Abducción de Antinio Vilas Boas por Raúl Núñez

Descripción

Abducción de Antinio Vilas Boas por Raúl Núñez

 

El Caso Villas-Boas
Raúl Núñez

Antonio Villas-Boas sufrió uno de los primeros casos de abducción conocidos. Sin embargo, tanto el suceso como la posterior muerte de su protagonista siguen estando rodeados de múltiples incógnitas…

Durante la madrugada del 16 de octubre de 1957, en la zona rural de Sao Francisco de Sales –Estado de Minas Gerais, Brasil–, el campesino Antonio Villas-Boas, de 23 años, fue obligado a subir a bordo de un supuesto platillo volante comandado por entidades humanoides. Dentro, le desnudaron, le limpiaron el cuerpo con un líquido desconocido, le extrajeron sangre con unas ventosas, respiró un gas extraño y realizó dos veces el acto sexual con una mujer de baja estatura y con facciones orientales, que señaló su vientre y luego al cielo, gesto que algunos interpretaron como el futuro hijo que tendría fruto de un experimento biológico extraterrestre. En total, el susodicho estuvo más de cuatro horas secuestrado a bordo de la nave hasta su “liberación”.

A todos los efectos, este fue el primer caso oficial de abducción de la historia de la ufología. Tan sólo años más tarde, en 1961, surgiría un suceso semejante: el de Barney y Betty Hill, en Estados Unidos. Desde entonces no han parado de surgir historias de raptos perpetrados por supuestas entidades alienígenas, que realizan los más estrambóticos actos con los secuestrados.

Años atrás nos pusimos sobre la pista del caso Villas-Boas y nos desplazamos desde Sao Paulo hasta el pueblo de São Francisco de Sales, en el extremo oeste del Estado brasileño de Minas Gerais. Lo hacíamos 41 años después de que él último investigador caminara por aquellos lugares con el mismo objetivo: rescatar del olvido alguna información relativa al caso. Los habitantes del pequeño pueblo poco habían alterado su ritmo de vida desde 1957. Allí logramos encontrar a João Francisco de Queiroz, sobrino político del abducido, quien nos facilitaría importantes pistas al respecto: “Antonio Villas-Boas murió al cabo de varios años de mucho sufrimiento. Al final de su vida ya no hablaba y casi no se podía mover”, nos dijo el hacendado de 63 años, que se encontraba sentado a la entrada de su casa tomando el aire. Suenaga le preguntó entonces cómo era realmente Antonio, y éste contestó: “Era muy tranquilo. En el fondo no le gustaba el trabajo en el campo. Empezó en los años cincuenta a estudiar por correspondencia y vivió con una mujer algún tiempo después del ‘secuestro’. Más tarde se separó y se casó con Marlene. Aunque de origen humilde, estudió derecho y se licenció como abogado. Ejerció durante muchos años en varias ciudades de Minas Gerais y Goiás”.

Nos interesaba saber si Antonio hablaba habitualmente sobre el extraño suceso que había vivido en primera persona: “No, no le gustaba, era muy reservado. Nos lo contó a nosotros, sus parientes más allegados”. Aunque el protagonista de los hechos intentaba olvidarlos, aportó más información a sus familiares sobre lo que le sucedió después: “Comentó que, pasados unos meses, unos hombres se lo llevaron a Estados Unidos para ser sometido a unos análisis. Me dijo que prácticamente le forzaron a ir. Le llevaron supuestamente para que observara un aparato volador semejante al que vio aquí. Además, Antonio había tallado en madera un platillo, una replica de lo que había visto. Se encerró varios días y no salió hasta que terminó”. João Francisco nos contó que en la hacienda Aldea –donde se crió junto a Antonio a partir de los siete años – existían restos de las tribus indígenas que habían habitado el lugar. Eran pedazos de cerámica y huellas circulares, posiblemente de los cimientos de sus chozas. Después de esta conversación, Queiroz nos llevó hasta el pequeño cementerio del pueblo. Allí estaban enterrados los padres de Antonio, Jerônimo y Enezia, ambos fallecidos en 1963. También se encontraban los padres de Queiroz, quienes, misteriosamente, se habían suicidado. Una placa nos llamó especialmente la atención: era la que señalaba el sepulcro de João Villas-Boas, el hermano de Antonio, testigo de la primera de las tres apariciones ufológicas de octubre de 1957 que culminarían con la citada abducción. Ambos vieron una luz sobrevolar Aldea el día 5, que iluminó el interior de la casa y luego desapareció.

Queiroz narró una historia sobre un mortero que golpeaba sólo dentro de una casita donde las mujeres hacían harina, y que en el lugar había un “fantasma de un hombre con un manto negro que le tapaba la cabeza”. Además una puerta para el ganado se abría y cerraba sin intervención externa de ningún tipo. En el entorno de la abducción de Villas Boas, por tanto, sucedieron una serie de fenómenos paranormales, algo que hasta entonces los investigadores desconocían. Finalmente nuestro entrevistado nos llevó en su camioneta hasta su hacienda, junto a la de los Villas-Boas, a unos 7 Km. del centro de São Francisco de Sales. Allí, debajo de un árbol casi centenario, testigo mudo de los sucesos acaecidos en 1957, contemplamos el río Grande. Bajo sus aguas, a pocos metros de las orillas, quedó para siempre sumergida la casa donde vivió el abducido y el lugar donde el OVNI aterrizó…

Apariciones fantasmales

Fue difícil asimilar tanta información nueva sobre el caso Villas-Boas, uno de los más relevantes a escala internacional. Existía una importante laguna en torno al suceso, datos que no recogía ningún libro o manual de ufología hasta el momento y que intentábamos recabar a base de entrevistas y visitas al lugar de los hechos.

El último ufólogo –al menos que se sepa oficialmente que estuvo en la región para entrevistar a Villas-Boas fue el célebre Walter Bühler, en julio de 1961, un alemán afincado en Río de Janeiro y fundador de la Sociedade Brasileira para o Estudo dos Discos Voadores –SBEDV–. No en vano, Bühler es el autor del primer informe-entrevista publicado sobre el caso Villas-Boas en 1962, traducido a varios idiomas y que se divulgó en las páginas de la revista especializada Flying Saucer Review, de Gordon Creighton, en 1965.

Sin embargo, Queiroz nos comentó que, en 1977, acompañó al lugar de la abducción a un parapsicólogo llamado Álvaro Fernandes, que iba acompañado a su vez del filósofo suizo Willy Wirtz, pero se marcharon del lugar el mismo día sin lograr añadir nada a la investigación del caso. Tiempo atrás habíamos intentado comunicarnos con Fernandes, pero el ufólogo sufrió una enfermedad degenerativa. Su esposa reveló que Fernandes fue la primera persona en llegar a São Francisco de Sales para estudiar a Villas-Boas, tan sólo doce días después de la abducción, el 28 de octubre de 1957.

Ovni de Villas BoasEn un pequeño libro de edición propia relató que por aquellas fechas se encontraba investigando casos paranormales en la región cuando un grupo de pescadores le comunicó la noticia. Poco después se desplazó y estableció contacto con el farmacéutico del pueblo, el mismo que atendió a Villas-Boas tras acudir a su establecimiento “preocupado por si tuviera alguna enfermedad venérea, pues aquella relación con la extraña mujer le dejó los órganos sexuales doloridos y aparecieron extrañas manchas en su cuerpo”, según nos contó uno de los entrevistados. El farmacéutico le dijo que no se trataba de una enfermedad venérea, pero le aconsejó buscar un médico. ¿Extraño? Más que eso… “Su reputación en la región donde vivía era la de un hombre trabajador, serio y honesto”, escribió Fernandes. Junto a algunos amigos médicos caminó 6 km hasta la hacienda de los Villas-Boas, pero cuando llegaron no quiso recibirles, pues “su madre y parientes eran los que recibían a las personas, diciendo que el joven estaba muy afectado y se encerraba en su habitación”. Conforme avanzaba la investigación y descubríamos nuevos datos nos sentíamos más intrigados, pues las incógnitas se multiplicaban. Urgía descubrir más testigos de aquellos lejanos años. Caminando por una de las tranquilas calles de São Francisco de Sales dimos con dos curiosos testigos. El anciano, de 89 años, se llamaba José Batista Nunes, y comenzó a hablarnos sobre la familia Villas-Boas: “Conocíamos muy bien a Jerônimo Villas-Boas, el padre de Antonio. Era una familia muy trabajadora y honesta. Con el hijo teníamos menos contacto. Todos sabíamos que lo metieron dentro de un aparato volador, pero no me acuerdo mucho de aquella historia”. Su memoria sin embargo no fallaba en lo relativo a sus propias experiencias vitales: “Hace muchos años trabajaba en la hacienda de una vieja viuda y, cuando estaba durmiendo, escuchaba que el brazo del mortero golpeaba con fuerza. Sin embargo, no había nadie en la casa haciendo harina. También recuerdo a un hombre llamado Horacio que afirmaba que había tres espíritus sueltos en el pueblo y sus alrededores. Te cuento esto porque un día, cuando tenía unos 25 años, venía montado en mi caballo por el camino del Coqueiro en dirección a Río Verde. De repente, escuché un silbido muy intenso. Me caí de la montura y luego saqué mi revolver del calibre 38 y pegué dos tiros al cielo”.

María Marras continuó narrando los sucesos inexplicables de los que hablaba su esposo: “En ese mismo lugar, por donde venía mi marido, la gente decía que se podía ver un ataúd, a lo lejos, y escuchar aquel espantoso grito que retumbaba en los oídos”. José Batista continuó explicando sus experiencias: “Por aquel entonces, cuando me dirigía hacia Riolândia, por el camino yermo vi algo así como la luz de una farola detrás de mí. Eran las nueve de la noche. Se trataba de una bola blanca, del tamaño de un balón de fútbol, que iluminaba perfectamente el borde del camino. Monté en mi bicicleta y pedaleé fuerte, pues noté que venía detrás, como si me siguiera; después se paró cerca de un árbol”.

“Mi marido y yo nos casamos cuando éramos aún adolescentes –recordaba María Marras– y fuimos a vivir a una casa que debíamos reformar. Fue entre 1942 y 1943. Era un lugar pantanoso llamado Coqueiros, cerca de aquí. Dormíamos al aire libre, cerca de la barandilla, donde dejábamos una tinaja de agua tapada por una lata de queroseno. Durante un Viernes de Pasión escuchamos la voz de dos personas en medio del pantano. Era como una discusión; luego llorar. Se nos ponía la piel de gallina, pues el lugar estaba deshabitado. Luego alguien nos contó que las voces que escuchamos eran las de un matrimonio ya fallecido, Rita e Isaac, pareja que se peleaba constantemente. Cierto día, sin embargo, un hombre llevó propina a la parroquia de Campina Verde y rezó por las almas de los susodichos. Nunca más volvieron a manifestarse”.

Al parecer, José Batista fue testigo directo de la presencia de dichos “espíritus”: “Pude verlos por la noche. Primero observé una luz que se desplazaba por el patio de la casa. Me asomé y allí había dos personas, aunque no logré ver sus rostros. La mujer llevaba un farolillo en la mano mientras ambos buscaban algo en mitad del jardín. Casi todos los días repetían esta extraña acción, y así durante casi dos años”.

Nos marchamos de allí asombrados por las palabras de los dos ancianos, haciéndonos muchas preguntas sobre los extraños sucesos relatados y su posible relación con el caso Villas-Boas. Necesitábamos saber más para hilar los hechos.

Relaciones peligrosas

La historia de Villas-Boas logró dar la vuelta al mundo y hoy está presente en todas las enciclopedias ufológicas. Antonio, preocupado por su estado de salud tras la abducción, se dirigió al único farmacéutico de São Francisco de Sales, que estaba suscrito a la revista O Cruzeiro, de gran tirada nacional, donde el periodista João Martíns publicaba varios artículos sobre los llamados “platillos voladores” en los cincuenta. Junto al fotógrafo alemán Ed Keffel, Martíns protagonizó uno de los episodios más controvertidos de la ufología: observaron y fotografiaron un OVNI en forma de plato sobrevolando la playa de Tijuca, en Río de Janeiro, el 7 de mayo de 1952.

Cuatro meses después de la abducción, en febrero de 1958, Antonio decidió embarcar en un autobús hasta Río de Janeiro –en aquella época una auténtica epopeya habiendo previamente, enviado una carta a Martíns donde le contaba su caso y solicitaba su ayuda. Llegó en pleno carnaval carioca y el periodista dudó en recibirle, creyendo que se trataba de una persona desequilibrada o que pretendía adquirir fama a través de las páginas del prestigioso O Cruzeiro. El reportero finalmente acudió a la cita. En dicha publicación Martíns escribió en 1965 que “…el testigo pasó por varias experiencias planeadas con frialdad que pusieron a prueba su equilibrio, su honestidad, su ambición, su coherencia de actitudes y de intenciones. Los más diversos métodos de intimidación contra el intento de soborno le fueron aplicados con el objeto de verificar si desmentía, contradecía o demostraba estar elaborando un fraude por vanidad o deseo de lucro”.

Todas las reacciones que tuvo el protagonista ante las preguntas formuladas por Martíns, Fontes y autoridades de los servicios secretos brasileños, fueron completamente normales. En ningún momento, según Martíns, perdió el control de su relato: “Sus vacilaciones correspondían exactamente a lo que se podía prever de un individuo, en una situación extraña, que no encontraba explicación para los hechos”.

Antonio contó su historia al reportero pero, en un primer momento, por vergüenza, omitió su contacto sexual con la presunta mujer del espacio. “Los detalles del encuentro con la mujer le fueron arrancados con gran esfuerzo. Se mostraba avergonzado”. El reportero descubrió entonces que aquel hombre no buscaba fama; estaba preocupado por lo que le había ocurrido y necesitaba explicaciones. Además, conservaba las manchas en la piel y mostraba secuelas físicas. Posteriormente fue sometido a exámenes médicos por el doctor Olavo Fontes, amigo de Martíns.

Todo indica que el asustado campesino fue trasladado a Estados Unidos por orden del servicio secreto de la Marina de Guerra de Brasil o por el Ejército del Aire –entonces muy involucrados en la investigación del fenómeno OVNI– por indicación de João Martíns, un ingeniero aeroespacial no identificado y, especialmente, por el médico Olavo Fontes, miembro de la hoy desaparecida Aerial Phenomena Research Organization –APRO–, entonces con sede en Tucson –Arizona– y dirigida por el matrimonio formado por Coral y Jim Lorenzen.

En Brasil el caso fue publicado catorce años después, el 10 de agosto de 1971 en el Domingo Ilustrado de Río de Janeiro, aunque con restricciones. En la introducción del artículo argumentaba lo siguiente: “La razón por la cual el caso no fue publicado durante tanto tiempo y fue ocultado al gran público es porque yo quería tener la certeza absoluta de que, si alguien contase un caso similar, no se debería a la sugestión consciente o inconsciente que pudiera provocar mi artículo”. En ese mismo texto Martíns declaraba algo estremecedor: el tipo de interrogatorio empleado provocó en un determinado momento “el cansancio y la frialdad en el trato”, al igual que “los métodos de coacción –al límite de la verdadera violencia – que fueron empleados”. En 1961, cuatro años después del incidente Villas-Boas tuvo lugar el caso de abducción de Barney y Betty Hill.

A día de hoy, el caso Villas-Boas sigue rodeado de numerosos interrogantes, esperando a que alguien de carpetazo…

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