María repetía con una seguridad invencible: «Sí, reinará a pesar del infierno y sus esfuerzos; esta seguridad me transporta de alegría».

 

La aparición de la Guardia de Honor no sólo hace presente el Reinado de Amor, sino que lo publica, confirma y propaga de muchos modos.

 

Más aún, dice Santa Margarita María: «Un día me mostró el Salvador la devoción a su Sagrado Corazón, bajo la figura de un hermoso árbol que tenía sus raíces en nuestro Santo Instituto, y del que quería que las hijas de la Visitación distribuyesen los frutos con abundancia».

 

Santa_Margarita_Maria_de_Alacoque__incorrupta

La Guardia de Honor ofrece, no sólo este hermoso árbol a las miradas de los Socios, sino «las hojas de este árbol, que deben sanar las naciones», y las distribuye a los cuatro vientos bajo la forma de sus Billetes apropiados a todas las condiciones de la vida. Especialmente son distribuidos los primeros viernes de cada mes.

 

Santa Margarita María Alacoque exhortó a los devotos del Sagrado Corazón a llevar la imagen de él sobre su propio corazón.

 

La Medalla de la Guardia de Honor responde a este deseo de la Santa de Paray-le-Monial. Lleva de un lado el Cuadrante con el Corazón de Jesús y en el otro lado el Calvario en el que Jesús está en la cruz con la primera Guardia de Honor: la Santísima Virgen, la Magdalena y San Juan.

 

El Corazón de Jesús: “En el Huerto de los Olivos es donde yo he sufrido más que en el resto de mi Pasión, viéndome en una abandono total, cargando con todos los pecados del mundo. Es por eso que te pido que hagas una Hora Santa de 11 a 12 de la noche del jueves anterior al primer viernes”.

 

La Hora Santa, que le pidió Nuestro Señor, está aconsejada a los Guardias de Honor. El Manual indica el método para hacerla. Puede ser ante el Santísimo Sacramento o trasladándonos allí en espíritu.

 

El Sagrado Corazón de Jesús dice a Santa Margarita: “Te pido comulgues todos los primeros viernes de cada mes para reparar, en cuanto sea posible, los ultrajes que recibo durante el mes en el Santísimo Sacramento del altar”.

 

“Yo te prometo en el exceso de mi misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a los que comulguen los primeros viernes durante 9 meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, que ellos no morirán en mi desgracia y sin recibir los Sacramentos y yo seré su asilo seguro en la última hora.

 

La Guardia de Honor responde a este deseo, procurando que sus miembros se preparen a esta Comunión reparadora y a los ejercicios que en honor del Sagrado Corazón de Jesús se practican los primeros viernes de mes.

 

Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús

 

 

LAS 12 PROMESAS

De ahí las famosísimas 12 Promesas del Sagrado Corazón a sus devotos adoradores:

 A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.

 Daré paz a sus familias.

 Las consolaré en todas sus aflicciones.

 Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, principalmente en la hora de la muerte.

 Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

 Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.

 Las almas tibias se harán fervorosas.

 Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

 Bendeciré las casas en las que la imagen de mi Corazón se exponga y sea honrada.

10ª Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.

11ª Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12ª A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final… a los que me tributen gloria, amor y reparación, prometo un especial auxilio durante su vida pero principalmente a la hora de su muerte.

 


Explicaciones Doctrinales

La devoción al Sagrado Corazón no es sino una forma especial de devoción a Jesús. Al esclarecer su objeto, sus fundamentos y sus actos propios conoceremos qué es exactamente y qué hace distinta a esta devoción.

(1) El objeto especial de la devoción al Sagrado Corazón
La naturaleza de esta cuestión es ya de por si compleja y las dificultades que nacen a causa de la terminología la hacen aún más compleja. Sin profundizar en términos que son extremadamente técnicos, estudiaremos las ideas en si mismas y, con el fin de pronto saber dónde estamos, nos detendremos en el significado y en el uso que se da a la palabra corazón en el lenguaje normal.

(a) La palabra corazón despierta en nosotros, antes que nada, la idea del órgano vital que palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque quizás vagamente, que está íntimamente conectado no sólo con nuestra vida física, sino también con nuestra vida moral y emocional Tal relación explica, también, que el corazón de carne sea universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y emocional, y que por asociación, la palabra corazón ocupe el sitio que tiene en el lenguaje simbólico y que esa palabra se aplique igualmente a las cosas mismas que son simbolizadas por el corazón. (Cfr. Jr 31, 33; Dt 6, 5; 29, 3; Is 29, 13; Ez 36, 26; Mt 6, 21; 15, 19; Lc 8, 15; Rm 5, 5; Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 368, 2517, N.T.). Pensemos, por ejemplo, en expresiones como «abrir nuestro corazón», «entregar el corazón», etc. Llega a pasar que el símbolo es despojado de su significado material y en vez del signo se percibe sólo lo que es significado. De igual manera, en el lenguaje corriente la palabra alma ya no despierta la idea de aliento, y la palabra corazón sólo nos trae a la mente las ideas de valor o amor. Claro que aquí hablamos de figuras del lenguaje o de metáforas, más que de símbolos. El símbolo es un signo real, mientras que la metáfora es sólo un signo verbal. El símbolo es algo que significa algo distinto de si mismo, mientras que la metáfora es una palabra utilizada para dar a entender algo distinto de su significado propio. Por último, en el lenguaje normal, nosotros pasamos continuamente de la parte al todo y, gracias a una forma muy natural de hablar, usamos la palabra corazón para referirnos a la persona. Todas estas ideas nos ayudarán a determinar el objeto de la devoción al Sagrado Corazón.

(b) El problema comienza cuando se debe distinguir entre los significados material, metafórico y simbólico de la palabra corazón. Se trata de saber si el objeto de la devoción es el corazón de carne, como tal, o el amor de Jesucristo significado metafóricamente por la palabra corazón, o el corazón de carne en cuanto símbolo de la vida emocional y moral de Jesús, especialmente de su amor hacia nosotros. Afirmamos que se da debido culto al corazón de carne en cuanto éste simboliza y recuerda el amor de Jesús y su vida emocional y moral (Cfr. Pío XII, encíclica «Haurietis Aquas», 18,21,24, N.T.).
De tal forma, aunque la devoción se dirige al corazón material, no se detiene ahí: incluye el amor, ese amor que constituye su objeto principal pero que únicamente se alcanza a través del corazón de carne, símbolo y signo de ese amor. La devoción al solo Corazón de Jesús, tomado éste como una parte noble de su divino cuerpo, no sería equivalente a la devoción al Sagrado Corazón tal y como la entiende y aprueba la Iglesia. Y lo mismo se puede decir de la devoción al amor de Jesús, como si se tratara de una parte separada de su corazón de carne, o sin más relación con este último que la sugerida por una palabra tomada en su sentido metafórico. (Cfr. Gaudium et Spes, 22,2, N.T.) Pues hay que considerar que en esta devoción existen dos elementos: uno sensible, el corazón de carne, y uno espiritual, el que es representado y traído a la mente por el corazón de carne. Estos dos elementos no son dos objetos distintos, simplemente coordinados, sino que realmente constituyen un objeto solo, del mismo modo como lo hacen el alma y el cuerpo, y el signo y la cosa significada. De esos dos elementos el principal es el amor, que es la causa y la razón de la existencia de la devoción, tal como el alma es el elemento principal en el hombre. Consecuentemente, la devoción al Sagrado Corazón puede ser definida como una devoción al Corazón Adorable de Jesucristo en cuanto él representa y recuerda su amor. O, lo que equivale a lo mismo, se trata de la devoción al amor de Jesucristo en cuanto que ese amor es recordado y simbólicamente representado por su corazón de carne (Cfr. Encíclica de S.S. León XIII, Annum Sacrum; Catecismo de la Iglesia Católica nos. 479, 609. N.T.).

(c) La devoción está basada totalmente en el simbolismo del corazón. Es este simbolismo lo que de da su significado y su unidad, y su fuerza simbólica queda admirablemente completada al ser representado el corazón como herido. Como el Corazón de Jesús se nos presenta como el signo sensible de su amor, la herida visible en el Corazón nos recuerda la invisible herida de su amor («Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza», Catecismo de la Iglesia Católica, 1439, N.T.). Ese simbolismo también nos deja en claro que la devoción, si bien concede al corazón un lugar especial, poco está interesada en los detalles anatómicos. Dado que en las imágenes del Sagrado Corazón la expresión simbólica debe predominar sobre todo lo demás, no se busca nunca la congruencia anatómica; ésta afectaría negativamente la devoción al debilitar la evidencia del simbolismo. Es de primera importancia que el corazón como emblema se pueda distinguir del corazón anatómico; lo apropiado de la imagen debe ser favorable a la expresión de la idea. En una imagen del Sagrado Corazón es necesario un corazón visible, pero éste debe ser, además de visible, simbólico. Y se puede afirmar algo semejante en el ámbito de la fisiología, porque el corazón de carne que constituye el objeto de la devoción, y que debe dejar ver el amor de Jesús, es el Corazón de Jesús, el Corazón real, viviente, que en verdad amó y sufrió; el que, como lo experimentamos en nuestros corazones, tuvo relación con las emociones y la vida moral de Cristo; el que, por el conocimiento, así sea rudimentario, que tenemos a partir de las operaciones de nuestra propia vida

humana

, jugó igual papel en las operaciones de la vida del Maestro. Sin embargo, la relación entre el Corazón y el Amor de Cristo no tiene un carácter puramente convencional, como es el caso entre la palabra y la cosa, o entre la bandera y el país que ésta representa. Ese Corazón ha estado y está inseparablemente vinculado con la vida de Cristo, vida de bondad y amor. Basta, empero, que en nuestra devoción simplemente conozcamos y sintamos esta relación tan íntima. No tenemos porqué preocuparnos por la anatomía del Sagrado Corazón, ni con determinar cuáles son sus funciones en la vida diaria. Sabemos que el simbolismo del corazón se funda en la realidad y que constituye el objeto de nuestra devoción al Sagrado Corazón, la cual no está en peligro de caer en el error.

(d) El corazón es, antes que nada, el emblema del amor y es precisamente esa característica la que define naturalmente a la devoción al Sagrado Corazón. Es más, ya que la devoción se dirige al amante Corazón de Jesús, ella debe abarcar todo aquello que es abrazado por ese amor. Y, en ese contexto, ¿no fue ese amor la causa de toda acción y sufrimiento de Cristo?. ¿No fue su vida interior, más que la exterior, dominada por ese amor? Por otro lado, teniendo la devoción al Sagrado Corazón como objeto al Corazón viviente de Jesús, eso mismo familiariza al devoto con toda la vida interna del Maestro, con sus virtudes y sentimientos y, finalmente, con Jesús mismo, infinitamente amante y amable. Consecuentemente, de la devoción al Corazón amante se procede, primero, al conocimiento íntimo de Jesús, de sus sentimientos y virtudes, de toda su vida emocional y moral; del Corazón amante se extiende a las manifestaciones de su amor. Hay otra forma de extensión que, teniendo la misma significación, se realiza, sin embargo, de diverso modo, pasando del Corazón a la Persona. Transición que, por otra parte, es algo que se realiza naturalmente. Cuando hablamos de un «gran corazón» siempre hacemos alusión a una persona, del mismo modo que cuando mencionamos el Sagrado Corazón nos referimos a Jesús. Esto no sucede porque ambas cosas sean sinónimas sino porque la palabra corazón se utiliza para indicar una persona, y esto es posible porque expresamos que tal persona está relacionada con su propia vida moral y emocional. Del mismo modo, cuando nos referimos a Jesús como el Sagrado Corazón, lo que en realidad queremos expresar es al Jesús que manifiesta su Corazón, el Jesús amante y amable. Jesús entero queda recapitulado en su Corazón Sagrado, al igual que todas las cosas son recapituladas en Jesús.

(e) Tal entrega a Jesús, amante y amable, lleva al devoto a darse cuenta que su divino amor ha sido y continúa siendo rechazado. Dios continuamente se lamenta de ello en las Sagradas Escrituras; los santos siempre han escuchado en sus corazones la queja de ese amor no correspondido. Una de las fases esenciales de la devoción es la percepción de que el amor de Jesús por nosotros es ignorado y despreciado. El mismo Jesús reveló esa verdad a Santa Margarita María Alacoque, ante la que se quejó de ello amargamente.

(f) Este amor se manifiesta claramente en Jesús y en su vida, y únicamente ese amor puede explicar a Jesús, así como sus palabras y obras. Empero, su amor brilla más resplandeciente en ciertos misterios a través de los que nos llegan grandes bienes, y en los cuales Jesús se manifiesta más generoso en la entrega de si mismo. Podemos pensar, por ejemplo, en la Encarnación, la Pasión y la Eucaristía. Estos misterios, además, tienen un lugar especial en la devoción que, buscando a Jesús y los signos de su amor y su gracia, los encuentra aquí con una intensidad mayor que en cualquier evento particular.

(g) Ya se dijo arriba que la devoción al Sagrado Corazón, dirigida al Corazón de Jesús como emblema de su amor, pone especial atención a su amor por la humanidad. Lógicamente, esto no excluye su amor a Dios, pues está incluido en su amor por los hombres. Se trata, entonces, de la devoción al «Corazón que tanto ha amado a los hombres», según las palabras citadas por Santa Margarita María.

(h) Por último, surge la pregunta de si el amor al que honramos con esta devoción es el mismo con el que Jesús nos ama en cuanto hombre o se trata de aquel con el que nos ama en cuanto Dios. O sea, si se trata de un amor creado o de uno increado; de su amor humano o de su amor divino. Sin lugar a dudas se trata del amor de Dios hecho hombre, el amor del Verbo Encarnado. Ningún devoto separa estos dos amores, como tampoco separa las dos naturalezas de Cristo (Cfr. Catecismo de la Igesia Católica, No. 470, N.T.). Y aunque quisiésemos debatir este punto y solucionarlo a toda costa, sólo encontraremos que hay diferentes opiniones entre los autores. Algunos, por considerar que el corazón de carne sólo puede vincularse con el amor humano, concluyen que no puede simbolizar el amor divino que, a su vez, no es propio de la persona de Jesús y que, por tanto, el amor divino no puede ser objeto de la devoción. Otros afirman que el amor divino no puede ser objeto de la devoción si se le separa del Verbo Encarnado, o sea que sólo es tal cuando se le considera como el amor del Verbo Encarnado y no ven porqué no pueda ser simbolizado por el corazón de carne ni porqué la devoción debiera circunscribirse solamente al amor creado.

(2) Fundamentos de la devoción
Esta cuestión puede ser estudiada bajo tres aspectos: el histórico, el teológico y el científico.

(a) Fundamentos históricos
Al aprobar la devoción al Sagrado Corazón, la Iglesia no simplemente confió en las visiones de Santa Margarita María, sino que, haciendo abstracción de ellas, examinó el culto en si mismo. Las visiones de Santa Margarita María podían ser falsas, pero ello no debía repercutir en la devoción, haciéndola menos digna o firme. Sin embargo, el hecho es que la devoción se propagó principalmente bajo la influencia del movimiento que se inició en Paray-le-Monial. Antes de su beatificación, las visiones de Santa Margarita María fueron críticamente examinadas por la Iglesia, cuyo juicio, en tales casos, aunque no es infalible, sí implica una certeza humana suficiente para garantizar las palabras y acciones que se sigan de él.

(b) Fundamentos teológicos
El Corazón de Jesús merece adoración, como lo hace todo lo que pertenece a su persona. Pero no la merecería si se le considerase como algo aislado o desvinculado de ésta. Definitivamente, al Corazón de Jesús no se le considera de ese modo, y Pio VI, en su bula de 1794, «Auctorem fidei», defendió con su autoridad este aspecto de la devoción contra las calumnias jansenistas. Si bien el culto se rinde al Corazón de Jesús, va más allá del corazón de carne, para dirigirse al amor cuyo símbolo expresivo y vivo es el corazón. No se requiere justificar la devoción acerca de esto. Es la Persona de Jesús a quien se dirige, y esta Persona es inseparable de su divinidad. Jesús, la manifestación viviente de la bondad de Dios y de su amor paternal; Jesús, infinitamente amable y amante, visto desde la principal manifestación de su amor, es el objeto de la devoción al Sagrado Corazón, del mismo modo que lo es de toda la religión cristiana. La dificultad reside en la unión del corazón y el amor, y en la relación que la devoción supone que existe entre ambos. Pero, ¿no es esto un error que ya ha sido superado hace mucho?. Sólo queda por ver si la devoción, bajo este aspecto, está bien fundamentada.

(c) Fundamentos filosóficos y científicos
En este aspecto ha habido cierta falta de certeza entre los teólogos. No obviamente en lo tocante a la base del asunto, sino en lo que respecta a las explicaciones. En ocasiones ellos han hablado como si el corazón fuera el órgano del amor, aunque este punto no tiene relación con la devoción, para la cual basta que el corazón sea el símbolo del amor y sobre ello no cabe duda: sí hay una vinculación real entre el corazón y las emociones. Nadie niega el hecho de que el corazón es símbolo del amor y todos experimentamos que el corazón se convierte en una especie de eco de nuestros sentimientos. Un estudio de esta especie de resonancia sería muy interesante, pero no le hace falta a la devoción, ya que es un hecho atestiguado por la experiencia diaria; un hecho del cual la medicina puede dar razones y explicar las condiciones, pero que no es parte del presente estudio, ni su objeto requiere ser conocido por nosotros.

(3) El acto propio de la devoción
El objeto mismo de la devoción exige un acto apropiado, si se considera que la devoción al amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que nada, una devoción al amor a Jesús. Su característica debe ser la reciprocidad del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el amor de Jesús se manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre todo en la Eucaristía, el amor propio de la devoción deberá manifestarse como un amor de reparación. De ahí la importancia de los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Mas ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas de la devoción al Sagrado Corazón. El amor que constituye su núcleo lo abraza todo y, entre más se le entiende, más firmemente se convence uno de que nada puede competir con él para hacer que Jesús viva en nosotros y para llevar a quien lo vive a amar a Dios, en unión con Jesús, con todo su corazón, su alma y sus fuerzas.

 


¿Dónde inicia la devoción al Corazón de Cristo? La devoción al Corazón de Cristo comienza la tarde del Viernes Santo, en ese momento de la vida del Señor de plena pasión cuando Juan, el discípulo amado, María, la Madre de Jesús y María Magdalena la pecadora arrepentida, contemplan a Cristo crucificado, y con sus ojos ven como un soldado, una vez que Cristo ha muerto, con una lanza le abre el costado y detrás de este costado se deja ver el Corazón del Señor. La lanzada no fue un sufrimiento más, Jesús tuvo muchos sufrimientos en su pasión, ya estaba muerto cuando el soldado le atravesó el costado. Es un signo profundo, es cómo el Padre quiere que quede para siempre Jesucristo: con su costado, con su Corazón abierto de par en par. Cristo, ya muerto, es rasgado en su Corazón que tanto ha amado, y que tanto ha sufrido. Y queda así, con el Corazón abierto para toda la eternidad. Juan contempla al nuevo Adán dormido en la Cruz, y de cuyo costado abierto brota agua y sangre, es decir brota la Iglesia, su esposa, la nueva Eva. Por eso Jesús es el nuevo Adán y nosotros, somos la nueva Eva, porque el agua significa el bautismo, por el cual entramos en la Iglesia, y la Sangre simboliza la Eucaristía, la plenitud de vida en ella.

En la escritura se hace referencia al Corazón como la interioridad de Jesús. Hablar del Corazón de Jesús desde la Sagrada Escritura, en pocas palabras, es afirmar en Jesús, Dios nos ama con un Corazón de carne. La Sagrada Escritura nos ayuda a comprender que la devoción al Corazón de Cristo no es ninguna ideología, sino una experiencia de amistad.

Después de la Sagrada Escritura, llegan los Santos Padres, los grandes escritores de la antigüedad. También en ello aparece la devoción al Corazón de Cristo. Los Santos Padres han puesto su mirada, en el costado abierto de Cristo en la Cruz y del costado han llegado a la intimidad del Señor. El Corazón simboliza lo más íntimo, lo más profundo del ser de la persona y han visto como de este costado abierto de Cristo en la Cruz ha nacido la Iglesia. No ha pasado desapercibido a los Santos Padres el costado abierto del Señor con un Corazón redentor, es decir, las entrañas de misericordia de Jesús que se entrega sin reservas para que todos lo hombres descubran al Dios verdadero que es amor y tengan vida y vida en abundancia.

Después de los Santos Padres a lo largo de la historia de la santidad de la Iglesia, muchos Santos han sido tocados por la gracia para profundizar una dimensión muy cercana a nuestra espiritualidad: la humanidad de Cristo. Llegamos así a Santa Margarita María Alacoque, que es una figura clave del siglo XVII en la devoción al Corazón de Cristo en su etapa moderna. A ella el Corazón de Cristo le reveló como su amor redentor arde hacia todos los hombres. Durante la adoración eucarística contempló como Jesús le mostró ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que en recompensa es despreciado. Desde que ella tuvo estas revelaciones, estas gracias especiales, se difundió por toda Iglesia el culto y la devoción al Sagrado Corazón, en sus expresiones de Consagración y Reparación.

¿Y qué dice el Magisterio? El Magisterio son las enseñanzas de la Iglesia, de los Concilios y de los Papas: Recordamos al Papa León XIII que consagró al mundo a este Corazón humano de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Después Pío XI, 1928, escribió la Encíclica “Miserentisimus Redentor”, sobre la devoción al Corazón del Señor, llamando a los hombres a tomarse en serio este amor, porque ahí está la esperanza y la salvación del Mundo y la fuerza capaz de frenar la violencia y el mal que reinaban durante esos años en Europa y en todo el mundo.

Años más tarde, después del horror de las guerras mundiales, Pío XII escribió la Encíclica más importante “Ahurietis Aquas” en la que se habla de la verdadera devoción al Corazón de Cristo, de lo sustantivo de esta devoción, que es lo que va mas allá de las culturas y de los tiempos, y de lo adjetivo, que puede irse modificando según las circunstancias. Es una Encíclica llena de esperaza que ayuda a recuperar el sentido de la vida.

Santa Margarita María Alacoque

Toda la vida de Margarita María es una filigrana del amor de Dios, que la eligió como discípula predilecta de su Corazón, y no obstante ese amor, no la eximió del sufrimiento, sino que como a su Hijo único, quiso asociarla a su pasión hasta configurarla con Él y hacerla viva imagen suya. Por eso, su trayectoria vital está entramada de gozos y a la vez, de incomprensiones, obstáculos y dificultades de todo tipo.

22 de julio de 1647 Margarita Alacoque nace en Vérosvres (Francia)
25 de julio de 1647 Recibe el bautismo. Desde muy niña experimenta la obra de la Gracia en su alma.
Hacia 1652 Hace voto de castidad en el momento de la consagración de la Misa, con el deseo de ser toda de Dios.
11 de diciembre 1655 Muere su padre. Comienza una etapa especialmente difícil para la familia. El sufrimiento la abre al amor de Cristo y de los demás.
1656 Recibe la primera Comunión en las clarisas urbanistas de Charolles.
1657-1661 Padece una extraña enfermedad que la inmoviliza y de la que cura milagrosamente por intercesión de la Virgen. Después vive una etapa en que se debate entre el mundo –es alegre, atractiva, varios jóvenes la piden en matrimonio…- y la llamada de Dios.
1669 Es confirmada y añade a su nombre el de “María”, por su devoción a la Virgen. Conserva ese nombre como religiosa y por él es venerada como santa.
20 de junio 1671 Entra en el Monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial. Escucha que el Señor le dice: “Aquí es donde te quiero”. Ha elegido esta Orden por ser toda de la Virgen María. Margarita Tiene 23 años.
25 de agosto de 1671 Recibe el Hábito.
6 de noviembre de 1672 Hace la profesión perpetua. Desde entonces y hasta su muerte tiene el privilegio de gozar de la presencia de Jesús de una manera distinta a la que había experimentado hasta ese momento.
27 de diciembre de 1673, comienzos de 1674, junio de 1674 y junio de 1675 Las cuatro principales apariciones de Jesús mientras Margarita está adorándole en la Eucaristía. Él le muestra su Corazón:

© “Mi divino Corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres, que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos…”

© “El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas… con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior…”

© “Me descubrió las maravillas de su Amor” Jesús le dice: Al menos tú dame el placer de suplir la ingratitud de los hombres”. Le pide la comunión en los primeros viernes de mes y la Hora Santa.

© “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha perdonado nada hasta consumirse para testimoniarles su Amor y en reconocimiento no recibo de la mayor parte sino ingratitud…”

Marzo de 1675 Encuentro providencial con san Claudio de la Colombière, S.I. que confirma la veracidad de sus revelaciones.
1678: El Señor le dice: “Quiero que me sirvas de instrumento para atraer los corazones a mi amor”… “Te constituyo heredera de mi Corazón”.
1684: La M. Mª Cristina Melin la escoge como Asistente (subpriora). Lo será también desde 1687 hasta su muerte. Prueba de la confianza que su comunidad tiene en ella
Otoño 1684: Recibe la gracia del matrimonio espiritual. El Señor le invita a asociarse a su vida en la Eucaristía.
31 de diciembre de 1684 Es nombrada Maestra de Novicias, encargada de formar a numerosas jóvenes en la vida y espiritualidad visitandinas
20 de julio de 1685 Pide a sus novicias que se consagren al Corazón de Jesús, lo que provoca recelos en la comunidad.
20 de junio de 1686 Once meses más tarde, unánimemente y con alegría, la comunidad festeja al Sagrado Corazón en el día pedido por Él mismo.
31 de octubre de 1686 Pronuncia el voto de perfección.
2 de julio de 1688 La Virgen confía a las visitandinas y a los jesuitas la misión de propagar la devoción del Corazón de Jesús
17 de octubre de 1690 Muere Margarita María; va a abismarse en el Corazón de Jesús: “¡Qué dicha amar a Dios, qué dicha!, ¡amad a este Amor, pero amadle con perfección!”
18 de septiembre de 1864 Es beatificada por Pío IX
13 de mayo de 1920: Es canonizada por Benedicto XV

La Guardia de Honor y Santa Margarita Ma. Alacoque:

LA GUARDIA DE HONOR CUMPLE PLENAMENTE LO QUE

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS PIDE A SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

El Sagrado Corazón a Santa Margarita: «Tengo una sed ardiente de ser amado y honrado en el Sacramento de mi amor, y no encuentro casi a nadie que responda a este deseo mío».

Los Guardias de Honor que rodean el Sagrario, están allí en ese puesto como centinelas, relevándose de hora en hora, para cumplir su misión, a la cual están convocados en estos términos: «Al principio de la Hora de Guardia, los Socios van en espíritu al puesto de Amor, el Sagrario. Allí ofrecen a Jesús sus pensamientos, sus palabras, sus penas, sus acciones; y, sobre todo, el deseo que sienten de consolar a su Corazón con su amor».

El Sagrado Corazón a Santa Margarita: “Tengo contento y gusto en ver mi amor honrado bajo la forma un Corazón de carne. Deseo que esta imagen se exponga en público, para conmover por éste medio el corazón insensible de los hombres y atraerlos a mi amor”.

La Guardia de Honor ha realizado completamente este deseo del Corazón de Jesús. Los Cuadrantes de la Obra, en cuyo centro destaca la imagen del Corazón traspasado, se hallan esparcidos y expuestos por toda la tierra. A la vista de este Corazón, multitud de corazones alejados han sido atraídos al amor de Jesús.

En otra ocasión decía el Salvador a su humilde confidente: «Quiero formar en torno de mi Corazón una corona de doce estrellas compuesta de mis más fieles y queridos siervos».

Y, en efecto, doce estrellas están dispuestas en torno del Cuadrante de la Guardia de Honor; y bajo cada una de ellas los nombres de sus siervos, se agrupan alrededor del Corazón de Jesús, formándole la corona de que hablaba a Santa Margarita.

Nuestro Señor se complacía en anunciar su reinado de amor por el culto de su divino Corazón: Le decía a la Santa de Paray: «Reinaré a pesar de los esfuerzos que hagan mis enemigos para oponérseme». Y Santa Margarita María repetía con una seguridad invencible: «Sí, reinará a pesar del infierno y sus esfuerzos; esta seguridad me transporta de alegría».

La aparición de la Guardia de Honor no sólo hace presente el Reinado de Amor, sino que lo publica, confirma y propaga de muchos modos.

Más aún, dice Santa Margarita María: «Un día me mostró el Salvador la devoción a su Sagrado Corazón, bajo la figura de un hermoso árbol que tenía sus raíces en nuestro Santo Instituto, y del que quería que las hijas de la Visitación distribuyesen los frutos con abundancia».

La Guardia de Honor ofrece, no sólo este hermoso árbol a las miradas de los Socios, sino «las hojas de este árbol, que deben sanar las naciones», y las distribuye a los cuatro vientos bajo la forma de sus Billetes apropiados a todas las condiciones de la vida. Especialmente son distribuidos los primeros viernes de cada mes.

Santa Margarita María Alacoque exhortó a los devotos del Sagrado Corazón a llevar la imagen de él sobre su propio corazón.

La Medalla de la Guardia de Honor responde a este deseo de la Santa de Paray-le-Monial. Lleva de un lado el Cuadrante con el Corazón de Jesús y en el otro lado el Calvario en el que Jesús está en la cruz con la primera Guardia de Honor: la Santísima Virgen, la Magdalena y San Juan.

El Corazón de Jesús: “En el Huerto de los Olivos es donde yo he sufrido más que en el resto de mi Pasión, viéndome en una abandono total, cargando con todos los pecados del mundo. Es por eso que te pido que hagas una Hora Santa de 11 a 12 de la noche del jueves anterior al primer viernes”.

La Hora Santa, que le pidió Nuestro Señor, está aconsejada a los Guardias de Honor. El Manual indica el método para hacerla. Puede ser ante el Santísimo Sacramento o trasladándonos allí en espíritu.

El Sagrado Corazón de Jesús dice a Santa Margarita: “Te pido comulgues todos los primeros viernes de cada mes para reparar, en cuanto sea posible, los ultrajes que recibo durante el mes en el Santísimo Sacramento del altar”.

“Yo te prometo en el exceso de mi misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a los que comulguen los primeros viernes durante 9 meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, que ellos no morirán en mi desgracia y sin recibir los Sacramentos y yo seré su asilo seguro en la última hora.

La Guardia de Honor responde a este deseo, procurando que sus miembros se preparen a esta Comunión reparadora y a los ejercicios que en honor del Sagrado Corazón de Jesús se practican los primeros viernes de mes.

Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús

LAS 12 PROMESAS

De ahí las famosísimas 12 Promesas del Sagrado Corazón a sus devotos adoradores:

 A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.

 Daré paz a sus familias.

 Las consolaré en todas sus aflicciones.

 Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, principalmente en la hora de la muerte.

 Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

 Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.

 Las almas tibias se harán fervorosas.

 Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

 Bendeciré las casas en las que la imagen de mi Corazón se exponga y sea honrada.

10ª Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.

11ª Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12ª A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final… a los que me tributen gloria, amor y reparación, prometo un especial auxilio durante su vida pero pr


NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Recitada diariamente por San Pío de Pietrelchina por todos aquellos que le solicitaban sus oraciones

1.-   Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.”

He aquí que llamo busco y pido la gracia de…………………..

Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.

2.-   Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, lo que se pidiese a Mi Padre en Mi Nombre, EL lo dará a vosotros.”

He aquí que en vuestro nombre, le pido al Padre Celestial la gracia de……………………….

Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.

3.-   Oh Jesús mío, habéis dicho: “ En verdad os digo, que el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán jamás.”

He aquí que, animado por Vuestra infalibles palabras, ahora pido la gracia de…………

Padre Nuestro, Ave Mará, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.

Oh! Sagrado Corazón de Jesús, solamente una cosa se os ha de ser imposible y eso consiste en no tener compasión de los afligidos. Te piedad de nosotros miserables pecadores y conceded la gracia que os pedimos, mediante el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, Vuestra tierna Madre, y nuestra Madre compasiva.

Rezad “La Salve” y añádase la siguiente jaculatoria:  San  José, Padre Guardián de Jesús, rogad por nosotros.
NOVENA AL SAGRADO CORAZON

Oh Señor Jesús,
a tu Sagrado Corazón
yo confío esta intención…………
Solo mírame,
entonces has conmigo
lo que tu Corazón indique.
Deja que tu Sagrado Corazón decida…
Yo confío en ti…
Me abandono en tu Misericordia,
Señor Jesús! Ella no me fallará.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Sagrado Corazón de Jesús,
creo en tu amor por mi.
Sagrado Corazón de Jesús,
que venga tu Reino.
Oh Sagrado Corazón de Jesús,
te he pedido por tantos favores,
pero con ansias te imploro por esta petición.
Tómala, ponla en tu abierto y roto corazón,
y cuando el Padre Eterno la mire,
cubierta por tu Preciosa Sangre,
no podrá rehusarla.
Ya no sera mas mi oración,
sino la tuya, Oh Jesús.
Oh Sagrado Corazón de Jesús,
pongo toda mi confianza en Ti.
Nunca permitas que me confunda…
Amén
NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN

Jesús, Tú dijiste: Pidan y recibirán, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá. Aquí estoy de rodillas delante de Ti, lleno de fe viva y confianza
en las promesas que hizo tu Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Vengo a pedirte esta gracia (Mencione el favor que desea).
Amadísimo Jesús, creo firmemente que me puedes conceder la gracia que te pido, aunque sea preciso un milagro.
Si Tú quieres se cumplirá mi deseo. Reconozco que soy muy indigno de tus favores, pero eso no me quita la confianza en Ti.
Tú eres Dios misericordioso, que no rechaza mi corazón contrito. Tiende sobre mí tu mirada de misericordia, te suplico, y tu bondadoso Corazón hallará en mis miserias y debilidades motivo para concederme lo que pido. Sagrado Corazón, cualquiera que sea tu decisión sobre lo que pido, nunca dejaré de amarte, alabarte y servirte.
Muéstrate propicio, Jesús, y acepta este acto de perfecta sumisión a los designios de tu adorable Corazón, designios que sinceramente deseo se cumplan en mí y en todas las criaturas por siempre.Concédeme la gracia que te pido humildemente por intercesión del Inmaculado Corazón de tu Madre Dolorosa. Me has confiado a ella como hijo suyo
y sus oraciones lo pueden todo contigo. Amén.
EL DETENTE O SALVAGUARDIA DEL SAGRADO CORAZÓN
Por SCTJM

El «detente» es un pequeño emblema que se lleva sobre el pecho, con la imagen del Sagrado Corazón. Es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado, así el «detente» es signo de nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús y de nuestra confianza en su protección contra las acechanzas del maligno. Le decimos «detente», en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad. Se le conoce también como el “Pequeño Escapulario del Sagrado Corazón”, aunque no es, en el sentido estricto de la palabra, un escapulario.

Origen: Proviene de Santa Margarita María Alacoque, como lo atestigua una carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2 de Marzo de 1686 en la que le dice: “Él (Jesús) desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas pequeñas para llevarlas puestas.” (Vida y Obras, vol. II, p.306, nota). Ella misma llevaba una sobre su pecho, debajo del hábito e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo. Hizo muchas de estas imágenes y recomendaba que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.

El detente y la plaga de Marsellas
Fue especialmente en el año 1720, durante una terrible plaga en Marsellas, Francia (Cf. Hamon, op.cit., vol. III, p. 431) que este pequeño escapulario, o como se le llamó “Salvaguardia,” se difundió entre todos los fieles. Este “Detente” consistía en un pedazo de tela blanca en la cual la imagen del Sagrado Corazón era bordada, con la leyenda “Oh Corazón de Jesús, abismo de amor y misericordia, en ti confío” (Las palabras: “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” corresponden a un período posterior. Hamon, ibid.,Nota).

La forma que hoy tiene el detente fue dada por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat, a quien el Señor le había dejado saber de antemano el daño que iba a causar la plaga y también el maravilloso auxilio que la ciudad encontraría en la devoción a Su Sagrado Corazón. Ella hizo, con la ayuda de sus hermanas en religión, miles de estos emblemas y los repartieron por toda la ciudad y alrededores. La historia nos relata que poco después la plaga cesó. (Cf. Hamon, op. cit., vol III, p.425; Beringer, op. cit., vol I, n. 953, p. 520).

Entre los regalos que el Papa Bendicto XIV, en el 1748, envió a la princesa Polaca Mary Lczinska con la ocasión de su matrimonio con el Rey de Francia Luis XV, habían, de acuerdo a las memorias de ese tiempo, “muchos escudos del Sagrado Corazón hechos de taffeta roja y bordados en oro.” (De Franciosi, s.j., La dévotion au Sacré-Coeur de Jésus, p. 289).

En el tiempo de la Revolución Francesa se desató una violenta persecución contra la Iglesia. Estos escapularios se tuvieron por “la manifestación viva del fanatismo” y como evidencia de hostilidad al régimen revolucionario. Durante el juicio de la reina María Antonieta, se produjo en su contra, como evidencia, un pedazo de papel muy fino que se encontró entre sus pertenencias, en el que la imagen del Sagrado Corazón estaba dibujada, con la llaga, la cruz y la corona de espinas, y con la leyenda: “Sagrado Corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros.” (Ibid., p. 290).

El uso del detente se extendió grandemente, especialmente desde el 1866, durante los estragos producidos por la epidemia del cólera de Amiens, Roubaix, Cairo y otras partes. Su influencia beneficiosa se hizo evidente. Después de la guerra Franco-Alemana los “Salvaguardia” probaron ser en mas de una ocasión, un escudo que protegió a muchos soldados franceses de las balas enemigas. (Cf. Messager du Coeur de Jésus, vol. XIX, p. 180).

Indulgencia
El Papa Pío IX le concedió en el año 1872, una indulgencia de 100 días una vez al día a todos los fieles que usaran alrededor de sus cuellos este emblema piadoso y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Preces et pia opera, n. 219).

En un breve de fecha 20 de Junio de 1873 encontramos la respuesta a dos preguntas en referencia al Detente:
1. Como no es un escapulario en el sentido estricto de la palabra, sino mas bien un escudo o emblema del Sagrado Corazón, las reglas generales para el escapulario propiamente llamado, no son aplicable a él. Así que no necesita ni una bendición especial, ni una ceremonia o inscripción. Es suficiente con usarlo para que cuelgue en el cuello.
2. La leyenda “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” no es requerido.
(Beringer, op. cit., n. 953; Preces et pia opera, n. 219.)

 

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO
Rezando esta oración delante de un crucifijo, después de haber recibido la Santa Comunión, se gana indulgencia plenaria, con tal que se añada alguna breve oración,
un Padre Nuestro y un Ave María por la intención del sumo pontífice (Pío IX)

¡Oh! Mi amado y buen Jesús, postrado en vuestra santísima presencia; os ruego con el mayor fervor imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras que yo, con todo el amor y con toda la compasión de mi alma, voy considerando vuestras cinco llagas, teniendo presente aquello que dijo de Vos, Oh buen Jesús, el Santo Profeta David: Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos.

ACTO DE CONFIANZA

¡Oh Corazón de Jesús!
Pongo toda mi confianza en Ti.
De mi debilidad todo lo temo,
pero todo lo espero de tu bondad.

A tu Corazón confío… (petición).

¡Jesús mío!, yo cuento contigo,
me fío de Ti, descanso en Ti.
¡Estoy seguro en tu Corazón!

ACTO DE DESAGRAVIO DE S.S. PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN DE ENTREGA
San Ignacio

Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan. Amén.

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
(aprobadas para toda la Iglesia en 1891)

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

(A las siguientes invocaciones se responde:
«TEN PIEDAD DE NOSOTROS»)

Dios, Padre Celestial, -…
Dios Hijo, Redentor del mundo, -…
Dios, Espíritu Santo, -…
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios…-
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, -…
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, …
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, …
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, …
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, …
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, …
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, …
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, …
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, …
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,..
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,…
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo…
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios…,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,…
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,…
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,…
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,…
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,…
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,…
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,…
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,…
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,…
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia,…
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la  divinidad,…
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,…
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, …
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados, …
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, …
Corazón de Jesús, generosos para todos los que te invocan,…
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,…
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,…
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,…
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, …
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,…
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,…
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,…
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,…
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, …
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,…
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, …
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,…
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-ten piedad de nosotros.
Jesús, manso y humilde de Corazón,
-haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oración: Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN AL CORAZÓN TRASPASADO DE JESÚS

Oh mi amadísimo y gentil Jesús, deseo con todos los afectos de mi corazón, que todas las criaturas te alaben, honren y glorifiquen eternamente por la sagrada llaga de Tu costado. Yo deposito y encierro en la llaga abierta de Tu Corazón, mi corazón y todos mis sentimientos, pensamientos, deseos, intenciones y todas las facultades de mi mente. Te ruego, por la preciosa Sangre y Agua que brotaron de Vuestro preciosísimo Corazón, que tomes entera posesión de mi, que me guíes en todas las cosas. Consúmeme en el fuego ardiente de Tu santo Amor, para que sea de tal modo absorto y transformado en Ti que ya yo no sea sino uno Contigo.
(Del libro de San Juan Eudes, El Sagrado Corazón de Jesús. Esta oración es de Lansperigius «Rosario de la Pasión de Nuestro Señor,» en su trabajo titulado Pharetra divini amoris, libro 1, parte 5)

ORACIÓN DE UNIÓN CON EL CORAZÓN DE JESÚS

Oh Corazón de mi Salvador, digno y dador de todo amor, se Tu el Corazón de mi corazón, el alma de mi alma, el espíritu de mi espíritu, la vida de mi vida y el único principio de todos mis pensamientos, palabras y acciones, de todas las facultades de mi alma y de todos mis sentidos, tanto internos como externos. Amén.
(De San Juan Eudes, El Sagrado Corazón de Jesús, sexta meditación para la fiesta de Sagrado Corazón
 

PRIMERA CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN
Sta.Margarita María

Yo, __________, me doy y consagro al Sagrado Corazon de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis oraciones, penas y sufrimientos, para no querer servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarlo, amarlo y glorificarlo. Es mi voluntad irrevocable ser toda de El y hacer todo por su amor, renunciando de todo corazón a todo lo que pueda disgustarle.
Yo os tomo, pues, Oh Sagrado Corazón, por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la seguridad de mi salvación, el remedio de mi fragilidad y de mi inconstancia, el reparador de todos los defectos de mi vida, y mi asilo en la hora de mi muerte.

Sed, por tanto, ¡Oh Corazón de bondad! mi justificación para con Dios vuestro Padre, y alejad de mi los rayos de su justa cólera. ¡Oh Corazón de amor! yo pongo toda mi confianza en vos, pues todo lo temo de mi malicia y de mi debilidad, pero todo espero de vuestra bondad. ¡Extinguid pues en mí todo lo que os pueda desagradar o resistir! Que vuestro puro amor os imprima con tanta presteza en mi corazón que no pueda jamás olvidaros, ni estar separada de vos, a quien conjuro, por todas vuestras bondades, que mi nombre sea escrito en vos, pues yo quiero hacer construir mi gloria en vivir y morir en calidad de esclava vuestra. Amen.

CONSAGRACIÓN DE LA HUMANIDAD PARA EL DÍA DE CRISTO REY POR EL PAPA PÍO XI

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a  fin de vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la Casa Paterna, que no perezcan de hambre y miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro Reino.
Conceded, ¡oh Señor!, libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén

CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
S.S. Juan Pablo II, 1986 (abreviado)

Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza.

Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que eres y todo lo que haces.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de Tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna.

Reunidos juntos en Tu nombre, que está por encima de todo nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad.

Al consagrarnos a Ti, los fieles (persona o de lugar) renovamos nuestro deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor.

Señor Jesucristo, Rey de Amor y Príncipe de la Paz, reina en nuestros corazones y en nuestros hogares. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón.
¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén.

RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN
Juan Pablo II, en Quito, Ecuador, 30 enero, 1985

Este es, Señor, vuestro pueblo.
Siempre, Jesús, os reconocerá por su Dios.

No volverá sus ojos a otra estrella,
que a esa de amor y misericordia
que brilla en medio de vuestro pecho.

Sea, pues, Dios nuestro, sea vuestro Corazón
el faro luminoso de nuestra fe,
el áncora segura de nuestra esperanza,
el emblema de nuestras banderas,
el escudo impenetrable de nuestra flaqueza,
la aurora hermosa de una paz imperturbable,
el vínculo estrecho de una concordia santa,
la nube que fecunde nuestros campos,
el sol que alumbra nuestros horizontes,
la vena, en fin, riquísima
de la prosperidad y abundancia que necesitamos.

Y, pues, nos consagramos y entregamos sin reserva
a vuestro Divino Corazón,
multiplicad sin fin los años de nuestra paz.

Desterrad de los confines de la patria
la impiedad y corrupción, la calamidad y la miseria.

Dicte nuestras leyes vuestro Evangelio;
gobierne nuestros tribunales vuestra justicia;
sostengan y dirijan a vuestros gobernantes
vuestra clemencia y fortaleza;
perfeccionen a nuestros sacerdotes
vuestra sabiduría, santidad y celo;
convierta a todos los hijos del Ecuador vuestra gracia
y corónelos en la eternidad vuestra gloria;
para que todos los pueblos y naciones de la tierra,
contemplando la verdadera dicha y ventura del nuestro,
se acojan a su vez a vuestro amante Corazón
y disfruten de la paz que ofrece el mundo
esa fuente pura y símbolo perfecto
de amor y caridad. Amén.

 


Los llamamientos de amor y misericordia que encierran estas páginas, se confiaron a una humilde hermanita coadjutora de las religiosas del Sagrado Corazón, fallecida el 29 de Diciembre de 1923 a los treinta y tres años.
han sido conservados como un tesoro por la familia religiosa que los recibió, hasta ahora, que parece ser el momento indicado de darlos a conocer al mundo, tan sediento de paz, para atraerlo suavemente al único y verdadero manantial de confianza y seguridad.
«Yo seguiré hablando y tu transmitirás mis palabras»- decía el Corazón de Jesús a su confidente-. «No pido nada nuevo sin duda… pero, ¿no necesitan reanimar la fe, el amor, la confidencia? Ayúdame en esta obra de amor».

El mismo Señor definía así su obra: «Las palabras y deseos que doy a conocer por tu medio, excitarán el celo de muchas almas e impedirán la pérdida de un gran número; y comprenderán cada vez más, que la misericordia y el amor de mi corazón son inagotables.
Durante mucho tiempo, quiso el señor mantener oculto el instrumento que se había escogido y le dijo un día: «Tu eres el eco de mi voz»; pero si Yo no hablo ¿que eres, Josefa ?
Cincuenta años ha transcurrido en silencio desde la muerte de la humilde religiosa. Pero los favores debidos a su intercesión, al ponerse en evidencia el auténtico valor de su MENSAJE, han movido a la autoridad eclesiástica a darlo a conocer a las almas. ¡ojalá sean muchas las que logren conocer por su medio al Corazón abrasado de amor que hoy se ofrece, una vez más, a las ansias del mundo».

Josefa Menéndez nació en Madrid el 4 de Febrero de 1890, en un hogar modesto pero muy cristiano, bien pronto visitado por el dolor. La muerte del padre, dejó a la jovencita como único apoyo de su madre y de dos hermanas, a las que sostenía con su trabajo. Josefa hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones, el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida obrera, pero su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que le atraía a sí irresistiblemente. Durante mucho tiempo deseó la vida religiosa, sin que le fuese dado romper los lazos que la unían al mundo; su trabajo era necesario a los suyos y su corazón, tan amante y tan tierno, no se resolvía a separarse de su madre, que a su vez creía no poder vivir sin el cariño y el apoyo de su hija mayor. Un día sin embargo, el divino llamamiento se hizo irresistible, exigiendo los mayores sacrificio.

El 5 de Febrero de 1920, Josefa dejaba a su hermana a su hermana ya en edad al cuidado de su madre y abandonaba su casa y su Patria querida, para seguir más allá de la frontera a Aquél cuyo amor divino y soberano tiene derecho a pedírselo todo.
Sola y pobre se presentó en Poitiers, en el convento del Sagrado Corazón de los Feuillants, santificado en otros tiempos por la estancia en él de Santa Magdalena Sofía Baral. Allí se había reanudado hacía poco la obra de la Santa Fundadora y a su Sombra florecía de nuevo un Noviciado de Hermanas Coadjutoras del Sagrado Corazón.

Nadie pido sospechar los designios divinos que ya empezaban a ser realidad. Sencilla y laboriosa, entregada por completo a su trabajo y a su formación religiosa, Josefa en nada se distinguía de las demás, desapareciendo en el conjunto. El espíritu de mortificación de que estaba animada, la intensa vida interior que practicaba, y una como sobrenatural intuición en cuanto a su vocación se refería, llamaba la atención de algunas personas que la trataron con más intimidad.

Pero las gracias de Dios permanecieron ocultas a cuantas la rodeaban, y desde el día de su llegada hasta su muerte, logró pasar desapercibida, en medio de la sencillez de una vida de la más exquisita fidelidad.
Y en esta vida oculta, Jesús le descubrió su Corazón. «Quiero – le dijo- que seas el Apóstol de mi Misericordia. Ama y nada temas. Quiero lo que tú no quieres… pero puedo lo que tú no puedes… A pesar de tu gran indignidad y miseria, me serviré de ti para realizar mis designios».

Viéndose objeto de estas predilecciones divinas, y ante el MENSAJE que debía transmitir, la humilde Hermanita temblaba y sentía levantarse gran resistencia en su alma. La Santísima Virgen fue entonces para ella la estrella que guía por camino seguro, y encontró en la Obediencia su mejor y único refugio, sobre todo, al sentir los embates del enemigo de todo bien, a quien Dios dejó tanta libertad. Su pobre alma experimentó terribles asaltos del infierno, y en su cuerpo llevó a la tumba las huellas de los combates que tuvo que sostener. Con su vida ordinaria de trabajo callado, generoso v a veces heroico, ocultaba el misterio de gracia y de dolor que lentamente consumía todo su ser.

Cuatro años bastaron al Divino Dueño para acabar y perfeccionar su obra en Josefa, y confiarle sus deseos. Como Él había dicho, llegó la muerte en el momento señalado, dando realidad a sus palabras: «Como eres víctima por Mí escogida, sufrirás y abismada en el sufrimiento morirás». Era el sábado 29 de diciembre de 1923.
Pronto se dejó sentir la intercesión de Sor Josefa. El Corazón de Jesús cumplía su promesa: «Este será nuestro trabajo en el cielo: enseñar a las almas a vivir unidas a Mí». y otro día: «Mis palabras llegarán hasta los últimos confines de la tierra». Su corazón preparaba el camino que hoy descubre al mundo, hambriento de Verdad y de Caridad.
Historia sencilla y sublime a la vez la que a las almas presenta el precioso libro: UN LLAMAMIENTO AL AMOR  de Sor Josefa Menendez, Religiosa Coadjutora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.
Este opúsculo es mera reimpresión de un capítulo del mismo.

 UN MENSAJE DEL CORAZON DE JESUS

«Quiero que las almas crean en mi Misericordia, que lo esperen todo de mi Bondad, que no duden nunca de mi Perdón.»
Yo soy el amor. Mi Corazón no puede contener la llama que constantemente le devora.
Yo amo a las almas hasta tal punto, que he dado la vida por ellas.
Por su amor he querido quedarme prisionero en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la hostia, soportando por amor, el olvido, la soledad, los desprecios, blasfemias, ultrajes y sacrilegios.
El amor a las almas me impulsó a dejarles el sacramento de la Penitencia, para perdonarles, no una vez, ni dos, sino cuantas veces necesiten recobrar la gracia.

 


Este mensaje está sacado de las comunicaciones que Sor Josefa recibió en varias veces, durante los últimos meses de los años 1922 y 1923.

Allí las estoy esperando; allí deseo que vengan a lavarse de sus culpas no con agua, sino con mi propia Sangre.

En el transcurso de los siglos, he revelado de diferentes modos mi amor a los hombres y el deseo que me consume de su salvación. Les he dado a conocer mi propio Corazón. Esta devoción ha sido como una luz que ha iluminado al mundo y hoy es el medio de que se valen para mover los corazones, la mayor parte de los que trabajan por extender mi Reino.
Ahora quiero algo más; sí, en retorno del amor que tengo a las almas, les pido que ellos me devuelvan amor; pero no es éste mi único deseo: quiero que crean en mi misericordia, que lo esperen todo de mi bondad, que no duden nunca de mi perdón.

Soy Dios, pero Dios de Amor. Soy Padre, pero Padre que ama con ternura, no con severidad. Mi Corazón es infinitamente santo, pero también infinitamente sabio; conoce la fragilidad y miseria humana, y se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita.
Sí, amo a las almas después que han cometido el primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón… ¡Las amo después de llorar el segundo pecado, y si esto se repite no un millar de veces sino un millón de millares, las amo, las perdono y lavo con mi misma Sangre el último pecado como el primero!
No me canso de las almas y mi Corazón está siempre esperando que vengan a refugiarse en mí. Tanto más cuanto más miserables sean.

¿Acaso no tiene un padre más cuidado del hijo enfermo que de los que gozan buena salud? ¿No es verdad que para aquél es mucho mayor su ternura y solicitud? De la misma manera, mi Corazón derrama con más largueza su ternura y compasión sobre los pecadores que sobre los justos.

Esto es lo que quiero explicar a las almas; Yo enseñaré a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es inagotable, a las almas frías e indiferentes, que mi Corazón es fuego y fuego que desea abrasarlas porque las ama; a las almas piadosas y buenas que mi Corazón es el camino para avanzar en la perfección y por él llegarán con seguridad, al término de la bienaventuranza. Por último, a las almas que me están consagradas, a los sacerdotes, a los religiosos, a mis almas escogidas y preferidas, les pediré una vez más, que me den su amor y no duden nunca del mío; pero sobre todo, que me den su confianza y no duden de mi misericordia. ¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!

Yo daré a conocer que mi obra se funda sobre la nada y la miseria; éste es el primer eslabón de la cadena de amor que preparo a las almas desde toda la eternidad.
Haré que las almas conozcan hasta qué punto las ama y perdona mi Corazón. Penetro el fondo de las almas, sus deseos de darme gusto, de consolarme y de glorifícarme: y el acto de humildad que sus faltas les obligan a hacer, viéndose tan débiles, es precisamente lo que consuela y glorifica mi Corazón. No importa que las almas sean débiles. Yo suplo lo que les falta.

Les daré a conocer cómo su misma debilidad puede servirme para dar vida a muchas almas que la han perdido.
Daré a conocer que la medida de mi amor y de mi misericordia para con las almas caídas, no tiene límites…Deseo perdonar… Descanso perdonando….Siempre estoy esperándolas con amor …. ¡Qué no se desanimen! … ¡Qué vengan! … ¡Qué se echen sin temor en mis brazos!… ¡Soy su Padre!
Muchas almas no comprenden cuánto pueden hacer para atraer a mi Corazón a otras almas que están sumidas en un abismo de ignorancia y no saben cómo deseo que se acerquen a Mí para darles vida… La verdadera vida.

Yo te enseñaré mis secretos de amor y tú serás ejemplo vivo de mi misericordia, pues sí por ti, que eres miseria y nada, tengo tanta predilección y te amo tanto, ¿qué haré con otras almas mucho más generosas que tú?
Como no eres nada, ven… entra en mi Corazón… a la nada le es fácil entrar y perderse en este abismo de amor… Así iré consumiendo tu pequeñez y tu miseria… Yo obraré en ti… Hablaré por ti… Me haré conocer por ti…

¡Cuántas almas encontrarán la vida en mis palabras! ¡Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto de sus trabajos! Un actito de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede ser un tesoro que gane para mi Corazón gran número de almas. Yo no miro la acción, miro la intención. El acto más pequeño hecho por amor ¡adquiere tanto mérito y puede darme tanto consuelo! … Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo quiero es amor… No busco más que amor… No pido más que amor. El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente, en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante mi vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero; y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa, o descanse con tal que la acción reúna dos condiciones: primero que esté ordenada por la obediencia o por el deber, no por el capricho; segundo que se haga en íntima unión conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con gran pureza de intención,

¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto: Que no es la acción la que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a mi Eterno Padre como cuando prediqué durante mi vida pública.
Hay muchas almas que a los ojos del mundo tienen un cargo elevado, y en él, dan grande gloria a mi Corazón es cierto, pero tengo muchas otras, que, escondidas y en humildes trabajos, son obreras muy útiles a mi viña porque es el amor el que las mueve y saben envolver en oro sobre natural las acciones más pequeñas empapándolas en mi Sangre.
Si desde por la mañana se unen a Mí y ofrecen el día con ardiente deseo de que mi Corazón se sirva de sus acciones para provecho de las almas, y van, hora por hora y momento por momento cumpliendo por amor con su deber. ¡Qué tesoros adquieren en un día! … ¡Yo les iré descubriendo más y más mi amor! … ¡Es inagotable! … ¡Y es tan fácil al alma que ama dejarse guiar por el amor!

Escribe aún para las almas que amo: Quiero que entiendan bien el deseo que me consume de su perfección y cómo esta perfección consiste en hacer en íntima unión conmigo las acciones comunes y ordinarias. Si mis almas lo comprenden bien, pueden divinizar sus obras y su vida y ¡cuánto vale un día de vida divina!

Cuando un alma arde en deseos de amar, no hay para ella cosa difícil; mas cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso… Que venga entonces a cobrar fuerzas en mi Corazón… Que me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!

No deseo tan sólo que las almas se unan a Mí de una manera generosa: quiero que esta unión sea constante, íntima como es la unión de los que se aman y viven juntos; que aun cuando siempre no están hablando, se miran y se guardan mutuas delicadezas y atenciones de amor.
Si el alma está en paz y en consuelo, le es fácil pensar en Mí; pero si está en desolación o angustia, que no tema. ¡Me basta una mirada! … La entiendo y, con sólo esta mirada, alcanzará que mi Corazón la colme de las más tiernas delicadezas.
Yo iré diciendo a las almas cómo las ama mi Corazón: quiero que me conozcan bien y así me hagan conocer a aquéllas que mi amor les confíe.

Deseo con ardor que todas las almas fijen en Mí los ojos para no apartarlos ya más, que no haya entre ellas medianías cuyo origen, la mayor parte de las veces, es una falsa comprensión de mi amor. No; amar a mi Corazón no es difícil ni duro; es fácil y suave. Para llegar a un alto grado de amor no hay que hacer cosas extraordinarias; pureza de intención en la acción más pequeña como en la más grande; unión íntima con mi Corazón y el amor hará lo demás…
Mi Corazón no es solamente un abismo de amor, es también un abismo de misericordia; y conociendo todas las miserias del corazón humano de las que no están exentas las almas que más amo, he querido que sus acciones, por pequeñas que sean en sí, puedan por Mí alcanzar un valor infinito, en provecho de los pecadores y de las almas que necesitan ayuda.

No todas pueden predicar ni ir a evangelizar en países salvajes. Pero todas, sí, todas pueden hacer conocer y amar a mi Corazón, todas pueden ayudarse mutuamente y aumentar el número de los escogidos, evitando que muchísimas almas se pierdan eternamente; y todo esto por efecto de mi amor y de mi misericordia. Cuando un alma tiene generosidad bastante para darme gusto en todo lo que le pido, recoge un gran tesoro para sí y para las almas y aparta a muchas del camino de la perdición.
Las almas que mi Corazón escoge están encargadas de distribuir al mundo mis gracias, por medio de su amor y de sus sacrificios. Sí, el mundo está lleno de peligros… ¡Cuántas almas arrastradas al mal, necesitan de una ayuda constante, ya visible, ya invisible! ¡Ay!, lo repito: ¿Se dan cuenta mis almas escogidas de cuánto bien se privan y privan a las almas por falta de generosidad? Ofrece tu vida aunque sea imperfecta, para que todas entiendan qué misión tan hermosa pueden realizar, con sus obras ordinarias, con su trabajo cotidiano.

Que sepan a qué grado de intimidad las llamo, y cómo quiero que sean celadoras de mi gloria y de mis intereses; hay muchas que lo comprenden, pero otras no lo saben bastante…
Mi amor transforma sus menores acciones dándoles un valor infinito. Pero va todavía más lejos: mi Corazón ama tan tiernamente a las almas que se sirve aún de sus miserias y debilidades y muchas veces hasta de sus mismas faltas, para la salvación de otras almas.
Efectivamente, el alma que se ve llena de miserias, no se atribuye a sí misma nada de bueno y sus flaquezas la obligan a revestirse de cierta humildad, que no tendría si se encontrase menos imperfecta.
Así, cuando en su trabajo, o en su cargo apostólico se siente incapaz y hasta experimenta repugnancia para dirigir a las almas hacia una perfección, que ella no tiene, se ve como forzada a anonadarse; y si conociéndose a sí misma recurre a Mí, me pide perdón de su poco esfuerzo e implora de mi Corazón valor y fortaleza… ¡Ah!, entonces ¡no sabe esta alma con cuánto amor se fijan en ella mis ojos, y cuán fecundos hago sus trabajos!…

Hay otras almas que son poco generosas para realizar con constancia los esfuerzos y sacrificios cotidianos. Pasan su vida haciendo promesas, sin llegar nunca a cumplirlas.
Aquí hay que distinguir: si esas almas se acostumbran a prometer pero no se imponen la menor violencia ni hacen nada que pruebe su abnegación ni su amor, les diré esta palabra: ¡cuidado; no prenda el fuego en toda esa paja que habéis amontonado en los graneros o que el viento no se la lleve en un instante! …
Hay otras almas y a ellas me refiero, que al empezar el día, llenas de buena voluntad, y con gran deseo de mostrarme su amor, me prometen abnegación y generosidad en esta o aquella circunstancia; y cuando llega la ocasión, su carácter, su salud, el amor propio, les impide realizar lo que con tanta sinceridad prometieron horas antes. Sin embargo, reconocen su falta, se humillan, piden perdón, vuelven a prometer. ¡Ay!, que estas almas sepan que me han agradado tanto como si nunca me hubiesen ofendido (1).

No me importan las miserias, lo que quiero es amor. No me importan las flaquezas, lo que quiero es confianza.
El amor todo lo transforma y diviniza y la misericordia todo lo perdona. Mi Corazón es todo amor y el fuego que me abrasa consume todas las miserias.
¡Quiero perdonar! ¡Quiero reinar! …
Deseo derramar mi paz por todas las partes del mundo. Este es el fin que quiero realizar, esta es mi obra de Amor.
Para reparar las ofensas de los hombres, elegiré víctimas que alcancen el perdón… sí, el mundo está lleno de almas que desean complacerme… Aún hay almas generosas que me dan cuanto tienen, para

 



(1) Nuestro Señor distingue aquí bien claramente entre las faltas veniales de costumbre consentidas 0 no combatidas, y las que son sólo faltas de fragilidad, pero reparadas.

Expresa con estas palabras que la reparación voluntaria le consuela más que lo que el alma le ofendió, por su fragilidad. Efectivamente el acto de humildad, de confianza y de generosidad que supone, la reparación exige una voluntad constante y plena que no existe, sino parcialmente, en la falta de fragilidad.

que me sirva de ello según mi deseo y voluntad.
Quiero conquistar los corazones por la fuerza de mi amor,
Quiero que las almas se dejen penetrar por la verdadera luz.
Quiero que los niños, esos corazones inocentes, que no me conocen y crecen en el hielo de la indiferencia, ignorando lo que vale su alma….sí, quiero que esas almitas que son mis delicias, encuentren un asilo donde les enseñen a conocerme y donde crezcan en el temor de mi ley y el amor de mi Corazón.
Mi deseo es el que seáis el combustible de este fuego que quiero derramar sobre la tierra, porque de nada sirve encender la llama si no hay con qué alimentarla. Por eso quiero formar una cadena de almas encendidas en el amor, en ese amor que se confía y lo espera todo de mi Corazón, a fin de que, inflamadas ellas, lo comuniquen al mundo entero.

No penséis que voy a hablaros de otra cosa que de la Cruz.
Por ella he salvado a los hombres, por ella quiero atraerlos ahora a la verdad de la fe y al camino del amor.
Os manifestaré mis deseos: He salvado al mundo desde la Cruz, o sea, por medio del sufrimiento.
Ya sabéis que el pecado es una ofensa infinita; por eso os pido que ofrezcáis vuestros trabajos y sufrimientos, unidos a los méritos infinitos de mi Corazón…
Inculcad a las almas, con quienes estáis en contacto, el amor y la confianza… Empapadlas en amor, en confianza, en la bondad y misericordia de mi Corazón. Y cuando tengáis ocasión de darme a conocer decidles que no me teman porque soy Dios de amor.

Tres cosas especialmente os pido:
1ª El ejercicio de la Hora Santa; por él se hace a Dios Padre, reparación infinita, en unión y por medio de Jesucristo su Divino Hijo.
2.ª La devoción de los Cinco Padrenuestros a mis llagas, pues por ellas ha recibido el mundo la salvación.
3.ª En fin, la unión constante, o sea, el ofrecimiento cotidiano de los méritos de mí Corazón, porque así lograréis que vuestras acciones tengan valor infinito,
Valerse continuamente de mi Sangre, de mi vida, de mi Corazón; confiar incesantemente y sin temor en mi Corazón; he aquí un secreto desconocido para muchas almas… Quiero que lo conozcáis y que sepáis aprovecharlo.
Ahora quiero hablar a mis almas consagradas, para que puedan darme a conocer a los pecadores y al mundo entero,

Muchas no saben aún penetrar mis sentimientos: me tratan como a alguien con quien no se tiene confianza y que vive lejos de ellas. Quiero que aviven su fe y su amor y que su vida sea de confianza y de intimidad con Aquél a quien aman y que las ama.
De ordinario el hijo mayor es el que mejor conoce los sentimientos y los secretos de su padre; en él deposita su confianza más que en los otros que, siendo más pequeños, no son capaces de interesarse en las cosas serias y no fijan la atención sino en las superficiales; si el padre muere, es el hijo mayor el que transmite a sus hermanos menores los deseos y la última voluntad del padre…
En mi Iglesia hay también hijos mayores; son las almas que yo me he escogido. Consagradas por el sacerdocio o por los votos religiosos viven más cerca de Mí y Yo les confío mis secretos… Ellas son, por su ministerio o por su vocación, las encargadas de velar sobre mis hijos más pequeños, sus hermanos: y unas veces directa, otras indirectamente, de guiarlos, instruirlos y comunicarles mis deseos.

Si esas almas escogidas me conocen bien, fácilmente podrán darme a conocer; y si me aman, podrán hacerme amar… Pero, ¿cómo enseñarán a las demás si ellas me conocen poco? … Ahora bien, Yo pregunto: ¿es posible amar de veras a quien apenas se conoce?… ¿Se puede hablar íntimamente con aquél de quien vivimos alejados o en quien no confiarnos bastante? … Esto es precisamente lo que quiero recordar a mis almas escogidas… nada nuevo, sin duda, pero ¿no necesitan reanimar la fe, el amor, la confianza?
Quiero que me traten con más intimidad, que me busquen en ellas, dentro de ellas mismas, pues ya saben que el alma en gracia es morada del Espíritu Santo; y allí que me vean como soy, es decir, como Dios, pero Dios de amor… Que tengan más amor que temor, que sepan que Yo las amo y que no lo duden; pues hay muchas que saben que las escogí porque las amo; pero cuando sus miserias y sus faltas las agobian se entristecen creyendo que no les tengo ya el mismo amor que antes.

Estas almas no me conocen; no han comprendido lo que es mi Divino Corazón… porque precisamente sus miserias y sus faltas son las que inclinan hacia ellas mi bondad. Si reconocen su impotencia y su debilidad, y se humillan y vienen a Mí llenas de confianza, me glorifican mucho más que antes de haber caído.
Lo mismo sucede cuando me piden algo para sí o para los demás… si vacilan, si dudan de Mí, no honran a mi Corazón.
Cuando el Centurión vino a pedirme que curase a su criado, me dijo con gran humildad: «Yo no soy digno de que Vos vengáis a mi casa»: mas, lleno de fe y de confianza añadió: «Pero, Señor, decid sólo una palabra y mi criado quedará curado…» Este hombre conocía mi Corazón. Sabía que no puedo resistir a las súplicas del alma que todo lo espera de Mí. Este hombre me glorificó mucho, porque a la humildad añadió firme y entera confianza. Sí, este hombre conocía mi Corazón, y sin embargo, no me había manifestado a él como me manifiesto a mis almas escogidas.

Por medio de la confianza, obtendrán copiosísimas gracias para sí mismas y para otras almas. Quiero que profundicen esta verdad porque deseo que revelen los caracteres de mi Corazón a las pobres almas que no me conocen.
Entre las almas que me están consagradas hay pocas que tengan verdadera fe y confianza en Mí, porque son pocas las que viven en unión íntima conmigo.
Quiero que sepan cuánto deseo que cobren nuevo aliento y se renueven en esta vida de unión y de intimidad… Que no se contenten con hablarme en la iglesia, ante el Sagrario –es verdad que allí estoy, pero también vivo en ellas, dentro de ellas y me deleito en identificarme con ellas.
Que me hablen de todo: que todo me lo consulten; que me lo pidan todo. Vivo en ellas para ser su vida y habito en ellas para ser su fuerza. Allí en el interior de su alma, las veo, las oigo y las amo; ¡y espero correspondencia al amor que les tengo!

Hay muchas almas que por la mañana hacen oración, pero es más una fórmula que una entrevista de amor. Luego oyen o celebran Misa, me reciben en la Comunión y, cuando salen de la iglesia, se absorben en sus quehaceres hasta tal punto, que apenas me vuelven a dirigir una palabra.
En esta alma estoy como en un desierto. No me habla, no me pide nada y ocurre muchas veces, que si necesita consuelo, antes lo pedirá a una criatura a quien tiene que ir a buscar, que a Mí, que soy su Creador, que vivo y estoy en ella. ¿No es esto falta de unión, falta de vida interior, o, lo que es lo mismo, falta de amor?
También quiero recordar a las almas consagradas, que las escogí de un modo especial para que, viviendo en íntima unión conmigo, me consuelen y reparen por los que me ofenden. Quiero recordarles que están obligadas a estudiar mi Corazón para participar de sus sentimientos y poner por obra sus deseos, en cuanto les sea posible.

Cuando un hombre trabaja en campo propio, pone empeño en arrancar todas las malas hierbas que brotan en él y no ahorra trabajo ni fatiga hasta conseguirlo. Así quiero que trabajen las almas escogidas cuando conozcan mis deseos; con celo y con ardor, sin perdonar trabajo ni retroceder ante el sufrimiento, con tal de aumentar mi gloria y de reparar las ofensas del mundo.
Escribe, pues, para mis almas consagradas, mis sacerdotes, mis religiosos y religiosas, todos están llamados, a una íntima unión conmigo, a vivir a mi lado, a conocer mis deseos, a participar de mis alegrías, de mis tristezas.
Ellas están obligadas a trabajar en mis intereses, sin perdonar esfuerzo ni sufrimiento.
Ellas, sabiendo que tantas almas me ofenden, deben reparar con sus oraciones, trabajos y penitencias.

Ellas, sobre todo, deben estrechar su unión conmigo y no dejarme solo. Esto no lo entienden muchas almas. Olvidan que a ellas corresponde hacerme compañía y consolarme.
Ellas han de formar una liga de amor que, reuniéndose en torno de mi Corazón, implore para las almas luz y perdón.
Y cuando, penetradas de dolor por las ofensas que recibo de todas partes, ellas, mis almas escogidas, me pidan perdón y se ofrezcan para reparar y para trabajar en mi Obra, que tengan entera confianza, pues no puedo resistir a sus súplicas, y las despacharé del modo más favorable.
Que todas se apliquen a estudiar mi Corazón… Que profundicen mis sentimientos, que se esfuercen en vivir unidas a Mí, en hablarme, en consultarme… Que cubran sus acciones con mis méritos y con mi Sangre, empleando su vida en trabajar por la salvación de las almas y en acrecentar mi gloria.

Que no se empequeñezcan considerándose a sí mismas, sino que dilaten su corazón al verse revestidas del poder de mi Sangre y de mis méritos. Si trabajan solas, no podrán hacer gran cosa; mas si trabajan conmigo, a mi lado, en mi nombre y por mi gloria, entonces serán poderosas.
Que mis almas consagradas reanimen sus deseos de reparar y pidan con gran confianza que llegue el día del Divino Rey, el día de mi reinado universal.
Que no teman, que esperen en Mí, que confíen en Mí.
Que las devore el celo y la caridad hacia los pecadores. Que les tengan compasión, que rueguen por ellos y los traten con dulzura.
Que publiquen en el mundo entero mi bondad, mi amor y mi misericordia.
Que en sus trabajos apostólicos, se armen de oración, de penitencia y, sobre
todo, de confianza, no en sus esfuerzos personales, sino en el poder y en la bondad de mi Corazón que las acompaña.
En vuestro nombre, Señor, obraré, y sé que seré poderoso. Esta es la oración que hicieron mis apóstoles, pobres e ignorantes, pero ricos y sabios, con la riqueza y sabiduría divinas

                                                    A.M.D.G.

 

«Hija mía, quiero enseñarte una lección de gran provecho: el demonio es como un perro furioso, pero está atado; es decir, que sólo tiene cierta libertad No puede devorar sino a quién se acrca a él.Pero su astucia es tal, que cuando quiere alcanzar una presa, se presenta como un manso cordero. EEsto es la mayor parte de las veces. El alma, sin darse cuenta, va paso a paso, acercándose y y cuando ya está a su alcance, descubre el demonio su malicia. No te descuides hija, sobre todo cuando le creas lejos.
(Palabras de la Santísima Virgen a sor Josefa)

Novena a sor Josefa Menendez

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