Entrevista a J.L. Jordan Penya por Moises Garrido

Descripción

Entrevista a J.L. Jordan Penya por Moises Garrido

 

 

En 1988, a los 57 años, Jordán Peña sufrió una trombosis cerebral que le dejó hemipléjico. Aún arrastra una parálisis irreversible en la parte derecha de su cuerpo, lagunas en su memoria y serias dificultades para expresarse. Tenía mucho interés en conocerle. Y es que Jordán Peña ha sido una destacada figura de la parapsicología en España que ha llegado a liderar una comisión de estudio de las caras de Bélmez (concluyendo que eran fraudulentas). Colaboró habitualmente con Fernando Jiménez del Oso y fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Parapsicología, a pesar de que siempre mostró una postura bastante crítica hacia todo lo paranormal. “Solo aceptaba la realidad de la percepción extrasensorial, aunque hoy la considero un mito más”, precisa. En un debate doble que el programa
Su turno (TVE) dedicó en 1982 al fenómeno OVNI, ocupó el bando de los escépticos. Esa era la cara conocida de Jordán Peña, la de hombre riguroso y de mentalidad científica. Su cara oculta es la que se ha ido desvelando con el tiempo. Y es la de un personaje siniestro, embaucador, mentiroso, manipulador… Ummo es uno de sus frutos, pero no el único. Los presuntos experimentos sociológicos que llevó a cabo fueron más lejos de lo esperado. “El sadomasoquismo era una
intriga de mi infancia”, nos confiesa. “Mi primer libro favorito fue Psicología de las masas y a los 11 años empecé a interesarme por lo paranormal”. No podemos referirnos aquí a sus sesiones sadomasoquistas, en las que intervinieron algunas de las mujeres que también utilizó para mecanografiar y remitir las cartas ummitas, ni a la secta hindú que fundó para probar ciertas técnicas de control mental e hipnosis. No es fácil condensar las más de cuatro horas de entrevista que mantuvimos con él en el salón de su hogar, donde tocamos un sinfín de asuntos. Respecto a Ummo, fue tajante cuando nos dijo: “Yo fui el autor de Ummo. Lo que pasa es que he tenido muchos colaboradores”.
–Y si fue un experimento sociológico, como usted dice, ¿dónde están los resultados?
–Los resultados de Ummo son secretos. Yo tenía pensado publicar parte de los resultados del experimento, pero la trombosis me lo impidió.
–¿Se arrepiente de lo que hizo?
–No me arrepiento de haber mentido. En mis informes ponía muchas veces “no nos crean”. Pero sí me arrepiento de haber revelado la verdad.
–¿Nos puede nombrar algunos de sus colaboradores?
–Uno de mis enlaces era una funcionaria de la embajada de EE.UU. que se llamaba Alicia Araujo. Ella sabía perfectamente lo que pasaba, aunque asistía a las tertulias. Otros colaboradores fueron Vicente Ortuño, el periodista Antonio San Anto-
nio y un cuñado mío arquitecto.
–¿Sabía algo su familia más directa?
–Ni mis hijos ni mi esposa, Maite, han sabido nada de Ummo. Era una cosa personal.
–¿Por qué decidió confesar todo en 1993?
–Porque me sentí culpable de lo que pasó en la secta Edelweiss con los niños. Los dirigentes del grupo aprovecharon mis informes ficticios para grabar a fuego el símbolo de Ummo en los niños.
–¿Cómo eligió a los destinatarios de las cartas y de los informes?
–Elegí entre los destinatarios a algunos de los que asistían a La ballena alegre, que era un objetivo de mi experimento.
–Cuando usted empieza estos experimentos también se habla en medios especializados de ciertas investigaciones de la CIA sobre el control mental, del programa MK-Ultra, etc. ¿Se inspiró en algo de esto?
–Así es. Tú lo has dicho. Charlando de estas cuestiones relacionadas con los servicios de inteligencia Jordán Peña recordó una anécdota que ocurrió en la sede de Eridani, en Belén 15 (Madrid), donde años después estuvo ubicada la Sociedad Española de Parapsicología. “Recibimos en Eridani una llamada de un ummita. Me quedé asombrado. No podía ser ninguno de mis colaboradores porque no habíamos preparado nada. El ummita nos dijo que había una emisora escondida en el local y nos advirtió de que tuviésemos cuidado porque era para captar nuestras conversaciones. Nos pusimos a registrar el local y la encontramos detrás de un radiador. También nos avisaron de que había una furgoneta en la calle. Salimos y, efectivamente, había una furgoneta con una antena”. En ese momento, Peña se levanta de su butaca, le ayudamos a apoyarse en un andador y se dirige lentamente a una habitación. Al regresar nos muestra el pequeño transmisor encontrado en Eridani, compuesto por cables y elementos electrónicos.
–¿Sospechó de los servicios de inteligencia?
–No, aquello no podía ser de la CIA ni del SECED (Servicio Central de Documentación, que fue el servicio de inteligencia español entre 1972 y 1977). Usaban dispositivos muy costosos. Tampoco creo que fuera del KGB. La verdad es que no sé quién puso ese dispositivo.
–¿Qué piensa al ver que aún hoy algunas personas siguen creyendo en Ummo? –Cada uno es libre de creer lo que quiera. El experimento ya lo di por concluido y confesé que yo había sido su autor –responde fríamente. Jordán Peña trata de encubrir su patológica conducta argumentando que todo fue producto de unos “experimentos sociológicos”. No podemos creerle. El mito de Ummo y las sectas que inventó le sirvieron únicamente para dar rienda suelta a su enfermiza morbosidad y a sus fantasías sexuales. Mercedes Carrasco cayó en la cuenta de que estaba siendo manipulada por una mente perversa, se sintió víctima de un individuo sin escrúpulos y decidió cortar por lo sano. A Trinidad P. le costó más zafarse de la dependencia emocional que mantenía hacia Peña, quien llevaba años empleando técnicas psicológicas para manipular a personas crédulas y fáciles de sugestionar. Mientras le entrevistamos, no pude evitar fijarme en los libros de su biblioteca, cuyos títulos eran suficientemente explícitos: Análisis y modificación
de la conducta, Tratado de hipnosis, Progresos en sofrología, Técnica y práctica psicosomática, Los moldeadores de hombres, Terapia del comportamiento, etc. Y en ese instante recordé las certeras palabras del ufólogo Jacques Vallée en su obra El colegio invisible (1974): “Las creencias de la humanidad pueden ser manipuladas tanto por medios físicos como simbólicos. Ciertamente, ese es uno de los objetivos de Ummo, ya se trate de un juego alocado, de una prueba psicosociológica o de un plan siniestro”.

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