Entrevista a Martin S. Kottmeyer sobre elusividad
- Descripción
Descripción
[ENTREVISTA]
MARTIN S. KOTTMEYER
INTELIGENCIA ELUSIVA: «LA ESTRATEGIA ALIENÍGENA
IDEAL ES LA PERFECTA FUSIÓN CON EL ENTORNO»
Por Luis R. González y Alejandro Agostinelli
Martin S. Kottmeyer es el ensayista que -a fines de siglo XX- propuso quizá las ideas más lúcidas, renovadoras e imaginativas sobre una especialidad que, en gran medida gracias a su trabajo, se podría denominar los estudios culturales del folklore pop alienígena. Sus análisis históricos ofrecen claves de lectura que permiten comprender la dimensión psico-social del fenómeno platívolo. El OVNI es -para Kottmeyer- un ícono del imaginario científico moderno que ofrece la oportunidad de estudiar, entre muchas otras cosas, cómo deberían comportarse, inevitablemente según nuestra óptica humana, eventuales visitantes extraterrestres. Y sus investigaciones a menudo contradicen, en didáctico contraste, las exégesis de los testimonios de quienes aseguran haber visto a «ellos» interactuando en nuestro entorno.
Martin S. Kottmeyer es acaso el ensayista más prolífico de la nueva ufología norteamericana. En sus trabajos, demuestra que -prestando atención al desarrollo de tales relatos y las expectativas culturales correspondientes- podemos aprender muchas cosas sobre las creencias humanas y la transmigración de ideas de la ciencia ficción a historias reales que con el tiempo se han integrado a la cultura popular.
Para algunos, Kottmeyer mismo -tras haber cultivado por años el perfil bajo- se ha tornado un personaje tan misterioso como su objeto de estudio. Aunque es muy poco lo que se ha publicado de él en castellano, de Martin se conocen sus ensayos pero nada de la extraordinaria personalidad de quien los escribe.
Entre Junio y Julio de 2001, los autores mantuvimos con él un nutritivo coloquio electrónico. Su publicación se postergó hasta disponer del medio óptimo donde presentarlo. Pese a su extensión (el ‘peor defecto’ de un texto web, según los entendidos), Dios! acabó siendo el mejor destino en virtud de que los visitantes de este sitio saben que no siempre lo breve es dos veces bueno. Por otra parte, el hipertexto, esa fantástica invención moderna, nos permitirá encadenar, en futuras actualizaciones, los principales artículos (la mayoría de ellos inéditos en castellano) citados a lo largo de la charla. Confiamos en que -cuando aquellas notas comiencen a ver la luz- no sólo quedarán despejados muchos interrogantes que suscitará este diálogo (en el cual unas cuantas cuestiones cruciales se sobrevuelan a vuelo de pájaro) sino que se demostrará que no sólo es posible sino un juego intelectual dedicidamente apasionante el intento de extraer conocimientos nuevos de fenómenos aparentemente superfluos como el platillismo. Y que, aparte de su excéntrica racionalidad, se nos antoja fascinante por su capacidad del cambio constante. Porque el fenómeno OVNI –nos dirá aquí Kottmeyer- «posee el hábito de la creatividad y siempre acaba trayendo nuevas sorpresas».
ADDENDA: En el momento de publicar esta entrevista, Luis R. González completó la traducción de la totalidad de la obra de Kottmeyer. Mientras el colosal esfuerzo de L.R.G. busca algún audaz voluntario interesado en editarla, esta charla es un zoom al pensamiento que defiende el humilde granjero que se atrevió a rebatir los argumentos de los personajes más populares del platillismo norteamericano y emerger victorioso.
UNA EXPLORACIÓN BIOGRÁFICA
Luis R. González: Tu «salida a la palestra ufológica» tuvo lugar después de resolver el crucigrama de Navidad que en 1982 propuso la revista inglesa Magonia (¿pensabas que nadie se iba a dar cuenta, verdad?). Cuando la misma revista pidió algunos comentarios sobre la HET en 1984, les enviaste una breve carta, pero tu primer artículo ufológico de consideración no llegaría hasta septiembre de 1987 con «¡Rómpete una pierna!». ¿Puedes contarnos más sobre tus inicios en ufología? ¿Cómo te interesaste por este asunto?
M.K.: Así que no has olvidado el crucigrama de Magonia. Vaya. ¡Hace casi veinte años! Ya va siendo hora de que lo superes… Centrándome en la pregunta, yo empecé a leer libros sobre platillos ya desde la escuela primaria. El libro de Donald Menzel y Boyd estaba en la biblioteca de mi escuela y además podía conseguir las ediciones en rústica de los Lorenzen, Edwards, Steiger, Fuller et al en las librerías de segunda mano por menos de un dólar el ejemplar. Eran entretenimientos baratos, algo que hacer mientras esperaba por el siguiente episodio de «Perdidos en el espacio» («Lost in Space»), «Rumbo a lo desconocido» («Outer Limits»), «Star Trek», «El prisionero» («The Prisoner»), etc. Mi ejemplar en rústica (editado por Bantam) del informe de [Edward W.] Condon se encuentra en un penoso estado de tanto pasearlo por ahí para leerlo durante las horas de estudio. Recuerdo que siempre tuve mis dudas sobre la HET, principalmente con el problema de «¿Por qué no establecen contacto?». Existe un cierto paralelismo con mi incredulidad hacia la religión conforme crecía y aprendía más cosas sobre las diferencias irreconciliables entre las distintas religiones del mundo. Mi aprendizaje en ese tema, parafraseando un viejo lema del teatro Firesign, «Todo lo que sabes puede estar equivocado», hace que mi incredulidad hacia cosas como los platillos volantes parezca fácil, comparativamente. Un divertido momento que todavía permanece en mi memoria es el de tener a un compañero de universidad que no entendía cómo podía considerar cómico el libro de Erich von Däniken. ¡Si era un éxito de ventas! ¿Cómo podía tener tantos errores como los que yo aseguraba?
Durante la década de los setenta empecé a coleccionar libros sobre OVNIs y de ciencia ficción, básicamente como consumidor. En determinado momento establecí cierta correspondencia con Robert Sheaffer intercambiando hallazgos de «alta extrañeza» por mero divertimento. Él sugirió que quizá me gustase el boletín ufológico que editaba Jim Moseley y escribí varias notas ahí, más o menos para cubrir el coste de la subscripción. Debe haber sido a principios de los ochenta cuando descubrí que tenía un libro dentro de mí pugnando por salir. Había estado dándole vueltas a la idea de que el fenómeno OVNI podía ser «explicado» de multitud de formas y, como por aquel entonces me atraía la forma de pensar de Charles Fort, intenté una fusión erudita entre el fenómeno OVNI y las efectos de la Ley de Murphy (NdT: «Si algo puede salir mal, saldrá») y sus corolarios. Pude mantener un ritmo estable de un capítulo cada dos meses hasta que acabé con un buen tomo… un libro que pronto empezó a acumular polvo. Eso no me preocupaba porque era consciente de ser un principiante y fue una experiencia muy instructiva. El mero hecho de escribir te lleva a leer los libros con un punto de vista diferente y te hace conocer mejor qué son hechos y qué no lo son, cuáles son las mejores argumentaciones y una cierta percepción de pautas que nunca percibes cuando eres simplemente parte de la audiencia. Ello me llevó a darme cuenta de detalles como los aspectos dramatúrgicos de las experiencias OVNI, lo difundidas que estaban esas fantasías sobre máquinas manipuladoras y demás material por el estilo, subrayando la necesidad de que estudiase la paranoia si quería entender lo que estaba en marcha. Tomando prestada una metáfora evolutiva, «¡Rómpete una pierna!» puede parecer como la aparición súbita de una nueva especie, pero sólo porque las formas de transición no quedaron recogidas en el registro fósil.
L.R.G: Curiosamente, existe un sorprendente trabajo sin la menor relación con los OVNIs y fechado en 1987: «The Case of the Five Hundred Pound Canary» («El caso del canario de 500 libras de peso», en Dickson, Paul «Jokes» Delacorte, 1984 pp. 209-13.) ¿Existe alguna relación entre ambos asuntos? ¿Escribes también sobre temas no relacionados con los OVNIs, o con lo paranormal?
M.K.: La única relación que se me ocurre sería su «alta extrañeza». Escribí esos chistes durante las horas muertas en el instituto, como una variante de los chistes sobre elefantes. Mis artículos sobre la teoría de la tierra redonda no tratan de OVNIs ni temas paranormales. En la actualidad, todo lo que escribo está relacionado con los OVNIs. Tengo conocimientos sobre muchos otros temas, pero la especialización tiene sus ventajas.
Alejandro Agostinelli: Hace muchos años, por carta, me confesaste que varias veces estuviste a punto de hacer un «funeral vikingo» con tu biblioteca ufológica. ¿Qué te lo impidió? ¿Qué mantiene el fósforo alejado de tus archivos?
M.K. No recuerdo que fuesen varias las ocasiones. Posiblemente, yo debería preocuparme más que tú por no haberme atrevido a terminar con el asunto. Seguro que si hubiera acabado entonces ahora dispondría de más fondos. Ha pasado más de una década y no creo que cualquier cosa que pudiera decir ahora respondiese a toda la verdad. Dejémoslo como un misterio.
A.A.: ¿Qué explica el misterioso caso de un tipo tan culto e inteligente que invierte gran parte de su tiempo examinando recortes amarillos de platillos voladores?
M.K.: Espero que estés hablando retóricamente. Las personas eruditas e inteligentes no deberían perder el tiempo examinando recortes amarillos de platillos voladores. Culpable. Lo confieso. Es algo pecaminoso y un verdadero desperdicio. Nadie debería. Yo no debería. Pero, ¿seguro que tú sientes lo mismo, ¿no?
L.R.G.: En nuestros primeros intercambios describiste a tus artículos de entonces como parte de ese voluminoso manuscrito titulado «The Schlimazl Factor: Or What Good is an Alien You Can’t Party With?» («El factor Schlimazl: o, ‘¿De qué sirve un alienígena con el que no puedes celebrar una fiesta?’), precisamente aquel donde invocabas la Ley de Murphy para entender el fenómeno OVNI. ¿Has renunciado a publicarlo?
M.K.: Sí. He renunciado a publicar «The Schlimazl Factor». Sigo estando orgulloso de casi todo lo escrito, pero no existe un mercado en la actualidad para ese tipo de libro, que corresponde a una época que ha quedado definitivamente en el pasado. Los primeros años ochenta fueron mucho más alegres, la ufología se encontraba en un periodo editorial de calma chicha e incluso parecía próxima a extinguirse. Los libros de John Keel habían puesto de moda por un tiempo el escepticismo hacia la HET, abriendo los ojos de la gente hacia la probabilidad de que fuese necesario algo diferente. Los detalles absurdos de las abducciones se recibían con divertimento y las falsedades ya consolidadas como los libros sobre astronautas en la Antigüedad, el triángulo de las Bermudas, etc. se daban por descontadas. El mito OVNI se volvió mucho más tenebroso cuando Budd Hopkins y las intrigas de la base Dulce se apoderaron de la escena, y un libro tan desenfadado como el mío desentonaría por completo en el teatro de los horrores actual. Por otro lado, las partes más útiles del mismo han visto la luz por otros lados, así que existen pocos incentivos para publicarlo.
A.A.: ¿Qué haces de tu vida aparte de amar a la ufología? ¿Tienes hijos? ¿Tienes otros pasatiempos? ¿Qué autores -no ufológicos- te atraen?
M.K.: Nunca me casé, ni tampoco he tenido hijos. Mi vida, si puedes llamarla así, es la agricultura. En la actualidad, crió animales de carne, siembro la tierra cultivable y ayudo a un vecino a la hora de ordeñar. Mi principal entretenimiento es leer. Durante un tiempo me especialicé en la astronomía de la Grecia clásica, como demuestra aquel artículo mío (NdT: En The Anomalist nº 1) sobre cómo nació la idea de la esfericidad de la Tierra. También sentí cierto interés por la historia de la religión y los librepensadores. Como he mencionado en mi artículo «Clarion Scrawl», siempre tendré un lugar especial en mi corazón para Weston la Barre. También poseo la mayoría de los libros de Walter Kaufmann, y no encuentro en ellos nada con lo que disentir. También me gustan los trabajos como «The Creative Explosion» de Guignebert Pfeiffer; lo más reciente, quizá típico de mí, «Amazing Conversions» de Altemeyer/Hunsberger. Este libro parece ofrecer un retrato muy convincente de las fuerzas psicológicas que llevan a la gente a entrar o salir de una religión. Me encanta la historia de la evolución y tengo muchos de los libros de Stephen Jay Gould, Peter Bowler, Martin Rudwick y Adrian Desmond -quizá una selección irreprochable. La historia de Peter Gay sobre la Ilustración ha permanecido en mi mente desde hace años. «Preposterous Violence» de James Twitchell es un pequeño gran libro del que poca gente habla, pero que presentaba el tema de la violencia en la ficción y la mitología de una forma que me impresionó bastante. La biografía de Dennis Perrin «Mr. Mike» ha sido una de las más entretenidas que jamás he tenido el placer de leer. Tengo una buena cantidad de trabajos sobre psicología. Ultimamente he estado leyendo «Dreams & Nightmares» de Dennis Perrin, y lo he encontrado de gran utilidad, aunque sea apenas un primer paso para llegar a entender los sueños. Evidentemente, estoy enamorado de la ciencia ficción, tanto en libros como en películas, cuanto más antiguos mejor. Tengo la mayoría de las obras de Kurt Vonnegut, Stanislaw Lem, H.G. Wells, James Tiptree (alias de Alice Sheldon) y Douglas Adams.
L.R.G.: Volviendo a tus comienzos ufológicos, otra paradoja es que tu trabajo más citado ¡jamás se publicó! Se titulaba «Gauche Encounters: Badfilms and the UFO Mythos» («Encuentros torpes: las malas películas y el mito OVNI») y aflora claramente en muchos de tus trabajos posteriores. Esta es una de las cosas que realmente siempre me han sorprendido de tí, ¿cómo puedes conseguir copias de unas historias de ciencias ficción y de unas películas tan malas, desconocidas y sorprendentes? Realmente, debes tener una GRAN biblioteca.
M.K.: «Gauche Encounters» había sido escrita para un fanzine sobre una película de pésima calidad llamado Zontar – The Magazine from Venus. Pero desapareció antes de que mi artículo llegase a publicarse y ninguna otra revista parecía apropiada para hacerlo. Considerando cómo son las bibliotecas personales en general, no puedo negar que la mía puede resultar impresionante. No obstante, sobre asuntos como la historia de las películas de ciencia ficción, cualquiera que tenga acceso al maravilloso libro de Bill Warren sobre la filmografía de los años cincuenta, ha recorrido más de la mitad del camino para saber todo lo que hay que saber al respecto. La revista Cinefantastique constituye también una estupenda fuente de información. Conseguir los vídeos nunca ha sido un problema, tengo un amigo que me pasa todos los catálogos que encuentra en sus periplos de exploración por las tiendas de vídeo. Existen muy pocos títulos que no haya podido conseguir. La mayor frustración era decidir cuáles esperar a que se vendiesen de saldo. Realmente, tengo casi todos los títulos que quiero. Quedan algunos («Radiomania», «Popdown», «Pink Chiquitas», «The Stranger Within») que, simplemente, no están disponibles.
LR.G.: Por otro lado, tú mismo reconoces que muy pocos de los testigos OVNI podrían haber visto esas películas. Kevin Randle ha sugerido una alternativa interesante, mencionando las sesiones dobles matinales y los trailers, las reposiciones de madrugada en TV de viejas series y películas, etc. ¿Estás de acuerdo? ¿Cuál es tu alternativa?
M.K.: Para entender el problema que planteas sobre que pocos abducidos habrían visto ciencia ficción, necesitamos retroceder un par de pasos. Cuando yo afirmé que Barney Hill había sido influenciado por «The Bellero Shield» [N. de los A.: una similitud clave eran los grandes y profundos ojos rasgados del alienígena que aparece en la serie, detalle que aparece allí por primera vez], la oposición contraatacó diciendo que yo jamás había preguntado si Barney era aficionado a ese programa; además, Karl Pflock me comentó que durante su visita al hogar de los Hill no vio ninguna novela de ciencia ficción en sus estanterías. Para mí, ésta es una respuesta muy curiosa. Yo sólo dije que Barney había visto el episodio de «The Bellero Shield». Nunca dije haber encontrado referencias a todos los restantes episodios de la serie. ¿Es lógico saltar de decir que había visto un episodio en particular a decir que Barney tenía que ser un aficionado al mismo, y por tanto, dado que está demostrado que no lo era, Barney nunca vio ese episodio? Y apuntar hacia la ausencia de libros de ciencia ficción en la casa, sólo funcionaría ante un jurado de idiotas. El número de personas que tienen una colección de libros de ciencia ficción es probablemente una fracción muy pequeña de un millón, mientras que los indicadores de audiencia apuntan que decenas de millones de telespectadores seguían la serie «Rumbo a lo desconocido». Dicho de otra forma, el hecho de que yo no tenga novelas de vaqueros o bélicas ¿debería significar que nunca he ido a ver una película del Oeste o sobre la Segunda Guerra Mundial? Lo cierto es que he visto docenas de ellas, aunque me sería difícil dar los títulos de más de cinco o seis. Nunca me he considerado un aficionado de ninguno de esos géneros, pero existen situaciones, como las de que otro miembro de la familia tenga el mando del televisor, estar de visita en casa de un amigo, programas dobles, nada mejor que ver, etc., etc.
Cuando un defensor de OVNIs leyó «Gauche Encounters», replicó que los aficionados a los platillos y los aficionados a la ciencia ficción siempre han estado enfrentados a muerte. Resulta evidente que los abducidos no son aficionados a la ciencia ficción, así que, de entrada, todo el artículo resultaba ridículo. Pero, una vez más, ¿dónde he dicho que los abducidos deban ser aficionados a la ciencia ficción? Jamás se me ocurriría afirmar tal idea, principalmente porque un verdadero aficionado a la ciencia ficción sería capaz de imaginar conceptos mucho más sofisticados de los que aparecen en las narrativas sobre abducciones. Si tuviera que predecir el tipo de intelectual que corresponde a un abducido a partir del material que conocemos, yo me inclinaría por decir que son aficionados a todas esas tonterías de la Nueva Era. Sólo unos pocos abducidos presentan algún material dónde parece inevitable deducir que la persona en cuestión vio determinada producción de ciencia ficción. Las películas en sí son de las que tienes millones de espectadores, pero aún así poco conocidas o recordadas como para que les hayan pasado desapercibidas a los ufólogos. Probablemente no exista nadie que informe de un sueño donde Darth Vader o Spock les hayan introducido una sonda anal como si se tratase de una abducción, pero incluso si alguien llegase a hacerlo, ¿qué ufólogo se lo tomaría en serio y escribiría un informe? Tales comentarios son, en lo esencial, excusas para seguir jugando a ciegas. Tienes que forzarlos a mirar exactamente lo que se está describiendo y preguntarles: si no crees que Barney vio esto o Schirmer asistió a aquella película, ¿cómo explicas los parecidos que existen? Contestarán que es una mera coincidencia y sólo te quedará sonreír.
[Para el lector latino quizá sea una sorpresa descubrir que un trabajo de Martin Kottmeyer fue traducido al castellano en una fecha tan temprana como 1990. Una de sus primeras colaboraciones en un libro editado por Dennis Stillings, apareció publicada en España, bajo el título «La ovnilogía como un sistema desarrollado de paranoia» en «Lo imaginario en el contacto OVNI» (Heptada, Madrid, 1990).]
L.R.G: En este trabajo, presentabas tu tesis principal sobre la Ufología: que la fuerza motriz impulsora de la misma es la paranoia. Diez años más tarde, ¿sigues opinando lo mismo?
M.K.: Dennis me facilitó una copia de la edición Heptada en castellano. Gracias a Dios, el título era mucho más corto que el original en inglés, que ha sido vituperado universalmente como horriblemente académico: «Cyberbiological Studies of the Imaginal Component in the Ufo Contact Experience» (Estudios ciberbiológicos sobre el componente imaginal en las experiencias de contacto OVNI»). ¿¿¿Qué ES eso??? Mis amigos utilizan el mote de «Cyber» cuando se refieren al mismo.
¿Sigo pensando que la ufología es impulsada por la paranoia? Supongo que será una pregunta con trampa. Si me permites, sugeriré un par de formas mejores de parafrasear la pregunta: «¿Ha sucedido lo que predije en aquel trabajo? ¿Existe algo del mismo de lo que ahora me arrepienta?»
Lo que me impulsó a escribir ese ensayo es que, leyendo la literatura sobre la paranoia, pude comprobar cierto consenso de que ésta cambia con el paso del tiempo de forma predecible: vergüenza, luego temor a la muerte y otras catástrofes, de ahí a una falsificación de la historia, luego la proyección, la conspiración, los delirios de grandeza y finalmente la identidad cósmica. Las fantasías sobre máquinas manipuladoras que tanto florecieron en los años setenta me recordaron la fase proyectiva de una paranoia individual. Y por la época en que lo escribí ya se vislumbraban las ideas conspirativas. Los años sesenta tenían un estilo cognitivo que recordaba mucho a la hipocondría y por aquel entonces las predicciones de catástrofes eran casi ubícuas. Después tuve ocasión de rellenar estas observaciones en varios trabajos extensos aparecidos en la revista Magonia, pero cuando yo escribí aquel ensayo para el libro, me limité a pergeñar mi argumentación lo suficiente como para mostrar por qué esperaba que las ideas conspirativas florecerían, y cómo con el tiempo emergerían los delirios de grandeza, para finalmente llegar a una fisión filosófica del hombre con el cosmos/Dios. Por lo menos para mi propia satisfacción personal, todo esto ha ocurrido efectivamente.
Existen cosas de ese trabajo sobre las que he cambiado de opinión. Yo dije que la Teoría Demoníaca podría incrementar su popularidad, pero sólo más tarde me daría cuenta de que ello no se deducía lógicamente de mi tesis. No he podido encontrar indicios de que la gente hable más sobre demonios cuando alcanzan las etapas finales de la paranoia y, lo que es probablemente peor, se trata de un concepto religioso que resulta bastante incongruente entre los ufólogos de este fin de milenio. Existen algunas pistas de que la Teoría Demoníaca se ha vuelto más popular, pero estoy seguro de que ello no tiene nada que ver con la progresión que mencionaba en mi trabajo.
En un aspecto diferente, yo citaba el estudio de Klein & Horowitz sobre que los paranoicos siempre tienen una historia familiar de abusos. Tuve ocasión de volverlo a leer años después, cuando empezaron a circular las críticas sobre las epidemias de abusos satánicos, y no me acaban de convencer algunas de sus frases. Aunque no cuestiono la existencia de una correlación importante, me siento ambivalente sobre la sugestión de que existe una correlación perfecta. Las personas difieren en su grado de sensibilidad y resistencia a los abusos, los autores podrían haber tenido cierto sesgo hacia aquello que confirmase sus ideas, y su artículo tiene más fuerza a la hora de afirmar que de demostrar.
«YO PODRÍA DEFENDER EL CASO QUE NADIE DENUNCIARÍA»
L.R.G.: Aunque ya sabemos que tu no crees que los OVNIs sean extraterrestres, en tu opinión, ¿qué casos OVNI podrían ser los más prometedores de cara a esta posibilidad?
M.K.: Permíteme ser muy preciso al responder esta pregunta. El problema no está en que sea imposible encontrar interpretaciones mundanas para determinados casos. En mi caso, la inexplicabilidad no equivale a prueba de origen extraterrestre. Debe haber alguna indicación positiva de que tiene sentido una explicación extraterrestre. Tampoco tengo en cuenta consideraciones como el número de testigos. Siendo específico, el clásico caso del padre Gill resulta muy impresionante, pero no tiene el menor sentido si lo consideramos como una visita extraterrestre. Por tanto, considero que tu pregunta es una petición de algo que presenta un número y tamaño mínimo de elementos absurdos, insultando lo menos posible nuestra inteligencia.
6 de marzo de 1961. Sur de Miami, Florida. A las 23:15 p.m. un residente pudo observar una gran nave en forma de dirigible cerniéndose sobre un campo de tomates cercano. En el fuselaje se abre una puerta enorme, por la que podría caber una casa. Tres automóviles resplandecientes y como nuevos marca Ford Galaxy aparecen en el umbral y son bajados hasta el suelo mediante una especie de elevador hidráulico. Cuando ya están todo en tierra, les sigue una cápsula, de la que salen un grupo de personas vestidas como gente de la calle. En cada coche suben cuatro individuos. Y entonces los coches aceleran y se alejan hasta desaparecer por una calle cercana. El gigantesco aparato despega rápidamente, desapareciendo en la distancia.
Que el modelo sea Galaxy es un toque sugerente y nos habla bien de unos alienígenas con cierto sentido del humor. El caso no puede ser más simple y difícil de invalidar lógicamente. Los alienígenas utilizan automóviles para moverse entre nosotros. Y se parecen a nosotros por la misma razón. Esto es coherente con un mero deseo de pasear y aprender sobre nosotros pero sin llamar la atención, evitando el contacto. Demuestra unos objetivos definidos y una planificación evidente. Que la nave tenga forma de dirigible resulta coherente con la necesidad de pasar desapercibidos. Esa forma no resultaría descaradamente alienígena. Yo podría creer que unos alienígenas reales se comportasen de esta manera si por alguna razón deben cumplir cierta estrategia furtiva. Aunque resulta un caso fácil de rechazar debido a la existencia de un único testigo anónimo y a la repetida crítica de negarse al contacto, si me pusieran en el equipo contrario durante un debate, podría defenderlo. Bueno, seamos honestos, seguro que pensabas que iba a zafarme de alguna forma. ¿Cuántos puntos he ganado?
A.A.: Al hablar de éste, tu sorprendente «caso ideal», describes una historia que presenta «un mínimo de elementos absurdos». ¿No te parece sospechosa una estrategia tan humana? ¿Por qué no defender la idea contraria, es decir, cuanto más estrafalario, más probable?
M.K.: Si los alienígenas tienen la lógica suficiente como para desarrollar los viajes espaciales, y tienen razones para mantener en secreto su presencia, entonces su estrategia ideal pasa por fundirse con su entorno tan perfectamente como sea posible. Tal imitación debería seguir las pautas humanas. Cuanto más descarado es un comportamiento, mayor atención atrae. Fíjense en toda la atención que acapara lo extraño en los libros de abducción. En mi opinión, la obscuridad del caso es un buen punto a su favor. Hubiera sido aún mejor si nunca hubiese visto la letra impresa. Y lo ideal es que ni siquiera hubiese llegado a denunciarse. Quizá parezca paradójico, pero es indudable que resulta lógico, n’est-ce pas?
L.R.G.: ¿Alguna vez has visto un OVNI? ¿Se convirtió en un OVI?
M.K.: Sí y sí. Tengo varios ejemplos:
1. Un par de luces brillantes vistas por el retrovisor siguiendo mi automóvil. Sabía que eran estrellas, pero me cogieron desprevenido porque me extrañaba que dos de ellas de tanto brillo encajasen en el campo del espejo, y además rozaban el perfil de una arboleda cercana, dando una gran ilusión de movimiento. Detuve mi coche, me apeé, y observando toda la escena puede reconocer la constelación de la que formaban parte: Geminis. Eran Castor y Pollux.
2. La sorprendente aparición del platillo de Adamski visto de perfil y cayendo a toda velocidad desde el cielo, cambiando de perspectiva y desapareciendo. Por suerte, el objeto volvió a aparecer en vuelo ascendente. Era un ave grande, quizá un águila ratonera, que había realizado un picado por vaya usted a saber que motivo.
3. Un susto que me puso el corazón en la garganta (nunca había comprendido lo que significaba esta expresión hasta que tuve esa experiencia) al descubrir, cerca de mi casa, un gran anillo con una docena de luces brillante de color anaranjado girando y oscilando como un giroscopio, para desaparecer de repente. La ilusión de que se trataba de algún tipo de nave giratoria era muy convincente aunque no existía ninguna estructura real conectando esas luces. Duró probablemente menos de cinco segundos. Estuve medio minuto sin saber como reaccionar. Entonces descubrí una bocanada de luces anaranjadas saliendo por mi chimenea y siguiendo una trayectoria impulsadas por el viento que formaba un gran remolino en el aire. Las luces resultaron ser las ascuas de papel ardientes procedentes de algunas bolsas de la compra que había echado a la estufa varios minutos antes. Habían tardado un rato en arder porque el fuego estaba bajo y había echado algunos trozos nuevos de carbón sobre el mismo antes de meter las bolsas.
4. Justo en los límites de resolución, pude ver un punto elíptico de color negro siguiendo un corto arco hacia el cielo sobre los campos de un vecino, desapareciendo sin más. Aún hoy me sigue pareciendo peculiar su forma de desaceleración. Estoy razonablemente seguro de que se trató de un halcón, pero nunca he visto nada igual. La brevedad y poca definición de la imagen tampoco es para preocuparse mucho más.
5. Un sueño donde era llevado al interior de una nave espacial y mantenía una agradable conversación a carcajada limpia con ciertos humanos procedentes de otro planeta. De pronto, me di cuenta de que debía pedirles algún tipo de prueba. Así que les pregunté sobre su sistema de propulsión. Me contaron que aprovechaba «las propiedades diferenciales del espacio-pedal». Esta absurda y opaca contestación se derivaba parcialmente de un diagrama de Kerr que había visto en un libro de texto hacía poco, donde se reflejaban las líneas convergentes en torno a un agujero negro que le daban todo el aspecto de un par de piernas, junto con algunas especulaciones conscientes sobre como los agujeros negros podrían ser una forma de energía para los viajes espaciales. Tampoco negaré que existe un interpretación freudiana obvia. Para acceder a la nave me hicieron levitar, acompañado por dos Hombres de Negro, pero no recuerdo cómo entré en la nave (amnesia de entrada como la señalada por Eddie Bullard) ni tampoco ningún otro detalle de la charla más allá del hecho de que el ambiente era casi festivo. Puesto que luego me desperté en mi cama, considero que fue efectivamente un sueño. Además, el material del mismo estaba relacionado con mis preocupaciones diarias de aquel momento.
Podría seguir comentando nubes con formas curiosas, luces de aviones, cometas y otros artilugios voladores, pero al final sería todo una banalidad. Por lo que a mi respecta, éstas cosas no ofrecen enseñanzas que los escépticos no sepamos ya. Y los creyentes considerarán tales anécdotas como irrelevantes, como un trato condescendiente, o como una oportunidad (así hizo James McDonald con Donald Menzel) para desmitificar al desmitificador. Yo mismo reconozco que son irrelevantes. Mi oposición a la HET está basada en otras consideraciones y premisas, más allá de cualquier experiencia personal. Sólo las traigo a colación porque me lo preguntaste.
LOS ESCÉPTICOS Y EL FÁNDOM PLATILLISTA
A.A. ¿Qué te diferencia de los escépticos militantes como Kurtz, Randi o Klass?
M.K.: No estoy seguro de que la caracterización de Paul Kurtz, James Randi y Phil Klass como «militantes» encaje con lo que esa palabra significa para mi. Si comparamos sus actividades con las guerras que desarrollan los fundamentalistas, los activistas pro-abortistas, los fanáticos de los derechos de los animales, los ecologistas estilo Greenpeace, parecen realmente un ejército indolente. Nada de piquetes, altercados violentos, empujones, boicoteos, interferencias en el quehacer diario, desafíos a los derechos de propiedad, amenazas, pitadas, etc. Básicamente se dedican a escribir libros y artículos, y sentarse a ver pasar el espectáculo. A este respecto, yo no soy diferente. Yo no predico la condenación eterna y cuando los creyentes deciden ignorarme, nunca me pongo a gritar exigiendo que me escuchen. Sólo sigo haciendo lo que hago.
Bueno, es verdad que también existen diferencias. En mi trabajo, yo me esfuerzo por lograr una síntesis positiva y siento más interés por la psicología, por construir historias sobre las creencias y los conceptos. Klass se muestra más interesado por explicar los casos individuales en términos mundanos, denunciando las falsedades y «ensuciándose» sobre el terreno, como su pasado periodístico en cierta medida impone. Sus soluciones para algunos casos son diferentes de las mías (padre Gill, Arnold, Exeter). Él confía más que yo en que las oleadas de OVNIs sean epidemias impulsadas por los medios de comunicación social. Y parece considerar la propensión a la fantasía como una forma útil de explicar muchas abducciones, idea que yo no comparto. Tras cierta correspondencia mutua, estoy convencido que ninguno de los dos cambiará las opiniones del otro en estos temas. Y realmente no sé que puede significar eso. Yo siempre he sentido más simpatía hacia los escritos de los tipos de Magonia que hacia el Skeptical Inquirer. Quizá sea sólo mi impresión, pero pienso que Magonia es mucho más progresista y explorador, mientras que el Skeptical Inquirer adopta una postura más estática (como de información al consumidor) hacia el tema OVNI. No es que eso sea malo, pero creo que ello te permitirá entender porque yo prefiero verme asociado con Magonia.
L.R.G.: Desde un punto de vista europeo, tu pareces ser casi el único ufólogo escéptico en los Estados Unidos (sólo se me ocurre Dennis Stacy para acompañarte). Cierto que existen otros escépticos como Phil Klass, Robert Sheaffer, Karl Korff… Pero ellos normalmente no escriben en los boletines ufológicos. Por otro lado, tú tampoco asistes a congresos ufológicos. ¿Cómo son tus relaciones con los demás ufólogos norteamericanos? ¿Cómo te mantienes al día?
M.K.: Existen todo tipo de juegos de palabras sobre quién puede «realmente» ser llamado ufólogo o qué es ser un «verdadero» escéptico. Algunos te dirán que yo no soy ninguna de las dos cosas. Yo prefiero hacer entender que, sin importar el nombre que me pongan, lo cierto es que yo no creo que seres extraterrestres reales estén involucrados en el fenómeno OVNI y que mis intereses se centran en los aspectos psicosociales o culturales de la creencia en los OVNI y en las propias experiencias OVNI. Mis recuerdos (no podría asegurarlo) es que Stacy supo de algunos de mis escritos a través de su correspondencia con Dennis Stillings que, a su vez, se escribía conmigo, y decidió invitarme a colaborar en el MUFON UFO Journal. Jim Oberg, uno de los escépticos mejor considerados, también ha publicado alguna cosa en el MUFON Journal, así que realmente no soy tan único.
Al decir que yo no voy a los congresos ufológicos, deberías añadir que tampoco asisto a las de los escépticos. Por contraste con mi voluble persona como escritor, cara a cara soy bastante tranquilo y nada gregario. Pienso que todo lo importante que pueda decirse en uno de estos congresos acaba encontrando su camino hasta el papel impreso, y que al no asistir me ahorro los chismorreos y la diarrea (ninguna gran pérdida). De vez en cuando, me gusta comentar que los ateos tampoco asisten a los mítines religiosos porque siempre existe el peligro de que se te escape una carcajada cuando el tacto recomienda una postura solemne. Mis relaciones con la ufología americana son bastante escasas, por propia voluntad. Mantengo relaciones cordiales con algún creyente ocasional (al menos, no han tenido lugar duelos a muerte) pero soy lo suficientemente desconocido como para que la gente pueda ignorarme o tolerarme con facilidad.
¿Cómo me mantengo al día? (Susurro: «Tengo espías por todas partes»). En realidad, mis escritos tratan principalmente sobre el pasado ufológico así que no necesito estar en el día a día de las obsesiones vigentes en nuestro mundillo. Generalmente dejo pasar un par de años antes de comprar los libros OVNI más populares, y así los consigo con rebaja. Algunos amigos me mandan fotocopias de aquellas cosas que les parece que podrían interesarme. Leo Magonia y Saucer Smear, compró las revistas OVNI de los kioskos si parecen interesantes, consulto un par de sitios en la Red como los archivos de las listas de UFO Updates, IUFO y la UFO Skeptic coordinada por James Easton. No me sorprendería, ni tampoco me preocupa, que haya lagunas y carencias. Existe más información circulando sobre el tema de la que jamás alguien pueda llegar a necesitar.
L.R.G.: Has escrito algunos ensayos para la Encyclopedia of Extraterrestrial Encounters que coordinó Ronald Story. ¿Cuáles fueron tus contribuciones?
Sólo dos o tres de las voces escritas por mí se refieren a material novedoso o inédito (por ejemplo, la entrada sobre los «reptoides» y algunas observaciones sobre la historia de la iconografía alienígena). Otras voces responden a artículos revisados y actualizados que aparecieron por vez primera en Magonia. Se reimprime un análisis contemplativo del Problema del No Contacto que apareció en el boletín de Kevin McClure Alien Scripture y que posiblemente resulte novedoso para los lectores americanos. Responde a todas las objeciones de los ufólogos de una forma muy minuciosa, en mi opinión. La entrada sobre los aspectos apocalípticos de la creencia OVNI combina y actualiza material aparecido originalmente en UFO Brigantia y The Wild Places (otro de los boletines de McClure). El libro de Story pondrá una buena parte de mis escritos a disposición de una audiencia mucho más amplia y diferente. Es un libro pesado y caro (una desventaja reconocida) pero análogo a otras enciclopedias sobre OVNIs ya disponibles. Incluye también contribuciones de muchos otros autores. Algunas son informativas, otras son, digamos, divertidas. Honestamente, no tengo ni idea cuánta gente estará dispuesta a pagar por ella.
L.R.G.: Una de las facetas más interesantes de tus trabajos es la de «rescatar» aquellos antiguos casos OVNI que no encajan en las expectativas de la HET (platillos propulsados a hélice, ufonautas con escafandra, etc) además de recordar a los ufólogos las características cambiantes del fenómeno OVNI. ¿Cuáles son tus objetivos en ufología? ¿Estás llegando a tus límites o agotando tus temas de interés, o tienes mucho más que escribir sobre el tema?
M.K.: Mis objetivos, la dirección de mis investigaciones, ya las he mencionado. Existen muchas más cosas que escribir sobre la forma en que los casos de aquella primera época reflejaban las expectativas de que los platillos eran armas secretas. Deseo especialmente elaborar un artículo sobre varios casos donde se informaba de pilotos humanos vistiendo uniformes de la Marina, ropas de camuflaje o gorras de béisbol. He comentado el tema de los platillos con propulsores a reacción en «Should Saucer Spin?», pero posiblemente merece un tratamiento más completo. He elaborado una extensa cronología y dispongo de un abundante archivo de notas sobre los Grises que podría emplear para continuar avanzando en mi historia de los Grises, si encuentro ganas. También he elaborado cronologías sobre insectoides y reptoides. Existe una gran variedad de esquemas de propulsión para los platillos, y uno de mis ficheros contiene una larga historia sobre la propulsión magnética. También está pendiente una historia sobre esos rayos capaces de detener motores, donde se documentaría que este tipo de artilugios eran trucos habituales no sólo en las novelas baratas de los años treinta, sino también en los seriales filmados. La historia de los alienígenas que utilizan a los humanos como animales de cría en las novelas populares es una que, sorprendentemente, nadie ha comentado. Tengo una carpeta con 54 personas que aseguraron haber estado en contacto con seres procedentes de Venus, llegando incluso a describir, de primera mano, bosques y lagos maravillosos. Otra carpeta disecciona el caso Schirmer. Mi larga búsqueda por el origen de la frase «pequeños hombrecillos verdes» sigue sin solución, y a mi artículo sobre el tema le falta esa pieza final. Existe un cierto número de trabajos ya terminados, pero sobre los que nunca he logrado acumular el suficiente entusiasmo como para enviarlos a alguna revista. Existen docenas de carpetas compitiendo por el derecho a ser escritas. Salvo que ocurra un desastre, una muerte inoportuna o el aburrimiento, puedes esperar un flujo continuo de trabajos durante bastantes años. Considerando que, según un crítico hostil, la ufología psicosocial es un cadáver andante, nos da mucho trabajo.
L.R.G.: Pasado todo el alboroto por el cincuentenario (en 1997), el interés del público por los OVNIs se vino abajo. Por contra, en la actualidad, la HET es aceptada casi universalmente y los alienígenas aparecen de forma prominente en casi cada aspecto de la cultura moderna (arte, publicidad, literatura… Antonio Gala acaba de escribir una novela con un alienígena como protagonista-). ¿Qué futuro le ves al fenómeno OVNI?
M.K.: La masacre de Puerta del Cielo y las explicaciones gubernamentales sobre el caso Roswell apagaron el entusiasmo general sobre el tema. Ya han existido épocas bajas con anterioridad. Los creyentes más duros permanecen y mantendrán el asunto en movimiento. La gente de la presente generación quizá se lo piense dos veces antes de volver a involucrarse emocionalmente, pero esta lección nunca se traslada a la generación siguiente. Me temo que volverá a explotar de nuevo (sin seguir ningún ciclo riguroso) quizá en 5 años, quizá en 15. El fenómeno OVNI posee el hábito de la creatividad y siempre acaba trayendo nuevas sorpresas. Pero existen límites. Las esperanzas de los ufólogos en que los alienígenas les darán pruebas irrefutables de su existencia permanecen, pero volverán a fracasar con la fuerza de una ley de la naturaleza. Nunca nos invadirán, conquistarán, aterrizarán en masa en todas las capitales del mundo, darán una conferencia de prensa, facilitarán a nuestros científicos avances maravillosos, o establecerán ningún servicio de taxis galáctico. Quizá esto no lo puedas meter en tu cuenta corriente, ni se acepten apuestas, pero es algo indiscutible. Esta extrañeza jamás desaparecerá.
SUEÑOS, ABDUCCIONES E INFLUENCIA CULTURAL
En un artículo donde intentó refutar Libre de toda predisposición, el ufólogo Greg Sandow cuestionó a Kottmeyer por tratar de ‘buscar la quinta pata al gato’ cuando éste descubría que el gérmen cultural de las abducciones estaba disponible antes del caso Betty y Barney Hill. Sandow, en su vehemente crítica, sin embargo no ofrecía el menor respaldo a los argumentos extraterrestristas de David Jacobs o Budd Hopkins. a modo de contraprestación. Sandow le reprochaba a Kottmeyer que no formulara una ‘hiótesis predictiva’, cuando lo que hizo en aquel artículo fue desbaratar una afirmación falsa de Jacobs, apoyada luego por Eddie Bullard, según la cual los Hill estaban «libres de toda predisposición».
A.A.: ¿Qué crees deberían hacer los partidarios de la HPS para sistematizarla, en vez de utilizar argumentos «psico-sociales» para contradecir las creencias de sus enemigos, los extraterrestristas?
M.K.: No estoy seguro de entender la pregunta. ¿Se sistematizan las posiciones en cualquier cuestión social controvertida? Desde luego, siempre es agradable disponer de datos sistematizados sobre cualquier fenómeno, y el tener cosas como el INTCAT, UFOCAT, y demás relaciones cronológicas de informes, a disposición de cualquiera en la Red, les encanta a los aficionados a los OVNIs. Pero esto es algo que sería bien acogido por ambas partes, así que supongo que la pregunta iba por otro lado. Existen cosas que -con el mero paso del tiempo- refuerzan la posición psicosocial: el fracaso de las predicciones apocalípticas, la acumulación de inconsistencias irreconciliables y contradicciones entre los informes, la continuada resolución de las pretensiones basadas sobre evidencias materiales como interpretables en términos mundanos, estudios sobre regularidades psicológicas que sean repetidos con muestras mayores, la identificación del origen de muchos otros de esas imágenes recurrentes y la demostración de cómo se transmiten informaciones erróneas dentro de la matriz cultural de las creencias, la acumulación de más datos sobre como los distintos relatos de abducción incorporan material procedente de la propia vida pasada de cada testigo… Sin embargo, todo esto no requiere un esfuerzo sistemático, ¿verdad? Quiero decir, ocurrirá se haga o no un esfuerzo de organización, simplemente conforme los interesados sigan pensando, estudiando e investigando las historias.
A. A.: Digo «sistematizar» en el sentido de escoger una muestra representativa de casos históricos (explicados y no explicados) acotados en un período y en una geografía determinadas, y poner a prueba las presunciones fundamentales de la Hipótesis Psicosocial [yo diría psico-socio-antropológica]. Por ejemplo: evaluar en cada caso todos los factores sociales interrelacionados (desde la historia psicológica y educacional del protagonista hasta las influencias culturales admitidas por él mismo y las posibles; interacción social de donde surge el primer relato, naturaleza del contacto con periodistas, ufólogos, científicos; etc.) para respaldar -con la fuerza de una investigación propia y exhaustiva (y no con opiniones generales basadas del análisis de fragmentos azarosos de historias publicadas por la prensa especializada o de la literatura)- esta hipótesis. Que no se limite a negar la H.E.T. (o cualquier otra idea exótica) sino que trate de explicar el fenómeno ofreciendo argumentos positivos, no reduccionistas. Ya sé que esto no lo hacen los partidarios de la HET. Pero tampoco, me parece, los escépticos y psicociales. Los mejores intentos en esta dirección, sospecho, fueron los estudios de la Universidad de Colorado y el de Allan Hendry. Pero se quedaron a mitad de camino. La HET es absurda, ¡bravo! Tus artículos -para mí- alcanzan para refutarla e incluso comprender los mecanismos psicológicos y culturales subyacentes. Pero se aprendería mucho más, supongo, si este esfuerzo sistemático apuntase a definir «qué sucede», y no «que no sucede».
M.K.: Sigo dudando si entiendo con precisión lo que quieres decir al hablar de «la comprobación sistemática de las presunciones», la evaluación de todos los factores sociales interrelacionados y los casos históricos representativos. Pero incluso sin bajar al detalle, me temo que estás proponiendo algo que sería bastante caro, que necesitaría la participación de investigadores entrenados profesionalmente, y cuyo resultado sería un informe que sólo un pequeño grupo de personas aceptaría. Si la HET contase con un apoyo académico significativo, cierta estrategia para reforzar la HPS con investigaciones sociológicas podría ser un proyecto más viable. No obstante, la ufología pro-HET es principalmente cultura popular y la sofisticación teórica no es algo que atraiga al consumidor habitual de libros sobre OVNIs ni que genere ardientes debates en Internet. Teniendo en cuenta que el destino del mundo no depende de si conseguimos, o no, potenciar la HPS, mi recomendación es ahorrarse el dinero y el esfuerzo y divertirse con el desfile.
A. A: Después de tu asombroso descubrimiento de los ojos parlanchines vistos por Barney Hill tras la emisión de «The Bellero Shield», la segunda cosa que me impresionó en uno de tus artículos (aquel donde comparas a las abducciones con una ficción terrorífica) es cuando, aún habiendo hecho tantos aportes para la comprensión cultural de las abducciones, dices algo así como «todavía siguen siendo un fenómeno bastante extraño». ¿Qué queda por comprender?
M.K.: Posiblemente nada. Evidentemente, considero que todas las preguntas principales han quedado contestadas a satisfacción de cualquier persona pragmática ideal. No, no existen ningunos alienígenas de carne y hueso detrás de estas experiencias. No, no encontraremos en ellas nada realmente importante que haga avanzar nuestros conocimientos o nuestro bienestar a largo plazo. No, el mundo no está condenado. Sí, existe un mito viviente en torno a relatos sobre seres de ficción. Sí, existen elementos psicológicos reconocibles que impulsan dicho mito: sueños, pesadillas, parálisis nocturnas, paranoia creativa, entre muchos otros. Para los más pragmáticos el resto son detalles, meros detalles. Evidentemente, no siempre podemos saber qué casos son fraudes, cuáles pesadillas, y cuáles otras cosas. Existen diversos motivos o imágenes sobre las que me gustaría saber más. Pero estas deficiencias no afectan a la escena global.
A.A. Cuándo calificas de «extrañas» a las abducciones, ¿te refieres a algo enigmático, o las consideras raras debido a su carácter esporádico? ¿No crees que la fuerte convicción de «experiencia real» que trasuntan ciertos abducidos reclama ser explicada?
M.K.; Necesitaría recordar el contexto de la frase para reconstruir lo que pretendía decir, pero en todo caso fue poco más que un comentario casual sin nada que añadir. Tal convicción no siempre ha sido fuerte y uno de sus defensores reconoce que muchos abducidos están inmersos en un mar de dudas sobre si sus experiencias están referidas o no a extraterrestres «reales». Para quienes las sufren, las alucinaciones bajo los efectos del LSD parecen a menudo más reales que la propia realidad, incluso cuando son perfectamente conscientes que sin la droga no estarían sufriendo tales experiencias. ¿Cómo explicarlo? Una posibilidad sería la neuroquímica. Por otro lado, la paranoia también requiere de fuertes convicciones. Las conclusiones personales son mantenidas con firmeza frente a argumentos convincentes mediante diversas estrategias de sobre-interpretación, excusas, y auto-engaño. ¿Cómo explicarlo? Basta con recordar que muchas creencias mantenidas con firmeza (conspiraciones, teorías raciales, dogmas religiosos, brujería) han resultado ser erróneas.
A.A. Susan Blackmore explicó esta sensación de experiencia real comparando a los casos de Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) con los sueños lúcidos. ¿Se aplica esta idea al caso de los abdcidos que mencionan esta sensación? ¿O aquellas abducciones más «realistas» -por ejemplo, sin hipnosis de por medio- son las que hay que tirar al cesto de los fraudes?
M.K.: No recuerdo haber leído sus comentarios sobre esa cuestión, pero entiendo que los sueños lúcidos son aquellos donde la persona sabe que está experimentando un sueño y continua siguiendo su desarrollo sin despertarse. Pero resulta obvio que los abducidos no saben que se trate de ningún sueño. Ciertamente, sin embargo, en cierto número de casos de abducción parece intervenir pesadillas muy vívidas, casi reales, aunque sin llegar a tal lucidez. El caso Hill contenía elementos «realistas» (dos personas, supuestas evidencias materiales) antes de que tuviese lugar cualquier regresión y, ciertamente, no se trata de un fraude ni de un montaje. Así pues, no, no siempre. Pueden entrar en juego cuestiones de interpretación.
A.A.: ¿No es una asignatura pendiente estudiar la intervención de ufólogos y escépticos en la construcción social de la historia de los OVNI? (Me refiero desde la encuesta a los testigos hasta los informes que elaboran, desde su participación en programas de TV a la difusión de sus ideas en libros y prensa).
M.K.: El libro Dark White de Jim Schnabel es un buen paso en esa dirección. Quizá existan otros, pero no han llegado a mis oídos.
A.A.: En «Libre de toda predisposición» pruebas que el escenario, el guión y el comportamiento alienígena clásico en los casos de abducción estaba previamente codificado en comics, films y novelas de ficción científica. Ese artículo desbarató el argumento de que los Hill estaban libres de influencia. Creo recordar que deslizabas con prudencia que la posibilidad de esa influencia no significaba prueba de influencia. Pero subrayabas, a partir de las secuencia definida por Eddie Bullard, que la estructura narrativa de un relato imaginario se parece sospechosamente a la de otro referido a una experiencia «real». Es decir: un cuento de abducción casi siempre se cuenta más o menos de la misma manera. Luego me pareció notar que dejaste de lado esa sutileza y -sobre todo en tu debate con Sandow- defiendes la influencia. [Corolario extraterrestrista posible: el caso más creíble debería ser el más original, el que menos se parezca o respete el guión típico.] ¿La misión de la ufología historicista sería buscar la manera de separar «relato creativo» (prueba de discontinuidad cultural) de «mala copia por contagio» (guión estándar o influencia cultural directa)?
M.K.: Yo negaba la influencia como una forma de explicar la observación de Bullard sobre el orden coherente de los elementos en una abducción, aunque pueda encontrarse con facilidad un orden similar en antiguos relatos de ciencia ficción referidos a secuestros de seres humanos. Por ejemplo, en el número de Mayo 2001 de The REALL News comento un relato de secuestro poco conocido de William Tenn escrito en 1948, «Consulate» («Consulado»), que encaja con el orden propuesto por Bullard mejor que la mayoría de los casos «reales» de abducción. La coherencia aparece a un nivel de abstracción que la mayoría de la gente es incapaz de reconocer e imitar. Sandow apuntaba hacia algo diferente con sus comentarios sobre la presencia de elementos declarativos (e.g. «He sido abducido una y otra vez») que para él formaban parte del guión común de las abducciones. Sin embargo, tal detalle no era nada común en los primeros años del fenómeno. La respuesta debe estar por otro lado. No he renunciado a nada y si tú hubieses preguntado sobre los comentarios de Bullard yo los volvería a analizar como ya lo hice. Me considero alguien que se mueve por mera afición, no el defensor de ninguna causa; no pretendo apoyar ninguna misión. Una historia que no reconozca la presencia tanto de lo nuevo como de lo antiguo resultaría renga.
A.A.: ¿No se te ocurrió estudiar las modas ufológicas según el modelo de «contagio memético» o de difusión cultural propuesto por Richard Dawkins (The Selfish Gene, 1976), Brodie (Virus of the Mind, 1996), Lynch (Thought Contagion. How Belief Spreads Through Society, 1996) o Blackmore (The Meme Machine, 2000)?
M.K. He leído a Dawkins y Lynch, pero también he leído las críticas a la idea formuladas por Daniel Dennett en Darwin’s Dangerous Idea. Aunque sea divertido jugar con la metáfora evolucionista, las ideas son crucialmente diferentes de los genes y si la metáfora se estira demasiado todo desemboca en confusión. Sospecho que su imprecisión acabará convirtiéndola en un campo arcano, más una forma de poesía que de ciencia. En cierta ocasión, un ufólogo con tendencia a la crítica me expresó en una carta su interés en tratar los OVNIs como memes; por tanto, no eres el único en haber pensado en ella. Pero, si la llegó a desarrollar por escrito, nunca la he llegado a leer.
A.A.: ¿Qué sentiste cuando las aventuras cósmicas que nos divertían cuando eramos jóvenes comenzaron a alimentar series como X Files o fueron a parar a filmes como «ID-4» o «MIB»? ¿Te sorprendió? ¿Imaginabas que esto «algún día iba ocurrir»? ¿O dijiste «cómo no se me ocurrió a mí» [en vez de al oportunista de Chris Carter o Spielberg?
M.K.: Todo el vino procede de uvas aplastadas, pero alguno es vinagre y otro tiene un sabor exquisito. Algunos cultivadores conocen la técnica de cultivo de las vides y el refino del producto final mejor que otros. Los productores y directores de cine han ido mejorando toda la imaginería, la iluminación, e incluso el ritmo con el paso de los años y me encanta comprobar lo que pueden hacer con el mismo jugo de siempre. No me engaño a mi mismo creyendo que sería capaz de crear o mejorar esas historias. Mi Musa no es la apropiada para producir tales visiones.
L.R. G.: ¿Has leído el libro de Kevin Randle et al sobre abducciones? ¿Qué opinas de sus explicaciones para el fenómeno de las abducciones? (le muestro un artículo suyo y una entrevista que le hice hace poco).
M.K.: Tengo el libro, pero no he pasado de echarle un vistazo. Lo sé. Lo sé. Debería leerlo. La entrevista que le hiciste es interesante. Me gustaría poder preguntarle en qué se basa exactamente para sospechar que el caso de Betty Andreasson es un fraude, así como más detalles sobre los abducidos que se han arrepentido (nombres, referencias).
L.R.G.: Una de las tendencias más recientes dentro del fenómeno de las abducciones son los MILABs (secuestro de abducidos por parte de militares humanos). ¿Qué opinas de estas historias?
M.K.: En la página electrónica de sus conferencias, la abducida MILAB Melinda Leslie señala que los investigadores principales se muestran reacios a defender su causa. Quizá resulte cínico, pero me pregunto si ello se deberá a que les preocupa que las acusaciones sobre la intervención de personal militar real en las abducciones alienígenas acaben colisionando con la realidad y el orgullo militar, desacreditando la cruzada principal de los abducidos en su ansia por ser aceptados. La premisa de que, o bien los militares actúan en colusión con los alienígenas, o bien secuestran a los abducidos como parte de un estudio independiente, resulta ser un apriorismo ridículo y ofensivo.
NAZIS, DÄNIKENISMO Y NAVES AÉREAS
L.R.G. Hay algunos temas sobre los que no has escrito hasta ahora, especialmente sobre astronautas en la Antigüedad y la hipótesis de las armas secretas nazis. ¿Cómo piensas que encaja la locura de los astronautas en la Antigüedad en el mundillo OVNI?
M.K.: Los ufólogos americanos han evitado siempre la hipótesis nazi, por considerarla patentemente errónea, y pienso que la presentación de Kafton-Minkel en Subterranean World es mucho mejor que cualquier cosa que yo pudiera llegar a escribir. Parte de la literatura sobre astronautas en la Antigüedad era un intento por pervertir a Darwin y ofrecer al hombre una genealogía que apuntase a las estrellas y a unos padres casi divinos, en lugar de a unos simples simios. Otra parte intentaba sugerir que nuestros ancestros fueron víctimas simplemente de confusiones honestas. Por tanto, la Biblia sería básicamente correcta, no esa colección de fraudes sacerdotales y tonterías supersticiosas propuestos por los Grandes Críticos. Además, así podrían incluirse en la historia los mitos de otras religiones como evidencias igualmente válidas y positivas; un agradable intento liberal por sugerir que todas las religiones son verdaderas si se analizan de la forma correcta. Este tiro salió parcialmente por la culata porque al tratar de demostrar que tras las figuras casi divinas de los mitos existía una tecnología sofisticada, sus proponentes podían ser acusados de estar insultando a la gente al afirmar que los monumentos de la antigüedad nunca pudieron haber sido realizados por los indígenas locales. Varios libros de gran calidad, por no mencionar programas de divulgación científica, destruyeron la credibilidad de las exitosas obras de von Däniken, revelando la fragilidad de tales especulaciones frente a los estudios arqueológicos realizados por profesionales. En la actualidad, los ufólogos más inteligentes rara vez visitan el pasado remoto en busca de evidencias de alienígenas
L.R.G.: Siguiendo con el tema, tampoco has escrito nunca sobre la Oleada de la Nave Aérea sobre los EE.UU. (y otras partes del mundo) allá por 1896-97. ¿Lo consideras un fenómeno substancialmente diferente?
M.K.: Los objetos y seres descritos son diferentes en su apariencia y el marco de las creencias de la época estaba más sesgado a interpretaciones sobre inventores misteriosos (en las Oleadas americanas) y preparativos para la guerra (en el caso de las oleadas posteriores en Gran Bretaña). El libro de Nigel Watson The Scareship Mystery (Domra, 2000) incluye una espléndida colección de ensayos sobre los rumores que ayudaron a dar forma a esas primeras oleadas. Es evidente que muchos de los avistamientos individuales fueron confusiones con estrellas, pájaros, o globos iluminados; pero fueron interpretados como naves aéreas siguiendo los rumores, en ocasiones hasta el extremo de añadir los detalles oportunos. Bastantes fueron fraudes y montajes, en un porcentaje muy superior al visto en la posterior era platillista. Elevando el grado de abstracción podríamos considerarlos fenómenos idénticos, pero a nivel descriptivo ambos conjuntos de denuncias son substancialmente diferentes.
Los ufólogos siempre pueden enarbolar un pequeño número de informes sobre naves aéreas parecidos a casos posteriores a 1947 en un intento por sugerir cierta presencia alienígena anterior a ese año, pero dicha estrategia es engañosa porque la forma dominante en ese conjunto de casos nunca es la del disco o platillo. Además, los parecidos pueden ser descartados, en parte, como productos accidentales de las exploraciones creativas de formas, en la línea mucho más legítima que encontramos en los platillos que aparecen en las ilustraciones de ciencia ficción. Otra parte de la explicación sería como productos de presunciones y modelos tecnológicos similares. En ambas épocas abundaban sospechas sobre la aparición de armas secretas, y también estaban disponibles muchos detalles sobre navíos reales o naves aéreas de ficción.
L.R.G: Los ufólogos se muestran muy reacios a retroceder en el tiempo más allá de 1947, ¿por qué?
Una llegada fechada en 1947 plantea algunas paradojas muy especiales, pero tiene una virtud indiscutible: Antes de 1947, los discos aéreos sólo representaban un fracción problemáticamente escasa de todas las cosas inusuales vistas en el cielo, mientras que después de 1947, los discos se convirtieron en la forma dominante tanto en los informes OVNI como, muy especialmente, en las denuncias sobre entidades alienígenas.
También parece indiscutible que el gobierno no sabía nada sobre platillos o alienígenas con anterioridad a 1947, y cualquier intento de sugerir un encubrimiento anterior a 1947 presenta graves problemas, e.g. ¿es que los platillos simplemente no se estrellaban antes de 1947? ¿Por qué no existen piezas de platillos o calaveras de Grises en los museos, recogidas por nuestros antepasados? ¿Dónde está el rastro documental anterior a 1947 sobre los incompetentes desmentidos gubernamentales? ¿Por qué no existe ningún análogo anterior a 1947 del Panel Robertson, un grupo de expertos evaluando el problema?
También cabría preguntarse por qué no ha sobrevivido ninguno de los casos clásicos anteriores a 1947. Los que en su momento fueron considerados como los mejores casos de la Oleada de la Nave Aérea (la declaración jurada de Hamilton sobre el secuestro de una vaquilla y el platillo estrellado en Autora) fueron desmontados poco después, al igual que las supuestas evidencias sobre astronautas en la Antigüedad. Algunas veces las personas llegan a olvidar la popularidad alcanzada por el caso Hamilton y la preocupación expresada por algunos cuando salió a la luz que todo fue un montaje de un Club de Mentirosos.
Por último, las principales teorías sobre los OVNIs se vuelven más dudosas cuanto más tiempo lleven en circulación. La idea de un reconocimiento previo al Aterrizaje, apoyada en parte en aquellos informes donde los ufonautas tomaban muestras de rocas y vegetación, resulta evidente que no puede alargarse durante siglos. De hecho, existen investigadores que reconocen que los cincuenta años de historia de los OVNIs bastan para convertir tal idea en insostenible. La noción de un programa de Hibridación diseñado para salvar a un planeta moribundo también se vuelve más y más dudosa conforme pasa el tiempo. Si lo que quieren es conquistarnos, seguro que ya habrían podido diseñar un plan viable a veinte años para conseguir sus objetivos. ¿Todo un siglo? No me lo creo. ¿Milenios? Eso resultaría ridículo.
L.R.G. ¿Te atreverías a hacer alguna predicción sobre el futuro del fenómeno OVNI o de las abducciones?
M.K.: Más de lo mismo, sólo que diferente. Nada de aterrizajes masivos; los Bichos Gigantes no dominarán el planeta; ninguna de las catástrofes predichas tendrá lugar; no habrá ninguna grandiosa resolución de la controversia; el gobierno no anunciará que los alienígenas son reales; nada útil se aprenderá de todo esto. Más Grises; más reptoides; más mantis; más temas sexuales cada vez más extraños. Los abducidos rellenarán los detalles del escenario diseñado por Jacobs sobre la invasión. En algún momento, deberían aflorar denuncias de híbridos infiltrados en las más altas esferas preparando la invasión, para captar la atención como un paso adelante en el desarrollo narrativo. Surgirán nuevas personas, con sus propios intereses y aportando giros novedosos a la cuestión
L.R.G. y A.A: Muchas gracias por tu tiempo, Martin.