Carta a Antonio Moya Cerpa sobre elusividad (31 Julio 2000)

Descripción

31   Julio   2000

               Querido Antonio [ Moya Cerpa ]   :

               Someto a tu más ponderada consideración y juicio crítico las reflexiones de un tal           Loyd Auerbach , agudo pensador que nos saca a la luz algo elemental querido Watson pero hasta ahora inadvertido por la clase de tropa.   Se refiere a una suerte de seguro suscrito , con motivos harto   fundados , por el homo insapiens con la madre naturaleza.     Una hábil cautela dise½ada con certera sutileza , a fin de inmunizarnos como no podía ser menos contra los riesgos de un excesivo misticismo que nos impediría ejecutar con la diligencia debida nuestros desempe½os ordinarios en la existencia , de inmenso valor a efectos evolutivos.     Esa póliza cuya desmesurada prima , más bien una agobiante hipoteca , es de no te menees : aminorar un frívolo y extemporáneo avance de la raza humana hacia el   Alfa y el Omega , con objeto de equilibrar con una cadencia oportuna los dos platillos de lo celestial y lo terreno, pues ambos factores son igualmente necesarios.

         Este caballero vecino de Orinda , de giralde½a estatura intelectual, nos ha hecho el favor de percatarse de un básico matiz colateral implicado en el funcionamiento a veces incomprensible de esa         Ley de la Elusividad   que hemos creído desempolvar por los a½os ochenta en el desván filosófico.                                    

                                                                                                            

           El sabueso californiano nos pone sobre aviso respecto a un sorprendente freno de discos accionado en su opinión contra las demasiadas ganas de ser como Dios , liviandades seráficas que acarrean el consiguiente olvido de los vulgares quehaceres del buen vivir , indeclinables como el comer para ir limando los defectos de la personalidad.       Este aconsejable retardo , ejercido con cínico maquiavelismo a lo largo de la eterna aproximación asintótica de los hijos del universo hacia la   Causa sin Causa , había sido pasado por alto -si seremos brutos-   tanto por Pascal , nuestra dilecta   Carla Rueckert y tu admirado Bertrand Meheust , como por Bormujos y Don Pedro 9 , sin ánimo de comparar.                                                                                                                                

           Resulta que como es bien sabido , la más honda y genuína se½a de identidad del hombre no es física sino de carácter espiritual.       En consecuencia nos hurga las entra½as del alma un irresistible impulso en pro de investigar la estructura , leyes naturales y modus operandi del auténtico habitat al que en verdad pertenecemos aunque no lo parezca : los Campos Elíseos de la chispa teocrática personal en la excelente compa½a del universo multidimensional en el que por fortuna estamos inmersos y tenemos el ser , y a cuyo buen fin colaboramos todos como bielas asombrosamente activas , al estilo de engranajes sinérgicos comprometidos en aportar con un esfuerzo meritocrático nuestro humilde pero decisivo grano de arena en pos de la optimización de la Realidad.                                                                                                                                                          

           Si se permite un inciso , me temo que sin el plus de creatividad maravillosamente original , único e irreproducible incorporado al gran cronómetro , verbigracia en chez Poeta Alberti 40 , el Rolex del cosmiverso , aunque parezca exagerado , no estaría en condiciones de cumplir su sagrada misión de ta½er la hora exacta , a pesar de que su locomotora y relojero sean nada menos que                         The   Great   Anonymous   Power. Es decir , el castillo de naipes que es el omnicosmos se mesmoronaría si una sola de sus incontables     cartas-indivíduos se declarase en huelga.                                                                                                                          

           Si como hemos dicho más arriba somos más alma que cuerpo , no sería raro pues que un soplete interno nos instigara a involucrarnos en todo lo relacionado con el tinglado de lo inobservable , incluído el Absoluto y lugartenientes así como los inimaginables niveles vibratorios habitados , mas la insondable potencialidad de lo hasta ahora            No Manifestado.    Un vasto sector ultradimensional que abarcaría la insignificancia de algo así como el   99,9 %   de la creación global.       Pero cae por su peso que averiguar como Dios manda los entresijos de lo verdaderamante nuestro , esos arrabales intangibles del

           Todo , exigiría un consumo prohibitivo de atención y actividad. Una dispendiosa cuota de energía y tiempo , que habría que detraer de otros prosaicos menesteres por lo visto más urgentes e inmediatos por aquello del maratón evolutivo.                        

                                                                                                            

           O sea , que a la vez que nos asestan empellones en pro del alpinismo jacobiano , también hemos elegido libremente los didácticos trabajos forzados del peregrinaje educativo por este orbe todavía zoologizado , rudo y extremadamente conflictivo.     Al valle de más alegrías que lágrimas no inmigramos en su dia por cualesquier injusta casualidad , sino que nos hemos colado adrede y de

rondón en la Tierra con el firme y docente propósito de aprobar determinadas asignaturas aún pendientes en el plan de estudios de nuestro crecimiento evolutivo individual.                                                                                                                                                        

           Quiere decir que una surreal combinación de extra½as circunstancias nos tira del ronzal para que asumamos a la par sendas responsabilidades prima facie antitéticas   :   el sacro deber de buscar la verdad , versus la ramplona obligación de cumplir las más perentorias exigencias cotidianas , la primera de ellas -ahí es nada- llenar el estómago , ganarse duramente la vida y arreglárselas para sobrevivir en una procelosa sociedad tan hostil como caótica.     Sin olvidar la asimilación de las reglamentarias experiencias kármicas indispensables para que los seres conscientes trepen a su aire por la de Jacob , tal como está mandado.                                          

         Nos enfrentamos pues a un delicado desafío. Si montamos en el mecano del alma un legítimo y deseable telescopio capaz de trepanar los cómo y los porqués de los recintos etéricos -nuestro bienaventurado hogar primigenio- , como el dia sólo tiene 24 horas desatenderemos lo primerísimo , la obligación de protagonizar a tumba abierta la vida aquí abajo y ahora con sus mil complejidades evolutivamente enriquecedoras, en beneficio de la devoción ( volverse un resto de arcángel ).                              

                                                                                                            

         Pues bien , el novedoso quid del que se ha dado cuenta el perspicaz mister Auerbach es el siguiente   :   con miras de que desarrollemos lo mejor

posible nuestro programa evolutivo terrenal , nos han dotado de una fuerte compulsión hacia atornillarnos al terru½o , a fin de que podamos concentrarnos casi exclusivamente en las cuestiones materiales. Pero al mismo tiempo nos han implantado también otro poderoso chip contrapuesto al anterior , que nos espolea a cultivar lo que más profundamente nos ata½e , que son las brumosas   delicatessen del espíritu.                                                                                                                                                                                

           Abreviando   :   por un lado un cohete subdivino nos empuja hacia arriba up , up and away , con idea de que mediante un apropiado ritmo evolutivo vayamos ascendiendo paulatinamente al Monte Análogo , nuestro máximo reto cósmico.   Y a sensu contrario , un cuasi invencible desacelerador o contrapeso de plomo nos amarra al monótono quehacer del dia a dia , con ánimo de que al estilo del ganado vacuno no tengamos ocasión de contemplar en demasía la frivolidad de las estrellas , sino que nos veamos apremiados a hozar en la yerba del prado que nos da el sustento , lucha por la vida que es precisamente nuestra más eficaz herramienta evolutiva.                                

                                                                                                                                                                    

           Así pues como si no tuviéramos bastante tortura psicológica con la incertidumbre de la elusiveness ( no saber jamás nada a ciencia cierta ) , nos han colocado por ende un motor a reacción         ( Escila ) con su hélice , alas y timón que nos asciende a la estratosfera teológica , balanceado como es de rigor mediante otras amarras opuestas           ( Caribdis ) de parecida fuerza , encargadas de imantarnos al ámbito de lo sórdido y pedestre , batalla moral que es justamente , repetimos una vez más , la que nos pule el carácter haciéndonos cada vez más perfectos.                                                                                                                                                          

           Auerbach , en un brillante chispazo mental , ha caído en la cuenta de que el torbellino de los avatares del buscarse el condumio hace que aparquemos felizmente otras sutilezas anímicas por el momento superfluas.     De tan inteligente manera el Sistema nos ha pertrechado , junto a un artilugio desanimalizador , con la pragmática compensación involutiva de cierta   resistencia intuitiva   al estado querubínico y a una improcedente adicción por la metafísica , habida cuenta de que todavía somos simples mortales a medio cocer , y nos queda mucho que aprender hasta superar hacia arriba el estadio homínido.                                                                                                    

        Se trata de un cazurro dispositivo instalado para empernarnos sin remisión al santo suelo , instrumento igual de imprescindible y legítimo que el igualador aerostato alternativo que nos eleva hacia la divinosfera.     He aquí otra versión de los anticuerpos sociales puestos de relieve por           Jean-Pierre Petit , adrenalinas defensivas segregadas por el género humano en orden a blindarse contra lo desconocido , lo que fractura el statu quo y las peligrosas distracciones celestiales que nos apartan de los trajines del sol a sol.                          

           Moraleja : no sabemos con seguridad nada de nada.     Y por si no tuviéramos bastante con esta sevicia elusívica , van y nos amarran el brazo izquierdo a un caballo que tira hacia el purgatorio de la sangre , sudor y lágrimas , y el derecho a otra yegua asaz contraria que nos descoyunta en dirección a solventar el fascinante dilema de quiénes somos , de dónde venimos y a dónde demonios vamos.     Resultado : aquí tienes al menda puteado por el fuego cruzado de esta poco santísima trinidad de problemas vitales en apariencia irreconciliables : una irritante duda institucional de la cuna a la tumba   ;   engolfarnos hasta el cuello en las pasiones de la carne y el ganarse contra viento y marea un lugar al sol   ;   o bien evadirse a la torre de marfil de las chuminadas deíficas , que bien mirado son prioritarias en profundidad y a largo plazo.       En tama½o impasse , ó qué nos corresponde hacer a los enfrascados en la lidia de los 3 toros 3 , esos contradictorios mihuras tantas veces     mentados ?.                          

           Pues está bien claro , aunque no es nada fácil: adoptar una decisión en solitario , huera de ayudas explícitas, sin precedentes conocidos ni información adecuada.   Aviárnoslas para discernir alguna suerte de equilibrio inteligente entre lo corporal y el espíritu.     Cumplir lo mejor que podamos nuestros duales compromisos irrenunciables relativos tanto a lo trascendente como a la rutina de lunes a domingo.                                      

           En suma , querido Antonio : empanaditis mental de por vida y una guerra perdida de antemano , como   Ael bello Adolfo@ , contra los tres enemigos de rigor   :   el Tio Sam ( perpetua inseguridad conceptual ) , las hordas soviéticas ( pan , techo , trabajo , problemas y sufrimiento a cambio de evolución ) , y los británicos y franceses ( el lujo eximio de los caprichos espirituales ).                        

           Y para terminar , en virtud de todas estas excitantes desgracias , y que no farten , el infrascrito empieza a encontrarse bastante harto de tanta manipulación por nuestro bien , y está a punto de hacer suyo el razonable epigrama de   Woody Allen   :

ADios no existe.     Marx ha muerto.   Y yo ya no me siento nada bien@.       Que te guarde el bienamado pajarraco que sin pedir la venia                       te ha metido en este lio.

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  

        

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