La piedra que vino del espacio en 1954 por Moises Garrido

Descripción

La piedra que vino del espacio en 1954 por Moises Garrido

 

 

 

“Marte coloca en Madrid su primera piedra”. Con este sorprendente titular, el periódico El Alcázar sacaba a la calle su edición del 5 de febrero de 1955. En él se informaba de una insólita experiencia protagonizada el 17 de noviembre de 1954 por el enfermero Alberto Sanmartín, de 37 años. Según su testimonio, mientras caminaba una noche por las inmediaciones de la Ciudad Universitaria de Madrid, en el momento de cruzar un puente de la carretera de La Coruña, un presunto marciano le hizo entrega de una piedra de 12 cm de largo que contenía extraños símbolos en su superficie. Tras el fortuito encuentro, el ser se marchó en un platillo volante. La noticia llegó a los componentes de la tertulia ufológica liderada por Fernando Sesma, quien, fiel a su axioma “creerlo todo mientras no se demuestre lo contrario”, defendió la autenticidad de la historia narrada por Sanmartín y le recibió en sus reuniones con todos los honores. La denominada “piedra del espacio”, que tanta repercusión mediática había generado, atrajo incluso el interés de un sacerdote, el padre Severino Machado, que no tardó en publicar un pequeño libro dedicado al asunto bajo el título Los platillos volantes ante la razón y la ciencia (1955), en el que pretendía descifrar los crípticos nueve signos de la piedra. Lo mismo intentó Sesma en su obra La piedra de la sabiduría, publicada al año siguiente. Este incidente motivó un inusitado interés de los contertulios de La ballena alegre hacia el contacto extraterrestre, que tiempo después vieron cumplido cuando comenzaron a recibir las cartas y los informes de Ummo. Y así es como el ambiente delirante que se respiraba desde hacía años en aquellas reuniones llegó a su clímax, máxime cuando, en 1968, el sacerdote Enrique López Guerrero (MÁS ALLÁ 235) contó todo en una entrevista al ABC. Sobre estas líneas, un primer plano de la “piedra del espacio” encontrada por Alberto Sanmartín (arriba) en febrero de 1955. Este caso, acogido con gran interés por los contertulios de “La ballena alegre”, creó el caldo de cultivo adecuado para el desarrollo de la trama “ummita”.

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