Francisca de los Ángeles 1674-1744

Descripción

 

 

Una visionaria barroca de la provincia mexicana: Francisca de los Ángeles (1674-1744)

Ellen Gunnarsdottir

Universidad de Islandia

En el otoño de 1691, el Santo Oficio de la Inquisición preparó una investigación contra una joven beata de Querétaro, presunta de ser alumbrada. El caso empezó con el testimonio de Francisco Borda de Coronado, quien denunció a la mujer después de no haber logrado obtener un crucifijo con poderes milagrosos que ella le había regalado a un amigo suyo, un fraile Franciscano del convento de Santa Cruz. Visitando a su amigo en Querétaro, el fraile, quien estaba por morir, prometió el objeto a Francisco después de su muerte. De regreso a Querétaro, Coronado tuvo dificultades en encontrar el crucifijo. Parecía que los habitantes de la ciudad lo estaban pasando de mano en mano entre sí, y se negaban a dárselo. Al mismo tiempo, Coronado descubrió que la fama de la mujer se había extendido a la capital, donde oficiales de la Real Hacienda, tenían una crucifijo milagroso que venía de una «mujer santa» de Querétaro.

En la Nueva España, los inquisidores ya estaban abrumados con problemas de herejía y en Querétaro, durante ese mismo año, parecía que el diablo había poseído un gran numero de mujeres de la ciudad, devotas de los franciscanos de la Santa Cruz. Los Franciscanos organizaron una serie de exorcismos públicos que sembraron pavor entre los habitantes, y las demás órdenes religiosas se quejaron del comportamiento de los Padres de Santa Cruz. Se comentaba que «como la gente concibe que están endemoniadas estas mujeres, a oírlas levantar la voz lo que suelen hacer ordinariamente al fin del sermón, con la oscuridad de la noche, les causa mayor miedo y tal espanto que procuran huir todos de   —206→   tropel»65. El escándalo llegó a su fin cuando una de las mujeres más prominentes del grupo dio luz a un niño y confesó que había fingido sus síntomas para esconder su embarazo. El escándalo afectó profundamente a los frailes de Santa Cruz; el guardián del convento, fray Pablo Sarmiento reprendió a un grupo de ellos y un fraile fue arrestado66.

En el otoño de 1691, debido al creciente escándalo, los inquisidores ordenaron a su representante en Querétaro, el bachiller Juan Caballero y Ocio familiar de la Santa Inquisición y uno de los personajes más distinguidos de la ciudad, que investigara a la beata franciscana, centro de esta situación de exaltación popular. Se trataba de Francisca de los Ángeles y tenía solamente diecisiete años. Sorprendentemente, Caballero y Ocio no se mostró muy eficiente en el proceso; no hizo más que tomar el testimonio de dos frailes y abandonó el caso hasta 1697, cuando los inquisidores de México le ordenaron que lo continuara. Sólo entonces tomó el testimonio del hermano Antonio de los Ángeles que no tenía más que elogios para Francisca. Terminado el testimonio de los Ángeles, Caballero y Ocio dio por concluido el proceso67.

¿Cómo explicar esta lentitud y falta de interés de parte del inquisidor? La respuesta muestra el importante lugar que esta joven beata ya ocupaba en la cultura religiosa de su ciudad. De hecho, Caballero y Ocio era uno de sus más grandes admiradores, amigos y benefactores. La conocía desde niña y había supervisado su educación religiosa. En lugar de procesar a Francisca, la protegió contra el Santo Oficio. Tampoco era su único admirador; los Franciscanos del Convento de Santa Cruz la consideraban «santa» y ella se quedaba en su iglesia una gran parte de cada día, oyendo misa y confesándose durante largas horas con los frailes. Como demuestran los documentos inquisitoriales Francisca era ya una presencia pública en su ciudad.

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A lo largo de su vida Francisca de los Ángeles siguió siendo un personaje de relieve dentro de la cultura religiosa de Querétaro, primero en su papel de visionaria y consejera espiritual del público; y segundo en su papel de fundadora y directora del Beaterio de Santa Rosa de Viterbo, que durante el siglo XVIII vino a ser una de las más notables instituciones religiosas para mujeres en la colonia. Para los historiadores modernos, Francisca dejó sus cartas que cubren la mayor parte de su vida, de 1689 a 1736. Escritas a sus confesores y amigos las cartas narran el desarrollo espiritual de una joven visionaria con confianza en su privilegiada relación con el mundo divino, al de una mujer más austera imitando la pasión de Jesucristo. Al mismo tiempo, cuentan la vida cotidiana de la época y sus rutinas. Esta mezcla de información nos da una imagen fascinante de una experiencia personal, y de la cultura popular de la época barroca.

 

La vida secular II

Francisca de los Ángeles nació en 1674. Su madre era una criolla de pocos recursos y su padre un mestizo. La familia era grande -de nueve hijos- y vivía de la venta de ollas de cerámica y frutas de su huerta. Eran vecinos en un barrio en las afueras de la ciudad cuyos habitantes eran indios y mestizos pobres. Los padres de Francisca, Antonia Herrera y Juan Alonso eran gente piadosa; Juan era miembro de la Tercera Orden y se quedaba largas horas en un retiro construido al fondo de la huerta. Antonia llevaba a sus hijas con regularidad al convento de los Carmelitas donde un fraile les dio instrucción religiosa68.

Una niña solitaria, Francisca evidentemente poseía una religiosidad precoz. En compañía de su amiguito, el Niño Jesús, pasaba sus días en la huerta familiar, distraída e incapaz de ayudar con la labor de la casa. La enseñanza de los carmelitas no la   —208→   inspiraban a nada más. Esta situación cambió de manera dramática en 1683, con la llegada de los misioneros franciscanos de los colegios de Propaganda Fide a Querétaro. Los franciscanos llegaron de monasterios recoletos de las provincias observantes de España, donde los frailes llevaban vidas particularmente meditativas y ascéticas. Su llegada a México había sido dirigida por un fraile peninsular, Antonio Linaz que anteriormente había residido por muchos años en la Nueva España. Linaz persuadió a sus hermanos peninsulares a dedicar la mitad de cada año o una década de su vida para predicar la doctrina cristianas69. Los veinte frailes españoles que acompañaron a Linaz llegaron a la Nueva España en 1683. Rápidamente se dispersaron a través la colonia, caminando a pie, predicando y fundando nuevos colegios, el primero en Querétaro, el segundo en Zacatecas en 1707, y un tercero en México en 1731. Los frailes emularon el estilo de vida de los primeros mendicantes franciscanos. Llevando únicamente un crucifijo y un breviario, entraban a los pueblos cantando la letanía de la Virgen, predicaban en las iglesias, y confesaban a la gente. En esta manera dramática sus misiones y colegios tuvieron un impacto profundo en la vida religiosa y cultural del virreinato en los siglos XVII y XVIII70.

En una ciudad provinciana como Querétaro al fin del siglo XVII, la llegada de los franciscanos causó un gran revuelo. Fray Isidro Félix de Espinosa notó que «siendo los misioneros venidos de extrañas regiones los escuchaban los Queretarenses como hombres de otro mundo»71. Los frailes no sólo se esforzaron para ir a misiones entre infieles, sino también entre la gente de la ciudad y sus haciendas72. Predicaron en las calles y en las plazas, y en su propio comportamiento actuaban como ejemplos de una intensa espiritualidad barroca; mortificándose con azotes, y cargando cruces y coronas de espinas en público73. Sorprendiendo a los habitantes durante su descanso nocturno, dos o tres frailes habitualmente caminaban por las calles cantando salmos y predicando en voz alta74. Las reformas religiosas iniciadas por los   —209→   franciscanos tuvieron efectos dramáticos sobre la vida cotidiana en Querétaro que se había caracterizado por su alegría y festividad. Los baños públicos con música y cantos cesaron, y un queretano comentó que «ya no se escucha una arpa, ni una guitarra, todo es rezar y sermones»75.

La intensa religiosidad de los nuevos misioneros atraía en particular a las mujeres de la ciudad. Las amas de casa dejaban sus labores para asistir a sus misas y confesionarios. Francisca, que tenía nueve años a la llegada de los misioneros escuchó sus pláticas en las calles de la ciudad y persuadió a una tía que asistía a misa en Santa Cruz a llevarla consigo. A diferencia de su familia que se confesaba con los Carmelitas, Francisca empezó a confesarse con los franciscanos de Santa Cruz. A lo largo de su vida, se confesaría con los frailes más distinguidos del colegio, empezando con fray Pedro de Sitjar. A su muerte, empezó a confesarse con fray Antonio Margil de Jesús uno de los más importantes personajes religiosos en la historia de México, este hombre carismático y enérgico como guardián del convento de Santa Cruz guió de cerca los pasos de Francisca de los Ángeles, a su muerte se le consideró como un santo en al región. En su ausencia, Francisca se confesó con fray José Diez, fray Juan Alonso Ortega y fray Ángel García Duque, incluyendo al cronista fray Isidro Félix de Espinosa. Sus cartas demuestran que mantenía relaciones amistosas y hermandad espiritual con un grupo de otros frailes de Santa Cruz.

Los estrechos lazos establecidos entre Francisca y los misioneros de Santa Cruz aseguraron la sobrevivencia de la familia cuando su padre murió en 1689. Antonia y dos de sus hijas se hicieron terciarias franciscanas y los misioneros les ayudaron a construir cuatro celdas, cada una con una cama, un escritorio y un diminuto altar. Bajo la dirección de los franciscanos las mujeres emprendieron una vida contemplativa, marcada por largas horas de oración, penitencias y ayunos. Comulgaban diariamente en Santa Cruz, y en días especiales como los de la Semana Santa se   —210→   quedaban en la Iglesia desde Jueves Santo hasta sábado para «acompañar a su Majestad en las tiernas de su dolorosa pasión»76.

Entre 1699 y 1702, cuatro huérfanas criollas se unieron a la comunidad bajo la dirección espiritual de Antonio Margil de Jesús. El gran amigo de Francisca, el Inquisidor Juan Caballero y Ocio les construyó una capilla y seis nuevas celdas. Durante la década de 1720, el grupo creció rápidamente y su situación económica se volvió difícil. Sus bienhechores persuadieron al Virrey Baltazar de Zúñiga para obtener una real cédula para asegurar el futuro del beaterio. La cédula fue emitida el 19 de julio 1727, y concedió al beaterio el prestigioso título de Real Colegio con el nombre de la predicadora mendicante Santa Rosa de Viterbo. En este año la comunidad constaba de 44 beatas. El 11 de julio, 1732 una bula papal puso a las beatas bajo la autoridad del cabildo metropolitano de la ciudad de México, y confirmó al grupo como hermanas de la religión de San Francisco77. Francisca de los Ángeles dirigió la comunidad a lo largo de su vida, y lució sus talentos políticos y diplomáticos asegurando la continua asistencia de sus bienhechores. Cuando murió a los setenta años en 1744, había 50 colegialas en Santa Rosa.

 

La vida secular III

Como tantas visionarias de la historia, el mundo divino se abrió para Francisca a una edad temprana. De niña, jugando en la huerta una mañana volvió los ojos al sol y vio, saliendo de sus rayos, al Niño Jesús. El Niño se convirtió en su compañero constante, le enseñó la oración, e inspiró en ella un disgusto para los juegos infantiles de los niños del barrio. Como notaron sus confesores en Santa Cruz, la infancia se caracterizó por más elementos hagiográficos como la multiplicación del pan que ella distribuyó entre los pobres, y milagros como restaurar la visión a los ciegos y resucitar a los muertos.

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A los quince años, cuando empiezan sus cartas a sus confesores, Francisca ya tenía una conexión segura con la Santísima Trinidad, la Virgen María y los santos católicos. Sus cartas entre 1689 y 1698 a su confesor fray Sitjar muestran su confianza en sus poderes y narran desfiles en el cielo donde ella misma, vestida de seda y joyas tomaba su lugar entre los personajes santos. Recuentan también conversaciones íntimas con Dios y los grandes favores regalados por el Altísimo. Sus visiones nunca dieron rasgos de un misticismo ortodoxo en la tradición de San Juan de la Cruz, quien postuló que la experiencia mística era la contemplación que carecía de imágenes o palabras. Al contrario, Francisca describía sus visiones con detalles materiales, incluyendo inventarios de la ropa de Dios y los Santos, sus palabras exactas, su aspecto físico y su comportamiento. En su misticismo, Francisca siguió la tradición popular del barroco, fundada en la religiosidad tridentina. El monopolio de la educación teológica era uno de los objetivos principales de la Contrareforma; la Iglesia puso gran énfasis en la importancia de las imágenes para mantener la devoción popular78. El resultado era que la oración mental se volvió uno de los elementos principales de esta tradición. En 1605, un jesuita español, Luis de la Puente describió el método clásico de la oración barroca con su énfasis en la imaginación:

la imaginativa… ayuda mucho cuando puede con facilidad formar dentro de sí algunas figuras o imágenes, de las cosas que se han de meditar; porque es como si la tuviera presente… con la mayor viveza y propiedad que pudiéramos. Si tengo que pensar en el infierno, imaginaré un lugar como un calabozo, oscuro… y horrible…79.



El logro más espectacular de la imaginación barroca de Francisca fueron sus presuntos viajes a Tejas donde convirtió y bautizó a miles de infieles. Su guía era su ángel de la guarda, y para que no se notara su ausencia de Santa Rosa de Viterbo el ángel tomaba su lugar en Querétaro. En Tejas, Francisca reclamó   —212→   haber fundado sociedades «utópicas», construido iglesias y dar misas para sus discípulos. Describía estos lejanos lugares en detalle, incluyendo los códigos que utilizó para llamar a estas personas de lenguas extrañas a celebrar fiestas religiosas80. En sus actividades siguió el ejemplo de la famosa monja española, la Madre María Agreda, cuyos escritos espirituales Francisca leyó con entusiasmo. Impedida por su sexo de seguir el ejemplo de sus mentores franciscanos e ir a las misiones, dirigió su energía evangélica al interior e hizo sus viajes por medio del espíritu.

La confianza con que narró sus viajes a Tejas se revela en otros detalles de su espiritualidad. Las cartas de sus confesores y documentos inquisitoriales revelan que Francisca utilizó su relación privilegiada con Dios para tomar en sus manos poderes normalmente prohibidos a una mujer. En una de sus cartas a fray Salazar, Francisca declaró que un crucifijo bendito por Dios en su presencia tenía el poder de asegurar un parto normal y seguro a las mujeres embarazadas. También prometió a la persona que lo llevara puesto, cinco mil años de absolución. Para los frailes que lo llevaran durante la misa, Francisca afirmó indulgencias más grandes que los favores obtenidos por un viaje a Jerusalén. De esta manera, la joven beata, que nunca pudo decir misa, introdujo su presencia en este ritual controlado por hombres. Llevada un poco fuera de sí por su poder, también asumió autoridad papal, prometiendo que uno de sus rosarios benditos, si fuera llevado durante, un Padre Nuestro y un Ave María, tenía el poder de «todas las gracias e indulgencias, remisiones de pecados, culpas y penas que los sumos pontífices han concedido en todas las órdenes de religión»81. A la vez, en sus cartas es evidente que Francisca utilizó sus privilegios para opinar sobre frailes y otros personajes distinguidos. En una de ellas informaba a los franciscanos quienes entre ellos permanecerían por mucho tiempo en el purgatorio por sus grandes culpas. Por lo general, expresarse públicamente sobre las culpas de un eclesiástico era una actividad prohibida a una beata humilde82.

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A fines del siglo XVII, la vida espiritual de Francisca cambió de manera radical. En 1698, cuando tenía 24 años, su confesor, fray Sitjar murió. Su nuevo padre espiritual era el famoso fray Antonio Margil de Jesús, quien era un misionero inspirado que viajó a pie por Tejas y Centroamérica, lugares donde, según la leyenda, convirtió a miles de indios. Entraba a los pueblos cantando el alabado a metro, y confesaba a muchedumbres de penitentes atraídos por su reputación83. En 1696, durante una misión a Guatemala, fue elegido guardián del colegio de Propaganda Fide en Querétaro. Cuando volvió en 1697, toda la comunidad de Santa Cruz y cientos de queretanos los esperaban en el camino a la ciudad. Cuando asumió su puesto, Margil dirigió sus energías evangélicas al pueblo queretano. Pasaba una gran parte de su día en el confesionario y predicaba en la misa principal del día. Continuó sus actividades misioneras, predicando cada domingo en las calles y las plazas, visitando a delincuentes en las cárceles y acompañando a los condenados a la horca; caminaba grandes distancias de noche para ayudar a los moribundos, y era una presencia frecuente en las casas ricas y pobres de la ciudad84.

Margil pasaba días enteros con las monjas de Santa Clara y las beatas de Santa Rosa, confesando y dando consejos espirituales85. Francisca se sintió impresionada por su nuevo confesor. En 1708, describió sus sentimientos sobre Margil a fray Juan Alonso Ortega:

Cuando estuve muy mala vínome la noticia de que venía el dicho padre y me pareció que no me decían que era hombre mortal…sino nuestro señor Jesucristo. Yo quise tenerlo a extremo de amor y demasiado descuido verle. Mortifíqueme c on este parecer y quise reprimir el gusto, hícelo un rato y estando en el retiro fueron presta a avisarme cómo había llegado nuestro padre. Salí reprimiendo el gusto por no dar lugar al demasiado regocijo, quien en todo andaba yo con tal miedo que en todo parecía que había de ofender…86.



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Durante su primera confesión con Margil se sintió tímida. Pero en la segunda ocasión se establecieron estrechos lazos entre Francisca y Margil:

La segunda vez que llegué a llegar a sus pies sintió mi alma fe viva de que hallaría remedio en mis disparatados desconsuelos y así me determiné y le dije con llaneza parte de mis trabajos pasados, se los fui contando con tanta llaneza como si estuviera realmente a los pies de nuestro señor Jesú Cristo y puedo asegurar con verdad que no sentí otra presencia sino la de su Majestad divina. Oyome con su acostumbrada caridad, lloró sus tiernas lágrimas y con ellos me exhortó a la resignación87.



Margil introdujo a Francisca en nuevos retos espirituales. Entre otras pruebas, Francisca se tuvo que arrastrar desde la puerta del convento de Santa Cruz hasta el confesionario cada día durante tres meses. Soportó su mortificación con admirable espíritu aun cuando las mujeres que venían a confesarse con Margil se burlaban de ella88. Bajo la tutela de Margil, la audacia de las visiones de Francisca empezó a modificarse y fueron reemplazadas por dudas acerca de su comportamiento en el camino a la perfección. En lugar de visiones que confirmaron su directa relación a Dios y su posición privilegiada dentro del mundo celestial, su espiritualidad tomó una forma más compleja. Al igual que su director espiritual, se mortificó para vivir la pasión de Cristo. Este fraile era famoso por su ejemplo ascético; durante una misa en Zacatecas, por ejemplo, azotó su propia espalda desnuda en el púlpito89. Siguiendo este ejemplo, sus cartas de este periodo están llenas de referencias a la mortificación, ayunos, y enfermedades. Sus propósitos de perfección en 1711, por ejemplo, incluyeron postraciones en cruz en el suelo una hora cada día, el uso de cilicios, y besar los pies de la comunidad cada sábado90. Viviendo la pasión de Cristo, Francisca se sintió como si estuviera ardiendo en un fuego inmenso, un estado acompañado de dolores de cabeza, estómago, náuseas y vómitos. Sus esfuerzos así redoblados en el camino a la perfección, Francisca   —215→   se sintió más y más agotada por su lucha contra el diablo, quien la seguía constantemente, esperándola en forma de ser humano o de animal en cualquier lugar: en la calle, en el templo, en su celda, y en sus sueños. Al mismo tiempo empezó a pasar más y más tiempo en su retiro en la huerta, escribiendo y rezando. Todos estos esfuerzos resultaron en la obtención de la salida de almas de purgatorio y uniones dulces y humildes con Dios: «…Sentí en mi alma al Señor que amorosamente la acariciaba y le prometía ciertas riquezas y tesoros y mi alma en un profundo secreto y silencio sin hablar palabra decía al señor[:] …Sólo así te quiero y tú sólo eres mi tesoro»91.

Sus ejercicios religiosos se organizaron alrededor de las fiestas religiosas. En su retiro, ayunaba y se mortificaba durante semanas antes de las fiestas de la Asunción, la Purificación, la Semana Santa y la Navidad. Usualmente, sus esfuerzos resultaban en espléndidas uniones con Dios, como durante la Pascua de Semana Santa, cuando habitualmente recibía la estigmata92.

Entre 1710 y 1720 el ritmo de sus cartas empezó a cambiar. En su juventud había sido capaz de escribir treinta páginas en el día, aunque no era muy cuidadosa de los detalles; olvidaba poner la fecha o su firma, o el nombre de la persona a quien escribía. Escribió con inspiración y sin organización, olvidando el tema original de la carta. Durante estos años más maduros, no obstante, las cartas más cortas fueron escritas con más calma y ordenamiento, con puntuación, párrafos, firmas y fechas. A lo largo de esta época, empezaron a concentrarse en los detalles de la vida cotidiana, problemas administrativos del beaterio, preguntas sobre la salud de los frailes y noticias de las beatas. En materia espiritual era cautelosa y parece no haber recibido tantos favores de Dios como antes. Expresaba dudas y temor por su propia imperfección e incapacidad de amar a Dios en la manera correcta.

Tal vez las largas ausencias de Margil un misionero dedicado causaron el cambio, o su creciente preocupación con la administración   —216→   del siempre pobre beaterio. En todo caso, evidentemente se sintió cansada y sin fuerzas espirituales. De los años veinte existen pocas cartas que casi no hablan de materia espiritual. En 1729, surgió un conflicto entre los frailes del Convento de Santa Cruz y el juez eclesiástico de la ciudad, prefecto de la Congregación de Guadalupe, quien tenía el beaterio bajo su jurisdicción. El conflicto causó un escándalo público en la ciudad, pero sorprendentemente, Francisca apoyó al juez eclesiástico contra sus viejos amigos franciscanos, y dijo a las beatas que para asegurar la permanencia de la institución era mejor cambiar sus hábitos a los de Nuestra Señora de los Dolores, como exigía el juez al prelado. Su conducta probablemente fue el resultado de la nueva posición del beaterio como Real Colegio y el creciente poder del clero secular con relación a las órdenes mendicantes de la ciudad. Francisca escogió la sobreviviencia de su beaterio sobre su amistad con los franciscanos. Unos años antes del conflicto, Margil murió, y a su muerte Francisca dejó de tener relaciones estrechas con el convento93. Después de esta fecha, sólo existen pocas cartas de los años treinta que muestran que Francisca todavía tenía relaciones amistosas con los frailes de Santa Cruz, pero estas cartas ya no hablan de religión; son breves notas de cortesía preguntando sobre la salud de los frailes. Si el mundo divino todavía se abría a Francisca, a esta edad madura, ella ya no lo quería narrar.

 

La vida secular IV

Los franciscanos de Santa Cruz tuvieron fe en la autenticidad de la relación de Francisca con el mundo divino. Esto se ve en la diligencia con que sus escribanos copiaron, palabra por palabra, las cartas de la visionaria, su estrecha amistad con ella y la asistencia que los frailes siempre dieron al desarrollo de su beaterio. Su admiración por Francisca también se confirma en sus comentarios   —217→   sobre ella; uno de sus primeros confesores en Santa Cruz declaró en público que «dicha Francisca estaba tan beneficiada de Dios que de la Virgen Santísima abajo no había otra santa»94. Los frailes conservaron cuidadosamente sus hábitos sangrados por la estigmata que habitualmente recibía durante la Semana Santa, y los enviaron a Roma95. También sabemos que los misioneros de Propaganda Fide llevaron reliquias a Guatemala bendecidas por Dios durante sus uniones espirituales con Francisca. En la década de 1690, los misioneros de Santa Cruz a punto de salir para el territorio de Tejas, pidieron consejos de Francisca, quien ya había «viajado» largas distancias dentro del territorio con su ángel de la guarda y bautizado a miles de infieles96.

Sin embargo, a lo largo de los años, varios miembros de la comunidad, y aun los mismos confesores de Francisca expresaron dudas sobre la veracidad de sus visiones, y temor por la naturaleza radical de la visionaria. Durante el proceso inquisitorial, uno de los Franciscanos de Santa Cruz, fray Diego de Salazar dio su testimonio en contra de la beata, quien, según él, había despertado sus sospechas cuando dio dos versiones de una visión que había tenido durante la Semana Santa. Al mismo tiempo, el guardián del Convento de Santa Cruz, fray Francisco Esteves, envió una carta al Tribunal, pidiendo la interrogación de Francisca y de otra beata, Felipa, para asegurar que no eran ilusas97. Las sospechas de los franciscanos acerca de la falsedad de la espiritualidad femenina continuaron a lo largo de los años; en 1708, por ejemplo fray José Dies, el confesor interino de Francisca, se quejó de la «falsedad del beaterio» al Comisario General de las Indias de la Orden Franciscana, fray Lucas Álvarez. En su respuesta de Toledo, Álvarez dijo: «lo que más me contristo por se los daños que se suelen originar de estas espiritualidades que si no se manejan por sujetos muy experimentados y de buena y sólida virtud sirven de descréditos para todo el común de la Religión»98. En su correspondencia con Francisca, los frailes de Santa Cruz a veces   —218→   se enojaron con su lenguaje dramático. En 1710, por ejemplo, su confesor sugirió que sus batallas constantes contra el diablo podrían ser el resultado de sus dolores de cabeza. En 1716, cuando Francisca preguntó a fray Ángel García, si todos estos favores divinos la volvieron «santa», él respondió que ella tenía que ser más modesta99.

Estas contradicciones en la actitud de los franciscanos demuestran el clima de ambigüedad en que vivían las visionarias de la época. Desde la Edad Media en Europa, y particularmente durante la Contrarreforma, la Iglesia Católica se esforzó en vigilar y controlar la religiosidad de las mujeres místicas. Para proteger la sociedad de los herejes protestantes del norte, la Contrarreforma se concentró en erradicar expresiones individuales de piedad y relaciones con el mundo divino que no observaran los rituales institucionales. En la península, varias visionarias renombradas fueron investigadas por el Santo Tribunal. Como un antecedente estaba el proceso de Magdalena de la Cruz, abadesa del Convento de Santa Clara en Córdoba, entre 1544 y 1546, por ejemplo, causó horror en la sociedad española cuando la monja confesó que el diablo la había poseído. La monja había atraído un gran grupo de seguidores dentro de la elite española, incluyendo la emperatriz y el inquisidor general100. Al mismo tiempo, sin embargo, era un hecho aceptado entre los miembros de la iglesia que las mujeres poseían cualidades que les hacían más fácil la comunicación con el mundo divino que los hombres. En Nueva España, el jesuita Miguel Godínez en su Práctica de la teología mística, presentó el argumento siguiente acerca de este misterio:

Las mujeres de ordinario tienen un natural blando, apacible y amoroso, y como el agua se acomoda a la figura del vaso, así el regalo del espíritu se acomoda al natural blando y apacible de las mujeres… y como es tan amigo Dios de honrar a sus amigos, siendo las mujeres incapaces del sacerdocio, predicación apostólica, y otros semejantes favores, las suele honrar con estos favores de las visiones, raptos, y revelaciones101.



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En este clima cultural contrario a monjas visionarias como la famosa contemporánea de Francisca, la monja poblana Madre María de San José, las monjas tenían que presentar sus escritos espirituales a los prelados eclesiásticos para verificar su ortodoxia102. Durante el siglo XVII, la Inquisición novohispana inició procesos contra varias mujeres religiosas por ser falsas beatas103. Gracias a sus amigos y bienhechores en Querétaro, incluso el mismo inquisidor, Francisca de los Ángeles se salvó de la suerte que esperaba a muchas de estas mujeres. Este hecho demuestra que la sociedad queretana, en su mayoría, probablemente creía en la relación especial que Francisca tenía con Dios. Los documentos del proceso, también revelan que Francisca habló de sus visiones públicamente y que era una presencia frecuente al lado de los enfermos y los moribundos. El testimonio de Antonio de los Ángeles del año 1697 por ejemplo, tomado durante el proceso inquisitorial revela que cuando el Marqués de la Villa del Villar del Águila estaba para morir pidió a Francisca lo «comendase a Dios»104

A lo largo de su vida, Francisca continuó teniendo relaciones amistosas con los habitantes de su ciudad. Correspondió con los franciscanos de Santa Cruz diariamente, particularmente con su gran amigo Antonio de los Ángeles, quien le dio ayuda en las cosas prácticas de la vida cotidiana del beaterio. También correspondió con el inquisidor Juan Caballero y Ocio, con el rector del convento jesuita fray Juan Antonio de Mora, con los curas de la Congregación de Guadalupe y con el bachiller Matías Lexar, de la Real Audiencia, quien era uno de los bienhechores del beaterio.

Aparte de un grupo de frailes franciscanos, fueron las mujeres de la ciudad con quienes Francisca mantuvo las más estrechas amistades. Fue muy amiga de las monjas de Santa Clara; a quienes visitaba, enviaba flores y dulces y ayudaba a encontrar sirvientes. Entre 1710 y 1720 ella correspondió con frecuencia con dos monjas de Santa Clara. Las cartas de este periodo también muestran que Francisca visitaba mujeres seglares de la elite criolla de Querétaro.   —220→   En 1712, por ejemplo, acompañó a María Buenrostro a visitar a sus dos hijas monjas en Santa Clara. María Buenrostro era miembro de una de las familias más antiguas y prestigiosas de la ciudad, y su esposo el peninsular Capitán Juan Martínez y Lucio, era un personaje rico y distinguido105. De esta manera, la vida de Francisca muestra una fluidez especial entre clases altas y bajas y todos los grupos étnicos.

La documentación sobre la vida de Francisca de los Ángeles, demuestra que nunca fue un personaje lejano y recluido, material para crear leyendas. Al contrario, Francisca era probablemente una de las personas más conocidas de las calles de la ciudad, con sus constantes visitas a iglesias, a casas queretanas y a los conventos de monjas y frailes. Viendo a Francisca en sus actividades cotidianas, los habitantes de Querétaro probablemente vieron una apertura al mundo divino más accesible que los rituales eclesiásticos. Dentro de la cultura popular Francisca fue un símbolo del favor con que Dios miraba a esta ciudad dinámica y trabajadora.

 

La vida secular V

Después de su muerte, los franciscanos de Santa Cruz trataron de conservar la reputación santa de Francisca. En el único fragmento de su biografía que sobrevive, el autor afirma que cuando su cuerpo fue exhumado estaba incorrupto y con un olor de perfume106. La vida de Francisca, tenía los elementos hagiográficos necesarios para dar al público un ejemplo edificante de la religiosidad femenina. Sin embargo, su biografía nunca fue publicada y en su mayor parte se perdió. Tal vez, para las autoridades eclesiásticas, la espiritualidad que narran sus cartas estaban demasiado cerca de la herejía. Las crónicas de la ciudad no la mencionan entre el grupo de sus personajes distinguidos, aunque incluyen varias monjas. Evidentemente, Francisca de los Ángeles pertenecía demasiado a la   —221→   cultura popular de la religiosidad barroca para ser considerada en las crónicas. No era una mujer «recluida» como las virtuosas monjas de las crónicas, y tal vez dio sus opiniones con demasiada libertad y publicidad. A mediados del siglo dieciocho, el catolicismo ilustrado de los Borbones ya había afectado a las autoridades eclesiásticas de Nueva España que, probablemente, no querían publicar un ejemplo de los «excesos» del barroco.

El ejemplo de Francisca demuestra que la cultura religiosa del barroco abrió varias puertas a algunas mujeres con inspiración e imaginación. Si sus cartas son indicativas de su manera de hablar, Francisca probablemente describía el mundo divino a los queretanos en términos vivos y accesibles. Sabía qué tipo de lugar era el purgatorio y el estado de las almas atrapadas allí; sabía también cómo era el mundo divino en el cielo y cuál era la historia de sus habitantes. Estos poderes visionarios aseguraron que una mujer pobre, con rastros de ascendencia indígena podía asumir un lugar elevado dentro de la cultura de su pueblo. Su sexo le impidió una labor misionera y el oficiar en el ritual eclesiástico, pero Francisca siguió el ejemplo de su mentor fray Margil y predicó la palabra de Dios en su propia interpretación. El mundo mexicano de la época barroca evidentemente fue un lugar abierto y vivo en el que una mujer excepcional podía dejar su huella.

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ArribaAbajoCartas de Francisca de los Ángeles, de 1693 a 1727

Selección y transcripción:
Ellen Gunnarsdottir

 

Jesús, María y José, noviembre, 1693, a fray Sitjar

Forma del Ángel. La forma en que más ordinariamente le he visto ha sido así; el tamaño de su mano será como de un niño de catorce años, o quince, el vestido es una túnica blanca y no como el blanco que se mira por acá, sino a mi modo de entender es como el de un espejo puesto al sol, que se mira con una blancura y resplandor hermoso; todavía me parece que no es al propósito esta comparación, porque no la tiene. Ya así sólo bástame decir que es blanca y resplandeciente muchíssimas veces más que el sol. El cabello es como de media vara de largo; el color de finísimo oro, es ensortijado, y del sale un género de resplandor muy sutil que parece sale para más gracia de aquella hermosura-belleza. El rostro ni es redondo, ni largo, sino muy perfecto en el tamaño, es blanco y rosado que parece bien ser color de gracia del Altísimo y no fingida, que en esto no puede el enemigo hacer cosa con que engañar como luego diré. El cabello es partido por en medio y al remate o principio de donde se comienza abrir está una hermosísima cruz con tan real perfección que no se puede imaginar: por que si a una persona por muy hermosa que fuera le pusieran una cruz en la frente de los más preciosos y ricos que en el mundo puede haber me parece que fuera cosa tosca; y así me parece que no se puede decir la particular con que le hermosea el rostro aquella pequeña cruz; el pie de ella le divide la cara y le hace comienzo en la nariz. Los ojos son hermosos, y siempre modestísimos y severos, la nariz es acordonada y resplandeciente, la boca es a mi parecer   —225→   la gracia de todo el rostro. El personaje no es grueso, ni delgado, las manos muy perfectas y hermosas; los pies descalzos, la acción de manos expuestas sobre los pechos cruzados al modo que Nuestro Padre San Francisco las ponía. Traía un bastoncito tachonado de preciosas piedras, pero no éste mismo que ahora del que hablo. Es del que más continuamente me asiste y este suele traer en las manos algunas cosas de significación… Otras veces son como flores hermosas, blancas, coloradas de otros diversas colores. Otras me trae una cruz pequeña en el tamaño y muy pesada al tomarla, o recibirla en mis brazos; otras veces un vaso que me representaba en él lo que había padecido Nuestro Señor y dándome una bebida no sintiéndola corporalmente sentía en mi alma vivísimamente el amargo y doloroso de la Pasión de Nuestro Señor. Ya esto lo tengo dicho. También suele tener el banulo [báculo?] cuando me acompaña para los infieles y aunque aparece allá en forma de religioso y le veo yo que así se me muestra en aquellas partes y lugares, no por eso lo dejo de ver siempre en aquella forma, que siempre lo veo. El manto que le cruza, y le hace muy galán y hermoso es encarnado y de oro. Tiene labores, y no se puede percibir bien como son las labores, ni de que es el campo, si del todo encarnado o del todo de oro…

Este Ángel trae tantas cosas particulares, que si como mi alma las siente, las pudiera yo decir, me fuera de mucho consuelo para lo que toca al descargo de mi conciencia. Una de las mayores gracias que me parece y siento en mi alma que trae este Ángel es una modestia, y compostura tan real que toda me compone, en lo interior y exterior. Esta virtud y gracia es casi siempre, nunca ha habido en este Ángel que entiendo es del Señor falta en esta virtud antes lo advierto cada día de nuevo, como si fuera la primera vez… Nunca me propone cosa contra la obediencia y si es cosa que he de hacer o dejar de hacer, nunca me insta que lo haga o deje de hacer hasta tenerlo dicho a VR, y si esto lo hago sin la debida disposición, me reprende; y siempre en esto he hallado de un mismo sentir y parecer…

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También me avisa cuando está en trance de muerte algún devoto de la Pasión de Nuestro Señor o de Nuestra Señora, de San José o de Nuestro Padre San Francisco, y este aviso es instándome a que ruegue a Nuestro Señor por ellos; de estas cosas y otras semejantes me avisa este Ángel que entiendo es del Señor y no hay vez que me hable, que no sea en provecho de mi alma, o de otra alguna, como tengo dicho y aun muchas veces me avisa, si alma particular de quien es voluntad de Nuestro Señor que pido por ella o haga algo para que salga de las penas del Purgatorio. Y en particular he advertido y conocido muchas veces que de estas almas que el Ángel me continúa a avisar son almas de cofrades de la cuerda de Nuestro Padre San Francisco de religiosos y religiosas, de terceros y terceras y también de Cofrades del Rosario…

Este Ángel siempre que se me representa, no hace artificio ninguno con alas, pies ni manos, como la hace el transformado que después diré. Las alas que trae no son por ninguna manera como las que pintan a los ángeles los pintores; éstas son perfectísimas, no con plumeros, ni estendidas, sino con la más graciosa forma y compostura que acá se puede imaginar: son blancas y con ser la túnica blanca, también no es del mismo blanco ni hace los mismos visos de resplandor. El cinto con que se ciñe es de muy pequeñas esmeraldas y perlas; las esmeraldas hacen labor…

La forma, aunque humana no tiene facciones de criaturas, ni acciones porque anda sin dar pasos, vuele sin abrir ni cerrar más las alas, mira sin voltear ni bullir los ojos, habla sin sonido de voz alta, ni baja; se percibe más en lo interior que en lo exterior, y aunque le he visto y tratado muchas veces exteriormente siempre le he conocido y desconocido interiormente; porque aunque en lo exterior podía con facilidad desconocerse, pero no me he hallado nunca firme y estable en este modo de conocer sólo al interior, y por eso dije al principio que el ángel que entiendo es del Señor. Trae consigo la librea de la gracia de Dios Nuestro Señor, porque en lo interior es conocidísimo; no puede transformarse para lo   —227→   interior y así he advertido que siempre se debe atender a los hechos que causa en lo interior, porque me parece que si declaradamente supiera yo que era el Ángel del Señor. Y si éste me decía que Dios quería que me matase no lo creyera ni lo hiciera. No sabe esto en la suma bondad de Nuestro Señor y de sus ministros los ángeles, pero supongo esto por lo que haya de certeza en lo interior para conocer cuál es el demonio [y] cuál no. Pero con todo, Padre mío, no es mi intención que se entienda que yo digo que estoy cierta en que sé y conoció [conocí?] cuál es verdaderamente el Ángel del Señor y cuál el demonio transformado, por que soy una ignorante y rústica de entendimiento, y sólo digo lo que entiendo, y lo que pasa y ha pasado de mi parte y más cuando me han pasado cosas tan particulares en que el demonio ha querido destruirme y apartarme de la voluntad de Nuestro Señor.

 

1 de junio de 1696, a fray Sitjar

…Pasado esto llegó la noche y en ella me vi muy fatigada del enemigo; tanto que se dobló por cuatro más de lo ordinario. Llevarónme a la huerta y machucadas peras [?] me las hacían pasar a golpes me maltrataron tanto de las quijadas que hasta ahora me duelen… me puse otra vez en oración a darle a Nuestro Señor gracias porque quería que yo vil criatura mereciera padecer algo por su amor. Estando algo recobrada, me hallé otra ves como fuera de mi sentido pero tuve una visión tremenda. Mil veces lo he tenido y tengo para decir lo que vi y entendí; sólo me da deseo de mucho llorar por lo mismo que vi y entendí; mas si mi asiento y el gusto de los santos está en que yo comunique lo que me pasa sea lo que fuere lo que vi y entendí. Lo diré[.] Ojalá que sea disparate de mi mal entender.

Vi aún a su suprema Majestad sentado sobre un trono de hermosísimo rostros resplandecientes y más transparentes que el   —228→   cristal finísimo. El Señor estaba cubierto de resplandor que quitaba a la vista de mi alma que no vio más que el rostro y manos de este Señor aunque el rostro no con la serenidad, caricia y amor que en otras ocasiones sino aunque hermosísimo muy severo y recto. Una mano tenía alzada, y la otra tenía caída con un azote sobre gran número de gente… No me causaba tanto temor como cuando vi la mano levantada y en ella tenía una bola de fuego[.] Parecíame que tenía la ruta hacía donde tenía la mano alzada[.] Válgame Dios, que tremenda visión; pedíale yo con ansias al Señor que tuviese misericordia de sus criaturas que no las castigase sino que les diese luz y gracia para que se arrepintieran y su majestad les perdonara. Confieso que me hallé acobardadísima y confusa; veía a Nuestro Señor justísimamente enojado. Hallarme yo en la banda de los culpados, suplicarle yo parecíame le había de enojar y irritar, y así las cortas peticiones que hice fueron con harto temor aunque con mucha fe y esperanza en la infinita misericordia de que tendría piedad de los mortales todos[.]

Estando yo en estas peticiones y recogimiento el Señor tuvo piedad de mí y me miró con amoroso semblante y me dijo[: «] Hija, [¿]si azoto a mis pequeñitos, para que quieres que se queden sin castigo los grandes soberbios y hinchados[?».] Luego cobré aliento cuando vi el semblante y ojos amorosos de Nuestro Señor y con un ánimo grande que su Majestad me lo debió de comunicar le pedí suspendiera su divina justicia y que enviase el castigo por mano de su misericordia, que enviase a todos como a cada uno los trabajos que su majestad quisiese con cargo que no fuese castigo de eterna condenación. Temí en aquella bola de fuego muchos castigos con que su Majestad quiere castigar el mundo por tantas culpas y pecados como se cometen contra su Majestad divina; pero la más especial que entendí fue muertes repentinas, fuego en partes particulares y otras cosas que sólo son para lloradas y pedir a Nuestro Señor piedad y misericordia para semejantes trabajos; como está en su mano la justicia, está también la misericordia y así me halló en la oración…

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6 de septiembre, a fray Sitjar

…Estuve mucho tiempo en la oración, creo que sería como tres horas y aunque eran grandes estas ansias y fuego que me abrasaba, nacido de estos deseos no quisiera que se me quitaran… nunca antes me hallaba con no sé qué quietud o consolación interior; esto sabré explicar[.] Lo que me sucedió fue que entre aquellas llamas que me abrasaban y bañaban toda vi un preciosísimo niño como de edad de tres años[.] Pareciome que me tomó de la mano y me dijo[: «] Tres deseos, Francisca, han penetrado mi corazón… Conocí o tenía yo conocido que todas las almas criaturas sensibles y invisibles, y todas las cosas del cielo y de la tierra son suyas y estando yo en este conocimiento callada y sin responder me dijo el amoroso con un imperio suave[: «¿] Que piensas si yo sé lo que quieres[?»], y diciendo esto me hallé con este precioso niño en lugares muy diferentes de los que me he visto, de infieles. Debía de ser Turquía porque era gente blanca de casas fabricadas con artificios curiosos. Estaban vestidos de sedas aunque no al uso de que como se visten por acá; estando en este lugar me dijo el Señor[: «] Mira qué alma quieres que se salve de todas éstas que ves[».] Yo bien las quería a todas, mas conociendo la imposibilidad dije al amoroso niño que me llevase a las cunas de los recién nacidos. A tres cunas llegué que en cada cuna había una criatura y eran las más pequeñas que vi. Todas tres las cogí y no sé cómo, y viéndome con las tres criaturas le dije[: «] Amoroso dueño de mi alma vamos donde hay cristianos; pondremos estas criaturas, las bautizarán y luego tú cuidarás de ellas[».] El Señor, como lo vi en sueño, me sacó aprisa y me puso en una tierra donde había templos y gente que en mi interior conocí ser cristiano. Pusimos las criaturas en diferentes partes; ofrecí estas tres criaturas al misterio de la Santísima Trinidad; dos eran hombres y la una mujer. Lo entendí del mismo Señor que me asistía, y eran las criaturas de rostros muy preciosos…

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20 agosto 1697, a fray Sitjar

… Díjele [a su confesor] el desconsuelo que tenía y que si sería agradable a Nuestro Señor el que yo huyera de visiones, revelaciones y cosas semejantes; díjome que no sólo no era de su agrado mas que con la continuación podía venir a ser muy ofensivo a su Majestad; que debo querer lo que Dios quiera de mí, y de todo el mundo; que tema mucho en esto que es amor propio y poca confianza en la infinita bondad de Dios, quien no deja perecer a los suyos, sino que toma por empeño el hacerlos grandes como las almas no impidan. Diome buena reprensión en esta pregunta y después me dio consejos para pasar por todo lo que fuera del agrado de Nuestro Señor. Díjome que la resignación en la voluntad divina es lo más principal; que cuanto tendré de mi propio juicio y parecer tanto menos tendré de Dios y cuanto más me negare y aniquilare, tanto más tendré a Dios. De mi parte díjome que mi oración sea una continua presencia de Dios porque yo le pregunté y le dijo que en esto no ponía cuidado; antes lo dejaba algunas veces con advertencia, temiendo que el Señor se comunicaba a mi alma con más claridad y que yo, conociendo mi mucha miseria, y que no podía juntarse en un mismo sujeto muchos beneficios de Dios y muchas culpas contra este mismo Dios que así andaba con mil temores…

…Esta presencia de que me habló este bienaventurado padre no es de un modo de presencia, que me parece a mí que es muy ordinario como es considerar a Dios por esencia y potencia presente y penetrante en todo, y así puede una persona topar con Dios a mi modo de decir en cuanto tiene ser y en cuanto no lo tiene como yo se he llegado a percibir[.] Digo que no tiene ser como es lo que es nada. No me explico en esto pero digo que en todo lo que tiene ser… y es una Gloria a mi parecer esta presencia de Dios; pero de la que me habló este VP es extraordinaria, a mi parecer[.] Ya he dicho de ella en otros tiempos, y el otro día le dije la novedad que   —231→   había sentido[.] Esta es la que me encargó mucho, y por abreviar le preguntó estas cosas de mi conciencia, en que yo no estaba satisfecha. Digo que no lo estaba en si VR me habría entendido en la confesión mas diciéndome que el demonio me trae estas y semejantes cosas para inquietarme y que así no me acuerde de ello. Hallo quietud en ello[.] Digo no me martiga (mortifica?) aunque me venga al pensamiento[.] En las dos veces que digo he visto y hablado a éste VP he hallado y sentido particulares consuelos y ambas veces me ha tocado la cabeza y me ha tomado de las manos con tanta familiaridad que, huyendo yo las manos por mi bajeza, una vez me la tomó con más cariño, y al modo que tomamos la mano a un niño para enseñarlo a persignar; así me la tomó haciéndome con misma mano la suya la señal de la cruz; y esto fue la primera vez[.] A la segunda, ya tuve no tanto temor.

 

13 de abril 1698, a fray Margil

Jesús, María y José.

…Si el Altísimo Señor se comunicase a una alma con liberalidad y amor que la uniese consigo mismo muchas veces y por las culpas e ingratitud de esta alma se ausentar[a] este señor de ella, dejándola como dicen en manos de su consejo, pregunto: estando este señor tan enojado y esta alma tan sola sin Dios, [¿]podrá tener un ardentísimo amor a este Señor que ha perdido, del cual le nazca mayor tormento el no [hallarse?] en [ninguna?] [cosa?]. No sé si me declaro. En algunas ocasiones siento interiormente un amor tan ardiente a Dios que no hay a que comparar los efectos de pena y tormento que en mi alma causa. Parece disparate decir que el amor de Dios causa tales efectos cuando el amor es tan generoso, que cuanto es más subida su fortaleza son más dulces y suaves los efectos que causa; pero en mí, por ser la que soy, cuando es más vivo el amor tanto es más tremenda la aflicción y tristeza   —232→   que me causa el verme de Dios tan lejos, que se me propone que más cercanos e inmediatos están los cielos de la tierra que mi alma está de Dios.

Digo esto en modo que yo me entiendo no es mi intención faltar a la fe; creo fiel y verdaderamente que Dios está en todo lugar por esencia, presencia y potencia. Este sentirme sin Dios que yo digo es un modo muy fuera de poderse entender, porque ni aun yo que lo siento, por mucho que dijera no dijera nada a conforme ello es. Mientras es más viva la memoria que tengo de lo mucho que Dios ha hecho con mi alma, es más agudo y vehemente el dolor y pena que reinan en mi alma por hallarme fuera del sumo bien y único consuelo de las almas dichosas, las que saben agradecerle y estimar con pureza y reverencia a la suma bondad y majestad de Dios, y como quisiera yo de lo íntimo de mi alma dar una voz que todas las almas que tienen a Dios me oyeran, diciéndole[s] que velasen y tuviesen grandísimo cuidado porque no se les fuese o se les ausentase Dios. Quien pudiera dar este aviso ya que soy yo sola la caída en tal desgracia.

La otra pregunta que hago a VR es que si el Señor me dice desde el principio que era su voluntad que yo padeciese algo correspondiente a lo que su Majestad padeció en la cruz santísima en las tres horas que estuvo pendiente de ello, como ahora me hallo sola con un padecer tan extraño al que su Majestad tuvo que no sólo no me persuado a que sea correspondiente a su pasión santísima, más aún si lo pensara lo tuviera por mucha culpa y atrevimiento; y así lo tengo interiormente esta conturbación de por sí. Ya tengo el temor de ser homicida, de ser remisa o soberbia, y en fin está mi alma de todas maneras llena de confusiones[.] Y lo peor es que para decir estas tribulaciones y que VR me enseñara algo me hallo tan rústica como tan abestiada, que dudo muchas veces saber formar la letra, por decir, no escribir otro, y así no haga VR ningún caso de lo que le escribo ni de lo que le digo; pues muchas veces es tal la aflicción y apretura de corazón que no   —233→   sé lo que digo, y por esto le decía yo a VR en la carta que le di, que me contara en el número de sus difuntos y que sólo se acordara de mi alma para encomendarla a Nuestro Señor[.] Se lo vuelvo a suplicar a VR y quisiera tener ahora conciencia con las almas que aman a Dios para pedirles que me encomienden a su Majestad. Hágame esta caridad VR ya que yo no puedo ni conozco. VR es Padre de almas.

…Más [¡]ay de mí!, que si tengo a su Majestad enojado por mis culpas e ingratitudes no habrá quien le haga venir a mi alma; mas espero y confío en su bondad y misericordia infinita que ha de perdonarme mis culpas; que ha de darme tiempo para llorarlas hacer penitencia de ellas, y aunque hiciese muchísima nunca satisfaría cabalmente a la más mínima culpa. Fío en los méritos de la pasión y sangre preciosa de mi amoroso Jesús redentor de nuestras almas.

Aflíjeme muchísimo el acordarme que los mayores santos por sí, nunca pudieron dar entera satisfacción de un solo pecado[.] Paréceme que yo he vivido muy descuidadamente recibiendo beneficios de Dios sin hacer penitencia de mis culpas; y que he vivido desde que tengo uso de razón como quien está en un sueño soñando que se halla entre mil deleites, mas despertando, hállase sin nada. Toda mi vida pasada me parece haber estado dormida soñando, y que ahora he despertado y me he hallado privada de todo consuelo, llena de tristeza y tribulación ¡Ay Padre!, y como en esto que a mí me pasa estoy pensando que así debe de ser, aunque no será tan terrible a la hora de la muerte de una persona que ha vivido divertida; y que cosas debe de ver en desengaño suyo. Pero creo que allí con un buen dolor y la brevedad del tiempo que le falta para morir, negociará mejor que yo con la dilación del morir, tan flaca y miserable, como sujeta a peligros.

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Febrero de 1699, a fray Margil

…Después de comulgar me pareció hallarme en compañía de ellos en el cielo, en presencia de la Santísima Trinidad, de la Reina de los Ángeles y la corte celestial. Vi cosas grandes y admirables y a nuestro padre San Francisco con singularísima hermosura, y a mi alma hizo muchos favores cogiéndola en sus brazos como un padre coge una niña tierna[.] Avergüénzome de decir estos favores teniendo VP a la vista mi mala correspondencia. Pareciome que con gran cariño nuestro padre habló al eterno padre y pidió que me bendijese y concediese todo lo que tenía prometido a sus hijos y hijas que con filialidad le imitasen. Pareciome recibir la bendición del eterno padre en los brazos de mi serafín padre San Francisco; y al descuido me recibió en los suyos nuestro redemptor Jesú Cristo y recibí aquí un altísimo beneficio que fue sentir un abrazo tan estrechísimo que pareció no quedar nada de mí en mí, sino sólo Dios en mí y yo toda en Dios[.] Pareciome de verdad que ya gozaba perfecta bienaventuranza. Halleme en tal Majestad y señorío que estoy admirada cómo el Señor subió a mi alma en tan alta superioridad, y esto era sin temor de vanidad y soberbia en aquella seguridad que me parecía entonces muy certísimo que ya yo no perdería a Dios…

 

Marzo de 1699, a fray Margil

Los ejercicios que en esta santa cuaresma he deseado y deseo hacer son los siguientes: parte de ello he hecho estos días que han pasado con el seguro de que VP me dijo que me daba licencia para hacer lo que pudiera, aunque a la verdad me he hallado tan sin fuerzas, que si a sólo ellas atendiera yo sin mirar la principal causa que es el Señor que me conforta, no me hubiera determinado hacer nada. Ayuda mucho la fe y confianza en el Señor, y con esta   —235→   sombra dejé y confiaba en el Señor me dará VP licencia si le pareciere para lo siguiente.

Desde que comienzo la cuaresma me determinó el Señor que padecería cosas varias y diferentes que experimento desde las diez de la noche hasta las tres de la mañana[.] Son cosas tremendas, y sólo quien me lo da a sentir puede fortalecer para no morir, pero me queda tan grande aflicción y dolor interior de corazón, que parece que me lo es tan desmenuzando en pedacitos muy pequeños[.] En estas cinco horas no determino nada ni en las otras dos y media que se siguen, porque se me ha determinado que sea no de descanso porque el cuerpo es muy miserable; de las seis a las nueve o diez de la noche haré las trescientas postraciones, ajustándolas con las posturas en cruz; que estas son noventa veces que las he hecho así estos días, aunque no todos pues con el golpe que me dieron en la cabeza, me hallé imposibilitada para todo[.] El colgarme de los cabellos entra también en las trescientas postraciones de cruz, y por serme de mucha mortificación había pensado si haría este ejercicio treinta y tres veces; no las he llegado a ajustar… en que quedé; más si VP me da licencia, procuraré ajustarlas[.] La disciplina tendré dos horas, una a prima noche y otra a la madrugada. Las estaciones procuraré andarlas todos los días; las postraciones que haré en ellas que serán dos o tres; en cada una entraran en cuenta de las trescientas[.] Me animo a esto porque desde el domingo me acompaña muchos ratos mi querida Santa Rosa en forma visible, y con todo esto padezco tremendas tristezas. Mas reconozco que así lo ordena su Divina Majestad[.] Los ayunos van hasta ahora semejantes a los de la cuarentena de los benditos; no está en mi mano quitar ni poner tenía ánimo de pasar sin sentarme, sino pasar el día parada, postrada y hincada; si me da licencia quizás podré. Es para mí de gran penitencia el no sentarme algunos ratos; el ejercicio de la muerte lo tendré en las tres horas que haré, como las hacía en tiempos pasados, desde las doce a las tres de la tarde, asistiendo a la muerte de mi Señor y a   —236→   los dolores de su Purísima Madre y lo más seguro es que VP me dé licencia para todo lo que pudiere hacer.

 

Abril 2 de 1699, a fray Margil

…El Domingo de Ramos siempre me hace el Señor muchos beneficios y el más especial es el quedarse sacramentado en mi alma durando por todo el día sin corromperse las especias sacramentales, así lo he entendido; puede ser que no sea así, pero lo que puedo asegurar es que siento a su Majestad en mi alma con la misma realidad y verdad que su Majestad se me da a conocer en particulares ocasiones después de haberle recibido sacramentalmente[.] Este día vi a su Majestad en mi alma hermosísimo; me parecía estar con la gloria con su Majestad por espacio de una hora después que comulgué; mas en llegándose la hora en que se comenzó la pasión, después de la procesión de las palmas diome a conocer el Señor la verdad clara de todas las lecciones que oía con esta contemplación; estuvo mi alma todo el día en compañía del Señor, gozando de su Majestad particulares cariños y favores.

Antes de entrar diciendo lo que pasó la Semana Santa diré cómo el Señor me comulgaba espiritualmente. En algunas ocasiones ya dije a VP aquel modo con que el Señor me concedía oír misa y recibirle. Así continuaron algunos días y después me sucedan algunas cosas muy particulares[.] En una ocasión, estando postrada oía la campana grande del convento de mi padre San Francisco, y era señal de que alzaban en la misa de las ocho que así lo acostumbraban[.] Así postrada como estaba adoré a su Majestad, y de improviso me hallé en la presencia Real y verdadera de la hostia consagrada que alzaba el sacerdote; vi a su Majestad hecho un vivo fuego[.] Comunicábame a mí unos suavísimos rayos que traspasaban mi alma y abrasándome deseaba abrasarme más en aquel vivo fuego de amor y caridad[.] Sentí que me llegaban sin   —237→   ninguna diligencia mía y estando muy cerca se arrojó mi alma en aquel amoroso fuego de amor. Aquí sintió mi alma gran dulzura y parecíame que su Majestad mismo me había sacramentado. No sentí recibir forma; mas sentía a su Majestad en mi alma como si lo hubiera recibido sacramentalmente. De aquí me nacieron grandes deseos de comulgar, mas mirando mi indignidad y que la obediencia me había privado de la comunión, sosegase mi interior en los ardientes deseos de comulgar[.] En otras ocasiones, habrán sido por dos o tres, que haciéndoseme patente todo y estando dando la comunión y hallándome en grandes tribulaciones, me parece haber sido llevada como cuando voy a los infieles, y haber comulgado con otras personas. Esto me ha parecido así, y ya digo que ha sido en ocasión de grandes tribulaciones que he tenido hartas, y nunca me determiné a pedirle licencia a VP para poder ir a comulgar otro que fuera de los dos señalados que VP me tenía ordenado, porque temía y temo mucho llegar a recibir a su Majestad a instancias y diligencias mías. Si VP me mandara no comulgar lo sintiera en el alma más lo llevara con resignación por parecerme que iría con menos cargo en la presencia del Señor.

…El Jueves Santo ya dije a VP lo que vi en la misa, comunión, profesión y depósito que hizo VP del Santísimo Sacramento en el sagrario del monumento, y así no vuelvo a decirlo por todo aquel día se manifestó su Majestad a mi alma real y verdaderamente como está en el Santíssimo Sacramento, y lo mismo fue a la noche; en todas las estaciones y en cada templo que entraba entendía las gracias y indulgencias que estaba repartiendo su Majestad a las almas que en gracia suya le visitaban. Y los que no iban con esta disposición les enviaba rayos de luz y auxilios para que se convirtieran…

…Todas las gracias e indulgencias que me fueron concedidas las apliqué, fuera de lo que VP me tiene mandado, por las almas de que yo tenía noticia estar en el Purgatorio. Entendí de la bondad de Nuestro Señor que salieron muchas, aunque no todas por las   —238→   que pedí, pues siempre voy con esta debida atención de pedir según el beneplácito del Señor. En esta noche de Jueves Santo tuve particular persecución del enemigo y entendí que mayor tormento tuvo en atormentarme esta noche que en las demás ocasiones. El Viernes Santo prosiguen los dolores muy vivos y le diré a VP lo que se me ofreció que hacer, y cómo hallándome imposibilitada me ayudaron estos mismos ángeles que dejo dicho. A la noche me fui a las monjas a velar el santo sepulcro, y díjome su Majestad muchas cosas acerca de que más se agradara su Divina Majestad de que fuesen observadas las ceremonias de la Iglesia, en no tener luces encendidas ni sonar campana ni instrumentos, y que se agradaría su Majestad mucho de que aquel tiempo fuese ocupado en oración considerando su dolorosa pasión y muerte[.] Dábame a entender su Majestad como hace asiento su misericordia en las almas de los pobres y humildes. Esto entendí por una pregunta que yo le hice a su Majestad, por ofrecerse ocasión, sobre otras cosas que me daba a entender su Majestad, y fue la pregunta que si los pobres naturales de poca capacidad y entendimiento habrían ganado aquellas gracias y indulgencias que su Majestad había repartido y comunicado a las almas aquella noche antes. Sobre esta pregunta entendí muchas cosas en bien de estos pobres naturales.

Válgame Dios, qué distancia tan grande hay entre las cosas que el mundo aprueba y reprueba a las que Dios Nuestro Señor reprueba y aprueba. Justísimos son sus juicios: quien más recibe más debe. He considerado yo que Nuestro Señor ha dotado en humildad y desprecio de sí mismo a los naturales, y por eso entendí que es más segura en ellos la salvación que en los sabios y entendidos llenos de propia estimación y vanagloria. Solía decir nuestro padre Capistrano que si nuestro padre San Francisco viviera en estos tiempos y hubiera visto el traje y vida de los indios, la hubiera tomado y enseñado a sus frailes. Quería mucho a los Indios; se llenaba las mangas de dulces y salía a sus casitas a dárselos.   —239→   Acuérdome ahora porque debía de tener luz particular de estas almas; no tanto las de ellos como las de ellas, quien pudiera alcanzar el efecto de muchas conversiones de infieles. Estos días se me ha estado deshaciendo el corazón en deseos de las conversiones por el amor que el Señor me mostró que tenía a esta gente. El Sábado Santo prosiguieron los dolores no tan vivos, pero sentí más flaqueza y decaimiento; consider[é] acá la soledad tan amarga con que pasó mi Madre y Señora la Virgen María. Aquel Sábado Santo estaba mi interior con una suspención grande sobre lo que entendía del Señor, a lo íntimo y secreto del corazón, sobre la pasión y muerte y el descendimiento al limbo a sacar las almas de los santos padres, y de su resurrección gloriosa[.] Estaba mi alma a la vista y conocimiento de estos misterios como suspensa y admirada; daba gracias a su Majestad y deseaba que todos las dieran conmigo por tan crecidos beneficios. Ya dije a VP cómo le pedí a Nuestro Señor que hiciera participante a VP de su pasión. En cuanto al particular mérito que yo padecería por VP, lo que le podía dar si no estuviera en las debidas ocupaciones de confesiones y actos de comunidad a que decía asistir, como prelado. el Señor lo aceptó y tuvo por bien[.] No lo digo a VP por lo que pudo ser de pena en mí; que esto si algo, fue el Señor quien todo lo hace y lo ordena y a su Majestad le deben las gracias por todo. VP me ayude a dárselas, pidiéndole que conserve en mi alma estos efectos que me ha dejado de la memoria de su pasión y muerte, y que no pierda yo esta luz y conocimiento del aprecio que debo hacer de la doctrina y enseñanza que he recibido de su Divina Majestad. Ando ahora como quien tiene un gran tesoro que sólo él lo sabe y tiene noticia de lo mucho que vale y parece que tiene riesgo de perderlo. Anda con gran gusto y contento con su tesoro, pero trae revuelta y a tristeza de que pude perderlo. Ando yo a este modo con los beneficios que he recibido del Señor[.] Cuando más ha sido el conocimiento que he tenido de su Majestad tanto más es el recelo que tengo de perderlo. Por esto previne a VP que me dejase   —240→   proseguir en el retiro, pues nada gano en las conversaciones aunque sean de madre y hermanas. Todos somos tierra y como dice la Madre Antigua [o] Agreda, no estoy cierta en cuál de las dos lo dice, que la tierra esconde el oro [y] por fino que sea bástale un polvo por encima para esconderlo[.] Bendito sea el Señor porque quiere ser tan solo en las almas. Alégrome de esta condición del Señor porque tengo experiencia, aunque tan mal y poco ejercitada, en las virtudes de que su Majestad habita más de asiento en un pobre de espíritu por el desierto y soledad interior, que en otros que tengan las otras virtudes y no están con perfección[.] Ahora se me está acordando lo que VP me dijo esta mañana sobre esa pobreza exterior que háceme fe a la interior que Él le ha dado. Algo (prolijo?) es VP en esto. Perdóneme VP por el término con que lo hablo, pero tengo el consuelo de conocer que Nuestro Señor gusta de que VP esté con esa indiferencia. Todo corre por cuenta de Nuestro Señor en haciendo VP lo que le enseña su Majestad. Como puede no se inquiete ni desconsuele por que bien sabe VP que esto no lo quiere Nuestro Señor. VP haga cuanto pueda con nuestro Padre Generalísimo porque haya alguna reforma en la religión de las Provincias, y crea que en esto dará mucho gusto a Nuestro Señor. Bien se necesita hacer lo que VP me dijo esta mañana. Los otros días estuve harto desconsolada porque me dijo un religioso algunas palabras de su reverendísima y de su secretario que no sonaban bien en cuanto parecer que por ellos no se podía tener esperanza de alguna reforma[.] Quise decírselo a VP, mas como no me tocan a mí estas cosas y puede ser pasión del religioso lo dejé como ahora lo dejo y sólo le encargo que en cuanto VP pueda meter la mano será más del servicio de Nuestro Señor y bien para la orden. La ocasión no puede ser mejor, aunque VP ya habrá hecho mucho, no deje de hacer lo que pudiere en el poco tiempo que falta…

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2 junio de 1699, a fray Margil

En orden a lo que VP me tiene ordenado, que diga en modo y cómo está aquello de los infieles, lo tengo ya dicho o escrito cómo era por entonces, y ahora lo diré cómo corre al presente sin dar cuenta expresa de cómo ha corrido hasta aquí; ni esto creo que me mandó VP, sino que sólo diga cómo está y cómo se gobiernan en las cosas de la ley de Dios. Según ellos pueden guardarla, [aun]que no pueden a la letra como todos los cristianos, aunque sean naturales, que están donde pueden oír misa, confesar, comulgar; cuando la iglesia lo manda, casarse como el matrimonio se ordena y todo esto, y bautizarse con los olios y, en fin, ya VP verá todo esto, y así voy con la claridad que pudiere, declarando lo que pudiere y como lo conozco y experimento[.]

Aunque no siempre han corrido de una misma manera en la estancia de lugares; digo lugares, no de poblaciones, sino que la iglesia la han mudado en tres ocasiones de unos lugares a otros, como en esta misma ciudad mudar el convento de Santo Domingo, una vez junto al río, otra junto a la cruz, y otra donde ahora está y persevera su fábrica; así persevera en la tercera mudanza por hallar allí más conveniencia de poblado y otras cosas necesarias a ellos para pasar, como es el agua para regar las huertas, maíces y cosas semejantes.

Esta iglesia tiene hecho de pared por de dentro y en redondo de algunos palos por resguardo y éstos eran como barretas para jugar toros; de largo tendrá poco más o menos que lo que tiene la iglesia de la Santa Cruz, no tan ancha de alta, algo más alta que, o como una casa ordinaria. El techo es de un género muy gracioso que parece de otate. Parece al mirarlo un lienzo con jaspe; de esto lo tenían todo bien techado, más habiendo en una ocasión una gran confusión y alzamiento de otros indios inmediatos a estos, los quemaron pegando fuego desde la puerta y llegó sólo hasta la mitad donde comenzaban los altares que están cinco[.] Digo altares como allá se pueden poner; hasta allí llega este techo y lo demás   —242→   está diferente. Ellos me han dicho después que lo quieren emparejar. En esta iglesia o capilla está el altar principal en el lugar debido; tiene en medio un crucifijo muy milagroso, y éste es el que tengo dicho haberlo hallado en una cueva junto a un brazo de mar, o río muy grande. Lo que yo vi allí ser aquella cueva de tierra como sal blanca y todo esto ya lo tengo dicho, y lo que hubo entre los indios que queriéndolo unos de una parcialidad y otros de otras, díjeles para apaciguarlos y que no quedasen enemigados, que puestos todos en oración y rezando el rosario de Nuestra Señora, después lo tomaran unos primero y otros después, y que si el Señor se quería ir de aquella capilla se dejaría levantar, y si no quería irse se estaría fuerte sin que lo pudiesen mover[.] Así sucedió, que lo dije con fe en el Señor, porque convenía para que no entrase en ellos algún error de que pensasen que el Señor quería a unos y a otros no, que fuera gran ruina en ellos[.] Y así les dije después que mirasen cómo el Señor quería a todos y que todos fuesen a adorarle y reverenciarle, y que así no llegase nadie porque el Señor los castigaría[.] De estas cosas han sucedido muchísimas entre aquellas gentes, y creo que como son los pobrecitos tan materiales, ha sido la causa estos prodigios para que ellos hayan tenido la perseverancia que hay hasta ahora; que después no sé lo que será por mis pecados; más consuélame el considerar que en estas cosas no hay nada mío; todo es del Señor. Su Majestad mirará por ellos como por cosa que corre por su cuenta, y por la mía sólo de estarme de asunto en mí nada[.] Y desde ella llorar por la conversión y reducción de los infieles y apóstatas, que recibida una vez la luz de la verdad, se vuelven a su incredulidad y abusos del demonio inquitador y envidioso de la salvación de las almas.

Abajo del Santo Cristo está una imagen de nuestro padre San Francisco muy devoto, y éste me sucedió que yendo a esas conversiones y habiendo de pasar por un río de manera anchísimo y temiendo yo, aunque el ángel me animaba, vi esta imagen de nuestro padre San Francisco y tomándome de la mano me pasó y   —243→   luego se quedó con los brazos en cruz sobre el pecho y las manos extendidas con llagas, y de esta suerte está y desde entonces que habrá como siete o ocho años, nunca ha faltado, y también ha obrado el Señor por esta santa imagen muchas maravillas, especialmente en un año o dos en que se experimentaron por allá grandes hambres y necesidades[.] Y yo he recibido grandes favores en bien de aquellas almas, pues en una ocasión por haber reprendido una cosa grave se habían retirado y llamándoles no querían venir; más tomando la santa imagen y hincándome de rodillas le hice oración por ellos, y en este interim abrió los brazos la imagen y alzando los ojos al cielo como si fuera vivo en carne. Estuvo de esta manera y le vi correr las lágrimas y salía sangre de pecho, manos y pies… vinieron todos los indios y rindieron la obediencia con demostraciones de más humildad que nunca; esto fue causa de otras muchas conversiones que vinieron otros indios, los cuales tienen hoy otra capillita pequeñita y ésta sólo les sirve los días de trabajo, que los de fiesta todos se juntan a la capilla mayor porque conviene así para la buena conformidad entre ellos y repartimiento de maíz y cosas semejantes. Hay también algunas vitelas grandes y en los altares hay en cada uno una cruz grande, y en uno de éstos está aquel crucifijo que dije a VP que luego que haya ocasión lo traeré si el Señor me lo acuerda[.] Porque, a la verdad, en estas ocasiones no uso de todos mis sentidos a mi voluntad; siéntome mover, andar, oír, ver, y tocar con un impulso muy superior y ágil, y paréceme que el Señor es el que gobierna todas mis acciones. En el suelo hay unos petates labrados y curiosos que ellos han llevado de otras partes y algunos han hecho ellos; la puerta mira hacia el poniente y al entrar a mano derecha está una tabla donde está escrita la doctrina…

…Viven en sus casitas muy aseadas y los demás viven en el campo y estos cazan animales grandes, conque comen carne, y éstos lo traen a veces para toda aquella ranchería sin interés[.] Mas no siempre éstos sólo vienen los días de fiesta a rezar como después diré. Tienen algunos siembra de maíz, y especialmente   —244→   miro de ellos que está señalado por capitán o gobernador, de los más enterados de la ley de Dios[.] Tiene algún espacio de tierras donde siembra y le tengo dicho que aquello sólo ha de ser para dar raciones a los que rezan todo los días, y así es por que aunque no se coja ni aun cien fanegas, lo crece el Señor en tal forma que en una ocasión no habiendo más que una fanega y siendo los indios de ración más de quinientos y cincuenta fui en el nombre del Señor y les repartí, dándole lo baste a cada uno, y se quedó el montón de la misma manera que estaba, y de esta suerte se pasó y conservo este montoncito de maíz hasta que se pudo comer el de las milpas. Esto lo dije hartas veces al padre lector, que descanse en el Señor, y por no detenerme no digo las cosas grandes que el Señor ha obrado entre aquellos pobrecitos; bendito sea tan gran Señor en cuanto al modo con que se gobiernan en las cosas de Dios.

Al presente es así, en habiendo criaturas recién nacidas las cuidan hasta que me ven y luego me las llevan con el aseo que pueden para que los bautice en la capilla; allí les echo el agua que me administra el ángel mientras les digo las palabras Francisco, Juan o María, «yo te bautizo en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo». Les hago rezar el credo a los que tienen las criaturas y a los que allí asisten y lo saben. Esto es diciendo que quieren a Dios y seguir a los que llaman ellos cristianos. De estos el mayor de ellos recoge, conforme son cuatro, ocho, o diez y los lleva a la capilla el primer día para recibirlos[.] Tocan su campanilla y se junta toda aquella gente y ya juntada toman de la mano a cada uno como apadrinándolos, y si son mujeres que siempre vienen, unos y otros las amadrinan las mujeres; híncanse al entrar de la puerta principal y allí rezan el credo todos, aunque los recién convertidos no lo digan por su rustiquez, que suele haber algunos judísimos. En mitad de la iglesia se vuelven a hincar, rezan otro credo y junto al altar mayor rezan otro, que son estos tres credos en reverencia de la Santísima Trinidad[.] En este último se postran un largo rato y en este interno se reza la doctrina, padre nuestro,   —245→   ave María, credo, mandamientos y artículos de fe. Estos hacen en ceremonia de que ofrecen al Señor aquellas almas y que le piden a su Majestad los reciba, y ellos se ofrecen postrados. Cuando me hallo en estas funciones me queda gran ternura por ver lo que hace la virtud del Señor en unas gentes simples e ignorantes. Después de esto los abrazan todos y los admiten por hermanos. Se les dice lo que han de hacer y como han de asistir a las funciones y fiestas de procesiones que tienen los días del Nuestro Señor y Nuestra Señora y, en fin, les dicen la obligación que tienen, y luego vienen todos los días a rezar[.]

Así los van catequizando y enseñando especialmente las cuatro oraciones y misterios más principales de la Santísima Trinidad, de la Encarnación y del Santísimo Sacramento. Sabiendo esto muy bien y que reconozco perseverancia al consejo del Ángel e impulso grande del Señor, los bautizo y a éstos los entro en la Iglesia con la misma ceremonia de rezar tres credos desde la puerta hasta el altar, y esto es hincándolos y postrándolos en tierra, y en interim que ellos hacen esto me hinco yo, y en el nombre del Señor y por su virtud santísima digo a los demonios que no lleguen a aquel lugar y dejen aquellas almas. Hago más diligencias que con las criaturas chiquitas, los bautizo de la misma manera que a ellas[.] Como dije, se juntan a rezar todos los días los más cercanos, los otros y todos en general son juntos el domingo, entonces se enteran en las fiestas y días de viernes y sábado con quien guardan estos días como pueden. En casarse guardan esta orden que por la del Señor se la di, y es que no se casen hermanos y parientes unos con otros, y que cada uno sólo tenga a una mujer, y la mujer sólo un marido[.] En esto hubo en algún tiempo mil inquietudes entre ellos; se han reducido, especialmente los más enteros en la fe y ley del Señor. A los chiquitos crían muy bien, y de éstos tengo más esperanza que de los convertidos en edad crecida porque en estos tiernecitos va entrando la luz con la continua enseñanza de la doctrina. Las muchachas doncellas se han criado muy preciosas y   —246→   virtuosas; a éstas quiero más que a todos ellos cuantos son; están como doce doncellas que las bauticé chiquitas. Estas barren y enfloran la iglesia y temo cuando las hallo casadas no es como quiera el amor que les tengo, por la virginidad y honestidad con que viven entre aquellas gentes; que apenas tienen edad y ya se casan. En el ánimo sólo en los viernes de cuaresma lo observan, [y] no pueden los más. VP perdone lo mal escrito, mal explicado que va esto, a bien que luego lo quemara como se lo he suplicado.

 

4 de julio 1699, a fray Margil

Me mandó VP y hoy me insta a que le dé noticia de lo que vi y entendí tocante a la religión seráfica a los reinos de infieles. Cáusame tanta confusión que desde que esto que diré, vi y conocí, está mi alma en una suspensión como admirada de ver que todos estamos tan quietos y pacíficos, como si Dios dueño absoluto y hacedor de todas las cosas no estuviera ofendido tan gravísimamente de todos los hombres. Si VP que es cabeza de ese Santo Colegio estuviese enfermo lleno de llagas y dolores en una cama ya para morir al rigor de tantos achaques, y en su presencia se pusiesen sus religiosos a reírse, bien era de sentir este poco caso y amor que mostraban y la dolencia de su cabeza y prelado. Si Nuestro Señor Jesú Cristo encabeza del cuerpo místico de la Iglesia, y este cuerpo está tan lleno de llagas y dolores, cuantas son las ofensas e insolencias que contra su bondad infinita se cometen[.] Como, quien tiene luz y se aprecia de hijo de Dios y miembro de este cuerpo místico, no siente y llora estas desgracias que cada día suceden en el mundo de ofender y más ofender a la majestad infinita de Nuestro Señor y padre de amor. Estoy cierta en que si esta verdad tuviéramos todos asentada en el corazón, no hubiera tanto desahogo para quebrantar las reglas de Nuestro Señor. Su Majestad Santísima tenga piedad y misericordia de nuestras almas…

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…Vi un campo muy hermoso de oro finísimo[.] Susténtase este campo hermoso de unas columnas muy fuertes que lo tenían en peso, y éstas bajaban del cielo. Del suelo subían otras delgadas y no sé de qué material; estas competían con las de arriba. En este espacioso campo había unas flores hermosísimas blancas y rosadas como en motas, sembradas y que las producía y criaba el oro como la tierra cría las que miramos acá. Esto vi primero en este estado y se deleitaba mi alma a vista de cosa tan primorosa y admirable; más luego advertí que de abajo subían unas llamas tremendísimas, y era tanta su voracidad de incendio que con su rigor y crecido subir quemaba unas flores volviéndolas en cenizas; otras las medio que me había alrededor y quedando el tronco medio verde; a otras marchitaba donde hacía el fuego estrago de volver las flores en cenizas. Quedaba el oro amado que apenas se podía conocer si era oro[.] En donde no hacía tanto estrago no era tanto lo ahumado y donde menor era menos[.] Sintió mi alma grandísima confusión y lástima de que aquel fuego hiciera tal estrago en un campo tan admirable. En esta confusión y espanto paréceme que preguntaba yo a gritos y voces[: «] Qué fuego es éste que tan alto sube y tanto ofende en este palacio[?».] Dije palacio sin haber conocido casa de palacio pues parecía jardín; respondiome el Señor, que sin verle yo, debía de estar conmigo pues a Él hablar me sentí su presencia con una verdad grande y más que si visiblemente le viese[.] Díjome que aquel campo era la religión de nuestro padre San Francisco y me dio a entender que aquel fuego era significación de la codicia y envidia. Este fuego de la ambición entendí que es el que destruye y desluce el oro perfecto de la religión que como está fundada en el oro del santo evangelio, que es la suma pobreza y desprecio de todas las cosas de la tierra[.] Y de los que estaban en ésta, subían aquéllas como contagio abrasador que consumía aquellas hermosas flores nacidas y arraigadas en aquel hermoso campo que sientan alto estado de perfección[.] Sube y se atreve este vivo consumidor como fuego que será en el mundo, pero es verdad que son diferentes   —248→   las obligaciones del profesor de la regla de nuestro padre San Francisco a la de los que les obliga sólo la ley de Dios, que son sus mandamientos[.] Si esto no fuera así, creo que apenas habría quien se salvara. Ya le dije a VP que entendí en el ahumarse el oro, que aunque los profesores de la religión la ofendieran y oscurecieran y arrancasen de ella las hermosas plantas y flores, que no por esto perdía la verdad de la religión, que es como el oro finíssimo. Díjome también el Señor «yo que estoy» que fue como decirme su Majestad que en la religión de nuestro padre San Francisco, aunque está tan ofendido de este vicio y contagio de la ambición y codicia peor, que su Majestad está mirando y cuidando esta religión como si fuera acabada de fundar [por] nuestro padre San Francisco. Esto sentí con gran verdad y que su Majestad se agrada mucho de los pocos observantes verdaderos religiosos que como flores hermosas dan el olor de todas virtudes y que están sembradas en el campo del Santo Evangelio, que es la verdad más fina que el oro. Me ha quedado sumo desconsuelo de que de aquellas flores hermosas fueron abrasadas, unas y otras marchitas y maltratadas; temo mucho que esto no sea un daño de porvenir en algunos verdaderos religiosos. Entrando este fuego consumidor que tan alto sube, quiera el Señor que no sea esto así. Si de algunos tengo mucho recelo es demás vale no decirlo; el Señor sabe lo que es o será. También me ha quedado de esta visión gran sentimiento, o porque el Señor me enseñó en aquel campo a todos los que acá se enseñan religiosos e hijos de nuestro padre San Francisco. Estos son muchos por acá, pero en aquel campo aunque eran muchas flores, eran muy poquitas en comparación de toda la orden, que aunque yo no sé de vista cuan grandiosa es. Lo sé muy bien, porque su Majestad me ha dado luz de todo esto y, cómo en aquel género de rosas blancas encarnadas y disciplinadas como acá llamamos a los que tienen jasped de blanco y encarnado, este género de flores entendí por las tres órdenes de nuestro padre San Francisco…

…El Señor ha consolado mi alma con alguna explicación de lo que significaba lo que vi, y aun antes algunas cosas que en la   —249→   misma visión vi y no advertí, ahora las he advertido y entendido. Mucho importa en la presencia de Nuestro Señor en estos reinos de la Nueva España el Colegio de la Santa Cruz y este particular, aunque es por otro camino según he entendido para más confusión de la misma religión, que les serviría a la provincia de espejo acá y de fiscal allá. No permita el Señor que ninguno se pierda y que toco esto que yo he entendido sean disparates; pero tocante a lo que entendí de los reinos, después de cosas tremendas en que el Señor me significó la desdicha de los del mundo, me enseñó su Majestad un castillo en medio de un mar donde yacía gran máquina de navegantes, y todos se iban hundiendo en las aguas y de aquel castillo echaban unas hondas o redes, y agarrándose algunos de ellos se libraban y subían al castillo. Esto duró mucho rato y se libró mucha gente; digo mucha porque de primero ninguno se libraba de ahogarse, pero los ahogados eran irremediables. Decían allí, como en secreto, «válganse» y esto repetían muchas veces, y yo entendía que era decir que se tuviesen de aquellas ondas o redes y no se ahogarían como de experiencia sabía. En esto entendí después el Colegio de la Santa Cruz por castillo fuerte en este mar de culpas en las cuales se hallan tantos, y en aquellos cordeles o redes la predicación, ejemplo, y consejo de los verdaderos apostólicos; conque valiéndonos de esto, conseguiremos la dicha de la eterna salvación. Allí vi también aquellos tres hilos o cordones de oro que vi salir de las palabras de VP en el sermón de San Pedro. Ya VP se acordará…

 

Octubre de 1700, a fray Margil

Jesús, María y José.

…Ya VP sabe lo que pasó con el alma de aquel caballero bienhechor del colegio, y tanto que por el bien que hizo a todos los religiosos en general, a toda la comunidad y en particular,   —250→   como es sabido de todos. Me hizo saber cómo Nuestro Señor le pagó esta caridad y nuestro padre San Francisco, que lo hacía de verdad con amor de Dios y sin vanidad. Mas son los juicios de Dios Nuestro Señor muy inescrutables[.] Habiéndome parecido a mí que ya había salido del purgatorio por los motivos que ya dije a VP, le vi después en penas que fue cuando me pidió aquel novenario que dije a VP, y entonces preguntándole qué penas le detenían díjome que le atormentaba la demasía que había tenido en los gastos superfluos, con que faltó en dos cosas en desagrado del Señor. Estas dos cosas no me las dijo, mas yo las entendí con más claridad que si me las hubiera dicho; la una y más principal, por el desdoro de la santa pobreza que profesa ese santo colegio, en la abundancia de regalos que éstos, aunque fueran tales como fueron, no es nuevo el desagrado de Dios y la pena del bienhechor en ellos, sino en lo abundante y desmedido de ellos[.] No sólo en esto, sino en otras cosas semejantes a éstas de gastos. La otra cosa es, o fue de pena a este bienhechor porque aquellas demasías pudo dar a pobres necesitados, pues la hacienda de los ricos no es propia, sino de los pobres, y a estos se ha de repartir según sus necesidades[.] Estoy en que VP me entenderá y que, en rigor, no entiendo ni he entendido qué falta de este bienhechor en la caridad que tuvo con este Santo Colegio; antes, se mereció muchos merecimientos, y se lo ha pagado Nuestro Señor muy dobladamente, que ya es sabido cómo su Majestad premia la más mínima acción que se hace en beneficio de los pobres hijos de nuestro padre San Francisco. Esto está asentado y pasó muy bien esta verdad y nuestro difunto bienhechor como me lo declaró y dijo en primer lugar; sino que como dejo dicho debía ser de corazón tan generoso que excedió a lo más honesto y disciplinado de esta religión, y porque VP no entre en recelo ni escrúpulo, sólo este punto pude preguntar a los que entonces experimentaron aquellas abundancias, en qué forma eran. Puede ser que haya quien se acuerde. El día de cumplido el novenario en la misa de VP, haciendo yo intención de ganar las   —251→   gracias que se me han concedido y ya sabe VP, conocí y vi claramente que está la alma con mucha gloria; me dio muchos agradecimientos y que se los diera de su parte a VP, y le dijera lo que me había declarado para le hiciera saber cómo se iba a descansar en paz…

Sin fecha exacta, a fray Margil107.

…A los principios fue copioso el número de gente que se juntó y muchísimos que bautizara yo en la forma que tenga dicho. Mas sabe el Señor que hubo de convenir el que vino una enfermedad rigurosa y comenzó por los gentiles más enmontados (sic) y de estos morían muchísimos y llegando la noticia de éstos comenzaron a temer mucho si llegaría la enfermedad a ellos. Díjome el Señor que les hiciera saber cómo vendría a ellos también peor, que irían a ver y gozar de Dios y cómo su muerte no sería como a la de los demás, sino como un sueño en que dormidos los cuerpos irían sus almas al cielo, y las de aquéllos que no habían querido a Dios irían al infierno, y que así no tuvieran miedo pues ellos mismos creían y confesaban que de fuerza habían de morir[.] Están siempre en este conocimiento de que es fuerza morir, y así entre ellos no es muy pesada la muerte. Tienen el contagio de las enfermedades cuando son en general, y en esta ocasión tuve gran providencia de Dios el que enviase su Majestad aquella enfermedad porque de ella murieron muchos recién bautizados[.] Digo esta palabra bautizados por cuanto ha sido y es en la forma que tengo dicho a VP. Muchas veces me viene una turbación grande sobre si los grandes infieles de más de cien años les valdrá este bautismo que vale a los niños recién nacidos y en extrema necesidad. De estas dudas tuve muchas, y de ellas preguntaba no sólo al confesor sino al Señor, a mi Santa Rosa, y al Ángel, y todos decíanme lo mismo que el confesor con que me quitaba[.] Y ahora me ha ocurrido que, faltándole los olios y demás ceremonias de nuestra madre la Santa Iglesia, que si les faltara allá en la gloria algunos grados de ella; pues es cierto que será posible, aunque según la   —252→   misericordia de Nuestro Señor, por no estar ellos donde poder ser bautizados según el sacramento del santo bautismo por ministros sacerdotes y con todo lo que pertenece a este sacramento santo, paréceme, y tengo en alguna manera por cierto, que no carecen de gloria por esta duda que se me ofrece, sino según ellos pudieron merecer y lo dejaron de hacer[.] Supongo que hay un indio ya viejo y está bien instruido y enseñado en la ley y doctrina de Nuestro Señor, y él por preciso, deja de saber más de enseñar a los otros de rezar con más devoción y cosas semejantes a éste… también estoy en que, según el afecto y el amor con que reciben esta agua de bautismo, así será más o menos la gracia que se les comunicará allá en la gloria. He dicho esto por lo que ahora iré diciendo, el cómo me los ha manifestado el Señor en la gloria[.]

Como iba diciendo fue cundiendo la enfermedad hasta llegar a estos nuestros hijos huérfanos que lo son, por no tener ministros que les administren los sacramentos. Ellos estaban tan resignados como oficiosos en las cosas de las doctrinas según sus capacidades y comenzó la enfermedad por los chiquillos, y como éstos ya estaban bautizados tuve gran motivo de dar gracias a Nuestro Señor porque se llevaba aquellas almas a la seguridad eterna. Antes de ir con lo que sucedió en esta enfermedad, acabaré de decir el orden o modo que tenían de vivir por entonces, porque después de esta enfermedad y otras cosas que sucedieron se ha mudado el orden, así en el ir yo a ellos como en entenderse ellos con la doctrina. No sé si he dicho que allá, algo después de los principios, me hallaba ir cantando alabanzas al Señor y saetas, y esto era en voz alta con el Ángel y yo tocaba una campanilla de éstas con que tocan al levantar la hostia[.] A esta novedad seguimos gran multitud de gentes y todas en general hacíanos mil agasajos reverentes, según ellos podían y alcanzaban[.] Las canciones y cosas que cantábamos eran para despertar en aquellas almas el conocimiento de Dios; lo que repetíamos muchas veces comenzando así: «quien en Dios cree y no le teme, quien le teme que le ofende» y a este modo íbamos cantando palabras   —253→   reverenciales, temerosas de esperanza y de caridad, y como quien me enseñaba sabía también de amor de Dios. Puede ver VP que incendio de amorosos de Dios me causaría con tales delicadezas de alegría, que parecía a veces yendo perdida y enajenada en el divino ser, ser allí mismo más anegada y más perdida; ya VP me entiende lo que en esto digo pues muchas veces en estas mismas canciones con que en voz alta iba por los caminos, estoy cierta de ir muchas veces como digo enajenada de mis sentidos, y esto por la experiencia que tenía de ello[.] Y viendo de esta suerte, por la suavidad de estas canciones, fuera yo más anegada y perdida. Esto no sé cómo podría ser, porque todas estas cosas que el Señor ha obrado y obra en beneficio de aquellas almas, y muy en particular de la mía me tienen admirada, y no sé como he podido vivir hasta ahora en tanta admiración de las grandezas de la misericordia del Señor; bendito y glorificado sea por todas las eternidades.

Íbamos de esta suerte y en la puerta de la capilla había una tabla grandecita, donde puestos los días de trabajo y los días de fiesta, se entendían ellos muy bien para guardar las fiestas, así domingos como las demás festividades de Nuestro Señor y de su Purísima Madre, de los santos apóstoles[.] Y entre estas fiestas han guardado siempre a San Miguel, a nuestro padre San Francisco y Santa Rosa de Viterbo[.] El modo de guardar estas fiestas es no trabajando ni yendo al campo a matar o a hacer carne, como ellos dicen. Estanse recogidos rezando el catecismo; esto es ahora[.] Por entonces, la declaración de la doctrina cuando había quien la supiera bien y dársela a entender, y esta declaración es de estos papel es en que brevemente se explica y enseña la doctrina cristiana. De los primeros que vinieron rendidos y deseosos de saber la ley de Dios y su doctrina fue un indio de lindo entendimiento, muy vivo y de edad muy crecida. A éste puse a que aprendiese a leer, y aprendió en tan breve tiempo que sólo en cinco o seis meses se detuvo en aprenderla, y tenía una cosa muy particular este indio que leía en castellano y distinguía las palabras escritas en letra de molde,   —254→   y salido de esto no sabía hablar en castellano otras cosas que eran no tan necesarias a la satisfacción que mi alma deseaba, pues aunque yo los entiendo y los he entendido, más por conocimiento que el Señor me ha dado en lo interior que no por sus palabras articuladas de ellos[.] Mas, para esto de la doctrina, me hizo el Señor este beneficio para que yo quedara o estuviera en entera satisfacción de que estaban ellos enterados en lo que les enseñaba, para que yo pudiera fiar a éste el que se la explicara y enseñara a los demás como fue, porque los domingos y fiestas se juntaban dos y tres veces a rezar las oraciones y doctrina, que todo lo sabía este primero. En breve fue bautizado y le puse Juan Francisco[.] Habrá como cinco y seis años que se nos murió este buen capitán; ya era viejo y debió de convenirle la muerte. Murió con señales de que conocía a Dios y tuve fe y de su buen fin, pues el Señor no hace las cosas acaso. Vigilia (sic) y los de trabajo eran en una forma que no sé si VP me entenderá y, por que lo entienda mejor lo pondré aquí como allí lo hacía[.] Los jueves especialmente o sábados, eran los días en que el Señor me llevaba a tomar cuenta de lo que se había hecho y a cada uno le iba registrando si sabía la doctrina y de esta suerte tenían gran cuidado en aprenderla bien por dar buena cuenta.

 

Abril de 1700, a fray Margil

En una ocasión me hallé después de comulgar en un campo donde no vi nada más que a mi lado un niño Jesús como de edad de siete años muy parecido y semejante a como se me representaba siendo yo muchacha. Vilo como fatigado del sol, tan encendido el rostro y abochornado y caloroso que todo esto le agraciaba en tanto extremo que soñase mi alma la que allí estaba a su lado, se quedó ella sin animar y como desecha en puro amor… Me mostró el amoroso y hermoso niño en aquel campo una fuente de aguas cristalinas y vi a mi alma cavando de donde salía, conque mientras   —255→   más cavaba más corría el hermoso niño. Andaba con la túnica y las manguitas de ella hasta arriba de la sangradera; andaba encaminando la agua por muchos caños por los cuales era claro que había de regar aquel campo[.] En medio y fines de aquella cañería miraba mi alma unos religiosos apostólicos y jesuitas. Estos encaminaban la agua a otra cañería, conque tomaban de aquella agua para encaminarla a otras partes. Mi alma se quedó ociosa al principio de la fuente, mas habiéndose alejado hasta trecho el gracioso y hermoso niño, diome una voz recia, amorosa, conque haciéndome seña con cabeza y manos me llamó; yo llegué luego a su presencia y díjome[: «] Abre aquí una granja para que se entre agua en un huerto que de tu mano quiero aquí[»]; yo lo acepté y no sé con que instrumento comencé a cavar muy empeñada en la obra, y a los primeros golpes que comencé a dar con mil ansias de obedecer y agradar al dulce niño de mi alma, me hallé de improviso en otro amoroso desasimiento de mi alma, aunque no tan subido como el primero; más de él vine a mis sentidos y en mucho tiempo no podía olvidar aquella hermosura de aquel hermosísimo niño, ni se me quitaba de la imaginación aquel espacioso campo y aguas cristalinas con que se regaban todos aquellos lugares. Deseaba yo saber la significación por lo que me tocaba en aquel huerto que el amoroso niño me decía le había de hacer. En este cuidado anduve algunos días, y en otra ocasión estando llorando y con sentimiento de que mis padres sentían el que yo hiciese algunas cosas que por la bondad de Dios no eran malas, mas así lo debía de permitir el Señor. Estas lágrimas no debían de ser perfectas, porque estando con ellas vi al amoroso y gracioso niño algo esquivo, y decíame que sólo la perdición de las almas era digna de llorar, y con esta amorosa conversación y afectos que cayó en mi alma, halleme de improviso otra vez en el hermoso campo que tengo dicho. Luego que yo me vi allá y que conocí el lugar en que me había puesto el niño, fuime hacia él, y el niño conmigo. Preguntele qué significaba o quería lo que quería de mi cuidado y solicitud en haberme encargado aquel   —256→   huerto; respondiome que no quería de mí más que una negación de todos mis sentidos y potencias, sin que ellos ni ellas se entremetiesen en cosa de las que me quería enseñar. Parecíame cosa extraña el que yo supiese o acertase esta negación; mas sin decir la dificultad que me clalaba [declaraba?], prometí de cumplirlo, así con la esperanza de que quien tal cosa me pedía sabía si yo lo podía hacer y así, sin entenderlo yo de ninguna manera, me debí de negar en algún modo, porque luego comencé a entender a que se enderezaban aquellas aguas y cañería religiosos, y el huerto que se me había encargado, y sin ningunas palabras que me dijese el amoroso niño. Conocí todo esto, y mi alma estaba como admirada y se hallaba en un gran deseo de acertar a servir y agradar al amoroso y gracioso niño. Parecía que las ansias crecían en tal forma que sentía pena y dolor de no verme en la obra que se me había dado a conocer. En esta ocasión no me habló Él sino, [que sin] más palabra más me llevó por algunos pueblos de infieles y me los representaba como dije a los principios, como sombras y entre espinas. Creo que se pasó gran rato en esto, y entre cansancios y fatigas me hallé en mis sentidos. Sentí unos afectos que antes no tenía y por decirlo como lo sentí. Hallé en mí un valor y ánimo, que si por la honra del Señor se me ofreciera padecer en aquel instante mártir, y lo padecería con el mayor gusto y contento que yo puedo decir.

 

Febrero 12, 1706 a fray Juan Alonso Ortega

Jesús, María, José

En los primeros días de los benditos me hizo nuestro padre San Francisco una merced que aunque la tuve por grande cuando la recibí, después procuré desviar de mi pensamiento lo que en él traía de esta merced, que por tal la reconozco por el fruto que he sentido, aunque no me he aprovechado. En los primeros días, como   —257→   digo, sintió junto a mí a nuestro padre San Francisco con una tortita en la mano, muy blanca, y sentíame como en despoblado, a veces de tal suerte que parecía que estaba en el campo… me ponía debajo de un árbol en la huerta a tomar la comida de a mediodía y algunos ratos de oración; me lo pasaba en la huerta, luego me vino un pensamiento de que era materialidad mía y que me llevaba de aquel gusto espiritual que sabía que podía engañarme. Me hice fuerza en quitarme de esto, mas no perdía la vista de nuestro padre San Francisco, sintiéndome, aunque estuviera recogida, que estaba en el campo representándome la soledad donde ayunó nuestro padre San Francisco aquella bendita cuaresma[.] El verle con el pan en la mano pensé si quería nuestro padre que ayunase a pan y agua estos ayunos, y poniéndolo un día por olor a ínterin que se lo comunicaba al padre, sentí una voz suave que me dijo del lado donde estaba nuestro padre San Francisco: «no es este ayuno el que te enseño; otro más provechoso es. Quedé dudosa y cuidadosa, entendiendo que el ayuno de las potencias y sentidos es el que quería de mí [mi] serafín padre; mas todavía no podía entenderlo. Pasaron otros días y en uno, estando recogida en la oración, se me declaró más nuestro padre San Francisco, y me dijo que aquel pan significaba la divina palabra y consejos santos del evangelio, con lo cual siempre se sustentó en esta vida, especialmente en aquel ayuno lújuroso [?] al parecernos muy suave. Sentí que secretamente me comunicaba en lo interior, sin palabras, sino con modo muy extraordinario comunicaba a mi alma algo de lo mucho que el Señor comunicó a su santa alma en el desierto, y mi alma se ardeció [enardeció?] y quedó admirada y confusa de las maravillas y misericordias del Señor. De este conocimiento nació en mi alma una atención y reverencia particular a la presencia de nuestro padre San Francisco. No podía sentarme y casi en cuerpo estaba mortificada, y como temerosa no me atrevía hablar en voz alta ni hablar sino lo muy preciso, y como que tenía un riguroso juez al lado. Manifestándoseme amoroso padre sucedió esto en más de   —258→   diez o doce días. Comencé otra vez los ayunos de pan y agua y no acaba el primero, porque se me dijo no quiero ese ayuno[:] come de este pan y bebe de el agua…

…Busqué en qué leer y aprender esta visión y palabra divina; todos los libros parecen que me enseñaban otra cosa, no hallaba lo que deseaba. Anduve otros días con unas ansias y deseos que no sabía yo misma lo que quería, y así no aún a su padre se lo decía, porque no me entendía. Hice juicio pensando si perdería tiempo con estos cuidados, y por no sé que quería quitarme, no podía. Estando con esto, y estando recogida una noche entre dormida y media en oración, que siempre observo cuando me recojo a dormir, que es que, aunque acostada, con la devoción y recogimiento que se me pusiera en la oración, pues habiéndome recogido, me pasó sentí, o vi, donde estaba nuestro padre San Francisco que estaba nuestro Señor, y nuestro padre San Francisco estaba reclinado en el pecho de Nuestro Señor, bebiendo un licor suavísimo del costado de Nuestro Señor y aquel mismo licor destilaba del costado de nuestro padre San Francisco, y yo aunque me hallaba indigna me echaba y bebía ansiosa de aquellas dulzuras, y luego que las gusté sentí mejoría de las ansias; pareciome que en ellos se me comunicó aquel pan, porque no lo he vuelto a ver ni siento en aquella forma a nuestro padre San Francisco. Más, en mi alma he sentido una dilatación y gozo que no se explica, en claro conocimiento de las cosas criadas, y no digo increadas por que parece disparate que mi limitado entendimiento llegase a conocimiento de los divinos atributos[.] No los quiere decir así; más bien sabe mi alma lo que debe al Señor por aquel breve rato en que gustó aquellas divinas dulzuras participados de nuestro padre San Francisco, con tanta verdad que aunque estaba no si dormida, téngolo a gran beneficio a que dándome el gusto de mi alma, tan sin gusto en todo, que no lo tengo ni lo quiero tener en cosa, y no piense su padre que esto es en mí como lo fuera en una alma buena y; de desabrimiento en todo lo que no es sólo Dios; en   —259→   caridad y amor con mis prójimos, pareciéndome que hiciera cuanto pudiera por cualquiera de mis prójimos en el bien de sus almas, y esto no con deseos solos, sino con peticiones que amorosamente hace mi alma al Señor sin fuerza ni violencia. Siento estos deseos que me (traen o atraen?) como de justicia y muy de obligación de acá de lo secreto de mi alma, y ahora entiendo cómo obra por sí sola la virtud del Señor, pues no poniendo nada de su parte la alma sino dejarse en su nada, allí obra el Señor ardiendo los deseos de cosas muy altas, sin tener parte la diligencia ni cuidado de la alma. Estos son los frutos que dije al principio que conozco en mi alma[.] Todo esto ha pasado como lo he dicho, aunque algunas cosas se me han pasado sin decir más. Por lo que está dicho era, padre; lo que eso puede ser si dificulta algo, me lo dirá su padre. Las dificultades que tuve al principio, ellas propias, se me quitaron con lo que nuevamente me iba sucediendo, y ahora con comunicarlo al padre tengo menos recelo ni dificultad.

 

10 enero, 1717, a fray Ángel

Jesús, María y José

Mi Padre y mi Señor. Mucho estimé la venida de VP para mis alientos; Dios se lo pague[.] Sucediome aquella misma tarde del viernes que VP estuvo en el confesionario conmigo, siendo al anochecer que estando en la oración oí entre abrir la puerta, y vi que era un gato de cabeza muy grande y los ojos de fuego. No me asustó… se desapareció[.] Mas, por prepararme si volviese, me levanté a tomar agua bendita y al llegar a la pileta donde tengo un relicario del divino rostro tocada al original, salió de esta estampita del dicho relicario tan bella luz que toda me alumbró. Sentí un gran susto que me dio temblores, [es]calofrío y después calentura, y dolores de cuerpo que padecí toda la noche; más en lo interior sentí esfuerzo, veneración, y estimación, haciéndoseme presente   —260→   el beneficio de nuestra redención y poniéndoseme muy viva en la memoria el amor y ternura con que nuestro dulcísimo Jesús estampó su santísimo rostro en el lienzo de la caridad y amor de la Santa Verónica. Los sustos y ternuras que estas memorias me causaron fueron muy vivos, y así los dolores y calenturas que me ocasionó el resplandor y luz que extrañó mi ruindad, los padecía conforme y resignada. Me duró esto las veinticuatro horas, que anoche a la misma hora me sentí sin los dolores de huesos y sin calentura. Mi dificultad y duda ha estado sólo en una cosa, y es que el fuego de los espantosos ojos del gato, sin duda fue el enemigo, no me asombró ni asustó, y el fuego y luz que salió y me bañó de aquel rostro divino que en estampita está en el relicario me diese tan grande susto que me quebrantó los huesos [es]calofríos y temblores. Duda grande me ha causado estos contrarios efectos[.] Cuando vi los ojos de fuego no sentí interiormente nada ni en lo exterior me asombré. Sobre esto vienen mis pensamientos de sí, por mis pasiones y poca mortificación, distraimientos y faltas que sabe VP que hay en mí, si tiene el enemigo paz conmigo[.] Este modo de mortificación secreta sólo me ha quedado de su maliciosa vista, más de la inmediata con que el Señor alumbró mi alma y cuerpo. He sentido los efectos que dejo dicho. Su Majestad me defienda de los males y peligros que yo no conozco. Ayer se me pasó en lo que dejo dicho sin poder hacer cosa de provecho salve a lo más de los ejercicios; sólo recé el oficio de Nuestra Señora y su corona. Las estaciones comencé tres veces, mas como tenía tan viva la representación del divino rostro, en esto sólo pensaba y así no las proseguía; esta noche tuve corto [?] desvelo. Hoy haré lo que pudiere. Ayer sábado desea[ba] escribirlo esto; no pude. Hágolo ahora por dar noticia de cómo me voy de la dificultad que tengo. No me responda VP hoy. Mañana en el confesionario me dirá lo que el Señor le inspirare. Su Majestad Santísima me guarde a VP en retiro.

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26 abril, 1721, a fray Ángel

Mi padre y mi señor. Bien quisiera yo expresar a VP el estado de mi alma sin más palabras que ponérsela en las manos, sin letras ni palabras, porque éstas sólo irán llenas de confusión y mucha ignorancia en saber decir lo que siento, y más cuando me hallo extraña por el mucho tiempo ha que no lo hago; más siendo su obediencia el norte. Para el acierto diré lo que pudiere y VP que sabe mis trabajos, me tendrá paciencia. Ya sabe VP mi continuo ejercicio de no tener aquel tiempo de retiro y total sosiego que desea mi alma, sino que con el cuidado de tantas y varias cosas pertenecientes al cuidado en que me tiene puesta la obediencia, apenas suelo tener en el día algunas veces un rato de recogimiento, y este rato suele estar el alma y cuerpo hecho un tronco. Más en medio de esto paréceme que estoy tan sosegada y quieta en lo interior, que no tolera aquel trabajo y seguridad, aquel padecer y fatiga por ningunos gustos y regalos, ni aun espirituales[.] Ha dado en sucederme esto, y la causa de esto no la sé; a veces pienso que quizás es haberme hecho fuerza yo misma a que entre mi ignorancia en el conocimiento de que en el camino en que Dios nuestro padre ha puesto, no puede haber ya más que padeceres y penas; que siendo el camino éste por donde Dios ha llevado a sus santos es huerta; que la que desea salvarse y ir por el camino del cielo es fuerza ir cargada de cruces. Esto he pensado muchas veces en mis tribulaciones y pareciéndome ley de Dios, precepto[.] Lo que me solía ser muy amargo, y me ponía en tremendas tribulaciones y confusiones, pasan ya en mi alma como un suave aire o como un templado, sin el susto del tierno [?] y rayo de la tempestad que solía causarme muchos veces el verme trabajada, seca, triste, y sin el consuelo cotidiano, o más a menudo, de comunicar mis trabajos a VP[.] Que este trabajo padecí muchísimo sin saberlo decir, hasta que me halló vencida, sosegada y resignada, obedeciendo en el cuidado de hacer de ejercicios lo que pudiere, en la frecuencia de sacramentos, en el modo que me tiene VP ordenado. Aquellas persecuciones   —262→   continuadas que solía tener del enemigo que me tenían en una presa y desconsuelo tan grande que nunca sabré decir como fueran…

 

24 febrero, 1727, a fray Juan Alonso Ortega

Jesús, María y José.

Con grande cuidado estoy de la salud de VP, viéndolo muy quebrantado que está de salud. Deseo que se halle con mis esfuerzos como se lo pido a su Divina Majestad yo, todos sus hijos, y demás mis hermanas, quienes muy de corazón se encomiendan a VP, y le dicen lo muy mucho que le hechamos [de] menos y el desconsuelo de habernos dicho que ni en cuatro y cinco meses no podrá venir. Yo tengo confianza en Nuestro Señor que no ha de pasar la cuaresma sin que haya venido, pues aunque considero lo arduo de sus cuidados pueden éstos liquidarlos allá VP, en habiendo lo que de oficio le toca, venirse para el consuelo de tantas almas que penden de su doctrina y confesionario. Avíseme VP para cuando vendrá, que hoy lunes hace veintidós días que se fue, y sólo ocho días faltan para el mes que me prometió se estaría por allá. Mi Señor está con mil ansias por su padre; lo teníamos harto malo; que [se] nos va, haga Dios su voluntad… nuestro Doctor mejora gracias a Dios. Le di las memorias de VP que vinieron en su carta, que recibí con mucho consuelo por lo bien que le fuere con el [camino?]. Le doy las gracias de la misa que dijo a Nuestra Reina para de Guadalupe de nuestro Doctor. Del Señor don José Fernández, ni de su padre el Señor Don Antonio, no he tenido respuesta y deseo saber de sus saludes… Yo he estado después que VP se fue con mil cuidados y penas… todo es padecer; hágase la voluntad de Nuestro Señor…

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